viernes, 27 de julio de 2018

ILUSION O REALISMO. LA PRIMERA GRAN LECCIÓN DE UN VETERANO PROFESIONAL DE LA PRENSA.


Parece perfectamente natural que las personas tengan preferencia por la línea editorial de un determinado periódico, una emisora de radio, una cadena de televisión, el estilo literario de un escritor, la forma de actuar de un actor de cine y teatro o priorice una determinada ciudad, sobre todas las demás que ha visitado (por citar algunas modalidades preferenciales en nuestro hábitos y voluntades). Pero, aún admitiendo lo razonable de estas firmes opciones en la voluntad de nuestros gustos, no es menos cierto de que la prudencia y el sentido común aconsejan diversificar o al menos “conocer” otras posibilidades paralelas, a ésa que ubicamos en el liderato de nuestros deseos. De esta forma practicaremos también el “saludable” ejercicio de poder comparar, contrastar o enriquecer el acerbo conceptual de nuestra inteligencia. 


En el caso de la prensa (uno de los principales medios de comunicación, generador y modulador de la opinión pública) esa diversificación es más que conveniente e inexcusablemente necesaria, si pretendemos conservar el siempre valioso equilibrio de la estructura mental con que nos presentamos ante los demás y ante nuestra propia conciencia. Son muchas las personas que en ese sano ejercicio del equilibrio informativo, mantienen por ejemplo, en el escritorio de su ordenador, las “entradas” a muchas páginas webs de empresas de la comunicación con ideologías y perfiles interpretativos de lo más contrastados. Citemos, entre las empresas periodísticas, un ejemplo al que en ocasiones acudimos para explicitar esta diversificación: los diarios “El País” y “El Mundo”, muestras representativas de dos líneas editoriales notablemente contrapuestas. Obviamente, a estas dos formas de entender y ofrecer la información, habría que añadir, en ese escritorio informático al que nos asomamos cada día, los periódicos que se editan en nuestras respectivas ciudades y que, profundizan en la información más cercana. Por supuesto que esos diarios locales también tienen su determinada línea ideológica e incluso suelen formar parte de grupos editoriales de influencia estatal e incluso internacional.

Si actuamos con esta responsable e inteligente actitud, además de contrastar la interpretación ideológica de un determinado acontecimiento, podremos también enriquecer el conjunto documental de los datos que lo fundamentan, los cuáles no suelen ser completos o idénticos si “preguntamos” en uno u otro lugar de los diversos órganos informativos.

Pero esta práctica “comparativa”, que es inteligente y saludablemente necesaria, de forma lamentable no se encuentra generalizada entre nuestros hábitos lectores. Son demasiadas las ocasiones en las que el fanatismo sectario nos domina y puede más que el contraste interpretativo de los hechos, lo que nos impide aplicar la lógica y elemental racionalidad a cualquier información emanada desde esos órganos de difusión. No nos cabe la menor duda: siempre nos vamos a encontrar con esos familiares, amigos, vecinos o compañeros que sólo “beben” en un partido político, en una radio, en un periódico o en una institución religiosa, entre otras modalidades ideológicas. Tal vez así se sientan más felices, más sosegados, más “aborregados” aunque esta palabra, que se aplica de manera metafórica, pueda molestar a muchos. Hay que repetirlo: tal vez así se viva con más comodidad, a modo de un mar en calma, pero desde luego no es la fórmula ni la postura más lógica para sustentar o enriquecer las  posibilidades de nuestra inteligencia.

Vayamos pues al desarrollo narrativo de una historia concreta, enmarcada en este contexto o entorno de los medios de comunicación escritos o de difusión radiofónica.

En todas las épocas del año, aunque de manera especial durante el período estival vacacional, es frecuente encontrarse, en las redacciones de las empresas de comunicación escrita (también  en las emisoras de radio) con la figura juvenil, meritoria y “extremadamente servicial” del becario universitario en prácticas. Esta persona que se encuentra en los inicios de su tercera década vital, está finalizando o ha completado ya los estudios normativos de su licenciatura o grado en Ciencias de la Comunicación. Con más o menos esfuerzo, este futuro profesional del periodismo, ha conseguido una plaza de temporalidad variable (el tiempo de prácticas suele oscilar entre los tres y seis meses de duración) para aplicar en un entorno real los conocimientos teóricos y prácticos recibidos desde las aulas universitarias. Lo hace allí donde cada día nace ese diario que muchas personas leerán, en soporte papel o en la modalidad on-line del propio ordenador. Dicho “práctico” puede haber conseguido plaza en un medio o institución de indiscutible prestigio, con difusión nacional, o por el contrario aprender el manejo diario de la tarea comunicativa en un entorno más modesto, de ámbito local o regional. Esa diversa suerte dependerá de la suerte, la amistad, los méritos o incluso de la capacidad económica de la familia del becario para sufragar el máster o el periodo práctico de la especialización.

