viernes, 30 de marzo de 2012

IRENE Y ALICIA, EN LA COMPLEJA SENSIBILIDAD DEL OTOÑO.

Una de las preguntas que, con más frecuencia, el lector suele plantear, en relación a estos artículos y relatos, nacidos en la periodicidad semanal, se refiere al grado de verosimilitud de los mismos. En concreto, se pregunta, una y otra vez, si es cierto que, de una u otra forma, el autor ha vivido o no aquello que sirve de objeto a su narración. La cortesía, vestida con el dulce ropaje de la amistad, hace que respondas con sencillez y claridad al amable interrogante de tu interlocutor. Vienes a decirle que, en todo relato, hay unos porcentajes variables que pertenecen a ese doble mundo, que se complementa en las vivencias cotidianas. La ficción y la realidad. No podría ser de otra forma. La imaginación se alimenta, necesariamente, de nuestra atenta observación, focalizada en la realidad. De igual modo, esta dimensión se nutre de pensamientos, sentimientos y ensueños, que bullen en la inteligencia, con toda la fuerza de la creatividad. En no pocas ocasiones, el autor está tentado a desvelar, a esos oídos atentos, que eso que le parece razonablemente verdad es, simplemente, ficción. Y, por el contrario, esa historia que le parece irreal…. ha sucedido, con unos datos concretos que, la prudencia o el respeto, aconsejan modificarlos por un mínimo sentido de la responsabilidad.

Me encontraba en una cuidada y modélica librería, de esas que aún adornan el corazón urbano de la ciudad. Ojeaba y disfrutaba sobre los tesoros expuestos en sus novedades editoriales. Quiero destacar que esa riqueza, atesorada en sus páginas, la tenía, cualquier persona la posee, muy cercana. A poco que abras el volumen o manual que le da ese cariñoso cobijo. Y sin planos de itinerarios ocultos, o claves crípticas, para el descubrimiento de su localización. Al igual que ocurre cuando vas a una biblioteca. Sólo con el gesto voluntario y ya eres dueño del enorme valor de la comunicación, transmitida por esas preciosas páginas que permiten nutrir tu sedienta necesidad. Comentaba que me entretenía, gozosamente, observando títulos, diseños y temáticas, cuando percibo que alguien se me acerca y, ya frente a mi, pronuncia unas palabras que me resultaron gratamente conocidas y “familiares”. “¡Hola! ¿no se acuerda de mí? Vd. ha sido Profesor de Filosofía. Fui alumna suya, hace ya bastante tiempo”. Aún no recordándola, en ese momento, entablas una simpática conversación con la persona que te ha reconocido. Se cruzan algunos datos y anécdotas que, con más o menos facilidad, te van acercando al agrado de su atención. Y comienzas a dibujar, en la lejanía nebulosa de la memoria, a esa chica adolescente, hoy convertida en una agradable mujer, morena, de silueta delgada y con ojos que reflejan el dulce castaño de la naturaleza. Verdaderamente, atractiva. Viste de forma deportiva y en su rostro adivino, casi desde el primer momento, ese contraste heterogéneo de una sincera sonrisa, pero ensombrecida por una evidente preocupación. Me comenta que acaba de comprar un libro para regalar a una sobrina universitaria, con motivo de su festividad. Yo dispongo de toda la tarde. Ella no oculta su deseo de continuar la conversación. Así que decidimos, con la aventura de los recuerdos, prolongar nuestro inesperado encuentro, sentándonos en una mesa alejada del bullicio para la merienda, en una cafetería próxima a la arteria arbórea de la Alameda Principal.

Café intenso para Irene, hermanado en su térmico aroma a un descafeinado de máquina, aclarado con un poco de leche, para su veterano Profesor. Por el dato que me ofrece de nuestra coincidencia en las aulas de Secundaria, deduzco que alcanza poco más de las cuatro décadas en su vida. Físicamente bien, espléndidamente muy bien, llevadas. Aunque me sobreviene en el recuerdo algo de mi interlocutora, aún permanece difusa la concreción de su figura adolescente. Tras abordar algún comentario, cordialmente intrascendente, resulta evidente que mi antigua alumna necesita comentar, compartir en el desahogo, un serio tema que le afecta. Se siente confiada ante su reencontrado Profesor, lo cual es un valor importante para enriquecer la comunicación.

“Profe, no le molesta que le llame así ¿verdad? necesito consejo, ayuda…. que sé yo. En la distancia del tiempo, recuerdo que Vd, bueno, tú, como me has pedido que te nombre, siempre dabas la impresión de saber escuchar. Terminé el Magisterio y tuve suerte, con mucho esfuerzo, en las oposiciones. Unos años de interinidad y, a la segunda oportunidad, saqué plaza para un pueblecito de Córdoba. Desde hace nueve años, trabajo ya en Málaga. A nivel afectivo, he tenido diversas relaciones, más o menos intensas, pero sin pasar por la vicaría o el juzgado. El problema viene dado desde hace alrededor de dos cursos. Es con una compañera de Colegio, casada y con dos hijos, niña y niño, estudiantes de Primaria. Me refiero a una de esas compañeras de trabajo, con las que sueles intimar algo más. Posiblemente, por nuestro caracteres complementarios. Te decía que lo que suponíamos una buena amistad, se fue complicado …. sin que ambas nos diéramos apenas cuenta.”

En este momento de su lento monólogo, Irene baja o entorna los ojos. Mueve, una y otra vez, el contenido de su taza de café con la cucharilla, inundando de un dulce y atrayente aroma la corta atmósfera que nos separa. Presiento o adivino la ruta que va a tomar, la dicción argumental de mi agradable y atractiva interlocutora.

“Entiendo que entre tú y ella….” “Eso es, si saber cómo ni por qué, la intimidad de la amistad se fue transformando en una mutua e intensa atracción. Lo grave del caso es que tanto ella, Alicia, como yo, ni por un momento podíamos imaginar que “eso” estaba encerrado en nuestras psicologías. Mi relación con aquellas parejas de que te hablé, fueron las normales, entre un hombre y una mujer. Y ella, con su marido pues, ya ves, dos hijos. Bueno, con la monotonía y rutina propia de los días y las noches pero, vamos, normal, a todos los efectos. Lo que comenzó como una valiosa amistad, el salir de compras, consultarnos nuestros problemas, merendar juntas alguna vez (con los niños, por supuesto) etc, se ha descontrolado. No lo hemos podido parar y ….. la cosa está más que complicada”.

De nuevo, el silencio en los labios de esta aún joven mujer. La cucharilla sigue girando sobre una potente infusión, en su aroma, color y sabor, que apenas ha sido consumida. Me siento navegando por el contraste entre un encuentro inesperado, grato pero difuso, y el conocimiento de algo muy personal del que se me hace partícipe. Esperando, sin duda, recibir alguna respuesta, consejo o ayuda, para una situación que, por su naturaleza, se nos antoja con los perfiles de la dificultad. Es más que evidente que mi interlocutora se halla en un mar de confusión. Del que no sabe, quiere o puede salir. El nivel de mi descafeinado ha bajado, de manera ostensible, los centímetros en el nivel de la taza. Con sumo tacto, inquiero algunos datos, complementarios pero importantes, acerca del grado de conocimiento de ese marido, sobre la relación entre ambas mujeres. Y si el nivel de participación, entre ambas compañeras de trabajo, en su recíproca relación, alcanza unos porcentajes igualitarios. Quiero decir, si la determinación, entre ellas, es igualitaria o no. Viene a confesarme que, en su opinión, está en Alicia, principalmente, el origen y la intensidad de algo que no se debió iniciar, desarrollar o potenciar. Desde luego, a los niveles actuales de la realidad, con un matrimonio y familia en el punto crítico de la ruptura. Al fin, me concreta su firme determinación de acabar con esta peculiar relación. Pero que no sabe cómo hacerlo. Y el minutero sigue con su caminar impasible y desenfadado, entre palabras que se refieren a psicólogos, psiquiatras, solicitud de traslado laboral, consulta con el inspector de zona, niños de muy corta edad, estabilidad de una familia….. incluso del valor de la responsabilidad, ante el sacrificio o la renuncia. También, de la valentía por continuar y estabilizar abiertamente la situación, como opción alternativa para el devenir de estas dos personas unidas en el azar de la vida. Sin apenas darnos cuenta, ha pasado más de una hora de nuestra estancia en esa cafetería, ya más aligerada en su hambriento público vespertino. Irene ha tomado apenas dos sorbos de un café, huérfano ya de su térmica y acogedora cobertura.

Han pasado unos meses, casi medio año ya, desde aquel encuentro en la librería. Ese grato lugar que se asoma a nuestra gran arteria viaria crucificada de tráfico, pero iluminada y oxigenada con árboles. Tras un extenso silencio, como respuesta a una prudente comunicación electrónica, he recibido hoy un largo y esclarecedor correo. Remitido por Irene. Es sumamente esclarecedor. Especialmente, en su contenido. Pero, también, en unas formas expresivas que hablan del sosiego que puebla el valor de la confianza. Me dice en él que está trabajando en la provincia hermana de Granada. Una comisión de servicio, concedida por un comprensivo inspector de Educación, le ha permitido reorientar la inestabilidad de su vida. Ha decidido alejarse, durante un tiempo, de la ciudad que la vio nacer. Pero, al menos, su nueva residencia laboral se halla cómodamente cercana a unos padres que han sido entrañablemente comprensivos, en su apoyo y afecto. En cierto sentido se siente liberada de una situación que la había abrumado críticamente en su equilibrio personal. Sobre todo, porque un par de inevitables encuentros, con Alicia, fueron explosivamente desagradables y amargos. Hoy, mira hacia el futuro. Su mañana es impredecible, pero esperanzador. Confía en el acierto del azar. O en la suerte de la decisión. Me alegra y preocupa el destino de su horizonte. Deseo, con toda la voluntad, que alcance plenamente su equilibrio, en la libertad personal, para ese caminar que nutre las sendas de su joven existencia.

Así fue, así pudo ser, aquella inesperada tarde para la comunicación. Teñida por la acústica embriagadora del color en otoño. Siempre que paso por ese lúdico escaparate de los libros, adivino y conformo en mi mente la frágil silueta de Irene. Una mujer que, tras los días y las horas, continúa buscando, con admirable valentía, el sentido y el destino que debe presidir la fuerza de su voluntad.-

José L. Casado Toro (viernes 30 de Marzo, 2012)

Profesor

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viernes, 23 de marzo de 2012

TRES AMIGAS, PARA LA NOVEDAD EN UN DOMINGO DE MAYO.

Tres mujeres pasean a lo largo del Parque de Málaga. Se han citado en el punto de reunión de la Plaza de la Marina a esa hora, inusualmente temprana, de las cuatro y media de la tarde. Tienen previsto asistir a una sesión cinematográfica, en una de las salas del centro urbano, que comienza a las 8 de la tarde. Han adelantado su encuentro, pues desean disfrutar de un rato abierto para confraternizar en la charla. La tarde, en el mayo primaveral, es gratamente anticiclónica. Genera un cielo trasparente, con la ausencia de nubes, pero virado de un celeste y oro que nos anuncia ese viaje acelerado hacia la térmica intensidad del verano. Son tres jóvenes personas, cuyas edades oscilan entre los veintiuno y los veintiséis años, que se conocieron en la celebración de una boda, a la que fueron invitadas por distintos motivos de relación y parentesco. Desde hace poco más de seis meses, mantienen una buena amistad. Esa proximidad se concreta en contactos telefónicos e informáticos pero, sobre todo, en verse durante esos fines de semana. Ahí es cuando disponen del tiempo libre necesario para salir y estar juntas, disfrutando de las posibilidades que ofrece el laberinto geométrico del callejero urbano.

Nuria, la mayor de las tres, trabaja como administrativa en una empresa de seguros, desde hace ya dos años. Licenciada en derecho, es morena y tiene unos bellos ojos castaños. De carácter, en general, sosegado y reflexivo, creyó tener la atención e interés de un atractivo compañero de trabajo, con el que incluso compartió varios fines de semanas para tiempos de diversión. En nada quedaron aquellas dos meriendas y algo de cine y sentimientos. Este hombre la estaba utilizando, con la habilidad del interesado, para atraer la atención de otra compañera de oficina, con una imagen, social y física, algo superior que la suya. Fue un duro golpe que, poco a poco, va superando. Vive sola, en un pequeño ático restaurado próximo a la Alcazaba.

Alba pertenece a la plantilla laboral de una empresa de limpieza, que se encarga de varios edificios por distintas zonas de la ciudad. De familia modesta, nunca se sintió a gusto con el mundo de los libros y, en su momento, abandonó los estudios de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, allá por tercero, tras varias repeticiones de curso. Es trabajadora y sensible, ante las necesidades de los demás. Reside en casa de sus padres, con dos hermanos mayores que hacen trabajos de albañilería y pintura, en una pequeña empresa de multiservicios para el hogar. Su problema, con los gramos de peso, viene de familia. Pero ella los asume con desenfado y gracejo, vistiendo esas generosas tallas que exigen numerosos centímetros para la comodidad.

Finalmente, Chari. Es la benjamina del grupo y aún asiste a las aulas escolares. Estudia el grado de Maestro en Educación Infantil, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA. Siempre le ha gustado el trato y cuidado con los niños pequeños, tal vez como compensación al haber sido hija única de unos padres mayores, siempre muy ocupados. Sus gastos se centran, básicamente, en el vestuario. Es asidua visitante de las tiendas de ropa, estando al día en las oportunidades que con frecuencia sabe encontrar en las franquicias que se ocupan del género. Algo hiperactiva, es la más locuaz de la tres. Coloquialmente, habla “por los codos”. Por sus antiguos problemas de espalda, practica una gimnasia de mantenimiento, nadando dos veces por semana en un complejo deportivo al que está afiliada desde hace años. El azul verdoso de sus ojos, y la frecuente sonrisa en los labios, transmite confianza y buenas sensaciones a las personas cercanas.

Domingo, en la tarde. Resulta muy agradable la brisa de levante que acaricia los rostros, en esa zona próxima al puerto de la ciudad. Se van cruzando con jóvenes, junto a familias con niños, que vuelven de una mañana de sol, en las playas de la Malagueta. Tras un largo invierno, apetece ir bronceando una piel “blanqueada” en su tonalidad, sintiendo la vibración acústica del oleaje con un siempre grato olor a marisma. Algunos de estos valientes playeros, en la antesala estacional del verano, han descuidado su visita a las duchas reparadoras. Mantienen en sus pies esa arena que delata la proximidad a la fresca naturaleza de un Mediterráneo, que susurra sosiego y tranquilidad. Un domingo más, un día más, para tres personas que unen sus esfuerzos contra la rutina y soledad que preside la intimidad de sus vidas.

Toman asiento en uno de los bancos de piedra que guarnecen la ajardinada zona sur, vecina al Paseo de los Curas. Intercambian comentarios diversos sobre la playa, el cine o la familia, cuando ven acercarse a un joven bien parecido, cuyos rasgos físicos denota a las claras su procedencia extranjera. Desde luego, su facies no es mediterránea. Arrastra un trolley de dos ruedas, llevando sobre su espalda una voluminosa mochila deportiva. Les saluda con un castellano bien aprendido, preguntándoles por la orientación acerca de una calle, ubicada por el entramado urbano cercano a la Catedral. Observan, en el intercambio de frases, que es un chico de cierta cultura y de modales educados y agradables. Unos y otros aprovechan el letargo climático de las seis de la tarde, en un domingo con dulzura primaveral, para acercar datos en el conocimiento. Daryl es de nacionalidad británica. Reside en Bristol, donde trabaja como programador informático. Tiene antecedentes familiares malagueños y aprovecha unas cortas vacaciones para conocer, por vez primera en su vida, la ciudad donde nació uno de sus abuelos. Ilusionadas, ante la posibilidad de romper con la monotonía de tantos domingos aburridos, se ofrecen a servirle de guía para ese hostal, cercano al Picasso, donde va a pasar sus siete días de estancia en la ciudad. Curiosamente es Nuria la más abierta y solícita al nuevo personaje, aunque las ocurrencias de Chari y el humor de Alba hacen posible un ambiente de cordialidad y simpatía. Se ha generado la imprevista y rápida amistad de cuatro personas, abiertas placenteramente a la comunicación del diálogo. Tras un corto recorrido, pleno de simpatía, llegan a una pequeña residencia universitaria, ubicada en el corazón monumental de la ciudad y que se oferta desde las páginas de Internet. Es Daryl quien, después de agradecerles la amabilidad y confianza que le han deparado, se ofrece a invitarlas para tomar alguna cosa en las cercanías de la noche. Acuerdan en reunirse, una hora después, tras el aseo necesario del joven, en una de las terrazas de la emblemática Plaza de la Merced. La película prevista, en la cartelera del ocio, deberá dejar paso a esta otra grata historia que se ha abierto, con imprevisible oportunidad, en la tarde de un domingo de Mayo.

Efectivamente, ese grato descubrimiento, en la persona del recién conocido, centra el interés de tres amigas que negocian la soledad individual de los días. Pero que saben compensar, al tiempo, la ausencia de parejas estables con el afecto reciproco que las une. Daryl es un joven atractivo, educado y que sabe dosificar la simpatía con el respeto a tres jóvenes desconocidas, que le han brindado su compañía y ayuda. A la hora acordada se volvieron a reunir a fin de tomar unas cervezas, en la zona norte de la histórica Plaza. Para el momento de la cena, decidió invitar a sus nuevas amigas en una pizzería relativamente cercana donde, tras una larga velada, acordaron que le ayudarían a conocer lo más importante que atesora nuestra ciudad. Cada una de ellas actuarían como improvisadas guías, durante los seis días de estancia del británico en Málaga. Organizaron el reparto de la semana, atendiendo a sus obligaciones laborales y escolares. De ese modo, también permitirían que el amigo inglés las fuera tratando y conociendo de una forma más individualizada. Eso sí, la despedida colectiva, los uniría a todos el próximo sábado por la tarde.

Resulta obvio que las tres amigas estaban prendadas en la figura del recién llegado. Y, a su manera, buscaron sus mejores dotes de simpatía y conocimiento para acercarse a su persona. ¿Hubo competitividad o rivalidad por conseguir la atención preferente del joven inglés? Sin duda. En esa atractiva experiencia, aparecía la equilibrada personalidad de Nuria, mujer aparentemente seria pero que trasluce y ofrece una riqueza interior, en valores, en sumo atractiva. También, la belleza y vitalidad juvenil de Chari resulta especialmente grata, todo ello enriquecido por su conocimiento de los ámbitos más lúdicos que encierra nuestra ciudad. Por su parte, las ocurrencias y el desparpajo de Alba, proporcionaron dos tardes muy simpáticas y alegres, a una persona que ansiaba conocer el carácter más hospitalario, espontáneo y abierto, de Málaga. Y todo ello en un corto espacio de tiempo.

Fue una semana de tonos heterogéneos, cálida y rica, en sensaciones y experiencias, conocimientos y descubrimientos recíprocos. Con limpia naturalidad, todos sembraron vínculos afectivos que habrían de permanecer, con la fuerza de la oportunidad, para el calendario futuro. La comunicación electrónica de Internet, con sus posibilidades ilimitadas de palabras, imágenes y sonidos, permitió y completó el mutuo conocimiento de esta semana de mayo. Días que habrían de resultar decisivos para el destino de una de estas tres amigas. Pero, ¿quién de ellas fue la que consiguió que Bristol y Málaga quedaran hermanadas, no sólo en la imprevisible amistad de aquellas tardes festivas, sino también en la formación de una familia, malagueña y británica al tiempo?

“Queridas amigas. Sé que os extrañará la llegada de este e-mail. Pero ha pasado el tiempo, poco más de dos años, desde aquel domingo en que nos disponíamos a ir al cine. Y, cuando paseábamos por el Parque, se nos acercó un joven, con su trolley y la mochila a la espalda. Unas y otras luchamos por lo mismo ¿verdad? Os aseguro que nunca utilicé malas artes, como me habéis acusado, para conseguir la voluntad de Daryl. Fue él, y sólo él, quien tomó la decisión que tanto habría de afectar a nuestras ilusiones. Cuando él me pidió, lo que para vosotros fue motivo de desilusión, aún no conocía la situación de mi embarazo. Por mi mentalidad, hubiera sido incapaz de “jugar” con esa baza para conseguir el amor de una persona, a pesar de que mis sentimientos hacia él eran claros y profundos. Surgieron en mí, con toda su fuerza e intensidad, desde aquel miércoles en que me correspondió acompañarle…. para que conociera un poco más de nuestra ciudad. Hemos perdido ya muchos meses de contacto y amistad, porque una de las tres fue a la que el destino quiso cambiarle la vida. La ruptura de la palabra y el afecto que nos unía, aunque no me creáis, es lo que más me duele y entristece. Pero, esta semana que viene, tenemos que ir a Málaga, para que mi madre conozca al segundo de mis hijos. Otra niña. También, es una preciosidad. Alma y Estrella, es el mejor tesoro que poseo en la vida. Me daría una gran alegría que nos viéramos y que supiéramos recuperar el cariño que tanto nos unía. Espero, con mucha fe vuestro correo. En todo caso, cuando estemos en Málaga, trataré de comunicar con vosotras. Tengo la confianza de que vais a poder darme esta gran alegría. Esta nueva oportunidad. En caso contrario, sabré comprenderos. Besos”.

Este denso y hermoso correo sí fue correspondido, desde el amanecer, con una noble y esperanzadora respuesta.-

José L. Casado Toro (viernes 23 de Marzo, 2012)

Profesor

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viernes, 16 de marzo de 2012

UNA PRIMAVERA, YA MUY CERCANA, PARA LA NECESIDAD.

Hay artículos que poseen un algo especial. Son de naturaleza recurrente, para esos momentos del año en que se nos avisa de su siempre deseable presencia. A muy pocos días, aquí en el Hemisferio Norte, nos visitará el Equinoccio de Primavera. Este año, 2012, dicen los meteorólogos que llegará, exactamente, el martes 20 de marzo. El Observatorio Astronómico Nacional, dependiente del Instituto Geográfico vinculado al Ministerio de Fomento, nos indica incluso la hora astronómica exacta: a las 6 h, 14 m, de esa fecha, en la que la luminosidad del día se igualará a la “oscuridad” de la noche. El Hemisferio Sur iniciará, paralelamente, el Equinoccio de Otoño. Y ¿qué significado tiene ese “Primer Verdor”, que es la semántica de la palabra Primavera?

Para muchos, en la generalidad de lo humano, supone una renovación. No sólo en lo físico, que impregna necesariamente al medio natural, sino también en el talante, en las actitudes, en el ánimo de lo psicológico. Como expresaba hace unas líneas, la luz potencia su fuerza en la duración de los días (en realidad, estamos creciendo en esa tendencia desde el 22 de diciembre). Y el color verde de la vegetación se hermana con otras muestras cromáticas que adornan y alegran nuestra visión. La flores se visten con sus mejores ropajes y, de manera solidaria, nos regalan ese grato olor que impregna el aroma de lo natural. Un paseo por el campo, ese andar por la arena junto a las olas, un ratito por los jardines de la ciudad, supondrán gratas e inmejorables oportunidades para percibir que entramos en una estación que susurra la acústica de la renovación. También gozaremos con esa brisa plateada que trae en sus alforjas el agua, la luz y la inmensidad celeste que nos cobija. Por supuesto, no podemos ignorar las incomodidades que, a no pocas personas, afectan estos cambios en la meteorología. El polen, las alergias, las erupciones cutáneas, nos señalan, con su acción, cada vez más generalizada, que los equilibrios orgánicos se tornan más vulnerables ante el tipo de vida que dibujamos en nuestra trayectoria. Muchos de nuestros hábitos, no sólo los alimentarios, que presiden la rutina en los días, potencian ese desblindaje que empobrece con intensidad nuestras resistencias. Es el precio que, neciamente, habremos de pagar por un crecimiento y un desarrollo cuya sostenibilidad es más que discutible. A nadie se le oculta que ese cambio climático, con la inquietud que sentimos por sus presagios, no se debe conjugar con el tiempo futuro. Lo tenemos ya aquí, con sus zarpazos indefinibles en lo violento y caótico, ante la “ciega” terquedad de los gobernantes y los gobernados.

Reflexionando, a nivel “local” (no me refiero sólo a nuestra provincia o Comunidad Autónoma, sino a todo el Estado) esta Primavera 2012, que está al caer, la necesitamos con más premura que nunca. Y utilizo este término, porque difícilmente podemos respirar una atmósfera más depresiva e incrédula para las vivencias. Obviamente, colectivas. Pero también, individuales. Y es que el panorama que se divisa, desde tantas y tantas cotas en el mirador de las conciencias, exige renovación, sensatez, honradez y verdad. Ya conocemos cuál es el concepto opuesto, en el significado, de esta última palabra. Vayamos por partes. Nos asomamos a las páginas de Internet, a las pantallas de la televisión, a las ondas radiofónicas o al soporte en papel de la prensa mediática. Puede resultar gravosamente lesivo darse un atracón con los contenidos que cada día y hora nos “regalan”. Si de ahí mantenemos la temeridad de escuchar a los que toman decisiones, tras el veredicto de las urnas, las consecuencias son más que desalentadoras. ¿Con qué se nos va a “amenazar” mañana? Esas fórmulas del no invertir, del recortar todo lo recortable, y aún más, en el supuesto “Estado del bienestar”, esas “alegrías” para abaratar el despido……

Mire Vd. si ahondamos la descapitalización, no habrá consumo. Como consecuencia, también bajara la producción. Si no hay producción, no habrá trabajo. Si no hay trabajo, el “parado” contraerá su consumo. Podemos seguir “viajando” por los eslabones de la cadena. Volveremos al eslabón inicial pero, ahora, con la bola de nieve temerariamente más engrosada. Plena de angustia. De contracción. De consolidada depresión. Y menos mal que los empresarios se muestras conformes con las medidas gubernamentales…. Todo, todo muy coherente… para sus intereses ¡No faltaría más! Pero los consorcios financieros mundiales, esos que ponen y califican, con sus esotéricas normativas, aún parecen que no están satisfechos. Aún quieren apretar más el oxígeno existencial de nuestra necesidad. Alemania, Francia, los organismos supranacionales (más decisorios que nunca, para la pobre realidad soberana de los Estados)…….. Toda esta gente, ¿dónde, dónde estaban, cuando los gobiernos invertían e incrementaban los déficits, para sostener el crecimiento de las distintas economías? Ahora, la imperativa o ejecutiva consigna es la de reducir, recortar. Y contraer. Pero ¿de dónde? ¿De la sanidad? ¿De la educación? ¿De las obras públicas? ¿De la sostenibilidad en el ecosistema? ¿De la investigación? ¿De la política cultural? ¿De los derechos laborales del trabajador? Y de ahí, muy cerca, a la tentación del IVA, las pensiones o la privatización generalizada de los servicios sociales básicos. No, nos engañemos. Así es, así son los ciclos, los ciclos pendulares en el tiempo del sistema capitalista. Tras este sombrío panorama ¿necesitamos, o no, esa terapia primaveral para nuestras vapuleadas perspectivas vitales?

Aquel despierto alumno planteaba, desde los escaños racionales de la cultura, una lógica y “sencilla” pregunta, ante el turbio panorama que nos aturde. “Y de esta situación ¿cómo se puede salir, Profe?” El docente miró, primero, al cielo. A los pocos segundos, fijó su vista en la tierra. En ese brevísimo espacio de tiempo, se repetía, para su conciencia, aquello de “he de responderle. No puedo traicionar su confianza”. Con serenidad, expresó didácticamente su opinión. Dijo algo así. Hay legiones de especialistas, versados en la ciencia económica, repartidos por todos los Estados que pueblan el universo terrenal. Hay “ejércitos” de políticos, de muy diferente signo y color ideológico, por todo el orbe, que adoptan decisiones de gobiernos durante todas las horas del minutero. Tenemos organismos de todos los colores y caracteres, que acogen en su seno a los países más consolidados y prestigiosos del Planeta. Y con tan preclaro capital humano y científico, no saben, esa es la verdad, la pura realidad, acerca de cómo arreglar este descompensado laberinto económico mundial. Y en esa estamos. Pero, vamos a pensar con frialdad y sensatez. Me pides una respuesta. Y un Profesor nunca debe defraudar la confianza de aquéllos a los que enseña y aprende, al tiempo.

En tiempos de bloqueo, contracción y letargo, tiene que haber un motor, una maquinaria, que comience a tirar, a engrasar, a dinamizar y vitalizar esa macroestructura que sostiene la producción y el consumo. ¿Tu crees que esa maquinaria dinamizadora, va a surgir del “angelical” capitalismo empresarial? No, yo tampoco me lo creo. Una vez más, tendrán que ser los Estados, con sus gobiernos respectivos, elegidos por sus ciudadanos, los que den el primer paso. Con déficits o superávits. Plantándoles cara a los que verdaderamente mueven, desde las cloacas en la sombra, o a la plena luz del día, todo este entramado. Esos que nunca pierden y siempre ganan. La banca y los grandes consorcios financieros. Ahí, y sólo ahí, está el origen de esta gravísima crisis que padecemos. Esos gobiernos deben generar y potenciar las infraestructuras. Organizar grandes obras públicas. Potenciar los créditos baratos, para los más necesitados. La reducción de los impuestos indirectos. Incrementar la liquidez en las familias, para dinamizar el consumo y la producción. Regulando, con mano de acero, el mercado inmobiliario. Por supuesto, también el mercado financiero. Sería, a modo de ejemplo, como ese motor de arranque que ayuda o posibilita que toda la corporeidad del automóvil comience a funcionar. Por ahí, precisamente por ahí, habría que empezar. Y volviendo al principio. Los empresarios, por su propia naturaleza sociológica, no son las admiradas Hermanitas de la Caridad. Están ahí, sólo para ganar. Cada vez, más y más. Y cuando sus beneficios retroceden, no conocen a nadie. Sólo a ellos mismos y a sus egoístas intereses. Intervencionismo dinamizador. Pero no para empobrecer. Sino para motivar el crecimiento y no hundir el relativo estado de bienestar de los ciudadanos, con las prestaciones sociales necesarias. ¿Qué otra cosa fue lo que hizo F.D. Roosevelt, allá en los años treinta, del pasado siglo? Y en un contexto muy complicado, adobado letalmente por la locura nazi y su imperialismo nacionalista, que provocó la 2ª Guerra Mundial. 50 millones de pérdidas humanas. Con todas sus dolorosas secuelas añadidas. Y puede resultar terriblemente sarcástico. Pero aquella terrible y dramática locura bélica “colaboró” en la salida de la crisis económica del 29, made in USA. En el aula de clase no se percibía, en ese momento, sonido alguno que interrumpiera las reflexiones que cada uno de los presentes construían en su privativa racionalidad.

Sí, necesitamos el espíritu revitalizador de la naturaleza, con la fuerza admirable de la Primavera. Es necesaria la luz de la purificación, frente a la contaminación de la oscuridad. Es necesaria la farmacopea de la verdad, ante tanta manipulación y engaño. La solidaridad debe sobreponerse ante el lodo cenagoso del egoísmo. La humildad responsable debe actuar como ariete contra la arrogante soberbia. La fe, en la capacidad de lo humano, debe priorizarse contra la degradación decadente de la pasividad.

Un año más, esa vital estación meteorológica, que nos hace sonreír, se encuentra próxima, a punto de llegar. En lo climatológico, nuestra ciudad, y otros parajes del entorno, hace semanas que ya respiran y sienten en Primavera. Observemos los árboles y sus frutos. Gocemos de los jardines. Captemos el aroma de las flores, adornadas con esos bellos atuendos imposibles de imitar, ante la belleza intrínseca que atesoran. Confiemos en un más pronto amanecer, para el saludable despertar en las conciencias. Y en un más tardío anochecer, que posibilite e incremente el dinamismo, por el aprovechamiento creativo de la imaginación y la vida. Renovación. Ahí, muy cerca ya, se aproxima la Primavera. Recibámosla con alegría, responsabilidad y esperanza. La luz siempre será más hermosa que la oscuridad.-

José L. Casado Toro (viernes 16 de Marzo, 2012)

Profesor

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