viernes, 27 de junio de 2014

EL INTELIGENTE VALOR DE LA SENCILLEZ, APLICADO A NUESTRAS VIDAS.



No siempre el supuesto valor de los grandes objetivos confirma todas esas expectativas que, con más o menos afán, hemos depositado en su futura consecución. Incluso algunos proyectos, las más de las veces, nos dejan un poso amargo de frustración que, en modo alguno, puede compensar el esfuerzo económico, anímico y temporal que hemos invertido en los mismos. Por el contrario muchas actividades o experiencias, pequeñas y sencillas, acaban produciéndonos o aportándonos el grato placer de la sorpresa en lo inesperado. En estos casos, lo que parecía simple se reviste de grandeza, la proximidad se universaliza y lo superfluo adquiere la categoría de lo imprescindible. Esta es una enseñanza que muchos deberíamos tomar en cuenta cuando, en tantas y numerosas ocasiones, calibramos y potenciamos, con evidente necedad, el deslumbramiento del continente con respecto a la serena potencialidad del contenido.

Los ejemplos que pueden avalar esta reflexión son abundantes, en el entorno más o menos inmediato de nuestros intereses y preocupaciones. Recuérdese …… esa ostentosa comida en la que participamos, con un menú de alto standing. Obviamente el precio que pagamos por la misma no suele compensar, en la mayoría de las ocasiones, la calidad y necesidad de lo que en ella consumimos. O ese viaje a un territorio lejano, cuyos cantos de sirena publicitarios nos subliman la imaginación y el deseo. La experiencia nos dice que en una proximidad regional, mucho más económica o asequible, también lo habríamos pasado bien con, tal vez, más naturalidad y menos parafernalia embriagadora. Y así, un largo etc. Vayamos pues ahora a ese mar, siempre atrayente para la aventura, que conforman las palabras y las ideas en la construcción de la historia.

Con esa falta de tiempo que siempre nos persigue y aturde, suelo aprovechar esos segundos de espera ante el ascensor, o ese caminar juntos hacia la puerta de salida del edificio, a fin de intercambiar unas palabras amables con cualquier miembro de la vecindad. Fue precisamente ayer por la tarde, cuando me encontré con Alicia. Es una agradable mujer, titulada en idiomas, divorciada desde hace dos primaveras y que reside, con sus dos hijas adolescentes, en el piso situado exactamente debajo del mío en el bloque de nuestra comunidad.

La vi un tanto nerviosa y con el semblante marcado por la preocupación. Le pregunté, con esa sonrisa siempre oportuna, qué le ocurría. Ella llegaba de la calle y yo me disponía a dar un largo paseo hacia la playa, vestido con atuendo deportivo. Uno y otro supimos posponer, durante unos minutos, nuestros objetivos inmediatos y nos sentamos a dialogar en uno de los bancos que adornan la pequeña plaza situada delante de nuestra edificación.

“Tus niños son aún pequeños…. pero ya verás cuando crezcan. Pensamos siempre que los problemas se van a acabar, cuando cumplan los años, pero después aparecen con otras dificultades, aún si cabe más difíciles de resolver. Ya sabes que vivimos prácticamente de mis traducciones. Y ese esforzado trabajo, siempre imprevisto, apenas nos da para lo más básico. De mi ex, en todo el año pasado, apenas 700 euros. Las cosas le han ido de mal en peor y la verdad es que no tiene un euro para echarse a la boca. Ha tenido que irse a vivir con su madre, a fin de tener un techo y un plato de comida. La última “fulangona” pasó pronto también de él, al ver la nula liquidez de lo que podría disponer. Nosotras, bueno….. yo, tengo que hacer “encajes de bolillos” para la supervivencia. Y menos mal que el piso está pagado….. Pero la mentalidad de las niñas lo hace todo más difícil. No asumen la verdadera realidad de nuestra situación. Y te preguntarás a qué viene todo esto que te cuento….”

Conozco a mi vecina y amiga Alicia desde hace años, cuando nos mudamos a este piso, tras mi último traslado en la enseñanza desde ese bello pueblecito de la Alpujarra. Nos llevábamos muy bien con este matrimonio y sufrimos, lógicamente, sus desavenencias y posterior e inevitable ruptura matrimonial. Entre ella y yo siempre ha habido una amistosa connivencia, probablemente derivada de nuestra similar titulación académica. Ella no ejerció la docencia, pero utiliza sus muy buenos conocimientos de dos idiomas para subsistir en estos tiempos de profunda necesidad. Físicamente, ha sabido conservar sus atractivos, a pesar de que las señales de los cuarenta ya comienzan a dejarse notar. Entiendo que necesita desahogarse y mi daily walking in the city, mi paseo diario para el ejercicio,  podía razonablemente esperar.

