viernes, 30 de julio de 2010

EN UN DIA DE VISITA AL GALENO. NO SON DIOSES, SINO PROFESIONALES DE LA MEDICINA

EN UN DÍA, DE VISITA AL GALENO
NO SON DIOSES, SINO PROFESIONALES DE LA MEDICINA



Mañana martes, me corresponde volver a visitar su consulta. Podría ser un acto más o menos rutinario, similar a otros muchos que protagonizamos en el discurrir de los días. Pero… no. Ir al despacho de un facultativo en medicina tiene un sentido un tanto especial, por una serie de connotaciones que me dispongo a comentar. Hace tiempo, muchos años añadiría, era el médico de familia (de cabecera, se le solía denominar) quien acudía a tu domicilio cuando la situación así lo requería. Ahora, es más que improbable vuelva a repetirse este desplazamiento. En todo caso, cuando se origina una situación de crisis en la salud, podrás llamar al 061, o a otra urgencia, para que la ambulancia de guardia te facilite una primera asistencia que, posteriormente, habrá de completarse en el propio hospital o en un centro de salud. Vayamos ahora con el comentario de la visita prevista.

Tanto en el caso de la asistencia pública, como en la de naturaleza privada, has de solicitar la asistencia con bastante antelación. Para médicos especialistas la dilación temporal puede ir de varias semanas a meses. Para tu médico de familia, apenas un par de días. Para ese anotado encuentro sueles extremar o cuidar la presentación de tu indumentaria. Siempre es de buen sentido ir adecuadamente arreglado, tanto en tu forma de vestir como en el calzar. Lo que a veces descuidas con otro profesional, casi nunca sueles hacerlo con aquél que está cualificado para mejorar tu estado de salud. Bien es verdad que en la sanidad pública he visto sentarse en las salas de espera a personas que parece estaban, en cuanto a su forma de vestir, en el salón de su hogar, dispuestos a visionar un ratito de televisión u otro menester de su íntima privacidad.

Las consultas en la sanidad pública son un tanto más impersonales y frías. Siempre las he adivinado revestidas con ese aire cuartelero o castrense. En las paredes, algún aditamento reclamando silencio o paciencia en relación al tiempo de espera. No suele faltar el póster o cartel de ocasión para indicar algún consejo para la salud. Poco más. La voz que reclama, desde dentro de la habitación, tu presta entrada para el diálogo sanitario resuena con cíclica intermitencia. No siempre la persona que ha de atenderte es la titular de la plaza. Las sustituciones son más que frecuentes. Sabes que sólo vas a disponer de poco más de cinco minutos para explicar tu dolencia y atender los comentarios de tu interlocutor que se afana, tras su ordenador, por rellenar los datos pertinentes y extenderte la receta de medicinas o el pase al especialista. Tras esos breves minutos, otra persona te sustituirá para otros escasos minutos previstos de atención médica. En las asistencia primaria el facultativo permanece solo en la habitación. Por el contrario, al acudir a un especialista, suele acompañarle un enfermero/a o asistente sanitario.
Cuando te desplazas al domicilio donde el médico tiene establecida su consulta privada, cambia profundamente la escenografía descrita. Normalmente hay una persona que trabaja en atender las llamadas, abrir la puerta y mantener el orden en la agenda de solicitudes. Las salas de espera suelen ser de lo más variadas a tenor del carácter y exigencias de su propietario. Algunas están decoradas con exquisito gusto. Mobiliario cómodo. Numerosas revistas que ofrecen su contenido para tu entretenimiento. El tipo de publicaciones que se te ofrece es también un interesante dato para conocer algo del facultativo que te va a atender. Y las paredes. Suelen estar muy densificadas en marcos que exponen actos formativos o de titulación relativos al especialista de turno. En ocasiones, estos diplomas y certificados te facilitan un cierto conocimiento y datos acerca de su edad, trayectoria académica e interés preferente para las visitas a congresos y jornadas académicas. No es que sea una información trascendente. Simplemente te ayuda a conocer algo más de la persona que puede colaborar en mejorar o sanar tu estado general de salud. Hay consultas en que emite, de manera continua, un monitor de televisión que suele estar sintonizado en una de esas empresas mediáticas que por la tarde escenifican programas del “corazón”. En otros casos existe hilo musical, cuyo contenido se agradece para alegrar y distraer el estado de ánimo. He llegado a conocer cómo se acota, en ocasiones, una pequeña zona para el público infantil, con sus juegos y tebeos para el caso. Y no puedo por menos que recordar a un docto especialista que toda su casa la tiene decorada con pinturas y carteles artísticos, cuidadosamente enmarcados. Parece que te encuentras como en una galería de arte. Por supuesto que este gesto es de buen agradecer. Resulta obvio que vas a dialogar con un profesional amante de la estética artística.

Se te indica, en su momento, una hora concreta para asistir a consulta. Sueles ser previsor y te esfuerzas en llegar con unos minutos de antelación. Sistemáticamente ya sabes que tendrás que aguardar el turno correspondiente por espacio aproximado de una hora. Puedes entenderlo, pues, en el diálogo que se establece entre médico y paciente, surgen elementos que hacen imprevisible un tiempo exacto de atención. Pero, tener que esperar tanto tiempo, tampoco se te hace agradable. De forma especial si estás afectado por una molestia más o menos profunda. También es verdad que hay enfermos que se explayan en sus comentarios, aludiendo a temas que poco tienen que ver con el objeto de su desplazamiento. Lo he podido comprobar cuando atendía a los familiares de mis afectos alumnos. ¡Podría escribir tanto sobre esta temática! En su momento, lo haré.

Y ya te corresponde el momento esperado de atravesar la puerta que da entrada al despacho de tu galeno. Revestido con su bata inmaculada, te extiende su mano mágica a manera de saludo, invitándote a tomar asiento. En ocasiones se levanta de su sillón. En las más, permanece sentado, incluso al finalizar la consulta. La habitación que nos acoge suele estar rodeada de vitrinas que encierran en su interior libros y manuales de la especialidad. Suele haber algún marco frontal que acomoda la fotografía de su familia. También aparece algún objeto curioso encima de la mesa, pero del que nunca conoces el significado o uso específico del mismo. Aunque todavía hay especialistas que utilizan el papel y el bolígrafo, hoy día ocupa lugar preferente el ordenador personal que va recogiendo la información que transmites o se genera durante la conversación.

Es más que frecuente que los médicos, al margen de la edad que tú alcanzas, utilicen el tuteo para dirigirse a tu persona. No me parece mal, en principio. Pero la situación recíproca ya no es tan clara. Si a un profesional de la sanidad tu le tuteas desde la primera consulta, como ellos hacen contigo, no sabes lo que te puedes encontrar. Y ya no por lo que te digan, sino por la cara y el trato que te pueden deparar a partir de ese momento. Desde luego es un riesgo al que te expones. Personalmente prefiero tratarles de Vd. o utilizar un lenguaje un tanto impersonal que, aun resultando complicado mantenerlo en toda la conversación, resulta bastante eficaz. Ya con el médico de cabecera, que te conoce a lo largo de los años, puedes tener un mayor acercamiento y probar si el tuteo es conveniente, observando detenidamente su reacción. Desde luego, ellos practican el tuteo sin el menor límite hacia tu persona.

Otro aspecto, al que también debo referirme, es cuando le manifiestas una opinión, por supuesto vinculada con tu salud, que discrepa de la que ellos mantienen. Evidentemente, les molesta. En cierta ocasión, a un profesional médico que me conocía desde hacía muchos años, le expliqué que no había seguido una de sus indicaciones. Era una cuestión acerca a un comprimido recetado de naturaleza leve. Su respuesta fue, con gran enojo y sin preguntarme el motivo, ¿entonces porqué vienes aquí?. No me pude reprimir más con aquella respuesta y le dije, también con semblante enfadado: Vds los médicos ¿porqué tienen que estar siempre regañando cuando el paciente tiene una opinión o circunstancia que aportar? Me vio tan enfadado que “retrocedió” en su rictus imperativo. Evidentemente, hay que seguir sus indicaciones. Nadie duda de su buena voluntad. Pero el enfermo también tiene derecho a opinar. Y cuando te dan un largo listado de medicinas (no existiendo causas graves) es tu cuerpo el que ha de soportarlas. Y el enfermo tiene ojos para leer los prospectos que, junto a los comprimidos, vienen en el envase. Pero sobre todo, lo que hay que defender es un trato amable y dialogado. Por parte del médico y, también, por parte del paciente. Es comprensible que, cuando se ha atendido a unas veinte personas y te llega el turno, el doctor esté cansado y abrumado por tantas historias clínicas que ha tenido que afrontar a lo largo de la mañana. Sin embargo el enfermo carece de culpa de la ineficacia administrativa u organizativa de los Centros de Salud, ambulatorios, hospitales y otros servicios de la Sanidad. Reiterando el sentido de este párrafo, hay que defender tu opinión en el contexto de la entrevista. Con educación y respeto, pero también con firmeza. No son dioses a los que hablas. Son especialistas en una rama de la ciencia y están al servicio de la comunidad ciudadana.

