viernes, 28 de febrero de 2014

EL SENTIDO POSITIVO DE LA VIDA.


De manera afortunada hay personas, en la proximidad de nuestro círculo vivencial que, con más o menos intencionalidad, saben transmitir y comunicar esas pautas de comportamiento tan apreciables y necesarias, para cualquier estructura jerárquica de valores. Con su sentido positivo de la existencia se esfuerzan en ver, la mayoría de las veces, el vaso “medio lleno” gozando con serenidad del camino ya recorrido, obviando toda esa incierta trayectoria que aún resta por avanzar.

La cercanía a estas personas nos enriquece y vitaliza ¡Son tantas las ocasiones en que nos preguntamos acerca de su admirable capacidad para obtener lo mejor de cualquier situación, por más problemática e incómoda que resulte! Y es que gozan de la bendita habilidad para humedecer eriales, para dar concreción a la difusa opacidad, luz a las tinieblas y mágicas sonrisas a la decrepitud, física o anímica.  Sin duda, es una venturosa suerte contar con la proximidad de su influencia basada, casi siempre, en la generosidad de su prioridad para compartir y socializar. Como comentaba algún personaje importante de nuestra Historia, estar con ellos durante un  rato hace que “se te carguen las pilas” ya que saben ejercer ese efecto dinamo para hacer diferente la pesadez de lo rutinario, hallar siempre un sentido a ese después y darle latido a esos segundos para que adquieran color y esperanza. Saben convertir las lágrimas en fresca gotas de lluvia que calman la sed, los semblantes entristecidos o desbordados en mareas sosegadas que nos permiten abrir los ojos y ver. Hacen nimios los pesares mediante la racionalidad del diálogo y el desahogo de la opresión. Transforman lo complicado en fácil, mientras que a lo superfluo lo adornan primorosamente con el ropaje elegante de la emoción. Y nos preguntamos ¿es tan difícil y complicado actuar así?

No, no resulta fácil gozar del regalo, a modo de maná celestial,  con que el destino nos vincula a su grato dinamismo. ¡Qué más quisieran todos aquellos que sufren la carencia de una amistad de esta naturaleza! Sin embargo, la clave para contar con el valor y suerte de su beneficio puede hallarse en la privacidad de nuestra propia existencia. En la intimidad de esa máquina, orgánica, sentimental y temperamental, que hemos ido construyendo desde nuestros primeros pasos por la vida. Familia, amigos, convecinos, educación reglada y formación mediática, mimetismo y, a la vez, empatía. Escuela general de un entorno que oprime y educa, que posibilita y restringe, que alienta e indigna, que embrutece y vitaliza. Recuerdo una frase, muy antigua en la memoria pero permanente en su protagonismo. Decía, más o menos así “Aprenderás, cuando enseñes”. Es obvio: te sentirás menos entristecido, a medida que te esfuerces en incrementar esa pequeña o gran cuota de felicidad en los demás. Esos seres benefactores que ejercen el dinamismo bondadoso de la comunicación se hallarán más o menos cerca. Pero eres tú quien has de buscarlos o esforzarte en dar esos pasos que acorten la distancia hacia la permanencia de su bondadosa realidad”.

“Te agradezco que me hayas llamado, Celia. Llevo unos días francamente fatal. Parece que todo, o casi todo, lo hago mal. Tal vez la suerte, o lo que sea, no me quiere acompañar y ayudar. A pesar de todo el rosario de problemas, unos más importantes que otros, por supuesto, lo que más me aplana es la falta de fuerza, de vigor o de ánimo que estoy sintiendo en lo más hondo de mí. Mi pareja me acusa de que cada vez me ve más negativa o pesimista ante las cosas. Con mi madre, las discusiones van y viene a diario. Y el trabajo que realizo en el Clínico cada vez me motiva menos. Es tan duro lo que tengo que ver, en el día a día. Incluso he perdido ilusiones que antes creía tener muy arraigadas: la bici, la ropa, el Whatsapp. Que me levanto por las mañana y lo primero que me pregunto es si el día va a tener algo bueno para mí o va a ser todo tan aburrido y rutinario como de costumbre. No, no estoy atravesando un buen momento.” 