“En esta ocasión, Gille, se trata de la fiestas de graduación en el Instituto. Beli termina el cuarto de la ESO. Y Sandra también tiene la celebración por su bachillerato. Ambas están en una edad donde se valora, hasta la exageración, la apariencia física y, sobre todo, la vestimenta para el lucimiento. Ya te puedes imaginar que, en esos dos días de las fiestas, hay chicas que cuidan hasta los más mínimos detalles, sin reparar en gastos. Pero esas otras adolescentes, sus familias quiero decir, pueden hacerlo o permitirse esos extraordinarios. No es nuestro caso, que es verdaderamente complicadísimo. La competitividad entre los jóvenes, especialmente entre las chicas, es terrible. Yo comprendo que mis hijas sufren, escuchando los comentarios de sus compañeras y los proyectos de ese día, para lucir en la imagen. Pero es que nosotras no podemos. Con su padre, nada de nada. Con él no se puede contar. Y las discusiones surgen un día sí y el otro también. No atienden a razones. Son cosas de la edad, pero se te hace difícil controlar los nervios con ese cerramiento que tienen ante la realidad. Y después de algunas de estas trifulcas, te imaginarás las ganas que me quedan a mi de ponerme a traducir esos pocos trabajillos que voy consiguiendo.”

Valorando que yo trabajo, en el día a día del Instituto, con estas generaciones de adolescentes y jóvenes de la Secundaria, ofrecí mi ayuda a la vecina por si ella consideraba necesario que hiciera algo o al menos intentara dialogar con sus dos hijas. En realidad estas situaciones, que provienen de la inmadurez de los chicos, las tengo que atender, con bastante frecuencia, desde el plano diario de la acción tutorial. Alicia me dejó carta blanca, sobre todo porque sabía que mi relación con sus dos hijas era cordial y alguna vez incluso les había ayudado en la elaboración de algunos trabajos que debían presentar. Ahora había que buscar una ocasión propicia, a fin de entablar una conversación con mis jóvenes vecinas. Y había que hacerlo con una cierta presteza, porque los días de ambas graduaciones no se hallaban lejos en el almanaque.

La acción tutorial exige imaginación, mucho tacto, una cierta valentía y saber aprovechar y optimizar las oportunidades. Y, en el caso que nos ocupa, una cierta rapidez, para conseguir eficazmente los objetivos propuestos. A este fin, “moví unos cuantos hilos” en la estrategia que había organizado y ese viernes por la tarde, un día templado por el terral, pero con una inmensa luz en nuestra ciudad, invité a las dos jovencitas a merendar, con la aquiescencia o conformidad de su madre. Fuimos a un sitio agradable, con inmejorables vistas y rodeado de pinos y setos con esas bellas flores que abren y lucen en Primavera: El Parador malacitano de Gibralfaro, en las estribaciones del Castillo del mismo nombre. Sentados alrededor de una mesita, ellas pidieron helados, mientras yo había elegido un té con canela y un toque de naranja. ¡Buenísimo!. Las chicas se habían llevado sus cámaras y se divertían tomaban foto tras foto, con esas vistas inmejorables de la ciudad. Y en un momento concreto les pedí que me acompañaran a los jardines anejos al Parador.

“Se que estáis muy preocupadas con vuestras respectivas fiestas de Graduación. Me lo ha contado vuestra madre. Que también me ha explicado la dificultad económica que está atravesando. Y sabéis que es grave…. porque hay prioridades que no se pueden dejar de lado. Y os enfadáis con ella porque no vais a poder llevar ese atuendo que compita con los de otras compañeras. A veces los nervios no nos dejan pensar con racionalidad. A mi se me ocurre, ahora mismo, que observéis estas floras. De verdad que no han pasado por Zara, Bershka, El Corte Inglés, Primark, Pull & Bear…… etc. Sólo lucen lo que les ha dado la naturaleza. Ningún traje o calzado podría competir con el que la vida les ha concedido. Pensad en ello. ¿Cómo veis a esas flores? Bien….. ¿verdad?”

Ya sentados en nuestra mesa, mis dos vecinas permanecían muy serías y pensativas. Seguí con mi té y ellas no articulaban palabra alguna. Dejé pasar unos minutos, que fueron “algo” tensos, poniendo al descubierto la segunda parte de la estrategia. Primero la reflexión y posteriormente soluciones adecuadas a la misma. 