Cuando llamas por teléfono, solicitando una cita médica para consulta privada, la persona que recoge tu mensaje suele preguntarte si perteneces a una compañía de seguros médico. Esta pregunta no es inocente, por supuesto. A la hora de darte día y hora, en muchos profesionales no se te atiende por igual si vas por libre o respaldado por el seguro contratado. Varias semanas, en este caso, o pocos días, si eres tú quien paga la consulta correspondiente. Hay que decir que este hecho no se produce con todos los médicos. Es cierto. Pero sí lo he comprobado, con exactitud, en más de un caso. No debería ser así, pero es una realidad que tenemos ahí y que, con desagrado, tenemos que soportarla.

Y ya hablemos, aunque brevemente, de la asistencia en consulta privada que da pie a este escrito. Realmente no tuve que esperar demasiado. Las dos salas de espera son cómodas y familiares. Muy bien decoradas, con pinturas y láminas que ocupan casi todos los centímetros hábiles de las paredes. Sillones y tresillos de piel, destacando la cuidada limpieza que impera en toda la casa. Las ventanas dan a una agradable y turística plaza malagueña. Nada de música ambiental, pero sí un aire acondicionado que se agradecía por lo tórrido de la fecha. Cuando entro en su despacho, nos saludamos estrechándonos las manos. No se levanta de su asiento. Pertenece a una generación superior a mi fecha de nacimiento. Sus setenta y tantos años están muy bien llevados. De trato agradable. Hablar pausado y con una tonalidad baja y paternal. Su despacho está totalmente rodeado de estanterías con libros de su profesión. Existe una pequeña salita adjunta con vitrinas ocupadas de instrumental sanitario y una mesa camilla, previsiblemente para exploraciones al efecto. Nos hallamos en una habitación interior, que debe dar a un ojo de patio. La iluminación es reducida, por lo que han de mantenerse encendidas unas bombillas, no estridentes, tanto encima de la mesa como en uno de los ángulos espaciales. No vi ordenador alguno, pero sí una especie de tortuga que aplastando la concha provoca un suave timbre para avisar a la recepcionista de la consulta (denominada usualmente “pasanta”). Le explico mi situación actual y esos datos los va recogiendo en un folio sobre el que resume con bolígrafo, levantando la vista en un par de ocasiones. Cuando finaliza mi breve exposición, hace algunos comentarios acerca de su contenido y entra de lleno en el capítulo farmacológico. Aceptó, sin problema alguno, que yo redujera la prescripción que me recetó. Es evidente que le expliqué mis motivos. Era más que previsible. Al tener ya editado su libro, sobre un interesante tema profesional, me lo enseñó (ya había visto el manuscrito en otra de las visitas). Le hice un comentario agradable sobre el acierto de titularlo (Dormir bien, creo recordar) de una forma sugerente. Los quince minutos que me dedicó he de manifestar que fueron gratos y afectivos. Me sugirió, con delicadeza, que volviera a la prescripción inicial, aclarándome de una forma didáctica el porqué debía hacerlo. Quedamos en volver a vernos pasados un par de meses. El saludo, en la despedida, fue exactamente igual que en la entrada. Ya, en la sala de espera, dos señoras de semblante maduro e inquieto esperaban turno para ser atendidas por este profesional.

Al producirse, previsiblemente, mi vuelta a su consulta en otoño, consideraré un detalle simpático la localización y compra de su libro, recién publicado, del que se siente ostensiblemente orgulloso. Le rogaré que me extienda una dedicatoria por su docta pluma y este gesto no dudo que le va a producir una profunda satisfacción. El tema del libro aclaro que es muy interesante y sumamente práctico. Le puede interesar a mucha de la ciudadanía, en estos tiempos de estrés, nervios, prisas y desequilibrios, para esas horas en las que el ruido se torna en silencio y la luminosidad solar se apaga en siluetas y sombras. Despierta un nuevo día, un anhelo que florece, un pronto amanecer…..-


José L. Casado Toro (viernes 30 julio 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Historia.

viernes, 23 de julio de 2010

LA DESGRACIADA MARGINALIDAD DE ESOS OTROS JÓVENES.

MAÑANA DE JULIO, EN EL TRIBUNAL TUTELAR DE MENORES.

LA DESGRACIADA MARGINALIDAD DE ESOS OTROS JÓVENES.




Hoy, martes y trece, de un julio a treinta y tantos grados a la sombra, he tenido que volver a verle. Se me citaba como testigo para un juicio en el Juzgado de Menores nº 1 de Málaga. Más que el testigo principal en el acto de la audiencia, yo era la persona agredida por un acto criminal que tuvo lugar hace prácticamente un año. Ya, casi en la madrugada de aquel viernes 11 de julio de 2009, de vuelta a casa tras asistir a las última representación del Festival de Música Antigua, aparcaba el vehículo en una plazoleta muy cercana a nuestro domicilio. Al bajarnos del coche, mi mujer y yo, observamos como un par de jóvenes, con apariencia africana por sus caracteres corporales, se nos quedaban mirando a unos diez metros de distancia. Hablaban entre ellos, sin dejar de miranos. Al poco, siento como uno de ellos corre hacia mi y por mi izquierda tira de la bolsa en bandolera donde llevaba una serie de objetos personales. Voces de mi mujer y yo tendido en el suelo agarrado a la cinta de la bolsa que ya portaba en sus manos el ladrón en su carrera. Me incorporo muy aturdido y le grito (presa de los nervios y contusiones) que al menos me devuelva algo, creo que le dije el móvil. Salen camareros de un restaurante cercano al escuchar el griterío, acuden otras personas que le quitan la mochila al compañero de fechoría, creyendo que era la que se me había robado con violencia. Un coche patrulla de la Policía Nacional acude a nuestra llamada y logran capturar a este joven. Lo veo en el interior del vehículo, ya esposado, y con la mirada baja y despreciativa. El verdadero agresor había huido con mis pertenencias, en la oscuridad y recovecos de una serie de callejuelas vacías. Visita al Centro de Salud donde me curan de unos rasguños y golpes provocados por la caída. Y, al día siguiente, con miedo todavía en el cuerpo cada vez que salía a la calle y sentía unos pasos por detrás, el largo proceso de denuncia en la Comisaría Central de Policía. En los calabozos, este joven africano ya había dado suficientes datos de su compañero de fechoría y hasta dónde se le podía encontrar. Ambos estaban en un Centro de rehabilitación de menores en la localidad de Álora. Tenían permiso de fin de semana. Se me ofrece por parte de la policía ir a un Parque de la zona Oeste donde tienen localizado al agresor a fin de reconocerlo y señalar su autoría. En profundo estado de shock, declino tal posibilidad. No estoy en condiciones anímicas de volver a ver a esta persona. A escasas horas, ya habían descubierto, bajo el colchón de su cama en la residencia, mi móvil (concreté sus datos identificativos) y otros objetos robados. La cámara fotográfica y las gafas probablemente habían sido ya vendidas por unos pocos de euros.

Ha transcurrido un año, desde estos lamentables hechos, sin otras noticias al respecto que un desplazamiento al Juzgado para firmar mi renuncia a la indemnización económica, pues ésta ya había sido compensada por mi compañía de seguros. Hace unos días, tuve que volver a la sede judicial para recoger la cédula de citación para el desarrollo de la vista procesal. El lenguaje que se utiliza en la misma me hace dudar acerca de quién es el agresor y el agredido. Transcribo un breve párrafo de este oficio judicial dirigido a mi persona; “ …..en calidad de TESTIGO, debiendo comparecer mediante DNI, y la presente citación, advirtiéndole que, de no comparecer, ni alegar causa justa que se lo impida, incurrirá en multa de 200 a 5.000 € y si persistiera en su resistencia podrá ser conducido por la fuerza pública y perseguido por delito de desobediencia grave a la autoridad (art.420 de la L.E.Cr.) Debo suponer que a la persona que me agredió, robó y violentó, le habrán dicho lo mismo.

LA SALA DE ESPERA, que vincula a los dos juzgados de menores, no es demasiado espaciosa. Predomina en ella el color gris, siendo la atmósfera que en ella prevalece un tanto fría, triste y profundamente administrativa. No hay un solo cuadro o pintura que gratifique las paredes. La iluminación resulta apagada y algo lúgubre. En cuanto llegas, observas a varios jóvenes que esperan la celebración de su vista. Se ven acompañados de unos padres o familiares que se afanan por apoyarles en este duro trance de sus aún cortas vidas. Caminan pensativos, no pocos con una manifiesta arrogancia. Algunos se muestran más arreglados en sus vestimentas. Otros lo hacen como si se dispusieran ir a la playa o alguna fiesta de chiringuito. Miradas bajas y paseos de aquí para allá. Pronto aparecen unos señores con sus carteras y carpetas, dirigiéndose amistosamente a los acusados. Son sus abogados. Tengo la impresión, por lo que percibí, que, en más de un caso, es la primera vez que hablan con su defendidos. Sin sentarse, de pié. Éstos les escuchan con el rostro un tanto escépticos y aburridos ante la plática del jurista de oficio. También observé que estos letrados, antes de entrar en la sala de vistas, se prestan e intercambian la toga negra que han de llevar durante la celebración de los juicios. La duración de los mismos es bastante breve. Primero entra el acusado, que declarará ante el tribunal. Posteriormente van llamando a cada uno de los dos testigos que entran por separados en la sala procesal y, una vez que explican su versión, abandonan con presteza la misma.

