viernes, 29 de julio de 2011

ANNE & EVELYN, IN THE NIGHT.

¿Te gusta pasear en la noche, cuando ésta se hace reina, brillando puntos en el cielo para sentimientos, latidos y añoranzas? Deambulas por calles semi vacías, dibujadas en luces de un amarillo térmico y somnoliento, camino de no se sabe dónde o por qué, en un final de julio con sabor a turismo y a tiempo libre para el ocio vacacional. Es entonces cuando el calor diurno nos da un cierto respiro, tregua regalada bajo unas estrellas que lucen brillo y blancura, con silencios de madrugada y paso lento en el caminar. Cerca de la medianoche, aún quedan comedores impenitentes, que llenan sus estómagos con tentaciones y ansiedades, no faltando algún “cantaó” que defiende y ofrece su garganta maltratada, con estrofas guitarreras poco atendidas por un público que se torna ausente ante su dedicación. Y las blandas pisadas en un empedrado gastado, que destella brillos y personajes, testimonio de una historia que aún está por disfrutarse, para orgullo y memoria de la eternidad. Realmente se vive mejor con el frescor húmedo de la noche, recorriendo arterias solitarias en lo urbano que nos seducen, observan y acompañan, entre luces, sombras y rincones, de aquí, de siempre, de allá. Y si la ciudad se abre al mar, qué mejor espejo hecho a retazos de colores con ese oleaje lento y susurrante para plumas de poetas y sonrisas entornadas en la sensibilidad. Sus palabras y sentimientos hacen fluir otras vidas, otras historias deseadas, tenaces en nuestro preguntar en pos de la ilusión.

Apuraba ese último té, también llamado precisamente “de la medianoche”, cuando, en unas mesas callejeras, ya sólo estábamos ellas dos junto a mi mirada, en nuestros lugares a la par. Y los tres, en un lateral de la calle, donde apetece mejor el fresco natural sobre el artificial que oferta el local. Mostraban el típico afán ante un plano arrugado en sus manos, tratando de identificar nombres y lugares más o menos conocidos. Deseaban descubrir una ciudad que abre su corazón para turistas y residentes noctámbulos, perdidos en su soñar. Horas en que los sones campanarios de una Catedral en majestad ya no permiten escucharse, porque dicen que molestan para muchos en su descansar. Estas dos jóvenes habían llegado, esa misma tarde, a Málaga. Utilizaron un transporte más que rentable para sus economías y, desde la Estación de autobuses, caminaron hacia el centro urbano. Querían encontrar una habitación, barata pero digna, con la intención de permanecer unos cuantos días en esta ciudad acogedora y servicial. Sería la tercera ciudad española que recorriesen, tras la llegada en un vuelo “fácil” a Barcelona, en la tercera semana de julio. Otros cinco intensos días en la capital de España, cuando pensaron en “bajar” al sur y, ahora, a las doce y cuarto de un jueves “juliano” comienzan su andadura por estos lares azulados del Mediterráneo norte, entre la montaña y el mar.

Evelyn y Anne, universitarias londinenses, han estado trabajando, por las tardes de muchos meses, a fin de conformar una liquidez que les permitieran hacer este viaje, planeado desde hacía tiempo en sus ilusiones adolescentes. Se defienden bastante bien, sobre todo Anne, con la lengua de Cervantes, lo que me permitió comunicar de una manera aceptable con dos caracteres muy contrastados en su personalidad juvenil. Dulzura un tanto infantil (a pesar de sus veintitrés primaveras) imaginación un tanto desbordada para lo romántico, con expresividad constante en su mímica gestual y vocálica, en el caso de Anne. Mientras, Evelyn, dos años mayor que su amiga, ofrece una imagen más reservada, prudente y seria, dosificando con lentitud el néctar de la sonrisa y el preciado maná transmisor de las palabras.

¿Y qué nos recomiendas, para conocer y visitar, en estos cuatro días? Efectivamente, el domingo por la mañana, tomaban otro vuelo “fácil” en la T3, Aeropuerto de Málaga, que las devolvería a su Londres residencial. Nuestras teteras, otra vez medio llenas, dieron tiempo para comentar varios y otros lugares con encanto, rincones que desvelan el embrujo y misterio siempre generoso de la ciudad. ¿Os gusta el arte? Pues aquí tenéis una interesante posibilidad, con numerosas variedades donde elegir. Picasso, Thyssen, CAC….. lo islámico, lo cristiano, saben poblar, como flores ajardinadas, por muchas esquinas y rincones de ese plano que os esforzáis en memorizar. También, algo de costa, oriental y occidental que, con estos calores, haréis fotos y simpáticas poses tomadas en las playas. Las recordaréis, enseñándolas, con esa mezcla de nostalgia y alegría que siempre es bueno atesorar. Y, después, un buen chiringuito para saborear las perlas comestibles que el mar nos regala, en su múltiple y sabrosa variedad. Recorred nuestro Parque y subid a Gibralfaro. Estáis en una colina de la baja Penibética y, a vuestros pies, el Puerto marinero, con el canto andaluz de la ciudad.

Al poco rato de agrados y palabras ese plano, que unía a tres voluntades amistosas, estaba lleno de anotaciones y dibujos, que Evelyn marcaba muy atenta, mientras Anne hacía bromas y reía, ante un guía turístico improvisado y locuaz. Me esforzaba en ayudar a dos personas que, un tanto desorientadas, querían descubrir cómo es esta Málaga hospitalaria y cosmopolita, que sabe mirar a un continente cercano desde una ventana europea que hegemoniza datos y semblanzas para la Historia en la Humanidad. Dada la hora, en una noche con luna encendida y estrellas juguetonas, el camarero nos indicó que ya iban a cerrar, por lo que hicimos una necesaria y grata despedida. No sin antes recordarles que el paseo en horas nocturnas permite descubrir rincones con encanto que no se muestran en guías y folletos, pues son tesoros en el misterio para románticos y soñadores que sí los saben entender y apreciar. Hubo, hoy día tan necesario, intercambio de direcciones electrónicas “y os dejo también mi teléfono, por si algún problemilla os surge en este trocito de vuestra semana malagueña”.

Anne, con una coleta rizada en su pelo, frente despejada, ojos algo pícaros, con un rostro muy angular en su sana y natural belleza. Evelyn, también con cabello color castaño, ojos azulados y una tierna mirada en su prudencia afectiva para el comunicar. Ambas se alejaban con paso ágil por el adoquinado regastado de la calle, con su alegre y joven indumentaria, plena de color y frescura. Iban pisando, con sus suelas blancas de goma, el rostro empedrado y aún cálido de una ciudad regada de luna, con un levante que negociaba su dulce hegemonía ante el tosco terral para la ansiedad. A poco de habernos separado, siento a mis espaldas unos pasos acelerados. Era Anne. Me mira sonriente y con una risa nerviosa, algo infantil, me repite lo de thank you y bye, volviendo con una carrerilla junto a Evelyn que la esperaba junto al escaparate de objetos turísticos, aún con el adormilado neón iluminado. Interpreté la actitud de esta agradable jovencita británica como un nuevo gesto simpático para la despedida, sin más.

Prácticamente ha pasado ya un año desde aquella agradable noche de Julio, en las cercanías del Picasso. No, no ha habido comunicación posterior entre nosotros. Sólo en fechas navideñas (tras localizar en la agenda electrónica las direcciones de estas dos jóvenes británicas) me animé a enviarles una breve felicitación, escrita en castellano) aunque la frase de despedida iba traducida al inglés. Confié, durante algunos días, recibir algunas palabras como respuesta a ese envío, profundamente cordial en fiestas tan señaladas y entrañables. Pero ese correo no encontró la oportunidad en las intenciones de ambas chicas. Y sí, pasado mañana, en este julio tórrido por la “caló” (como expresa algún lenguaje popular de estos lares sureños) volveré a repetir mi participación en una escenografía similar a la del año pasado. Será en horas de la noche malagueña. Estaré allí, por las cercanías de la cultura y la historia. Entre la Catedral y el primero de los museos, en esta ciudad atrapada sensualmente entre un sosegado Mediterráneo y las protectoras estribaciones orográficas del castrense murallón Penibético. Pediré ese té que se hermana, en su literata nomenclatura, con el meridiano fronterizo de un ayer y otro mañana. Las imaginaré allí sentadas, todo alegría en la mesa de al lado, tratando, entre risas y palabras, de poner un poco de orden programático a ese lúdico proyecto por conocer una nueva ciudad. Sonreiré, no faltaba más, y veré, en la realidad de mi imaginación, ese transparente y espontáneo thank you, bye, recitado por Anne, junto a la prudencia equilibrada de Evelyn, tras su mirada de enigmáticos y atrayentes ojos azules. Aquella madrugada ejercí un poco de guía turístico. Es fácil llevar a efecto tan solidaria función, en una tierra del Sur que se hace querer. Y que tanto, tanto sabe dar.

¿Cómo te ha ido el día? Pues, fatal. Tengo un encargado en los almacenes que parece un policía obseso para con todos los empleados. Es un estúpido desgraciado. Ya me ha puesto un apercibimiento por llegar seis minutos tarde. Y con justificación. Es el perro faldero de una dirección que solo quiere ganar dinero exprimiendo a unos y a otros. Pero al menos tienes un trabajo, para continuar tu “enfermería” por la mañana. Ya te queda poco para conseguir ese título por el que tanto has luchado. ¿Y a ti cómo te va con tu pareja? Aguantando, hasta que un día me harte de sus egos y fetiches. Y ahora, encima, estoy de cuatro meses. Ya se me va notando, pero él quiere que siga en la consulta, pues así tiene recepcionista gratis. Y en las tareas de la casa, también. Sus amiguetes son sagrados. Él y yo sabemos que esto no va a durar mucho. Lo que lamento es no haber tenido la prudencia de haber continuado mi carrera de Empresas. Pero, aunque me resulta inconcebible, por mi carácter……. me dejé llevar. ¿No te has fijado que hoy es viernes, 29 de julio? Hace un año, llegamos a Málaga desde Madrid, tras seis horas de cansado viaje. Y por la noche, en aquellos laberintos empedrados de la vieja ciudad, coincidimos con un hombre que con tanto agrado nos ayudó para orientarnos por esa bella ciudad. A ti te llegaría también un correo, el suyo, por Navidad. ¡Vaya memoria la tuya. No, no lo respondí. Yo, tampoco. Y no sé por qué. Pues yo voy a ver si localizo en el Hotmail la dirección y le envío unas letras de agradecimiento y disculpa. Hemos pecado de maleducadas y desagradecidas. Trataremos de arreglarlo. Oye, me parece una excelente idea.-

José L. Casado Toro (viernes 29 julio 2011)-

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

viernes, 22 de julio de 2011

LA COMPLEJA Y DIFÍCIL AVENTURA, POR LA SINCERIDAD.

Faltaban aún unos minutos para que dieran las diez, y ya había un grupo importante de personas que aguardaban, con semblante paciente, junto a una de las puertas que dan acceso al gran edificio comercial. Entre ellas, las había de todas las edades y caracteres. Alguien ojeaba un periódico gratuito que le habían entregado, minutos antes, en una de las esquinas estratégicas de la zona. Aquella otra señora repasaba, con gesto compulsivo, la esfera cromada de su reloj que, para ella, caminaba con más lentitud de la habitual. Un señor mayor recorría el trozo de acerca, de manera pendular, incapaz de permanecer quieto hasta la hora fijada para la apertura. El sol templaba ya de lo lindo, pues ese cielo azul, limpio de nubes, amenazaba con la llegada árida del terral. Julio vacacional y en rebajas, soportando ese tráfico viario que no sabe, ni quiere, descansar un solo momento. Y un guardia de seguridad bien uniformado que, con llaves en la mano y muy en su papel, pulsaba algunos botones y controles que abrirían, en un tiempo más bien escaso, las puertas para la distracción, el tiempo y la necesidad. Yo también era uno de ellos y, desde la noche anterior, tenía bien diseñada la estrategia de cómo hacer para bien comprar. Suponía que no iba a resultar fácil, pues estas mercancías, transparentes para la materialidad, no se ofertan en la publicidad callejera, ni en los buzones urbanos. Tampoco en el on line de nuestro fijo o portátil, ni en el Mercadona de aquí al lado junto a mi casa, ese que sabe prestar un buen servicio, todo amable y servicial, de lunes a sábado. Con la exactitud puntual del minutero, fuimos entrando en este macrocentro donde aseguran, mediante la publicidad mediática y el boca a boca, venden todo, casi de todo. Por secciones, plantas y departamentos, y durante doce horas en el continuo de lunes a sábado. Todo muy bien organizado para un servicio eficaz y cómodo, ya que el cliente es objetivo prioritario en la satisfacción para su necesidad. Diversión, garantía, precio y calidad. Y si no está Vd contento con la compra, pues a devolver, que esa aventura también conforta y gratifica.

Me dirijo a una joven empleada, bien peinada y pintada. Viste camisa blanca estampada con dibujos celestes y azules, pantalón oscuro y sandalias planas de color oro. Le ruego si me puede atender para una consulta. “Srta. desearía comprar un bote de sinceridad ¿podría indicarme en qué sección o planta puedo encontrar el producto?” Esgrimiendo una mecánica sonrisa, que sólo le hace mover determinados músculos, en el tercio inferior de su rostro, responde, con voz cansina y tolerante, a pesar de lo temprano de la mañana, que la sección de perfumería se halla al fondo de esta planta baja, caminando hacia la zona este. Da media vuelta y continúa con su apariencia de inconcreta actividad. Continúo mi periplo viajero, aún por la planta baja del macrocentro, cuando veo a otro dependiente, con una carpeta y recibos de facturas en la mano, traje de chaqueta alpaca gris, corbata morada y zapatos negros, de esos que se utilizan para las bodas y celebraciones. “Si es tan amable, podría indicarme la sección donde puedo adquirir sinceridad, desearía mejorar el funcionamiento de……” No me dejó finalizar la frase. Con lenguaje de tono caribeño, me señala una escalera mecánica, con sentido descendente, “planta sótano, ferretería/bricolaje”. Continuó su camino, todo erguido en su delgada figura, taconeando con esos Martinelli de piel sobre el suelo de linóleo PVC, como si fuera un alto ejecutivo de la Unión Europea.

Presumía que mi búsqueda no iba a resultar todo lo simple que en un principio había previsto. Y es que en esta sociedad, que avanza a pasos ligeros hacia pandemias deshumanizadoras, hasta los más preciados valores de nuestro espeapreciados valores de nuestro ecspad que avanza a pasos ligeros hacia pandemias deshumanizadoras, hasta los maje de chaqueta alíritu, alma, carácter o creencia, tienden a materializarse, colocándoles etiqueta, código de barras y fecha de caducidad. “Pues mire, creo que me está Vd. preguntando por una nueva línea de lencería que estamos lanzando, y viene ahora con un quince por ciento de descuento. Sincerity of love, es el nombre por el que debe preguntar, planta tercera, señoras. A su mujer le va a encantar esta línea de ropa interior, que se está vendiendo bastante bien. Si me permite la sugerencia, ya la he visto y recomiendo, es muy atractiva y con una atrayente sensualidad. Le va a hacer un buen regalo, imagino que para una fecha a recordar”. Verdaderamente, hay profesionales agradables en esto del comercio. He tenido la suerte de encontrarme con un modelo de atención al cliente. Incluso me ha comentado su nombre, Claudia, por si tengo alguna dificultad para localizar o elegir este “sensual” producto.

“Por favor, señorita. ¿Dónde puedo encontrar ese valor llamado sinceridad?” Eran ya las once menos cuarto, y seguía mi peregrinaje tratando de hallar un espacio donde me facilitaran algo que, lo estamos comprobando, resultaba más que difícil..... disfrutar, en nuestra necesidad. Y vaya si lo necesitamos. “Vaya Vd. a Información y Atención al Cliente”. Tal vez allí le puedan ayudar en eso que busca. La verdad es que no conozco a qué producto se refiere. ¿No tiene algún dato sobre la marca, precio u otras características?” Esta vez se trataba de una chica muy joven. En poco superaría la mayoría de edad. No voy a describir de nuevo el ya conocido uniforme empresarial. En su caso, llevaba falda, también azul, unos centímetros por debajo de sus rodillas. Me impresionaron en mucho sus lindos ojos, de verde naturaleza, enmarcados por una suave melena de color castaño y una sonrisa que parecía “sincera” en la que delataba unos brackets sin la magia de lo invisible, como anuncian las clínicas líderes del sector ortodoncista.

Once y diez de la mañana. Llevaba más de una hora en el macrocentro “que tiene respuestas para todo, con garantía total al cliente” Temía resultar un personaje penosamente conocido por aquello de mis preguntas y frustradas soluciones para lo que, con tanto afán, buscaba, desde poco antes de que diesen las diez, hora puntual de apertura.

Todo apariencia de respetabilidad en su figura, la de este dependiente que, por la experiencia acumulada, se presta a resolver las más peliguadas situaciones generadas a lo largo del día. “Es que no ha ido Vd. bien orientado. Baje de nuevo a la planta cero, sección librería. Hace meses, me recomendaron un manual de autoayuda donde, creo recordar, había un par de capítulos que se referían a esas situaciones y respuestas que, con tanto afán, trata de encontrar. Le he de confesar que yo también he atravesado una etapa complicada y muy desagradable en mi vida, de la que a duras penas aún sigo recuperándome. Ya puede Vd imaginar lo que suponen treinta y cinco años de matrimonio y todo se va al carajo, sin saber bien el porqué”. La verdad es que me impresionó la actitud de este veterano trabajador, con traje beige y corbata de un gris celeste apagado, entrado en kilos y luciendo un poblado bigote entrecano. A poco me cuenta su vida. Me dejó, cuando le avisaron de una reclamación, por la entrega de un televisor con pantalla en relieve. Era el jefe de este departamento, denominado Imagen y Sonido. Buen hombre, servicial y paternal al tiempo. Total, que me encaminé, ya un tanto cansado y desconfiado, al área comercial de los libros.

El joven que me atendía, daba el perfil de un universitario en Letras, que ha desistido de continuar por la aventura de las oposiciones. Su currículo cultural le ha facilitado un buen trabajo, rodeado por una silenciosa pero atrayente familia. La que forman centenares de libros y títulos para la cultura y la memoria. Probablemente, recién casado y a la espera de descendencia. Apenas levantaba los ojos de la pantalla informática. Sólo acerté a pronunciarle la frase “sinceridad, eso es lo que busco”. Un tanto robotizado, en sus movimientos y atenciones, encadenaba esa letanía interrogativa de autor, título, género, editorial, ISBN…… Sin que apenas se diera cuenta, ensimismado como estaba rodeado de clientes, ante las 17 pulgadas para la salvación, abandoné la zona de los estantes repletos con obras interesantísimas y, en una de las esquinas, ya divisé el rótulo de los manuales de autoayuda. Pues… que muy bien.

Era todo un manojo de nervios. Tercer día del comienzo de las rebajas veraniegas. La joven, de la coleta rubia, más bien bajita, con ambos brazos repletos de ropa veraniega, semblante hiperactivo para una larga jornada de ventas que saneen el stockaje acumulado por una temporada en crisis, me recita esa “letanía” ya por tantos aprendida y escuchada: “Si no está colgada en el expositor, es que no tenemos la talla que desea. Hemos sacado toda la mercancía”. Y continuó su camino con las camisas, pantalones y sueters (o sweaters) policolores, panaceas para nuestra ilusión en la estética. ¿A qué le habría sonado eso de la sinceridad?

Fueron casi dos las horas en que permanecí por este supercentro en el que se puede, desde comprar un coche hasta lavar el traje, en un corto espacio de tiempo. Contratar un seguro, adquirir entradas para el gran festival, disponibilidad para todo tipo de alimentos y ropas, programar viajes y estancias por todo el orbe, electrónica para el hogar y el lustre sensual y formativo de la cultura diaria. El listado de ofertas es amplio y heterogéneo. Pero mi intención era gozar de ese valor que no está en venta, que no está disponible para comerciar. Tal vez, con voluntad, formación y bondad, se pueda poseer. Pero, con evidente realismo, es el gran ausente de nuestras vidas. Resulta invisible en su naturaleza, pero trascendente, necesario y ejemplar en su operatividad. Haría posible una convivencia más verdadera, limpia y trasparente, entre tu, yo y los demás. Pero.... ¿dónde está?

Aún me pregunto cómo no me tomaron por loco y desequilibrado. Sin embargo, ningún guardia de seguridad me invitó a irme por ser personaje molesto y sin ánimo lucrativo de comprar. De comprar la materialidad, que es casi lo único que ellos saben ofertar, en el transcurso de horas, días y semanas, para que todos sigamos representando esas escenas teatralizadas que siempre saben a igual. ¿Nadie de los consultados me entendió? ¿Nadie pudo esforzarse por comprender que los valores no son mercancías que se intercambian, para que los de siempre sigan ganando más y mejor? Sólo quise llevar a cabo una traviesa experiencia imposible. Curiosa y desenfada, a partir de que dieran las diez, en el Centro Comercial. Pero, y es de lamentar, la sinceridad es un valor cada vez más ausente y atípico, en el mercado cotidiano de la verdad. -

José L. Casado Toro (viernes 22 julio 2011)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

viernes, 15 de julio de 2011

UNA ROSA, CON RECUERDOS EN LA SOLEDAD.

¿Qué se esconde tras muchos de esos gestos presididos, en mayor o menor medida, por la conciencia de la voluntariedad? Sin duda, hay muchas vidas presididas por atractivas historias que, a muchos, nos agradaría conocer, narrar y compartir. Esta, que me pareció humana y plena de sentimientos para la reflexión, ocurrió en una, realmente en varias, tardes del otoño. Aún el verano resistía su hegemonía térmica y luminosa, frente al inevitable protagonismo cíclico de una estación, teñida con grises y nublados violetas para la nostalgia. Caminando por esos paseos vespertinos, disfrutaba de los senderos guarnecidos de árboles y setos de flores que lustran, con aroma y color especial, el Parque de Málaga. Ese trozo de ciudad, ganado al mar a fines del XIX, para la habitabilidad y convivencia ciudadana. Es un paraje encantador, herido y roto, en su continuidad, por una extensa arteria viaria que separa el norte y el sur vegetal, allá en las faldas maternales del Gibralfaro. Otra arteria, el “Paseo de los Curas” necesaria para la comunicabilidad en el tráfico este – oeste, impide que vegetación y mar estrechen sus manos solidarias, en la sensualidad fraternal. Pero es que esta bella ciudad padece muchas costuras, visuales y espirituales, aún sin cerrar, pues no hemos de olvidar que un cauce, casi permanentemente huérfano de agua y frescor, desaprovechado por la incuria política, también divide la continuidad natural y urbana de esta Málaga, joya testimonial de culturas y repleta de historia.

Necesitaba descansar de este jugoso senderismo que había disfrutado, por el laberinto medieval y moderno en la estructura planimétrica que hemos ido construyendo, cuando me senté unos minutos en un banco de madera, ubicado en la selva arbórea del Parque Sur. Por ahí, de forma paciente y afectiva, caminaban algunas parejas heterogéneas por la edad, tanto en lo físico, como en las ilusiones del alma. Un tráfico fluido, eran las seis de una tarde tranquila y azulada, con un sol de tonalidades anaranjadas, generaba ese monótono discurrir de vehículos por la calzada central, apenas alterado por el diálogo silencioso que mantenían las personas que gozaban con la naturaleza. Y, a unos diez metros, en otro banco de color marrón madera, observo a su ocupante. Efectivamente, movía los labios, sin otro interlocutor que le prestara atención. Se trataba de una persona mayor, un hombre que probablemente superaba las siete décadas en su vida, y que parecía estar hablando con una sombra de perfiles ausentes. Alopecia pronunciada, ojos serenos, con esa apariencia de bondad que contagia, piel arrugada tras muchos calendarios en la mirada, algo de obesidad pero no excesiva y una forma de vestir modesta pero digna. Camisa celeste, vaqueros “lavados” y unas deportivas de colores mezclados, entre el blanco y el gris, marca Paredes, reconocibles pues también poseo unas similares en un estante de mi armario. Pensé que igual se trataba de una persona con el equilibrio psicológico alterado, pues continuaba su conversación solitaria, mezclando incluso alguna que otra sonrisa plena de expresividad. En un preciso instante, pareció elevar, en intensidad, su tono de voz. Lo más curioso fue cuando extrae una linda flor, de una bolsa que tenía a sus pies, la besa con indisimulado cariño y ejecuta un movimiento por el que ofrece esa rosa de intenso color rojo a una compañera que probablemente sólo él veía, identificaba o imaginaba. Guardó silencio, durante unos largos minutos y lo vi alejarse, después, caminando lentamente entre los setos de flores y árboles para la sombra. Me quedé observando, con la extrañeza subsiguiente, el asiento que había ocupado, ya sólo presidido por una linda rosa que descansaba en uno de los tercios del mismo.

Pasaron los días cuando, otra tarde, decidí ir en bicicleta hacia ese agradable lugar portuario que representa el Palmeral de las Sorpresas. Terminando el carril bici, junto al Edificio del Rectorado, me sitúo en el semáforo inmediato a fin de cruzar hacia el Parque Sur. Esperando la señal de paso, identifico a la misma persona que aquella tarde recitaba un solitario diálogo o monólogo testimonial. Veo que portaba la misma bolsa de plástico, que publicita unos grandes almacenes. Me adelanto con la bici y me siento en el mismo lugar que ocupé aquel día. Al poco llegó mi conocido personaje que repite, prácticamente, el mismo ritual. Me acerco y “buenas tardes. Perdone, lo que puede parecer una impertinencia. Le observé el otro día, al igual que hoy.... y mi interés me mueve a plantearle una pregunta. Habla Vd. con alguien que yo no percibo. Y ese misterio de la rosa, que me deja bastante intrigado. Creo que comprenderá o entenderá mi extrañeza”.

El buen hombre, regalándome una generosa sonrisa, alivia de inmediato cualquier tipo de tensión. Me pide que me siente junto a él y comienza, con voz parsimoniosa, a narrarme su historia. Enviudó hace ya quince años. Sin casa propia (vendió su pisito en la barriada), vive sus setenta y seis años en los domicilios acomodados de un hijo y una hija, alternando, sus estancias trimestrales, con una y otra familia. Desde que su querida mujer viajó a ese desconocido lugar que hay más allá de las estrellas, sufre una profunda y depresiva soledad. Soledad agravada por un trato que él considera huérfano de afecto por parte de unos hijos muy ocupados y estresados, tanto en lo laboral, como por sus intereses egoístas. Familias, ambas, en las que un par de nietos monopolizan su tiempo en los estudios, aficiones y pandas de los amigos. La historia de la rosa comenzó hace un par de años. Conoció a una mujer, en este mismo lugar. En su opinión, bastante guapa y alegre de carácter. Mucho más joven que él, pues en ese momento ella aún no había cumplido los sesenta. Entablaron una agradable conversación, que posibilitó entre ellos la semilla vitalista de la amistad. Anhelados diálogos que repitieron otras muchas tardes, a esa hora de las cinco, cuando el sol comienza a languidecer.

Aquel hombre, Damián, era su nombre, de talante bondadoso y comunicativo, potenciaba su actitud emocional a medida que me desvelaba los detalles de su proceder. La ilusión volvió a renacer en su vida a medida que cada tarde, a las cinco, volvía a encontrarse un buen rato con Esther. Vitales conversaciones y paseos que completaban a veces con una merienda en aquella cercana cafetería, próxima a Larios. Su alegre compañera no se había casado, tras un par de largos noviazgos frustrados por distintas causas que nublaron su vida. ¡Ah, la rosa! Fue un gesto en regalo que él le quiso hacer por su cumpleaños. La respuesta de su amiga fue un largo beso, entre palabras de afecto y lágrimas mezcladas con una cariñosa y bella sonrisa. Desde entonces, los días 23 de cada mes, volvía a comprarle la más linda de las rosas de entre los puestos de flores. Fue una amistad de año y medio que, para ellos, acabó significando la justificación del renacer de cada mañana.

