viernes, 27 de enero de 2012

UN MISTERIOSO PERSONAJE, EN AQUELLA TARDE DE OTOÑO.

Hay historias que parecen increíbles, difíciles de asumir, para la normalidad cotidiana de los hechos que laten a nuestro alrededor. Se hallan reñidas con la lógica o la racionalidad de que somos capaces en conceder. Sólo podríamos aceptarlas, en un porcentaje generoso de credibilidad, dentro del espacio literario, donde la ficción se hace dueña y señora de las confidencias y los comportamientos. O, tal vez, en el ámbito, también creativo, de la cinematografía donde todo, o casi todo, se viste de esa posibilidad cercana, muy próxima, a la realidad. Sin embargo, voy a hacerte partícipe de unos hechos que me fueron dados a conocer, en una tarde con ropajes de otoño. Los conocí y sufrí, a través una persona enigmática, de esas que abundan cercanas a nuestras vivencias. Veamos. ¿No te has sentado nunca en un bar o cafetería y, sin que sepas cómo, un desconocido, que también consumía una infusión o similar, comienza a hablarte, como si te conociera desde toda la vida? Por simple cortesía o educación, haces como si le prestaras atención. Y el improvisado comunicador, ese hombre o mujer al que nunca habías visto hasta ese instante, habla y no acaba. Desgrana palabras y palabras, que nunca encuentran la oportunidad de finalizar.

Narraré la situación. Tras una serie de comentarios, donde se suele echar mano del repertorio climatológico o de alguna circunstancia anecdótica para el momento, a fin de ganar esa cota de confianza relacional para dos personas completamente desconocidas, ese “invitado” o forzado interlocutor entra en materia. Se trata de un hombre que ha vivido muchos almanaques, en la trayectoria de los días. Sin duda alguna, pertenece a ese ejército civil de jubilados, cada vez más nutrido en los ficheros sociales, con mucho tiempo a su disposición. Algo sobrado de kilos, para una anatomía generosa en el buen comer y en el escaso ejercitar. Me llamó la atención la intensidad de sus ojos saltones e inquisidores, tras una gafas plateadas, con vidrios u orgánicos de varias dioptrías. Por el descuido de su bien conservada dentadura, junto a unos dedos de su derecha virados para el amarillo anaranjado, deduzco que es fumador empedernido. En dos ocasiones, esos golpes de tos traicionera, corroboraron mi apreciación de su evidente dependencia al tabaco. Ramón, era su nombre. Al rato, me sentí obligado a corresponderle con el mío, aunque percibí que le interesaba bien poco esta concreción identificativa.

Este hombre quería hablar. Necesitaba compartir las palabras. A poco de avanzar los minutos, pasó directamente al tuteo. Se sentía mayor que yo, no sólo en edad, sino también en esa experiencia cursada a través de una escuela llamada vida. “Te voy a contar algo que difícilmente vas a creer. Pero aunque no sea verosímil, ha ocurrido. Y muy cerca de mí. Traga saliva, porque el tema va a ser, es, muy gordo. Se trata de un vecino que vive en mi bloque. Su matrimonio hizo aguas, tras unos siete u ocho años de ambos soportarse. Tuvo que volver a casa de sus padres, ya muy mayores, dos plantas más abajo de mi piso. Es una persona algo reservada, salvo una noche, de esas en que el verano invita a salir del horno casero. Me lo encontré sentado en uno de los bancos que adornan el jardín de nuestra urbanización. Mi relación con él, hasta ese momento, había sido la correcta entre convecinos. Saludos amables y poco más. Pero aquella madrugada (el reloj marcaba veinte minutos para las tres nocturna) le observé con el rostro sudoroso y algo desencajado. Al preguntarle qué le ocurría, se echó las manos a la cara. Probablemente, jugaba ya con la emoción de las lágrimas que se generan por el descontrol de los sentimientos. Me confesó que, desde muy joven, siendo aún adolescente, siempre había gozado de una rara habilidad para calcular, averiguar y acertar datos y hechos, infrecuentes para el común de las personas. Sin conceder mayor importancia a esa capacidad, fue dejando pasar el tiempo aunque comprobaba que ese curioso sentido mental iba potenciando la exactitud de su “prestación”. Apliquemos esa utilitaria denominación. Para que te hagas una idea, se equivocaba muy raras veces con la edad exacta de las personas, concretaba muy puntualmente la hora (sin mirar el reloj) resolvía operaciones aritméticas, más o menos complejas, sin utilizar bolígrafo o calculadora alguna e, incluso (esto ya es menos comprensible) presentía cuándo estaban marcando el número de su teléfono, antes de que sonase la llamada en su móvil. Me narró estos ejemplos, a modo de orientación, para prepararme a fin de compartir conmigo el importante motivo de su actual desconsuelo. No te he dicho que mi vecino trabaja como programador informático, en una empresa del Parque Tecnológico de Málaga. Bueno, lo grave de la situación, le sobrevino hace unos meses. No de una manera continuada, sino en determinados momentos, que han ido desestabilizando y sembrando en él una profunda inquietud”. Ramón frenó, por un instante el devenir de sus palabras y apuró, con un largo sorbo, el contenido que aún restaba en su taza de café, bien cargado por el aroma penetrante y más que agradable que difundía.