Nita y Celia son amigas desde los años escolares de la ESO, en el IES Portada Alta. La primera, nunca ha sido una eficiente estudiante, por lo que evitó la vía académica del bachillerato. Destaca, desde su infancia, por su amor y sensibilidad a la poesía. Un módulo o ciclo medio de auxiliar de clínica, sacado a trancas y barrancas, le ha posibilitado, desde hace ya cuatro años, trabajar en el Hospital Clínico, como ayudante de enfermería, con un régimen laboral de contratos parciales.  Ahora, a sus veinticuatro abriles pasa por una mala racha. Más de ánimo, que de otra naturaleza. Pero se siente desorientada y sin grandes expectativas para caminar, por cada una de las semanas, con esa fuerza tan necesaria que ofrece la convicción o autoestima en la propia persona.

Y esta tarde, ha sido su amiga Celia, último año de Ciencias Económicas, quien le ha telefoneado, acertando plenamente en ese difícil momento para la oportunidad. Han quedado en verse en una acogedora tetería, zona de San Agustín, para hablar un ratito de sus cosas. Celia convive en pareja con una compañera que conoció en el segundo curso de carrera. Se siente feliz con esta experiencia inesperada en su vida. Es hija única de unos padres (de sólida acomodación económica) que han sido admirablemente comprensivos con su libertad sexual. Suele ver a Nita con frecuencia y, en esos contactos de amistad, sabe ejercer sobre ella una terapéutica, anímica o psicológica que su antigua compañera de clase agradece con su necesitado y alterado  corazón. Ambas, con una sonrisa traviesa en el rostro, han rogado a la camarera que les sirve un par de tés sin especificar la naturaleza de los mismos. “Es sugerente esto de los tés sorpresas” (cosa muy propia, en las reacciones de Celia).

En muy pocos minutos, la amiga de Nita comienza a desgranar una serie de comentarios, opiniones, proyectos, sugerencias y más de alguna aventura, que embelesa , distrae y renueva la mente y alma aburrida de su íntima compañera. Están sentadas en torno a una pequeña mesa, sobre unos taburetes con asiento de anea sin respaldo, que se apoyan en un suelo pedregoso e inestable, animado por el paso continuo de los viandantes, la mayoría jóvenes de apariencia extranjera. Todo ello en un entorno románticamente encantador. El carácter de Celia e un tanto compulsivo para la expresividad de sus palabras, pero tiene ese don de transmitir, de comunicar, de influenciar esos biorritmos positivos que tanto bien ejercen en los nublados aletargados de los demás. Su hiperactividad es manifiesta, pero en ella, como en las personas con las que se relaciona, actúa como ese fármaco magistral que sólo los buenos galenos sabrían diseñar para su mejor terapéutica. Practica la danza y el arte dramático, mientras ahora está probando la experiencia de la equitación. “Metida” o enganchada en mil y una de tantas  redes sociales, con esa maquinita digital que no descansa ni aún en las horas propias del sueño. Goza de unos sentimientos equilibrados, en lo que ella quiere y necesita. Figura delgada y de media estatura, largo, ondulado y moreno su cabello, ojos con el color del mar y una sonrisa atrayentemente nerviosa. Un alegre carácter que vitaliza la comunicación con una gran mayoría de todos aquéllos a quiénes conoce.

Terminan su infusión para la sorpresa (aventura en el desierto: menta, naranja, azahar, te negro y una lluvia de piñones) que les ha parecido exquisito. Prácticamente todo el protagonismo ha partido de las palabras, fortalecidas en la imaginación y en la acción, de una chica que sabe comunicar y renovar los sentimientos del alma que, hasta su encuentro, permanecían “missing” en las alforjas de Nita.

“Te he traído este pequeño detalle, pues el color celeste siempre te ha ido bien. Aunque viene con ticket regalo (en Women Secret no hay problemas) sé que no lo vas a cambiar. Es un jerseyto, finito para el entretiempo, que le sienta muy bien a tus ojos color esmeralda.. La semana pasada fue tu cumple, pero yo estaba hecha un ovillo, con un  proyecto de estadística que no había por donde meterle el “diente”. Nita, vive y disfruta. Y ayuda, en lo que puedas, a los demás. Es lo mejor que te puedo decir”.  

En la hora de la despedida, las dos entrañables amigas intercambian besos y se prometen para quedar dentro de unas semanas. Nita deambula camino del Parque donde habrá de tomar el bus. Se siente mejor pero, también, algo confusa. Esa hora y pico, en la que ha permanecido junto con su amiga le ha hecho sentirse alegre y equilibrada. Es como si hubiera recargado sus pilas que se encontraban vacías de tensión y pulsión.  Pero ahora vuelve a su realidad.

“¿Por qué no seré yo también como ella? Se repite una y otra vez. Resulta estimulante tener el tesoro de una amiga que te sugiere ordenes un poco tu vida y jerarquices los objetivos. Que valores lo que posees y no te sientas desgraciada por aquello de lo que careces. Y que, de manera especial, te entregues a los demás, aunque recibas algún que otro palo en tan noble y loable empeño. Ah, y que hay que mantenerse ocupada. En no pocas ocasiones la mente es lo suficientemente traviesa, para hacerte ver los colores cambiados, los ríos sin agua, las montañas sin arbolado y esos oleajes perdidos  que no susurran y acarician las orillas de las playas. Y qué mejor olor que esa marisma que sabe a sal y a luz, junto esas flores que dan color al lienzo inacabado de nuestras vidas”.

Faltan unos minutos para las diez en la noche. Ha comenzado a lloviznar. La tarde no parecía inquietar con precipitaciones. El bus reemprende su marcha, camino de los diferentes destinos de aquéllos a quienes cobija y traslada. En su interior, hay pasajeros de toda edad y condición. Entre ellos hay una chica que observa, a través de unos empañados cristales, el letargo nocturno de una ciudad que está finalizando su lectura de un nuevo día. Veo luces adormiladas, asfalto brillante y unos viandantes nerviosamente presurosos que, con ojos medio entornados, buscan una compañía, un por qué y, a ratos, el estímulo siempre amable de una esperanza.-


José L. Casado Toro (viernes, 28 febrero, 2014)
Profesor

viernes, 21 de febrero de 2014

ELLA.


ESA REALIDAD, QUE NOS DOMINA Y SUBYUGA.

Vas por las calles, plazas y jardines, cruzándote con otros muchos viandantes. Caminando despacio, o tal vez con esa celeridad dispuesta para la nada, observas que muchas de estas personas escuchan y responden, ríen y se enojan, gritan y susurran, en medio de una soledad que tanto incomoda. En su diálogo, a dos o tres bandas, no ves a sus interlocutores. No están presentes. Pero ellos continúan comunicando, e incluso gesticulando, con esas otras personas que habitan en la distancia. Igual suben al autobús o entran en aquella tienda u oficina…. y la conversación no se detiene.
Ha terminado la clase y te extraña el silencio que domina en el aula. Una mayoría de los presentes está muy atenta a la pantalla de su móvil, tecleando y comprobando palabras para la comunicación. El Whatsapp es el deseado punto de encuentro, para el intercambio de frases o palabras que vinculan el conocimiento. Parece que nadie habla, pero casi todos escriben.

Igual ocurre durante la proyección de una película o en la celebración de un concierto para la sensibilidad musical. Entre las butacas, observas que hay luces que brillan, a modo de estrellas, en medio de la penumbra que nos cobija. Y es que esa pequeña pantalla digital urge la consulta, el diálogo o la presteza para el decir. Incluso cuando compartes la cena en familia, o en las necesidades para lo social, junto al alimento que reposa en el plato o esa bebida para el placer, hay un pequeño artilugio de última generación que también está invitado al convite. Lo hace como inexcusable protagonista de esa mesa para la hermandad, tanto en lo familiar como en lo social. Nos hallamos en una era en que domina, sobre cualquier otra dimensi la comunicación digital. ón, la comunicación digital.

LA PELÍCULA. HER.

Llega en este febrero a nuestras pantallas el último regalo cinematográfico de SPIKE JONZE (Maryland, EE UU. 1969) titulado HER (traducido como Ella aunque, en la concreción del idioma, sería “de ella” o “a ella”) 2013, U.S.A. con 126 minutos de metraje. Es una comedia dramática perteneciente al género de la ciencia ficción. En realidad no es tan ficcional su trama argumental. Su contenido temático no se halla tan lejos de nosotros, como pudiera pensarse al utilizar ese apelativo genérico. Sabemos que la aplicación Siri, en nuestros móviles y ordenadores, está en la l. Entre otras distinciones, ya le ha sido concedida el Globo de Oro al tivo genio de en las necesidades para lo social, asi oscuínea de lo que vemos y se nos cuenta en esta historia. La cinta está nominada, en cinco categorías, para las próximos Premios Óscar, de la Academia de Hollywood (película, guión original, banda sonora, canción original y diseño de producción). Entre otras distinciones, ya le ha sido concedido el Globo de Oro al mejor guión, en esos prestigiosos premios de la cinematografía americana. Probablemente, nos hallamos ante una de las mejores películas del año.

UNA HISTORIA DE SOLEDADES COMPARTIDAS.

El principal protagonista de esta historia, Theodore Twombly (Joaquín FOENIX, San Juan de Puerto Rico, 1974) vive en la ciudad de los Ángeles, en tiempo de lo que será un futuro muy cercano. Este escritor, hábil y cuidadoso con las palabras y el teclado, trabaja en una empresa que se ocupa en redactar cartas afectivas por encargo de los clientes. Recientemente, su prolongada estabilidad matrimonial con Catherine (Patricia ROONEY MARA, Nueva York, 1985) se ha roto, hecho que le sume en un estado de angustiosa, silenciosa e insoportable soledad.

Visitando una feria informática, Theo tiene la oportunidad de comprar una avanzada aplicación para su ordenador, en el ámbito o prestación de la Inteligencia Artificial. Este sofisticado software le permitirá elegir a una voz femenina con la que poder compartir el diálogo, el consejo, la angustia de la soledad, los proyectos y, también, el amor. Ese S.O. (sistema operativo) adaptado a las necesidades del comprador, en el marco sofisticado de lo virtual, le concederá tener la proximidad absoluta de Samantha (sólo es una voz en off, articulada por Scarlett JOHANSSON, N. York, U.S.A. 1985), en todos los momentos del día, a través del auricular, el móvil o la pantalla fija de su ordenador.

La relación entre ambos se mantiene no sólo en el trabajo, en el restaurante o en el trayecto del metro, sino también en esa oscuridad de la noche, hallando el espacio propicio para la compañía, la palabra, el sentimiento y, por supuesto, el amor. Esta peculiar relación, entre una persona física y otra simplemente virtual y sin imagen física, se torna ansiosamente obsesiva. Pero esa reciprocidad afectiva y sexual se irá complicando pues Samantha, además de hablar con Theo, lo hace al tiempo con hasta 8.316 personas más. Incluso esa sincronía sentimental hace que esté (en un momento concreto) enamorada de hasta 641 personas a la vez.

Theo, que la siente alejarse, cuando más la necesita, llega a sufrir la inseguridad de los celos. Habrá de recurrir a su amiga y confidente  Amy (Amy ADAMS, Aviano, U.S.A. 1974) también separada, en fecha reciente, de su pareja Charles (Matt LETCHER, Michigan, U.S.A. 1970) en busca del necesario consuelo. Desde la terraza del rascacielos, donde el escritor posee un lujoso apartamento, Theo y Amy observan, hermanados en la soledad, el jugoso espectáculo de luces y sombras que refleja una ciudad densificada en la más atrayente modernidad. Pero ese gigantesco espacio urbano se ve, cada vez más, invadido por la deshumanización afectiva, generada por una sociedad tecnológicamente absorbente y al margen de algunos parámetros inexcusables para la racionalidad.

¿Y CÓMO ES THEODORE?

Sin duda, el protagonista central de esta historia, junto a Samantha. Es una persona inteligente, muy preparada para estar al día en la vanguardias sugerentes de la tecnología, con un carácter donde fluye la ternura, la sensibilidad y la melancolía. Él, que sabe poner las más bellas palabras de amor en los escritos que compone para los demás, sufre intensamente (a pesar de su apacible serenidad) la ruptura de quien ha sido el gran amor de su vida, la bella Catherine. Trata de superar esa profunda carencia  afectiva apoyándose en el marco que hace posible el incontenible y asombroso avance informático de la Inteligencia Artificial. Pero, casi sin poder controlarlo y de una manera  progresiva, va quedando atrapado en las redes poliédricas de una voz femenina que casi todo lo puede y que, en su soledad sociológica, cada vez más necesita y desea, hasta hacer fluir y recuperar el amor perdido. Es ese fall in love verdadero que con tanta frecuencia ha sabido componer para las cartas de encargo que otros le reclamaban, en el ejercicio literario de su profesión.

¿Y CÓMO ES SAMANTHA?

No le podemos poner rostro a la aterciopelada y dulce voz de esta joven, que no aparecerá físicamente en pantalla. Ella le llama, le responde, le recuerda sus obligaciones laborales, le aconseja, le anima e incluso gestiona el funcionamiento del disco duro de su ordenador. Le acompaña a la lavandería o a la playa, al cine o al teatro, le ayuda en sus compras y sabe aconsejarle en estos momentos para la dificultad, en que se encuentra sumido su amigo. Es esa amiga, compañera, amante y confidente que un ser vacío, en medio de la selva urbana, ansía tener a su lado con el fin de recuperar unas pautas de conducta que justifiquen cada amanecer, cada anochecer. Supone, en la modernidad de los tiempos, la tecnología más impensable y polivalente puesta al servicio de la más cruda orfandad afectiva.
Sí, tenemos la atrayente imagen juvenil de Scarlett Johansson grabada en nuestra memoria pero, en la película, sólo es una voz que, posible y lamentablemente, en un gran número de las copias exhibidas, será artificialmente doblada.   

¿RESULTAN CREÍBLES LOS PERSONAJES DE SHAMANTA Y THEO?

Obviamente son los dos grandes protagonistas de la cinta. J. Foenix realiza un rol interpretativo muy diferente al que nos tiene habituados. Su serenidad, su constancia, su equilibrada metodología laboral, es contrapuesta a esa angustia vital que le produce el desagradable vacío afectivo, especialmente en las horas nocturnas. El tiempo aplicado, ante la pantalla de su ordenador o su móvil, le permitirá disfrutar de ese diálogo y proximidad que banalmente se esfuerza en hallar o percibir a través de la visión que le ofrece la ciudad en que vive. Una gran urbe, cada vez más avanzada en lo tecnológico pero, también, temerariamente vacía en el calor de lo humano. Cuando mira a través de la gran cristalera de su lujoso apartamento en los Ángeles, sólo ve un mar de luces en medio de la noche, pero quiere encontrar ese proximidad afectiva que ahora la ciencia electrónica pretende suplir. Gran interpretación de Foenix.
Pero muchos de los que han podido ver la película, especialmente si han gozado de la versión original, señalarán  la voz de una magnífica actriz cuya imagen no aparece ni un solo segundo en pantalla. La voz de Scarlette Johansson recrea un estupendo y necesario personaje en lo virtual. Las palabras y el sonido pueden generar una gran interpretación que necesita de nuestro esfuerzo imaginativo. Sólo el cine y la radio son medios comunicativos que pueden conseguir este milagro para la convicción. Por cierto, la música del grupo Arcade fire enriquece, acústica y sentimentalmente, las vivencias compartidas de unos seres que parecen tener mucho en lo material pero que, en realidad, navegan como autómatas en el diabólico laberinto del desamor.

TAMBIÉN PUDO FINALIZAR ASÍ, ESTA BELLA HISTORIA.

Theodore comprende que las múltiples obligaciones comunicativas, que Shamanta ha de atender, le alejan cada vez más de una dimensión gratamente placentera pero, en esencia, irreal. Difícilmente podrá competir con todas esas personas que comparten el amor de un S.O (sistema operativo) eficazmente versátil para tantas carencias y nublados que anidan entre nosotros. Ella y él lo entienden y aceptan.
Theo buscará, y encontrará ahora, esa templanza afectiva en la proximidad terrenal de lo humano. Su buena amiga Amy, sabrá abrirle las puertas de un cariño cada vez más ansiado en la selva social en la que se ve, junto a otros, inmerso. Juntos sabrán hallar y afrontar el camino de un destino contrastado entre la sabiduría de la ciencia y la sencillez de lo próximo.

Y resultó especialmente significativo lo que sucedió unos meses después. Theo se despertó sobresaltado una noche, mientras Amy parecía dormir plácidamente. Creía haber apagado su ordenador, pero estaba sonando una señal de aviso desde la habitación donde solía trabajar. Acudió con presteza al interior de la misma y, efectivamente, el ya conocido aviso del S.O. reclamaba con insistencia su atención. Ciertamente lo había desactivado, hacía ya muchas semanas, pero allí estaba de nuevo. Era Ella. Her deseaba comunicar. Había recompuesto el sistema y ahora reiniciaba el contacto. En esa mezcla de debilidad y curiosidad, tras dudar unos segundos, su mano se dirigió hacia la tecla del enter. Pero otra mano más rápida, femenina y humana, se le adelantó pulsando con firmeza la tecla del apagado. Era Amy quien, con una sonrisa, le miró a los ojos diciéndole con integridad afectiva. “Ya no es necesario, amor. Me tienes a mi. Mañana hay que madrugar”. Desde el espacio o tal vez desde cualquier parte de la inmensidad, lágrimas virtuales inundaron de bytes crepusculares el sutil y silencioso espacio de lo infinito.-



José L. Casado Toro (viernes, 21 febrero, 2014)
Profesor


viernes, 14 de febrero de 2014

UN 14 DE FEBRERO, ENTRE LA CASUALIDAD Y LA SINCERIDAD.


Aquella mañana, en un “finde” presidido por San Valentín, Melanie fue, un día más, la primera en incorporarse de la cama. Quería tomar una buena ducha, antes de organizar ese desayuno que apenas suele aceptar su marido Oscar, siempre con prisas por los asuntos pendientes en la gestoría de su propiedad. Sus hijas Estrella y Alma, dos lindas jóvenes en el esplendor de su cronología, tienen clases de facultad en horario de tarde, por lo que pasan ampliamente del despertador en ese protagonismo del alba. Suelen estudiar y chatear hasta ese minutero donde se pierde o gana el control de la noche. Esta elegante mujer, que apenas ha traspasado la barrera de los cincuenta, lleva un modesto pero bien montado negocio de artículos para regalos, que comparte con su amiga de la infancia Julia, en un importante centro comercial de la zona sur malacitana. Melanie presume de que hoy va a ser un buen día para la venta pues, además de los artículos y complementos que oferta en sus bien diseñados expositores, tiene una coqueta sección de floristería que, en un fecha tan señalada para regalar recuerdos afectivos, van a tener una buena salida para la demanda comercial. El calendario marca, para esta significativa fecha en los corazones, los dígitos del 14 de febrero.

A eso del mediodía, Oscar le envió un Whatsapp, comentándole que hoy no comería en casa, ya que habría de atender a unos colegas de Jaén por el negocio de unas parcelas. Le añadía que esa noche llegaría tarde a casa, pues también habría de cenar con estos colegas. El asunto de esta gestión era bastante complejo en cuanto a la propiedad de las tierras. Como las niñas tenían también la tarde comprometida, Melanie pensó en volver a la tienda, ayudando a Julia, la copropietaria del establecimiento, a quien esta semana la correspondía atenderlo en ese medio horario vespertino.

Sobre las tres menos cuarto, llegó al portal de su casa. Tenía una nota en su buzón, indicándole que había una entrega para ella. Era de Juan, el portero del bloque quien, tras reincorporarse a su puesto, le subió un precioso ramo de flores, al que acompañaba una cajita primorosamente envuelta y un sobre teñido de tonos rosáceos. En el reverso del mismo, el nombre escrito de Oscar. Melania había terminado hacía pocos minutos su almuerzo. Básicamente había tomado ensalada y frutas, en función de una dieta prescrita por su endocrino, dado su descuido muy perceptible en los gramos de su anatomía. Estaba saboreando una tacita de té cuando recibió el atento regalo de su marido. Su rostro dibujaba una mezcla de alegría y extrañeza. Desde hacía ya un tiempo la relación entre ambos, aun siendo cordial y respetuosa, había perdido intensidad y proximidad. La dedicación al trabajo de estas dos personas, la rutina de los días, la progresiva falta de diálogo entre dos seres cada vez más ausentes, había acabado por enfriar esos sentimientos que hablan de necesidad, atracción y cariño. Las palabras entre ellos se habían tornado vacías y la reciprocidad de sus miradas caminaban hacia la opacidad de esos viejos espejos que han perdido el lustre de su definición.

Tras colocar las flores en un jarrón con algo de agua, se sentó en el balancín de su amplia terraza, abriendo intrigada el sobre. La tarjeta que contenía expresaba tiernas palabras de amor y necesidad, estilo que le recordaba al Oscar de aquellos años ya lejanos en el amor de juventud. Habían pasado muchos 14 de febreros en sus vidas, algunos más cálidos que otros pero ahora, ambos ya inmersos en el ecuador cronológico de la media centuria, la frialdad usual de su cónyuge le daba una grata sorpresa, tendiéndole la mano para recuperar muchas razones que ambos habían dejado perder en el olvido de la pereza afectiva. Verdaderamente era un texto breve, pero iluminado con palabras de amor. Al fin abrió esa cajita, grabada con el nombre de una prestigiosa joyería, cercana a Larios, que contenía unos lindos pendientes engarzados con perlas color verde esmeralda. No era el color de sus ojos pero, aún así, eran preciosos tanto por su valor como por el cariñoso gesto que trasladaban.

Un tanto nerviosa, cayó en la cuenta que ella no había buscado detalle alguno para este Día de los Enamorados. Marcó rápidamente en su móvil el número de su íntima Julia. Le contó, divertida, el gesto de Óscar y le pidió alguna sugerencia interesante para regalar a su marido. Conocía perfectamente el buen gusto y la imaginación de su amiga, a fin de recibir de la misma un buen consejo en cuanto al regalo más apropiado. Se despidió de Julia, quien le comentó no se preocupara por volver a la tienda, pues ella se estaba bastando para atender bien al público que visitaba el local, en esa tarde de viernes. Rápidamente se cambió de ropa y se dispuso a tomar el bus para dirigirse al centro de la ciudad. Iría a la Librería Luces o a la Casa del Libro. Buscaría algún ejemplar con significado apropiado para los gustos literarios de su casi siempre pluri-ocupado cónyuge.

Óscar llegó a casa pasadas las 11 y media de la noche. Un tanto cansado y malhumorado, le explicó a Melanie que había sido un día de esos que dejan el cuerpo agotado y la mente embotada. Todo a consecuencia de tanta conversación y negociación, con clientes muy hábiles y difíciles para el acuerdo. Apenas se fijó en las flores. El ramo reposaba en un artístico jarrón que adornaba la mesita situada junto al gran mueble aparador, donde se integra una gran pantalla de televisión y no pocos libros, que enriquecen decorativamente el marco frontal de una sala de estar muy funcional en todos sus enseres. Se mostró un tanto desconcertado ante las palabras de agradecimiento y afecto que recibió de su mujer quien lucía, presumidamente, esos caros pendientes con perlas de color esmeralda. Con habilidad supo reconducir su desconcierto y extrañeza inicial, salvando una situación sumamente embarazosa para él por lo inesperado del caso. Las niñas estudiaban en su cuarto, pues tenían que preparar exámenes cuatrimestrales para los próximos días.

Ya en la cama, ojeando sin interés su regalo “La ladrona de libros” de Markus Zusak , esperó a que Melanie quedase sumida en el sueño, hecho que esa noche fue un proceso algo más lento. Se la veía emocionada y nerviosa ante la galantería y afecto de que había sido objeto. Miró el reloj de la mesita de noche, que marcaba la una y veinte de la madrugada. Viendo que ya su mujer dormía plácidamente, se levantó de la cama, procurando hacer el menor ruido posible y, provisto de su teléfono móvil, se dirigió al cuarto de baño. Marcó un número que correspondía a la intimidad de su vida.

“Yela, soy Óscar. Te llamo a estas horas tan avanzadas, porque ha pasado algo muy raro a lo que no encuentro explicación. Tengo que hablar muy bajito, pues mis hijas están aún despiertas, estudiando no muy lejos del baño. Esta noche hemos estado cenado tu y yo, muy felices. Sabes que te comenté que mi regalo lo ibas a tener en casa, cuando llegases. Iba a ser una sorpresa, por lo que encargué a mi secretaria que hiciera la gestión correspondiente, con los datos que ya ella conoce. Le entregué un artículo de joyería que yo mismo había comprado y ella se ocuparía de las flores. Los dos regalos debían llegar juntos a tu domicilio, en el transcurso de la tarde. Me aseguraste que tu madre iba a estar en casa, por lo que no habría dificultad para la recepción del envío, desde la floristería. ¿Qué diablo ha podido pasar para que el ramo de flores y los pendientes lleguen a mi propia casa y se los entreguen a Melanie? Estoy hecho un mar de dudas. Ella descansa en este momento, plena de felicidad ante esos detalles que obviamente debían estar en tus manos. En el rostro y en el corazón de la persona a quien amo. Mañana tengo que resolver este lamentable entuerto y descubrir la mano equívoca que ha provocado esta confusión. Un beso, mi amor. Mañana encontraremos un espacio y tiempo para estar juntos”.

Pasó la noche despierto, casi todas las horas. Le daba vueltas y vueltas a la cabeza acerca de una situación cuya explicación no acertaba a encontrar. Apenas había amanecido, cuando salió muy temprano de casa. Melanie aún no se había despertado. Desayunó en la cafetería Foncal, muy próxima a las dependencias de su oficina, a donde también solía acudir Paula, su secretaria, antes de iniciar el horario de trabajo. Cuando la vio entrar le hizo una señal, invitándola a que tomase acomodo en su mesa. En pocos segundos le planteó la enojosa situación que estaba atravesando, con la gestión que le hizo la mañana anterior. Necesitaba una explicación puntual y convincente acerca del por qué llegaron a su domicilio unos regalos que tenían un destino bien distinto. Una vez conocida la respuesta que le transmitió su secretaria (la chica le había pedido el favor a otra compañera, empleada de la gestoría, pues ella había tenido que desplazarse urgentemente a casa, tras ser informada de que su padre había sufrido una caída por las escaleras del parking) el atribulado amante subió a su despacho desde donde, un rato después de reflexionar, marcó un número telefónico que bien conocía.
¿Quién estaba al otro lado de la línea?

“Suponía que me ibas a llamar, Oscar. Lo esperaba, desde que llegué a la tienda. Las circunstancias te han jugado una mala partida. Una joven eligió nuestra floristería, sin conocer la propiedad de la misma. Precisamente, la franquicia de flores y regalos de la que tu mujer Melanie, y yo misma, somos copropietarias. Yo no sabía nada acerca de tu historia con esa señorita Yela. Pero cuando conocí el nombre de quien hacia esos regalos y a quien se los dirigía, cambié, sencillamente, el destino de los mismos. Mi compañera y amiga Melanie estaba siendo engañada por su marido. Tú, el padre y esposo ejemplar, liado con alguna jovencita de turno. Menudo caradura. Eres un farsante. Te merecías que los presentes y cariños para tu amiguita llegasen a tu esposa legal y verdadera. A ver si alguna vez aprendías la lección y dejabas de engañarla. De sobra eres merecedor de esta respuesta. Por supuesto que no he dicho nada a Melanie. Debes ser tu quien se quite el disfraz y te sinceres con tu verdadera mujer. Ya está bien de ese doble juego de cinismo que, al parecer, tan bien sabes escenificar”.

Esta dura reflexión, en las palabras de Julia, dejaron aturdido a un Óscar que comprendía que su complicado juego matrimonial y extramatrimonial no podía continuar de manera indefinida. Había sido descubierto por esas casualidades que algunas veces se presentan en nuestras vidas. Tendría que hablar con su mujer, decirle la verdad, aun con la evidencia que ello echaría a pique la acomodada, pero frágil, estabilidad de su matrimonio. Realmente eso era lo que deseaba. En esos momentos de aturdimiento, al sentirse descubierto y burlado, sólo tenía una idea muy firme. Quería reconducir lo rutinario en su vida, yéndose a vivir con su verdadero amor, la joven Yela. San Valentín, el patrón de los enamorados, en un 14 de febrero, le había puesto en bandeja la necesidad de ser valiente y responsable  con su propia conciencia. Hizo una llamada a su esposa, Melanie. Con voz temblorosa, pidió a su mujer que hiciera el favor de desplazarse a unos jardines donde solían acudir para pasear durante algunos fines de semana, pues necesitaba hablar con ella acerca de un tema muy importante que iba a afectar al futuro de ambos. 
10:20 en la mañana del sábado. Melanie guarda el móvil en su bolso, tras atender la llamada de su marido. Entra en la trastienda, donde Julia está ordenando unas cajas.

“Me acaba de llamar Óscar. Necesita hablar urgentemente conmigo. No sé qué se traerá entre manos. Me dice que es algo muy importante para nuestro futuro. Pero no te preocupes, Julia. Yo nunca te voy a dejar, por nada en el mundo. Junto a ti he recuperado ese amor que perdí, tras los primeros años de mi matrimonio. Te necesito. Cada dí﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽Middayía más. Es difícil compartir la convivencia y el corazón. Pero, tú yo lo hemos logrado. Contigo los días tienen sentido, esperanza y vida”.


José L. Casado Toro (viernes, 14 febrero, 2014)
Profesor