“Bueno, ya sé que igual no os va a convencer mucho la metáfora o el ejemplo que os he puesto. Pero sí que os ha hecho pensar…. En lo estúpido o necios que somos o nos comportamos a veces, con nuestra irreflexión. De todas formas, hay segundas soluciones. Vamos a ellas. Queréis unos trajes y unos zapatos de estreno. Perfecto. ¿ Y por qué no os los ganáis, haciendo algo útil? Me he movido en estos últimos días, negociando alguna gestión al efecto. Conozco un par de familias que necesitarían  ayuda, ya que tienen niños pequeños. Algunos fines de semana, les vendría muy bien disponer de un “canguro” para que sus peques fueran atendidos, mientras que ellos salen con los amigos a cenar o al cine. Son dos familias serias y responsables que podrían pagar ese servicio. Repito, a ellos les vendría muy bien. También a vosotras. Y vuestra madre está de acuerdo. ¿Qué me decís……?”

Volvimos a nuestras casas, ya a la caída de la tarde. Beli y Sandra hicieron todo el camino de vuelta en el coche sin apenas pronunciar palabra alguna. Las las dos permanecían muy pensativas. Cuando me despedía de ellas, ante la puerta de su piso, fue Sandra, la pequeña, quien me dijo “Gracias, Guille, hemos captado el mensaje. Nos apuntamos. Nos ha gustado esa posibilidad. Entonces ¿empezamos este viernes… no? Ah, hemos pasado una tarde estupenda?” Su madre, Alicia, que nos esperaba en la puerta y que conocía toda la historia, sonreía agradecida.

En esos dos días de junio, para la fiesta, ambas adolescentes no desmerecieron ante sus compañeras. Todo lo contrario. Las dos iban muy guapas y tuvieron la deferencia de invitarme al evento. Creo que tomaron alguna conciencia de todas las sugerencias que traté de transmitirles. De vuelta a mi domicilio, conduciendo por ese puzle urbano que, generacionalmente, hemos ido construyendo, reflexionaba acerca de la experiencia en la que había sido indirecto protagonista. No me cabía duda que esta enseñanza no sólo debería afectar a la gente joven. Esa otra, que suma más edad, también deberíamos aplicarla a nuestras vidas. El inmenso valor y significado de las cosas sencillas.  


José L. Casado Toro (viernes, 27 junio, 2014)
Profesor

viernes, 20 de junio de 2014

INESPERADA Y TENSA LLAMADA, AL FILO DE LA MEDIANOCHE


 “Hola…. No, por favor, no cuelgue. Esta llamada le puede resultar extraña. Lo entiendo y me disculpo por ello. Pero he marcado un número al azar confiando en hallar, al otro lado de la línea, un poco de atención y comprensión para mis palabras. Sea Vd. quien sea, le aseguro que me encuentro….. mal, muy desanimada, ante la situación por la que estoy atravesando. No, no es por un problema de enfermedad o de gravedad o dificultad económica. Tampoco por el miedo, ante algo corporal que me puede ocurrir. Mi problema, mi gran problema….. es el de la incomunicación. Verá, cuando te levantas un día y otro….. y otro más, sabiendo y sufriendo esa soledad íntima ante los demás, te llegas a preguntar si merece la pena seguir viajando por esa rutina de las hojas del calendario. Simple y gravemente …… no tengo a nadie en quien confiar, con quien compartir y hermanar este horrendo vacío de la soledad…..”

Recibir una llamada de teléfono, a esas horas incómodas de casi la medianoche, con este duro, durísimo contenido, me dejó psicológicamente afectado. Francamente, no atinaba la mejor respuesta que darle a mi anónima y desesperada interlocutora ¡Claro que pensé que podría tratarse de una broma de mal gusto! O de alguna mente enferma, que se permite utilizar las redes sociales o su propio teléfono, para sembrar la duda o la inquietud entre aquellos con quienes contacta. En otro sentido, el planteamiento del problema estaba más que claro, por parte de la persona que me había llamado. Reconduje rápidamente mi sorpresa inicial y me dispuse a participar, tal vez de manera un tanto imprudente o temeraria, en ese envite para el que había sido involuntariamente convidado. Si la casualidad me había señalado ¿por qué no aceptar esa oportunidad de conocer a un alguien anónimo y tratar de ayudarle en su más que evidente estado de angustia?

“Bueno, reconozco que no es muy normal que, a estas horas de la madrugada, recibas una llamada de teléfono, con un contenido de esta naturaleza. No sé quien eres, no sé absolutamente nada de ti. Sólo que padeces un estado de profunda tristeza e, incluso, desesperación. Ruego te pongas en mi lugar ¿Qué puedo decir o hacer para ayudarte? Lo único que se me ocurre es que al escuchar tus planteamientos y razones estoy abriendo un primer camino para aliviarte de este algo que sólo tú pueden concretar y desarrollar. No, no te preocupes. No voy a colgar o a cortar la comunicación. Si ello te hace bien, explícame quién eres, cómo te llamas y más detalles de tu vida y, de manera especial, sobre ese problema que te hace sentir tan mal”.

Quien me hablaba, tenía una voz dulce, femenina, pero soportando una indudable tensión anímica. Con su decisión, un tanto infantil, se había ganado de manera rápida el premio a seguir dialogando. Ya desde este momento tenía la percepción de que la noche iba a ser larga y, también, muy interesante. La intriga estaba puesta, con todos los honores, sobre una mesa entre dos.

“Soy una persona, como esas otras que te cruzas por la acera o con las que compartes el bus, en el día a día. Con sus pequeñas y grandes historias, con sus afanes, fracasos e ilusiones que sólo ellas y su entorno más próximo conocen. A veces, ni ese entorno inmediato, se encuentra al cabo de su intimidad. Me atrevería a decir que, en no pocas ocasiones, ni ellas mismas, controlan lo que les sucede. En mi caso, soy una mujer sola, rodeada de gente. Me llamo….. me hubiera gustado llamarme Stela, como esas estrellas que nos miran desde la noche y que parecen estar siempre felices. Bueno, me pusieron al nacer otro nombre pero….. dejémoslo en Stela. Te decía que me hallo rodeada de gente, pero cada una de estas personas va a lo suyo. Sólo a lo suyo, con ese profundo ego que nos domina. En algunos de estos familiares y aquellos que se dicen amigos, podría entenderlo. Pero ya es más difícil y terrible, percibir esa lejanía próxima en aquellos que están más vinculados a ti, por razón del hogar en el que vives.”

Mientras Stela desarrollaba su íntimo monólogo, marcando una forma especialmente lenta, en la dicción de las palabras, pensaba en tantas y tantas personas que, a buen seguro, estarían atravesando una situación tan complicada como la de mi comunicante…. sin tener a quien decir o compartir sus desalientos. Me atreví a interrumpirla, más que nada, por darle un cierto respiro a una tensión que yo percibía claramente “in crescendo”.

“Pero ¿no crees que, en esa incomunicación en la que te sientes, hay una parte (puede ser importante) que afecta a tu propia responsabilidad? Entenderás que no estoy al tanto de los detalles (prácticamente no conozco ninguno) pero siempre he considerado que, cuando las relaciones se degradan, la culpa o los errores están en las dos partes. Parece que estás casada… ¿tienes hijos? Digo esto porque si con tu pareja no hay conexión, siempre puedes apoyarte en esa bella prolongación de tu vida que, sin duda, son los hijos”.

Tras unos largos segundos en el silencio, continuó este curioso diálogo. Las manecillas del reloj marcaban ya las 11.30. Decidí apagar el aparato de televisión. Aunque la película no era especialmente interesante, había perdido ya el hilo argumental y quería concentrarme en la conversación que estaba manteniendo con una silueta de la que sólo controlaba su voz.

“No, en estos años de matrimonio no hemos tenido descendencia. Y ahora, en la distancia del tiempo, lo veo como un error, un profundo error. El trabajo de ambos y ese ego que tanto nos traiciona, hizo que fueran pasando los meses y los años, acomodándonos a una situación que a medida que el tiempo avanzaba no nos atrevíamos a modificar. Y cuando la convivencia con mi pareja se tornó árida y vacía de contenido, ni él ni yo tuvimos en quien apoyarnos para intentar salvarla. Debo reconocer que, en estos catorce años de convivencia, fueron buenos los cinco o seis primeros. Pero después, la fuente se fue secando, de manera paulatina, hasta que por sus grifos sólo manaba esa rutina adobada de silencio y disimulo. Seguimos viviendo juntos, pero cada uno va a lo suyo.”

“Por mi parte, aunque no te lo creas, la situación tampoco es muy lúcida para la ostentación. Ahora que vivimos separados, mi relación con la que ha sido mi pareja ha mejorado. Los dos niños viven con ella, pero cumplimos sin problema los tiempos en que vienen a mi casa. Cuando surge alguna dificultad que les afecta, dialogamos y llegamos pronto a un acuerdo para solucionar su problema. Me centro en mi trabajo y en esas aficiones que nos vitalizan. También, hay algunos amigos en los que hallo siempre el calor del afecto. En este sentido, te reitero esa sugerencia para enriquecer un poco tu vida. Aficiones, amigos, el trabajo (si lo tienes….)”.

Sentí entonces, a través de ese micrófono que nos identifica, como la respiración de mi interlocutora se fue tornando más jadeante y nerviosa. Sin darme apenas tiempo a reaccionar, interrumpió esa parte de mi exposición que trataba de aportarle luces y soluciones para su bloqueo anímico.

“¿Puedo volver a llamarte en otro momento? Es la primera vez que escenifico o protagonizo esta situación. Tenía miedo de hacerlo, pero he tenido la inmensa suerte de encontrar una respuesta admirable en tu persona. Te lo aseguro. Es la primera llamada, después de haberlo pensado mucho. Y parece que he acertado con los números mágicos de esa ruleta que marca caminos inesperados de nuestro destino. Creo que eres una persona amable, comprensiva e inteligente, a fin de encontrar soluciones a los problemas. Y muy generosa. Me siento mucho mejor, después de este rato de conversación.”

Aunque las dudas seguían flotando en el mar sereno de mi conciencia, le respondí de una manera positiva. Por mucho que me asombraba la situación que acaba de vivir, consideré que ayudar a las demás personas, cuando la necesidad de las mismas es manifiesta, no debe suponer sólo un gesto amable, sino una obligación en conciencia. Nos dimos las buenas noches y me fui a la cama. Mañana había que volver al trabajo de ocho a tres, en el negociado de urbanismo al que acudo diariamente. Esta noche se me había presentado muy diferente a todas las demás. Desde luego el día había finalizado de la forma ….. más curiosa e insospechada.

Pasaron los días y el teléfono permanecía mudo, en esas horas después de la cena. Debo reconocer que, en determinados momentos, sentía la necesidad de volver a dialogar con la supuesta Stela. Carecía de su número, pues ella había activado la privacidad del mismo. Las preguntas fluían, entre la imaginación y el deseo. ¿Qué rostro podría poner a la cara de esta chica? ¿Habría seguido alguno de mis consejos o sugerencias? ¿Se encontraría mejor de aquella situación de crisis, cuando decidió marcar unas teclas al océano del azar? Desde luego tenía la certera convicción  de que, en algún momento, la conversación se iba a poder reanudar.

La respuesta a todas mis dudas e interrogantes se produjo algunos meses después. Y fue también producto travieso de la casualidad. Entre mis aficiones se encuentra, ocupando un destacado lugar, la asistencia a los espectáculos teatrales. Especialmente me agrada participar, como espectador, en esas obras experimentales, protagonizadas por grupos universitarios vinculados a la vanguardia creativa.

En el Festival Anual de Teatro, asistía a la representación de una obra correspondiente al ciclo de “Nuevas experiencias en escena”. Lo cierto es que, a los pocos minutos de su desarrollo argumental, me vi perfectamente retratado en unos de los dos personajes que compartían el espacio escénico, hombre y mujer separados por una mampara de cristal. Evidentemente, la situación que yo había vivido a través del teléfono con Stela, era parte sustancial de la obra. Caí en la convicción que había sido elegido, por el azar o la intencionalidad, a fin de ayudar, con mis reacciones y actitudes, a construir una historia que, evidentemente, yo conocía muy bien. De ahí la llamada misteriosa de aquella noche. Cosas… del teatro experimental.

Aprovechando la oportunidad que me brindaba el momento, a la finalización de la representación me acerqué a su creadora, e intérprete principal, que se encontraba saludando a los muchos espectadores y amigos asistentes.

“Buenas noches ……. Stela. Veo que has conservado ese nombre para tu personaje. En cuanto al actor, aunque lo ha hecho bastante bien, creo que yo habría podido representarlo de una forma más natural y real. Por cierto, el final que le has dado a la complicada trama argumental ha estado presidida por un bello lirismo, emocionado y abierto a la esperanza”.

Mi asombrada interlocutora me miraba sin poder articular palabra. Un color sonrosado había inundado la agradable tersura de su rostro. Le quise quitar hierro al asunto e improvisé algún comentario simpático.

“El nombre de Alex, que me has concedido en tu libreto, no me desagrada. En realidad mi verdadero nombre también comienza por la primera letra del alfabeto. Por cierto ¿Cuándo vas a volver a comunicar otra vez por teléfono, a fin de compensar esa soledad que tanto te abruma….?”

Efectivamente, aquella misma noche recibí otra vez la llamada de Dania, su verdadero nombre. Tras intercambiarnos gestos, palabras y ocurrencias, al fin me confesó algo que yo presentía. Mi persona y dirección telefónica no eran datos desconocidos, para esta valiente e imaginativa, escritora e intérprete. Hacía años que habíamos compartido la anónima convivencia de los silencios. Pero ahora iba a significar el comienzo de una grata amistad.  Ese vínculo afectivo, en el momento de redactar estas líneas, aún hoy permanece.-



José L. Casado Toro (viernes, 20 junio, 2014)
Profesor

viernes, 13 de junio de 2014

RECORDANDO, AQUEL NOVIEMBRE DEL 75.




Todos los acontecimientos acaecidos en la Historia, se hallan indisolublemente asociados al marco referencial de una fecha, inserta numéricamente en los calendarios. Y ello ocurre tanto con los hechos de relevancia generalista o mundial, como con aquellos otros que poseen un ropaje de alcance más regionalista o local. A fin de recordar, clasificar y analizar la significación política, social, económica, ideológica ….. humana, que aquéllos representan, echamos mano de ese recurso puntual, que desde los días, meses y años, nos ayuda y facilita su actualización. Los libros de la Historia, los documentos mediáticos de toda naturaleza, ofrecidos por la prensa oral y escrita, la fotografía, el cine, la fuerza desbordante y gratificadora de la literatura, esa maravillosa “biblia” rebosante de laicismo, que nos ofrece las redes infinitas de Internet …. son útiles e inexcusables recursos que nos ayudan a reconocer, a interpretar y a generar consecuencias y soluciones que profundicen en valores positivos, evitando, en lo posible, los errores perpetrados en ese pasado, más inmediato o lejano. Pero sobre todo, tenemos también la suerte de contar con el tesoro inapreciable de nuestra lúcida memoria. De manera especial, si hemos tenido la oportunidad de convivir temporalmente con el desarrollo de esos acontecimientos insertos en los almanaques y en la fraterna intimidad de las conciencias.

Fran, Isma y Berto, son tres buenos amigos que, cada viernes por la tarde, se reúnen en esa cervecería marinera, situada en la zona restauradora del Puerto malacitano.  Pertenecen  a la generación de los cuarenta - cincuenta, correspondiente al siglo precedente, por lo que debido a la profesión que han ejercido, entre otras circunstancias personales, se encuentran actualmente en situación de jubilación laboral. Fran e Isma han ejercido de policías nacionales, mientras que Berto ha desarrollado toda su vida laboral como maestro de infantil y primaria, en diversos colegios nacionales de la provincia. Los tres se encuentran en muy buena forma, pues gustan de practicar el ejercicio físico y de llevar una vida bastante ordenada. Por edades, sólo hay cinco años de diferencia, entre el mayor (Fran) y el más joven del grupo (Berto), que apenas ha superado los sesenta.

Ellos, al igual que el resto de los españoles y demás ciudadanos del mundo, han conocido durante esta semana la decisión del actual Jefe del Estado en España de abdicar en la persona de su hijo, tras casi treinta y nueve años de ejercer como monarca. Por este importante motivo, el tema central de conversación para pasar la tarde, saboreando la buena cerveza que ofrece el establecimiento, va a estar relacionado con esta cuestión que llena las páginas de los diarios y las cadenas de televisión. Hay entre ellos una primera pregunta que centra el esperado intercambio de opiniones. ¿Cómo era nuestra vida, en aquel 22 de noviembre de 1975, cuando accedió al trono el actual Rey de España?

Toman largos sorbos de sus cervezas y se preparan para compartir sus recuerdos, en un grato ambiente de camaradería y amistad. La tarde se ha presentado bastante agradable, aunque parece que el tiempo va a cambiar al temido viento de terral. Hay mucho movimiento de visitantes a esta hora de la merienda, en un espacio portuario, gratamente integrado hoy en los latidos sociológicos de nuestra  ciudad.

“Yo había cumplido ya los veinticuatro (interviene Isma). Aunque conocéis algunos aspectos generales de lo que ha sido mi vida, os concreto la situación en esta etapa de la misma. En aquellas semanas del 75 yo era un estudiante de medicina, que iba de fracaso en fracaso en las diferentes convocatorias de exámenes. Vivía con intensidad indescriptible la militancia en aquel Partido Comunista de los Trabajadores de España, por lo que el tiempo dedicado al estudio era muy, pero que muy reducido. En realidad nunca tuve verdadera vocación para afrontar todo el esfuerzo que supone el llegar a ser un buen titulado en esta importante actividad profesional. Me matriculé en esta facultad por presión de mi padre que, para compensar su frustración por no haber podido estudiarla, se esforzó con que su único hijo sí lo hiciera. Él fue un buen y prestigioso comisario de policía y sufrió en el alma este mi fracaso académico, aunque mucho más mi desenfrenada actividad política, en aquellos alterados años del tardo-franquismo”.

Descansa unos segundos el relato de sus recuerdos, hermanándose a esa jarra de cerveza de la que bebe con parsimonia y satisfacción. Se le ve un tanto nervioso ante la memoria e intenta coger un cigarrillo del paquete que está junto a Fran quien, cariñosamente, se lo impide. “Hace dos meses que tomaste la decisión de dejarlo. El consejo del médico fue muy severo. No debes volver a doblar otra vez la rodilla sobre la lona. Tu salud es más importante, que este humo lleno de veneno. Isma agradece, con una afectiva sonrisa, ese amigable consejo continuando con su relato.

“Aquel 22 de noviembre continuábamos la fiesta (en plan orgía…….) que habíamos montado en casa de un compañero de militancia. Celebrábamos la desaparición de quien había ostentado el poder dictatorial durante casi cuatro décadas, en nuestra historia reciente. Pasábamos olímpicamente de la ceremonia que entronizaba al nuevo rey. Lo que realmente nos interesaba era seguir luchando por las libertades que este país no tenía. Fueron tiempos muy convulsos, sumidos en la inestabilidad de no tener certeza de cómo se iba a conformar nuestro futuro político. Sí claro, os estáis preguntando como acabé de policía, tras abandonar definitivamente los estudios en la medicina. Como pude dar un giro tan profundo a mi forma de vida, centrada en la lucha política.
(Silencio intenso entre los otros dos amigos, muy atentos a las confidencias de Isma).

Como en los grandes momentos en la vida de un hombre, hubo una mujer. Una admirable mujer, Dela. Nunca la he olvidado. Siempre la llevaré en lo profundo de mi corazón. Era mi compañera, mi amante ….. aquella persona que te sostiene y vitaliza. Aguerrida en las células de lucha contra el dictador … valiente como ninguna. Fue detenida en una redada y acusada de intervenir en varios atentados. Algunos sangrientos. Falleció en la cárcel, en circunstancias no aclaradas. Aquella desaparición fue un verdadero batacazo en mi existencia. La dependencia que tenía hacia su persona era mucho más fuerte de lo que yo habría podido suponer. De tal forma que mi vida sufrió el gran cambio de lo inesperado. Viéndome hundido, mi padre acertó a tenderme, una vez más, esa mano necesaria que me recondujo, después de no pocas dificultades, por el recto camino al que he acabado llegando en el ámbito de mi profesión. Fijaos, miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Pero así es la vida. Con sus vueltas y senderos que no son fáciles de explicar. Concreto, finalmente. Aquel día de la entronización, yo me encontraba celebrando, con toda la parafernalia de una fiesta, la desaparición de su antecesor en la Jefatura del Estado”.

Los tres veteranos amigos siguen con su tarde y sus cervezas. Hace un calor, con un poco de viento de terral. La alegría bullanguera del puerto, con muchos paseantes, lo hace especialmente atractivo para la estancia en esas bien pobladas terrazas de los restaurantes. Ahora se siente protagonista de la palabra la oronda y bondadosa figura de Berto.

“En aquel momento yo había cumplido los veintiuno. Acabé Magisterio muy jovencillo, apenas los dieciocho cumplidos. En aquel Plan del 50 llegabas a la Normal del Ejido con poco más de los catorce, casi como un chiquillo. Era buen estudiante y recién acabados los estudios me dieron una plaza de interino. Viví cuatro años en Ronda, donde pasé unos años ….. muy intensos. Nunca os he contado un secreto de aquellos años inolvidables de juventud. Un tanto alocada. Yo tenía mis clases, hasta las cinco. Y cuando acababa…..  No sé que cara vais a poner con lo que os voy a decir. Nada, que me lié con una viuda, cuarentona, pero con mucha pasta. ¡Madre mía, qué tiempos! Y todo había que llevarlo con el mayor de los secretos. Un maestro de infantil, “tirándose” a una señora que le doblaba la edad…. Menudo escándalo si aquello llegaba a la voz pública”.

Los dos compañeros de mesa no salían de su asombro ante lo que estaban escuchando. Nunca pudieron imaginar esta página oculta en su amigo común, persona que  ofrecía  esa imagen aburrida de la “perfección social”.

“Para ella yo era como un juguete con el que perseguir esa juventud que ya se le había ido escapando, poco a poco, de las manos. Precisamente, el día 27 de noviembre, cuando el discurso del Cardenal Vicente Enrique Tarancón, en la Iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid, ante los nuevos Reyes, yo me encontraba en casa de Aida, a la que tenía entre mis brazos. Junto veíamos ante el televisor esa ceremonia. Como ya os he dicho, era muy joven y el cuerpo lo aguantaba todo. Después la vida continuó con su rodaje. En realidad me vi obligado a poner freno a la aventura de Ronda, porque esa señora siempre quería más y más. Aquello era una aventura apasionadamente alocada pero ….. muy sugerente. El pasado año un amigo me comentó que Aida aún vive. Debe ser muy mayor. Os aseguro que Petra no tiene la menor información de esta historia, ya anclada y atesorada en aquellos inolvidables años de mi juventud. Al menos ….  que yo lo sepa”.  

“Me habéis dejado para el final (comenta, sonriente, Fran). Como soy el mayor de los tres….. Pues yo también recuerdo con nostalgia aquellos tiempos, de mis veinticinco años. Y aquí va una de esas bombas que no esperáis. Me consideráis un intelectual agnóstico. De hecho, en la policía, siempre he estado trabajando en los departamentos de investigación científica. Pues os confieso: estuve estudiando para cura. Y a punto de vestir sotana o clériman. No se me olvidará aquél 22 de Noviembre. Y no fue por la entronización de un Rey, en nuestro país. Sino porque esa misma mañana, de la jura ante las Cortes españolas, yo me encontraba en el Palacio Episcopal de Salamanca. Me había llamado el Sr. Obispo, con jurisdicción eclesiástica en esa bella provincia castellana, donde por entonces yo residía. Tenía que hablar conmigo, a la mayor celeridad. Con todo el ceremonial que le caracterizaba, pero con amable autoridad, me vino a decir lo que yo estaba barruntando desde hacía meses. Que tenía que buscar otro camino para mi vida. Que el sacerdocio no era lo mío y que no veía en mí vocación suficiente para ejercer el ministerio sacerdotal. Que todos los informes que poseía al efecto abonaban esa  decisión. Dolorosa pero, al fin, necesaria. Podría haber “cantado misa” meses después, sin embargo una mente sensata puso freno a un camino que, obviamente, no era el mío. Pero ese sábado de otoño, pues ese era el día de la semana, nunca lo olvidaré ya que, aparte la llegada de la realeza, fue una importante inflexión en el destino, profesional, de mi existencia”.

Suenan unos rancios “Clavelitos” desde la puerta de un local cercano, entonados por una peculiar banda de tunos veteranos: los integrantes del grupo lucen unas orondas anatomías, reveladoras del paso de los muchos años desde que abandonaron los estudios y las aulas. Los tres amigos apuran sus jarras de cerveza y acaban comentado acerca de los pequeños achaques que afectan a sus organismos. Hoy le corresponde pagar la cuenta a Isma, el cual recibe las bromas de sus contertulios. Se despiden como siempre, con esas palabras amables, camino de sus aposentos para la rutina. Han tenido tema para lustrar el atardecer de un día aún caluroso, pero que anticipa ya la llegada de un verano que promete ser lúdica y atmosféricamente tórrido y divertido.

En esa vuelta a casa, uno de los tres jubilados camina sonriente y, por momentos, esbozando esa risa nerviosa que nos resulta difícil de controlar. Él sabe perfectamente que ha manipulado de forma sustancial la historia que ha compartido con sus amigos. Pero aún reiría con más intensidad si llegase a conocer que….. sus otros dos amigos de tertulia han hecho exactamente lo mismo.

Seguro que en estos días, del 2014, muchos han sido los que se han preguntado dónde estaban y cómo fue aquél ya lejano sábado, que cambiaba nuestra Historia. Fue un 22 de noviembre, en 1975…..-

 
José L. Casado Toro (viernes, 13 junio, 2014)
Profesor