Hay un hecho que deseo resaltar, por lo desagradable que resulta. Acusados y testigos comparten el mismo espacio de espera. En mi caso, agredido y agresor estábamos separados por no más de unos escasos metros en la relativamente reducida habitación. Podríamos incluso haber estado sentados juntos. En esta sala no aparece la presencia de un solo policía. Sólo hay un Guardia Civil, tras un pasillo en forma de “L” en la entrada de la Audiencia, vigilando el detector de metales. No es precisamente agradable, ni lógico, que dos seres enfrentados ante la perpetración de un acto delictivo tengan que permanecer juntos en el mismo espacio sin el menor control de la fuerza pública. Es un detalle que habla de la indelicadeza de trato que recibe especialmente, por parte de la Justicia, la parte “supuestamente” agredida. La situación es realmente incómoda, peligrosa. Desacertada.

LO RECONOCÍ de inmediato. Ahora, alcanza los diecisiete años. De nacionalidad marroquí. Aproximadamente 1,65 m. de estatura. Fuerte complexión anatómica, con una cierta tendencia a la pre-obesidad. Muy moreno, tanto de piel como en su cabello, muy reducido en el corte. Ojos pequeños y tendencia permanente a bajar su mirada. Camiseta, pantalón corto y tenis negros. En la noche del delito vestía totalmente de negro. Está acompañado de su hermana, una joven desenvuelta algo mayor que él. Traté de no cruzar mi vista con la suya, aunque él me tuvo que reconocer sin la menor duda. Percibí que hablaban en voz baja entre ellos, y mantenían la distancia con nosotros (mi mujer me acompañaba también en calidad de testigo). Temí que su hermana, en algún momento de la espera, se dirigiera hacia mí. Afortunadamente, esto no sucedió. Aunque siempre cabría una disculpa, la situación hubiera resultado muy embarazosa. Si ello hubiera sucedido, en ese preciso instante me hubiera dirigido con diligencia al miembro de la Benemérita que estaba junto a la puerta que da entrada al edificio.

En esos minutos previos a la celebración de la vista, me resultaba imposible no revivir escenográficamente los detalles de aquel viernes noche, en que tuve la precaria suerte de ser elegido como un objetivo factible para realizar “el tirón” delictivo. Probablemente, los latidos de mi circulación vascular se agigantaron en su celeridad. Los sentimientos que te albergan en este momento, en el que confluyen las imágenes del recuerdo, con aquellas otras que percibes en la realidad del momento, son difíciles de describir. Sólo la persona que ha sufrido esta desagradable experiencia conoce la repercusión psicológica y anímica de la misma.

EL PERSONAJE. 16-17, primaveras cumplidas. La misma edad que tienen los queridos alumnos que han estado bajo mi responsabilidad docente en el instituto “de toda la vida”. Con orgullo manifiesto, puedo decir “mi Instituto”. Pensé en muchos de ellos. Sus miradas. Sus gestos. Sus confidencias. Su cariño. Ellos han tenido mejor suerte en su aún corto periplo vital. Estudian, más o menos. Pero, afortunadamente, se hallan ajenos (entre 500 alumnos, cada curso escolar, he tenido que conocer algún caso….) a ese lóbrego lodazal de la delincuencia. Las muestras de limpieza y nobleza que me han regalado durante tantos años de ejercicio profesional provocan en mi corazón la más intensa gratitud, especialmente en este duro momento en que contrasto el comportamiento de unos y otros jóvenes, dentro del entono sociológico que me vincula. Prefiero no concretar aquí el nombre de este joven, dato del que puntualmente tengo conocimiento, no sólo por la hoja de citación sino porque me lo facilitó la Policía Nacional cuando presenté la denuncia correspondiente. Desconozco totalmente su problemática familiar o social. Solo sé que aquella tarde/noche, en un caluroso julio malagueño, gozaba de un permiso de fin de semana. Se encontraba interno en un centro rehabilitador de una localidad malagueña, perteneciente a la comarca del Guadalhorce/Guadalteba. Parece ser que su hermana se había preocupado de que asistiera al juicio bien arreglado (cuerpo limpio y ropa aseada) comparado con otros jóvenes que iban a pasar por el mismo trance judicial esa mañana. Poco más puedo saber o añadir de esta persona. Eludo añadir calificativo alguno a la misma, procedente de mi subjetividad o experiencia profundamente desafortunada.

Llamado por la funcionaria judicial, entró en LA SALA DE VISTAS, acompañado de su abogado (persona de muy notable humanidad física) y también por su hermana. A los cinco minutos, no más, escuché pronunciar la llamada de mi nombre. En una habitación mejor iluminada y con una profunda escenografía procesal, observo una gran mesa con forma de U invertida. En el centro frontal de la misma, se sienta un joven juez, acompañado de otros dos magistrados. Y, a ambos lados, a mi derecha, la representante del ministerio fiscal, mientras que a la izquierda se encontraba el abogado del acusado. Todos, con sus vistosas y lúgubres togas negras judiciales. Me siento enfrente de ellos, afirmando que iba a decir la verdad a pregunta del magistrado juez. Realmente no prometí o juré. Sé que dije “por supuesto”. Fue una expresión espontánea, ante el nerviosismo del momento. Detrás mía estaba sentado el joven y, en la fila de atrás, su hermana. Expliqué, a preguntas de una agradable fiscal, el resumen de los hechos. Reconozco que en un breve momento llegué a emocionarme anímicamente. Apenas cinco o seis minutos de exposición ante el tribunal. Más o menos el tiempo que se te concede de intervención en los congresos científicos al uso. El juez solo intervino para el precepto de juramento. Fue la representante fiscal quien hablaba, tratando en todo momento que me sintiera protegido por su función. Tengo que manifestar y agradecer su afectivo tratamiento. Me preguntó si reconocía al acusado como el autor de la agresión. Sin volverme hacia él, manifesté “sin duda alguna. Lo reconocí nada más entrar en la sala de espera”. A preguntas de la fiscal concreté la marca de mi móvil; que no se me había devuelto aunque estaba localizado en poder de la policía; y que deseaba recuperar mi pertenencia “…..aunque Vd ya tendrá otro”. “Deseo recuperarlo. Es de justicia” manifesté. El abogado defensor, a preguntas del juez, manifestó que no deseaba aportar comentario o alegación alguna. Me indicaron que podía abandonar la sala. Me volví hacia la puerta y evité el cruce de nuestras ojos. Pueden entender esta expresión. Entró entonces el segundo testigo, mi mujer. No más de seis minutos dentro de la sala y el mismo esquema de exposición. Salimos de la Audiencia, camino de nuestro vehículo, sin conocer dato alguno que añadir a lo hasta aquí ya expuesto.

REFLEXIÓN. Conducía por ese laberinto de cirugía urbana que sufre el área de Teatinos, necesario para las obras del futuro metropolitano, camino de mi domicilio. Me sentía algo más relajado, tras un año en que las imágenes de la violencia sufrida, física y psicológica, han fluido en ciertos momentos de desánimo. Pensaba cuál sería la biografía de este joven, su familia, sus circunstancias, incluso, su futuro. Me acordé, cómo no, de ese imaginativo juez de menores, Carlos Calatayud. De muchas de esas historias que nos narra con su ágil pluma gramatical. Y de las soluciones penales, educativas, que adopta cada día ante la conciencia de su juzgado. Obviamente no conozco la sentencia impuesta a J. Ese dato debe quedar en el respeto de la privacidad del infractor. Muy probablemente este chico, ya en las puertas de la mayoría de edad, hubiera necesitado, con muchos, muchos menos años, una intervención educativa, firme, afectiva y equilibrada por parte de su familia, ejemplos y valores que hubieran moldeado en su persona otros hábitos y necesidades de mayor calidad en lo humano, en la ética de comportamiento, en lo innegociablemente moral. La práctica de la delincuencia, tan jóvenes, conduce a un destino ocre y tenebroso que habla de prisiones, degradación y hundimiento en el infra-mundo de la desesperanza. Debe, por supuesto, gozar de la generosidad de otras oportunidades, para su situación y proyecto de vida. Sólo poseo el dato de esa mujer que parecía atenta y protectora ante la complicada situación que tendría que afrontar su hermano. No hay mucha diferencia de edad entre ambos. Confío, y deseo, en que le ayude a caminar por otros senderos, más limpios e iluminados, que potencien y eleven su dignidad en lo humano.-


José L Casado Toro (viernes 23 julio 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Historia.

miércoles, 21 de julio de 2010

ENTRE LA UTOPIA Y LA DESCONFIANZA. CRONOLOGIAS Y PERCEPCIONES ANTE LO SOCIAL.

EN TRE LA UTOPÍA Y LA DESCONFIANZA.
CRONOLOGÍAS Y PERCEPCIONES ANTE LO SOCIAL.





Durante más de nueve meses. En este emblemático período en la vivencia escolar, has estado compartiendo un trocito de cada mañana con estos compañeros de, en y para, la vida. Ellos y ellas, aprendiendo y enseñándote. Tú, como Profesor, transmitiendo, sugiriendo y también integrando muchas de sus actitudes y respuestas. Todos, en esa doble vía para la intercomunicación que supone la formación para el crecimiento. Ahora ya, tras la despedida en junio, más o menos temporal o definitiva, en los proyectos personales para el futuro, llegan los meses del estío veraniego, donde la tensión se torna en sosiego, las prisas en letargo y la inercia laboral en otros diferentes destinos para la ilusión.

