viernes, 29 de junio de 2018

LA ERRÓNEA ACTITUD DE LA PERMANENCIA PRETÉRITA.


Hay personas, muchas más de las que en principio podríamos suponer, que parecen tener los órganos visuales en el reverso de su cabeza, dicho de una forma gramaticalmente metafórica. En vez de priorizar la mirada hacia adelante, aprovechando con inteligencia el presente vital, aparentan centrar sus preocupaciones en el pasado, tiempo pretérito que condiciona penosamente la realidad actual de cada momento, perjudicando la necesaria ilusión ante lo que ha de venir. Dan la impresión de que no saben vivir el hoy o el mañana, sino que permanecen obsesivamente anclados en el ayer. Ese mirar hacia “atrás”, esa recurrencia obsesiva del pasado, en sus “patológicas” conciencias, les impide gozar con plenitud del día a día, soportando la desesperanza de un mañana del que poco esperan. Desde luego se muestran más felices aquéllos que rentabilizan las posibilidades de cada minuto añadido a sus vidas, porque creen y gozan más en lo que hacen y en aquello que pueden realizar en el devenir de los días. Veamos dos simples y cotidianas historias que ayudan a explicar esta forma de comportarse, verdaderamente poco inteligente.

Susan, te llamo para contarte el día horrible que ayer tarde pasé. Habíamos quedado para ir al cine cuatro amigas de la Asociación. Yo prefiero, cuando salgo, ir a una cafetería a merendar. Ya sabes como me gusta hablar y hablar. Pero Nina es una fanática del cine, se pirra por todo lo que le ponen en una pantalla y es de estas personas que te obligan a hacer lo que ellas quieren, lo que a ellas les gusta. Así que durante dos horas tengo que estar callada, sin poder hablar, que es lo que verdaderamente me distrae. Desde luego que les pedí que fuéramos a la sesión de las seis, pues de esta forma saldríamos del cine a eso de las ocho, dándonos tiempo para “salvar” un rato de merienda o aperitivo, con la correspondiente conversación.. Pero entonces tenemos la forma de ser de Nati, que no puede “perdonar” cada tarde una larguísima siesta. Esa actitud nos obligó a comprar las entradas para la sesión de las ocho. Para colmo, a mi no me gustan las películas de ciencia ficción, pero a Norma le “pirran” todas esas bobadas que nos “venden” con ese género cinematográficos para niños, con sus estridentes efectos especiales durante todo el metraje. Así, como te lo estoy contando, esta pobre Nerea tuvo que aguantarse y aceptar lo que sus tres egoístas amigas decidieron.

Pero no acabó ahí la tarde. Después de soportar aquél tostón, cuando volvía de los lavabos observo que mis tres amigas estaban “muertas de risa” comentando alguna cosa. Al acercarme al grupo veo que cambian rápidamente de semblante y seguramente de conversación. No me cabe duda de que estaban hablando de mí, criticándome con saña, cosa que tanto les gusta hacer para mortificarme. Y es que me tienen manía. Yo sé que no son sinceras conmigo y que aprovechan cualquier momento para ponerme como un “trapo” por detrás. Si yo te contara … las conozco desde los tiempos del instituto y allí ya me hacían “putadillas” en el aula, aunque después lo sabían arreglar muy bien, pues no les interesaba perder todo lo que me sacaban: los apuntes, el cafpara tenerme bien dispuesta para sus intereses. , y "odo lo que me sacaban: los apuntes, el cafme distrae. cer lo que ellas quieé, los helados o la cerveza, además del préstamo de la ropa y los zapatos. Y es que yo era la amiga que tenía cuartos, por mi familia. Así que cuando les interesaba, muy buenas palabras y “caritas de ángel” para tenerme bien dispuesta para sus intereses. Y es que yo paso estas cosas, porque no me gusta estar sola y necesito tener a personas cerca con las que hablar y distraerme. Pero ¡a qué precio, chica!”

“Pero Nerea ¿por qué no vas al cine sola, eligiendo el horario y la película que a ti realmente te gusta o te sientas en una cafetería a tomar la merienda con otras amigas o incluso sola? De todas formas, pienso que cuando se está con un grupo de amigas y amigos hay que adaptarse y soportar las formas de ser de esas personas que forman tu círculo de amistad. Y eso de recordar cosas que ocurrieron hace muchos años o imaginarte realidades que probablemente sólo están en el plano de tu imaginación no resulta inteligente. Siempre he pensado que te condiciona ese pasado que ya está lejano o lo que se te pone en tu cabeza, que te hace sentirte mal, amargada, nerviosa, desconfiada y muy quejosa. Igual tú también has podido hacer cosas o tienes comportamientos que a las demás pueden molestarle y sin embargo te lo soportan. A veces nos miramos demasiado nosotros mismos y no comprendemos que los demás también tienen sus vidas y necesidades”.

“¿Vaya, parece que ahora te pones de su parte. No sé por qué te cuento mis problemas. Como a ti todo te sale bien, pues no entiendes los problemas que podemos tener los demás. Y te digo que a mi no se me ha olvidado la faenita que me hiciste el verano pasado en la boda de Marga. Y para colmo, no tuviste el más mínimo gesto de disculparte. Todo lo quisiste arreglar con esa sonrisa angelical que tan bien sabes poner y tan buenos resultados te da. Y … “  

Ciertamente, el equilibrio anímico de estade estaial ndemos que los deme ps, auxiliar administrativo, en las dependencias de la Audiencia Provincial ndemos que los deme pde estade joven mujer, treinta y dos años, que trabaja como auxiliar administrativo en las dependencias de la Audiencia Provincial, no está muy bien logrado, sino todo contrario: necesita una urgente revisión psicológica. Prevalecen en ella dos factores que perjudican su bienestar anímico. De una parte, esa inadecuada y permanente recurrencia al pasado, que lastra el mejor aprovechamiento vivencial del aquí y ahora. Todos ellos hechos pretéritos, más o menos desafortunados y a los que de manera continua hace alusión, condicionan e impiden la plenitud del goce actual, explicando de una manera nítida que son realidades no integradas y superadas, como las que anidan en una menta sana. Por otra parte, la inseguridad personal y la carencia de una adecuada autoestima, le hace sentirse obsesivamente señalada, atacada, incomprendida y maltratada, por un entorno injusto y poco generoso, todo ello derivado probablemente de una mentalidad escasamente madura y alejada de una concepción positiva y “futurista” de la existencia. 


Eran ya las 23:15 horas de un caluroso viernes de junio, cuando Bernabé del Prado abrió la puerta de su domicilio. Este “cuarentón” de notable estatura y muy ameno conversador, había tenido un denso día de trabajo en la oficina de seguros donde presta sus servicios. A media tarde su jefe inmediato, Marcial, le había hecho el encargo de que recogiese en el aeropuerto a un perito especializado, enviado desde la sede central en Barcelona, el cual venía a revisar la contabilidad de la oficina malacitana, todo  a consecuencia de un complicado problemas de ajustes financieros. Tuvo que llevarlo a cenar, compartir con el técnico economista la necesaria y cordial conversación y después acompañarle hasta un céntrico hotel, donde el cansado viajero tenía plaza reservada para tres noches de estancia.
 
En el salón de estar de su moderno apartamento se encontró a su mujer Cintia Calabria, que estaba sentada en un sillón del tresillo ubicado frente al apagado, en ese momento, monitor de televisión. A la muy triste mirada de su cónyuge se añadía una crisis nerviosa que a duras penas ésta podía dominar o disimular. A viva voz le soltó a su marido esta larga parrafada.

“Es cerca ya de la media noche. Sales del trabajo a las ocho y ni una llamada o mensaje acerca de tu tardanza. Son dos veces ya esta semana en que llegas muy tarde a casa. Y a mi no me la pegas, Bernabé. Seguro, seguro, que tienes algún asunto de faldas por ahí.  Yo no he olvidado lo que ocurrió hace tres años y todo lo que me hiciste sufrir. Tengo aún “presente” tus devaneos con aquella “fulana” del despacho, Y lo más humillante fue que tuve que enterarme por los demás de ese impresentable asunto. Al salir del trabajo te vieron en varias ocasiones tomando cervezas con esa "mujerzuela" y, por cierto, los dos estabais  bastante alegres y “cariñosos”. Eso fue muy duro para mi y no lo he podido superar. Por eso cuando llegas tarde a casa, no me cabe la menor duda de que estás volviendo a las andadas. Pero a ti te da igual, lo único que piensas es en tus egos, en tu trabajo y yo aquí tragándome toda esta basura”.

Con la controlada resignación a la que estaba bien habituado, Bernabé se dispuso, una vez más, a razonar los motivos puntuales de su llegada a casa a esas horas inhabituales de la noche. Como siempre hacía, tratando de evitar perder los nervios y manteniendo un elevado nivel de autocontrol.

“Pero mujer, ahora vuelves a sacarme “aquello” que ya quedó bien arreglado entre nosotros. Tú bien sabes que el asunto de la joven, pero muy bien preparada Paloma, fue todo producto de tu incomprensión e imaginación. Te vuelvo a reiterar la misma historia que ya hemos conversado hasta la saciedad. Aquella chica madrileña era una enviada del organismo central, cuya misión era reducir personal en el departamento. Tenía que estudiar con extremada prudencia las características de todos los compañeros, los resultados que unos y otros aportábamos a la estructura empresarial, a fin de aplicar “la tijera” por donde menos daño se hiciera a los integrantes de la misma, pero sin perder de vista de que nos hallábamos en una época de profunda recesión económica. Tuve que aplicar y “trabajar” toda mi estrategia de amabilidad, diálogo y disponibilidad, luchando por salvar un puesto de trabajo que en esas fechas se encontraba  peligrosamente en el aire.

Gracias a todo mi esfuerzo (fueron unos momentos de elevada tensión personal) no sólo pude mantener mi trabajo, sino incluso sentar las bases a un ascenso en el escalafón estructural de nuestra empresa. Poco fue lo que me ayudaste, en aquélla tensa experiencia. Te hiciste un ovillo con tus dudas, inseguridades y complejos, haciéndome pasar muy amargas semanas e incluso meses.

Y cíclicamente sigues con tus “retorcidas” historias, que sólo están fundadas en tu inestable imaginación. Cuando creo que todo está ya razonado, superado y sosegado, de nuevo vuelven a surgir en ti las sospechas, las dudas, las acusaciones y todos esos demonios que te hacen penosamente sufrir y sentirte, sin el menor fundamento, profundamente desgraciada. Ese estar mirando continuamente hacia atrás, con argumentos injustificados y erróneos, sólo te conduce al camino de una infelicidad sin sentido. Tenemos que esforzarnos en ser más positivos y optimistas. Haciendo felices a los demás también lo seremos, un poco más, nosotros mismos.

Reconozco que he cometido el error de no llamarte por teléfono. Pero la tensión a que he estado sometido durante todo el día de hoy, con un tema extremadamente delicado de ingresos y gastos, que precisamente dependen de mi área competencial, me ha obligado a centrarme en atender a ese fiscalizador que viene “de arriba” con “la lupa” de la desconfianza muy bien preparada”.

Como bien y racionalmente puede pensarse, ciñéndonos a los dos ejemplos hasta aquí expuestos, cuando aparecen desencuentros, divergencias, enfados y rupturas, entre dos o más personas, en todos esos “interlocutores” siempre hay una parte de verdad y un ámbito de desacierto o error. No se debe obviar, para la comprensión equilibrada de esos episodios, los planteamientos de unos y los argumentos que puedan asistir a los demás.  La razón absoluta difícilmente puede estar, al 100%, en sólo una de las partes.

Expuesta esta premisa, lo que resulta difícil de rebatir es que tanto Nerea como Cintia no aplicaban, con la inteligencia y diligencia debida, esa mirada vivencial y estimulante hacia el futuro, abandonando el sentido positivo que debe presidir nuestros actos para que, en definitiva, nos sintamos mejor y más felices. Sus respectivas formas de ser las hacían permanecer ancladas en un pasado que ya era historia, pero que las condicionaba psicológicamente para no afrontar el día a día con el necesario y saludable carácter, apreciablemente positivo de la existencia, tanto en el trato con los demás, como también con sus propias y personales intimidades. Ese anclarse en el pasado, lastra y bloquea penosamente el aprovechamiento integral del presente y condiciona, de manera preocupante y desacertada, ese devenir que debería estar teñido del inexcusable y muy tonificante color de la esperanza.

El azar imprevisible que marca el destino en las personas, quiso unir en amistad las vidas de Nerea y Cintia. Ambas acuden en la actualidad, junto a otros pacientes con desequilibrios relacionales, a una reunión semanal de terapia de grupo, en la afamada (y elitista –por las minutas que reciben sus clientes) Clínica del Carácter. Centro dirigido por el prestigioso facultativo de nacionalidad británica Mr. John Boorman. Nerea, dadas sus aptitudes, se ha entregado en los últimos meses a la práctica deportiva y contactos con una O.N.G, mientras Cintia dedica muchas de las tardes a colaborar con la A.M.S. como encargada del departamento que atiende el itinerario inicial de las mujeres inmersas en matrimonios desestructurados. Las dos amigas sopesan, dada su progresiva relación afectiva, la posibilidad de iniciar un proyecto de convivencia en común, manteniendo esa parcela innegociable de privacidad previamente acordada. Sienten, cada una de las mañanas, el tonificante frescor de un tiempo que hay que pacientemente modelar y con diligencia ilusionada recorrer.-  



José L. Casado Toro (viernes, 29 Junio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga




viernes, 22 de junio de 2018

UNA ANTIGUA ILUSIÓN PENDIENTE, EN LOS VITALES ANHELOS DE UZIEL.



Si se escribiera un libro acerca de las ilusiones irrealizadas, que casi todos mantenemos en la memoria de nuestros corazones, se conseguiría una magna obra editorial compuesta de páginas infinitas, insertas correlativamente en las voluntades jadeantes o psicológicas de sus protagonistas. Una sugerente pregunta que a muchos en algún momento nos agradaría responder: ¿Cuál es esa gran ilusión o proyecto pendiente que, alguna vez en la vida, te gustaría llevar cabo para sentirte más feliz y satisfecho? Este sugerente interrogante, a buen seguro, tendría una segunda oportunidad para su concreción: Y ¿cuáles son los motivos por los que aún no has podido conseguir su realización? Cabe pensar que ese objetivo, hasta el momento irrealizado, nunca desaparece de nuestros anhelos y proyectos, aunque haya numerosas razones que una vez y otra lo ralentice, posponga o imposibilite. También observamos que muchos objetivos, que en principio parecían fáciles o asequibles, se tornan a la larga complicados, imposibles y disuasorios, no tanto por el proyecto en sí sino por nuestras íntimas limitaciones y características personales que, lejos de favorecer, lastran y bloquean su intento de recorrido a fin de alcanzar su feliz y satisfactoria culminación.

Veamos el origen y desarrollo de esa ilusión o proyecto vital, en el protagonismo existencial del ciudadano Uziel Llamas Pascual. Este “cuarentón”, de vida más bien sosegada, ha tenido algunas parejas afectivas aunque nunca se ha decidido a dar el definitivo paso para formar una familia estable. Su ego y mentalidad individualista ha priorizado siempre la libertad personal como valor inexcusable, por encima de cualquier otra “atadura” u obligación convivencial. Pertenece a ese tipo de personas que han nacido “programadas” para estar solos, sabiendo organizar, con habilidad y experiencia, sus necesidades y movimientos cotidianos, evitando los plácemes y “costos” de la vida en pareja. Hace años que sus padres, personas de avanzada edad, se marcharon de esta vida, recibiendo de ellos, como mejor “herencia” el poder seguir residiendo en el piso que éstos habitaban, ubicado en el centro antiguo malacitano, cuyo alquiler por el usufructo del inmueble resultaba verdaderamente atractivo. La renta antigua de la vivienda le permitía abonar sólo 150 euros mensuales, por un 1º A de un vetusto pero señorial bloque, situado en pleno núcleo antiguo de la capital. Al no tener ascensor, portería u otros servicios comunitarios, las cargas económicas de esa muy céntrica vivienda eran notablemente reducidas.

Siempre le aburrieron “soberanamente” las normas escolares y los contenidos que se impartían en las aulas. Con ímproba dificultad “solventó” el currículo de la secundaria. Trabajó en distintos servicios, para los que no se exigen alardes o notoriedad académica y un afortunado buen día, aprovechando una oferta de puestos temporales ofertados por la Administración, el destino quiso que fuese destinado como auxiliar a una delegación provincial ministerial. Allí “se pegó como una lapa” pues vio que era el lugar preferente para tener un sueldo asegurado el 30 de cada mes, tardes libres durante toda la semana y un trabajo sin esfuerzo, rutinario y sin grandes cotas de exigencia o responsabilidad. Aprovechando la “dulce opción” de las convocatorias preferentes para trabajadores interinos, obtuvo plaza fija como auxiliar de servicios. En la actualidad está destinado en la delegación provincial de la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo rural.

Su cómodo horario de ocho a tres de la tarde, entre lunes y viernes, le permite disponer de esas tardes libres (en las que no hay que estudiar, corregir ni preparar trabajos, clases o memorias, ni por supuesto asistir a reuniones cansinas o atender a los padres y madres de niños y jóvenes en formación) para su rutinario u ocasional entretenimiento: paseos, cine, actos culturales públicos y privados, el café reconfortante, el incentivo de las compras y esa practica senderista que tanto le apasiona y equilibra su organismo. Sin embargo este placentero estilo de vida sufrió un inesperado e incómodo “revolcón”, a causa de una reclamada normativa estatal que ponía fin a la aletargada estructura de las rentas antiguas para alquileres de locales y viviendas. La propiedad del inmueble le ha planteado la imperiosa necesidad de negociar una actualización de su muy reducido alquiler.

En realidad su casero, Bibiano Perlaz, lo que pretende es recuperar el uso de este atractivo (por lo céntrico) piso tan bien situado, ya que tiene una interesante oferta por parte de una multinacional del “Fast food” o comida rápida, que ya ha  alquilado los bajos del inmueble y el primer piso, letra B. Pretende también este 1º A que ocupa Uziel, ofertando unas “irrenunciables” cifras de pago que motivan la actitud exigente del calculador casero y propietario. La multinacional quiere disponer de los 280 metros cuadrados que suman la unión ambos pisos, a fin de añadir ese espacio al que ya dispone en la planta baja. La negociación, desde el punto de vista de Uziel resulta inviable, pues la propiedad exige pasar de los 150 euros a 1.450 para mantener el contrato de alquiler y sólo por un año, ateniéndose a la libertad de rentas que posibilita la nueva legislación.  Además de ser cifras inasumibles, para el sueldo mensual que recibe Uziel por su trabajo, hay otra importante razón que le va a mover a buscar un nuevo acomodo residencial y además con cierta urgencia. Bibiano le ha puesto el plazo máximo improrrogable de dos meses para poner fin a su actual arrendamiento y el propio inquilino hace tiempo que se muestra cansado de vivir, desde su infancia, en pleno centro urbano.

Ocurre en las grandes ciudades y de manera especial en aquellas que reciben cada día verdaderas oleadas de visitantes foráneos. El negocio turístico, basado en sol, playa e incentivos monumentales y museísticos va, de manera continua, convirtiendo el centro de las ciudades en gigantescos “comederos” humanos. Hay calles, en esos centros antiguos o determinadas zonas de la periferia que están literalmente “tomadas” por los empresarios de la restauración, que ocupan con sus ofertas de restaurantes, tabernas, bares de copas, cafeterías y heladerías, no sólo los bajos y primeras plantas de esos reformados edificio, sino también la propia vía pública, arterias viarias que se van “peatonalizando” y adecuando con los tributos e impuestos que pagan todos los ciudadanos. Esos “mercados privados” de comidas y bebidas, van transformando exageradamente estos antiguos espacios urbanos, ubicando en su suelo “innumerables” mesas y sillas. Hay calles en las que sólo hay estrechos espacios para el tránsito de las personas, viandantes o peatones que han de sortear esas densificadas mesas ubicadas en la solería viaria que duplica y a veces triplica el propio espacio original del negocio, situado en el local regentado en los diversos bloques. La connivencia administrativa municipal es evidente, pues las arcas municipales obtienen buenos dividendos por los pagos que las empresas han de abonar por ocupar grandes espacios de la vía pública.

Tanto para Uziel, como también para otros muchos residentes de esos espacios “tomados” demasiado permisivamente por la industria hostelera,  vivir en la vorágine del día a día de la intensidad turística suponía molestias que resultaban insufribles cuando se prolongaban meses y meses y a casi todas las horas del día, de manera especial en las horas nocturnas, en la que el necesario descanso se veía alterado por variados e incómodos elementos: el gentío, los ruidos, esos cansinos olores de fritos y guisos, los desagradables comportamientos inadecuados de personas embriagadas o borrachas, la aparición de orines y excrementos en algunos portales o esquinas, la poco saludable contaminación lumínica en horas nocturnas, esos cantos inadecuados que inestabilizan la madrugada, las discusiones y peleas de jóvenes y menos jóvenes y, por supuesto, un aparcamiento imposible en todas esas arterias peatonalizadas. El necesario e imprescindible descanso nocturno, para las personas en vida laboral activa, también para los mayores ya jubilados, se veía gravemente perjudicado con todos estos factores discordantes.

La antigua y gran ilusión, para este trabajador auxiliar de la Administración había sido y es la posesión de una casita en el campo, en donde poder convivir y disfrutar directamente con los saludables elementos del medio natural, como son la grata compañía de árboles, la fuerza estimulante del viento, la tersura tonificadora del sol, el frescor de la lluvia, el rítmico sonido de las hojas y el sutil y el maravilloso aroma proveniente de la naturaleza. Sin embargo, para una persona que siempre había vivido en la centralidad ciudadana, buscar un cambio de residencia en una zona donde prevaleciera el medio natural conllevaba el “debe” de vincularse a un desplazamiento diario a su punto de trabajo, además de otras limitaciones comerciales y culturales de las que siempre había gozado para sus necesidades con el plus de la proximidad. A este fin se dispuso, sin la mayor dilación, a recorrer inmobiliarias y navegar ‘por Internet a fin de localizar esa casita de campo, rodeada de naturaleza, pero que no estuviera excesivamente alejada del centro de la ciudad, o al menos que su ubicación tuviera fácil acceso al transporte público municipal. Aunque disponía de carnet de conducir,  un serio accidente de tráfico que tuvo al final de su veintena, sin lesiones graves en su anatomía pero con el resultado de siniestro total para el vehículo, le hizo tomar una drástica decisión: no comprar un nuevo coche por el momento, postura que con el paso de los años ha mantenido, habituándose a utilizar para sus desplazamientos la cómoda y versátil utilidad del transporte público.

Durante varias tardes estuvo recorriendo diversas e importantes agencias inmobiliarias, tratando de encontrar alquileres rentables o asumibles situados a medio camino entre la ciudad y su entorno rural. Le ofertaban viviendas que conllevaban ventajas e inconvenientes para sus preferencias, relacionados con el precio, la distancia, la proximidad de entornos más o menos incómodos o la propia estructura de la edificación. En la cuarta tarde de búsqueda quiso la suerte que accediera a una oficina de una nueva empresa, denominada HABITALIA, recomendada por un conserje de la delegación de la Consejería, que tenía un sobrino allí trabajando. Este hábil y solícito profesional, Cosme del Puerto Rabanal, captó de inmediato las preferencias de un cliente ciertamente abrumado por las prisas para un cambio de residencia, después de más de cuatro décadas residiendo en pleno centro de la ciudad. Con la convicción de una permanente sonrisa, y una dicción lenta, pero firme y creíble, en pocos minutos gratificó las expectativas y necesidades de su “necesitado” interlocutor.

“Amigo Uziel. Creo que la suerte nos mira de cara. Hace un mes y medio, más o menos, nos llegó una propiedad rural, un caserón muy bien situado, llamado EL PARRAL,  a unos ciento cincuenta metros de la carretera nacional de Los Montes, la antigua y natural salida desde Málaga hacia las provincias del interior (Granada Córdoba, Sevilla, Jaén y, lógicamente, Madrid). Rodeada de un bello paisaje sembrado de pinares y esa flora aromática mediterránea que tanto permite vitalizar a los espíritus plenos de sensibilidad, estupendo carácter que adivino en su persona. Esta casita de campo pertenecía a un matrimonio muy mayor, nonagenarios, que hace unos seis meses ya nos “dejaron”. Su única descendiente es una sobrina, doña Riquelma, persona también bastante mayor, que reside en la provincia de Toledo y que por sus circunstancias personales desea desprenderse de esta propiedad que perteneció a sus tíos. Vive muy cerca de la Plaza del Zocodover, en pleno centro antiguo de la ciudad castellana, por ello y dada su edad no desea trasladarse a este entorno rural de los Montes de Málaga.

Desde el Parral hasta el entorno de la Plaza de la Merced, en donde está situado el piso que ha de dejar, no hay más de veinte minutos en autobús o coche, con un recorrido de tráfico normal. Por cierto, la línea 37 de la E.M.T. la tiene a unos doscientos metros de este romántico caserón. Amigo Uziel, le afirmo con la mayor generosidad, que este “regalo” es lo que Vd, necesita. Esta oportunidad, se lo reitero, bajo concepto alguno debe evitar dejarla pasar”.

Ciertamente la oferta que le hacía el sagaz intermediario “sonaba” bastante bien para el deseo de cambio que anidaba en la voluntad del decidido funcionario. Quedaba por conocer un dato de esencial importancia. ¿Cuánto costaba la compra de este sugerente inmueble rural?

“Se ha tasado ese “idílico” caserón rural, ubicado “a dos pasos de la vitalidad urbana”, con unos pequeños terrenos aptos para el cultivo a su alrededor, en la cantidad muy competitiva de 110.000 euros, cifra avalada por el peritaje cualificado con el que siempre trabajamos. Por esa módica cantidad, atendiendo a los precios de hoy día (verdaderamente “disparados”) se convierte Vd. en propietario de una gran vivienda en propiedad. Permíteme que te tutee. No te oculto que la casa exigiría una reformas básicas, pues carece de cuarto de baño (por la mentalidad de sus antiguos inquilinos), hay algunos problemas de goteras en la época de lluvias y el agua que se utiliza es pura de la naturaleza. Se abastece de un pozo que mantiene un nivel freático muy estimable para el uso de una vivienda habitual. La instalación eléctrica parece que se estableció hace un par de décadas y está en estado O.K. Ya has visto por las fotos que toda la propiedad es de planta baja, aunque tendría posibilidades de añadírsele, según exigencias del que la habite, alguna habitación como primera planta. Esta casita cortijo tiene una superficie útil habitable de 142 metros cuadrados. Su salón con chimenea es encantador, cocina estilo antigua, cuando se guisaba con leña y sin prisas. Dos dormitorios. Dos cuartitos de aseo, con conexión a una tubería residual, también de construcción reciente, pues antiguamente disponía de una gran fosa séptica o “pozo negro que, cada periodo de tiempo, había que “sanear” y un gran zaguán que hace las funciones de almacén. 

La sobrina heredera, doña Riquelma, no quiere alquiler, sino la venta de la propiedad. Pero conociendo un poco tus ilusiones, esta ganga yo no la dejaría pasar. Tenemos unos albañiles amigos, que trabajan para nuestros alquileres y ventas, que te harían a buen precio esos arreglos que probablemente decidirías. Aparte del coste de los materiales, te cobrarían unos nueve euros la hora de trabajo. Debo aclárate que se está pagando, con el rebrote de la construcción, hasta 15 y más euros por hora trabajada…”

Uziel estaba como flotando en una grata nube “celestial”, que le transportaba a la consecución de una antigua ilusión que en este momento veía muy de cerca. Las palabras del muy sagaz agente inmobiliario eran tan convincentes, sencillas y llenas de verosimilitud que resultaba harto difícil sustraerse a esta “perita en dulce” que parecía hecha a medida para sus más hondos anhelos. Ciertamente había que verla in situ, para lo cual el amable vendedor dio todas las facilidades, poniendo su vehículo a disposición del posible comprador. Pero a nadie se le ocultaba el pero de la cantidad económica que habría que abonar, tanto para la adquisición de la propiedad, el registro en la Cámara de la Propiedad, la escritura notarial y el pago de las diversas tasas municipales. Por supuesto, también, el coste de los materiales y el trabajo de los propios albañiles que trabajarían, con la mayor presteza, sin importarles que el propietario estuviera habitando la finquita (no hay que olvidar que Bibliano había establecido unos plazos innegociables para el abandono de la actual permanencia de Uziel en su alquiler de “toda la vida”.

El atribulado y nervioso comprador tenía algunos ahorros acumulados, pues llevaba trabajando desde los 23 años. Haciendo números, podía llegar a pagar hasta el 70 % del coste de la propiedad. El tema de escritura, tasas y albañilería también se llevaría, obviamente, un buen pellizco. Sin embargo, Cosme tenía fácil y recurrente solución para superar todas estas dificultades económicas del ilusionado comprador. Realizó de inmediato un par de llamadas telefónicas a una agencia financiera, con la que trabajaba su entidad inmobiliaria. En pocos minutos tenía dispuesto un préstamo hipotecario preferente, a devolver en ocho años, a un interés TAE del 6,4 % anual. El claro aval de la propiedad, además de la nómina como funcionario de la Administración del Estado, soslayaba cualquier tipo de dificultad o complicación prestataria.

Durante la tarde siguiente, giraron una primera visita al “paraíso” del Parral, topónimo de la finca procedente de un antiguo lagar que había en las inmediaciones y en el que se producía un buen vino, utilizando las plantaciones de vides que tuvieron su antiguo protagonismo en la primera mitad del siglo XIX. La vivienda todavía mantenía en su interior bastantes muebles y enseres. La propietaria hasta ese momento, Riquelma, había encargado a una empresa de transporte que recogiera algunas pertenencias y las trasladara a su vivienda de Toledo, mientras que otros muebles iban siendo entregados a diversas organizaciones benéficas. Entre los objetos que aún “habitaban” en su interior, destacaba, junto a la pared de madera y piedra del salón central, cercano a la gran chimenea de leña, un gran arcón de madera de roble, muy envejecido por el paso de los años, blindado en sus esquinas y cerrajes por gruesas piezas de hierro. No aparecía llave por parte alguna que permitiera abrir el gran portón que cubría tan pesado armatoste. Desde luego se trataba de una gran cerradura, similar a las que se utilizaban en épocas pretéritas.

Tras una serie de operaciones administrativas realizadas en los días siguientes, a través de una gestoría vinculada a la inmobiliaria de Cosme, con la imprescindible intervención notarial, quedó definitivamente firmado el contrato de compra venta de su nueva propiedad, con los pagos y firmas documentales reglamentarios. Uziel hacía realidad la gran ilusión de su vida, por lo que sentía inmensamente feliz. No tardó en trasladarse a su nuevo y natural hábitat, con la tensión propia de esos cambios que generan hitos inolvidables en nuestra existencia. Una empresa especializada al efecto se encargó de vaciar su antiguo piso de alquiler y llevar los enseres al Parral, donde fueron paulatinamente instalados. Recomendados por la propia inmobiliaria, una cuadrilla de dos albañiles comenzó a trabajar, entre las ocho del amanecer hasta las cinco de la tarde, realizando las transformaciones previstas por el nuevo propietario, el cual podía cohabitar perfectamente con las obras emprendidas en determinados puntos del caserón. En dos semanas y media las reparaciones estuvieron completadas, permitiendo una más cómoda y segura habitabilidad para el ilusionado funcionario, que diariamente se desplazaba a la delegación de su consejería viajando en el microbús nº 37 de la Empresa Municipal de Transportes.  

Tras los primeros días residiendo en el natural, agreste y silencioso paraje, Uziel se consideraba feliz y bien predispuesto a la nueva acomodación. Había cambiado con plausible rapidez una densificada zona de estrépito urbano a otra donde reinaba con mágico encanto el sosiego de la naturaleza, lo que necesariamente debería conllevar el lógico tiempo de la readaptación. La casi permanente contaminación acústica, con la que había convivido más de cuatro décadas en su vida, había sido sustituida por otro “pentagrama” acústico de sonidos, generados por las ramas y hojas de los árboles, el dulce trinar de las aves, la percusión rítmica del viento y otros fenómenos naturales y, por supuesto, ese “sonoro” silencio que ofrecían su anónima modalidad conceptual para con los “sonidos” del alma. Pero la continuidad de toda esa peculiar modalidad de percepción acústica también puede inquietar a las personas que han cohabitado con el ruido tantos y tantos años en los minutos del día. Se buscan sonidos donde no los hay y se perciben otros que sí están y excitan nuestros fantasmas imaginativos. Especialmente por las noches, en las que Uziel creía percibir unos ruidos extraños, como silbidos o desplazamientos hídricos, especialmente en la zona donde estaba ubicado el gran arcón, todavía sin haber podido ser abierto. Esos ruidos despertaban e inquietaban el sueño del propietario, impidiéndole disfrutar de un descanso imprescindiblemente reparador.

Localizó por Internet a un cerrajero, que también trabajaba la carpintería, pidiéndole que a la mayor premura posible subiera la carretera de los Montes, para desplazarse a su casa y tratara de abrir el misterioso arcón de los “ruidos internos”. Veinticuatro horas más tarde, el profesional llamado Onofre acudió a la cita con admirable puntualidad y diligencia, provisto del instrumental necesario para atender los deseos de su “inquieto” cliente. Estuvo repasando la construcción del arcón, que por cierto no se podía mover pues estaba perfectamente encastrado bajo las losetas del suelo. Sugirió hacer obra de albañilería, si se quería liberar el gran armatoste para su movimiento. Parece ser que las paredes del mismo eran bastante gruesas y los blindajes metálicos en las zonas angulares y en el entorno de la cerradura eran sumamente fuertes. Onofre estuvo trabajando más de dos horas sin resultados exitosos pues, aparte de su difícil movilidad, parece que una doble cerradura impedía su normal apertura.

Como los sonidos, silbidos y flujos hídricos continuaban percibiéndose en las horas nocturnas, Uziel probó suerte con otros profesionales y empresas especializadas. Puesto en contacto con la inmobiliaria, Cosme le envió de nuevo a los albañiles que estaban dispuestos a realizar un túnel bajo el suelo del arcón y tal vez así poder llegar hasta su interior. Efectivamente fue una acertada decisión, pero sumamente laboriosa y costosa. Sobre todo porque el salón de la estancia se puso “patas arriba”, a fin de llegar hasta la base del “testarudo” y fantasmal arcón. Tres días de trabajo, con el polvo, tierra y cemento subsiguiente a cualquier obra en una vivienda, permitió acceder a la base del mueble que era en realidad una gran puerta por donde se accedía, a través de una escalera metálica de caracol a un sótano subterráneo. En ese sótano o cueva encontraron un pequeño río subterráneo, cuyas aguas al fluir tañían sonidos muy diversos. En ese mundo oculto había todo tipo de alimañas, un olor muy desagradable debido a la deficiente ventilación y filtración de aguas fétidas y lo más espectacular del descubrimiento, para asombro de los dos albañiles y del propio Uziel: numerosas muñecas y muñecos de todos los tamaños, elaborados con material textil, madera e incluso con cerámica tradicional en la conformación de sus caras. ¿Qué sentido tenía aquel pequeño “ejército de figuras infantiles”,  algunas con finas agujas clavadas en sus cuerpos…?

Cosme, a través de algunos contactos con personas especializadas en estudios esotéricos, ayudó a descifrar el misterio de aquella complicada, surrealista y críptica escenografía. La versión más razonable podría resumirse de la siguiente forma: El matrimonio formado por Hugo y Anzia, que había habitado El Parral durante toda su vida, no pudieron traer hijos al mundo. Tal vez estas extrañas personas realizaban prácticas de brujería, magia negra o vudú. Con ello trataban de superar, inútilmente, la esterilidad que penaba a dos seres frustrados por no poder alcanzar la prolongación vital de su existencia. Pero ese conjunto de hechos y señales para la inquietud, integrado por las pesadillas, los desvelos, los miedos y las dudas, movió al bueno de Uziel a tomar la drástica  decisión de revender la propiedad recién comprada a la propia inmobiliaria. El dinámico gestor inmobiliario, tras muchos ruegos por parte del atribulado cliente, accedió finalmente a la recompra de la misma, por un precio muy rebajado de 60.000 euros.

En la actualidad Uziel reside en un pequeño estudio alquilado, de unos 40 metros cuadrados, ubicado en la zona oeste para la expansión urbana de la ciudad. Por ese estudio paga cada mes 400 euros mensuales, sumando además los gastos de electricidad y agua. La vieja ilusión de su vida ha quedado bien “aparcada” por ahora, prefiriendo la vuelta a un entorno plenamente urbano, más acorde con el acerbo de su memoria y los hábitos de la socialización rutinaria. Los temblores, miedos y pesadillas nocturnas, soportadas durante esas semanas vividas en la soledad natural, no desaparecieron fácilmente de su atribulada conciencia.- 



José L. Casado Toro (viernes, 22 Junio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga