jueves, 30 de marzo de 2017

SIETE DIRECCIONES, EN EL DIÁLOGO DOMINICAL PARA LA COMUNICACIÓN Y EL RECUERDO.

Había sido una intensa semana laboral, en la que la habitual rutina de los días se fue mezclando con esas situaciones imprevistas que ayudan a despertar el letargo de lo cotidiano. Tenía ilusión con dedicar parte del fin de semana para desarrollar la muy saludable práctica senderista por esos campos que, más o menos alejados, circundan la densificación urbana. Reconforta caminar, sin prisas estresantes, por la fértil y acogedora naturaleza que nos permite vitalizar nuestro cuerpo así como las curvas anímicas de un espíritu en ocasiones desestabilizado. Sin embargo, esa misma naturaleza, generosa sin duda para casi con todo, se despertó aquella mañana de domingo con un estado meteorológico traviesamente incómodo para esa práctica deportiva. Por estas latitudes templadas, Noviembre suele ser un mes propicio para la lluvia, en este caso mezclada de fuerte aparato eléctrico y un nivel de temperatura que no hace apetecible la salida a la calle para el paseo o el ejercicio físico. 

A pesar de la imposibilidad racional de mi proyecto senderista, podía echar mano de otros buenos recursos y actividades con el fin de aprovechar todas esas horas de domingo desde la comodidad íntima del hogar. Podría elegir y mezclar entre el cine, la música, el ordenador, los “trabajillos” pendientes … después de recomponer fuerzas con ese buen desayuno o breakfast en la terminología británica. A eso de las diez, percibiendo el acústico aguacero que caía tras los cristales de mi habitación, encendí el ordenador. Además de ojear la prensa, quería repasar los nuevos correos que podrían haber “viajado” a mi escritorio. En esa actividad me encontraba cuando, por arte de la imaginación, se me ocurrió echar un vistazo a la fecha de los primeros correos que fielmente conserva el archivo de mi servidor electrónico. Los más antiguos estaban fechados a comienzos del año 2000. Pensé que podría ser interesante releer algunos de esos mensajes, tanto de los enviados por mí, como aquéllos recibidos desde una muy diversa procedencia. A esa curiosa actividad dediqué un buen rato, en el transcurso de la muy húmeda mañana de otoño que se nos había presentado.

He de reconocer que la relectura de estas comunicaciones me trasladaron a situaciones que tenía un tanto olvidadas, en el almanaque contrastado de la memoria. Incluso había algunos remitentes cuyos nombres me resultaban un tanto difíciles de reconocer, dada la lejanía en el tiempo desde su redacción y por la falta de intercomunicación en el transcurso de este extenso período. Obviamente, cuando abría esos correos y leía los párrafos de sus contenidos, me iba acercando a las personas y al por qué de aquello que me transmitían, así como en las respuestas que desde mi ordenador partían. En esa lúdica actividad me encontraba, cuando se me ocurrió llevar a la práctica una curiosa e interesante tarea. ¿Por qué no elegir algunos de estos remitentes, con los que durante años no había tenido comunicación, enviándoles algunas palabras con el cordial saludo correspondiente? Pensaba que sería especialmente interesante comprobar su nivel de respuesta, ante estos inesperados mensajes que iban a llegar al escritorio de sus ordenadores.

Elegí, para la experiencia, siete direcciones de personas con las que no había tenido el menor contacto, al menos en la última década. Algunos de estos destinatarios habían sido compañeros de profesión en la docencia. Otros dos mensajes eran para antiguos alumnos, con los que había compartido el importante reto de enseñar y aprender en el diario quehacer de las aulas escolares. Había también una profesional de la banca, con la que había intercambiado una significativa comunicación por razones de gestión de una cuenta e inversión de capital y, por último, algún representante de la actividad mediática, vinculado a programas educativos para la difusión y práctica del periodismo. A todos ellos les envié unas líneas amables y receptivas, explicándoles mi simple objetivo de contactar con ellos, tras un largo período de silencio entre las partes.

Pasaron las horas y no obtuve respuesta alguna a esos mensajes, hecho que consideré normal por varias razones. Era domingo y este día de la semana se dedica a muy diversos objetivos que no son los de estar permanentemente “pegado a la pantalla” del ordenador. También resultaba lógico que la llegada de mi correo, en no pocos casos, provocase extrañeza o duda acerca de la autoría que se encerraba tras un nombre que quizá ya no se recordaba con nitidez. Sin embargo, me tranquilizó el hecho de que ninguno de los envíos me había sido devuelto por mi servidor de Internet, dato que revelaba la permanencia de las direcciones electrónicas escritas. Los correspondientes identificadores eran aún mantenidos por estas personas.  Dejé que el tiempo corriera y dediqué el resto de la mañana a visualizar un buen film de cine clásico. Por la tarde fuimos a visitar, durante unas horas, a un familiar mayor aquejado de un fuerte catarro por enfriamiento. Compartimos la grata y divertida merienda, durante un atardecer que continuaba sometido a cíclicas nubes de lluvia con algún tronar en el cielo.

Volvimos a casa para cenar, pues la fría noche no hacía apetecible el deambular por las calles o visitar los lugares típicos para el tapeo. Como era más que previsible, tras reponer fuerzas en la mesa, el cine vino de nuevo en nuestra ayuda para completar la distracción dominical. A eso de la medianoche decidí irme a la cama, dado que había que madrugar para las clases del lunes. Como hábito cotidiano, encendí el ordenador a fin de revisar algún posible nuevo correo. Me sentí feliz al comprobar como había llegado ya una respuesta, entre las siete posibles. En muy pocos segundos reconocí al autor de ese correo. En este caso, autora. Una antigua alumna de bachillerato, entre los años para la docencia del 2000-2002.


Su extensa misiva comenzaba con un saludo cariñoso (la recordaba como una joven afectiva, estudiosa y muy servicial) añadiendo de inmediato su agradable sorpresa porque la tuviera aún en mis recuerdos, después de tantos años transcurridos desde aquellos lejanos tiempos de su escolaridad. Continuaba haciéndome un ágil resumen acerca de cómo había transcurrido su vida hasta este momento.