En el caso de Eliseo (Campravila Sanz) a decir verdad hubo un poco de todo, pero el factor decisivo para el plácet práctico, a partir de junio, por tres meses prorrogables (a criterio del departamento de becarios, dirigido por un viejo o veterano “lobo” del periodismo, Zenón Malvilla Jerez, situado a “dos manzanas” de su jubilación profesional) fueron las llamadas telefónicas de compensación por antiguos favores, realizada a un importante miembro del consejo editorial por parte del padre de este joven. Jeremías le había dicho a su hijo, semanas atrás, “no te preocupes, que yo te consigo plaza en EL CRITERIO, por difícil que parezca”. Este técnico que ejerce desde hace muchos años en un laboratorio para la elaboración de cremas exfoliantes, había profesado de joven como fraile dominico, pero tras un lustro de experiencia clerical, adoptó la decisión de una valiente y sincera secularización, especialmente tras conocer a la que sería su futura cónyuge Dania (mujer emprendedora que en la actualidad regenta una tienda de colgantes, pedrería y abalorios para la decoración y ornato corporal). Allí, en las estancias austeras del convento fue donde trabó intensa amistad con el actual miembro del consejo editorial del importante órgano de prensa, quien obviamente tampoco persistió en su inicial llamada religiosa para la vocación sacerdotal.

En justicia hay que hacer mención acerca del expediente académico de este “vocacional” aprendiz de periodista, documento que atesoraba bastantes y objetivos méritos para el aval personal del solicitante. Desde pequeño siempre le había gustado jugar al mundo de los periódicos, “construyendo” sus tebeos y escribiendo elogiosas redacciones que sus familiares y maestros elogiaban. En tiempos de su formación primaria y secundaria, disfrutaba sobremanera cuando los profesores organizaban esa ilustrativa visita al único periódico que se editaba, por aquel entonces, en su ciudad. Cuando pasaba por los talleres y por las oficinas de redacción, se deleitaba observando y preguntando por esa máquina gigantesca que denominaban “rotativa”. Quedaba boquiabierto cuando un “ejército” de ordenadores “navegaban” con la mejor eficacia por el mar de las salas donde se componían los textos y se maquetaban las fotos y los rótulos o encabezamientos correspondientes. Aquellas románticas y acústicas máquinas de escribir, con la pautada percusión emitida desde sus teclados, habían sido sustituidas por los sofisticados Mac o Pc, que hacían verdaderas magias, con las letras, colores, gráficos y dibujos. Algo de lo que más le sobrecogía era sentirse tan “minúsculo” frente a esas “infinitas” bobinas de papel, soporte en el que cada madrugada quedarían impresas las noticias, los editoriales, los anuncios, las entrevistas, las fotos, los reportajes y, de manera especial, esa primera página, revestida con todos los galones, gráficos y literarios, para sorprender, motivar, reclamar la atención y, por supuesto … vender el ejemplar.

Durante esas visitas, Eliseo siempre era el primero entre sus compañeros en plantear las más variadas preguntas al operario encargado de dirigir el recorrido del grupo escolar, por las sorprendentes instalaciones del diario. Preguntaba y preguntaba, para gozo e infinita paciencia del muy amable y sorprendido monitor que siempre tenía a mano la oportuna y explicativa respuesta, a fin de sosegar a este interesado e inquieto escolar.

En este verano del 18, Eliseo ha cumplido una de sus grandes ilusiones, vitales y profesionales: poder realizar sus prácticas en el principal periódico de entre los editados en su ciudad. Allí pasa las horas haciendo “casi de todo.” Lo que le encargan y también ofreciéndose a todas esas necesidades que incluso él descubre antes incluso de que le sean planteadas. “Estira” los horarios, ampliando el tiempo que contractualmente ha de cubrir, todo ello bajo la atenta y paternal mirada del compañero y jefe, el muy veterano “plumilla” D Zenón, tan gruñón y quisquilloso, pero al tiempo incapaz de ocultar un bondadoso corazón. Además de esta profunda y vocacional dedicación a su aprendizaje, Eliseo aún sabe sacar tiempo, para asombro de unos y otros, a fin de estudiar por su cuenta 1º de Derecho, habiéndose matriculado al efecto  en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia. Para este noble fin, aplicando una voluntad de hierro, le “roba” horas al sueño y a ese ocio del fin de semana. Tiene la suerte de contar con la mirada compresiva y generosa de la dulce y atractiva Lara, su compañera afectiva, también como él licenciada o graduada en Ciencias de la Comunicación, en la modalidad de radio y televisión.

Una mañana, no había avanzado el reloj muchos minutos desde las nueve, cuando el redactor de becarios Zenón convocó urgentemente en su despacho para las 9:30 a Eliseo y a Nazario, otro becario que había estudiado en la Autónoma madrileña y que comenzó sus prácticas “veraniegas” al mismo tiempo que el compañero malacitano.

“Bueno, vamos a lo que nos interesa. Ya sé que anoche estuvisteis dando “el callo” hasta más de las tres, cuando la rotativa terminó de “tirar” el último ejemplar del diario. Pero ya sabéis como funciona esta profesión. El periodista no tiene horario, pues ha de estar dispuesto a recoger la información necesaria, dónde  y cuándo ésta se produzca. Sois gente joven y con esas cuatro o cinco horas de cama, ya habéis tenido tiempo suficiente para recuperaros. El caso es que con las vacaciones y los achaques médicos (la gente parece que es de “plastilina”) me he quedado en cuadro para cubrir varios acontecimientos reseñables en la mañana de hoy. Y hay dos informaciones importantes que son necesarias recoger, porque el periódico ha de ofrecerlas mañana, en la edición escrita y desde esta tarde en la edición digital. Os tomáis un café, os quitáis las legañas y os ponéis a mover el trasero, pues quiero que me traigáis lo mejor de lo que vais a ver y a escuchar. Tú Naza, te vas a ir a la Casa Mágica, pues parece que los municipales van a desalojar a los ocupas que están allí desde hace casi medio año. Prepárate, pues probablemente habrá gresca, así que llévate un bote de mercromina y esparadrapo, por si te coge algún mamporro. No te puedo dejar ningún fotógrafo, así que te llevas la Nikon y me haces un buen reportaje. Supongo que en “los coles de Teatinos o la Autónoma” os habrán enseñando a hacer fotos.  En cuanto a ti, Eliseo, te ha tocado un lugar apasionante, verdaderamente “paradisiaco”. La Casona Municipal (estentórea risotada). Allí se van a despellejar vivos, el grupo de gobierno y los artistas de la oposición, pues toca debatir el Estado de la Ciudad. Quiero una buena crónica, nada de tonterías y bobadas, que no desmerezca aquélla que haría el insigne periodista Evaristo Cabrillán, el “compa” encargado de la información municipal. ¡Venga. A mover el culo y a trabajar, que no más tarde de las cuatro quiero sobre mi mesa el material. Espero que sea bueno, que si no van a rodar cabezas! Y no precisamente la mía”.

Tras una acústica carcajada, el viejo lobo de la linotipia sacó del cajón derecho de su desordenada mesa la tradicional petaca de licor que nunca le abandonaba. Era de apariencia plateada y con un indudable sentido fálico en su diseño, la cual llevó a su boca y se tomó un buen "lingotazo" de ese brebaje o licor que su dueño llamaba “la medicina”, recomendada por un galeno que (aclaraba) recetaba desde los infiernos. El olor a whisky que destilaba la manoseada petaca era difícil de disimular. “Esta “pócima” me da vida, para soportar a unos pipiolos de biberón como vosotros. Pero ya sabéis lo mucho que os aprecio”. Nueva risotada, con la mano y el dedo índice extendido enseñándoles el camino de la puerta “Estáis tardando mucho en quitaros de mi vista!”  Todo un personaje, este viejo “partisano” de la linotipia, el muy peculiar don Zenón.

El debate sobre el Estado de la Ciudad finalizó a la 1:45 de la tarde. En ese momento, Eliseo con su libreta llena de notas y su grabadora digital (regalo de Lara por su reciente cumple, comprada en Amazon) bajó al trote las escalinatas de la Casa Consistorial y, en el aparcadero de las motos, se montó en su bicicleta y partió todo lo rápido que pudo hacia la redacción del diario, en donde se sentó ante uno de los ordenadores, dispuesto a elaborar la crónica demandada por su exigente jefe. Minutos antes había pasado por un súper de barrio, situado a escasos metros de la rotativa, donde pidió le prepararan un bocadillo de jamón y queso, manjar que, junto a una lata de cerveza 00, iba a ser su suculento almuerzo para esa media tarde de trabajo. Era la 1ª crónica o reportaje que le encargaban, por lo que estaba dispuesto a quedar bien y a no escatimar sacrificio alguno a fin de elaborar un excelente trabajo. 

Pasaban unos minutos de la 15:30 cuando este “novicio” becario finalizó su redacción. Había efectuado múltiples correcciones, pero aún tenía algo de tiempo para efectuar otra lectura, por si algún gazapo se le había quedado atrapado por entre la “arboleda” ortográfica. Imprimió las tres hojas y media del texto y se levantó presto para dejar el material encima de la mesa de su jefe. Ese día su horario finalizaba a las 13:30, pero eran ya más de las cuatro de la tarde. De manera afortunada, don Zenón aún no había aparecido por el periódico. El satisfecho joven se fue a casa a echar un sueño, pues el día estaba metido en calor: un “terralazo” de los que suelen azotar bien las epidermis malagueñas durante estos meses del estío. Llamó a Lara y quedaron citados para las seis, con el propósito de irse un rato a la playa pues el día pedía contactar con el agua fresca del mar. Esa tarde del miércoles era la única que tenía libre durante la semana. Había que aprovecharla, pues a las 8 de la mañana del día siguiente tenía que estar de nuevo puntual en la redacción.

Al día siguiente. cuando llegó en su bicicleta Orbea a la entrada del Criterio, don Julián el Conserje repartía a todo el personal que pasaba un ejemplar del diario, recién editado en las entrañas de la madrugada. Eliseo se sentó delante de la mesa que compartía con Naza y rebuscó de inmediato la crónica que había redactado sobre el debate del Estado de la Ciudad. Su primera gran desagradable sorpresa fue que dicho reportaje aparecía firmado por E. Cabrillán, a quien había sustituido en la mañana anterior. Por supuesto, este acreditado periodista no había pisado los salones municipales y ahora firmaba una crónica que, por supuesto, no había escrito. Pero el impacto fue de época cuando leyó el texto de lo que había salido publicado. Esa redacción no respondía al sentido del equilibrio informativo que él le había dado a su trabajo. Todo lo contrario. Se ensalzaba (sólo faltaba ya el incienso y el besamanos) al equipo de gobierno municipal, representantes de la derecha más retrógrada, y se “despotricaba” con dureza, con esa burla cínica que trataba de herir y ridiculizar en todo lo posible, las intervenciones de los portavoces de los grupos de la oposición, pertenecientes o vinculados a la izquierda ideológica.  Era indignante el texto de lo que tenía ante sí. Todo manipulado, cambiado y alejado de lo que él, con la mejor voluntad y esfuerzo, había redactado.

Se encontraba turbado, decepcionado, a ratos indignado … con franqueza, no sabía cuál era la mejor decisión que debía adoptar.  En esa situación confusa y humillada se debatía, cuando vio aparecer por la redacción a don Zenón, quien con paso majestuoso se dirigió hacia su cubículo profesional. No lo pensó dos veces. Llamó con delicadeza en la puerta de cristal esmerilado del despacho, pidiendo permiso para franquear la entrada. Cuando el jefe lo vio aparecer, le hizo una señal imperativa para que tomara asiento. Se diría que estaba esperando la visita del tan nervioso y abrumado becario, que ya habría ojeado el periódico del día. Con suma delicadeza, tratando de evitar cualquier gesto que pudiera molestar al altanero y curtido profesional de la pluma, el becario le planteó abiertamente su opinión acerca de lo que había leído, material que no tenía coherencia y justicia con respecto a su esfuerzo como cronista y redactor. Y encima, firmado por otro profesional… Malvilla miró a su joven interlocutor de la cabeza a los pies y sintiéndose “misericordioso” se dispuso a dar una lección de realidad al “idealista” aprendiz de periodista. Antes de hacerlo, sacó de nuevo su “fálica” petaca y tras sorber un buen trago de esa medicina infernal que decía contener, comenzó, con aire de complacencia y resignación,  a sentar la cátedra de la experiencia frente al aprendizaje novato del “inmaculado” universitario.

“Amigo Eliseo. Reconozco que hiciste un buen trabajo, para el objetivo que te marqué. Pero tú aún vives en el Cielo y esta empresa funciona sobre la Tierra. ¿Has parado en preguntarte, los ejemplares que vendemos diariamente de nuestro diario? Cada día menos. Nosotros no estamos solos y aislados, aquí en provincias. Si quisiéramos autofinanciarnos, hace mucho tiempo que habríamos tenido que echar el cierre, dado lo que la gente se gasta hoy día cuando pasa por delante de los kioskos de prensa. Tuvimos que vincularnos a un gran grupo editorial, que controla la prensa por medio país. Esto lo hicimos para poder sobrevivir. Este grupo tiene que “servir” a una ideología profundamente “conservadora”. Detrás de esa ideología, como bien puedes suponer, está los créditos, el dinero, los anunciantes, la influencia legislativa, los votos en las elecciones… Con más o menos disimulo, con más o menos habilidad, tenemos que apoyar al grupo de presión económica y política que nos sostiene y desprestigiar, en la medida de lo posible y lo imposible, la fuerza opositora que se enfrenta a esa ideología conservadora, que con el mayor eufemismo y falsedad denominamos “liberal de centro derecha”. A los lectores que tenemos, a los anunciantes que tenemos, a los grupos financieros que tenemos, le tenemos que dar , le tenemos que ofrecer aquello que les gusta leer”, que les agrada ostentar, si queremos “salvar el pellejo” de esta empresa que nos da de comer, a los que aquí trabajamos y también a ti que estás realizando las prácticas como becario. Me podrás argumentar que “mentimos” o manipulamos de la forma más artera, con la crónica que hoy publicamos acerca del “Estado de la ciudad” que tu seguiste ayer. Posiblemente. Pero procuramos hacerlo de manera sutil, que no se nos note mucho, pero que no enfade a quien nos lee, a quien nos financia, y a quien nos sostiene con la fuerza de sus votos, peso electoral que nosotros tenemos que favorecer, tratando al tiempo de limitar las opciones opuestas. No nos queda otra. Somos servidores de una ideología y a ella nos debemos. Con la mayor impudicia, pero con el realismo de la necesidad. Si hay que cambiar el color, se cambia. Si hay que mirar hacia otro lado, pues se hace. Si hay que justificar lo injustificable, pues a hacer puñetas la dignidad. Tú vienes con el idealismo ilusionado de la aulas, pero aquí se “come” de la realidad diaria, en la que hemos querido insertarnos. No tenemos otra, para “sobrevivir”.

Aquella noche, cuando Eliseo fue a tomar una cerveza con Lara, apenas podía disimular su decepción. La lección de intenso y “pestilente” realismo, que le había dado el veterano  Malvilla, había sido un  jarro de agua fría sobre muchos de los principios y valores en los que siempre había creído, cuando optó por ser un honrado y valiente profesional de la comunicación. Tendría que bajar del Cielo y pisar sobre la Tierra o por el contrario “echarse al monte” para defender los valores de veracidad, honestidad, responsabilidad, ante la profesión que libremente había elegido para su recorrido en la vida. En la profundidad de la madrugada fue muy duro para él poder subirse al tren onírico que lleva al paraíso de la honradez.-



José L. Casado Toro (viernes, 27 Julio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



viernes, 20 de julio de 2018

UNOS MINUTOS DE RETRASO, PARA REENCONTRAR EL PASADO.


Esos “aritméticos” horarios, que parecen delimitar de manera trascendente y permanente el itinerario de nuestras vidas, hacen que las personas se vean inmersas en cambios, más o menos imprevisibles, que pueden resultar muy importantes para el beneficio o el perjuicio de sus protagonistas.  Los inesperados retrasos, en el funcionamiento del cada vez más denso tráfico aéreo, provocan (con razón) el enojo en los viajeros que hacen uso de este “rápido” medio de transporte. Sin embargo la misma frecuencia de su traviesa e indeseada aparición, de manera especial en fechas muy señaladas en el almanaque para el trasiego de las personas,  ha provocado que los usuarios del avión apliquen a esta molesta realidad un nivel de tolerancia cada vez mayor, consecuencia de aceptar como inevitable estos incumplimientos de puntualidad en los horarios previamente establecidos.

Las propias compañías aéreas suelen tener, en el siempre “pequeño” mostrador de las reclamaciones, un heterogéneo y convincente catálogo de motivaciones y excusas, del que “echan mano” a fin de justificar el obvio incumplimiento contractual que ellos han realizado con el paciente viajero, cuando éste compra un billete para desplazarse por este universal medio de transporte. Entre otras razones, explican que esos retrasos pueden haber estado motivados por paros o huelgas laborales del personal de tierra o aire, en algunos de los aeropuertos intermedios; también se escudan en las “socorridas” alteraciones meteorológicas, que surgen en forma de tormentas, lluvias y flujos eólicos, fenómenos que generan peligros y riegos para el aparato que vuela; aunque con prudente habilidad, para evitar alarmas, también suelen explicar esos retrasos por dificultades técnicas e incluso averías en los muy complejos mecanismos que conforman la estructura de un aparato de vuelo; también en ocasiones nos enteramos de que la causa real del retraso está en la espera “servil” que se realiza para la llegada de algún personaje importante, perjudicando al resto de los pasajeros, que sí han sido puntuales. Y en estas épocas vacacionales o de festividades muy señaladas en el almanaque, no se puede dejar de contar con que el overbooking de viajeros (venta de más billetes de los que el avión puede transportar, a fin de evitar de que queden plazas sin ocupar) puede ser el motivo de algunos variados desajustes en los horarios previstos.

Sin embargo, basándonos en la experiencia de estos molestos avatares que “sobrevuelan” por los aeropuertos, en la mayoría de las demoras la propia “egolatría empresarial” de estas compañías no los animan a dar explicación alguna o a ofrecer educadas disculpas que ayuden a templar los ánimos, diversamente exaltados, de los sufridos pasajeros. Veamos, a continuación una sencilla y bella historia, en la que el retraso en un vuelo va a alcanzar una significación muy importante, en la vida de dos relacionadas personas.

Emio (así le llaman todos sus amigos y familiares –Eufemio-) Ramal Calderé, titulado con el grado de ingeniería informática en telecomunicación y organización de redes, presta sus servicios como programador informático en una filial española vinculada a una destacada corporación internacional con sede central en Tokyo. Esta importante empresa también se halla instalada en el Parque tecnológico de Andalucía en Málaga. Aunque almeriense de nacimiento, este profesional informático estudió en la universidad malagueña, en donde conoció a su cónyuge, Raquel, Profesora de Educación Primaria, que tiene destino definitivo en un Colegio de titularidad pública ubicado en la capital de la Costa del Sol. Ambos son padres de una hija, Meli que en la actualidad tiene cinco años de edad. Debido a las característica del importante puesto que ocupa en la empresa (programador y generador de ideas para la conexión de redes) ha de viajar con repetida frecuencia, ante la necesidad de actualización constante en su perfil de investigador informático. Asiste con asiduidad a congresos y simposios desarrollados en ciudades de medio mundo. Todo ello condiciona su vida (con la comprensión de la atractiva Raquel) debiendo subir con frecuencia al avión, a fin de visitar aeropuertos, ciudades y establecimientos hoteleros  repartidos por medio mundo.

En esta última semana de julio, ha tenido que cubrir un “atractivo” desplazamiento con el fin de asistir a un taller de nuevas prestaciones tecnológicas, que ha tenido lugar en la siempre cautivadora capital parisina, ciudad de indiscutible motivación para casi todos los caracteres y espíritus románticos. Así es también su particular e íntima forma de ser, a pesar de esa mezcla de rigidez mental y posibilismo imaginativo con el que gusta dotar a su ejercicio profesional. Tras pasar dos noches en “la ciudad de los encantos”, viviendo un denso programa de agotadoras sesiones de trabajo, tomó su vuelo de vuelta, París – Madrid, con salida desde el aeropuerto Charles de Gaulle marcada para las 19:05 horas. La duración prevista del vuelo hasta Madrid-Barajas (dos horas, diez minutos) le haría llegar al aeropuerto madrileño a poco más tarde de las nueve de la noche. Allí dispondría del tiempo justo, con estrecho margen para la dilación, para tomar un vuelo ordinario de Iberia con destino a Málaga, que tenía como hora prevista de salida las 21:45 de la noche. Tendría que moverse con una cierta agilidad por la T 4 de Barajas, a fin de llegar con tiempo suficiente hasta la nueva puerta de embarque que le llevaría al Pablo Ruiz Picasso, aeropuerto malacitano, tras otra hora y media de vuelo. Ya estaba habituado a todos estos movimientos por las terminales aéreas, por lo que viajaba con un pequeño trolley de ejecutivo que podría guardar en cabina, conteniendo su inseparable portátil y unos elementos de emergencia básicos por si le “perdían” su maleta ordinaria, por el “estresado” trasiego de las “estaciones aéreas”.

Mientras aguardaba la llamada por las pantallas digitales, para el embarque parisino, a través de los altavoces del aeropuerto se dio un aviso de que el vuelo hasta Madrid iba a tener un retraso de, al menos, 45 minutos. Con la natural preocupación (pues así perdía el vuelo que le tenía que llevar hasta Málaga) solicitó información acerca de las causas de este retraso anunciado por la megafonía. Parece ser que su avión procedía de un vuelo previo desde Mongolia y que tenía que efectuar una escala técnica en el aeropuerto de Munich, donde precisamente se había declarado un paro de “operaciones lentas” por parte de los controladores aéreos, que reclamaban una mejoras incumplidas por los dirigentes germanos.

Haciendo uso del autocontrol necesario en estos casos, comenzó a realizar unas complicadas gestiones, confiando en poder cambiar su vuelo de las 21:45 en Madrid, por otro que saliera al menos una hora más tarde. La operación resultó infructuosa, pues este vuelo hasta Málaga (que evidentemente perdía) era el último que salía de Barajas con destino a su ciudad de residencia, ese viernes 30 de Julio. Al final, esos 45 minutos de retraso se convirtieron en poco menos de hora y cuarto, por una serie de operaciones de control, repostaje y limpieza.

El avión aterrizó finalmente  en Barajas a las 22:20, cuando el vuelo de Iberia, con el que necesitaba enlazar, había partido hacía ya más de treinta minutos. También otros pasajeros sufrieron el mismo problema. Ante la reclamación enfadada de este grupo de nueve personas, la compañía  Air France que volaba desde París puso a su disposición una noche de hotel con cena incluida. Tendrían que pasar la noche en Madrid y gestionar otro vuelo para la mañana del sábado 31 de julio. Para su enojo, en la oficina de Iberia, se encontró con que no le ofrecían un nuevo billete para Málaga hasta las siete de la tarde de ese último día de julio. Se veía obligado a pasar casi 24 horas en la capital madrileña pues, aun intentando utilizar la vía alternativa del AVE, la compañía ferroviaria como sustitutivo tenía sus viajes colapsados para esa fecha, dado el muy denso trasiego turístico ante el comienzo de las “vacaciones estivales” de agosto.

Había que tomarse todas estas dificultades haciendo acopio de tranquilidad, con la aplicación del mejor sentido positivo a los reveses horarios y de transporte, en estas fechas tan emblemáticas para la ansiedad viajera. Contactó en un par de ocasiones con Raquel, explicándole la situación, disponiéndose a aprovechar de la mejor forma posible los incentivos culturales y gastronómicos que ofrece cualquier ciudad o capital mundial, como era en este caso Madrid. No tenía otra opción válida para elegir, pues alquilar un vehículo o intentar el viaje utilizando alguna línea de transporte por carretera tampoco le seducía. Ciertamente hacía ya más de un año que no paseaba por las calles y plazas de la capital española, ciudad tan cosmopolita y con muy amplios incentivos para la distracción y la cultura. Trataría de aprovechar, con el mejor de los talantes, esta inesperada oportunidad.

Tras descansar esa noche en un hotel próximo al aeropuerto, tomó una buena ducha y recuperó fuerzas con un apetitoso desayuno buffet. Tenía toda la mañana libre para recorrer distintos puntos de la ciudad, para lo que tomó una línea de metro que le trasladó a la centralidad de la Plaza del Callao, a dos pasos de la siempre sugerente Gran Vía. Desde allí se dejó llevar, sin una dirección prefijada, por todo el antiguo y siempre sorprendente Madrid. Bajó por Preciados hasta la Puerta del Sol y desde allí subió hasta la Plaza Jacinto Benavente, recorriendo todas esas calles y plazoletas típicas de tiendas y tenderetes, hasta el núcleo popular y cosmopolita de la Plaza Mayor.  Recordaba como en la calle Toledo había un establecimiento especializado (y recomendado) en la venta de productos y artículos  de piel, por lo que pensó en comprar algunos regalos y ese capricho que siempre nos conforta para esa raíz infantil que todos llevamos dentro.