El final de la historia no es alegre, pero real y profundamente humano. Aquel día, Esther ya no le acompañó sentada en su banco del Parque. El móvil no le abrió las puertas para sus dudas. ¿Tal vez habría tenido que acudir a casa de una sobrina nieta que cumplía meses para el embarazo? En las dos tardes siguientes, tampoco hubo respuestas para la preocupación de sus dudas. Hasta que ese viernes aciago, decidió acudir a su domicilio, pues en no pocas ocasiones solía acompañarla a casa, tras ese ratito de compartir juntos la compañía de la tarde. Llamó un par de veces por el portero automático, sin comunicación como respuesta. Una joven que llegaba a la puerta de ese bloque, viéndole pulsar repetidamente el 3º B, se le quedó mirando y con especial cuidado le preguntó si estaba tocando en el piso de Esther. “Me temo que no lo sabe ¿verdad? Fue hace dos días. Ha sido una desgracia. La causa dicen que ha sido el corazón. ¿Fue Vd amigo de ella?”

El mazazo para Damián es de los que difícilmente logran olvidarse. Ahora, cada una de las tardes, busca consuelo en un diálogo, invisible e imposible, en el mismo banco del Parque que tantas y animosas tardes lograron compartir. Eran felices, profundamente felices, en esas necesitadas horas en que ocultaban la soledad de sus vidas. Sí, y cada una de las semanas, le deja, en el lugar que ella solía ocupar, una rosa, con el rojo intenso de un cariño también poderoso. “Verás este proceder como un romanticismo de gente joven, sin sentido para los de mi edad. Pero yo, en mi imaginación y en mi corazón, hablo con ella. Le comento mis pequeñas cosas en el discurrir de los días. Y así me siento mejor. Como si ella permaneciera junto a mi, en este ratito de las tardes. Pienso que me estará escuchando desde algún lugar, aunque ahora yo no entienda su voz. Y esta rosa, que tu éstas viendo, quiero que ella, mi Esther, también la vea. Así sabrá que no la he olvidado”.

La verdad es que me emocioné al escuchar sus palabras. Le agradecí esa muestra de confianza que había sabido regalarme y, de forma especial, la enseñanza que me había proporcionado con su bello ejemplo. Entre ambos, sellamos la promesa de volver a dialogar en esas otras tardes pertenecientes a cualquier estación de la meteorología. Tomé la bicicleta e hice la vuelta a casa con la tranquilidad de conciencia de que los gestos escenificados de Damíán tenían una cierta lógica, en esa búsqueda de la lealtad, afecto y amor a una pérsona que ya sólo vivía en su recuerdo.

Pasaron semanas en el calendario en las que por diversos motivos no pude ir a visitar a este buen hombre, en su banco del Parque. Las neblinas del minutero habían dejado esta agradable anécdota, o experiencia de vida, sólo ya para el recuerdo. Y fue un lunes, veintitrés de noviembre. Algo de compra en ese Centro Comercial, próximo a casa, ya que el frigorífico se había quedado debilitado en alimentos. También me apetecía renovar la fruta y verduras. Los imanes del carrito de la compra se encajarón perfectamente en el suelo metálico de la escalera de acceso a una de las puertas que dan a la calle. Como la cinta metálica avanzaba con lentitud y estaba algo cansado, me apoyé en el pasamanos de la escalera. Observaba, un tanto ensimismado, los luminosos de los comercios cuando una voz, que se me hacía familiar, se escuchó a un par de metros delante del carrito. “Esther, Otra vez se te ha olvidado comprar mi cerveza”. “Vaya con el señorito. Tú, como siempre, pensando sólo en ti. Pues te aguantas”. Efectivamente, era Damián (mi conocido amigo del Parque) y una señora, próxima a los sesenta, mal cuidada en su vestimenta y aseo. Discutían a gritos, “Esther, tienes un carácter imposible. Eres aborrecible. No sé como te soporto”.


José L. Casado Toro (viernes 15 julio 2011)-

Profesor

http://www.jlcasado.blogspot.com/

viernes, 8 de julio de 2011

UNA PRECIADA JOYA, HALLADA EN LA CARTELERA

Nos agrada siempre disfrutar, con el rico acervo patrimonial de las leyendas urbanas. Esas historias que, contadas con el arte y magia escénica del narrador, circulan de boca en boca, para asombro y entretenimiento de mentes necesitadas. Son relatos, breves o de mayor extensión, en donde la ficción se reviste con el ropaje de la realidad y ésta se acicala de una coqueta imaginación para la avidez de nuestro conocimiento. ¿Ocurrió? ¿Pudo suceder? ¿Es verosímil? Me animo a contártela, tal y como yo la pude vivir.

Ponían en cartelera una película, de esas españolas que a veces suelen escaparse de la dictadura comercial hollywoodiana. Sí, esos títulos que son acogidos en la pantalla once (poco más, en capacidad, que para una sesión de fórum) de un multisalas acomodado en un gran parque comercial. Si eres aficionado al séptimo arte, apenas dispones de los siete días semanales para su visionado, al margen de calidades, en su contenido y forma. Cumplen, en tan escaso plazo, su cuota empresarial con la distribuidora y, a partir de ahí, guardan cola para el cada vez más decadente negocio de los dvd. Y es una pena, pues a veces hay creadores que conforman bellas y buenas historias, que sustentan su calidad en una óptima artesanía de rodaje. Carecen de presupuesto, apellidos famosos, glamour social y apoyos publicitarios. Pero, durante esos noventa minutos, distraen, nos acercan a una realidad inmediata, vemos otro tipo de cine, diferente del que imperializa la todo poderosa maquinaria USA. Bueno, pues que me acerqué, a una de esas áreas del macro y microtiendas, donde también existen bocados lúdicos para el entretenimiento. Veinte salas y, sólo en una, la marca hispánica testimonial. Precisamente era viernes, día de estreno. La crítica local le había dedicado, en el periódico, no más que tres renglones por cortesía. Un argumento familiar, con amores y desencuentros para la fidelidad, era lo que me esperaba en el género de comedias románticas. Para su joven director, era la “ópera prima” lo que, aún aceptando la inexperiencia previsible, compensa por la frescura, espontaneidad y novedad que el producto lleve consigo. También, siete “bíblicos” espectadores en la sala. Una pareja acaramelada en lo somático (supongo que también rendirían algo de culto a lo espiritual), dos trajeadas, bien peinadas y teñidas amigas, del café o el chocolate a las seis, incapaces de guardar silencio, un señor mayor, con evidentes muestras de sueño atrasado y el típico personaje misterioso, que se sienta en la tercera fila, bien pegado a una abandonada y descuidada pared. En mi caso, busqué otro esquinado angular a fin de estar bien lejos de las “letanías” molestas y banales de esas ineducadas señoras, que hablan y hablan sin importarles para nada la concentración de los demás. Muy suyas e imprudentes.

Transcurría, aproximadamente, un tercio de la proyección cuando ésta dio, de manera insólita, un giro inesperado. La narración se tornó confusa y, en cierto sentido, absurda para la trama argumental. La verdad es que, los escasos espectadores asistentes, aun con la mejor voluntad puesta en el empeño, no dábamos con una explicación racional al cursus literario de la trama. Lo extraordinario del caso fue cuando, en la fase final de la “lectura fílmica, la racionalidad de la historia acabó brillando por una serie de carencias y confusión más que explícitas. Me preguntaba después, caminando por el Parque hacia mi domicilio, por la ausente o enrevesada lógica que había tenido que padecer, en los ciento cuarenta minutos de metraje. ¡Estos directores noveles ya no saben qué hacer para destacar! Inevitablemente, vinieron a mi memoria títulos emblemáticos y directores de prestigio, unos y otros añorados en la distancia del tiempo. Aquel cine, español o extranjero, que sembraba las pantallas de nuestras ciudades con el buen hacer narrativo para la comedia, la intriga, la aventura o el drama. Cine, naturalmente diferente en sus técnicas, medios, recursos y creatividad, que tan bien pudimos disfrutar, hace ya varias décadas, en el calendario de los recuerdos.

Me olvidé de la “experiencia” padecida, pero cuál fue mi extrañeza cuando al repasar la cartelera, en un nuevo viernes renovador de la misma, observo que ese título permanecía activo en la oferta a los aficionados al cine. Incluso mi extrañeza alcanzó un alto nivel cuando, otra mañana, me despierto con una reseña destacada de la película, firmada por un prestigioso comentarista local. Llegaba a utilizar la exagerada expresión de “la nueva vía de nuestro cine, que llega de la mano de un joven realizador, procedente del entorno mediático de la publicidad”. Incluso, en mi centro de trabajo, llegué a escuchar imperativas recomendaciones para no dejar pasar el visionado de la película, elogios puestos en boca de excelentes compañeros, caracterizados por su conocimiento y afición al cine, identificados en su mayoría por pertenecer al entorno de la progresía jacobina, izquierdófila, intelectual y laicista, más que aparente o real.

Dándole vueltas al asunto, aprovecho una tarde ligera de obligaciones para probar de nuevo suerte. No es frecuente en mí tomar esta decisión, pero quise comprobar, en primera persona, el éxito local que estaba adquiriendo esta cinta de nuestra cinematografía. Volví de nuevo a taquilla y compré la entrada, dispuesto a repasar los valores que, en la primera experiencia, no había logrado descubrir. Esto de repetir el visionado de una película, con tan escaso plazo de dilación entre las dos oportunidades de lectura, tiene sus riesgos y ventajas. Básicamente pretendía hallar algo de lógica, a lo que en una primera visión, no había logrado descubrir, sino todo lo contrario. ¿Habría sido por culpa de alguna cabezadita, la culpable de no haber sabido captar la racionalidad lineal del relato?

Veintetrés espectadores me acompañan ahora en la sala, lo cual es un éxito de asistencia al tratarse de un miércoles futbolero. Y a las ocho de la tarde. Entre el personal de butaca, observo bastante gente joven, de claro perfil e indumentaria universitaria. Todo atento, voy siguiendo la trama argumental. Dispuesto a no perder detalle alguno que me impidiera valorar en su justa medida esta “joya del nuevo cine español”, según doctas palabras del comentarista ya mencionado líneas atrás. Pero nada, todo seguía igual. A poco de un tercio del metraje, la normalidad se trastoca y la ilógica campa por su territorio. Secuencias alteradas en el tiempo narrativo, y quebraderos mentales para componer un tejido de malla y entrelazado con una mínima lógica escénica, semántica e interpretativa. Salí de la sala, una vez más chamuscado en mi delirio, asombrado y confirmado en mi inicial apreciación. Incluso tuve que soportar unos aplausos, en cálido fervor, por parte de un joven de coleta, barba y vestimenta descuidada que además portaba un aro totémico, horroroso para el mínimo gusto, como apéndice ornamental en su oreja izquierda, bien dotada por cierto.

Saludé al encargado de la puerta, conocido por mis frecuentes visitas a esta sala múltiple para el paraíso cinéfilo. Casi sin pensarlo, y en uno de esos “prontos” que a veces fluyen de nuestro ser, le comento: “hola ¿sería muy complicado visitar la cabina de proyección? Soy Profesor, y siempre me ha gustado conocer el “sancta santorum” donde se “cuecen” las pelis, para poder contárselo a mis alumnos”. Muy amable, y tras hablar por el intercomunicador, me pide que espere unos minutos. A poco, me encuentro en presencia de un hombre, próximo a la media vida, sonriente y comprensivo, que se presenta como Alex. “De modo que te interesa mucho esto del cine, verdad, pues vamos a la cabina donde trabajo con las películas”. Me comenta, por las escaleras, que cada vez son más las “cintas” que vienen en formato digital. Son unos discos duros, de tamaño similar al una cajita de bombones, con muchos, muchos gigas de contenido, para ofrecer una videoproyección de suma calidad. Para el resto, con sistema analógico, hay que montar o unir los rollos de los 35 mm por fotograma, a fin de concentrar en una única y gran rueda de “celuloide” (actualmente es un material de mejor prestación) los noventa y tantos minutos de proyección. Y en una sola máquina, para evitar los saltos en la continuidad, entre las dos máquinas que tradicionalmente se utilizaban.

Ya en la agradable conversación, o documentada y práctica clase técnica que estaba recibiendo, le pregunté acerca de la película que me había llevado a la sala por segunda vez en una semana. Tras explicarle mi profundo desconcierto con la “exitosa” película, el rostro de Alex fue pasando del asombro inicial a una sonrisa. Al fin, estalló en una carcajada. “Te has dado cuenta. Se ve que has visto muchas películas. Te voy a confesar un secreto para el que te pido la máxima discreción. Llevo en cabina unos veinticinco años. El oficio lo aprendí de un hermano de mi madre, que era un artista para esto de la técnica. Creo que muy pocas veces, pero alguna vez me ha ocurrido. A la hora de unir los rollos (a veces, hasta cinco), te puedes equivocar. Prestas a ello el mayor cuidado pero.... la semana pasada, mi ayudante estuvo un par de días en baja médica. Me vi, yo solito, para atender veinte salas. Hay experiencia y trucos, que te permiten sobrellevar el trabajo, para que todo salga bien. En un primer momento no me di cuenta. Pero, al paso de los días. Veo que acude más y más gente a la sala 19. Es lo que suele pasar cuando se dispara un boca a boca publicitario, generalmente entre la intelectualidad. Te explico. Hay unas bandas sonoras y numéricas que te indican cuando la unión no es correcta. No me fijé en ello y pasaron cuatro días de proyección. En definitiva, que había cambiado un rollo por otro, en el orden lógico. Pensé en recomponerlo todo pero, cuando hablé con el gerente, me dijo que lo dejara. Que la película incrementada día a día los espectadores. De hecho, ahora ha pasado a la sala nueve, que tiene ochenta localidades más. Total que le hemos dado un toque surrealista a la narración, lo que ha caído “de primera” entre los entendidos en la materia. Y en esa estamos. Aunque te parezca de locos, hemos consultado con la distribuidora y nos han ordenado, con el mayor de las prudencias, que dejemos las cosas como están. Ha venido el joven director desde Madrid y tras ver el desaguisado, nos dice que, aquí en Málaga, dado el suculento taquillaje, sigamos hasta donde podamos. Que también, en los montajes, se cometen estas “barbaridades” que son más que simpáticas. ¿Qué te parece toda esta insólita historia? Tú, al menos, has sospechado que algo anormal encerraba esta película......”

Ya en casa. Localicé el recorte de prensa local donde, unos días antes “sublimado”, habían elevado hasta las nubes, a este casi desconocido director cinematográfico. El preciado analista escribía, en uno de sus párrafos, estas elogiosas líneas.

Aire fresco, renovador y esperanzado fluye desde esta ingeniosa e investigativa arquitectura narrativa, para deleite críptico del espectador. Imaginación poliédrica la de este nuevo mago de la cámara, que sabe tender la mano a mentes sensibles, para una lectura inteligente del tempo escénico y conceptual, en los oasis de nuestra rala indigencia. (sic).

Nunca me he reído tanto con la memez que rebosa el intelecto de muchos sabios en la crítica. Cinematográfica, artística o de cualquier otra manifestación en lo humano. Sólo añadiré que los datos aportados, en este peculiar relato, están sustancialmente modificados.-

José L. Casado Toro (viernes, 8 de julio, 2011).

Profesor.

viernes, 1 de julio de 2011

EL TUTOR, ANTE UNAS VACACIONES PARA APROVECHAR.

Hace unos días en que finalizó el Curso Académico 2010-2011. Para el que estas líneas suscribe, es la primera andadura docente en la que no participo, desde hace tres décadas y media. Por el contrario, he vuelto disciplinadamente a las aulas. Pero ahora, como alumno que recibe enseñanzas de otros Profesores, vinculados éstos a la Universidad de Málaga. Y con la honra de haber desempeñado la función de delegado de grupo, en un módulo práctico de Inglés básico. Pero no querría hablar, en este artículo que recorre el periplo vacacional veraniego, en pleno solsticio meteorológico, de mi experiencia discente en el Aula de Mayores de la UMA. Por el contrario, desearía retomar mi verdadera vocación en la docencia, con la función que tantas alegrías y valores me ha proporcionado, tanto en la profundidad de lo humano como en el orden técnico funcionarial: la Acción tutorial. En este sentido, quiero analizar ese largo verano vacacional que se presenta ante nuestros alumnos, pues éstos, en la Secundaria Obligatoria y en el Bachillerato, no volverán a sus aulas hasta el 15 de septiembre, jueves, según el Calendario oficial recién publicado.

No me cabe la menor duda que, para estos dos meses y medio, en que los alumnos estarán físicamente alejados de su habitual espacio en las aulas escolares, sus Profesores y Tutores les habrán facilitado sugerencias, orientaciones, esquemas para la organización del tiempo de ocio, estudio y relaciones humanas, tanto familiares como sociales. En mi caso, deseo aportar algunas ideas que, en realidad, ya fueron puestas en desarrollo cuando, hasta hace poco, ejercía como educador en activo. Algunas de estas aportaciones podrían ser útiles para ese diálogo, tan necesario, que se ha de establecer entre los maestros jóvenes y aquellos otros que ya han cubierto su periplo profesional en colegios e institutos para la formación de niños y jóvenes.

1. LISTADO DE DIRECCIONES.

Los alumnos que conforman los diferentes grupos deben conocer los teléfonos y las direcciones electrónicas de todos aquellos que han sido sus compañeros de clase, durante los nueve meses de escolaridad. La utilidad de este conocimiento es obvia: mantener y fomentar el contacto, escrito y telefónico, durante estos casi tres meses de vacaciones. Sería una forma más de potenciar la amistad , la relación y el conocimiento, entre personas coetáneas en edad y el mismo ciclo o etapa educativa. En esos listados para el contacto, tampoco deben faltar los datos localizadores de su Profesor tutor. Sería ocioso concretar que éste sigue ejerciendo su noble función, aunque sea en el plano testimonial, hasta el 31 de agosto, fecha que para muchos se prolonga, vocacionalmente, meses e incluso años. Puede haber alumnos recelosos de que sus datos aparezcan, al aire, en ese listado. Si ello ocurre, el derecho a la privacidad debe prevalecer frente a cualquier otra consideración. La utilidad de esta información general se va a ver materializada en distintos momentos del verano, en donde habrá oportunidades de mantener, iniciar y potenciar las relaciones humanas para la amistad. Un alumno puede necesitar de la ayuda de sus compañeros y de su tutor. La solidaridad intergrupal va a ser de sumo interesante para este tiempo de ocio y formación en el verano pero, en esta fase del año, ya fuera de las aulas.

2. RECUPERAR MATERIAS.

En los casos de cinco o más insuficientes no hay muchas expectativas de lograr resultados de naturaleza espectacular. Pero al menos, aprobar o superar alguna de esas materias, podría ayudarles a mejorar en su autoestima y estar en mejores condiciones para un Curso venidero en el que, inevitablemente, habrán de repetir. También, hay alumnos que se bloquean ante determinadas materias y en el verano algo debería intentarse para cambiar la tendencia. Los Idiomas. Las Matemáticas. La Lengua castellana o, incluso, las Ciencias Sociales. Unas horas de estudio son innegociables para reconducir la tendencia. Y siempre, de lunes a viernes. ¿Puede contarse con la ayuda de hermanos mayores? ¿Algún vecino estudiante de Bachillerato o primeros cursos de Facultad? Éstos dedicarían un par de horas diarias, a cambio de una compensación económica que les vendría muy bien para sus gastos veraniegos. Soy poco proclive a las academias, por razones de coste y compensación en resultados. Pero si no existe otra posibilidad habría que invertir en el pago de unas horas de clase. Reitero que, para unos escolares en bloqueo académico, aprobar aunque sólo sea una materia, de las muchas que soportan, supondría un cambio de tendencia en la deriva escolar. La mañana, o las tardes, para el estudio, de lunes a viernes, ha de ser mantenida contra viento y marea. Es obvio que esta sugerencia va dirigida a los jóvenes que no han rendido en sus obligaciones de Curso.

3. PLAN DE LECTURA.

Dirigido a unos y a otros escolares. Los del buen rendimiento y, por supuesto, para aquellos que recelan de libros, apuntes y clases. A todos, en definitiva. Es muy fácil obtener el carnet de una biblioteca pública de barrio o zona, a coste cero de euros. En esos recintos existen, hoy día, materiales de distinta naturaleza bibliográfica. Préstamos gratuitos de libros por quince días renovables. Ordenadores abundantes, con algunas horas diarias de Internet. En este momento, disponen de un depósito bastante sustancioso de películas en DVD. También, los periódicos del día. Y revistas, tanto científicas como del “corazón”. El maravilloso hábito de leer hay que adquirirlo aportando todo el esfuerzo y la ilusión requerida. Hay una dependencia infantil donde están disponibles lindos ejemplares, muy rentables para los que están inmersos en esa maravillosa etapa en su evolución cronológica. Lo realmente importante es encontrar ese placer, satisfacción que sólo la lectura nos proporciona con su entretenimiento y cultura.

4. COLABORACIÓN EN LAS TAREAS DE CASA.

Algunos de los muchos minutos del día han de estar dedicados a la ayuda de las necesidades del hogar. Los padres deben repartir, organizativamente, dichas tareas, que habrán de ser atendidas de una manera solidaria por todos los miembros integrantes de la unidad familiar. Y todos, incluso los más pequeños pueden y deben hacer algo para ayudar en el esfuerzo común. Arreglar su cama y organizar el cuarto o dormitorio; poner y quitar la mesa; ir por la barra de pan; bajar la bolsa al contenedor de residuos; limpiar el cuarto de aseo; etc. Esta colaboración les motivará la creación de hábitos que irán sustentando una buena respuesta ante las obligaciones comunes que existen en toda familia y potenciará su responsabilidad ante las mismas.

5. PEQUEÑOS TRABAJOS FUERA DEL HOGAR.

Los mayores de 16 años tienen una magnífica oportunidad, en vacaciones, para realizar algunas actividades laborales. Además de mantenerles ocupados unas horas, les permitirá ganar alguna compensación económica que les vendrá muy bien para esos gastos, cada vez más frecuentes y de coste creciente. La compra de ropa; entradas en los conciertos; salidas nocturnas los fines de semana; revistas y DVD; cines y terrazas de verano; etc. Podrían intentarlo en la temporada de rebajas; en los restaurantes de comida rápida; cuidando a niños pequeños; atención a personas mayores; repartiendo publicidad; haciendo encuestas y recabando datos estadísticos; ayudando a alumnos retrasados en determinadas materias (idiomas, cálculo aritmético, informática, etc). Todo ello les permitiría ir conociendo también un poco mejor el mundo empresarial de la iniciativa privada.

6. MEJORAR EN LOS IDIOMAS.

Las escuelas oficiales de idiomas cierran durante las vacaciones. Ello condiciona la búsqueda de academias privadas donde se ejercite ese inglés, lengua tan necesaria para las exigencias cotidianas en el mundo de hoy. Y cuando mencionamos el idioma de las Islas Británicas, no nos olvidamos tampoco del francés, el alemán u otros idiomas cuyo conocimiento rentabilizará algún día nuestras opciones laborales en ese futuro profesional que todos anhelamos. Además del coste de estas academias, no todos los padres pueden permitirse pagar unas semanas en el extranjero para que sus hijos puedan practicar el aprendizaje correspondiente. Sin embargo, las delegaciones de cultura de los ayuntamientos suelen organizar cursos veraniegos, a un coste mínimo, que pueden ser interesantes para cubrir este objetivo de habilitarnos mejor para la comunicación internacional.

7. LAS POSIBILIDADES QUE OFERTA EL INSTITUTO MUNICIPAL DE LA JUVENTUD.

Esta delegación, en la estructura organizativa municipal, planifica una amplia gama de actividades. Son de muy diferente naturaleza. En ellas, los jóvenes, de muy variadas edades, pueden adiestrarse y practicar en esas actividades deportivas, culturales o lúdicas tan apetecibles y necesarias en la formación de nuestros hijos, Es cuestión de girar una visita por las dependencias de esta institución y estudiar los programas, horarios y requisitos varios para realizar la inscripción correspondiente. Habrá que actuar con una especial diligencia pues las plazas disponibles son limitadas para determinadas actividades. Aquí, en Málaga, tienen la sede en un lateral de la Estación Municipal de Autobuses, ubicado en la zona de Vialia.

8. EL ENTORNO DE LA INFORMÁTICA.

Son muchos los hogares en los que hay más de un ordenador, sea fijo o portátil. Estos períodos de vacaciones son muy aprovechables para “limpiar” de elementos inútiles los estantes digitales de sus discos duros, internos o periféricos. La experiencia nos recuerda que hacer un formateo o un simple barrido de archivos a la papelera ocupa bastante tiempo que ahora, durante el verano, tenemos en abundancia. Y ya que hablamos de informática ¿por qué no intentamos dominar muchas de las posibilidades de esos programa de diseño, base de datos, tratamiento de texto, presentación de fotografías y vídeos, etc, de los que no solemos rentabilizar más que un pequeño porcentaje de sus versátiles posibilidades?.

9. PEQUEÑAS Y GRANDES AFICIONES. TAREAS DE BRICOLAJE

En este ámbito las opciones son muy numerosas. Desde la práctica y cuidado de la jardinería hasta la pintura de muebles o paredes. Electricidad o fontanería. La fotografía y las grabaciones de vídeo. Las ilimitados campos del coleccionismo. La construcción de una estantería, encargando en una tienda especializada los materiales necesarios. La colocación de una cortina o el arreglo de una bisagra. Etc y etc. La lista se nos haría numerosa. Cada joven, en función de su edad e inquietudes elegiría aquellas actividades que más le compensaran para parte de su tiempo libre.

10. OFERTAS CULTURALES DIARIAS.

Una simple ojeada a la página, digital o impresa, de los periódicos nos informa puntualmente de numerosísimas ofertas, en el día, de representaciones teatrales, proyecciones de cine, actividades corales, conciertos de música clásica, exposiciones de museos y galerías de arte, visitas monumentales guiadas, que algunas instituciones públicas, también privadas, organizan dentro de sus programas de difusión cultural. La asistencia a las mismas es normalmente gratuita. Sólo habrá que estar atento para programar de manera inteligente la asistencia a las mismas. La entrada a estas representaciones y ofertas culturales es para personas de todas las edades. Niños y jóvenes también pueden educarse y formase participando y disfrutando con su asistencia.

11. DISFRUTAR CON EL DEPORTE.

Y tú ¿qué deporte practicas? Estos días del verano no son para levantarse tarde, monopolizar el sillón familiar del salón, pasarse las horas frente a la mal utilizada televisión o “pegarse” a la silla que está frente al ordenador. ¿Y qué mejor edad para dedicar, el tiempo necesario, a la práctica deportiva? Cada uno de nuestros afectos alumnos deben optar por aquella actividad física que más les guste o posibilite en función de las instalaciones locales. Para nadar, tenemos el mar o las piscinas municipales. Al balón se puede jugar en esas mismas instalaciones o en zonas y huecos libres de las ciudades. Para el senderismo, disponemos de parajes, caminos y colinas, para los que no hay que pagar entrada de usuario. Gorra, mochila, pantalón corto y zapatillas o sandalias de treking. La naturaleza nos tiende, les tiende la mano, de la manera más generosa, lúdica y saludable posible.

12. VIAJAR PARA CONOCER.

No todos nuestros alumnos van a poder viajar a Italia, Grecia, Londres o a los Estados Unidos de América. Sin embargo, hay trenes de cercanías o de media distancia, también líneas de autobuses, que nos pueden acercar a Granada, a Córdoba, Sevilla, Antequera, Ronda o Madrid, con unos precios asequibles, utilizando LA TARJETA O CARNÉ JOVEN u otros programas que organizan las delegaciones de cultura y juventud, en los distintos ayuntamientos. Hay que moverse para preguntar dónde, cómo y cuándo. Y si no, en Internet. Algo interesante puede “salir”.

Termino ya este extenso artículo, de naturaleza básicamente tutorial. Para su contenido he pensado, con añoranza, en aquellos que han sido mis queridos alumnos. Los compañeros, en el ejercicio docente activo, seguro que tienen otras mejores ideas que completarán las hasta aquí ya expuestas. Lo importante es hablar con los alumnos y sugerir a sus familias un “proyecto o plan de verano”. Estos finales de curso son fechas especialmente propicias para ello. Todavía se está a tiempo de hacerlo, utilizando la versatilidad del correo electrónico. ¡Buen verano, a todos!

José L. Casado Toro (viernes , 1 julio 2011)

Profesor

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