“Te comentaba que desde hace unos meses, probablemente casi un año, esas habilidades ocultas que atesora, han llegado a un nivel peligroso, inquietante y terrible para su sosiego. Tiene momentos en que conoce, si no de una manera textual, aquello que realmente está pensando algunas de las personas que tiene delante suya. Parece como si hiciera una lectura conceptual o semántica de lo que tiene “in mente” su interlocutor. Este hombre, un tanto desesperado en la orfandad de la noche, me indicaba que cuando esa “prestación” o capacidad le sobreviene, se sume en el horror de conocer la verdadera realidad de lo que esa otra persona siente y piensa. No sólo soporta, con el pánico subsiguiente, la profanación de la intimidad de su interlocutor, sino que llega a su conocimiento la consideración exacta y puntual de lo que éste piensa sobre él. Y tiene que realizar el esfuerzo, infinito, de disimular y seguir en un plano social de corrección con unas dimensiones que no son las exactas. Eso que le ocurre, eso de averiguar lo que está pensando el otro, incrementa hasta la desesperación, su desestabilización y angustia. Cada vez se siente más desesperado, pues esa oportunidad de intuitiva lucidez, o inexplicable capacidad, incrementan su nivel de frecuencia en la normalidad relacional de cada uno de los días. Verdaderamente esta persona está destrozada, pues esa terrible experiencia le ha llegado a transparentar la verdadera intimidad de familiares, amigos y conocidos, siendo su persona el centro de esas exactas percepciones en sus interlocutores. Terrible. Verdaderamente horroroso, de verdad”.

Llegados a este punto, no salía de mi asombro. La historia de que me había hecho partícipe mi ocasional compañero de barra, en esa céntrica cafetería, tenía elementos, determinados planos de otra dimensión, para la lógica incredulidad. Pero, al tiempo, la convicción de que era capaz de aplicar Ramón, a sus palabras, conseguía despertar en mí algo o mucho de credulidad. De una nerviosa fe en sus palabras. ¿Y no ha consultado con un especialista en parapsicología o, incluso, a un psiquiatra, esta complicada capacidad que le ha sobrevenido? Acerté a responderle. “No se atreve. Teme que vayan a tildarle de loco, paranoico o algo así. Es algo que lleva muy adentro, sufriéndolo en su íntima soledad y que, sólo esa noche del terral veraniego, aquí en el sur, quiso compartirla con un vecino de bloque. Sin saber exactamente el por qué. Me di cuenta de lo que había de cierto en su confesión, cuando a veces me sonreía o movía la cabeza, en lo afirmativo o negativo, dándome a entender que estaba “leyendo” lo que yo pensaba, sin articular palabra alguna desde mi boca. ¿A que nunca te habían narrado algo así?”

Me despedí cordialmente de aquel hombre, que tanto se afanaba en comunicar y distraer. Me había hecho pasar unos minutos intensamente curiosos durante ese tiempo del café o merienda por la tarde. Realmente su relato, al margen de creérmelo o no, era apasionante, como argumento literario o cinematográfico. ¿Cómo podría sentirse una persona que pudiera entender o “leer” los pensamientos ocultos en la mente de los demás? Desde luego, no envidiaría a quien fuera depositario de este don o facultad. Desde luego, paranormal. Esa persona, ese ser tristemente privilegiado en su capacidad, estaría hurgando y hurtando en lo más íntimo y privativo de aquéllos que comparten con nosotros la normalidad relacional. Sería de locos, por supuesto. Hablar con un miembro de tu propia familia, con un amigo o compañero de trabajo, conociendo lo que opina realmente acerca del contenido que se dialoga, o la apreciación o valoración exacta que mereces ante el mismo….. te haría al tiempo un ser privilegiado pero, también, muy desgraciado, ya que, sin pretenderlo, estarías a una de esas leyes de lo natural e inalienable. El derecho a tu propia privacidad e intimidad, ante los demás. Camino ya de casa, tras una tarde que había sido diferente, especialmente intensa, por el diálogo y confidencias de mi improvisado interlocutor, razoné que ese rato de la merienda había estado amenizada por uno de tantos charlatanes solitarios que pululan por nuestro entorno. Esa fauna urbana, individual o colectiva, de la que todos formamos parte, con unos porcentajes desiguales de protagonismo y significación. Un tipo curioso, muy especial, este Ramón, con quien el azar me había hecho coincidir.

Aquella noche no podía conciliar el sueño. Le daba vueltas y más vueltas a la cabeza, acerca de estos dos curiosos personajes. Ramón, el imprevisto comunicador. Y la intriga, de naturaleza increíble o sobrenatural, en su misterioso vecino. Posiblemente, pensé, todo ha sido una invención arbitrada por un charlatán que necesita de un público, colectivo o individual, que atienda a la creatividad de sus historias. Pero, de un sobresalto, me desperté, tras haberme quedado dormido. El móvil estaba sonando, como “truenan” los teléfonos en el silencio de la madrugada. Encendí la luz y el reloj marcaba las dos y cuarenta minutos. La pantalla del portátil marcaba “número oculto” o no identificado. Temía atender la llamada, en una hora normalmente propicia para las malas noticias. Dejé que el timbre callase en su insistencia. Pues, inevitablemente, estaba pensando, y temiendo, en esa historia callejera, de un viernes por la tarde. Pasados unos minutos, lo que era previsible. El móvil volvió a sonar. Con voz, un tanto entrecortada, solo dije, aún presintiendo o imaginando quien estaba al otro lado de la línea, ¿quién es? “No soy un charlatán. No me he inventado ninguna historia. He “leído” casi todo lo que estabas pensando. Incluso esa llamada que pensabas hacer a tu mujer, poco antes de despedirnos. La historia de mi vecino es…. ficticia, por supuesto. Pero quiero que sepas que hay personas que tenemos esta capacidad. Te aseguro que no se la deseo a nadie. Más que una cualidad, es una desgracia. Terrible, diabólica, con que la naturaleza nos ha dotado. Pero es así. Y es verdad su existencia. Ah, y no te preocupes más. Trata de olvidar lo esta tarde. Te prometo que no te voy a molestar más. Sólo agradecer tu paciencia y generosidad para escucharme. Yo tampoco podía descansar. Pero tú debes hacerlo. Mañana, a las doce, tienes una entrevista importante ¿verdad? Tu jefe se llama igual que yo ¿a que sí? ………… Buenas noches”.

José L. Casado Toro (viernes 27 Enero 2012)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

viernes, 20 de enero de 2012

POR EL JARDÍN SOLEADO DE LAS ILUSIONES FALLIDAS.

Es frecuente plantear, en el ágil diálogo que mantenemos con los niños pequeños, esa agradable pregunta de ¿Y tú qué quieres ser, cuando seas mayor? Normalmente, sus respuestas se ven adornadas de simpáticas ocurrencias, producto, sin duda, de la sinceridad de que suelen hacer gala en estas edades, tiempos óptimos para la transparencia. Ya resulta más complicado mantener esa línea de diálogo cuando solemos añadir, a nuestro primer interrogante ¿Y por qué quieres ser…….? Nos responden con esas limpias sonrisas, encogimiento de hombros o esa frase, monumento a la evidencia, de “porque me gusta”. Sí, también el escritor tiene que “bañarse” en ese ilusionado lago para los lejanos deseos y confesar algunas de sus respuestas, insertas en el recuerdo. ¡Quiero ser bombero! También, aquello de ¡voy a ser alcalde! Cosas de niños. Nunca supe el porqué de estas preferencias. Acabé eligiendo la maravillosa actividad de profesor, dedicación que, a pesar de mi reciente paso a la reserva activa, en el apropiado lenguaje castrense, nunca quiero, ni pienso, abandonar.

¿Y si preguntáramos, a personas de nuestro entorno, si se encuentran satisfechas con la profesión que desempeñan? Probablemente, habría de todo en las respuestas, al margen de los niveles de sinceridad de que solemos hacer gala en nuestras manifestaciones. De todas formas, considero que en el fondo de cada ser, de cada mujer y de cada hombre, existe una preciada intimidad que esconde aquella actividad o profesión que les habría agradado realmente desempeñar, en alguna fase o para toda su vida. Mil y una circunstancias, con ese lenguaje proclive a la exageración, les ha impedido, no nos ha hecho posible, realizar ese objetivo que subyace en el fondo del corazón y de la conciencia que nos preside. Es humano entender que hacer siempre lo mismo, durante esas tres largas décadas de vida laboral, puede llegar a cansar. Especialmente, en aquellas profesiones en que la creatividad, y la realización personal, no resulta fácil llevar a cabo. Parece más que evidente que muchas personas, que trabajan en el entorno de nuestras vivencias, no se encuentran felices con aquello que hacen, laboralmente, día tras día. Sus rostros, sus gestos, sus comportamientos y actitudes, difícilmente puede disimular la frustración y el desencanto que soportan en el desempeño de su profesión. Por el contrario hay otras personas que parecen más complacidas y equilibradas, en el quehacer de cada jornada profesional. Lo percibimos a diario, ya sea en el gran centro comercial, en los servicios públicos o en el taller y en la fábrica. La forma cómo se te atiende, la delicadeza y agrado en las palabras que recibes, la diligencia y el buen hacer en aquello que necesitas, son pruebas más que fehacientes del grado de satisfacción que atesoran, en su imagen, aquéllos a los que has demandado una “respuesta” profesional. La percepción que obtenemos, en el deambular cotidiano de lo relacional, es que son más los insatisfechos y defraudados, sobre aquéllos que se sienten felices desempeñando aquella actividad que, más o menos libremente, han elegido para su vida.

Son las 19,30 de una tarde en invierno, con el tiempo adornado de primavera. Cosas de la meteorología, que altera el ciclo climático usual por estas fechas de enero. Sentados en torno a una mesa, Javier y Paula, junto a Julia y Félix, meriendan saboreando un aromático té. Se han citado, como otras tardes, tras las clases matinales en la facultad de Económicas, en esa céntrica tetería ubicada frente a la Iglesia de san Agustín, muy próxima al Museo Picasso y al crucero de nuestra Catedral. Los dos primeros forman pareja estable, desde hace unos meses. Los cuatro son compañeros de clase, en el penúltimo curso del grado (o licenciatura) que eligieron, una vez superada la Educación o formación Secundaria. Salvo Julia, no son alumnos brillantes, aunque todos van superando los cursos, con sus créditos correspondientes, a la llegada del solsticio en cada verano. En ese atardecer de un jueves cromado y bullicioso, por las calles del centro, inundadas de turismo, tiempo libre y jóvenes universitarios, comentan los avatares docentes de esta semana, cercana ya a los “temibles” exámenes de febrero, cuando habrá que potenciar el sacrificio de horas y veladas nocturnas para el estudio.

Entre los chascarrillos del día, un simpático tema se pone sobre la mesa, para el jugoso diálogo de la velada. ¿Qué os parece si comentamos acerca de en qué nos gustaría trabajar, si no nos hubiéramos matriculado en Ciencias Económicas? La idea de se le ha ocurrido a Paula, morena, de ojos castaños y de simpatía reconocida. Posee un temperamento vitalista, positivo y optimista ante la vida. Javier se siente muy feliz, ante el tesoro que tiene por compañera. Es precisamente ella quien inicia la explicación de sus preferencias, en el terreno imaginado que se debate. “Os confieso que siempre me hubiera gustado tener una linda floristería. Eso de estar rodeada de flores, con todos los colores y aromas que la naturaleza sabe crear, es algo que me hace soñar y sonreír. Preparar con esmero y enviar un ramo de rosas a una dirección, donde alguien va a recibir ese mensaje de amor, con palabras que rebosan cariño, debe ser de lo más gratificante que una persona pueda sentir y gozar. Elegir las flores más apropiadas para adornar una capilla donde dos enamorados van a contraer matrimonio o enriquecer ese cumpleaños u onomástica de alguien, para un día tan señalado en su vida, representa una dedicación profesional admirablemente compensada. Y no me refiero a lo económico, sino al símbolo anímico que representa. Incluso, es una bella forma de poner algo de belleza y un mucho de cariño, cuando esas flores van a acompañar a un alma en su último viaje, al cielo de los justos”. Los tres amigos escuchan, con atención y admiración, las hermosas palabras que Paula ha sabido, una vez más, regalarles. Verdaderamente, esta joven mujer es un encanto de persona.

Ahora, tras apreciar el grato aroma de esa infusión de rooibos, mediante un intenso sorbo de su taza, es Félix quien interviene. “Pues a mí me gustaría montar una librería. ¿Qué producto más sublime puede haber en el mercado como un libro? No lo veáis en clave económica. Bueno, va a ser nuestra profesión en el futuro. Yo lo que aprecio es ese sentimiento o deseo de vivir rodeado de cultura, de aventuras, de historias y ensayos…. Y no como en una biblioteca, donde debe reinar la acústica de los silencios, para respetar la concentración de cada uno de los que a ella acuden, para estudiar, para leer o consultar. En una librería yo tendría , de manera continua, una dulce música de fondo, que ilusionara los oídos, tal y como las letras impresas, en las hojas de los libros, entusiasman los ojos de los lectores, ansiosos de comunicar con sus autores. Habría juegos de luces, que reflejarían amaneceres y atardeceres. También, macetones de naturaleza, con esas flores que adornan, acompañan y sugieren. Organizaría un salón (en función del espacio disponible) para que cada día, o cada semana, un autor, famoso o poco conocido, hablara, explicara, compartiera con los lectores, sus ilusiones, su imaginación, su realidad y ese pensamiento oculto que tan celosamente guarda y entrega aquél que edifica con las palabras. Con los susurros. Con las miradas. Sí, me veréis un tanto idealista, romántico o constructor de sueños. Pero yo soy el mismo que, en la semana que viene, tengo un examen de contabilidad. Y lo voy a “empollar” como un poseso. Pero en mis ratitos de oxígeno liberador…. pienso en esa librería que tendría nombre de mar y apellidos de naturaleza”. Los tres compañeros de Félix se han quedado como mudos. No esperaban que el desenfado superficial y habitual de este “compa” pudiera esconder esa hermosa sensibilidad que, en esta tarde de té y amistad, les ha desvelado.

Javi, un mocetón rubio y de ojos azules y cuerpo de atleta (forma parte de un equipo de baloncesto, en la UMA). Posee antecedentes familiares en la Germania. Un bisabuelo materno, que emigró a Núremberg hace muchos años, tras el amor de juventud por una bella trapecista, a la que conoció….. bueno, esa es otra historia, ha generado en su cuerpo una serie de rasgos que hoy le identifican en el suspiro de no pocas compañeras de aula. “De verdad, a mi lo que me hubiera gustado es estudiar náutica. Ser un buen navegante por esos mares que encierran y arropan a los continentes y sus islas. Nunca he tenido en mis manos el timón de un barco. A lo más que he llegado es a templar los remos, en una de esas barquitas del Retiro madrileño. Pero me imagino vistiendo ese elegante uniforme azul, con galones dorados, y con esa gorra de capitán que conduce su nave por los mares de la aventura y el oleaje, de puerto en puerto, de amor en amor. Sé que estáis pensando en Ulises, y en su vuelta a la isla de Ítaca. Al final, sabría encontrar la divinal figura de mi fiel Penélope, en una épica que se torna lírica en los anaqueles de la imaginación. Un atardecer, como el de hoy, en pleno alta mar, con esos colores anaranjados, rojos y azules, dibujados con la paleta mágica para el lienzo inmaculado de nuestra vista…. tiene que ser una verdadera gozada. Sin embargo, la presión de mis padres pudo más. Me hubiera gustado ser marino y sé que terminaré en una ventanilla bancaria, mirando los pixels cromatizados no de un amanecer, en el horizonte mediterráneo, sino de una página Web por mercado interbancario. Perdonadme, pero es que se me enfría este chocolate con canela, al que estoy enganchado desde hace tiempo”. Al finalizar sus confidencias íntimas, cada uno de los cuatro amigos, todos silencian sus comentarios al respecto. Son esas mudas reflexiones que bullen, a buen seguro, por los espacios cerebrales, con unos latidos cardiacos más intensos que de costumbre.

¡Venga Julia, te has quedado para el final! Seguro que tienes algo bueno que confiarnos para tus deseos ocultos. Sonríe. Remueve el aromático té que reposa en su pequeña taza. Comienza a dibujar sus palabras, con parsimonia y ensueño. Veintidós abriles la contemplan. Morena, delgada, con ojos plenos de bondad y entrega. Constante y trabajadora en sus obligaciones, aparentemente silenciosa, locuaz cuando la confianza templa su interés por comunicar y agradar, así es ella. “Ya conocéis mi interés por todo lo que tenga sabor a cine. A mí me agradaría ser la propietaria de un cine, con dos salas para la proyección. En una de éstas, se verían películas sólo españolas. Actuales o de algunos años para atrás. Cintas que no han podido entrar en los circuitos de distribución o que apenas han permanecido en cartelera una semana o poco más. Incluso aquellas que no se han proyectado en Málaga, ya que sólo los madrileños han tenido la oportunidad de conocer su existencia. Para los viernes, primer día en su estreno, invitaría a sus directores, a fin de que dialogaran un rato con el público, en esa sesión de las ocho de la tarde, que sería la última en el día. Ah, en la otra sala, habría una proyección continua de grandes obras del cine mundial, procedentes de los países europeos, de Asia y África, de la América de habla hispana. También las brasileñas…. Jubilados y pensionistas pagarían por sus entradas sólo el coste de un billete de autobús. Y cada sábado, en la mañana, dos colegios malagueños podrían ocupar las cuatrocientas localidades que sumarían ambas salas. Junta y Ayuntamiento colaborarían, con alguna aportación económica, para esta dinámica política de acción social y educativa. ¡Bueno, ya sé lo que estáis pensando! Pues no os equivocáis. ¡Claro que me hubiera gustado estudiar para actriz! Pero de aquí a nada, me veo preparando oposiciones para ocupar plaza en algún organismo de la Administración. Dice mi compa (hoy no ha podido venir con nosotros) que tengo muchos pájaros en la cabeza. Tal vez tenga razón, pero es que estoy hasta el gorro de tantos trabajos, proyectos, supuestos y exámenes, como los que vamos a tener durante el mes próximo. Aunque el corazón vaya por esas ilusiones, la racionalidad me pide aprobar los cursos, acabar la carrera y después, Dios dirá……”

Paula, Javier, Félix y Julia. Buena y sana gente, para este mundo desorientado en tiempos oscuros. De aquí a un año, habrán de enfrentarse con la necesidad de dar sentido a una carrera, a unos estudios, cuyo destino cada vez posee menos significado en comparación con sus ilusiones ocultas. La tarde les ha sincerado en la comunicación de su amistad. Quise invitarles a esa merienda (hubo también dulces “árabes”) para gozar con su sinceridad. Y, tras despedirme de todos ellos, Julia me acompañó a la puerta del establecimiento. ¿De verdad….. vas a escribir sobre nosotros? Para mí fue una tarde plena de verdad, honradez y confianza. Me sentía feliz y preocupado al tiempo. Habrían de finalizar sus estudios. La racionalidad así lo aconseja. Pero nunca deberían renunciar a esa luz que vitaliza sus verdaderas ilusiones. Ese faro o guía que permite ver el camino en medio de la oscuridad. Aún están a tiempo. Ese tiempo fugaz, para su fiel y valiente realización, aún les espera.

José L. Casado Toro (viernes 20 enero 2012)

Profesor

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viernes, 13 de enero de 2012

VOCES PARA EL SILENCIO. EL SONIDO EN EL CINE.

THE ARTIST, es el título. Debo recomendarte asistir, a una de las salas cinematográficas donde tiene lugar su proyección. Y no resulta fácil, en principio, aconsejarte en este sentido. Una película, que no procede de la cuidada maquinaria industrial de Hollywood. Es muda, en su acústica física. Ofrece toda fotografía en blanco y negro. Y el formato de pantalla corresponde a un, obsoleto en el tiempo, 4:3. Ambientada, con todo lujo de detalles, entre los años 1927 y 1932. Eso sí, luciendo una amplia serie de galardones (como por ejemplo, el premio al mejor actor, en el último Festival de Cannes, 2011). Con esos contrastados ingredientes básicos, soporta una cierta debilidad frente a otras superproducciones que lideran la cartelera de casi todas nuestras ciudades. Y, sin embargo, deseo aportar y compartir algunos elementos (narrativos, técnicos y sentimentales) a fin de que, optar por su visionado, te resulte de lo más interesante y enriquecedor. Especialmente, si eres un buen aficionado a la magia embriagadora del cine. Siempre…. Cine.

Se trata de una película de nacionalidad francesa, estrenada a finales de 2011. Está dirigida por Michel Hazanavicius (París, 1967) que también ejerce como actor y guionista en otros trabajos cinematográficos. Su metraje alcanza los 100 minutos y está interpretada, entre otros buenos actores, por Jean Dujardin (Rueil Mal Maison, 1972) y Berenice Bejo (Buenos Aires, 1976) esposa, en la vida real, del director de la cinta. Pertenece a un género melodramático en el que se exponen, básicamente, vivencias del cine dentro del cine.

¿Cuál es, a grandes rasgos, LA TRAMA ARGUMENTAL que se nos narra?

Año 1927, en Hollywood. George Valentin es una gran estrella del cine mudo. Con grandes dotes interpretativas posee, fuera de la pantalla,un carácter abierto, jovial y dinámico, pleno de simpatía. Pero, tras una serie de experiencias, ese mismo año se estrena la primera cinta con sonido incorporado en el celuloide (The jazz Singer, El cantante de jazz, dirigida por Aland Crosland). Esta técnica revoluciona la propia esencia del cine donde, hasta ese momento, una orquesta acompañaba a la proyección, a fin de enriquecer la imagen ofrecida en pantalla, además de algunos rótulos intercalados para la lectura explicativa del espectador. No todas las estrellas del cine mudo o silente saben, pueden o desean incorporarse a esta nueva dimensión sonora, que hace más real e inteligible lo visionado por el espectador. Ahí surge el gran drama de George (recordamos, en este momento, el patético caso del gran actor Buster Keaton, Kansas 1895-1966) que va quedando relegado al olvido de los espectadores, ante su orgullosa rebeldía para incorporarse a los nuevos tiempos de la técnica. Por el contrario, una joven y bella artista, que actuaba de simple extra en sus películas, Peppy Miller, pasa, desde el anonimato popular, a ocupar el liderato en las luminosas carteleras de los cines. El auge económico, social e interpretativo de Peppy, se va contraponiendo a la decadencia, autodestrucción y ruina de George, en una serie de secuencias, verdaderamente ilustrativas, ambientadas durante los primeros años de la Gran Depresión, iniciada en 1929. Sin embargo, el agradecimiento, la fidelidad, la admiración y el profundo amor que Peppy ha sentido siempre, desde su primer encuentro en los platós, por George, logra salvar y rescatar, para el cine, a una gran estrella que se había eclipsado y nublado, de manera penosa, ante el empuje inexorable de la tecnología aplicada al “séptimo arte”.

Principales VALORES Y ELEMENTOS A DESTACAR.

1. SONIDO Y FOTOGRAFÍA. Como ya se ha comentado, se fidelizan las primeras décadas del cine mudo, sólo con un grato y rítmico fondo musical que, de manera continua, nos acompaña e introduce en las diversas escenas. Evidentemente, la riqueza acústica y conceptual de esta recreación fílmica se halla en la plasticidad de la mímica, desarrollada magistralmente en las miradas, gestos y actitudes corporales, interpretados por los dos principales protagonistas de la historia. Se intercalan, al igual queen los cines de aquella época dorada, breves textos explicativos que, en realidad, se hacen innecesarios ante la perfecta convicción gestual de los actores. Se nos regalan, también, algunos sonidos puntuales de objetos, a fin de hacernos comprender cómo llegarían a los oídos de aquellos espectadores asombrados, a finales de los años veinte, ante la nueva dimensión sonora que estaban viendo nacer para la pantalla. Merece elogiarse la belleza de una fotografía en blanco y negro, con un gradiente en grises, verdaderamente atrayente y sugestivo, para ese cuadrante del 4:3 con que se respetan las medidas visuales habilitadas en el cine de aquellos años. Personalmente, esa fotografía no la cambiaría por el mejor technicolor, especialmente para una película que pretende ser documento fiel de la cronología que representa.

2. INTERPRETACIÓN. Dujardin da vida a George, estrella prestigiosa y carismática de la pantalla. Simpático, enamoradizo, de gran autoestima y autosuficiencia para ese trabajo que es toda su vida. Pero su vida conyugal hace aguas, camino inevitable de la disolución. La prensa ha publicado en primera plana una información en la que él aparece junto a Peppy, bajo el título Who´s that girl? Preguntándose “quién es esa chica” que despierta la cálida mirada del artista, sonriendo amorosamente a una bella joven que trabaja con él en los platós. La recriminación de su elegante y bella esposa es respondida con una infantil interpretación de su marido, que reclama su comprensión o perdón. Esos momentos de euforia profesional, contrastan con la decadencia y el olvido de un público que exige la nueva dimensión acústica, cuando acude a la sala de proyección. El irrefrenable crepúsculo del dios de la pantalla, le lleva a la cruda pobreza (analícense las escenas de la subasta que hacen de sus pertenencias, su diálogo mímico con el dueño de la casa de empeños o la destrucción e incendio que realiza de los rollos de celuloide, con sus películas para los momentos de gloria interpretativa). El contraste interpretativo, para los tiempos de euforia y pobreza, es plenamente convincente. Por su parte la bien parecida B. Bejo, con ese lunar que George le dibuja sobre su labio superior, realiza una buena escenificación acerca de una joven artista que trata de arrancar en el mundo cinematográfico y que, desde un primer momento, siente profunda admiración y respeto por el prestigioso actor. Cuando cambian las cotas de la popularidad, es ella quien sabe ayudar a su gran artista y mecenas, caído en el fango de la indiferencia y la autodestrucción. Con su nuevo status social, sabe recuperar para el cine al que, además de su gran maestro es el gran y verdadero amor en su vida. El rostro de Berenice Bejo me recuerda algunos rasgos faciales de aquella inolvidable y añorada actriz, llamada Natalie Wood (San Francisco, 1938-1981).

3. EL PERRITO DE GEORGE. Hay que dedicar unas afectivas líneas para resaltar la asombrosa actuación de un pequeño animal, con dotes de actor. El mimetismo que realiza, sobre los gestos y actitudes de su amo, tiene un gran mérito. La búsqueda que hace de un policía, para “convencerle” de que su amo está en un grave peligro, merecería que se le otorgara un premio interpretativo. Tiene muchos minutos, junto a Georges, en pantalla. Tiempo que se agradece, pues dota a la narración con ese lustre de nobleza, simpatía y habilidad, impropia en un perrito de tan pequeña anatomía pero con tanta destreza en sus movimientos y posturas ante la cámara. En la vida real, es conocido como UGGIE.

4. AMBIENTACIÓN. Es uno de los aspectos que más han de apreciarse, durante el tempo narrativo de lo visual. Se recrea, con todos lujos de detalles, el Hollywood de una época dorada. Los micrófonos, los aviones, las cámaras fotográficas, la máquina de escribir, los textos explicativos que facilitan la comprensión, la nutrida orquesta acompañando las imágenes de la proyección, los ángulos perdidos del cuadrante 4:3, todo el cuidado atrezo del vestuario, vinculado a esos ya degradados, por la crisis económica, años veinte….. son elementos testimoniales que nos trasladan, con exactitud verosímil, a una determinada época. Aquella que soporta y sustenta la narrativa, social y personal, contada con gran pureza ilustrativa.

5. OTROS VALORES. Como creo ya haber expresado, el espectador no echa en falta la ausencia acústica de las palabras, pues cuenta con la grandeza conceptual y convincente de la mímica y la gesticulación necesaria de los actores. Sería injusto no destacar, también, la buena lectura que realizan de sus personajes, el elegante y paternal mayordomo de George, así como la fuerza profesional y empresarial del productor de los estudiosKinograph, ante los nuevos avances tecnológicos puestos a disposición del cine. Películas de esta categoría, interpretativa y documental, deben ser visionadas por todos los públicos. Pero, de manera especial, por los más jóvenes aficionados, a fin de que aprendan a leer en pantalla un sutil alimento cultural para nutrir su memoria. La transición de una época a otra, junto a los cambios provocados por el avance continuo de la investigación, puesto en ayuda de todos los elementos que conforman el organigrama social, resulta de inestimable utilidad, para estos convulsos tiempos que vivimos. Tiempos para la renovación y el cambio continuo. Pero sin traicionar y olvidar las raíces en que éste se sustenta y fortalece. El orgullo y la intransigencia de lo inamovible han de dar paso a la humildad constructiva de la transformación y la modernización, para un mañana que, inevitablemente, ha de ser diferente. Éste es uno de los principales mensajes que nos trasmite su director. Vayan a ver, a pensar y a disfrutar, esta joya de película. THE ARTIST. A no dudar, que lo van a agradecer.

José L. Casado Toro (viernes 13 enero 2012)

Profesor

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viernes, 6 de enero de 2012

LA NOCHE MÁGICA DE LOS JUGUETES. CUANDO LA ILUSIÓN SE HACE REALIDAD.

Posiblemente sea ésta la Noche, que despierta más ilusión, entre todas las del año. Son esas horas, previas al descanso reparador de cada día, cuando el cielo se cubre con un manto de terciopelo azul oscuro, que sólo logra atravesar el brillo blanco de las estrellas. Y todos los niños, chicos o mayores, creen en el milagro de ese regalo, misterio que se hace magia en la mañana del seis de enero, para asombro de sueños y sonrisas. Y es que hay que ser niño para creerlo, sin importar la edad u otros datos insertos en cada biografía particular. Añorada infancia, para creer que la magia es posible en la realidad de nuestros deseos. Anhelos transparentes y sinceros, en la espera del Día de la Gran Ilusión. Nadie olvidará ese sentimiento indescriptible, de nerviosa confianza en la Noche de Reyes, cuando se era niño por la edad o ahora mismo en que la infancia vuelve a nacer en tu corazón. Pero ¡silencio, hay que cerrar los ojos, hay que conciliar el sueño, pues esa magia del juguete se ha de hacer realidad! Junto al árbol navideño, cerca del Nacimiento o en ese rincón de todas las chimeneas, donde unos zapatos, caminantes por mil y un lugares, también reclaman el indescriptible placer de jugar.

Desde siempre me han entusiasmado aquellas tiendas, plenas de colorido y alegría, donde sólo había juguetes. ¿Recuerdan, aquí en Málaga, la de Carrión, en el Pasaje de los Mártires? En diciembre o en Primavera, no importa la fecha, porque su mercancía siempre estaba al margen, afortunadamente, de lo temporal. ¿Hay un día o una hora, señalada para jugar? No la hay, no la debe haber. No la habrá. Estas tiendas ofrecen, tras sus atrayentes escaparates, cientos de recursos para despertar la creatividad, para alimentar la ilusión. Dentro o fuera de casa, en jardines y plazuelas, en cualquier espacio donde tu imaginación te haga creer que ese tren viajero es verdadero, que esa muñeca, de mirada bondadosa, es amiga y compañera o que en este libro, que narra aventuras y misterios, a poco que lo intentes, tu serás el valiente protagonista de la trama, para orgullo merecido de tu creatividad. Pero esas jugueterías, paraísos de colores y otras muchas vidas, van desapareciendo, sin embargo, de nuestras ciudades u aldeas. Ahora son la grandes superficies comerciales las que compiten, en temporada, ofertando variados y atrayentes incentivos para la compra. La inversión que realizan, en esta lúdica mercancía, no tolera el guardarla o almacenarla para la siguiente anualidad. Y golosamente te ofrecen el dos por uno, o el tres por dos. O te facilitan un vale por valor del cincuenta por ciento del pago, que has realizado en juguetes para que, a partir del siete de Enero, puedas aplicarlo en la adquisición de cualquier artículo ofertado en el resto de la macro tienda o Gran Área Comercial. Pero nunca será igual la experiencia de gozar en una tienda donde sólo hay juguetes, de toda clase o naturaleza, porque en ese corto espacio disponible sólo reinan los apetecibles juguetes. Nada de alimentos, menajes u otra perfumería. Son juegos, plenos de colorido y sonrisas, que ayudan a creer y a imaginar. ¡Menudo tesoro para nuestras vidas!

¿Hablan, ríen, hacen travesuras, toman vida o cuerpo, en este marco de lo terrenal? Sin duda, estás en lo cierto para lo afirmativo. Y lo vas a comprobar a través de este breve relato que me dispongo a narrar. ¿Alguien ha de dudar en que los juguetes toman vida, cada una de las noches, cuando la tienda es cerrada y comienza su alegre y desbordante deambular? Los hay de todas las formas y colores, con lindas caras y atrevidos mecanismos, pero con esa noble misión de ayudarnos a estar menos solos, de colaborar generosamente para el bien soñar. Aquí tenemos un oso peluche, bien grandote en su forma, pero suave al tacto cariñoso de todo aquél que lo quiera acariciar. Comenta, con una frágil muñeca de trapo y goma plástica, de ojos atrevidos y atractiva sonrisa, su deseo de formar parte de una familia donde un niño amigo sepa bien tratarlo. Será su compañero inolvidable, para esos dulces ratos de amistad. Y esa bicicleta de manillares curvados y ruedas aceleradas, para visitar todos los lugares en que la prudencia y el cuidado de unos padres responsables te permitan disfrutar. Esa bici también reclama un dueño habilidoso, pues ella siempre está dispuesta a rodar y correr, para el pronto y seguro llegar. Y ese fuerte de maderas empalizadas, donde los uniformados soldados defienden el territorio del ataque rival. Son figuritas de goma coloreada que practican la vigilancia en torretas y pasillos almenados, pues en cualquier momento el combate puede dar comienzo. Hay que estar bien preparados para ese cuerpo a cuerpo en que unas manos de niño les ayuda en su desplazamiento, para el bien jugar. Y ahora resulta que ese balón de reglamento tiene ojos y nariz, en su cara golpeada con gusto pues no le duele. Su misión es rodar y rodar, pues el niño, al chutar y jugar hace ejercicio, ayudándole a crecer en su humanidad. ¿Recuerdas aquel Mecano, con el que te convertías en un jovencísimo ingeniero de pantalones cortos?

Cuando la tienda cierra sus persianas, el bullicio allí es para no contar. Trenes de vagones viajeros, que visitan otras tantas estaciones donde alguien espera junto a las vías a sus amigos o familiares. Para abrazarles y darles una bienvenida cariñosa, plena de hospitalidad. Y también alardea, el sabiondo de la casa, de sus conocimientos y estrategias, pues es la única forma posible para ganar su partida a las figuras contrarias. Ajedrez, para un combate en que el rey y la reina, se ayudan de hábiles y versátiles colaboradores, peones y caballos en el fragor de la batalla, mientras el alfiz vigila desde la torre ese cuadrante blanco y negro donde la inteligencia controla la oportunidad. Esos juguetes también cenan y desayunan, antes de que el dueño de la tienda vuelva a la misma para ofrecer su valiosa mercancía al viandante que, a buen seguro, habrá de llegar. Todos lo hacen en esas casitas que recrean pisos y viviendas, con sus cocinas, cuartos de baño y salones, donde todo está bien dispuesto para el mejor acomodo. Solo hace falta algo de imaginación para creer que, en esas casitas en miniatura, otros muchos niños de la vecindad harán amistades y jugarán hasta la hora de la merienda, pues después…. habrá que hacer los deberes del cole, para antes de cenar. Y acá veo las numerosas cajitas de los lápices Alpino, esos de toda la vida, con los cien colores del arco iris pintado en el cielo, pues a los dibujos hay que teñirlos de matices, verdes, rojos o violetas. ¡Qué sería del paisaje, los objetos y las personas, si el color se nublara y todo se convirtiera en irreal!

Y cuando amanece un nuevo día, todo aparece bien dispuesto en estanterías y almacenes, pues hay que ofrecer buena imagen a ese hombre chico o niño grande, que mira embelesado lo que es una ciudad para los juegos. Todos ellos esperan que esas cartas a los Reyes de Oriente alcancen y lleguen a su destino. Con sus letras bien trazadas, propósitos a cumplir y detalles de los juguetes, que sus remitentes anhelan alcanzar. Aseguran en las misivas que su comportamientos ha sido bueno en el estudio, en el cariño a sus padres y hermanos y en el buen trato para la amistad. En el bloque y en el barrio. Y en el cole de la esquina, donde se vive el necesario aprendizaje en cada uno de los días. Me he portado bien y ahora os pido esos juguetes, cuyo detalles, para evitar equívocos, paso ahora a concretar.

Este año sí, el del 12, niños y mayores tendrán un día más para disfrutar. Tras la carrera apresurada hacia el lugar de sus zapatos, el asombro y las sonrisas aparece en todas las caras, durante esos tensos segundos en que desaparecen los envoltorios y el misterio de la Noche mágica comienza a hacerse realidad. Decía que este año se vuelve al cole el lunes nueve. Luego por tanto serán tres los días en los que todos disfrutarán. Compartiendo sus aventuras y destrezas, manejando los mecanismos, cada vez más sofisticados y habilidosos, de mil y un juegos para la aventura, en el reír, y en el imaginar, en ese reino inmaculado donde no existen desgracias ni sinsabores. Sólo alegría, para jugar.

Y ya para finalizar, unas gotas reflexivas para la sensatez. Todos somos conscientes de la extraordinaria generosidad de SS.MM. Melchor, Gaspar y Baltasar. Son Magos muy bondadosos que tratan de atender todo aquello que sus remitentes les solicitan en sus misivas. Y, las más de las veces, el contenido de esas cartas, adornadas con mucha fe y simpatía en los tres Hombres buenos que montan a camello, superan lo razonable de la petición. Y no es bueno ni inteligente abusar de tan inmensa bondad. Los papis y mamis deben, tienen que aconsejar, a sus boys and girls, en ese valor tan necesario como es la mesura. Saber pedir, saber regalar, para mejor apreciar lo que se recibe. De otra forma, esos críos y crías asimilan los riesgos y descontroles de un consumismo desordenado que, a corto o medio plazo, resulta negativo para potenciar la racionalidad y el equilibrio en sus personas. ¿Os habéis fijado el impacto que tiene que recibir un niño, sea de cualquier edad, cuando ese día seis de enero, en su cumple o santa, se ve desbordado por esa “montaña” de regalos, muchos, muchos de los cuáles son inapropiados para su corta edad? ¿podrá valorar el significado de una cajita de lápices de colores, un libro de cuentos o un muñeco, de amplia sonrisa, para jugar?

José L. Casado Toro (viernes 6 enero 2012)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/