De muchos de tus alumnos sientes ahora enmudecer su voz. Sin embargo, hay otros que, con la oportunidad de la ocasión, aprovechan para escribirte aportando con generosidad la voluntad del diálogo. Les envías algunos correos colectivos, tratando de mantener esa tierra fértil para la amistad y algunos te regalan sus respuestas. Afectivas. Agradables. Familiares. Con esa cordialidad que supera los contenidos abstractos, conceptuales y académicos, relacionados con las materias de estudio. Les vas conociendo mejor en sus opiniones, comportamientos, dudas y proyectos. En realidad, ves como han ido germinando muchas de las semillas de humanización que, con la madurez docente, has tratado de sembrar, crecer y fructificar. Es el mejor premio para ese esfuerzo colectivo de aproximación fraternal que se hace más que necesaria en estos ocres tiempos para la superficialidad, la indiferencia y la patología egocéntrica.

Me comentas en tu correo que te sientes defraudada de la clase política que nos gobierna. Que no aceptas la pasividad del pueblo español ante los grandes problemas que nos afectan como colectivo social. Y reclamas, entre las líneas de ese lenguaje a medio camino entre lo subliminal y lo explícito, una reacción más que necesaria para salir de este bloqueo popular que dibujas con algunos concretos ejemplos. Es cierto. Tu breve reflexión, desde esa edad maravillosa de los dieciocho años, para dibujar la aventura de una vida por hacer y descubrir, me hace recordar (y así te lo digo en mi respuesta) esa otra etapa personal que sobrevuela en la cronología de la memoria. En esa juventud, que estás aprendiendo a modelar en cada uno de los días, hay mucho idealismo, ilusión, credulidad y nobleza de carácter y espíritu. Subyacen, en esos años de gran potencialidad vital, muchos valores que, al paso del tiempo, se van tornando más romos, más escépticos, más incrédulos y, penosamente, más indiferentes y egoístas en lo acomodaticio. Ello no quiere decir, obviamente, que con la mayoría de edad todo sea un paraíso para los comportamientos individuales. Ni que con la madurez en el calendario todo se revista de una pátina, más o menos profunda para la desesperanza. Hay personas admirablemente idealistas y creyentes en la realidad hacedora de la utopía que acumulan ejemplares valores con una numeración vital más que avanzada y, por el contrario, jóvenes para los que el alba siempre es atardecer, ocre y nublado en la visión de su perspectiva y respuestas existenciales.

Lo importante, y valioso en tu generosidad comunicativa, es que me recuerdes, me transmitas, me sugieras, otra visión de las cosas y las personas, planteamientos que me hacen reflexionar, pensar y sentir con la mimesis de tu ejemplo y limpia confianza. La verdad es que hoy día, aquí y allí, los gestores de la acción política transmiten una imagen escasamente ejemplar, decadente y entristecida para aquellos que como cívicos ciudadanos tenemos que aceptar las consecuencias de sus decisiones y comportamientos desde la responsabilidad de gobierno. Tanto en las distintas esferas de lo local o provincial, como en los planos administrativos de lo regional o central. El ejercicio de la política está más que devaluado en la jerarquía de valoración entre las personas. Y la causa de esta descreencia la han ido labrando aquéllos que recibieron nuestros votos o abstenciones en las distintas oportunidades en que se ha reclamado nuestra participación en el “juego” electoral democrático.

En modo alguno trato de referirme a unas siglas concretas o determinadas. En todas ellas anidan imágenes y ejemplos que no favorecen, ni mucho menos, la fe ciudadana en la nobleza de su actuación. Corruptelas administrativas por doquier. Olvidos o postergación de los problemas reales ante el egoísmo del absurdo. Comportamientos patéticos en el quehacer parlamentario. Respuestas que priorizan el enfrentamiento partidista sobre aquéllas en las que prevalece la negociación, el diálogo y la salud para la convergencia. Hipocresía o cinismo entre lo que dije ayer y lo que manifiesto hoy. Aquí defiendo lo contrario de lo que pontifico allí. Y mientras ¡son tantos los ejemplos! esos niños y adultos no pueden entrar en el agua de la playa, a menos que quieran bañarse en agua teñida de color marrón, con la paradojas de banderas azules que vuelan al viento del cinismo más hipócrita y rechazable. Puertos de mar que llevan reformándose, aún con incertidumbres en el desacuerdo, desde hace más de tres lustros. ¡Solamente! Hipervigilancia y seguridad en calles vips, donde apenas vive nadie, mientras barrios hacinados dependen de la llamada telefónica para que acuda el coche policial. Unos ciudadanos contribuyentes (y más que contribuyentes) que han de soportar a sus espaldas la solución a un déficit público creado por la impericia de unos dirigentes para los que la única responsabilidad es dejar su acomodo político. Bajadas de sueldo. Subidas del IVA del 16 al 18 %. Todo muy fácil ¿verdad?. Una endiosada e intocable estructura bancaria y financiera que nunca sabe perder. Nunca va a perder. Por el contrario siempre incrementará su poder económico en épocas de crisis o bonanzas. Y una sanidad “pública” (veremos hasta cuando y a qué nivel) en la cual varios meses de espera para arreglar tu salud son considerados asumibles para su normalidad y trato al ciudadano. Vemos las calles de nuestra ciudad. El Metro en Málaga tenía que comenzar a funcionar el año pasado. ¿Seguimos buscando ejemplos?

A esta buena alumna, con un perfil diáfano y espléndido de estudiante de Derecho (no es la carrera que ocupa el primer puesto entre sus opciones universitaria, por cierto) le expliqué en el correo de respuesta que admiraba su sentido crítico del entorno sociopolítico y, especialmente, la fuerza innegociable de sus valores y principios. Que no debe cambiar con el paso de los años y el triste aburguesamiento de vida. Y que ahora se halla en el momento preciso de su vida para alcanzar una cualificada formación. Preparación y conocimientos que, a no muy largo plazo, debe aplicar a fin de mejorar una sociedad que necesita de terapias sanas, nobles e idealistas para superar los “achaques” e inercias que aletargan y destruyen la utopía de la ilusión. Una sociedad que al llegar el año que viene, y el que viene, a la hora de los comicios municipales y generales, provocará en un gran contingente de buenos ciudadanos la disyuntiva patética de esas preguntas que derivan o proceden de un escepticismo integral. ¿Voto o me abstengo? Y en caso de entregar mi sobre con la papeleta en la urna ¿a quién le doy mi confianza? De verdad, ¿Hay algún grupo político que despierte en mí algo de fe o confianza en su buena voluntad para pensar en el ciudadano antes que en sus egoístas intereses partidistas? Uno de los dos platillos se halla patéticamente desnivelado en el fiel equilibrio de la balanza.

Cuando leemos en la prensa que a un representante del pueblo, en las Cortes Generales o parlamento autonómico, su grupo político le ha puesto una sanción por votar en conciencia ante una determinada cuestión moral o ética. Cuando una formación política vota en bloque al dictado del jefe parlamentario que ordena el SI o el NO para todos los miembros de esa agrupación. Cuando a un diputado a Cortes se le dice imperativamente “tú te debes totalmente al partido que te da cobijo en sus siglas parlamentarias”…… caes en la cuenta de lo que se hace con tu voto en esa jornada gozosa para el ejercicio democrático. ¿Para cuándo tendremos listas abiertas en las papeletas del voto? Es decir, que podamos señalar en un listado electoral sólo aquellos nombres que merecen alguna confianza en nuestra voluntad o valoración política. Yo puedo entender (olvidándome ahora de la rígida disciplina de voto) que en un partido de izquierda haya personas honestas y responsables ante el ciudadano. Yo puedo entender (olvidándome ahora de la rígida disciplina de voto) que en un partido de derecha haya personas honestas y responsables ante el ciudadano. Por ese motivo defiendo la libertad de poder señalar a uno u otro candidato en el momento de entregar mi papeleta de voto. Evidentemente a los partidos esta “saludable” posibilidad no les interesa. Ya se ocuparán, con la mayos destreza, de que no salga adelante.

Parece evidente que siempre es preferible tener la opción de poder emitir un voto, aunque sea cada cuatro años, que no hacerlo nunca porque no existan elecciones en libertad. Pero es que esa libertad está tan condicionada por los intereses y artimañas partidistas que el grado de escepticismo acerca del valor real de tu voto es más que elevado. Aunque el sistema esté afectado por la patología del partidismo y la manipulación personal, sería peor, profundamente más negativo, no tener sistema alguno donde poder ubicarnos. Como dijo el gran estadista británico Sir Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965), la democracia es el menos malo de los sistemas políticos.

Es importante que ese correo de mi apreciada alumna haya dado pie a toda esta larga exposición sobre un aspecto importantísimo del ejercicio político. ¿Verdad que es importante, y gratificante, tener alumnas que te hacen pensar, analizar y dialogar sobre aspectos que, usualmente, no te detienes a considerar? Probablemente en ella prevalece la utopía. En mí anida la realidad de la Historia y la vida. Ella sabrá aportar un fresco idealismo a sus proyectos de cambio. Yo sonreiré pensando que la evidencia no debe estar reñida con la esperanza. Pero el futuro, obviamente, está en sus manos. En la voluntad hacedora de su joven generación. Para el bien de todos los españoles. Y de todos los que residen en éste nuestro país.-


José L. Casado Toro (viernes 16 julio 2010)
IES Ntra Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto Historia.

EN LA ANTESALA DE LA UNIVERSIDAD. SELECTIVIDAD JUNIO 2010.

EN LA ANTESALA DE LA UNIVERSIDAD.
JUNIO. SELECTIVIDAD 2010.





Bueno, es una evidencia que nos encontramos en vacaciones. Percibimos a muchos niños y jóvenes que alegran, con su presencia, calles y plazas. Bicicletas, balones y bolsas de playa, que enriquecen el colorido de esos rincones mágicos donde se juega, ríe y grita por parte de ese vitalismo infantil tan necesario para la inercia escéptica de los mayores. Playas, piscinas, campamentos de quince días y, para que nada falte, esas rebajas del treinta o cuarenta por ciento tan atrayentes y tentadoras para una sociedad henchida de valores consumistas en lo superfluo o en lo más necesario. Es….. verano. Se hace omnipresente la tibieza del calor. Aquí, en Málaga, con esa permanente humedad que hace inservible la eficacia temporal de la ducha y el baño. Pronto nos visitarán los terrales. Ese aire cálido, procedente de las altiplanicies castellanas y que el gradiente descendente de la Penibética hace incrementar térmicamente su vigor. Nos alcanza o llega desde el oeste (por efecto de la rotación terrestre y la disposición orográfica de la zona) sembrando de ambiente crudamente tórrido cuerpos, semblantes y las viviendas malacitanas. Estamos…. en julio, uno de los dos meses vacacionales por excelencia. Bermudas, chanclas y sensuales bronceados, con tonalidad de atardeceres, que nos hablan de esa enamorada, en su ilusión, marisma mediterránea.

Bueno, pues en este contexto del calendario, voy a tratar de comentar algunos aspectos vinculados a la pasada Selectividad (Pruebas de Acceso a la UMA). Creo necesario echar una mirada a una cuestión que se hace realidad todos los años, tras la finalización del Curso escolar, para aquellos que ponen fin a su presencia en la Educación Secundaria. Supone la culminación gozosa de un ciclo en la formación reglada de sus vidas. Es la antesala de su entrada en los hangares superiores de la Educación Universitaria. El calor que subyace en el ambiente no acompaña o estimula para realizar, en este momento, profundos análisis. Vayamos entonces a lo más relevante de los datos que poseemos, pensando sobre todo en nuestros alumnos. IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga.

De los 48 alumnos matriculados en las listas de 2º de Bachillerato, correspondientes a los grupos A y B, se han presentado a las Pruebas 23, un poco menos de la mitad. De ellos, han aprobado 19. Sólo cuatro no han alcanzado la nota mínima necesaria para superar el examen. El comentario que nos provoca esta primera información es la siguiente. Esos veinte tres escolares son los que han aprobado todas las materias de 2º Bachillerato. Es decir, el 45 %. Al 55 % de estos alumnos les ha quedado alguna materia que habrán de recuperar en la convocatoria de Septiembre. Es un dato indicador del nivel de preparación y rendimiento que hemos afrontado durante este Curso, en una fase o ciclo absolutamente voluntario del proceso formativo. Y de los 23, aprueban la “Selectividad” 19. Un 82,6 %. La cifra es muy positiva en este nivel del análisis. Pero hay que seguir buceando en los datos para obtener un mayor nivel de realidad en los resultados.

La nota media global de los expedientes de bachillerato ha sido 7,21. La nota media de la Prueba, 5,31. Estas cifras revelan, entre otros datos, que la puntuación en Selectividad siempre suele ser un par de puntos por debajo de la calificación que usualmente se obtiene durante el Curso ordinario. Si atendemos ahora al análisis por asignaturas (esta palabra es la que aparece en los documentos universitarios, allí no se habla de materias) observamos que contrasta el número de presentados en materias como Inglés, Lengua Castellana y Literatura e Historia de España (más de veinte) con respecto a otras asignaturas como Francés, Latín, Física, Geografía, Dibujo Técnico, Historia de la Filosofía, en las que el número de presentados es muy reducido.

Las “mejores” puntuaciones aparecen en Inglés, Francés, Latín, Biología, Economía de la Empresa y Lengua Castellana. Las calificaciones más deficitarias ocupan plaza en Matemáticas Aplicadas, Geografía, Física, Matemáticas e Historia de España.

Por respeto, y desconocimiento, no haré comentario alguno de otras materias que no hayan sido impartidas por el autor de este artículo. Por el contrario, sí quiero hacer alguna consideración con respecto a las asignaturas que han estado bajo mi directa responsabilidad docente.

En HISTORIA de España se plantean, a nivel de Andalucía, dos composiciones de elaboración temática con sus documentos adjuntos para analizar e integrar en la exposición teórica. Uno de ello es el último tema del listado correspondiente a estudiar. En enero, conociendo el tiempo real de que disponía, entregué a todos los alumnos un esquema orientativo para que fueran trabajando (con mi asesoramiento) sobre los dos últimos temas del programa. Muy pocos (a tenor del material que me presentaron) lo hicieron. Durante el mes de mayo pude explicar en clase uno de ellos (La España del Franquismo). Quise seguir explicando La España democrática (el último tema) durante el mes de junio. Ni un solo alumno asistió a clase (voluntariamente) durante ese mes. Por otra parte, el tema alternativo para el examen fue La España de Isabel II. Los materiales aportados sobre esta cuestión ha conllevado el trabajo de más de un mes de clase y explicación.

En GEOGRAFÍA. Se plantean dos exámenes “técnicamente” asequibles. En mi opinión, sumamente fáciles. Es muy difícil obtener menos de seis puntos con la estructura y contenidos de ambas pruebas. Siempre…. siempre que se hayan aplicado los conocimientos y técnicas explicadas por el Profesor de la asignatura.

Ni un solo alumno estuvo presente en las aulas durante los días previos a la Prueba de Selectividad. Quise darles unas orientaciones técnicas globales sobre estas Pruebas. No consideraron necesario atenderlas. Sin embargo, se las envié por correo electrónico a sus ordenadores. Me temo que esos archivos no fueron abiertos. Les envié también tres exámenes modelo resueltos, tanto de Historia como de Geografía. Me temo que esos archivos tampoco no fueron abiertos. ¿Repasaron los exámenes planteados durante el Curso? Me temo que no. Alguno, de una forma sincera, me ha confesado que “la tarde” anterior a las Pruebas de Historia y Geografía las dedicaron a preparar otras materias. Todo esto que cuento es una realidad. Sirve para explicar bastante de los resultados en las asignaturas que he trabajado con ellos durante los ocho meses de clase. Nunca he tenido este tipo de resultados en Selectividad con mis alumnos de bachillerato. El mismo Profesor. Un material didáctico similar al de otros años. Y la dedicación usual basada en la responsabilidad. Pero los resultados no han sido, ni mucho menos, parecidos a los de otros cursos.

Puestos en este nivel, aconsejaría o sugeriría a mis compañeros de Departamento que, dada la experiencia, al margen de los resultados parciales por evaluaciones, no se “eliminara materia” alguna y que en mayo se hiciera un ejercicio global de todos los temas de la programación. Ese examen general matizaría la calificación del alumno valorando, por supuesto, las calificaciones de diciembre y marzo, correspondientes a la 1ª y 2ª Evaluación. En caso de ejercer como Profesor en activo, así lo haría yo para el Curso 2010-2011.

A nivel global de la UMA, unos breves y puntuales datos. Se ha presentado 5.321 alumnos. Han aprobado 4.994 (el 93,85 %). Con ese porcentaje de aprobados podemos considerar que la estructura de la Prueba de acceso a la Universidad no ofrece dificultades poderosas, siempre que la preparación para la misma haya sido básicamente adecuada. Añadiré que en Geografía, de 1585 presentados han suspendido el examen 871. En Historia. De 3.384 presentados han suspendido 853.

Muchos de los alumnos han presentado su impreso solicitando una doble corrección de su examen o una reclamación acerca de la calificación otorgada. En el primer caso, la nota podía bajar (ante una nueva corrección realizada por otro Profesor), En el segundo de los casos, dicha calificación nunca podría bajar de ese nivel numérico que se le había otorgado inicialmente. Esa reclamación la atendía el mismo corrector inicial. La impresión que obtengo, comparando los resultados de las calificaciones provisionales y definitivas, es que para nuestro Instituto no ha habido modificaciones significativas con respecto al nivel numérico de la calificación. Los que han sacado un 1 como nota de examen siguen manteniendo la unidad como índice numérico del trabajo que han desarrollado en los folios de examen.


ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES.

a) Esta Prueba está montada o estructurada para superarla. Lo difícil es…. suspenderla. Esos porcentajes de aprobados nos recuerdan a los referéndum que históricamente llevaban a cabo gobiernos precariamente democráticos. Ahora, incluso se puede obtener la calificación media de 14, con esas ingenierías y voluntades para la superación. El único sentido de esta Prueba es obtener un ordinal para acceder a determinadas carreras. Determinados estudios (como medicina) que tienen un límite espacial para la aceptación de los futuros estudiantes del grado universitario.

b) Tenemos en bachillerato alumnos, muchos alumnos, que no tienen el perfil típico del estudiante para la Universidad. Para algunos, llegar a la Secundaria voluntaria les ha supuesto un cursus honorum para el olvido. Si se analizaran algunos expedientes, la pregunta que fluye es inmediata. ¿Cómo te has matriculado en bachillerato?. Durante el Curso se les trata “entre algodones” y claro, cuando se enfrentan al mundo real, el choque es manifiesto. Creo que todos los lectores entenderán el sentido de mis palabras. Son excelentes personas, no me cabe duda. Pero no se puede decir lo mismo de su historial como estudiantes.

c) Como ya apuntábamos líneas atrás, se hace necesario plantear un examen global a final del Curso. Ello evitaría la más que frecuente tendencia de que los alumnos sólo se preparen, conociendo el estilo usual para plantear temas en algunas asignaturas, la mitad del programa. “Me preparo sólo el siglo XIX, pues siempre sale un tema del XIX y otro del XX, O estudiar a determinados personajes o pensadores que aparecen año tras año en los interrogantes de examen.

d) Hay temarios en 2º de bachillerato que son patentemente exagerados en su extensión. Su completa preparación se hace muy difícil para conseguir con la estructura horaria de que se dispone. Además, los alumnos han de preparar otras materias cuyos contenidos se llevan de manera total para los ejercicios de Selectividad. El estudiante medio de la ESO tiene profundas dificultades para abordar todos estos exámenes con el temario completo. No está habituado a hacerlo. Y las perspectivas de motivación y estudio para los futuros escolares de la Secundaria Obligatoria o voluntaria no son precisamente halagüeñas.

e) Los Profesores de mi Instituto hemos permanecido en nuestros puestos de trabajo, antes y durante los exámenes de Selectividad. Cuando los principales interesados consideran innecesario acudir a esas aulas que les han albergado durante el Curso escolar ¿qué pueden hacer los docentes sino esperar un día sí y el otro también? Incluso utilizando la plataforma de Internet. Pero el nivel de respuesta ha sido mínimas por parte del alumnado. Son ellos los que deben tomar conciencia de esta dejadez que, evidentemente, no les ha beneficiado.

Ahora sólo queda esperar que las decisiones adoptadas para optar a las plazas disponibles hayan estado presididas por la sensatez y la aptitud vocacional. Pronto aparecerá el primer listado de adjudicaciones. Hará brotar sonrisas en el rostro para algunos y una tristeza, esperanzada, para otros. Esas segundas o terceras listas pueden llenar de alegría las expectativas de muchos jóvenes. Personas, con la vitalidad maravillosa de la juventud, que ya han superado, o se hallan en las puertas administrativas, de la mayoría de edad. La Universidad se renueva cada año con la llegada de estas generaciones de alumnos que habrán de prepararse, de manera responsable y profunda, a fin de integrarse social y laboralmente en busca de una sociedad mejor. Es la culminación de un largo periplo formativo que se inició con muy escasos años de vida y que ahora, en los albores de la mayoría de edad, se completa con una preparación técnicamente cualificada en donde la docencia se complementa con la tensión investigativa. Infantil, primaria, secundaria, universitaria. Mañana… la responsabilidad ante la vida.-

José L. Casado Toro (viernes 9 de julio 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto de Historia

EL INTERESANTE LENGUAJE DE LOS MENSAJES OCULTOS



EL INTERESANTE LENGUAJE DE
LOS MENSAJES OCULTOS.






Desde hace no recuerdo cuándo, me ha llamado mucho la atención esa comunicación no escrita o expresa en las palabras. Quiero referirme a ese lenguaje no explícito, en su forma gramatical, que subyace en el interlineado de los párrafos que estructuran las páginas de un libro. O dentro de nuestra conversación, coloquial o académica. En repetidas ocasiones resulta de un más que cualificado interés aquello que callamos sobre el mensaje conceptual, con relación a lo expuesto formalmente para la atención social. Por decirlo con otras palabras, resulta más atractivo, clarificador o curioso conocer aquello que se nos oculta, que los mensajes cruzados que nos intercambiamos realmente utilizando las herramientas del lenguaje.

Cuando leemos un texto escrito en las páginas de un libro, en un cartel publicitario, en ese correo on line que llega a la pantalla de nuestro ordenador o en el diario recorte de prensa, tenemos presente, ocupando un especio explícito, el mensaje que se nos trata de transmitir. Gozando de una mayor o menor claridad en su forma expresiva o en su didáctica conceptual. Su contenido puede ser interesante, ambiguo o aburrido. Nos puede motivar para nuestro dinamismo o aletargar para la inacción. Pero tras su rápida, o más pausada, lectura habría que pasar a esa fase en la que investigamos o tratamos de descubrir esa parte no explícita que subyace en la privacidad del autor. Y que también forma parte del mensaje. No pocas veces resulta éste el contenido de mayor importancia para clarificar el que tenemos delante, físicamente, de nuestros ojos. Es lo que se necesita decir, pero no se expresa. Por diversos motivos. Prudencia, oportunidad, discreción, buen gusto, educación, formalidad, tacto, distracción o cualquier otra causa que muchas veces el propio autor desconoce. Pero ese lenguaje oculto, que no ocupa plaza en el espacio de la comunicación, está presente para completar o enriquecer la transmisión de lo que se ha plasmado en las páginas concretas de la comunicación.

La aventura comienza cuando en nuestro diálogo, henchido de misterios y claves cifradas, con el autor del escrito, vamos descubriendo otra historia que ayuda a entender, completar y profundizar aquella que leemos para nuestro goce, enriquecimiento u otra oportunidad de interés. En no pocas ocasiones, nos encontraremos con varios caminos, más o menos paralelos, a recorrer. Aunque haya un solo comienzo, iremos avanzando por diversas calles que más pronto o tarde nos llevarán a un destino final que, en coherencia con todo lo que estamos escribiendo, puede ser también abierto para resolver las distintas soluciones al recorrido que se ha emprendido en las diferentes páginas de nuestro viaje. Hay autores que son especialmente diáfanos en lo que escriben. Otros, con una mayor complejidad, inciden en estos contenidos paralelos, imaginados, descubiertos con la pericia de la práctica lectora. Prácticamente te conviertes, con el hábito de la experiencia, en un muy cualificado colaborador de ese profesional de las palabras y las ideas, regadas por una mágica lluvia que fertilizará los surcos sembrados de la imaginación.

¿Os imagináis que, en muchos de los libros que se prestan a la mirada de la lectura, sus autores y protagonistas adjuntaran un cuadernillo con el objetivo clarificador o diversificador que estamos comentando? Por ejemplo. Un comienzo diferente en la historia. Otros personajes, además de aquellos que están en la sala de invitados, Otras rutas distintas para alcanzar ese destino clarificador que pretendemos. Y, por supuesto, varios finales, a gusto del consumidor. Ya hay libros que así lo hacen. Hoy está casi todo ya inventado. Pero no es una práctica que estimemos porcentualmente importante o decisiva para valorar la práctica de estas bibliografías alternativas. Incluso algunas de las páginas de ese cuadernillo debe venir teñida de blanco para que el propio lector haga realidad su creatividad, añadiendo, modificando o completando aquellas fases del escrito que estime consecuentes para su variación. En definitiva, la parcela de lo oculto va a resultar mucho más amplia en superficie y profundidad sobre la que tenemos delante con la etiqueta de lo real y concreto. Y ya puesto en esta atalaya del diálogo compartido, ¿por qué no disponer de una dirección electrónica a través de la cual poder dialogar o inquirir alguna ayuda explicativa por parte de quien ha gestado, en el lecho de la creatividad, una historia para el paraíso solidario de la imaginación?

Ahora debemos pasar al plano real de las conversaciones sociales. Tenemos delante nuestra a un amigo, familiar, conocido o aun interlocutor comercial. Estamos dialogando sobre cualquier temática que nos vincula puntualmente en nuestra proximidad. Utilizamos determinados argumentos, datos o consideraciones, a fin de sustentar los posicionamientos respectivos en ese intercambio dual de palabras e ideas. Decimos, concretamos, aclaramos o matizamos lo que pensamos acerca de la naturaleza del insustancial o complejo debate conceptual. Pero, tanto en él como en mí, hay una parte que no expresamos. Que no hacemos pública. Intencional o subliminalmente. Es esa gran, significativa o superficial parte que se halla en la localidad secreta del lenguaje de los ocultos.

Cuando hablamos con alguien es muy importante observar y analizar la mímica expresiva de su rostro. De forma especial, el sentido de su mirada. Esos ojos que tanto clarifican planos secundarios, pero importantes, del mensaje que nos llega a través de la palabra. Por supuesto, también, la cadencia de su pronunciación. La reveladora acústica de su voz. ¿Por qué acelera la expresión en determinadas fases? ¿Por qué ralentiza el ritmo de sus palabras en otras oportunidades del diálogo?. No todo es incasual u ocasional. Hay más que motivaciones que, tras una atenta observación, nos ayudarían a entender otros argumento y contenidos que no se concretan en la acústica de nuestros oídos. Pero que están ahí. Y no pocas veces son más importantes o clarificadores sobre los que sí tienen carta de naturaleza en el mensaje real.

“No me estás diciendo la verdad. Tratas de disimular tu enojo o decepción. Se te nota a lo lejos la incomodidad que alberga en este momento tu persona, por más que trates de teatralizar una imagen de naturalidad. Ni tu mismo te crees lo que estás diciendo. Te sientes a gusto, feliz y contento con esta oportunidad que la suerte te ha deparado para aprovechar. Cuánto cinismo y falta de sinceridad encierran las palabras que tratas de vender. ¿Por qué tratas de engañarme? ¿No entiendes que me estoy dando perfectamente cuanta de tu manipulación?……. Estas y otras frases similares llegan a nuestra conciencia tras ese análisis que hacemos sobre la mirada, gestos y movimientos expresivos que nos hace el interlocutor acompañante. Es cierto que en la mayoría de los casos tenemos que callar. No podemos decir lo que pensamos pues carecemos de pruebas concretas que avalen la justificación de esas palabras. Solo poseemos la intuición del análisis derivada de nuestra observación.

Alguna vez pude visionar alguna película, no recuerdo su título o datos más específicos para su concreción, en la que uno de los protagonistas podía conocer el pensamiento oculto, no explícito de su interlocutor. Ello daba pie a una serie de situaciones muy jocosas y divertidas. También, no menos comprometidas en el desarrollo de la trama argumental. Si esa facultad de poder leer el pensamiento de los demás fuera posible, la repercusión para el poseedor de esa cualidad sería más que terrible. Conocer ese pensamiento subyacente en la privacidad de los demás probablemente nos enloquecería. No ha de olvidarse que me estoy refiriendo no sólo a conocidos, vecinos o compañeros, sino también a familiares muy cercanos e íntimos. Por más que fuera clarificador pronto suplicaríamos que se nos eliminara de nuestras capacidades dicha clarividente cualidad de lectura. No podríamos vivir así. Nuestra vida sería un infierno conociendo la realidad total del pensamiento de aquellos que comparten solidariamente nuestra existencia.

Pero el que agradezcamos la carencia de esta facultad, para nuestra salud mental y anímica, no se opone a que sepamos apreciar la utilidad de habituarnos a practicar la observación, y posterior análisis, de las personas con las que dialogamos. Probablemente éstas también realizarán el mismo ejercicio con respecto a nosotros. Mirada. Pestañeo. Ritmo expresivo. Dosificación de las sonrisas. Gestos y mímicas repetidas. Movimientos de las manos. Etc. Son elementos que nos pueden ayudar a esa proximidad subliminal del mensaje no expreso. Pero que tiene una importante carta de naturaleza en su valor complementario del “texto” que realmente llega a nuestros órganos auditivos. Y es que a veces somos básicamente transparentes, aunque no reparemos que nos estamos descubrimiento fácilmente a la interpretación de los demás. Con un poco de atención y experiencia somos vulnerables en nuestro afán por mantener en la privacidad parte de los mensajes ocultos o no expresos. Dicho coloquialmente “se nos ve venir a lo lejos”.

A pesar de todo lo expuesto hasta este punto del escrito, he de reconocer que, cuando hablamos o leemos, no reparamos en estos niveles del contenido de la comunicación. Normalmente no lo hacemos. O tal ves, a posteriori, analizamos algunos detalles o pensamos en algunos aspectos de lo que ha sido objeto de nuestra lectura o esa conversación que hemos mantenido en un momento concreto. Pero de lo que no cabe duda es la existencia de esos mensajes o lenguajes subyacentes, ocultos o no explícitos que forman parte, y en ocasiones de una manera importante, del contenido de nuestro diálogo interpersonal, tanto en lo oral como en la modalidad escrita.

¿Tienes hoy unos minutos? He de comentarte algo. ¿Te parece bien que lo hagamos en la hora del recreo? Comenzamos a navegar por esa aventura, indefinible a priori, o previsible, en la trayectoria viajera de la comunicación. ¿Qué nos deparará ese diálogo? ¿Cómo fue ese brevísimo monólogo?
¿Luz, alegría, amistad? ¿Oscuridad, tristeza o desamor?



José L. Casado Toro (viernes 2 de julio 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Dpto. Historia

TRASLADOS LABORALES PARA COMENZAR UN NUEVO CAMINAR.


TRASLADOS LABORALES,
PARA COMENZAR UN NUEVO A CAMINAR.





Desde una atalaya externa para las vivencias compartidas, hace tiempo que vengo observando y analizando un fenómeno que se hace realidad con la anualidad temporal de los cursos escolares. Nada novedoso hay en él. Desde siempre ha tenido una presencia real y necesaria en la vida laboral de aquellos que trabajamos para la función pública. También aparece en las empresas de titularidad privada. Pero con notoria menos intensidad. Me estoy refiriendo a las consecuencias personales y administrativas de los concursos de traslados. Esta situación de cambio geográfico en el destino laboral podría asimilarse, forzando algo su naturaleza, a ese amplio capítulo que los Profesores de Ciencias Sociales explicamos bajo la globalidad temática de los movimientos migratorios. Y es que, en definitiva, es un desplazamiento para un nuevo hábitat docente al que perfectamente podemos aplicar el esquema usual de los contenidos que, como tema de estudio, hay que trabajar en el currículo de la Geografía: concepto, tipología, causas y consecuencias de las migraciones. Pero no a todos los trabajadores de la Administración pública, en este caso educativa, les afecta de la misma forma. Fundamentalmente hallaríamos tres categorías en la realidad que me propongo comentar.

En primer lugar tenemos que priorizar la situación del Profesor interino. Mayoritariamente son compañeros jóvenes que han obtenido su titulación o grado de licenciatura en fecha relativamente reciente. Se generan bolsas de trabajo en las delegaciones provinciales. A ellas hay que acudir a fin de integrarse en amplios listados que han de aguardar turno para un destino temporal variable. Unas semanas o varios meses de trabajo. Enfermedad, maternidad u otras circunstancias personales que hacen necesario la sustitución del Profesor titular por otro interino. En ocasiones, éste habrá de acudir a distintas sustituciones en la misma localidad o en otras provincias de la Comunidad Autónoma. Y estos cambios, más o menos frecuentes, habrá de realizarlos durante un mismo curso escolar. A veces hay más suerte. Llegas a tu nuevo destino en noviembre y el contrato laboral se prolonga hasta junio. Pero esta posibilidad no siempre aparece en la tómbola de las oportunidades. Lo más usual es que tu presencia en el nuevo Instituto sólo sea para trabajar unas cuantas semanas.

Un segundo caso en estos cambios laborales es para aquellos Profesores que han estado haciendo sus prácticas docentes, después de superar felizmente una dura prueba de oposición con otros licenciados universitarios. Tras permanecer dos cursos en el mismo centro educativo, han de concursar al final del período con el objeto de obtener una plaza, ya definitiva o provisional, en un nuevo Instituto. La participación en el concurso general de traslados se hace de forma obligatoria, concurriendo con todos los méritos, que se tengan acumulados, a ese puzzle geográfico de los destinos laborales en la Administración.

Y hay una tercera posibilidad, la más frecuente entre las ilusiones laborales de los funcionarios. Corresponde ésta a los Profesores que de manera voluntaria desean cambiar de puesto geográfico a partir del próximo año académico. Y matizo el concepto de voluntariedad. Nadie te obliga (salvo por carencia de horas en tu centro) a desplazarte a otra comunidad educativa. Si lo haces es porque en ti prevalece la razón del interés por alguna necesidad. Los motivos se hacen necesariamente diversos; proximidad a tu residencia familiar; vínculos afectivos; prestigio del centro deseado; incentivos sociales de la localidad; beneficios de comunicabilidad o movilidad; etc.

En cualquier Instituto o Colegio público, vemos llegar cada año a numerosos nuevos Profesores que se vinculan a esas tres categorías que acabamos de mencionar. Hablemos ya del compañero que se traslada o llega a un destino, generalmente desconocido para él. Puede ser tu primer puesto en la Administración. O acumular no pocos visados en el pasaporte de tu vida laboral. Lo único cierto es que te vas a vincular a una comunidad escolar que, en la mayoría de los casos, es novedosa para ti. Geográficamente puede estar cercana a tu domicilio personal. O tal vez se te obligue a realizar un desplazamiento de no pocos kilómetros diarios, de lunes a viernes. Y habrá casos en que tendrás que contratar una vivienda o pensión pues la distancia a recorrer hace inviable la vuelta vespertina a tu hogar habitual. Dejas en tu biografía un Instituto en el que has permanecido un tiempo definidamente variable. Los compañeros de claustro. Aquéllos que han sido tus alumnos. La impronta personal de ese centro educativo, con sus pros y contras, de toda y variable naturaleza. Las dependencias e infraestructuras afectivas de sus instalaciones. Su estructura organizativa, desarrollada por el equipo de dirección. La naturaleza de la zona, en el ámbito familiar, social, económico y cultural. La tradición o estilo que identifica el ideario de esa comunidad educativa. Las amistades que cultivan y enriquecen tu memoria o aquellos otros desencuentros que nublan de tristeza la historia. Obviamente, hay una parte de ti que siempre quedará en esas aulas, en esos alumnos que te van a recordar pues en su plasticidad formativa siempre ocuparás un puesto claramente definido en el sentimiento del recuerdo. Permanecerán, con su silueta indeleble, determinados nombres y rostros que nunca olvidarás. En los que han sido tus alumnos. En los que han sido compañeros de departamento, en el claustro y aquellos otros que están desempeñando su importante función en la administración y servicios del Instituto. Unos y otros habrán dejado, sin duda, algo o mucho en tu persona. Y ese algo, con mejor o más limitada oportunidad, grato o ingrato, ya forma parte de tu vida. De tu experiencia histórica. En recíproca comunicación, también habrás aportado al colectivo social tu propia imagen, tu carácter y estilo personal ante el trabajo diario. Y, por supuesto, muy importante, en el trato que has logrado labrarte en la actitud hacia los demás.

En mi vida profesional he conocido a numerosos compañeros. Sería valiosísimo, para la historia individual, el recuerdo y los afectos, que cada año se elaborara una agenda o directorio, con los datos básicos del Profesorado, Alumnado y Personal laboral de nuestra Comunidad Educativa. Hoy día, y siempre, el soporte fotográfico ayuda a poder dialogar con eficacia en la distancia del tiempo. Siempre hay un momento feliz para el inicio de su oportunidad. ¿Por qué no hacerlo a partir de ahora? Todos y cada uno de estos compañeros, a lo largo de tres décadas y media, me han enseñando mucho y han sabido enriquecer generosamente los datos en el acervo de mi personalidad. No me cabe mayor duda y por ello debo mostrar el agradecimiento que les debo. Con algunos de los que han compartido mis vivencias laborales ha existido una mayor aproximación personal. A nivel de departamento. O por circunstancias de carácter o de recíproca receptividad. De otras personas apenas he llegado a conocer su nombre y especialidad académica. Y poco más. Cuando eres muy joven, observas y tratas con un cierto “respeto” a los compañeros veteranos. Cuando alcanzas esta categoría, al paso de los años, te esfuerzas en todo momento por tender puentes y modelos de ayuda hacia aquellos que inician su “cursus” laboral para la docencia. Y la sinceridad debe presidir estos párrafos como valor innegociable. Ha habido compañeros a los que deparas un profundo cariño, explícito o en el hangar de tu conciencia. Otros pasaron por tu vida dejando un atardecer algo más que nublado. En aquel curso. Y en éste. Pero todos, absolutamente todos, te han ayudado a madurar en tus respuestas ante la vida y con los retos que ésta de forma continua plantea.

En los primeros días de tu llegada a una nueva institución colegial te enfrentas a un amplio catálogo de rostros y nombres a los que poco a poco irás adecuando en las celdas informáticas de la memoria. Recorres la estructura de la edificación, con sus dependencias, peculiaridades constructivas y estilo de funcionamiento diseñado por una dirección que necesariamente influye en su impronta. Compañeros más receptivos y agradables y aquellos otros que se limitan a un trato básicamente cordial. Si eres interino, tu permanencia va a quedar limitada por las condiciones de la contratación. Igual, sólo unas semanas. Si el traslado es obligatorio, subyace la alegría, teñida de incertidumbre, por haber alcanzado ya un puesto fijo, factible de mejorar en años sucesivos. Si la decisión de cambiar de centro ha sido voluntaria, la profunda satisfacción por haber conseguido el objetivo de modificar tu ubicación laboral, en lo geográfico, en lo sociológico y, por supuesto, en los avatares de tu privacidad. Y un claro esfuerzo ante un mundo nuevo por descubrir. Una comunidad educativa a la que me debo, con la mayor urgencia, integrar.

Cuando abandonas una institución escolar siempre hay un algo de tu persona que permanece en ella. Sobre todo cuando has estado en la misma un largo período del tiempo. Personalmente, me es difícil entender como se puede abandonar o cambiar tu “hogar laboral” después de haber permanecido en el mismo durante más de una década. Sin duda, la persona que adopta esta decisión tiene motivos importantes para hacerlo. Pero desde afuera esas supuestas motivaciones no llegan a comprenderse bien. No sé, es como si se rompiera una especie de fidelidad o vínculo a un colectivo “familiar” que nos ha sustentado con sus debes y haberes. Por supuesto que todos somos prescindibles. Pero, volviendo al inicio del párrafo, siempre enriquecemos, en alguna medida, a esa “madre laboral” que nos acoge y nos identifica profesionalmente. También ella ha dejado su huella e imagen en nuestra forma de hacer, sentir o pensar. Sentimentalmente, esas paredes y dependencias, pero sobre todo, por los compañeros y alumnos que allí permanecerán, podrás sentir la añoranza de tu ausencia. Probablemente también ellos por tu persona. Pero ese recuerdo pronto será compensado con nuevos estilos y temperamentos de otros profesionales que ocuparán tu lugar. Nadie es imprescindible. Pero todos somos, en alguna medida, necesarios.

Recuerdo aquella mañana de marzo 2010 (una imagen similar a la de años precedentes) cuando las pantallas de los ordenadores de la Sala de Profesores confesaban ese secreto que habían mantenido celosamente oculto, para la inquietud, ilusión e incertidumbre de los compañeros participantes en el concurso anual de traslados. Fluían los datos provisionales, entre las alegrías, contenidas o desbordadas, de algunos afortunados y la serenidad sosegada de otros que aceptaban la realidad de no haber conseguido el anhelado cambio. Nervios en tensión, ojos más que brillantes y una expresividad comunicativa ya que las buenas noticias son más placenteras si oportunamente saben compartirse. La toponimia geográfica estaba en boca de todos, los kilómetros en el volante y la ilusión preocupada ante lo nuevo en aquellos que habrán de cambiar para continuar aprendiendo y enseñando. Observo que, en un modesto rincón de esa amplia sala donde hemos estado vinculados durante recreos, claustros y horas intermedias, hay una, dos o más taquillas que, entre ellas, hablan y comentan acerca de quién será el nuevo inquilino que confiará sus intimidades y pertenencias a ese modesto habitáculo con etiqueta frontal identificatoria. ¡Cuántas historias podrían narrar esas taquillas de cerraduras abiertas y de sentimientos pudorosamente cerrados a la privacidad! Todo es cuestión de imaginar, de tratar de entender el lenguaje de sus cuidadosas miradas. Esas taquillas conocen y saben mucho de la historia. De esa historia que identifica una parte interesante, por importante, de nuestras vidas.

Tu presencia en el nuevo centro que te acoge es globalmente bastante anónima. Apenas nada, sólo lo que tu quieres, se conoce en principio de ti. Hay una especie de amnistía personal sobre tu imagen social que te puede ser muy útil para modificar referentes o antecedentes indeseados. Puedes crearte un perfil diferente pues es muy probable que apenas se sepa algo de ti en la nueva “microsociedad”. Tanto en el ámbito profesional como en tus señas de identidad. Las primeras semanas serán decisivas para ese cambio, si es que así lo pretendes. De todas formas, pronto irás ofreciendo rasgos de tu personalidad que irán siendo captados por esa familia que ahora te ofrecerá sus mismos apellidos laborales. Pienso, sin embargo, que es una inmejorable oportunidad para aletargar elementos opacos de tu biografía potenciando, por el contrario, otros de naturaleza más positiva y enriquecedora. Es una oportunidad interesante para generar cambios importantes en tus pautas existenciales.

Desde luego estos cambios en el destino no benefician a los alumnos. Tampoco a los propios Profesores. Sobre todo, cuando estas variaciones son frecuentes en el tiempo. Se pierde estabilidad, vinculación, integración y comunión psicológica. Por parte del profesional. Para los más jóvenes en el aprendizaje, el cambio más que continuo de enseñantes les hace perder esa familiaridad e identificación anímica que es tan necesaria en la creación de vínculos tutoriales y académicos. Me sitúo en el cuerpo de esos alumnos que han sufrido en el año le llegada de varios sustitutos o la aparición del Profesor titular para los últimos quince días del Curso. Yo les solía decir a muchos de ellos, cuando me preguntaban el por qué no había seguido con ellos en el año siguiente, que era positivo que conocieran diferentes estilos en el arte de enseñar y de animar el aprendizaje que ellos realizan con el esfuerzo de cada uno de los días. Que cada profesional tiene su propias características para llevar a cabo esta difícil pero apasionante labor formativa. Sin embargo, a nivel interno, pensaba y sostengo que tantos y frecuentes cambios no resultan en nada aconsejables para obtener la mayor eficacia en nuestra obligación socio-profesional. Resulta un tanto desalentador que cada cinco, siete o más años, la “orla” fotográfica del Claustro docente sea tan diferenciada en un porcentaje más que importante. Y por no hablar de algunas graves circunstancias individuales en compañeros que se ven obligados a romper sus vínculos familiares entre lunes y viernes, especialmente cuando hay hijos, pequeños o en edades difíciles, a los que atender y cuidar.

He vivido en sólo tres centros educativos durante mi vida como Profesor. Uno de titularidad privada, en el que permanecí tres cursos completos. Tras superar las oposiciones, un año a pocos kilómetros de la entrañable ciudad de la Al hambra (Santa Fé). Y una vinculación continuada de treinta y un cursos en mi segundo hogar “de toda la vida”. El IES Ntra. Sra. de la Victoria. Entre la tosquedad de las estribaciones penibéticas y la dulzura azul y plata de las aguas mediterráneas en Málaga. He sido bastante fiel en la permanencia al mismo. Podría hablar de…... Pero eso ya corresponde a otra historia. A otra oportunidad, en estos gratos artículos de los viernes que anticipan los fines de cada semana.


José L. Casado Toro (viernes 25 junio 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Historia