lunes, 17 de abril de 2017

EL JARDÍN DE LOS JUEGOS. PARA ESOS NIÑOS DE SONRISAS AUSENTES.

En esa afortunada dialéctica contra la atonía, que a veces decidimos emprender, aparecen con fortuna ocasionales logros, todos ellos sustentados en el esfuerzo generoso y admirable de la voluntad. Cuando se trata de hacer el bien casi todos los caminos se justifican y retroalimentan, pues este positivo objetivo permite superar no escasas dificultades y problemas que toda empresa, normalmente, lleva aparejada. Pasemos de inmediato a convivir con una escenografía donde tiene lugar esta que muy reconfortante historia. 

A lo ancho y largo de todo el amplio poliedro urbano, que constituye la estructura evolucionada de una ciudad, se han ido generando, al paso de los días y las décadas, zonas y espacios muy contrastados desde una evidente realidad socioeconómica. Efectivamente, alrededor del antiguo centro histórico, y siempre de manera progresiva, han ido surgiendo numerosas barriadas, a modo de cinturones expansivos, núcleos de hábitats que cobijan a miles de familias de naturaleza heterogénea, si analizamos el perfil sociológico que las identifica. Expresado de una forma simple y coloquial, hay “barrios” donde predominan las familias de clase acomodada, otros en los que prevalecen los grupos de nivel medio y, finalmente, aquéllos en los que la mayoría de sus habitantes están vinculados a familias humildes e incluso con bolsas de profunda y preocupante marginación social. Esta estructura básica suele aparecen en unas y otras ciudades, aunque con diferencias numéricas entre sus porcentajes y niveles.

Efrén y Dafne forman un bien avenido matrimonio que acumula muchas décadas de fructífera convivencia. Este antiguo factor ferroviario (desempeñó en su vida laboral la noble función de revisor/cobrador en las líneas de cercanías) se halla muy próximo a cumplir la octava década de su calendario. Dafne, seis años más joven que él, sigue distinguiéndose por ser una fiel compañera y buena madre, de los dos únicos hijos que tuvo el matrimonio, los cuales hace años buscaron amparo en la difícil emigración por tierras germanas, lugar donde arraigaron y hoy residen con sus respectivas familias.

Especialmente desde el inicio de su jubilación, hace ya más de una década, Efrén ha dedicado parte de su amplio tiempo libre en ayudar a todos aquéllos que más necesitan de su voluntad y experiencia. Aunque no es una persona muy afín a las ceremonias eclesiásticas, siempre se ha mostrado dispuesto en colaborar con algunos proyectos generados desde la parroquia del barrio, donde está ubicada su vivienda, generalmente aquéllas actividades que más podían favorecer a las familias necesitadas.

Este veterano matrimonio reside en una muy modesta barriada obrera, en donde la población marginal está intensamente bien representada. El porcentaje de desempleo en la zona supera, de manera notoria, las cifras que marcan los niveles en otras zonas de la ciudad. Los niveles de continua inmigración, los problemas de delincuencia, el trasiego y menudeo en la venta de sustancias estupefacientes, junto a los brotes intermitentes de violencia, es algo con lo que esta familia ha tenido que pacientemente ir conviviendo. A pesar de todo lo cual, la apacible y bondadosa pareja nunca ha querido abandonar este conflictivo entorno y la vivienda unifamiliar que Efrén recibió de sus padres, hogar que continúan habitando desde los ya lejanos años de su vínculo matrimonial. 

Como ya se ha expresado, habitan en una casa unifamiliar de planta baja con cubierta de tejas antiguas a dos aguas que, por la voluntad de sus propietarios, hoy mantiene su antigua conformación, aunque se ve rodeada de algunas manzanas de edificios con cierta altura. En la parte delantera de su vivienda existe un amplio espacio terrizo, cerrado por una verja de hierro que descansa sobre un muro de construcción de unos 80 cms. desde el suelo. En ese espacio casi cuadrangular, que abarca unos 8 metros de largo por 7 metros de profundidad, hay un par de árboles que dan buena sombra para los días del verano, numerosas y cuidadas macetas y  básicos “muebles de jardín” que, a pesar de la verja y la cerradura de la puerta exterior, alguna vez han sido sustraídos por la desafortunada codicia de aquéllos “amantes” de lo ajeno. En uno de los laterales de ese patio - jardín luce una pequeña fuentecilla, a la que su ingenioso propietario ha dotado de un mecanismo para que siempre mane el agua, en un circuito cerrado de plástica e hídrica belleza natural.

Desde siempre, pero especialmente arraigada en estos últimos años (con el azote inmisericorde de la cruel crisis económica mundial) ha sido destacada en esta barriada la llegada de numerosas parejas jóvenes, personas con muy limitados niveles económicos y precaria cualificación profesional. Estas humildes familias son en su mayoría de origen inmigrante y con unos elevados niveles en sus índices de natalidad. Efrén observaba, reflexionaba y sufría la injusta realidad de esa amplia prole infantil que soportaba el infortunio socioeconómica en el que estaban sumidas sus respectivas familias. Niños que tenían que practicar sus juegos en unas calles no siempre adecuadas para su seguridad anímica y física, espacios urbanos un tanto postergados en la atención de las autoridades municipales, más preocupadas en las necesidades y problemas de los barrios y zonas precisamente más desarrolladas y urbanizadas.

Por todo ello, tras hablarlo con Dafne, estos dos solidarios vecinos deciden hacer algo bueno para todas esas familias de niños pequeños que abundaban por la vecindad. Pensaron en ese gran patio jardín, que tenían en la parte delantera de su vivienda. En realidad estaba un tanto desaprovechado. Descansaban en él especialmente durante los días de calor, a fin de disfrutar el frescor nocturno, el entretenimiento de algunas partidas de dominó con los amigos y poco más. El cuidado de las macetas y los dos naranjos también les ocupaban algunos ratos. Pero razonaban que esos más de cincuenta metros cuadrados podrían servir para algo más útil y generoso. Pensaron en esos niños pequeños y en sus jóvenes padres, con la carencia de jardines en la zona.

¿Por qué no convertir ese terreno de su propiedad, bien vallado y seguro, en un alegre parque infantil para uso y disfrute de sus jóvenes convecinos que tanto lo necesitaban?  

Lo primero que hizo Efrén, en aquella mañana de marzo tras el desayuno, fue dirigirse al taller de su buen amigo Ascanio, un veterano y habilidoso carpintero, a quien comentó sus propósitos para hacer realidad ese jardín de los juegos. Una idea o proyecto que tenía en mente fue encargarle a este artesano de la madera la construcción de dos columpios. Ambos amigos hablaron después con otro compañero de tertulias, Bernabé, que trabajaba en una herrería, propiedad de un familiar. Con estupenda voluntad y no excesivo desembolso, en una semana estaban ya los dos columpios instalados, en ambos extremos del patio/jardín. El animoso Ascanio, también entusiasmado con la idea de su amigo, supo convertir un viejo baúl de madera y unas cuantas sillas, con muchos años de uso, en un simpático “simulacro” o prototipo de tren infantil con un gran vagón. Unas latas de pintura ayudaron a hacerlo más vistoso y atrayente, adornándolo con dibujos de flores. La profesión que Efrén había desempeñado durante toda su vida laboral fue una gran motivación para ese juguete que, a buen seguro, haría las delicias de tantos niños y niñas. Tenían en proyecto también construir un pequeño tobogán, que a buen seguro haría las delicias de los niños deslizándose por su ondulada e inclinada carpa de metal.

El primer lunes de abril, el Jardín de los Juegos estaba listo para abrir. La vecina Julia cedió para el proyecto una gran banqueta que tenía en casa y el vecino Hernando una extensa alfombra de caucho (3 x 2,5 m) que guardaba arrollada en un trastero. Desde el fin de semana anterior un gran cartel anunciaba la apertura del modesto pero atrayente y necesario parque infantil.


JARDÍN DE LOS JUEGOS.  ENTRADA LIBRE, PARA NIÑOS Y NIÑAS, HASTA LOS 8 AÑOS DE EDAD. HORARIO DE 10 A 13 HORAS Y DE 16 A 19 HORAS (DE JUNIO A SEPTIEMBRE, HASTA LAS 21 HORAS). ABIERTO DE LUNES A SÁBADOS Y DOMINGOS MAÑANA. SE RUEGA QUE LOS NIÑOS VENGAN ACOMPAÑADOS POR ALGÚN FAMILIAR.

A pesar del ruego expreso en el cartel, la prudencia que caracterizaba a Dafne le hizo dialogar con varias convecinas. Todas ellas, de mutuo acuerdo, elaboraron un cuadro de vigilancias, que estaría a cargo de estas señoras con tiempo libre en diversos turnos rotatorios.
El ilusionado proyecto funcionó bastante bien desde los primeros días. Había horas en que la asistencia de niños era más intensa que otras pero, con la mejor voluntad, todos ponían algo de su parte para que el ambiente de juegos y alegría fuera lo más grato posible. Incluso en alguna oportunidad algunas madres tuvieron que volverse con sus hijos a casa, pues en el patio de Efrén y Dafne ya no había espacio material para acoger a todos los críos que así lo demandaban.

Un importante asunto también rondaba por las cabezas de los generosos propulsores del muy bien acogido jardín. Especialmente por las tardes, alguno niños venían con sus meriendas, mientras que otros se les quedaban mirando, con esa necesidad que los rostros infantiles muestran sin disimulos. Algo había que hacer, para esos pequeños a quienes sus padres no les habían podido entregar el modesto alimento restaurador. Dafne se llegó al súper del barrio y pidió hablar con la encargada. Ésta quedó en llamar a la central de la cadena para consultar la petición que había recibido. El “milagro” se seguía produciendo. Cada noche, Efrén se pasaba por el súper, tras la hora del cierre, pudiendo disponer de muchos alimentos con una fecha de consumo preferente inmediata. Por esta inteligente gestión, cada una de las tardes, a eso de las cinco, un número importante de niños tenían a su disposición ese yogurt, ese trozo de pan con chocolate, esa fruta o esos batidos, que hacían reponer fuerzas para seguir con los juegos y esas destrezas infantiles que la vitalidad de la edad naturalmente reclama.

Una semana y media más tarde desde su apertura, dos policías locales se personaron en la entrada del jardincito. Esta pareja de miembros de la seguridad municipal preguntaban por el propietario del patio familiar, convertido en salón - jardín para juegos. De inmediato fueron atendidos por Efrén, quien les dio las explicaciones oportunas acerca de la intencionalidad solidaria y gratuita que estaba llevando a efecto. Los policías fueron fue muy claros en su requerimiento:

“Alguien (no estamos autorizados a desvelar su nombre) ha interpuesto una denuncia, sobre la apertura de este espacio para juegos de los niños. Tras las comprobaciones pertinentes, podemos afirmar que Vd. carece de la autorización municipal necesaria para seguir llevando a cabo esta actividad. Desde este momento tiene que cerrar el jardín, aunque pertenezca a su propiedad, a la entrada de niños con sus padres. Y todo ello sin perjuicio de la responsabilidad o falta administrativa que haya podido incurrir, al no haber solicitado autorización para desarrollar esta  actividad en las oficinas municipales correspondientes”.

Fue un inesperado y duro jarro de agua fría lo que cayó sobre las ilusiones de Efrén y Dafne, así como sobre todos aquellos padres y sus niños pequeños que tuvieron que abandonar esta hermosa realidad que había creado la bondad de dos personas con una muy elevada edad. Pero la reacción popular, sintiéndose agraviada, fue inmediata y contundente. En la mañana siguiente, calles, muros y escaparates de algunos establecimientos, árboles y, de manera especial, la sede de la tenencia de alcaldía municipal en el barrio, aparecieron con pintadas, carteles y octavillas, que ponían de manifiesto la dejadez municipal para con los pequeños del barrio. Así mismo denunciaban la indignante actitud mantenida con el cierre del Jardín de los Juegos, un servicio particular a favor de la infancia y absolutamente gratuito. El propio concejal de la barriada hizo desplazarse a sus oficinas a Efrén, a fin de entablar un diálogo y apagar ese fuego que la rigidez administrativa estaba provocando. La actitud de ese impresentable concejal fue en sumo arrogante y displicente, para con una interlocutor que en todo momento dio pruebas de una profunda humildad y sencillez.

La prensa pronto tomó cartas en el asunto informando y denunciando, por medio de diversos artículos, la intransigencia mostrada por el equipo de gobierno municipal. Fue tal el calibre de la movilización popular, en las siguientes semanas, que el propio Presidente de la Corporación Municipal, el Sr. Alcalde, analizando la bajada en sus índices de popularidad, quien decidió dar un golpe de timón, emitiendo un decreto por el que se permitía la nueva apertura del Jardín de los Juegos. Lo hizo estableciendo una condición irrenunciable, que demostraba el cinismo que presidía muchas de sus decisiones. 

Cuando un lunes, dos meses después del cierre, abrió de nuevo sus puertas El JARDÍN DE LOS JUEGOS, una placa había sido colocada en el muro de la puerta de entrada, junto a la verja. En dicha placa se leía la siguiente frase:

SERVICIO AUTORIZADO MUNICIPAL DE ATENCIÓN A LA INFANCIA.
CONCEJALÍA DEL DISTRITO

Pero lo que realmente importaba era que muchos niños y también sus padres volvían a sonreír. Ese lunes, junto a otros muchos días del calendario, tuvieron para Efrén y Dafne el saludable sentimiento de la alegría y la felicidad.-

José L. Casado Toro (viernes, 14 de Abril 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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