Al llegar al establecimiento, que conocía desde otras visitas, estuvo repasando la calidad y los precios de las numerosas y variadas mochilas que estaban expuestas en la entrada de la tienda. Sería una buena idea llevarle este tipo de regalo a su compañera Raquel quien, como él mismo, era muy aficionada a la práctica senderista. Pronto tenía junto a su persona a un dicharachero y simpático joven vendedor, posiblemente de origen marroquí (por sus rasgos faciales y formas de expresión utilizadas  para la  comunicación) llamado Bassam, jovialmente dispuesto a entablar ese tira y afloja, tan castizo y útil, como es el “regateo” para fijar el precio final del producto.

Cuando hablaba con el vendedor acerca de las características, calidades y precios, de esos y otros productos, escuchó detrás de si una dulce y delicada voz que de inmediato creyó reconocer. La mano de esta persona se posó sobre su hombre, diciéndole o susurrándole unas breves palabras: “Pero Emio ¿qué haces tú por aquí?” Se volvió rápidamente sobresaltado y emocionalmente “tembloroso” por el recuerdo que le traía la tonalidad de esa voz femenina que acababa de escuchar y que nunca había borrado de su memoria. Ante él estaba, más joven y sonriente “que nunca” Arcadia del Bosque, con esos ojos azules y fragilidad corporal, elementos que transmitían bondad y dinamismo para el mejor y buen interlocutor. Pero, ¿quién era esta joven, que tenía dos años menos que el propio Emio, al que le palpitaba incontenible la acústica del ritmo cardiaco?

Emio y Arcadía se conocían desde los últimos cursos en las aulas de la Educación Secundaria. La proximidad que los vinculaba era manifiestamente intensa entre todos sus compañeros, unión que continuó en las aulas universitarias del Campus de Teatinos malacitano. El “flechazo” entre ambos fue recíproco y admirablemente “desbordante” desde el primer momento, formando una pareja ideal, torpemente envidiada por otros muchos estudiantes de la facultad. Esos cuatro años en el recinto académico universitario, también fuera de él, resultaron fructíferos y sentimentalmente enriquecedores para dos jóvenes personas que tan bien se complementaban.

Y hoy el destino, con esos extraños mecanismos para las coincidencias, había decidido  reunirlos de nuevo, en un punto geográfico tan significado, como era la centralidad madrileña, para las recíprocas sorpresas de dos seres con los que ese mismo destino fue extremadamente cruel años atrás.

“Poco más de cinco años ya sin  vernos.  Y parece que fue ayer … Pero te veo muy bien, Emio. La verdad ¿quién me lo iba a decir que hoy, 31 de julio, me iban a regalar este inesperado y maravilloso reencuentro, lejos de nuestra ciudad? Reconozco que los dos supimos ser disciplinados y aceptar con “absurda” resignación” un destino o suerte que finalmente nos fue tan adverso y desalentador ¡Cuántas veces he llegado a preguntarme el por qué los humanos no sabemos conservar, pero sí destruir, aquello tan bueno que la vida nos ofrece: el amor limpio y sincero entre dos personas que se quieren y necesitan! Reconozco que me costó un ímprobo trabajo, pero a estas alturas quiero confesarte que ya te perdoné ese absurdo error infantil que cometiste y con el que echaste por tierra  todos nuestros sanos proyectos y espléndidas ilusiones”.

Mientras Emio escuchaba en silencio las palabras de Raquel, su “novia o pareja de siempre”, el comerciante Bassam se retiró con una cierta prudencia de su cliente, a la espera de que la pareja que tenía ante sí tomara la decisión más adecuada con respecto a la mochila, artículo que lógicamente deseaba vender. El nervioso y descompuesto comprador hizo una señal al prudente vendedor, indicándole que posteriormente volvería a por el regalo.

Hombre y mujer decidieron tomar asiento en una cafetería cercana, con la intención de intercambiar las palabras, recuperar los recuerdos y negociar con esas miradas, cuyo silencioso lenguaje es más explícito que cualquier otra modalidad de comunicación. Dos descafeinados entre ellos, después de cinco años en que el destino había querido volver a reunirlos, a fin de que pudieran recuperar un tiempo imposible, del que sólo quedaba la realidad de los recuerdos. 

En pocos segundos pasó por la mente del atribulado informático un sinfín de escenas atropelladas correspondientes a una no lejana época, para ambos inolvidable. Pero el error de una noche ciertamente absurda e infantil, había destruido un futuro en común de dos personas que estaban llamadas a construir un futuro ideal en pareja. Aquel aciago día, cinco años atrás, se había producido entre ellos una discusión a causa de una nimiedad, en una época de gran tensión nerviosa motivada por la lucha competitiva que él mantenía por conseguir el empleo del que hoy disfruta. Como un “niño enrabietado” aquella tarde decidió irse de “fiesta” con unos antiguos amigos de clase, entre los que se encontraba Raquel, otra compañera de facultad que nunca había quitado sus ojos del punto de mira de este apuesto compañero, para sus deseos y egos afectivos. El grupo de seis amigos cenaron y después se marcharon como niños traviesos a “construir” la noche, entre muchas copas, irrefrenables bailes y teatreros y divertidos gestos. La tensión nerviosa acumulada ante una inminente y decisiva entrevista laboral, añadida a la tozudez de Arcadia por una discusión vacacional, se unió a la habilidad de Raquel, que nunca había desistido por hacer suyo el vínculo frustrado ante la persona de Emio. Cuando éste se despertó por la mañana, se vio abrazado sobre la cama a la persona de esta compañera, en un motel de carretera donde la luna, aliada con las estrellas, quiso hacer una inexplicable y cruel “diablura”. La verdad es que había habido algún “pinito” previo entre ambos, pero la posterior evidencia médica del embarazo de Raquel “disparó” todos los acontecimientos.

La irresponsabilidad contraída por Emio, en aquella noche alocada, no podía soslayarse alegremente, colaborando, en la muy difícil decisión que el joven adoptó,  la presión de una madre ultracatólica, “retorcida” y bien  persuasiva, por parte de su familia. Con respecto a la familia de la chica, fue decisiva la dura y exigente actitud de su padre, hombre también de rígidas y tozudas ideas, militar de profesión (capitán de infantería del ejercito de tierra) y de carácter autoritario, persona escasamente proclive al diálogo.

“Hubiera sido bonito y valiente que tú, Arcadia y yo mismo, hubiéramos seguido cultivando y gozando de ese amor, a pesar de la presión agobiante de unos y otros. Pero la realidad de un ser, que iba a nacer y al que era justo darle una familia estable, hizo que mi voluntad fuera débil y por supuesto vergonzosamente reprochable ante ti y ante mi confusa conciencia.

Bueno … te confieso de que me llevo bien con Raquel, nadie podría poner tacha alguna a nuestro vínculo, rutinario … pero correcto. Sin embargo hay recuerdos y sentimientos que nunca se olvidan. Afirmar lo contrario sería faltar a la verdad. Y en este lustro, yo no te he podido ni querido borrar de mi vida. Cometí un grave e infantil error y bien que he pagado por él. Yo me lo busqué y debo, con entereza, asumirlo. 

Silencios e intercambios de miradas. Intento forzado de sonrisas, que no convencían. Y esos sonidos opacos de cucharillas nerviosas sobre dos tazas, que ninguno de ellos consumían. Era evidente que ni Arcadia ni Emio habían superado el muy amargo trance de su separación sentimental.

“Ahora trabajo como guía turística, algo que siempre me gustó. Ello me permite ir de un lugar a otro, ilustrando la distracción de los demás, en esa búsqueda imposible de lo que un desafortunado día perdí: la inocencia de la ilusión. También te confieso de que he intentado buscar una pareja, pero estos sentimientos tienen que poseer en sus alforjas la virginidad de la espontaneidad. En modo alguno se les puede o debe forzar. Lo contrario sería engañarse, engañarnos, una vez más. Precisamente la casualidad de haberte encontrado hace unos momentos, en la puerta de esa tienda de regalos, me confirma una reconfortante realidad. Mis sentimientos no han cambiado. Ni un ápice. Pero sigo intentando ¡después de haber pasado cinco años! asumir, con dignidad, mi realidad. Lo de hoy ha sido un pequeño, pero estimulante premio, para la convicción”.

Emio y Arcadia pasearon juntos, almorzaron juntos y se observaron, con esa intensidad mlaga, Emio on destino a nto 17 A de un boeing  sus sentimientos. El inicicintensidad en la que huelgan las palabras. Procuraron,ímica en la que huelgan las palabras. Procuraron, una y otra vez, disimular sus latidos con esas sutiles sonrisas de un cariño con rebeldía “encarcelado”.

A eso de las 16:30 se despidieron, en la bocana del metro de Tribunal. Escénicamente, primero se dieron la mano. Uno y otro se volvieron, segundos después, para sellar entonces con un beso “desesperado” la verdad de sus sentimientos. El inició una última frase: “Nunca…” que ella cortó “dulcemente” con ese “también yo”. Toda una declaración.

Dos horas y media después, sentado ya en el asiento 17 A de un Boeing de Iberia con destino a Málaga, Emio repasaba en su trolley la ubicación de esa mochila de piel, que finalmente Bassan había logrado vender. Precisamente en su interior había guardado una pequeña hoja de bloc en la que iba escrito una dirección electrónica y un número de móvil. Eran nueve cifras, junto a unas letras con signos enlazados, latentes y vibrantes para sustentar la ansiada esperanza.-


José L. Casado Toro (viernes, 20 Julio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga