viernes, 27 de julio de 2012

UNA EXTRAÑA INVITACIÓN DE BODA.



Son cerca de las tres, en la tarde, cuando David entra en el portal de su domicilio. Profesor de Filología Hispánica, trabaja como funcionario docente en un centro público de secundaria, por la zona norte de la ciudad. Su dedicación, hoy jueves, ha sido especialmente densa en horas y obligaciones. Cuatro clases continuas, sólo interrumpidas por unos minutos de recreo, la hora colectiva de acción tutorial con sus alumnos y el servicio guardia, al final de la mañana, para sustituir a una compañera ausente por enfermedad. De forma mecánica y cotidiana, abre el buzón de su correo y retira algunos sobres, mezclados con abundante propaganda comercial. Los va ojeando, mientras espera la llegada del ascensor. Casi todos ellos, lucen el membrete de la entidad bancaria donde tiene domiciliados sus recibos y cuenta personal. Pero, al final de la correspondencia, hay un sobre que marca la diferencia, atendiendo a su formato, tipo de papel y color. Parece una invitación de boda, pues tiene impreso, en uno de sus ángulos, las dos alianzas que simbolizan el grato evento. Viene dirigido a su nombre y, por remite, sólo aparece el dato sin apellidos de una mujer, Raquel. Repasa mentalmente y no cree conocer, de una forma directa, a mujeres que se llamen de esta forma.

Ya en su vivienda, observa la nota manuscrita pegada en la puerta del frigorífico. Es de Laura. Le dice, brevemente, que hoy no vendrá a comer, pues ha quedado con una compañera de trabajo para organizar el traspaso de un inmueble y que, encima de la vitro, tiene algo preparado para calentar en el microondas. Aún posee en su mano ese sobre de color crema con su nombre y dirección manuscritas, utilizando una cuidada caligrafía. Con esa natural curiosidad, que a todos nos afecta, mientras suena el runruneo del microondas, abre la carta y se encuentra con una invitación convencional de boda. Raquel y Ramón, son los contrayentes. Por parte de ella sólo aparece su madre, mientras que en el caso del novio sí están indicados los nombres del padre y la madre. Unas palabras amables, comunicando el enlace matrimonial que tendría lugar, dos sábados más adelante, en un templo de la zona universitaria.  Y, en uno de los ángulos inferiores de la tarjeta, el lugar y la hora elegidos para celebrar el banquete, rogando confirmación de asistencia en un número telefónico.

Por más que repasa la invitación, sigue sin reconocer a ninguno de los nombres que en ella aparecen. Tampoco identifica, por supuesto, el dato de quien le ha enviado y escrito sus datos personales en el anverso de la invitación. ¿Quiénes serán estas dos personas? se pregunta. Le mueve la curiosidad pero, dada ya la hora que es (las tres y media de la tarde) decide ponerse a comer, aunque sigue intrigado acerca del origen de este envío, bastante misterioso para él. ¿Se tratará de algún error? Mientras almuerza, observa que sólo él aparece como destinatario. Por lo que no parece lógico que sea de alguna amiga de Laura. Ciertamente, ella no le ha comentado nada acerca de bodas, más o menos próximas, a celebrar entre los familiares, amigos o conocidos. A pesar de que tiene dos gruesos bloques de exámenes por corregir, durante esta tarde, está dispuesto a esclarecer los datos de este tarjeta-invitación, un tanto ¡misteriosa para su natural curiosidad.

Tras descansar unos minutos tumbado en el sofá, consulta en la guía telefónica el número de Ramón (a partir de los apellidos de sus padres, indicados en la tarjeta). No aparecen en la guía telefónica. Tampoco el de sus progenitores, ni el de la madre de Raquel. Aún más intrigado, marca el número de teléfono (un móvil) donde supuestamente se ha de confirmar la asistencia al banquete (era una cena, a partir de las 9 de la noche). Una voz femenina, con estilo o hábito administrativo, le atiende. Le pregunta por sus datos, aclarándole que, efectivamente, se encuentra entre el listado de invitados. “¿Su asistencia se hará con algún acompañante? Tenemos también un número de cuenta bancaria, por si desea utilizarlo para el regalo…” La chica se ha identificado como una profesional administrativa que presta sus servicios en una empresa de gestión para eventos y celebraciones. David le indica que, antes de confirmar su presencia en la cena, acompañado por su mujer, desearía contactar con esta persona, Raquel, que ha escrito su nombre en el remite de la carta y a quien no logra identificar. “Podría, por favor, facilitarme su nombre completo y algún número telefónico para contactar con esta…. posible amiga o conocida?” “Lo lamento, pero no estamos autorizados a facilitar o concretar esos datos. Lo más que puedo hacer es trasladar a la contrayente su petición. Ya conozco el número desde el que está efectuando esta llamada”. David agradece el gesto y le indica a esta Srta. que volverá a llamarla, pero que antes tratará de contactar con los contrayentes a la boda.

Por fin logra comunicar con Laura. Le cuenta brevemente  lo que le ha ocurrido, leyéndole los nombres que aparecen en la tarjeta de invitación. Su mujer le pide que repita esos datos. Pero ni  aún así reconoce a esas personas. “No te precipites. Esta noche hablamos. Llegaré para la hora de cenar. Llevo una tarde de “locura” con todo estos papeleos”. David, trata de olvidar por un rato todo este asunto de la boda, que tanta extrañeza y confusión le está produciendo. Se prepara un buen té y elige, con profesional resignación, uno de los dos bloques de exámenes que esperan para su corrección.

Iba por el tercer ejercicio, cuando le viene a la mente otra idea, para aclarar la curiosa historia en la que se ha visto inmerso. Primero, telefonea a la iglesia donde se ha de celebrar la ceremonia religiosa. Pero, tras efectuar varias llamadas, al número que localiza en internet, nadie levanta el auricular. Continúa con su estrategia investigadora y ahora es el restaurante, citado en la tarjeta, quien recibe su llamada. Le atiende el que parece ser un cocinero. Le ruega que vuelva a telefonear, a partir de las ocho, cuando haya llegado el encargado. Son las seis y cuarto. Así que tendrá que esperar todavía un poco. Vuelta a los ejercicios, pues razona que no debe perder toda la tarde ejerciendo de detective.

Ya cerca, de las nueve, marca de nuevo el número del restaurante citado en la tarjeta. Le pasan con el encargado del negocio quien, tras escuchar sus explicaciones, le comenta que, efectivamente, para esa fecha y hora, hay encargada una cena familiar, para doce miembros, a nombre del supuesto contrayente. Le indicaron que era para celebrar un aniversario y que la persona que hizo la reserva abonó la correspondiente señal como garantía. Se trata de un establecimiento, en la costa de Benalmádena, con una excelente imagen en el ámbito de la restauración. Los precios de sus servicios deben ser, sin duda, algo elevados.

David continúa con sus dudas. Ha comenzado a corregir el segundo bloque de los exámenes, cuando se abre la puerta de su casa. Es Laura, que se muestra un tanto cansada. Mientras se cambia de ropa, David le cuenta todos los detalles de la invitación que ha recibido. Se la enseña, con el objetivo de que pueda reconocer algunos de los nombres que en ella aparecen. “Yo no identifico o conozco a ninguna de estas personas. Me parece que todo esto ha debido ser un error. No le des más importancia”. “Sí, pero sabían mi nombre y dirección… “ “Bueno, hay por ahí listado de direcciones que van de un lugar para otro. Vete tú a saber cómo funciona el mundo de la publicidad”. Ambos deciden dejar este asunto aparcado en el olvido.

Tres días más tarde, mientras sesteaba tras el almuerzo, David recibe una llamada, en el teléfono de casa. La persona que está al otro lado de la línea, es una mujer que se identifica con el nombre de Raquel. Tiene una voz muy agradable y convincente.  Le confiesa que es una antigua compañera de Instituto y que en el juego de las pandillas juveniles, ella siempre estuvo por él, pero que no recibió su reciprocidad pues Laura, otra de las integrantes del grupo, era casi siempre la elegida para las oportunidades afectivas de David. Ahora, que está próximo su enlace, se le ocurrió buscar en la guía aquel nombre de adolescencia y le envió la invitación. Añade que se sentiría feliz si ambos estuvieran presentes en el enlace. “Raquel, han pasado ya bastantes años de nuestros tiempos de Instituto. No dudo de lo que me cuentas pero, la verdad, continúo sin identificarte. No tengo, es la verdad, una buena memoria personal. Además ¡había tantos alumnos en aquellos tiempos de la secundaria…” Durante unos segundos, ninguno de los dos dice nada. “También quiero añadirte que, tratando de encontrar un poco de luz en todo este tema, llamé al restaurante. Me hablan de que hay una reserva para una cena familiar, con una docena de cubiertos….”  Con una firme convicción, es interrumpido por su interlocutora. “Sin duda se han debido confundir, David. Ramón, mi novio, encargó una cena de boda para, en principio, sesenta invitados. Con la posibilidad de incrementar ese número. En todo caso, si os apetece sólo venir a la Iglesia, me haría una gran ilusión poder saludaros. Seguro que cuando me veas, con el traje de novia, ya me reconocerás”. Se despiden, con palabras muy cordiales. David le confirma su intención de acudir, al menos, a la ceremonia religiosa. Pero que debe coordinar, lógicamente, con las obligaciones de su mujer.

“Buenas tardes, Srta. Mi nombre es David Recalde Benítez. Mi mujer y yo pensamos asistir a la cena para celebrar la boda de Raquel y Ramón, el próximo sábado 28. ¿Sería tan amable de facilitarme ese número de cuenta, del que me habló, a fin de hacer un ingreso como regalo para los contrayentes? El subinspector Pita Fernández recibe esos veinte dígitos bancarios, que David ha anotado, cuidadosamente, durante la breve conversación telefónica. Él y Laura se hallan sentados en un vetusto, pero ordenado, despacho de la Comisaría Central de Policía, a donde han acudido para consultar el hecho que les afecta. “Ahora, olvídense de toda esta historia, llena de intriga, Nosotros actuaremos con la mayor diligencia. Creo que estamos ante nueva y hábil modalidad de fraude, del que ya teníamos alguna noticia. Les agradezco mucho su colaboración. Y ante cualquier otra llamada, procedente de estas personas, no duden en ponerse en contacto con mi número de teléfono móvil”.-


José L. Casado Toro (viernes 27 de Julio, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/

domingo, 22 de julio de 2012

SINCERAS RESPUESTAS, DESDE LA NOCHE Y EL DIA.


 “Buenas noches, amigo Raúl. No, no me ha extrañado tu larga carta, escrita desde ese necesario plano de la sinceridad. Bien es verdad que, hasta este día, sólo habíamos intercambiado un par de correos electrónicos, motivados por consultas de estudio. Pero esta noche, el contenido de tu misiva, tiene otro carácter, con diferentes flancos a los que atender. Necesitas hablar, dialogar y, aunque no haya sido tu Profe tutor, me ofreces tu confianza, a la que yo, otro de los Profes de tu grupo, voy a responder. Con la mejor voluntad que sepa y pueda.

Has aprobado bien el conjunto de las materias. Una media de notable, desahogado. Ese expediente merece felicitarse. Gesto que habrás recibido desde tu familia y amigos. En mi materia, te has defendido bastante bien, lo que me hace estar muy satisfecho. Debes sentirte contento…. sin duda pero, leyendo tus dos páginas y media (cunde en ti la escritura, una sorpresa muy agradable que acabo de descubrir) te siento o percibo, al tiempo, confuso o desorientado. Vayamos por partes. Me planteas una primera realidad que te está haciendo sufrir. Intensamente. ¡Venga Raúl, que esto no es nuevo, aunque para ti sea un mundo en el que te sientes indefenso o frustrado! Siempre ha existido, ayer y mañana, esa linda compañera de curso hacia la que te sientes profundamente atraído. Pero….. parece que ella ha puesto sus ojos en otro joven, que también forma parte del grupo. Ese deseo u objetivo no realizado, te hace intensamente infeliz. Te arrebata el sueño y, a muchos ratos también como dices, sufrir en la orfandad del desánimo.

¿Has probado o intentado hablar con ella, fuera del territorio escolar? ¿Por qué no la invitas un día a dar una vuelta (le pones, en principio, cualquier razón relacionada con el estudio o el curso) o, incluso, a iros una tarde al cine, merienda de por medio, a fin de abrir proximidad y confianza? Igual te parece que está por el otro y la cosa no es tan clara, como tú la crees ver. ¿Seguro que ella no se ha fijado en ti? Debes contar con esta posibilidad.

Tengo un buen concepto de Alicia. Es de esas crías que te hacen ganar su afecto, por su trato, por su estilo limpio y desenfadado ante la vida y, además, casi siempre con esa sonrisa en sus labios que motivan tu propia respuesta en el afecto. Además, muy buena estudiante y compañera. Sí, algo parlanchina en clase, pero ese carácter comunicativo trasluce una muy apreciable sociabilidad. Dialoga, debes hablar con ella. Juega con la posibilidad de que acepte ese paseo o merienda que tú has de ofrecerle. Y si te dice que no, o se justifica con alguna que otra excusa, piensa que, a lo mejor, te está poniendo a prueba. Puedes perder esa primera batalla pero el “combate”, para conseguir su cariño, va a tener otras varias oportunidades. Además, quién te dice que, en su transcurso, no comienzas a fijarte en otra compañera o amiga. ¿Y si es ella quien, de forma inesperada, te dice mañana, o pasado, que tiene la tarde libre para hablar contigo? Todo puede suceder. Mira Raúl, hace muchos, muchos años, cuando me encontraba en el calendario que ahora tú posees, puse en los altares del Olimpo a más de alguna jovencita. Al verme sufrir, en las tardes o noches frustradas (era difícil ocultarlo) un compañero de residencia universitaria, más veterano que yo, se me acercó un día y me dio algunas claves para bajar, al mundo de la realidad, lo que yo había colocado en las nubes de la mitificación. Recuerdo aquellas sus palabras, para la sensatez. “No es una diosa, ni es el prototipo de la perfección. Tiene sus cualidades. Nadie lo ha de dudar. Pero, también, encierra sus defectos. Es un ser humano. No la divinices”. En realidad (ahora lo recuerdo perfectamente) este compañero fue mucho más brusco en sus expresiones, al aconsejarme. Pero a mí me hizo mucho bien, porque comencé a ubicar a una muy deseada compañera, por la que suspiraba día y noche, en el plano inteligente de lo real.

Bien Raúl, hay una segunda e importante cuestión en tu correo que, tras tu confidencia, me permito comentarte. Es una situación, sin duda, dolorosa, muy dolorosa para tu familia, pero que, día tras día, hecho tras hecho, se está convirtiendo o entrando de lleno en el plano de lo normal. Y resulta lamentable utilizar esta palabra de normalidad, cuando nos estamos refiriendo a una situación de ruptura conyugal.

Ves o percibes esas repuestas en las vivencias de familiares, amigos, compañeros o vecinos. Hombre y mujer que, tras un tiempo unidos, llegan a la conclusión, sin duda penosa, de que carece de sentido permanecer juntos. Y no sólo se rompe el matrimonio, sino que ese drástico hecho afecta a terceros, seres inocentes ante esa desavenencia. Principalmente, a los hijos. También a los familiares y todos aquellos vinculados al entorno de su amistad. Me dices que tus padres se hallan en esa difícil encrucijada de la separación matrimonial. Y que esta desavenencia te está también marcando y desestabilizando mucho, pues el sufrimiento de tu madre es muy profundo. Una esposa engañada por su marido, a causa de otra mujer, con mejores incentivos físicos para sus apetencias, es una muestra palpable de ese egoísmo, tan penoso y decadente, en nuestro carácter.

Es más que probable que, a corto plazo, tengas que ser tú el hombre de la casa. Tendrás que apoyar y ayudar con generosidad a tu hermana Jennifer. Vivir esta situación, a los trece años de edad, no le va a resultar fácil. Pero, de forma especial, tampoco para tu madre. Ella ha de encontrar en ti, la responsabilidad y el equilibrio que ha visto derrumbarse, en su existencia, por el desleal comportamiento de tu padre. Sentirse traicionada, abandonada, por la persona en quien ha confiado, es un trance muy amargo para sobrellevar. Aunque igual tú no conoces todos los datos de la historia. Por eso sé prudente en tus juicios y actitudes.

Con tus dieciocho años cumplidos ¡ya eres mayor de edad! Marta, tu madre, te va a necesitar mucho, ante la crudeza en la que se ha visto envuelta. Habrás de tener mucha paciencia con sus actitudes y respuestas. Sobre todo, cuida que ella perciba tu proximidad, tu comprensión, tu afecto. Tu ayuda, en suma. En cuanto a la relación con tu padre, ha de ser cordial y respetuosa. A pesar de que estés profundamente decepcionado y enfadado con su proceder. Por durísimo que te parezca, así funcionan, en ésta y otras sociedades, las relaciones matrimoniales. Y ese otro ser que va a nacer, tu nueva hermana, debe merecer y tener tu cariño como, sin duda lo haces, con Jennifer. Verás qué experiencia más sugestiva vas a protagonizar teniendo una nueva hermana a la que llevarás toda una generación cronológica. Te puedes convertir (pienso que va a ser así)  en un segundo papá, muy joven por supuesto, para ella (…)”
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Tras responder, con este extenso correo, al e-mail, también muy detallado en su contenido, que me había enviado mi apreciado alumno Raúl, miré el pequeño reloj digital que reposaba en el mueble biblioteca, situado junto al televisor. Pasaban treinta minutos, sobre las diez. Las noticias o programas del día permanecían en silencio pues, cuando escribo, me desconcentran los sonidos, sean musicales o de cualquier otro género. Pensé en que algo tenía que cenar pero, en realidad, no tenía demasiado apetito. Especialmente porque uno de los grandes temas, en la carta a Raúl, me había hecho recordar otra página, cercana y poco agradable que estaba afectando, este último año, a mi vida. A pesar de este sensación de incomodidad, abrí el frigorífico, donde encontré un bote de caldo, a medio consumir. Calenté en el microondas el contenido de un cuenco de cristal y me dispuse a tomar esta sopa de cocido, con algún trozo de queso y algo de fruta. No me apetecía perder el tiempo con las programaciones de las diversas cadenas, por lo que recurrí a unos archivos de música que tenía en el ordenador. Tras un par de cucharadas, sonó el teléfono fijo. Presentía el origen de la llamada. “Temo que tendré que volver a calentar este caldo” me dije. Era mi ex. Como es usual en ella, tras el desagradable papeleo en los juzgados, se me presenta con esa naturalidad cínica y fría. Como si nada hubiese ocurrido entre nosotros. Va y me dice que tienen que viajar este fin de semana, por lo que me tendría yo que encargar de nuestros hijos, hasta el miércoles. Seguro que su desplazamiento lo haría con su nuevo y gran amorcito, expresión que utilizó aquella terrible noche (nunca podré olvidarla) en que me descubrió sus ocho meses de engaño con el Sr. doctor en ginecología. Sé que esperaba mi pregunta acerca de su nuevo embarazo, pues preparó muy bien a Fernando e Irina, para que me lo dijeran. No le di ese gusto. Aun tratando de ser correcto, mis palabras se vistieron de una frialdad, aún mayor que la suya.

Dieciocho años de matrimonio. De ellos, casi uno de engaño. ¿Qué culpa tienen nuestros hijos de tanta bajeza?. Pero, tener que comunicar periódicamente, con un elemento de esta naturaleza, supone más que una desgracia. Un verdadero tormento. Desde luego el e-mail de Raúl, en el que hablaba de sus problemas, me había hecho ver y recordar los paralelismos vivenciales en que nos hallamos inmersos. Sí, por supuesto, tuve que volver a calentar el cuenco con el apetitoso caldo de cocido. Es muy dura la soledad. Pero aún peor estar acompañado por personas de innoble y sucia naturaleza. Antes de ir a la cama, comprobé una nueva entrada de correo. Raúl me daba las gracias. “Es Vd. un poco padre para mí. Voy a necesitar mucho de su ayuda, en estos complicados momentos.”

José L. Casado Toro (viernes 20 de Julio, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
                                  

viernes, 13 de julio de 2012

CONCIENCIA PROFESIONAL, ANTE UNA INCÓMODA Y DURA REALIDAD


Anoche, como en cada una de las noches, tuve la acertada decisión de ir al cine. Y hablo de ese horario en el que las estrellas, y las siluetas de la Luna, se dejan ver por el cielo. Porque fue una sesión iniciada sobre las once horas, cuando junio se nos despedía con su calor de aventura y letargo. ¿Recuerdan aquellas terrazas o cines de verano que funcionaban en Málaga, hace apenas unas décadas? Eran programas dobles, en esas salas al aire libre, de los que se cambiaba una película a diario. Y bajo la grata brisa del viento de levante o el calor de un terral, que hacía insufrible todo tipo de vestimenta. Aquellas proyecciones, iniciadas cuando la luminosidad celestial se apagaba, solían comenzar a las nueve, para finalizar ya en los primeros compases de un nuevo día. Con el embriagador olor de los rosales, los jazmines o las “damas de la noche”, junto a tu familia, los bocatas y esos refrescos y cervezas, tan refrescantes para la ilusión. Ah, no me olvido de las bolsitas de pipas de girasol, con y sin sal, cuyo sonido, una a una, en el crepitar monocorde de la dentadura, acompasaba la trama argumental desarrollada en pantalla. También se aprovechaba esa romántica y limpia oportunidad de estar con tu “media naranja”, gozando de los sentidos y de los afectos. En no pocas ocasiones, la película era sólo un pretexto. Frente a una bella historia o narrativa escenificada en la oscuridad de la noche, florecía esa otra gran pasión de tu amor hacia ella. Y de ella ….. hacia ti.  Todo, bajo un cielo sembrado de luces y regado por el manto luminoso de una luna placentera, “señora” que no cesaba de sonreír.

Hoy, con la fuerza comercial de las multisalas, han desaparecido aquellos cinematógrafos de verano que, muy baratos en taquilla, hacían nuestro deleite con la llegada del estío. Aquí, en Málaga capital, había una amplia oferta donde elegir, buscando en la próxima comodidad de tu domicilio. Recuerdo sus nombres, aunque alguno que otro se me escapará por las travesuras inevitables de la memoria. Royal (Armengual de la Mota), Cayri (Mármoles/Martínez Maldonado), Terraza Capitol (Mármoles/Armengual de la Mota), Terraza Duque (Duque de Rivas, barrio del Molinillo), Universal (Martínez de la Rosa), Las Palmeras (Capuchinos), Terraza La Fuente (Fuente Olletas), Las Acacias (Pedregalejo, etc. Nos hemos trasladado, con la magia del almanaque,  a la década de los cincuenta. O los sesenta. Incluso los setenta y más, allá por la centuria anterior. Y, tras el anochecer, nuevas vivencias en el oeste y el misterio, la comedia y el drama, el cante y la ciencia ficción, el amor y las aventuras…. Todo un amplio muestrario de géneros, en vibrante technicolor o en blanco y negro, para disfrutar, en la imaginación y la cultura,  bajo un cielo cuya noche pronto iba a vestir y lucir, presumida, los galones de un nuevo día.

Todos estos cines de verano, desafortunadamente, han desaparecido. La iniciativa privada no podía competir con las multisalas, Internet y, en su momento, con los videoclubs. En los solares que ocupaban estos cines, hoy vemos edificios y locales, poblados de gentes y otras actividades. Con ello desaparecía aquella grata convivencia nocturna que a muchos, muchos ciudadanos, les unía frente a las pantallas sin techo. Pero de manera inteligente, desde hace años, la Concejalía de Cultura de nuestro Ayuntamiento organiza sesiones de cine, al aire libre y de coste gratuito para todos. Preferentemente, tienen lugar estas proyecciones en zonas ubicadas junto al mar (Misericordia, Malagueta, Muelle Uno, Playa de El Dedo). Otros espacios han sido habilitados también para llevar a cabo esta difusión cultural, como el Museo Carmen Thyssen y la Plaza de Toros de La Malagueta. Y, por supuesto, también en una de las bien climatizadas salas del Cine Albéniz, junto al Teatro Romano, la Alcazaba y a pocos metros de la Plaza de la Merced, el Museo Picasso, la Catedral y el futuro Museo de Bellas Artes de Málaga. Este lúdico programa, entre Junio y agosto, recibe el espléndido nombre de Cine Abierto. Con esta iniciativa, se trata de recuperar el antiguo sabor a cine de verano que hizo disfrutar a tantas generaciones, cuando llegaban los meses del calor y las vacaciones. Las películas, muy variadas en su género, van rotando y repitiéndose, según los días, por todos esos “suculentos” espacios para la cultura  y la naturaleza. Los films, que podemos ver en el Cine Albéniz, son grandes obras clásicas y en versión original subtitulada. Es un acertado proyecto municipal muy bien planificado y que todos debemos agradecer. Cuando se toma una buena decisión, es justo su aplauso y elogio. Se ha salvado o recuperado una inolvidable tradición, vinculada a nuestra infancia y juventud, que lamentábamos, profundamente, haber perdido. Las películas de este interesante programa se proyectan, en la remozada sala de la calle Alcazabilla, una hora antes de la medianoche.  

Aprovechando esta oportunidad del Cine Abierto, pude volver a visionar, hace unos días, una gran película. HOY EMPIEZA TODO (1999). Nacionalidad francesa, con subtítulos en castellano. 117 minutos. Dirigida por Bertrand Tavernier (Lyon, 1941) e interpretada por Philippe Torreton (Rouen, 1965) como protagonista principal. Es un drama de cine social, vinculada o sustentada en el mundo de la educación. Fue premio de la crítica en el Festival de Berlín y Premio del público en el Festival de San Sebastián,  allá en 1999.

APORTEMOS UNA BREVE SÍNTESIS ARGUMENTAL.

Daniel Lefebvre, 40 años, es director y profesor de una escuela pública infantil, ubicada en el norte de Francia. La acción, que narra la historia, transcurre en un pequeño pueblo minero azotado por el drama del paro laboral (7000 habitantes, 30% carecen de trabajo) en este sacrificado sector de la actividad industrial. Los problemas que, a diario, sufren las numerosas familias de una localidad degradada por el bloqueo económico, repercuten en la vida interna de este modesto colegio. Daniel se implica, con todas sus fuerzas y responsabilidad solidaria, para tratar de ayudar a ese degradado entorno social, al que pertenecen sus alumnos. Para este noble fin, aplica una una muy elevada voluntad, no exenta de valentía, aunque con escasos medios, buscando conseguir resultados esperanzadores, frente a la crisis general que afecta a su maltratada comunidad social. Él, también, es un hijo de minero jubilado por enfermedad, por lo que bien conoce el sufrimiento de tantas familias mineras que soportan la lacra de la falta de trabajo para el sustento de cada uno de los días. En su lucha, constante y desigual, frente a la pobre y tosca insensibilidad que ejercen los políticos de la Administración, se ve ayudado por Samia, una joven y valerosa asistente social. También, por el cariño de su compañera familiar Valeria, madre soltera de un hijo de diez años, que gusta practicar la escultura vanguardista.

ALGUNOS ASPECTOS INTERESANTES A RESALTAR.

El entorno social, en el que el colegio de Daniel está inserto, vive continuos y complicados problemas. A causa de esta proximidad o identidad convivencial, esas dificultades repercuten, de manera inequívoca y necesaria, en los latidos del propio centro educativo. Compartimos la angustia de esas  madres de alumnos que suplican ayuda al director, para enfrentarse a sus deudas y al terrible desahucio de sus modestas viviendas. Familias desestructuradas que provocan la desilusión y la inseguridad entre los más pequeños. Escolares que están siendo objeto de maltrato, físico y psicológico, en sus hogares y vidas, por parte de sus padres. Pandillas juveniles que perpetran delitos y violencias, siendo el colegio también objeto, en sus dependencias, de sus fechorías destructivas. Impacta el drama de una madre que, ante la desesperación, pone fin a su vida y a la de sus tres hijos. Le había pedido, una vez más, ayuda a Daniel. Pero este maestro se siente superado y desbordado por los acontecimientos adversos del día a día. En esa atmósfera caótica y viciada ¿debe permanecer el colegio o el instituto ajeno, como burbuja blindada, a la cruda problemática que sufren los padres y madres de sus alumnos? Tanto el director, como el resto de los profesores, difícilmente pueden permanecer impasibles ante el drama real que sus escolares están soportando. Pero ¿cómo hacerlo?

Vemos a nuestro maestro-director discutir, con la pasión que avala la difícil realidad circundante, con el alcalde de la localidad. Este político, bien acomodado en el cargo, le responde que sus medios son muy limitados para afrontar todos esos dramas sociales que cada día nacen, y se multiplican, en una injusta atmósfera de crisis económica. Literalmente, “se lava las manos” ante las recriminaciones del maestro. Daniel también reclama y denuncia la carencia de medios en su colegio, ante las autoridades educativas. La Administración se siente incómoda y molesta por la actitud de este valiente director. Trata de frenar sus ímpetus reivindicativos mediante la patética figura de un inspector educativo que, arrogante e insensible, critica y amenaza pero no resuelve ni se implica en la crudeza del drama que llega con los niños y niñas que acuden cada día a la escuela. Afortunadamente, la positiva respuesta de muchas otras familias y la fuerza ética de la asistente social Samia, compensan el desánimo que afecta al educador y a sus compañeros docentes, por las carencias y dificultades que sobrevienen desde la realidad del cada día. La imaginación y voluntad que aportan, tras el vandalismo que sufren las dependencias escolares, resulta solidaria y admirable. La fiesta del final de curso, modesta en sus medios pero imaginativa y voluntariosa, nos deja el buen sabor de boca de una conciencia profesional digna del mayor de los elogios.

Con películas de esta calidad humana, plena en valores éticos y morales, todos debemos y necesitamos aprender. La clase política, las familias, la Administración educativa, los maestros y profesores y aquellos docentes que dirigen los equipos educativos, en los colegios e institutos. Y, también por supuesto, el conjunto social, al que estos centros formativos están necesaria y vitalmente insertos. Son una parte importantísima de una sociedad que ha de sustentarse en la formación que reciben sus más jóvenes integrantes. En épocas depresivas para la dificultad, como la que estamos actualmente soportando, cuando desde los gobernantes llegan decisiones incomprensibles y desproporcionadas, con no pocas familias renunciando a las responsabilidades paternas que, razonablemente, debieran asumir, el profesional de la educación ha de echar mano de su mejor voluntad, equilibrio e imaginación.  Hay que sembrar ilusión, aunque a muchos les haya desaparecido este valor de entre sus conciencias.

Esos desacreditados, falsos e impresentables políticos, a no dudar, serán echados del poder con una papeleta de voto, escogida con los ojos abiertos de la sensatez. O con un sobre en blanco, como muestra testimonial de la patente disconformidad. Pero, en este difícil momento, es aún más importante y prioritaria la formación cualitativa que, desde tu escuela, puedan recibir esas jóvenes personas que confían y necesitan de ti. Al menos, que sus horas de estancia en el colegio, desde la vital premisa de la cultura y los valores, sean pautas para la esperanza en una sociedad, dura y terriblemente, castigada por las turbulencias de la desorientación, la manipulación y el absurdo.- 


José L. Casado Toro (viernes 13 de Julio, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
                                 

viernes, 6 de julio de 2012

CAMINOS PÀRA LA UNIÓN, HACIA LA CUMBRE DEL VELETA.


Habían sido unos cuantos kilómetros de dificultosa subida. Desde ese punto de partida donde nos dejó el pequeño autobús, junto a los demás compañeros practicantes del senderismo, tuvimos que recorrer a pie unos tres kilómetros hasta llegar a la cumbre. Por un suelo agreste, degradado por la nieve y el hielo invernal, soportando una temperatura ambiente que no sobrepasaba uno o dos grados centígrados. La cota, que nos proponíamos visitar, alcanza la altura de 3.395,68 m. sobre el nivel del mar. Me estoy refiriendo al Pico de El Veleta, en las montañas que acarician el cielo de Sierra Nevada, en la ciudad de Granada. A las dificultades propias de la marcha, había que añadir un gélido y constante viento que calaba hasta los huesos. Incluso, en más de una ocasión, ese viento se potenciaba con unas rachas eólicas que estuvieron a punto de tumbarnos en el suelo, empuje facilitado por la irregularidad pedregosa de cantos, lajas y guijarros sueltos, en el camino que necesitábamos atravesar. Aparte del intensísimo frío, la dificultad más importante que sentíamos, para el objetivo de nuestra marcha, era la dificultad en la respiración pues, a esas alturas, el contenido de oxígeno en el aire se reduce de una forma notable. Lo vemos, al igual que en nuestros pulmones, en los vehículos que degradan la combustión realizada en el carburador de sus motores. El humo que sale por los tubos de escape de los coches, a estas alturas, es de un color negruzco, síntoma de que esa combustión no se está realizando en las más adecuadas condiciones. La causa es la falta de oxígeno en el aire. Hay personas que incluso pierden el conocimiento a esas alturas, por las carencias que sufren en su respiración.
   
Una vez consumado el objetivo de alcanzar la cima de ese gran pico serrano (con su peculiar e inconfundible forma de una vela de barco), disfrutando de un inolvidable y celestial paisaje, iniciamos el descenso. Soportamos un viento aún más frío que atenazaba los músculos y la epidermis corporal. Más de un compañero de senderismo, incluso yo mismo, sentíamos el temblor de nuestros cuerpos, a causa de ese viento, racheado y a ratos constante, que golpeaba y enfriaba aún más nuestras cansadas anatomías. Tras hora y media de descenso, alcanzamos un punto de encuentro donde íbamos a ser recogidos por el minibús que nos trasladaría a la zona del Albergue Universitario, situado ya en la cota de los 2500 metros de altura. Completamente exhaustos en el agotamiento, esperamos pacientemente la llegada de ese bus que descargaría nuevos viajeros y nos recogería a fin de trasladarnos a la Estación invernal de Pradollano, donde se encontraba nuestro hotel.

Entre los viajeros que bajaban del microbús, observé a tres jóvenes que iban con una indumentaria inadecuada para alcanzar esa altura que mi grupo ya había visitado. El muchacho, pronto sacó de su mochila ropa de más protección. Pero las dos chicas que le acompañaban no se abrigaban lo suficiente, para las alturas que iban a soportar. Me acerqué a las dos jovencitas y les aconsejé que buscaran ropa de abrigo. El viento y la baja temperatura en la cumbre les iba a hacer sufrir con intensidad. Me lo agradecieron con una sonrisa y algo encontraron en sus mochilas para intentar guarecerse del frío. Ya sentado en mi asiento del bus observé a través de los cristales como una de ellas, la de cabello moreno, hacía gestos faciales inconfundibles de no poder soportar la temperatura. Pensando con lo que se iban a encontrar, casi quinientos metros más arriba, me bajé del coche y le dije a la chica morena. “Te doy mi gorro polar. Lo vas a necesitar ahí arriba. Que paséis un buen día por esas cumbres del Veleta”. “Pero…. es suyo…. ¿cómo puedo aceptarlo? No sé que decir”. “No te preocupes, a mi ya me ha servido y, si lo aceptas, te va a resultar utilísimo para protegerte la cabeza y, de forma especial, los oídos. El viento sopla hoy muy incómodo y frío”. “Me da mucha vergüenza pero …… muchas gracias”. Otra vez desde mi asiento, vi como se ajustaba el gorro encima de su cabello moreno, dejando libre una esbelta coleta. Sintiéndose más abrigada, sonreía. La forma y color del gorro de lana (azul oscuro, con franjas blancas horizontales en la base) potenciaba su esbelta figura. Era una chica delgada, pero fuerte y muy bella en su expresión. Me sentí feliz por haber podido ayudarle. Su cuerpo iba a estar más protegido para ese entorno, cuyo “barco ilusionado” navega por un mar celeste de nubes y roquedos escarpados para la nieve.

Pasaron los meses y los números incansables del calendario. ¿Cuál sería el nombre que adornaba a esa chica? Fueron apenas dos minutos de entrecortada conversación, en aquel paisaje elevado, con pequeñas violetas asomadas entre rocas crispadas y neveros valientes. En estos meses del estío, siguen esperando la lluvia para lucir en nieve lo natural del entorno. Esta joven podría ser granadina. O de cualquier otro lugar de nuestra geografía. Las escasas palabras que cruzamos no me permitieron identificar bien ese dato, a través de su habla o acento. Estoy plenamente seguro que, también ella, echó en falta la oportunidad de una dirección electrónica, donde poder intercambiar impresiones acerca de la bondad de un día en la montaña. ¿Cómo resultó tu escalada, para esa Vela que navega hacia el cielo? Al no poder materializarse la comunicación, nuestra imaginación se adorna de palabras y frases en colores, que pueblan historias en la inmensidad de la mente.
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Su vivienda está ubicada en la séptima planta, de un bloque de ladrillos vista, color bermellón, en la recoleta y cuidada calle de Azhuma. Orientación sur, desde su terraza, en el popular barrio granadino de San Antón, próximo al Genil. Sara ha tenido hoy un largo día, teñido por un agotamiento que parecía interminable. Ejerce, desde hace dos años, como maestra infantil, en un colegio de titularidad privada. Su unión con Salva, trabajador de una sucursal bancaria, la lleva relativamente bien. Decidieron hacer esperar la llegada de algún hijo, hasta comprobar el resultado de vivir juntos en el día a día. Hoy viernes, aguarda la llegada de su compañero que ha tenido una imprevista reunión de trabajo. Han acordado salir a cenar, por el camino de la Sierra. Llegaron ya las primeras nieves del otoño, por lo que este domingo se han propuesto subir hasta la zona del Albergue Universitario y, desde allí, caminar hasta el monumento de la Virgen de las Nieves. Quieren recordar su cuarto aniversario cuando, precisamente en aquella montaña de la Sierra, se prometieron amor, entrega y fidelidad, en un noviembre nevado y precioso. Observa detenidamente una fotografía enmarcada en la que ambos están, con las manos entrelazadas, frente a la dulce mirada de una Virgen, reina y madre en la montaña.

Ya en la cena, que comparten con sus amigos Javi y Lina, Sara saca de una pequeña carpeta, guardada en su bolso, esa misma foto que minutos atrás observaba en el saloncito de su vivienda. Se cruzan simpáticos comentarios acerca de aquella mañana en la nieve, cuando ante algunos amigos hicieron aquel peculiar enlace para su unión matrimonial. Frente al modesto altar presidido por la Virgen de las Nieves, en una “iglesia” formada por laderas y cumbres inmaculadas por las nevadas. La marcha nupcial fue orquestada por un nutrido grupo de maestros invisibles. Esos profesores estaban encarnados por un gélido viento que silbaba y tañía notas de emoción y esperanza para el futuro que ambos se proponían compartir. Los trajes de boda llevaban la insignia deportiva de los senderistas, para la necesidad del lugar. Plumíferos blanco y azul, pantalones de montaña haciendo juego y botas que ayudaban a caminar por la nieve, generosa y adelantada ya en ese mes de la celebración.

En esa foto, ella luce un gorro de lana azul marino con pequeñas franjas horizontales en su base. Quiso tenerlo en esta cariñosa ceremonia ante la Virgen. Le hacía recordar aquel lejano domingo de julio cuando Salva le confesó, en la caída de la tarde, el amor que hacia ella sentía, allá en todo lo alto del Veleta. Horas antes, un montañero senderista se lo había regalado, a fin de que se protegiera del frío que iba a soportar por esas alturas de la Sierra. Ese acogedor gorro de lana aún hoy lo conserva, como símbolo de un día inolvidable de generosidad y promesa para el amor. Piensa llevarlo, pasado mañana, cuando vuelvan a subir al Veleta. Al bajarse de ese microbús, que les aliviará la dureza en la subida a la cota, imagina que va poder recuperar la imagen de aquel montañero que tuvo un bonito e imprevisto rasgo hacia ella. Le preguntará su nombre y le agradecerá, una vez más en la distancia, ese compartir que humaniza e ilumina nuestro carácter y proximidad.-

José L. Casado Toro (viernes 6 de Julio, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/