“Entre varias opciones que me gustaban, al final me decidí por el campo de la medicina. Mi madre solía contarme historias acerca de un tatarabuelo que ejerció de médico rural, en un pueblecito del norte granadino. La imagen admirable de ese antepasado, ayudando a la gente más humilde, con la carencia de medios que existían en esas décadas iniciales del siglo pasado, influyó posiblemente en mi decisión. Me especialicé en el campo de la pediatría. Yo que no tuve hermanos en casa, siempre me gustó ayudar y estar con los niños pequeños. Por eso también dudé con dedicar mi vida a la educación infantil. Mi pareja, de origen sudamericano, es también médico de la infancia. Juntos colaboramos con la Organización de Médicos Sin Fronteras. Vamos de aquí para allá, recorriendo zonas deprimidas del planeta donde nuestra ayuda puede ser necesaria, debido a las carencias materiales y asistenciales que padecen. Ahora mismo le escribo desde una localidad marginal de Asunción, en Paraguay, donde la situación de pobreza que se respira y vive es en sumo lamentable. La desnutrición, la mortalidad infantil, la situación de hacinamiento e insalubridad que padecen las capas de la población más vulnerables, ofrecen imágenes conmovedoras que reclaman la ayuda de las organizaciones internacionales y la toma de conciencia solidaria por parte de todos”.

La carta de Aroa (precioso nombre de mujer) rezumaba verdad, afecto y buenos recuerdos, haciendo posible que ese domingo, previsto inicialmente para caminar por la naturaleza, finalizara de esta bella forma por la que recuperaba una amistad enmudecida durante largos años. Me alegraba, de manera especial, con que la primera y única respuesta en el día, recibida ante mi sugerencia de diálogo, fuera el de una ejemplar alumna que había compartido conmigo la aventura de aprender, enseñar y aprender.

Las obligaciones laborales en la semana, junto a otros incentivos diversos, hicieron que me olvidara un tanto de esa siembra dominical de contactos para la comunicación. Bien es verdad que cada noche después de cenar solía sentarme frente al ordenador, a fin de echar una repaso a la prensa y escribir algunas líneas sobre ejercicios de clase, respuestas a los emails o algunas reflexiones sobre los hechos acaecidos en el día. Fue precisamente en el sábado de esa nueva semana, cuando llegó al puerto de mi memoria un segundo e-mail, de entre aquellos seis que aun  aguardaban su posible respuesta. En este caso, correspondía a un antiguo compañero de centro que, de una forma también amplia como Aroa, había tenido igualmente la amabilidad de corresponder a mi envío. Ese profesor, destinado desde hacía unos años a una provincia del levante peninsular, me explicaba los vaivenes contrastados que había presidido su vida por una serie de circunstancias, no todas ellas afortunadas. Uno de sus párrafos era significativo por su gran dureza.

“En el plano afectivo, las cosas no me fueron especialmente bien. Aquella relación afectiva que me movió a trasladarme de Comunidad, después de los primeros años de bonanza, se fue desvitalizando y al final fue ella misma la que me pidió el abandono del hogar que juntos habíamos logrado formar. Era una nueva situación en mi vida que, a pesar de ser previsible, yo no supe avistarla con equilibrio y racionalidad. Todo ello me sumió en un estado depresivo que me ha hecho pasar por amargos momentos. Ella, que no trabajaba en nuestra profesión, se encaprichó con el médico de la consulta donde prestaba sus servicios y, de la forma más fría y cruel me sumió en el océano de la soledad. Pero así es la vida, iluminada con luces y sobras en la suerte. Llevo ya un año y medio “sobreviviendo” en una forma de existencia para la que, lo reconozco ahora, no estaba preparado. Alterno los días aceptables con otros que son terriblemente amargos y que me obligan a ponerme en manos de los médicos y los fármacos …”

Esa misma noche le respondí. No resulta fácil conformar o sugerir la ayuda a un amigo, cuando este se encuentra separado de ti por muchos kilómetros y con el largo tiempo que ha transcurrido sin que ambos hayamos establecido contacto

“… A buen seguro has buscado sustitutivos o compensaciones para ese trauma en tu vida, que tanto te está afectando. Por tu Instituto han tenido que pasar numerosas compañeras, en todos estos años, con las que puedes entablar algún contacto vía e-mail. Conservarás direcciones electrónicas que podrán facilitar esa comunicación. Pienso que reanudar y profundizar en la amistad con alguna de ellas, te puede hacer bastante bien. También es una medida saludable llevar a la practica todas o algunas de esas aficiones que más te identifiquen, pues te hacen mirar con mejor semblante el discurrir de los días. A unos les gratifica mucho el caminar por la naturaleza o la inmersión en las historias del cine. A otros, el placer de viajar les encanta, con todo el entorno lúdico que esa practica normalmente reporta. Y sobre todo, el trabajo. Se es más feliz, cuando disfrutas haciendo cada día aquello que te gusta y para lo que estás preparado …” 

Han transcurrido ya varios meses, desde aquel desapacible domingo otoñal. Y sólo han sido dos las respuestas a ese “juego” de las siete cartas enviadas a los antiguos y silenciados contactos. Aunque el porcentaje no llega al cincuenta por ciento, creo sinceramente que el fruto conseguido ha sido valioso para nuestras vidas. Ese fruto significa recuperar algunas de aquellas antiguas y aletargas amistades que de nuevo ahora han vuelto a latir. Son, a no dudar, latidos teñidos de saludable ilusión e interesante y lúcida esperanza.-
  
José L. Casado Toro (viernes, 31 de Marzo 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 24 de marzo de 2017

INTENSA DUALIDAD INTERPRETATIVA, EN LA CRISPADA ESCENA PARLAMENTARIA.

Cuando el común de la ciudadanía observa la imagen pública de todos esos importantes personajes, vinculados al ejercicio de la política, el mundo de la cultura y el espectáculo, la investigación científica, la dinámica empresarial y financiera o la práctica profesional de las distintas modalidades deportivas, no siempre es consciente de la dualidad psicológica que han de compartir esas famosas celebridades, con respecto a la intimidad de sus vidas.

En ocasiones puede pensarse que el comportamiento público, realizado por estas celebridades, es similar a la forma de ser que mantienen en la esfera de su privacidad. Por ejemplo, viendo muchas de las películas protagonizadas por la que fue una gran estrella del celuloide, Bette Davis (Lowell, Massachusetts, 1906 – París 1989) cuesta mucho esfuerzo pensar que esta afamada actriz no mantuviese, en su esfera íntima, ese comportamiento de  mujer con un duro, antipático, malvado e incluso diabólico carácter,  como el que, en la mayoría de sus interpretaciones, nos ofrecía en pantalla. Sin embargo, también es lógico pensar que esa imagen ofrecida al exterior, por razones profesionales, no tenía por qué coincidir con la verdadera personalidad que, en privado, poseía e identificaba a la persona idolatrada, por parte la acomodaticia masa social.

Era una tarde desapacible, correspondiendo a un otoño extremadamente frío y lluvioso. Durante la mañana, en ese miércoles de actividad parlamentaria, los portavoces de los dos grupos políticos más importantes en la Cámara representativa, protagonizaron un nuevo agrio y virulento debate, sobre un espinoso asunto social que afectaba a las creencias, moralidad y sentido ético, en la vida de las personas. En el transcurso de las réplicas y contrarréplicas, llegaron a cruzarse y lanzarse muy agrias y duras palabras que, en algunos pasajes rozaron casi el insulto personal y las más abyectas descalificaciones, tanto por parte del propio opositor parlamentario, como del representante del grupo gobernante. Incluso el propio Presidente de la Cámara parlamentaria, en algunos momentos intensamente crispados del debate, tuvo que intervenir a fin de pedir, a los dos parlamentarios, que moderasen el tono de sus palabras y evitasen entrar en ese terreno farragoso y deprimente de la suciedad léxica y ofensiva, como arma o recurso para desvirtuar y ofender al interlocutor que le ha antecedido en la intervención. Broncas acústicas, por parte de unas y otras bancadas, jaleándose con fervor sectario al portavoz de la agrupación propia, abroncándose con  palabras groseras  la  intervención del opositor parlamentario.

Tras la votación reglamentaria, de la polémica proposición de ley, los asistentes en el hemiciclo fueron abandonando con rapidez el hemiciclo parlamentario. El motivo de esa rápida diáspora no era otro que esa noche televisaban un importante partido de Champions League, en el que participaba el equipo representativo de la capital. Eran muchos los diputados que no estaban dispuestos a perderse las evoluciones sobre el césped del campeón de la liga alemana, en su esperada visita a Madrid.

Curiosamente, los dos portavoces políticos, que durante toda la tarde han estado protagonizando un deprimente espectáculo en la Cámara representativa, muy alejado de las buenas formas y el respeto parlamentario que, como representantes de la soberanía popular debieran ofrecer, no eran aficionados al fútbol. Ninguno de los dos se veía acuciado por todas esas prisas que mostraban no pocos de sus compañeros de bancada política. Por este motivo, uno y otro ordenaron y guardaron sus papeles y documentos con parsimonia, en sus grandes y lujosas carteras de piel. Ya con ellas en las manos, fue Leandro, el portavoz de la mayoría parlamentaria ganadora de la votación, quien se dirigió a Feliciano, su antagonista opositor en el debate, haciéndole una señal para que se le acercara. Ambos intercambiaron unas palabras en voz baja y quedaron en verse esa misma noche, a las nueve, en un afamado y caro mesón situado en una zona del más viejo y tradicional Madrid.

Con británica puntualidad ambos políticos se saludaron, intercambiando una educada sonrisa junto a un apretón de manos, dirigiéndose a uno de los reservados que el prestigioso establecimiento tiene preparado para atender a los visitantes y clientes ilustres. Ordenaron al camarero una botella de un prestigioso y caro reserva Rioja, entrantes ibéricos, lubina con guarnición de setas y solomillo a la pimienta, respectivamente. A lo largo de la cena, sustituyeron la botella, pronto vacía, del vino afrutado por otros caldos de marcas con elevado coste. En cuanto a los postres, acordaron compartir un artístico soufflé de merengue con trufas que, con exquisita y rápida diligencia el maestro repostero se esmeró en preparar.

“Feli, reconozco que esta tarde me he pasado un mucho de la raya, pero no tenía otra alternativa. Dentro del partido hay un sector, cada día con más fortaleza y, como puedes imaginar, vinculado a la “sotana”, que se está encargando de crear y propalar una imagen o perfil de mi persona, como de tibieza y relajamiento, en mi función de portavoz en la dialéctica parlamentaria. Incluso el "presi" me llamó la otra noche “a capítulo” para recordarme que debía de potenciar la agresividad e incluso la teatralización, tanto en las declaraciones a la prensa, como cuando subo y me pongo delante del atril parlamentario. Él también se siente presionado por los sectores más ultraconservadores que le reclaman una mayor contundencia en la palabra y gestos recurriendo, si fuese menester, a la tramoya de la falacia, la exageración o el ataque, soslayando las normas de la gentileza parlamentaria.

Te habrás dado cuenta así mismo de que, al dirigirme a ti, evitaba llamarte “señoría” utilizando el Vd, todo ello de una manera un tanto despectiva y coloquial. No te lo vas a creer, pero me han pasado un listado de puntuales exabruptos, para ir dosificándolos en contra de vosotros. Todo este montaje está programado de cara a la galería mediática y social”.

Ambos comensales, alejados de las miradas de sus respectivos séquitos ideológicos, fueron “engullendo” con golosa satisfacción las finas y sabrosas lonchas grasientas del patanegra “Joselito” que el camarero les había llevado a la mesa, además de esa atrayente bandeja con tacos de queso viejo manchego y unos “chanquetes” de criadero, humeantes y crujientes, por buena fritura, deliciosos para el buen yantar.

“Lea, no te preocupes, don´t worry, como dicen los ingleses, que te entiendo perfectamente. Es nuestro oficio y a él nos tenemos que someter. En mis contrarréplicas, te he “espetado” un par de barbaridades que ni yo mismo me las creía. Pero tenía que soltarlas como arma granadera, en una balística muy del uso en los bajos fondos. Soltarte eso de las “beatas apulgaradas por la frustración de su fanatismo…..” o lo de “borregos del contubernio romano tridentino….” es pasarse de todas las normas de la sensatez y el respeto más obvio. Pero es que tenemos un plumilla que está luchando por hacer méritos, pensando en que cuando se vuelque la tortilla, pueda tener esperanza de sentarse en la Academia, apoyándose en el sector de la progresía. A él pertenecen estas “joyas” de la más sucia oratoria que no repara en las expresiones más apestadas”. 

A una señal, fue una servicial y joven camarera, quien retiró los platos, ya completamente vacíos, de aquellos suculentos entrantes que han sosegado el apetito feroz de ambos comensales. Con presteza y buen estilo, esos servicios son sustituidos por dos grandes fuentes, primorosamente adornadas por diestras manos, con la carne y el pescado, respectivamente. Como curiosidad, con un precio en la carta de treinta y cinco y veintiocho euros, respectivamente, coste que no se molestaron  en mirar los comensales al ser elegidos. En ese momento del ágape, pidieron un sorbete de limón para aligerar el estómago, pues los entremeses eran demasiado abundantes y había que hacer el oportuno hueco a esos deliciosos platos que centran la opípara cena.

“Sí, yo también te he lanzado, públicamente, lo de “visionarios decadentes del radicalismo moscovita” y eso del “asesinos de vidas inocentes por mor de la lujuria….” ¡Madre mía, cuanta basura es capaz de salir por estas bocas, sometidas a la disciplina partidaria! Pero estamos sometidos a la disciplina del partido y tenemos que actuar con formas exageradas de cara a la galería, aunque en nuestra intimidad discrepemos de ciertas respuestas y no menos acusaciones contra el rival político. Te ves obligado a cerrar los ojos ante determinados planteamientos, directrices o consignas partidarias y esa sucia lucha sin cuartel contra todo lo que no sea la ideología de tu propia agrupación”.

Pero pasemos de todo esto que tan mal huele, se nos vayan a indigestar estos platos y bebidas tan maravillosas que estamos degustando, como dos buenos amigos en la intimidad de la noche. La vida y la militancia nos han situado en dos opciones diferentes que, públicamente, nos enfrentan. Lo bueno y trágico a la vez es que, en nuestra privacidad rechazamos esas formas rígidas, exageradas, fanáticas e intolerantes, mantenidos y aplicadas frente a las ideas de nuestro “enemigo” político”.

Los dos teléfonos, que habían permanecido “mudos” hasta este momento de la cena, sonaron casi de forma simultánea.

“Ha sido el número 1 (al que en broma denominamos el ”Mesías”). Nada de particular. Unas directrices urgentes, para llevar a cabo, durante la jornada de mañana. A buen seguro experimentarás también, en el día a día, eso del ordeno y mando, por parte del líder que todo lo controla, por lo que te harás cargo de que a todo tienes que decir sí pues, en caso contrario, la comodidad de nuestra poltrona puede verse en peligro. Y aunque esté feo reconocerlo, es que vivimos de esto… No me quiero imaginar teniendo que volver a la tiza y a las clases en el Instituto. Por cierto, te he visto un poco alterado con el contenido de tu llamada….”

“No te equivocas. Era de mi mi ex, la sobrina del boticario en Mantilla de la Sierra. Desde que lo nuestro se fue al garete, no deja pasar un momento para importunarme y hacerme ingrata la vida. Que si los niños, que la manutención, que si las facturas…. Fue un mazazo para ella cuando vio que lo mío con Paloma, ya sabes, la Secretaria de Igualdad y Cooperación, iba en serio. No lo ha aceptado y ésta es de las rencorosas. Pero es que yo tenía que vivir mi vida y trepar hasta el puesto que en la actualidad he logrado tener en el partido. Y trabajo que me ha costado. Para ello he tenido que hacer casi de todo. Hasta de cuidador de mascotas, durante los fines de semana. Si yo te contara los “sapos y culebras” que me he tenido que tragar …”

En esta oportunidad, fue Leandro quien pagó la cuenta. Con una generosa propina, fueron 178 euros, abonados con una tarjeta dorada de plástico puesta a su disposición por la agrupación a la que pertenece para gastos “técnicos” y de representación. El martes que viene se verán de nuevo las caras estos dos antiguos amigos, dedicados al noble ejercicio de la práctica política. Será en la sesión semanal para el control gubernamental. Allí escenificarán de nuevo un agrio enfrentamiento, para el que son diestros y consumados artistas, echando mano de toda la basura dialéctica y descalificadora que, en el manual del partido, está muy bien establecida. A buen seguro, después de la previsiblemente virulenta sesión, ambos líderes de la ciudadanía recuperarán el educado sosiego compartiendo, en cálida y privada amistad, el calor afectivo de una grata y suculenta cena fraterna.-
  
José L. Casado Toro (viernes, 24 de Marzo 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 17 de marzo de 2017

EL GRATO VALOR DE LA PRIMAVERA, EN LA AVENTURA DIARIA DE NUESTRAS VIDAS.

Es muy probable que cada persona tengamos un mes o período estacional objeto específico de nuestra preferencia. A veces esta temporalidad suele coincidir con la ubicación de nuestro nacimiento, pero en otros casos no siempre es así. Hay quienes prefieren el Otoño, tal vez por la forma de su carácter o temperamento. Otros, por el contrario, son fervorosos del Verano, por la templanza de sus temperaturas, junto a las previsibles y anheladas opciones vacacionales. Sin embargo hay una estación meteorológica a quienes pocos cae indiferente. Es aquella con la que se inicia el equinoccio de Primavera, este año de 2017, el lunes 20 de Marzo, exactamente a las 10:29 h. UTC del hemisferio norte de la Tierra.

Ciertamente, este cambio estacional, se nos presenta como un período meteorológica de influencias y matices contrastados. Ese “primer verdor” en el que las plantas aceleran su floración, gracias a la bonanza global térmica (con respecto al Invierno precedente) influye también, lógicamente, en los humanos, que sienten en sus organismos unos cambios hormonales influyentes para las respuestas del día a día, con unas consecuencias diversas según cada persona. El estado anímico puede oscilar entre el activismo eufórico y la depresión anímica, junto a los molestos problemas alérgicos potenciados por la polinización vegetal. Pero, en general, la mayor intensidad y duración de la insolación en el día, junto la gratitud escénica de las flores, en los jardines y en la naturaleza, todo ello favorece y potencia un alegre vitalismo mimético en los rostros de la ciudadanía.

No se debe obviar, por supuesto, el sosegado y embriagador olor representado por esa magia del azahar, que inunda de aroma los cítricos (limoneros y naranjos) con sus pequeñas y coquetas flores blancas y amarillas. Ese inconfundible y muy grato olor del az-zahr (vocablo árabe), difundido preferentemente por las ciudades mediterráneas, es un apreciado y delicado  perfume que nos avisa de que la gran fiesta primaveral ha llegado. En nuestras tradiciones y creencias, con la Semana Santa procesional, tras el período de Cuaresma que sigue al Carnaval. Pero, también, con el antecedente universal del 19 de Marzo, día de S. José y su vinculación afectiva (y, sobre todo, comercial) con la celebración del “Día del Padre”, antesala de ese otro “Día de las Madres” que llegará semanas más tarde, en el domingo 7 de Mayo.

En este multicolor escenario se enmarca nuestra sencilla historia, que nos habla de sentimientos, actitudes y respuestas, siempre en el marco sugestivo e imprevisible del comportamiento humano.

Adina es una joven mujer, madre de dos hijos adolescentes. Su marido Fermín trabaja como transportista de perecederos, generalmente verduras, frutas, productos cárnicos e incluso pescados. Ella es hija única de Elián, un padre recientemente enviudado y que además ha iniciado su etapa de jubilación laboral. A pesar que lleva muy mal la dureza de su nuevo estado de soledad, desea seguir residiendo en su vivienda de toda la vida. Siempre ha considerado que convivir con una familia, a pesar de que sea la de su hija y nietos, conlleva más inconvenientes que ventajas. Por todo ello, a pesar de los requerimientos de Adina, se mantiene firme en “negociar” en armonía ese terrible vacío que ha dejado su mujer, compensándolo, difícilmente, con la independencia que supone no tener que compartir servicios, normas e incluso caracteres, con otras personas, aunque sean los de su misma sangre.

Aún faltan días para el 19 de Marzo. Comentando la próxima efemérides de San José, con una compañera en el taller de arreglos de ropa donde trabaja, Adina piensa en buscar un buen detalle para regalar a su padre en ese Día del Padre, que tendrá lugar en la semana próxima. Desde siempre se ha llevado muy bien con Elián, no en balde ella ha sido el ojito derecho o preferido de este hombre, al que el destino no quiso concederle una mayor prole familiar. Al fin, entre varias posibilidades, decide cuál podría ser el regalo más apropiado. Conociendo que ahora, con mucho tiempo libre disponible en su vida, Elian gusta de dar largos paseos, disfrutando con la templanza solar junto a la brisa marítima mediterránea, ha pensado en buscarle un buen sombrero, con que proteger la alopecia y también la vista cansada de su progenitor.

Aprovecha la mañana del sábado (media jornada que tiene libre en el taller) para dirigirse a una buena sombrerería, entre los escasos comercios que hoy se siguen especializando en la venta de este complemento para vestir, dedicado básicamente a los caballeros. Recuerda  desde su infancia un establecimiento tradicional dedicado a la venta de este tipo de artículos, ubicado en pleno centro antiguo de la ciudad.  Para su satisfacción, a pesar de los grandes cambios que experimenta un centro urbano, transformado de una forma excesiva para atender preferentemente a la demanda turística (restaurantes, bares, cafeterías, establecimientos de comida rápida, etc) permanecen “islotes” de tiendas tradicionales, entre las que se hallan dos de estas sombrererías. Acude a la de mayor prestigio (actualmente dirigida por herederos de una cuarta generación del empresario fundador) y contempla en su escaparate una amplia muestra de los artículos ofertados para su venta: sombreros tradicionales, para el uso diario o en acontecimientos de relevancia social, gorras de tela, chisteras altas y bajas, monteras para los profesionales del toreo, las clásicas boinas, todo ello  en diversas calidades, tipos de tejidos, colores y precios. Y, por supuesto, la prenda que ella está buscando: un sombrero panamá de paja trenzada a mano, color beige muy claro con una cinta de color verde oscuro. Su especializada fabricación en Centroamérica y el material de alta calidad utilizado eleva su precio a 90 €.

A media mañana del domingo 19, Adina se desplaza al domicilio de su padre, acompañada por  su marido e  hijos. Previamente han felicitado a Fermín, entregándole una moderna caña de pescar, deporte al que es muy aficionado. Al entrar en ese piso que ella bien conoce  (en él transcurrieron aquellos inolvidables años de su infancia y juventud) percibe en Elián una extraña sonrisa y expresión, entre nerviosa y pícara. Se encuentra hoy a una persona inusualmente alegre ya que, desde la viudez, ha sido más que frecuente apreciar la mirada taciturna de su padre, los largos silencios expresivos y esa tristeza interna que el rostro apenas puede disimular. 

“Hola Papá. Te hemos traído una sorpresa, por ser hoy el día del “mejor” de los padres.  A buen seguro que te va a gustar este regalo. Ábrelo con parsimonia y emoción, pues te aseguro que no nos ha sido fácil encontrarlo. Además de bonito y de gran calidad, te va a resultar muy útil para todos estos largos paseos con que distraes las mañanas y también muchas de las tardes. Especialmente ahora que viene el buen tiempo y el sol aprieta con todas sus ganas”.

Elián agradeció con muestras de alegría el presente que le ofrecían sus hijos y nietos. Con el panamá en su cabeza, este hombre parecía mucho más esbelto y atractivo. Prometió usarlo, de manera especial, para estas estaciones calurosas, donde el sol calienta y broncea en demasía e incluso deslumbra en exceso, sobre todo para aquellos ojos un tanto gastados por el fluir de tantas hojas del calendario. Dada la efemérides del día y como compensación al grato detalle recibido, invitó a su pequeña familia a comer en algún buen restaurante o chiringuito del paseo marítimo del oeste. “Por esa zona es más fácil encontrar aparcamiento. Además también quiero daros una sorpresa pero, ese también mi regalo, no lo haré hasta los momentos del postre, cuando brindemos por la celebración de muchos “días del padre”. Estas curiosas palabras dejó en todos los presentes un cierto poso de extrañeza. Se preguntaban qué podría haber detrás de sus sonrisas y el misterio con que deseaba envolver aquello que les iba a transmitir.

Un día radiante de sol acompañaba a ese grato y suculento  almuerzo “marinero”  celebrado junto a la agradable brisa, procedente de un mar en plácida calma. Jugosos comentarios, divertidos chascarrillos, buena mesa y estimulante bebida, hacía que el día transcurriera perfecto. Elián, tocado con su nuevo sombrero panamá, parecía rejuvenecido, con ese vaquero y chaqueta fina de sport que, según confesó, hacía una semana se había comprado.  

En algún momento de la comida, el homenajeado padre había estado manejando su móvil “en traviesa “negociación” con esos sonidos característicos de los mensajes del whatsapp. Ya en los postres, una mujer aún joven (posiblemente, con los cuarenta iniciados) se acercó a la mesa que ocupaban los miembros de la familia Torreserena. Con una tierna sonrisa se puso junto a Elián, mientras este abrazaba con su mano la cintura de la inesperada invitada. A los pocos segundos, el “patriarca” familiar se puso de pie junto a ella y con una voz un tanto nerviosa, pero con amorosa intensidad afectiva, pronunció las siguientes palabras:

“Yo también tenía un regalo que ofreceros. Quiero presentaros a Celeste, la mejor y linda persona que ha logrado que recupere la ilusión y las ganas de vivir. Llevamos ya un par de semanas, en nuestra maravillosa relación, por lo que hoy, en un día un tanto especial, quiero transmitiros nuestro deseo de emprender para siempre un camino juntos. Hay una simple y gran realidad: nos queremos, nos necesitamos y nos amamos. Tal vez podáis considerar que la diferencia en edad sea un obstáculo, pero nosotros no los estimamos así. La madurez y la juventud se complementan en armonía y cada uno aporta al otro todo aquello que, generosa y sabiamente, puede enriquecerle. Celeste y yo buscamos, con ansiedad, ese muy cercano día en el que podamos pasar por la vicaría. Ella va a ser vuestra nueva madre, con todo ese cariño y sabiduría que tan bien sabe compartir”.

Adina estaba en “profundo estado de shock”. Fermín se bebió, en no más de dos segundos, la copa llena de Rioja que asía en su mano. Los niños sonreían con naturalidad, ante la divertida escena que estaban presenciando. El murmullo elevado de los demás comensales en el merendero compensaba el silencio glacial que dominaba la mesa de los Torreserena.

Ya de vuelta a casa, tras un almuerzo en el que todos se vieron obligados a interpretar su obligado papel escénico, mejor o peor improvisado, Fermín expresaba con palabras sensatas su punto de vista ante la nueva situación que llegaba, con la mayor sorpresa, a sus vidas.

“Mujer, no te lo tomes así. Tu padre ha encontrado la mejor medicina para la soledad que ha tenido que afrontar, durante todos estos meses, desde el fallecimiento de tu madre. Eso que dices que viene a llevarse los ahorros de Elián yo no lo veo así. Parece ser una buena mujer que busca en él su madurez. Por el contrario, él necesita de esa juventud y vitalidad que ella puede ofrecerle. ¿Para qué pensar en herencias y sandeces!. Nosotros vimos honestamente de nuestro trabajo y los críos han de labrarse su propia hoja de ruta en la vida. Te confieso que no me ha gustado tu actitud con esta chica. Debes reflexionar y darles esa oportunidad que todas las personas merecen. Tu madre hace ya once meses que nos dejó. La vida ha de seguir, nuestro tiempo ha de continuar”.

De manera afortunada, ese buen espíritu primaveral, que sabiamente nos vitaliza, comenzó a movilizar voluntades y a provocar la proximidad de dos personas, prácticamente de la misma generación. Adina y Celeste supìeron, con paciencia y generosidad, ir asumiendo el nuevo rol familiar que el destino había querido generar en sus vidas. Esa hermana que Adina siempre echó en falta podía ser (por la cronología y temperamento) la nueva esperanza rejuvenecedora que Elían había encontrado en la rutina solitaria de su avanzada etapa de madurez. Por su parte Celeste, ciertamente con unos antecedentes convulsos en su trayectoria vital, tuvo la suerte de hallar a un hombre que sabría poner orden, estabilidad y experiencia, en su persona.

La Primavera, con toda esa magia de contrastes y respuestas que genera,  puede colaborar en ese “renacer” que, sin duda, unos y otros necesitamos. Pero es siempre la voluntad individual el elemento o fármaco decisivo que nos facilita la fuerza renovadora para avanzar, con ilusión y confianza, en la construcción, día tras día, esfuerzo tras esfuerzo, de nuestro protagonismo en esta relativamente breve representación escénica que supone la existencia.-
 
José L. Casado Toro (viernes, 17 de Marzo 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


viernes, 10 de marzo de 2017

TIEMPOS DE COMPRENSIÓN Y GENEROSIDAD, EN LA DECISIÓN DE ANEL.

Habían sido unas semanas extremadamente duras, en la vida de Anel y sus dos hijas. Sin embargo, gracias al afectivo calor familiar, junto a una ayuda psicológica especializada, todas ellas pudieron ir asimilando la terrible realidad en que se habían visto inmersas, de la forma más fatalmente imprevisible. Perder a un marido y a un padre, en sólo unos minutos de un otoño aciago para el mecanismo cardiaco, supuso una cruel orfandad. Ausencia no sólo para esas hijas, que no verían más a su padre, sino para una mujer joven e inteligente que, a partir de esta decisiva experiencia, tendría que sacar adelante, con el mayor tesón y equilibrio, a una familia que había quedado dolorosamente rota. 

Un rayo de luz y esperanza vino en su ayuda cuando esa tarde, con la generosidad más oportuna, recibió una llamada telefónica de su antiguo jefe en la notaría, gabinete donde ella había estado trabajando hasta que llegaron los nacimientos de las pequeñas. Tras darle un sentido pésame, disculpándose por no haber conocido la desgraciada información a su debido tiempo, le ofrecía la posibilidad de volver a su antiguo puesto laboral en el grupo.

Anel poseía un esmerado currículum, con una licenciatura en derecho. Durante los siete años de su colaboración en la notaría, había dejando una positiva estela profesional, debido a su dedicación y buen hacer en todas las misiones, por complicadas que fuesen, a ella encomendadas. La oferta laboral era, como puede suponerse, al igual que el “agua de mayo” para la naturaleza. Asier, su difunto marido, era un eficiente intermediario comercial que trabajaba de manera autónoma, por lo que la situación económica familiar, tras su fallecimiento, exigía en ella una ineludible vuelta al trabajo lejos del hogar. Había que seguir manteniendo a flote el, ahora más reducido y debilitado, navío familiar.

Pasaron unos meses y, aún con las dificultades propias del drama que habían tenido que vivir, sus hijas Esther, ocho años, dos más que su hermana Silvia, y ella misma, fueron recuperando lentamente el complicado mecanismo de la adaptación a una nueva realidad, en la que las tres mujeres pusieron lo mejor que sabían y podían.

Durante la cena navideña, en casa de su cuñada Norma, ésta le aconsejó ir cambiando, en la medida de lo posible, el marco ambiental en el que vivían, a fin de reducir la influencia de un marido y padre que ya no podría estar, físicamente, en sus vidas. “Podrías pintar y redecorar algunas de las habitaciones, sustituir también algún mobiliario obsoleto y hacer un buen uso del amplio vestuario que Asier ha debido dejar”. Este último aspecto fue una de las primeras acciones que Anel decidió realizar, aprovechando para ello unos días de vacaciones que en el gabinete notarial se habían tomado, desde el comienzo del Año Nuevo hasta después de la fiesta de Reyes. Su marido siempre había sido muy cuidadoso en disponer de un “buen ropero” dado su trabajo de intermediación o representación comercial, actividad para la que cuidaba ofrecer una buena presencia, actitud que abría muchas puertas en la negociación mercantil. En este sentido Anel aprovechó una tarde, en que las niñas jugaban con amigas de un piso vecino, a fin de organizar toda esa ropa, la mayoría en muy buen estado, guardándola en grandes bolsas. Pensaba donarlas a diferentes instituciones benéficas, como medida más acertada.

En esa tarea se encontraba, intercalada con algunos brotes emocionales para el recuerdo cuando, doblando una de las chaquetas de sport que usaba su marido, percibió la existencia de un sobre en el interior del bolsillo derecho. Con sensatez, repasaba toda la ropa antes de guardarla en las bolsas, por si pudiese llevar algún objeto personal que mereciera su atención. Efectivamente, había en ese bolsillo interior un sobre de color blanco, en cuya portada destacaba el rótulo de “Para mi Asier”. El sobre había sido previamente abierto y en su interior había un folio manuscrito, con una caligrafía desordenada, de trazos escasamente uniformes. Un tanto sorprendida, tomó asiento en el borde de la cama y se dispuso a leer el breve contenido de la, para ella, tan extraña misiva.

“Mi bien amado Asier. Hace hoy ya un año, en el que inundaste de luz y esperanza mi vida. Conocerte, entenderte, apoyarte y amarte, a pesar de todas las dificultades que se interponían entre nosotros, ha sido y es una preciosa aventura que vitaliza y justifica mi existencia de cada día. Esas escasas horas en las que podemos estar juntos, justifican y compensan los amargos tiempos en los que no puedo tenerte a mi lado. En algunos de esos preciosos momentos, llegas malhumorado, entristecido o con el cansancio aburrido de la rutina. Pero esa incomunicación o desánimo, que te provocaba dolor, pronto la compensas con el cariño de nuestra proximidad. Tú y yo sabemos que podemos transformar esa oscura pesadumbre, a fin de que surja en nuestros corazones la alegría, las sonrisas, los proyectos ilusionados, para que la vida se torne más bella, sensible y hermosa. Cuando me abrazas, me siento protegida y querida; cuando me miras, mis ojos pueden ver a través de ti; cuando me hablas, tus palabras saben hacerme comprender y entender todo tipo de complejidad. Te necesito, te siento, te amo. Tu Leyra”.

El bombazo anímico que para Anel supuso la lectura de estas líneas, plenas de amor y sensualmente manuscritas en una cuartilla de color rosa, fue de los que causan impacto. La relación entre ella y Asier había sido aparentemente ejemplar, tal vez algo fría para lo sentimental en algunas ocasiones, debido a las obligaciones profesionales de una persona que tenía que estar de aquí para allá, viajando mucho y llegando a casa en horas tardías, bastante cansado tras una ajetreada jornada. Pero de ahí a imaginarse que su marido, buen padre en sus obligaciones básicas, pudiera estar llevando o interpretando una doble vida, era algo que no se le había podido pasar por la cabeza, incluso en esos tiempos de discusión o enfado a que todos los matrimonios se ven abocados, por la vida relacional que necesariamente han de mantener. Lo que era evidente es que el “bueno” de Asier había mantenido, desde hacía al menos doce meses, un vínculo afectivo, secreto a su conocimiento, con esa otra mujer que sabíí﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ tan  vida, era algo qcoimiento, con esa otra mujer que sabnte es que el bueno de Asier ndo una doble vida, era algo qa expresar tan sensibles y amorosas palabras.

En unos pocos minutos sus sentimientos atravesaron el camino de la sorpresa, la incredulidad, la convicción, el estallido de indignación y rabia, junto al silencio depresivo posterior del rencor. Lágrimas incontenibles recorrieron sus mejillas, durante largos y desdichados minutos.

El sábado por la mañana, después de Reyes, tras dejar en la institución benéfica las cinco voluminosas bolsas que portaba en el maletero, con toda esa ropa y zapatos de Asier, condujo hasta la casa de Norma. La relación con la única hermana de su difunto marido era excelente, pues entre las dos mujeres siempre había existido proximidad, no sólo en el parentesco sino también por la formación y actividad jurídica que ahora ambas ejercían. Norma la esperaba en casa, ya que previamente le había telefoneado al efecto. Las niñas disfrutarían jugando con sus primos, mientras ellas hablaban de un tema que le hacía sentirse profundamente infeliz y desgraciada.

Le hizo a Norma un planteamiento sereno, pero puntual, mostrándole el contenido de esa carta que había quedado olvidada en el bolsillo del blazer azul de Asier. Le extrañó, sobremanera, la falta de mímica o gestos de asombro, por parte de su interlocutora. Pronto entendió la verdad de la situación.

“Es un tema, también para mí, complicado y difícil, querida Anel. Mi primer conocimiento del hecho que me estás confiando fue una tarde, hará unos tres meses, en que los vi, tomando café en el ático aterrazado de ese hotel que mira hacia el puerto. Fue algo ocasional este encuentro, aunque me hizo dudar la actitud de íntima proximidad que ambos mantenían. No me quise acercar a su mesa. Tan ensimismados y acaramelados estaban, que Asier no se dio cuenta de mi presencia. Unos días después, aprovechando que él vino a casa para entregarme un documento de nuestra madre, le comenté dubitativa mi visión de aquel día en la terraza del hotel. Evitó darme datos concretos aunque le vi un tanto confuso y nervioso, cuando le expresaba mi sorpresa por la actitud que ambos estaban manteniendo. Sólo logré sacarle la promesa de que esa situación relacional tendría que encauzarla en uno u otro sentido. Nunca más tuvimos oportunidad de volver sobre este espinoso asunto. He de confesarte que me dispuse a hacerlo en alguna ocasión pero, con franqueza, no sabía si podría arreglar o empeorar una situación que repercutía a varias personas … realmente se trataba de un tema delicado en extremo. Después llegó ese fatal día, que tanto daño nos ha hecho a todos y que tan duro nos está suponiendo poder  sobrellevar”.

Poco a poco, Anel intentó superar este nuevo impacto emocional, también pleno de desasosiego para su vida. De la tal Leyra nada sabía. Salvo el texto de la carta y la fugaz visión que tuvo Norma, aquella tarde en la terraza del hotel. Pero una noche, ordenando y eliminando mucho del papeleo que Asier tenía en sus carpetas, se fijó en los resúmenes de la entidad bancaria donde su marido tenía la cuenta personal, impresos muy bien archivados y conservados. Repasó las anotaciones de los últimos meses, llamándole la atención una cantidad de trescientos euros, que era ingresada cada final de mes, en una cuenta a nombre de Ana F.C. Los ingresos en esa cuenta se hacían siempre a final de la mensualidad y siempre por la misma cantidad.

Con estos escasos datos se acercó a la entidad bancaria, rogándole al interventor si podía aclararle el destino exacto de estas transferencias de capital. Sobre todo, deseaba conocer alguna información más concreta acerca de la persona destinataria “por si era necesario continuar con esa aportación que su marido realizaba, cada uno de los meses”. El empleado del banco, un gestor apoderado muy amable y eficiente, tras consultar en su ordenador, se prestó a realizar una llamada al teléfono de esa persona, llamada Ana, que aparecía en los listados, explicándole la situación planteada por la ahora propietaria de la cartilla. Tras hablar unos minutos con ella, le pasó el móvil a Anel.

“Sí señora, este señor ingresaba en mi cuenta 300 euros cada mes, por unas horas de trabajo que semanalmente yo realizaba en casa de una mujer joven, pero con visibilidad muy limitada. Prácticamente nula.  Yo me encargaba de limpiar, ordenar un poco las habitaciones y, por supuesto, preparar algo de comida para esta pobre chica. Iba dos veces a la semana, durante las mañanas de los lunes y jueves. Pero hace unas semanas, la chica me comentó que nada sabía de su amigo y que ella no me podía seguir pagando. Por eso dejé de trabajar esas horas en su domicilio. Si es algo importante, no me importa darle la dirección donde vive”.

Efectivamente, la tenacidad de Anel fue dando sus frutos. Pudo conocer a una dulce y joven mujer que había aportado a su marido ese sosiego, esa alegría, esa atracción o ese algo que ella no había sabido o podido darle. Leyra había ido reduciendo de manera paulatina su visión, siendo aún muy niña y, en la actualidad, su capacidad para ver el color y forma de los objetos apenas alcanzaba el 12 % y sólo en uno de sus ojos. La triste historia que había detrás de esta joven de veintitrés años hacia que ahora viviera prácticamente sola en un pequeño apartamento, gestionado con la ayuda parroquial y municipal.

La decisión a tomar era, sin duda, más que difícil. Sin embargo, pudo en ella más la generosidad personal de su corazón, sobreponiéndose a la lógica frustración afectiva como evidente esposa engañada. Anel hizo las gestiones necesarias para que Ana continuara apoyando, en esas importantes horas semanales, las necesidades básicas de Leyra. La comprensión solidaria y la generosidad de valores debían estar por encima de cualquier otro tipo de pobreza o rencor. Aun con ese conflicto interior en lo humano, sintió como iba serenamente gozando esa perdida paz espiritual que con tanto ahínco y esfuerzo se esforzaba en recuperar.-
 
José L. Casado Toro (viernes, 10 de Marzo 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga