viernes, 27 de septiembre de 2013

ONDAS DE MÚSICA Y AMISTAD, EN LA PROFUNDIDAD DE LA NOCHE.


Son muchos los que prolongan el día, ante la ausencia de sueño en las noches. Estas personas saben valorar, mejor que otras, la importante función social que los profesionales de la radio prestan a la sociedad comunicando, durante esas horas atípicas, con los oyentes noctámbulos. Sea con su voz dulcificada y afectiva, como cuando hablas a seres cercanos o, también, sabiendo elegir aquella melodía de los sesenta o setenta, con la que aún saben vibrar los nostálgicos arraigados. Esos locutores de los programas radiofónicos, trabajando y escenificando en la madrugada, se esfuerzan en ofrecer la mejor medicina para el desvelo de tu soledad en las horas vacías. Y, esta noche también, asómate a tu ventana, cuando la mayoría duerme. Entre esos bloques de vidas cercanas, a modo de recios gigantes que pueblan el espacio urbano, observarás que hay ventanas donde la luz interior reta a ese manto de oscuridad que se generaliza bajo la acogedora jaima de las estrellas. Y en cada de una de esas ventanas iluminadas hay, qué duda cabe, una historia donde su protagonista se rebela contra el reino de lo onírico, hacia donde la mayoría se desplaza. Puede ser un estudiante de libros y apuntes, que prepara el examen pendiente. O tal vez un comercial, que prepara sus alforjas para ese temprano viaje. Pensamos en el enfermo, que se afana en mejorar el deterioro orgánico que le aqueja. O el trabajador necesario para la salud, la seguridad o el sustento del resto de la sociedad. Pero, casi siempre concluimos, en aquél o en éste ciudadano, cuya inestabilidad insomne le abruma e impide el inexcusable descanso reparador.

En la mayoría de los casos, los oyentes no conocen el rostro, ni la restante conformación corporal de ese locutor, que cada noche les acompaña, susurrando con ternura su habla. Probablemente se cruzarán con él, a través de calles, avenidas o plazas, sin distinguir a este amigo complaciente que comparte con ellos la palabra, los sonidos de la música  o esos latidos misteriosos que anidan y vitalizan el alma. El anonimato de su figura (al margen de la difusión mediática que hoy prolifera) contrasta la familiaridad con que nos templa su voz, la artesanía de su imaginación o la fiel sencillez de su compañía. Ocurre cada noche, desde el cualificado aparataje técnico del locutorio, cuando se gesta en la naturaleza del calendario el amanecer de otro nuevo día para nuestra oportunidad.

Darrel nació en España, aunque su madre era de ascendencia británica. Desde joven, sintió el gusanillo de la radio, afición que también motivó la cercanía de un tío suyo que aún está vinculado a una cadena televisiva, en el departamento técnico. Al finalizar la enseñanza secundaria, optó por la Formación Profesional en imagen y sonido,  grado medio y superior, en la modalidad de radio. Ha trabajado en varias empresas del sector aunque, desde hace más de tres lustros, está vinculado a la cadena líder de la comunicación en España. Es un referente en la programación de madrugada, llevando diestramente el espacio “Diálogos, bajo las estrellas” (cinco temporadas ya) que se emite de lunes a viernes, entre las dos y las seis primeras horas de cada día. En su espacio tienen cabida los microrrelatos, las canciones, las noticias amables de cada jornada, los personajes del cine y, de manera muy especial, la participación activa del oyente, en diálogo abierto y sin cuestionario con el prestigioso locutor. Un aspecto curiosamente significativo, de estas horas alternativas al sueño, es la carencia de cuñas o entradas publicitarias en el programa (salvo algún caso, de índole manifiestamente benéfica).

La dicción en este buen profesional, muy próximo al medio siglo de vida, está presidida por el temple melodioso que aplica a sus palabras.. Lógicamente, esas horas de programación exigen esta modalidad expresiva, que facilita la connivencia afectiva entre quien comanda el micrófono y sus desvelados oyentes. De ahí también la música nostálgica y romántica elegida para su difusión. El rock duro o crispado de estridencias apenas tiene cabida en un contexto “familiar” donde se trata de generar sosiegos, intimidades y las mejores “imágenes” acústicas de un día. Una larga jornada inmersa entre el estrés de lo urbano y la fuerza plácida de la naturaleza. Entre el modelo de canciones de Corey Taylor (Iowa, USA, 1973) y el sentimiento expresivo de Lionel Richie (Alabama, USA, 1949) no cabría duda en la opción, a favor de éste último. Reacio al tabaco, pero amante empedernido del té y el café, este comunicador colabora en ahuyentar el pathos de la soledad en miles de oyentes.

En una entrevista reciente, publicada en uno de los medios gráficos de este grupo mediático, Darrel se prestó a comentar dos de sus mejores anécdotas, vinculadas especialmente a la intervención de los radio- oyentes en la programación.

La primera historia real, que el veterano profesional eligió, tuvo lugar en plena Cuaresma de la liturgia católica. Un sacerdote, presumiblemente de edad intermedia, llamó al programa. Pasaban unos minutos de las cuatro y media, en una noche de marzo inestable, por la lluvia y el gélido frío castellano. Obviamente, evitó la concreción de datos que facilitaran el acercamiento a su identificación. Presentándose como Tomás (nombre probablemente supuesto) confesó, matizando perfectamente la lenta cadencia agónica de sus palabras, que desde hacía años sufría una profunda y terrible crisis de fe. El conflicto personal que le atormentaba era durísimo de sobrellevar. En el ejercicio de su ministerio, se veía más como un actor que no cree en el personaje, pero que sobrelleva como puede la interpretación de aquello al que su sacerdocio le obliga. Se sentía cobarde y merecedor de un auto desprecio, por no afrontar con entereza su controvertida situación vocacional. Su temor a adoptar la decisión, valiente pero difícil, de la secularización estaba basado en dos circunstancia. De una parte, su madre, viuda y con un delicado estado de salud, quien difícilmente aceptaría (por su carácter egoísta y absorbente) esta íntegra opción por parte de un hijo que ha perdido los fundamentos para el recto ejercicio de su sacral ministerio. De otra, su temor a integrarse en un contexto socio-laboral para el que no ha sido preparado o educado. Seguía haciendo lo que demandaba su función, pero sin creer en la misma. Por supuesto que el ámbito de su sexualidad era también una temática vivencial que, en mucho, le hacía sufrir. Su comportamiento en este ámbito solía calificarlo con la vergüenza de lo innoble. Durante esos casi quince minutos de confesión ante las ondas, Darrel apenas quiso interrumpirlo. Fue, prácticamente, un largo monólogo descarnado y sincero de un hombre que sufría ante su propia conciencia. Se despidió de Tomás pidiéndole, con el afecto del amigo, que continuara con este gesto de valentía que esa noche había sabido aplicar ante todos los oyentes. Que fuera sincero ante sí mismo y ante las personas que en él confiaban. Casi un año después, tuvo una llamada telefónica fuera de onda. El supuesto Tomás le confesaba que había tomado una valiente decisión para su vida. Ahora trabajaba de cuidador para personas mayores. Su participación en aquel programa de madrugada, le dio la fuerza necesaria para sincerarse ante la realidad de su vocación. Se le invitó a una nueva conversación en la noche, pero Tomás declinó educadamente el ofrecimiento. Se despidió con unas cariñosas palabras de agradecimiento para un programa tan humano en valores. Nunca más ha vuelto a saber de esta persona.

Los tiempos de soledad no sólo anidan en las personas adultas. En otra ocasión recibió la llamada de una niña, Dania, que decía tener nueve años de edad. Había sabido anotar el número del teléfono de la emisora, entrando en directo para explicar su situación. Estaba sola en casa y sentía miedo de los sonidos que escuchaba, provocados por la agreste tormenta que, en aquel momento, afectaba al cielo de Cáceres. Darrel trató de tranquilizarla, iniciándose un sencillo y humano diálogo entre ambos. La niña no había cenado, pues apenas tenía alimentos en el frigorífico. Vivía con su madre, a quien no veía desde la mañana. No tenía claro en qué trabajaba, ni dónde se encontraría en ese momento. Sólo repetía que tenía miedo de los relámpagos y a ese cielo que tronaba. Dania no quería dar más datos sobre su dirección. Pero estaba llamando a la radio por si su mamá la pudiera escuchar. El departamento técnico de la emisora contactó rápidamente con la operadora telefónica, a fin de localizar la dirección de ese número y, a continuación, trasladaron ese valioso dato informativo al departamento de menores de la Policía Local de Cáceres. En no más de cuarenta minutos, una asistente social se había hecho cargo de esta niña, que estaba sufriendo una clara situación de abandono. Nuestro locutor aprovechó ese tiempo ante las ondas para mantener el diálogo con la cría, aportándole confianza y serenidad, mientras sus compañeros actuaban con diligencia para ayudar a esta persona, de corta edad, en trance angustioso de soledad.

Estos profesionales de la radio se van a descansar cuando las demás personas inician una nueva jornada en el día. Para el trabajo, la esperanza y la vida. Prestan una encomiable acción benefactora a miles de personas que a esas horas “de las tinieblas” necesitan comunicar sus sentimientos, experiencias y anhelos. La serenidad de la noche parece prestar mayor confianza y fuerza expresiva a muchas personas a través de las ondas. El mismo Darrel tuvo otra decisiva experiencia para su propio destino o interés familiar. Desde hace dos años, ha podido rehacer su propia vida conyugal con una joven que otra nueva noche llamó al programa, vitalmente aterrada, ante el maltrato que estaba sufriendo por parte de su pareja.

Aún quedan pequeños charcos de agua en las aceras, debido al riego purificador de cada amanecer. De aquí para allá, nuestro personaje se va cruzando con gente acelerada por el minutero alocado de sus relojes. Las mascotas y sus dueños buscan los espacios para el paseo, mientras los desayunos pueblan las cafeterías, los expositores de prensa lucen sus portadas para las noticias y muchas carteras, repletas de libros, apuntes o documentos, acompañan a sus dueños. Una chica delgada, ojos azulados y sonrisa permanente se acerca, carpeta y bolígrafo en mano, hacia Darrel.

“Discúlpeme ¿me permite un par de minutos? Es para un trabajo de comunicación. ¿Escucha Vd. algún programa de radio durante la madrugada?
¿Pero se emiten programas a esas horas del sueño, señorita?

Tras la mirada de sorpresa de la joven, este veterano locutor le sonríe y tranquiliza, entregándole una tarjeta con su número telefónico.

“Si le parece, hablamos esta noche, a partir de las dos. Pero ha de ser a través de las ondas. Y también puedo invitarla a que visite nuestra emisora. Vivirá en directo el trabajo que llevamos a cabo, durante esas horas presididas por la realeza del sueño, las palabras y la amistad”.

La chica, camiseta estampada con textos ecológicos, vaqueros piratas y sandalias planas de color beige, acertó a responderle, en medio de la sorpresa “desde luego que no faltaré….” Darrel caminaba ya, divertido y con la presteza necesaria, hacia la privacidad de su merecido descanso.-  


José L. Casado Toro (viernes, 27 septiembre, 2013)
Profesor

jueves, 19 de septiembre de 2013

PREMIO LITERARIO DE RELATOS.


Faltan apenas quince minutos para que suenen las campanadas de las siete de la tarde. Tenemos un día luminoso y agradablemente tibio, que va despidiendo a esta Primavera caracterizada por su humedad y frescura. En el departamento de marketing, cuarta planta de un edificio diseñado con la más avanzada vanguardia arquitectónica (metal y cristal, como materiales constructivos básicos) reposan sobre la mesa ovalada cinco gruesas carpetas de folios, grapados en disciplinados cuadernillos. Ya se han incorporado tres de los cuatro miembros del jurado, citados días atrás, a fin de tomar una decisión sobre el concurso de relatos convocado por una prestigiosa marca de automóviles, líder mundial en el sector del transporte. Recibe a estas personas Nazario Cordera, jefe de sección, el cual ha “coordinado” todo el proceso organizativo en una convocatoria que se hizo pública durante el otoño pasado. Nos encontramos en la segunda edición de este concurso, realizado con carácter bianual. Los incentivos para aquellos que desean participar en el mismo son agradablemente suculentos. Existe un primer premio, de doce mil euros, para el relato ganador. También hay establecido otro premio (6.000 euros) para el relato elegido de un segundo participante. Si la calidad literaria lo hace posible, según el criterio del jurado, se concederán tres accésits (sin compensación económica) a otras tantas obras, de entre todas las presentadas. A la sede de este organismo han llegado 632 sobres, con las plicas correspondientes. La extensión de estos relatos no pueden superar los ocho folios de extensión.

Los miembros del jurado han sido propuestos en base a su cualificada relevancia social, en el mundo de las letras. Ferrando Cantillana, un conocido periodista del principal diario local, experto en críticas literarias. Debido a su edad, se halla muy próximo a la jubilación profesional. Manel Lenz, profesor de literatura, ha sido propuesto por el departamento de filología de la Universidad. Vidal Lapiedra, quien dirige con éxito profesional una galería de arte, sita en el centro de la telaraña urbana. Su segunda novela fue publicada hace ya tres años y medio. Completa el equipo, Lena Santacruz, poetisa según ella desde que nació. Ahora, cumplido los ochenta y tres, es una muy veterana gloria en los círculos acomodados de la cultura local. Ha publicado diversos libros de poemas, pero nunca ha sido afortunada con destacados premios literarios. Cada uno de los miembros integrantes del jurado han recibido, a comienzos de la reunión, un sobre conteniendo 300 euros, como detalle o regalo por su docta colaboración y esfuerzo lector. 

Para el primer premio no ha existido debate alguno. Los cuatro analistas coinciden en el título elegido: “Confianza en tu pasado”. Abierta la plica, la autoría del relato corresponde a un afamado personaje de la prensa política, que también dedica su tiempo a la creatividad literaria. Hace una semana, los miembros del jurado habían recibido una llamada telefónica de Nazario, sugiriéndoles que prestaran especial atención a dicho relato. Para el segundo de los premios y los dos accésits, se alcanza también pronto el acuerdo. Se hacen tres sorteos, entre los nombres que cada uno de ellos aporta. En veinte minutos ha finalizado todo este peculiar y “complicado” debate. Se levanta el acta preceptiva de la reunión, con los firma de las cinco personas asistentes a la misma. La empresa concesionaria del premio ha reservado una cena para todos ellos, en un prestigioso restaurante de la sierra. Con este generoso gesto, quiere poner un buen final a la reunión decisoria de este último viernes de mayo. Tras los saludos y afectos, quedan en verse, sobre las 9,30, en ese suntuoso lugar encastrado en medio de la naturaleza, donde les espera una apetecible y suculenta velada gastronómica. Sólo el profesor de literatura y el galerista acudirán a la misma con sus respectivas parejas, masculina en el caso de Vidal. Nazario se excusa ante la imposibilidad de estar presente, pues tiene un hijo que ha sido intervenido precisamente esta tarde de una lesión deportiva. Pero les confiesa que ha hablado personalmente con la gerencia del restaurante, a fin de que la cena les sea lo más gozosa posible.

Con puntualidad británica, las seis personas se hallan sentadas en una espaciosa terraza, de cara a la frondosa naturaleza. Lena y Ferrando han utilizado el taxi, para recorrer esa tortuosa carretera hasta el parador. Las dos parejas restantes han conducido sus respectivos vehículos. Tres amplias bandejas con entrantes ibéricos. Consomé o gazpacho andaluz. Solomillo o lubina, con un acompañamiento digno de un cuatro tenedores. Para el postre, dulces de la zona y tarta helada. Vino, agua, cerveza y refrescos, para la sed. Al final se les sirve café y copas de champán francés. La mayoría de los asistentes son personas que gustan del buen comer y, sobre todo, del mejor beber. Las esbeltas copas del blanco y del tinto se van, una y otra vez, llenando y vaciando, en medio de una conversación que va siendo, al paso de los minutos, cada vez más relajada. Temas, más o menos intrascendentes y actuales, son puestos encima de la mesa, en una conversación fluida y agradable. Pero la densa ingesta, hermanada con el travieso néctar del dios Baco, va derribando los muros y blindajes de las privacidades y las acomodaciones. En un momento afortunado del ágape, es Ferrando quien propone un tiempo para el culto a la sinceridad. Están todos un tanto alegres y mareados con tanta comida y, sobre todo, con tanto alcohol en el organismo.

“A cada uno de nosotros, se nos ha han entregado unos ciento veintitantos relatos. Yo temía que, después de un tiempo prudencial, me fueran llegando los escritos de mis restantes compañeros de jurado. Pero, afortunadamente, esto no ha sucedido. Bastante teníamos con los ciento y pico de historias que nos habían correspondido. Propongo que, en un juego a la sinceridad, digamos cada uno la metodología que en verdad hemos seguido con todas esas páginas escritas para el concurso. Y nada de mentir eh! Sólo vale la verdad”.

La burlona propuesta de Ferrando es aceptada, con el buzón de las sonrisas, por todos los presentes. La atmósfera anímica entre ellos es ya lo suficientemente diáfana como para aventurarse por las sendas inmaculadas de una sinceridad, reveladora, saludable, pero no menos complicada. Y es el autor de la simpática propuesta a quien toca abrir el turno de las intervenciones.

“Para mí, estos meses previos a la jubilación están siendo muy atareados. Y de lo que menos ganas tengo es de leer. Lo que más me apetece es viajar y gozar del placer de la comida. Ya veis que mi talla de cintura posee un generoso diámetro. Total que, viendo el tocho que me habían enviado, llamé a dos becarios que hacen sus prácticas en el periódico. A cada uno de ellos les entregué sesenta relatos, para que me eligieran cuatro títulos. A la mañana siguiente, ya tenía encima de mi mesa un folio con los cuatro títulos escritos. Bueno, en cuanto al primer premio, supongo que vosotros, al igual que yo, habréis recibido la llamada telefónica de Nazario. Y no me preguntéis si los becarios se han leído los cien y pico de relatos en una noche. No lo sé. Pero tampoco es que me importe mucho”.
 
Los restantes integrantes de la mesa esbozan esa carcajada cómplice que llama a la transparencia de todas las conciencias. Comprenden que la cosa va en serio y que, también ellos, deben prestar culto a la verdad en esta temática puesta sobre el tapete. Ahora es Vidal quien interviene.

“Por supuesto, yo también recibí la llamada de Nazario. Estas cosas funcionan así. No vamos ahora a descubrir el mundo. A mi me ha cogido con el montaje de dos exposiciones, prácticamente sin tiempo. Y eso que Fabio está siempre cerca de mí echándome, con cariño, una mano generosa. En realidad no tiene otra cosa que hacer. Una noche, tras vaciar una botella de Jack Daniels, vaso tras vaso, nos fuimos hasta el montículo de los cuardenillos y elegimos, al azar, cuatro de ellos. Entonábamos el The blue cloud y el Amazing Grace, a toda voz y aquello resultó la mar de simpático. Estábamos como una cuba ¿Verdad, querido Fabio?. Pues así resultó “nuestro proceso selectivo”.

Fabio asiente con infantil cara angelical. Por su edad podría ser hijo de este galerista que, en una primera impresión, te hace recordar al Gary Cooper de sus mejores interpretaciones. Nuevas carcajadas y ese movimiento de copas que, otra vez, han sido llenadas por los solícitos y bien adiestrados camareros. Ha continuación, interviene el profesor Lenz.

“Mi caso es un tanto similar al vuestro. He tenido una etapa de asistencia a congresos y de participación en dos tesis doctorales, además de las clases ordinarias. El tiempo es el que hay y no se puede multiplicar. He realizado alguna lectura selectiva por las noches, pero, en realidad, ha sido mi hija, quien estudia primero en Telecomunicación, la responsable de elegir lo cuatro relatos. Es aficionada a la lectura, desde pequeña. Me facilitó un listado de cuatro títulos…. y dos más de reserva. Yo ya daba por supuesto que el primer premio estaba concedido. Incluso se le suele encargar, con antelación, al propio autor, animándole a su participación con la garantía del éxito”.

Nuevo repaso a las copas, con un cierto murmullo que desvela la realidad de estas convocatorias. Todos fijan su mirada en Lena quien asume, con una sonrisa de embriagada satisfacción, las numerosas copas de Rioja que han llegado hasta su paladar. Se le traba bastante la lengua. Utilícese el eufemismo que guste. Está completamente borracha y exultante. Su estriado y surcado semblante nos revela a una persona vuelta ya de todo y, probablemente, también de nada .

“Yo soy poetisa. Me gusta y admiro la prosa, pero no es mi especialidad. Ya que vamos de verdades, yo pongo encima de la mesa la mía. Me acordé de cuando era pequeña. Hace ya tantos años…… En aquella feliz infancia, mis compañeras y yo nos reíamos imaginando al maestro tirando por el aire nuestros trabajos y, según en qué lugar de la habitación caían, así eran calificados. Ahora, en mi madurez, he querido repetir aquella travesura que de niña imaginaba. Así que, la otra tarde, me fui al dormitorio, con el ánimo de hacer volar a los relatos. Y vaya que si volaron. Como tenía la ventana abierta, algunos cayeron en la terracita de un patio. vecino, propiedad de don Facundo. Fueron seis, los que salieron por la ventana. Anoté sus títulos. Precisamente uno de ellos era el que se va a llevar los 12.000 euros ¡Vaya coincidencia! Cuando Nazo me llamó, repasé la lista de los seis y allí estaba el preciado título”.

Pide disculpas, pues ha de acudir con urgencia al lavabo. Teme no llegar a tiempo, para la necesidad orgánica de su vientre. En su torpe desplazamiento, tropieza con la silla de Fabio, impacto que hace desplazar el coqueto peluquín con el que el joven cubre su alopecia.

12:40 de la madrugada. Los vehículos de Manel y Vidal bajan, con la lenta velocidad de la precaución, por las curvas de la sierra, camino de Madrid. La noche está limpia, luciendo en su bóveda, azul oscura, numerosas y brillantes estrellas. Mañana, los titulares culturales de la prensa informarán del resultado de este importante certamen literario. Tres de los afortunados se llevarán una gran alegría. El cuarto ya lo sabía, desde antes de escribir el relato. Otros muchos participantes lo volverán a intentar. En una nueva convocatoria o en otras similares. El alcohol y la buena mesa ha hecho posible que seis personas se sinceren ante la verdad. Pero, como decía el profesor Lenz “….. así funciona esto”.

José L. Casado Toro (viernes, 20 septiembre, 2013)
Profesor

viernes, 13 de septiembre de 2013

DIÁLOGOS EN OTOÑO, PARA UNA NUEVA OPORTUNIDAD.


Son días, o tal vez semanas de transición, para una anhelada y nueva oportunidad. Tras esa “huida hacia delante” que siempre supone el periplo vacacional, nos reencontramos nuestra realidad ineludible, con la que hemos convivido hasta la llegada del estío veraniego. Las carreteras, los aeropuertos, las estaciones de ferrocarril, se ven invadidas de vehículos, equipajes y personas “caminando”, más o menos presurosas o cansinas, hacia el contexto memorizado de su interrumpida identidad. Esta vuelta al hogar, ornada de multicolor y diferencial sentimiento para cada uno de nosotros, va también acompañada por esos cambios en la meteorología que, para algunos, resultan agradables, aunque el espíritu de la mayoría se suele ver embargado por una violácea o malva melancolía que tanto incomoda. Algunos la denominan  el “síndrome post vacacional”, estado que los doctos en psicología explican y afrontan con remedios eficaces para su mejor superación. Pero lo cierto es que los días se van acortando en su luminosidad solar, el fenómeno de la “gota fría” hace de las suyas, en el marco ribereño del Mediterráneo, las hojas de muchos árboles pueblan y tapizan los suelos mojados de paseos y plazoletas y sólo la imagen de los atuendos escolares dibuja trazos de sonrisas entre miles de rostros atrapados, una vez más, en la malla tupida de la rutina para la trillada normalidad. Son esos “días de viejo color” que no se han podido marchar con la bulliciosa  diáspora viajera de julio o agosto, ansiada peregrinación que pone rumbo a los soles, a las marismas o a las creaciones inmensas para la monumentalidad. Ahí siguen, ahí permanecen pues, para ellos, no ha existido esa oportunidad banal que otros muchos han querido crear o interpretar, en el ficticio infantil de su complicada imaginación.

Para casi todos, es la siempre entrañable vuelta al cole, el de los remozados o bien magullados pupitres escolares u aquellos otros que también se ofrecen para la integración del aprendizaje. Y es que además de las aulas, de nuevo dispuestas, remozadas y abiertas, que la Administración, pública o privada, hace posible, la ilusión por asimilar nuevos contenidos y habilidades puede incentivar la compras de apetecibles cursos, ofertados en los kioskos callejeros o  también los que ocupan los escaparates on-line que, con diversas motivaciones, aparecen tras las pantallas del ordenador. Es otra vuelta a esos “fascículos” de toda la vida que se adquieren con el noble deseo de una recuperación de la infancia, ya muy lejana pero siempre apetecible. O en ese Internet sugerente de las tutorías paternales, para todas las horas de cada uno de los días. Después…. la débil constancia en la regularidad, la imprevisible fuerza de esa voluntad no siempre disciplinada para “lo castrense”, las circunstancias  personales y alternativas  de cada uno en la generalidad de los días, impiden que tantos y tantos proyectos culminen en el nivel de los éxitos y sean numerosos los que dormiten, anclados con sopor, en la dulce bahía de los letargos.

Anel y Yamir tienen la suerte de poseer un trabajo estable, dentro de lo que hoy día es posible ante las inestabilidades laborales que nos acosan por doquier. En el Parque o Área Comercial, donde se conocieron hace aproximadamente dos años, ella dedica más de esas horas reglamentarias en una lavandería de servicio rápido, franquicia muy repartida por las principales provincias españolas. Él es un responsable reponedor, en el hiper ubicado en la planta baja del complejo, aunque también se presta a cualquier otro servicio que pueda ser necesario, en el ajetreo mercantil de cada uno de los días. En el ir y venir de sus respectivas funciones, se conocieron e intimaron para algo más que la amistad. Antes de las Navidades pasadas, decidieron unirse en convivencia, compartiendo el pequeño ático que él tenía alquilado en uno de los barrios, sitos por la zona oeste de la ciudad. Sus caracteres son un tanto contrastados, pero complementarios, al tiempo. La hiperactividad nerviosa de Yamir es compensada con la paciente dulzura temperamental de Anel, por lo que su relación se ha mantenido en un positivo equilibrio, a pesar de las opiniones contrarias de algunos compañeros que auguraban un noviazgo con problemas, debido a esa peculiar forma de ser que anímicamente los diferencia.

Antes del verano, en una linda noche estrellada de Primavera, esta mujer confesó a su adormilado compañero que debían plantearse la posibilidad de tener descendencia. Anel, para el otoño, iba a cumplir los treinta y cuatro años. Entre otros motivos consideraba, con inteligente reflexión, que estaba entrando en una edad incómoda o con cierto riesgo para la maternidad. La respuesta que recibió de su compañero fue profundamente decepcionante. Yamir entendía que, dada su inseguridad laboral (ocupaba plaza de contratado eventual) no veía con acierto probar la senda de un embarazo, situación que no mejoraría la estabilidad de que ambos disfrutaban. La discusión en la pareja alcanzó un protagonismo inusual, en relación a las discrepancias que muy ocasionalmente surgían en su convivencia. Fue una señal de esas grietas que surgen entre personas allegadas en el afecto. Y esas primeras grietas fueron ahondando las distancias entre formas de ser y actuar, especialmente profundas en el contraste.

Ciertamente la principal causa para la discrepancia era importante. Sustentar o no con un hijo la convivencia, posee la suficiente trascendencia para poner en cuestión la relación entre un hombre y una mujer. Tal es así que pronto llegaron los silencios, los gestos bruscos, la incomprensión y el distanciamiento entre dos personas, en realidad, muy diferentes. Pero una noche de junio, a la vuelta del trabajo, Yamir sugirió a su compañera que saliesen a cenar. Era un viernes, anterior a una fiesta local, por lo que podrían alargar la velada ya que no tendrían que madrugar para incorporarse a sus puestos de trabajo en el macrocentro de la Alameda. Fueron un par de horas serenas, en las que ambos aparcaron sus rencillas y agravios para lo infantil. Estaban tomando unos helados, como postre, cuando este joven de origen turco (siete años más joven que su compañera)  sacó de su pequeña bandolera unos billetes de avión y una reserva de hotel, en un entorno muy atrayente del norte italiano: Venecia.

Anel se mostró ilusionada con la propuesta. Desconocía de dónde pudo Yamir obtener la cantidad necesaria para sustentar 8 días de vacaciones, a finales de agosto, para viajar a un lugar tan encantador y romántico, como es Venecia. A pesar de sus agobios económicos, él disponía de los billetes para el vuelo y la estancia, en régimen de alojamiento y desayuno. Tal vez sus ahorros o algún préstamo procedente de manos amables y generosas. Era un objetivo atractivo. Sus canales, sus góndolas, sus preciosas y coquetas iglesias, los museos, la atmósfera amable y festiva que embarga ese gran entorno turístico, era una grata e inmejorable posibilidad para acercar los afectos, superando las distancias nubladas para la incomprensión. Incluso la posibilidad de esa descendencia, tan necesaria para sus vidas, podría de nuevo plantearse con el sosiego y la serenidad necesaria que ha de conllevar las grandes decisiones que se adoptan en la vida. Esperó con ansiedad la llegada de esas fechas, en las que ambos podrían dedicar parte de sus vacaciones para estar más cerca y hablar con la franqueza de dos personas que se quieren y necesitan.

Fueron días de acercamiento, disfrute y, en determinados momentos, de gozosa identidad en dos seres que, a pesar de sus problemas, habían cubierto con manto de seda esa jaima sensual de su intimidad. Anel evitó sacar a diálogo ese importante tema que tanto le preocupaba. No quería romper la atmósfera colorista que  se había recuperado para el tiempo de vacaciones y el goce. Las excursiones, las cenas y los paseos entre las luces anaranjadas de los entrañables barrios venecianos, alimentaron la convivencia de dos enamorados que centraron sus pensamientos en sus egos sentimentales recíprocos. Pero una mujer no olvida, ni relega, el ansia mágica de la maternidad para su existencia.

Tras la vuelta de su semana para lo lúdico, cenaban aquella noche en la terracita de su pequeño ático. Anel había preparado un poco de té, infusión que gustaba mucho a Yamir. Armándose de valor, y con el temblor propio, de las grandes confidencias, miró fijamente a los ojos de su compañero, esbozando una mezcla de sonrisa e inseguridad:

“Yamir, he de confesarte un secreto que, desde poco antes de nuestro viaje a Venecia, lo tenía guardado en lo más profundo y hermoso de mi corazón. Estoy algo nerviosa, acerca de lo que tengo que comunicarte. Tengo la sospecha, en realidad ya es una certeza, de que me encuentro embarazada. Será nuestro hijo, será ese niño o niña que unirá nuestro amor y vínculo matrimonial para toda la vida. A pesar de tus prevenciones, yo he querido dar este paso. Te aseguro que no te arrepentirás. Todo lo contrario. Encontrarás esa felicidad que sólo un hijo puede proporcionar”.

Volviendo al principio de esta reflexión, ampliada con la inmediatez del relato, septiembre y el frío colorido otoñal renovaron esos nublados, físicos y anímicos, en éstas como en otras vidas. El atardecer de las lluvias hizo aflorar viejas y ancladas realidades que un verano luminoso había logrado disimular. Anel no volvió a saber más de Yamir. Unos amigos comunes recuperaron sus pertenecías, tras días de abandono y desamor. Esta mujer cría hoy, con encanto de madre, a una preciosa niña que atiende por el nombre de Quía. Es morena, como ese padre que huyó a la débil oscuridad de los amargos silencios.-



José L. Casado Toro (viernes, 13 septiembre, 2013)
Profesor