viernes, 28 de octubre de 2016

CRÓNICA DETALLADA, DE UNA INSÓLITA Y COMPARTIDA CELEBRACIÓN.

Estamos viviendo, pocos han de dudarlo, una época caracterizada por las relaciones globalizadas y la frecuente inestabilidad, en casi todos los órdenes de la existencia. Son tiempos en los que tenemos a nuestra disposición una generosa y copiosa posibilidad para enriquecer la construcción de los días. Sin embargo, en absurdo contraste, percibimos que mucha gente a nuestro alrededor parece aburrirse, en las horas y los días, profundamente desorientada en su caminar por la “selva infinita” de esa rica oferta mediática para el ocio. Y es en este contexto, cuando nos llegan noticias insólitas que asombran, pero incentivan, a fin de profundizar en su inesperado y más que divertido contenido.

Una escueta y peculiar invitación viajó, hace un par se semanas, a más de doscientos domicilios ubicados, de manera especial, por nuestra bella y diferenciada geografía andaluza. La lectura de su curioso mensaje desconcertó a muchos de sus destinatarios, mientras que en otros provocó no pocas sonrisas, reflexiones y mímicos movimientos de la cabeza. Textualmente la tarjeta, impresa en una elegante cartulina, tonalidad rosa pálido, decía así:

“Queridos amigos. Sería para nosotros un motivo importante de felicidad si pudierais acompañarnos, el próximo sábado 29 de octubre, en el malagueño Jardín Botánico de la Concepción. Allí, en ese gratificante espacio de la naturaleza, vamos a celebrar juntos una gran fiesta y cena, con motivo de nuestra reciente separación y desvinculación matrimonial. Rogamos, por razones organizativas, que confirméis vuestra valiosa y cariñosa asistencia. La grata velada dará comienzo a las 20 horas. Con todo nuestro sincero afecto y amistad, Lorenzo y Fina”.
Las previsiones de asistencia fueron ampliamente superadas. Más de 350 comensales confirmaron su presencia en tan singular e inesperado evento. En el reverso de la tarjeta de invitación iban impresos los datos de una cuenta bancaria. Junto a esos dígitos y letras, se explicaba que las posibles y voluntarias aportaciones, realizadas por parte de los comensales, serían destinadas a diversas instituciones benéficas.

¿Y quiénes eran los protagonistas centrales de esta “gozosa” desvinculación matrimonial? Resumamos algunos datos, necesariamente ilustrativos, a fin de focalizar mejor la naturaleza de estos extraños personajes.

Lorenzo del Portal, 57 años, ejerce como afamado médico psiquiatra, mientras que Fina Revellón, 54 años, es propietaria de una céntrica farmacia, a la que dedica varias horas diarias de trabajo junto al personal contratado al efecto. Lorenzo mantiene una relación de pareja, desde hace ya más de un año,  con una “escultural” universitaria dominicana, de 23 años, que se encuentra realizando un máster investigativo sobre las ansiedades nocturnas y sueños eróticos. Por su parte, Fina se ha unido recientemente a un apuesto y enriquecido  sexagenario, que profesó como fraile carmelita en su juventud y que posteriormente, tras su secularización, acumuló un gran capital como propietario de una cadena de “quitapenas”. Además ostenta, en su novelesco currículo, el ser cinturón negro de judo. Los muy conocidos socialmente, Sres. Del Portal, tienen dos hijos, que ya superaron su etapa de estudio universitaria. Uriel, trabaja como ayudante de dirección en una productora que elabora vídeos sobre intimidades y relaciones afectivas, mientras que su hermana Andra se halla en estos momentos viajando por la India y otros espacios asiáticos, unida a una comuna que se afana en renovar y difundir  el espiritual pensamiento de Buda.

Y llegó ese ansiado sábado de otoño. Unas horas antes de que los invitados accediesen al remozado recinto de las Pedrizas, el equipo encargado de servir el cátering, había estado organizando todos los elementos necesarios para que nada fallara en la lúdica celebración. Cocina ambulante, instalación de barbacoa, sillas enteladas, amplias mesas, manteles y cubertería de alto nivel, además de una copiosa intendencia en alimentos y bebidas, que conformaban un atractivo y suculento menú, por supuesto con barra libre para toda la velada. Estaba prevista también la actuación de un conocido grupo rociero, el cual se ocuparían de animar el ambiente con sus alegres canciones, acústica labor que compartiría con una orquestina de cuatro miembros, para los tiempos entrañables del baile, con música más lenta y henchida de contenidos románticos. También fue habilitada una zona infantil y de guardería, dotada de un parque de juegos para el “personal” más joven que acompañara a sus progenitores. Esa sección contaría con las actuaciones de unos simpáticos payasos, mimos, marionetas,  que animaría a participar  en juegos preparados para descubrir el tesoro oculto dentro el palacio vegetal, con diversos premios para los intrépidos e infantiles participantes.

Unos veinte minutos antes de las hora prevista para el inicio de la fiesta, llegaron viajando en distintos automóviles Audi Fina y Lorenzo, ambos acompañados por sus respectivas y actuales parejas. Fueron recibidos con sonoros vítores y aplausos, por parte de aquellos invitados que ya se hallaban presentes en el bien organizado recinto. Él vestía un elegante traje gris azulado, camisa celeste clara y anudaba una corbata estampada de franjas violetas y malvas, con pequeños y repetidos mensajes que contenían la palabra “love”. Ella, su ya ex esposa, lucía un precioso vestido semi-largo de seda blanca natural, adornado con fugaces trazos de color violeta pálido. Una espectacular joyería, enriquecía la esbeltez y elegancia de su esbelta figura. Ya sobre las 8,  en una tarde/noche muy agradable por su templada temperatura y limitada humedad, el amplio espacio habilitado para la magna celebración se hallaba ruidosa y vitalmente concurrido por parte de un selecto personal. Apenas cabía ya un alma pues, a última hora, diversas amistades que inicialmente habían excusado su presencia en el Jardín cambiaron de parecer o modificaron sus compromisos previos, haciéndose presentes en tan elegante, sugestivo y divertido evento.

Sonaban los primeros acordes de alegres cantos rocieros, protagonizados por un dinámico grupo gaditano (que versionaba a los Amigos de Ginés, Ecos del Rocío, los Romeros de la Puebla o Raya Real) cuando los bien uniformados componentes del servicio de catering iniciaron el desfile de las numerosas bandejas para la apetitosa bienvenida. Unas iban circulando con las copas bien llenas de tinto, blanco o cerveza, mientras que otras ofrecían tentadores canapés y demás delicias preparadas, a poco de haber pasado por las freidoras.

Entre los asistentes destacaron determinadas ausencias y presencias. Entre las primeras, se echó a notar la de ambos hijos de los ex-contrayentes. Tanto Uriel como Andra se encontraban más interesados en sus actuales y apasionadas ocupaciones, por tierras madrileñas y pakistaníes, respectivamente, que estar junto a sus padres que, con aquella “berlanguesca” fiesta, celebraban su legal desvinculación conyugal. La hija envió un “cariñoso mensaje de ánimo”, vía whatsapp, a sus progenitores en el que, simplemente, decía: “Pasadlo todo lo bien que podáis en esa ridícula, decadente y folklórica parafernalia que os habéis organizado, para divertimento del aburrido entorno burgués donde os movéis. En mi caso sigo caminando por alcanzar esa paz espiritual, que verdaderamente vitaliza y nos hace mejores”.

Por el contrario, numerosos compañeros de profesión  de Lorenzo y Fina sí quisieron sumarse a lo que prometía ser un inolvidable espectáculo, para los comentarios y chascarrillos de sobremesa. Entre esas presencias, destacó sobremanera la muy anciana y venerable figura del padre Damián. Este fraile dominico, antiguo profesor del afamado médico psiquiatra, fue el que presidió, hace ya unos veintiséis años, el enlace matrimonial de aquéllos que hoy celebraban su gozosa desvinculación. A muchos extrañaba la presencia del clérigo, en este sainete social para el divorcio que los ex esposos se habían querido “montar”. Sin embargo, el sonriente y bonachón Padre Damián, cuando se le preguntaba abiertamente por el asunto, no cesaba de repetir la misma y bien articulada frase justificativa: “Los caminos del Señor son infinitos y Él, con su providencial misericordia, sabrá hacer volver al buen camino de la Luz y la Verdad a estas dos almas traviesas y mal avenidas”, mientras que sorbía una copa de tinto Rioja y saboreaba unas “delicias” de rape, bañadas en crema imperial de pistachos, con copos nevados de caviar. También tenía junto a sí unas grasientas morcillitas pasadas por la plancha, que olían y difundían aromas de “gloria”.  

Ya estaba bien avanzada la cena, mientras sonaban unos alegres pasodobles y sevillanas, que algunos se lanzaron a acompañar con sus bailes en una pista cromada de luces. En ese momento, un toque general de campana pidió silencio a todos los presentes. Antes de la llegada de los postres, Lorenzo se disponía a hacer uso de la palabra, entre la expectación propia en la mayoría de los comensales, muy interesados ante el “discursillo” que iba a pronunciar uno de los dos anfitriones al banquete. 

Queridos amigos: gracias por haber querido acompañarnos en este esperanzador momento para nuestras vidas. Me siento profundamente emocionado, ante esta hermosa celebración. Aunque lo hemos disimulado, durante largos meses, la relación entre Fina y yo resultaba irremediablemente imposible. Nuestras broncas y esa “guerra fría” que tanto daño hace se habían convertido en algo normal e insoportable, entre dos personas que poco tenían ya que decirse. Ambos hemos buscado y hallado nuevos itinerarios para lustrar la oscuridad en que se había transformado nuestra ficticia convivencia.

Hoy debe ser, lo es, no me cabe la menor duda, un día feliz para todos. Estamos celebrando y disfrutando esta afortunada ruptura, en una noche maravillosa de otoño que nos ha concedido la bendita tierra en la que tenemos la suerte de vivir. Beban, coman, bailen y pásenlo bien. ¡Que reine la alegría, que permanezca la sonrisa en nuestros rostros, seamos verdaderamente felices! Quiero aclarar que nuestra desvinculación ha sido amistosa y civilizada. Y ahora, en unión de nuestras actuales parejas, quiero hacer un brindis por esta nueva felicidad que  se abre a nuestros pasos. Compartamos este gran valor de la felicidad y el amor que Fina y yo disfrutamos con nuestras actuales parejas”.

Fina aplaudía emocionada, cuidando que las lágrimas que britaban  no estripeasen el que brotaban de sus ojos no estropeasen el cuidado rímel de sus pestañas. La inmensa mayoría de los presentes vitoreaban, ya bien cargados de alcohol y manjares, las vibrantes frases que habían escuchado por boca del afamado psiquiatra y amigo.

La fiesta continuó hasta mucho más allá de la media noche. Tras disfrutar todos de la glotonería, con  la monumental tarta de despedida, llegaron los bailes lentos y melodiosos de la orquestina que siguió al excelente trabajo que había realizado el grupo rociero.

No podía faltar la rifa de la ilusión, en un evento tan significado como éste. Se sorteaba el vídeo grabado de la boda original entre Lorenzo y Fina (¡qué jóvenes se les veía entonces, sonrientes y atentos a las palabras del padre Damián!) ceremonia celebrada hacía veintiséis años. Ese archivo, de 55 minutos de duración, estaba cargado y encriptado en una Tablet. No se podía duplicar. El precio de la papeleta para el sorteo era de diez euros. Los beneficios de la rifa irían destinados a una Asociación para el diálogo y la armonía entre las parejas, institución a la que están vinculados los protagonistas de esta historia. A dicho objetivo, Fina y Lorenzo, junto a sus actuales parejas, aceptaban hacerse fotos con todos aquellos que lo deseasen. El precio de la fotografía (realizada por un profesional de la imagen) sería de 8 euros. El dinero recaudado, tras abonar el trabajo del fotógrafo) también sería destinado a la asociación antes mencionada.

Llegaron a venderse 205 boletos, para el sorteo de la tablet. La suerte recayó en un notario de Extremadura, muy amigo del ex - matrimonio. Con respecto a la fotografía grupal familiar, entre las dos nuevas parejas y aquellos invitados que deseaban conservar ese bello documento gráfico, llegaron a realizarse hasta 84 tomas. Algunas de estas imágenes no tardaron (sólo unas horas) en difundirse por las redes sociales de Internet. Precisamente, en aquella peculiar, insólita y plena de romántico encanto, madrugada de fiesta.-
   
José L. Casado Toro (viernes, 28 de Octubre 2016)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

jueves, 20 de octubre de 2016

SORPRENDENTE CONFIDENCIA, EN EL ÚLTIMO VIAJERO DEL BUS.

Rodrigo Almeda, que mantiene los mismos apellidos que su difunta madre,  trabaja como conductor eventual en una empresa privada para el transporte de viajeros. El servicio atiende los principales destinos entre la capital toledana y un gran numero de poblaciones, pertenecientes a esta monumental provincia de Castilla La Mancha. A pesar de su juventud, 29 años recién cumplidos, este profesional domina muy bien la técnica de la conducción, pues  siempre se sintió atraído hacia todo lo relacionado con el mundo del motor. Su gran ilusión es poder ganarse la vida conduciendo su propia taxi. Sin embargo, con una niña pequeña de tres años (de nombre Elvira) él y su mujer Prudencia han de realizar verdaderos “encajes de bolillos” a fin de llegar con lo básico para los gastos de cada mes. La inversión en un taxi resultaría, por ahora, inasumible para su modesta e insuficiente economía.

Tienen alquilado un piso pequeño, cuyo coste les supone casi un tercio de lo que recibe por los días en que es llamado para atender las sustituciones (enfermedad, vacaciones, imprevistos) que aparecen en la actividad laboral en la empresa. En ocasiones, también realiza pequeños trabajos relacionados con la pintura de edificios e incluso la albañilería tampoco se le da mal. Pero su verdadera pasión es el volante. Debido a su excelente comportamiento conduciendo los buses (no ha tenido que afrontar, hasta el momento, infracciones de tráfico o deterioros en el fuselaje de los vehículos) raro es el mes en el que no suma unos diez o quince días de trabajo. Incluso sus jefes le han llegado a prometer que, si se realizara ampliación de plantilla, él sería uno de los seleccionados para poder entrar en el grupo como trabajador fijo.

Esta semana le ha correspondido realizar la ruta entre Toledo y Talavera de la Reina. No es mucha la distancia que separa a estas dos bellas ciudades (alrededor de unos 80 kms) pero, al tener que pasar y parar por toda una serie de pequeñas poblaciones, vinculadas a ese recorrido, el viaje le supone estar al volante más de dos horas seguidas. Por la tarde habrá de hacer la misma ruta, conduciendo el pesado vehículo de vuelta a la ciudad de El Greco, en donde cenará y compartirá unas apetecibles horas con su pequeña y querida familia.

Aunque estos viajes suelen estar presididos por esa normalidad que impone la rutina diaria, en unos trayectos numerosas veces recorridos, siempre surgen algunas curiosas anécdotas, pequeñas experiencias y novedades que al llegar a casa gusta comentar con Prudencia, mientras ésta atiende las tareas de la casa y el cuidado de su hija, incansable en los juegos.

“Al llegar a Talavera, me puse a hacer las cuentas propias del billetaje vendido, mientras los pasajeros, que hoy no han sido muchos, se iban bajando del autobús. Pensaba que ya habían abandonado todos sus asientos cuando me fijo que aún quedaba un hombre en el interior de vehículo, sentado en la última fila. Me acerco a esta persona y le digo que ya hemos llegado al destino. Se me queda mirando durante unos segundos y, casi sin decir palabra alguna, al fin se levanta, coge su mochila de cuero y camina hacia la puerta. Me pide disculpas y se marcha.

Por la tarde veo que de nuevo este hombre sube al autobús, para el viaje de vuelta a la ciudad. Se trataba de una persona que rondaría los sesenta años de edad. Vestía de manera modesta, aunque su cuerpo lo llevaba muy aseado. Durante el trayecto me iba fijando, por el espejo retrovisor, que no extraía nada de su mochila. Ocupaba uno de los asientos sin acompañante, pues parece que le apetecía viajar sin nadie con quien intercambiar palabras. Yo me doy cuenta de cuando alguna persona aprovecha para mirarme una y otra vez. Y esto es lo que me ha ocurrido con este individuo. Tal vez se distrajera mirando como conducía pues, en esta segunda ocasión, ha ocupado uno de los asientos más delanteros, con respecto al viaje de la mañana. Lo más extraño del caso es que al llegar a la estación, ha sido de nuevo el último en abandonar el vehículo, aunque en esta ocasión no he tenido que avisarle. Me ha dado la impresión como si deseaba hablar conmigo. Pero al final parece que ha desistido de esta intención. He de tener cuidado porque, con sujetos tan extraños, puedo encontrarme en cualquier momento con alguna sorpresa desagradable”.

Pasaron dos días sin la mayor novedad, en el rutinario trabajo de Rodrigo. Sin embargo, a la llegada del viernes, observa con sorpresa como de nuevo aparece el singular viajero, camino de Talavera. En esta ocasión el bus va lleno de pasajeros, teniendo este hombre que compartir asiento con una señora, de humanidad muy generosa en kilos de sobrepeso. Al llegar a su destino talaverano, el extraño pasajero retrasa otra vez su bajada del vehículo. Cuando los demás viajeros ya lo han hecho, esta vez sí se dirige al conductor, indicándole que desearía hablar con él, sobre un asunto personal, si le concede unos minutos de tiempo. El profesional del volante, algo extrañado de la situación, responde a su interlocutor que ha de hacer unas gestiones necesarias, en la oficina de la empresa. Pero que, sobre las dos de la tarde, irá a comer al restaurante de la estación de autobuses y entonces sí podrá atenderle.

A la hora convenida, Rodrigo ve que esta persona ya le espera, en la entrada del comedor. Con cierta inquietud, escucha el ofrecimiento que le hace para invitarle a comer. Acepta el amable gesto y ambos toman asiento en una zona tranquila del gran salón, alejado del fuerte sonido que emite el televisor con las noticias del día.

“Observo su cara de extrañeza y le comprendo perfectamente. Mi nombre es Evelio y resido en la provincia de Pontevedra. Le aseguro que me ha costado bastante esfuerzo localizarle. Por supuesto, he tenido la ayuda oportuna de una agencia especializada. Una vez que poseía los datos básicos en mi poder, acerca de su persona, decidí viajar a esta provincia, a fin de contactar de manera personal con Vd. Me parecía la forma más conveniente hacerlo, mucho mejor que enviándole una carta o utilizando la vía de la comunicación telefónica. En el transcurso del primer viaje, me limité solamente a observar a quien era mi sobrino carnal. No me era fácil romper el hielo de la comunicación, aunque tenía que transmitirle todo un trascendental contenido que Vd. debía conocer

He de explicarle que mi hermano Froilán, del que posiblemente nunca habrá escuchado su nombre, me confesó, en los últimos meses de su alocada vida, algunas vivencias en sumo importantes de las que, su propia familia, éramos totalmente ajenos. La más trascendente de todas ellas y que le afecta a Vd. de manera directa, es que, en los años de su juventud, tuvo un hijo del que nunca, por diversas circunstancias, quiso ocuparse.

Aquella fue una etapa pasajera de aventura amorosa en su juventud, en la que dejó embarazada a otra joven llamada Candelaria. Vd. que es hijo único, nunca llegó a conocer a su progenitor. Probablemente, su madre (sé que ya tampoco vive) no le habrá hablado de aquella experiencia afectiva. Creo que siempre asumió, con admirable valentía, su situación de madre soltera. Pero tuvo la grandeza y nobleza de criarle, educarle y convertirlo en una persona de bien, a pesar de su notable limitación económica. Sé también que tan ejemplar comportamiento le hizo trabajar de manera abnegada durante muchos años, a fin de lograr sacar a su hijo al frente, en medio de no escasas carencias e incomprensiones”.

Rodrigo estaba cada vez más emocionalmente afectado por la inesperada y sorprendente información que le transmitía Evelio. Era cierto que su madre nunca quiso darle información acerca de quien le había procreado. Para ella, esa persona había dejado de “existir” en su memoria. Sin embargo, tenía ahora ante sí al que afirmaba ser su tío de sangre, del que nada conocía hasta ese momento. Tratando de mantener la calma, pidió al camarero un café con leche. Había perdido el apetito, con tan decisivas y sorprendentes informaciones acerca de sus orígenes.

“Me hago cargo de todo lo que siente en estos decisivos momentos de su vida. Pero era mi obligación tratar de enmendar, en algo si cabe, los profundos errores que mi hermano cometió. Tanto con Candelaria, su amor juvenil, como con el hijo que ambos contribuyeron a traer al mundo. Tengo que confiarle que su padre no fue una persona estable o responsable, para su vida afectiva. Pero en los negocios supo aplicar una gran habilidad, con la que logró hacer algo de capital, a través de una granja para la crianza de vacas, allá en nuestra Galicia de origen. Después las cosas le vinieron mal y tuvo que malvender lo que podía haber sido la seguridad para sus años de madurez. Él era dos años más joven que yo. Ahora tendría unos 66 años.

Rodrigo, he consultado con un bufete de abogados y consideran que puede corresponderle una parte importante de la herencia de Froilán, aunque éste no quiso dar ese paso, también necesario, de reconocer legalmente al que era su hijo de sangre. Yo voy a permanecer unos días más en Toledo y, si le parece oportuno, resolvemos de manera amistosa, legal y con la responsabilidad del diálogo, esta situación, solicitando el apoyo que nos preste un buen abogado. Traigo conmigo, para ese objetivo,  una muy necesaria y completa documentación”. 

Ha pasado ya casi un mes, desde aquella sorprendente revelación que Evelio presentó en la modesta y rutinaria vida de Rodrigo. Desde ese viernes de octubre, los principales protagonistas de esta historia han ido  asimilando las respuestas a muchas preguntas,  junto a las ilusiones que todos estos cambios representan en sus vidas. La cantidad material que supuso la herencia de Froilán no fue espectacularmente elevada, pero esos 92.500 €, recibidos por la familia de Rodrigo y Prudencia, sirvieron para la compra de una vivienda de segunda mano, que les liberó del importante coste del alquiler que antes tenían que afrontar, durante cada uno de los meses.

Sin embargo, por encima de esa saludable ayuda material, estaba el vínculo familiar que ahora se abría y enriquecía de manera afectiva para ellos. Rodrigo ampliaba su horizonte genealógico con unas honradas personas que residían en las bellas tierras gallegas y de las que, hasta hacía unas semanas, no tenía el menor conocimiento. Evelio les pidió encarecidamente que viajaran a su casa, junto con su hijita Elvira, a fin de pasar juntos las próximas Navidades. Así podrían conocer a los restantes miembros del grupo familiar en Galicia. Por su parte, él mismo se comprometió a dedicar las vacaciones del próximo verano (ejerce como funcionario de correos) para viajar, junto con su mujer, a Toledo. Todo ello con el saludable objetivo de alimentar aún mas la relación de cariño que ahora posee con aquéllos que son sus sobrinos.

Desde estos acontecimientos para las dos familias, los whatsapps, los e-mails e incluso el Skype no han dejado de funcionar y viajar electrónicamente, entre las tierras castellanas y gallegas. A Rodrigo le sigue respondiendo la suerte. Gracias a su ejemplar hoja de servicios, a partir del próximo Enero va a figurar como trabajador fijo en la plantilla de la empresa municipal de transporte. Ello le supondrá, aparte de un sustancial incremento del sueldo, la seguridad y estabilidad laboral por la que tanto ha estado luchando.

Existe un interesante “fleco”, en todo este contexto relacional, que nadie acierta a explicarse. Cuando Evelio fue repasando todas las carpetas y enseres personales, que Froilán había dejado, halló, en uno de los altillos del dormitorio, una pequeña caja de cartón firmemente atada con tres vueltas de cuerda. Dentro de la misma, había hasta doce cartas cuyo contenido se mostró interesado en conocer. Todos los sobres estaban remitidos con el nombre y dirección de Candelaria. Las fechas de los matasellos, insertas en los correspondientes franqueos, revelaban que fueron enviadas unos meses antes del fallecimiento de la madre de Rodrigo, hacía ya doce años.

Pero, cuando el tío de Rodrigo fue abriendo los sobres,  comprobó con sorpresa que los folios o cuartillas, que sin duda habrían “viajado” en su interior, habían misteriosamente desaparecido. Sólo permanecía, en uno de los sobres, una pequeña foto, muy envejecida por el paso del tiempo. En ella aparecía un niño, que aparentaba tener sobre unos diez años de edad. Rodrigo se reconoció, perfectamente, en esa entrañable fotografía.-
   
José L. Casado Toro (viernes, 21 de Octubre 2016)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 14 de octubre de 2016

PALABRAS Y REALIDADES, EN LOS CÓDIGOS NORMALIZADOS PARA LAS BUENAS FORMAS.

Se trata de variadas y correctas fórmulas expresivas, que solemos utilizar en el día a día de nuestra intercomunicación. Hacemos con ellas honor a la cordialidad, a la obligación responsable y, por supuesto, a las buenas costumbres educativas. Sin embargo, a poco que profundicemos en la realidad de su contenido, nos vamos dando cuenta de que sólo son el “vacío” ropaje que ilustra un deseo o intencionalidad que, en muchos de los casos, termina incumpliéndose. Se manifiestan en nuestras respuestas sin excesivo esfuerzo, adornan muy bien la atmósfera relacional, resultan incluso imprescindibles en los códigos para las buenas formas pero después, al llegar el tiempo o momento de hacerlas explícitas, va desapareciendo en las mismas toda aquella noble intencionalidad inicial que hizo aconsejable su fluida aplicación. Podemos citar y comentar numerosos ejemplos. Centrémonos en algunas de las siguientes escenificaciones, que ayudan a entender mejor el sentido de este breve planteamiento.

cilmente aplicados.PRIMER DÍA DE CLASE, en el otoño (ahora, cada vez más cálido) de todas las anualidades. Tanto el profesor, como sus alumnos, acuden al aula con esa mezcla difusa de ilusión y recelo, ante una obligatoria realidad que los va a mantener unidos durante un nuevo período escolar. Es el día de la presentación inicial de un nuevo curso. La mayoría serán alumnos nuevos, para el educador. Probablemente, aquéllos también habrán cambiado de profesor este año. Obviamente, el protagonismo expositivo estará centrado en el docente que, más pronto o tarde, pronunciará una de esas largas y acomodadas frases que nunca suelen faltar en los propósitos iniciales del ejercicio escolar: “Estaré abierto, en todo momento, a las sugerencias, valoraciones y opiniones, que consideréis oportuno hacerme. Las hablaremos y discutiremos y, si es necesario, las aplicaremos a fin de cambiar la marcha de la clase. Incluso al final de cada trimestre, os plantearé alguna encuesta, para que la respondáis de manera anónima, en la que podréis expones vuestras críticas y deseos acerca de aquello que pensáis es necesario modificar”.

Por supuesto que no se suele plantear de la misma forma esta “plausible” frase, con alumnos universitarios o con grupos de bachillerato, ESO o primaria, por razones de edad y formación. Pero haciéndolo de una u otra forma, nos comprometemos a mantener el diálogo y la receptividad para la crítica, con  el propósito de modificar aquello que justificadamente se solicite. Considerando el riesgo siempre inevitable de la generalización, es más que frecuente que estas buenas intenciones iniciales queden finalmente en la mera ornamentación de las palabras. Efectivamente son palabras muy hermosas pero, al paso del tiempo, las vemos sobrevolando los espacios por la ingravidez a que las someten el viento o brisa de la realidad.

¿Le agrada, ciertamente, al profesional educativo, que sus alumnos le manifiesten con sinceridad aquello que verdaderamente piensan sobre aspectos diversos de su trabajo? ¿Cuántas encuestas, bajo el prisma del anonimato, llegan a plantearse a lo largo de todo un curso, a fin de que los alumnos expongan sus criterios u opiniones acerca de la metodología, recursos didácticos, actividades a realizar, modalidades de evaluación o el simple trato personal, aplicado  por parte de su profesor? En la práctica ¿esa disponibilidad y receptividad permanece abierta en todo momento, como se expuso en esas primera jornada de clase, sin duda con la mejor intencionalidad? ¿Apreciamos o nos incomoda, la sinceridad expresada por aquéllos escolares que ocupan los pupitres y las mesas del aula, donde se enseña y aprende bajo nuestra  autoridad responsable?

PROPUESTAS DE REENCUENTROS. Pasemos a otro escenario, en la representatividad real de las palabras. Estamos caminando, en cualquiera de los días, por una de las numerosas arterias que tejen el plano poliédrico de la ciudad. De manera inesperada, nos cruzamos con una antigua, amiga, compañera, vecina o conocida, de los tiempos de aula o del ámbito laboral. Tras los saludos y parabienes correspondientes, en los que destacamos el tema siempre recurrente de la salud, comentamos algunos aspectos de los vínculos que nos relacionan. Ya en la despedida, hacemos explícita nuestra recíproca intención de llamarnos, además de ese propósito para ir a compartir un café, cerveza o incluso quedar para ir a comer juntos, a ese restaurante que alguna vez tuvimos la oportunidad de visitar.
  
Transcurren los días, las semanas e incluso numerosos meses, sin que esa llamada prometida se haga realidad. Esta dejación se realiza tanto por una u otra de las partes. Probablemente ya ni nos acordamos de aquél reencuentro, hasta que un nuevo día saludamos a otro amigo común, conocido también de la antigua compañera. Entre los comentarios al uso, citamos aquel encuentro, del que ha pasado ya un período largo del tiempo. Incluso añadimos esa cita, bastante explícita, acerca de cómo funcionan estas relaciones: “Sí, quedamos en vernos para ir a tomar café y charlar un buen rato, pero ya sabes… son cosas que se dicen y que casi nunca se hacen. Se van dejando pasar. Todo queda en amables palabras”. Otra muestra de tantas y tantas frases formales que salen de nuestras bocas y que tienen la sola virtualidad de las buenas formas para el trato agradable y educado. Una vez más, el viento de su inconsistencia provoca el vuelo difuso de la voluntariedad real de la mismas.

UNA CARTA DE RECLAMACIÓN. Hemos tenido una desafortunada experiencia, con alguna empresa pública o de titularidad privada. Sea la compra de algún objeto, sea la realización de un viaje o una desatención en el trato. Una vez que ya ha pasado, ese evento concreto para nuestro incomodo, nos armamos de razón y enviamos una carta o correo de reclamación, planteando claramente los hechos. Confiamos que, desde el departamento correspondiente para la atención al cliente, sea atendida de manera razonable nuestra exposición y se nos compense de alguna forma por los agravios que estimamos hemos sido objeto. Tras un largo tiempo de espera, al fin recibimos respuesta a nuestra misiva. Para nuestra indignación o desconsuelo, en el contenido de la misma sólo encontramos muy buenas palabras pero que, en modo alguno, compensan los efectos de un trato verdaderamente desconsiderado. A lo más que el remitente llega es a utilizar la palabra “lamentar” la situación que hemos padecido.  Duele añadir esa frase de que pasará el caso al departamento correspondiente, a fin de evitar de que esos hechos vuelvan a repetirse.

Pero lo que más nos enerva es que, en no escasas ocasiones, esa carta respuesta trate de justificar aquello que claramente supone un irrazonable o inadecuado comportamiento por parte de la institución o la empresa en cuestión. Incluso se añaden unas línea finales que ponen de manifiesto la altanería que mueve al autor que ha redactado la respuesta. “Nos sentiremos muy honrados de verle utilizar de nuevo nuestros atentos servicios. No dudamos que así sucederá y estaremos dispuestos a prestarle nuestra más atenta atención”. Después de una banal palabrería de “buenas palabras” que percibimos como insinceras o huecas en su real trasfondo, llega esa ególatra autosuficiencia o híper-autoestima empresarial que nos decide evitar, con rotundidad, un nuevo contacto mercantil con tan desconsiderada plataforma.

LA ENTREVISTA AL LÍDER POLÍTICO. Un veterano “rockero” del periodismo escrito, tras negociar laboriosamente con el jefe de prensa de una afamada agrupación política, consigue una difícil entrevista con el líder nacional del partido. A causa de una tensa situación, que se vive en el seno de la agrupación, motivada por los enfrentamientos protagonizados por dos corrientes de opinión o estrategia, un diálogo a fondo con la jefatura personal del partido puede servir de base para elaborar un “suculento” reportaje de cara al público lector. Este trabajo tiene previsto publicarlo en la próxima edición dominical del diario, que saldrá a la luz no más tarde de cuatro días.
El titular de la columna mediática tiene a su disposición un tiempo límite de veinte minutos, a fin de plantear sus preguntas. Este límite temporal es debido a que el Secretario General del partido ha de acudir a un acto representativo que se desarrollará a unos treinta kilómetros de la capital, durante esa misma tarde. En el transcurso de ese reducido espacio de tiempo, habrá de concretar y fijar muy bien las cuatro cuestiones básicas que articularán la estructura de la deseada entrevista: financiación del partido, casos de supuesta corrupción, relación con los críticos opuestos a la dirección y, finalmente, estrategias ante un previsible adelanto electoral.

Un par de tazas de café separan a los dos protagonistas del encuentro, celebrado en el despacho oficial del líder político, ubicado en la planta sexta de la sede nacional del partido. Llevan doce minutos hablando y el jefe de prensa, que también está presente en la entrevista, ha mirado ya en tres ocasiones el reloj de su muñeca izquierda. Sin duda, se halla un tanto nervioso a causa del acto al que ha de asistir su jefe, al que llegará con retraso como ya el habitual. Pero también su intranquilidad es motivada por los “punzantes” interrogantes de que hace gala el muy avezado “plumilla”, periodista que pertenece a una empresa mediática usualmente crítica con la ideología, liberal conservadora, de las siglas que nuclean a los militantes y simpatizantes de su partido.

Y ya en ese minuto catorce, cansado de escuchar una aburrida letanía de frases hechas y “más falsas que Judas”, el prestigioso periodista pulsa la tecla “stop” de su portátil, deteniendo una grabación “robotizada”, carente de verdad, latidos e interés.

“Tengo que decirle que no me está Vd. respondiendo a casi nada de lo que le planteo. Lo que me está diciendo puede, tal vez, servir para una sesión de mitin con la militancia, donde básicamente no se piensa, sino que se vitorean entre aplausos, henchidos del fanatismo sectario, aquello que se desea escuchar. Pero yo he venido a realizar una entrevista a fondo y, después de treinta y dos años de ejercer el periodismo, no me voy a conformar con la retahíla de esta vacía palabrería, que me resulta desafortunadamente insustancial y hueca de contenido. Para esto no merecía la pena los veinte minutos que ha tenido a bien concederme. No voy a perder más el tiempo, desprestigiando el sentido de una página dominical cuyo valor me he esforzado en adecentar, semana tras semana, durante muchos años”. 

Los dos políticos no daban crédito a la inesperada valentía del veterano profesional del periodismo, que tomó su grabadora y se levantó de su silla, por cierto bastante incómoda, dado el desnivel que sufría en una de sus patas, lo que provocaba un rítmico y acústico balanceo sobre la superficie horizontal del parquet flotante que sustentaba la coqueta habitación presidencial. En la sede del periódico se recibió, dos días después, una carta de protesta, remitida por el servil jefe de prensa, ante la actitud del afamado y aguerrido periodista. El director del diario arrojó dicha misiva al cesto de los papeles.

Sólo son cuatro ejemplos, elegidos al azar, de entre esa vacía y hueca expresividad que solemos aplicar en nuestras relaciones cotidianas. Por supuesto, no son las únicas situaciones en que las palabras sólo suponen el opaco ropaje que envuelve un mensaje que poco dice o cuya intencionalidad es más que dudosa, en cuanto al propósito de hacerla efectiva. Otros modelos podrían ser fácilmente aplicados. En todos ellos también aparece la disyunción o contraste entre la palabra y el contenido,  el deseo y la realidad, la ficción y la verdad.-


José L. Casado Toro (viernes, 14 de Octubre 2016)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 7 de octubre de 2016

EL EXTRAÑO Y DIVERTIDO COMPORTAMIENTO DE LAS PERSONAS NORMALES.

En no pocas ocasiones resulta innecesario acudir al sugestivo mundo de la gran pantalla, o también al de la representación escénica, a fin de presenciar historias insólitas, curiosas e incluso, en mayor o menor nivel, divertidas. Es suficiente, para este saludable objetivo, con asomarnos a ese entorno de la vida diaria en donde, de manera generosamente gratuita, aparecen variados y “sustanciosos” ejemplos de esas interesantes anécdotas, interpretadas por el ciudadano anónimo en su deambular cotidiano. Sólo es necesario aplicar atención, observación y, también es importante, algo de imaginación.

Nemi, para los amigos y conocidos (fue bautizado con el nombre de Nemesio) es un titulado en informática que trabaja, desde hace ya año y medio, en una tienda de compra-venta de objetos de segunda mano. A sus treinta y dos años de edad y tras un par de frustradas experiencias laborales, en departamentos técnicos de reparación informática, ha encontrado al fin una cierta estabilidad profesional, con su actividad diaria en la atención a ese público que acude a vender alguna pertenencia, generalmente por razones de necesidad económica. En el establecimiento donde trabaja acuden a diario decenas de personas, de la más variada condición y naturaleza, portando sus bolsas de enseres, en la confianza de hallar una buena contraprestación monetaria para esos objetos que sobran en casa o cuya venta pueden aliviar carencias o problemas puntuales, bastante frecuentes en tiempos aciagos de dificultad.

Este sábado de otoño, Nemi Portalés se ha reunido a cenar con unos amigos en un restaurante de comida italiana, establecimiento ubicado en ese agradable marco junto al mar que ofrece el remodelado puerto malagueño. Uno de los asistentes, llamado Rafa, compañero en las salidas nocturnas del fin de semana, celebra su onomástica, por lo que se ha elegido un cómodo lugar para la cena, en la cual compartirán, además de buenos platos y bebidas, esa conversación que tanto gratifica, adornada con chascarrillos, anécdotas, bromas y fotos. El grupo de los ocho comensales está integrado por cinco hombres y tres mujeres, existiendo dos parejas afectivas dentro del mismo. Todos ellos, salvo un asistente al ágape algo más mayor, se hallan en la edad intermedia y mágica de la treintena.

Tras haber dado buena cuenta de las pizzas, platos de pasta y ensaladas, sin que falten las simpáticas fotos de Rafa con su regalo y el grupo que le acompaña, deciden completar la noche, desplazándose a una nueva tetería que ha sido abierta por la antigua zona de la Málaga monumental. Allí, bajo el embrujo de una cuidada iluminación y decoración, aromas orientales y una romántica música elegida con inteligencia y encanto para hacer ambiente, llega la buena oportunidad para densificar el intercambio de las confidencias, entre palabras, sonrisas, miradas y esos acústicos silencios que tambi, con su rostro de intelectual bahinicacicambio de las confidencia entre palabras, sonrisas, miradas y ese ac grupo que le acompén protagonizan la comunicación. Una vez más, reclaman de la locuacidad de Nemi, para que siga manteniendo la velada con su rostro de intelectual izquierdófilo, gafas de monturas oscuras, media barba con bigote y esa corbata mal anudada que al final siempre acaba desapareciendo, dejando paso a la libre comodidad del look desenfadado. 

“Sí, ya sé que os interesan mis historias. Y es que, en este casi año y medio que llevo tras el mostrador, he tenido que tratar con todo tipo de personas, las cuales siempre acuden a la tienda con el ánimo de encontrar un poco de respiro a sus situaciones de agobio y necesidad. Habría material para escribir todo un libro de experiencias, algunas muy suculentas o complicadas de comprender. El comportamiento de los humanos es muy contrastado y ves cosas que te dejan pensativo y sorprendido por mucho tiempo. Os voy a contar alguno de estos diálogos que se me han quedado grabados Trataré de hacerlo de manera resumida. Ahí van algunos que, a buen seguro, os pueden interesar.

Creo que se llamaba Irina. Una bella mujer… que andaría por su cuarentena avanzada en la edad. Se comportaba de una manera un tanto nerviosa y aturdida. Venía con un gran sobre en la mano y antes de abrirlo me hace la consabida pregunta que casi nunca suele faltar: Vds. compran de todo ¿verdad?  Le respondo que según y cómo, con respecto al material que deseara vender. De inmediato abrió el sobre y extrajo del mismo dos bolsas de plástico trasparente, que dejaban ver sendos bloques de fotografías, ambos enlazados por una goma elástica. Afirmaba que quería vender esas fotografías, cuyas imágenes, aseguraba, eran de un gran valor.

“Señora, este tipo de material no es apropiado para ponerlo en los expositores de venta, salvo que ….” Y en ese momento observo que extrae algunas de las fotos, poniéndolas entre mis manos. Al repasarlas, me quedo verdaderamente atónito con lo que mis ojos contemplan. Repetidamente aparecía en las mismas un hombre cuya imagen me resultaba en sumo conocida. Se trataba de un destacado personaje de la clase política, mil veces visto en las páginas de los medios de comunicación. “Señora, no está en mi ánimo entrar en terrenos que afectan a la privacidad de las personas. Pero, ¿por qué desea vender estas fotografías? Su respuesta no tuvo desperdicio. “Para que la gente vea la clase de persona que realmente es. Me utilizó como su amante o “querida”, durante tres largos años, engañando a su familia, con esa falsa imagen de persona formal y responsable que ofrece a la sociedad. Después me echó de su vida, de la forma más cruel e inhumana. Me dejó sin nada. En lo material y en el afecto. No le niego que quiero sacar algún dinerillo pero, sobre todo, mostrar a la gente la calidad humana, verdaderamente cínica y tramposa, del famoso personaje.

¡Que número, el de aquella señora frustrada! Finalmente le aconsejé que fuera o contactara con algún medio de comunicación pero que, dada la importancia social de la persona que salía en las fotos junto a ella, ambos en situaciones y comportamientos bastante, sexualmente íntimos, tuviera especial cuidado con lo que hacía.

También me impresionó el caso de aquella chica, de cabello muy corto y ojos celestes, que probablemente no superaría los quince o dieciséis años de edad. Aparentaba tener una cierta timidez, por lo que dejó pasar a otros clientes que habían llegado después que ella, hasta lograr quedarse sola en el establecimiento. Al verla un tanto “cortada” ante lo que pretendía decirme, le pregunté abiertamente qué es lo que deseaba ofrecer para su venta. Apenas sin pronunciar palabra, me puso sobre el mostrador una bolsa de plástico que tenía asida en su mano derecha. La abrí, con la intriga propia del caso y en pocos segundos tenía ante mí dos largas trenzas anudadas, con cabello del mismo color que el natural castaño claro de la chica.

“Son tus trenzas ¿verdad? ¿Has pensado bien, antes de cortarte ese pelo tan largo y bonito que antes tenías? ¿Para qué necesitabas el dinero?” Me sonrió, con sus pómulos bien enrojecidos. “Es que mañana ponen a la venta las entradas para el concierto de Antonio José. Por nada en el mundo me lo quiero perder. Esta madrugada me levanté de la cama y tomé la decisión de hacerlo. Mis padres están en el paro y vivimos muy “achuchaos”. Aún no me han visto, pero cuando se enteren me “van a matar”. Pero yo no me puedo perder el estar presente, cuando venga Antonio José a cantar en nuestra ciudad. En cuanto al pelo, ya me volverá a crecer…..”

Le expliqué a la jovencita que en nuestro negocio no nos interesaba ese tipo de producto. Que lo más sensato es que fuera con su preciada mercancía a un centro de belleza o estética o a esas tiendas donde se venden pelucas de cabello natural. Incluso le proporcioné algunas direcciones, que localicé rápidamente en el Google. Tras darme las gracias, abandonó la tienda. ¡Pobre adolescente! Lo primero que hice fue buscar por Internet quién era ese famoso ídolo de la canción, cuyo nombre y apariencia, os aseguro, me resultaban completamente desconocidos”.

Los compañeros de mesa escuchaban, con sumo interés y en silencio, el contenido y la fluidez narrativa de las palabras pronunciadas por su buen amigo. Pidieron otra ronda al servicio y pronto llegaron nuevas teteras, tazas de chocolate caliente y algún batido con ese exótico nombre que habla de los desiertos, los oasis y sus embriagadores atardeceres. Al ser sábado, el establecimiento de las imaginativas infusiones no cerraba hasta las dos de la madrugada, por lo que todos tenían un buen rato por delante a fin de seguir compartiendo la amistad y esas singulares historias que regalaba la experiencia comercial de Nemi.

“Bueno, una tercera vivencia más y ya está bien por hoy, que parezco todo un abuelito contando las “batallitas” almacenadas en mi memoria. Esta historia ocurrió no hace mucho y parece extraída de alguna película. El caso es que llegué muy temprano al establecimiento, ya conocéis que suelo ser muy puntual. Elevé la persiana metálica y al poco vi que un hombre, modestamente vestido, rondaría los cuarenta y tantos avanzados… estaba como esperando a pocos metros de la puerta. Una vez que me situé tras el mostrador y encendí la terminal de mi ordenador, ya tenía a este señor ante mí. Le rogué esperara unos minutos, hasta tener plenamente operativo el sistema informático.

“Verá, soy un escritor sin suerte, por culpa de los egoístas intereses que mueven a las editoriales. He pasado muchos años escribiendo este manuscrito. Es mi primera novela, cuya redacción comencé hace ya unos siete años. Aunque soy vigilante jurado, mi verdadera vocación es la de escritor. Incluso estuve e mi juventud haciendo un curso de Filología en la Facultad. Por esto de la crisis, que nos llegó en el 2008, mi empresa hizo reestructuración de plantilla, siendo yo, por mi edad, uno de los despedidos. Llevo más de tres años sin encontrar un puesto de trabajo, mínimamente estable. y el subsidio de paro hace ya tiempo que desapareció. No le miento si le digo que estoy pasando una fuerte necesidad. Me importa, sobre todo, el hambre y las carencias de mi familia (tengo dos niños de corta edad en mi segundo matrimonio). Prácticamente, subsistimos de la caridad.

Y ya que las editoriales no hacen caso al esforzado trabajo que representa mi novela, un buen material, no le quepa la menor duda, he decidido venderla, por si otra persona la compra y quiere ponerle su nombre como autor. Igual esa persona tiene más suerte que yo con la difícil industria editorial. Necesito algo de dinero, para poder seguir tirando. Me pregunto si Vds. que venden bicicletas, cámaras fotográficas, ordenadores y otros artículos de segunda mano, no pueden también ofertar para su venta esta magnífica obra, que me ha llevado tanto tiempo y dedicación elaborar. 

La verdad es que me dio pena este pobre hombre, posiblemente un buen escritor, al que la suerte le había dado completamente la espalda. Me abrió uno de los dos tomos que llevaba en un maletín, mostrándome los primeros folios de lo que era su creatividad literaria. Tras guardarlos de nuevo, le aclaré que la dirección de mi establecimiento no me autorizaba comprar este tipo de producto. Pero que, dada mi afición a la lectura (que bien conocéis) yo podría comprar, a título personal, esa novela que tenía el atrayente título de EN LA INMENSIDAD DEL PASADO. Por supuesto que yo no pensaba publicarla, sustituyendo su autoría con mi nombre, aunque él me autorizaba por escrito a hacerlo. Leandro, como se hacía llamar este señor, me pidió de primera unos 1000 euros por los dos bloques de folios. Tras un tira y afloja, llegamos a un acuerdo. Yo le entregaba 450 euros y él me firmaba una cesión completa de los derechos sobre el manuscrito. 

Pensaba que había realizado una buena acción y que con mi sacrificado esfuerzo económico contribuía a paliar las necesidades y el drama de una familia, a la que la suerte le había sido esquiva. Aquella misma noche en casa, tras la frugal cena que me preparé, busqué un buen sitio donde comenzar a leer esa novela, muy recomendada por su autor y que tan cara me había resultado. ¡Pero es que tenía en mis manos el manuscrito original! Quería comprobar el número total de folios, por lo que abrí la segunda bolsa, ya que todos estarían numerados. Para mi sorpresa, allí había más de cien folios. Pero con la singularidad que todos eran iguales a los dos primeros, en su redacción. Esos primeros folios habían sido copiados de algún libro y después repetidamente fotocopiados. Me sentí víctima de un timo, al que mi buena voluntad no le opuso la necesaria desconfianza y prudencia.

La grata velada de cumpleaños finalizó para el grupo, cuando los relojes marcaban alrededor de la una y media en la madrugada. La noche resultaba agradable en su temperatura, aunque se había levantado una intensa humedad. Cuatro de los asistentes a la cena, entre ellos el propio Nemi, quedaron citados para las nueve de la mañana siguiente, pues querían practicar unos kilómetros de senderismo, actividad que suelen realizar con frecuencia. Todos los amigos se despidieron con el fraternal saludo de la amistad y el afecto.-


José L. Casado Toro (viernes, 7 de Octubre 2016)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga