viernes, 29 de diciembre de 2017

12 CAMPANADAS ANTICIPADAS, PARA EL LEJANO PERFIL DE LA NOSTALGIA.

Habían compartido la amistad, el estudio e imborrables escenas de ocio, conviviendo en un popular Colegio Universitario de la Universidad de Granada. Fue en los siempre recordados años setenta, cuando Evaristo, Álvaro y Jeremías se conocieron por primera vez allí en la ciudad de la Alhambra, aunque los tres compañeros habían nacido y vivían con sus respectivas familias en Málaga, la ciudad hermana bañada por las tibias aguas del Mediterráneo. Las aventuras y “correrías” que protagonizaron estos tres inquietos y dinámicos estudiantes, en la etapa de su adolescencia avanzada, quedaría imborrable para el recuerdo de esa vitalidad desenfadada que refleja la juventud de los cuerpos y la osadía de la mente. Pero a pesar de todas las promesas y parabienes, a la finalización de las respectivas carreras, con la obtención del ansiado grado de licenciatura, la distancia afectiva y el olvido se hizo dueño de tres personas que caminaron por sendas diferentes en la misma ciudad que los acogió al regreso de su larga etapa de estudio. Algunas esporádicas y rituales felicitaciones navideñas, cruzadas durante los primeros años de alejamiento, fueron caprichosamente desapareciendo en las anualidades siguientes, para sembrar entre ellos un erial afectivo durante dos décadas y media. El espacio urbano del anonimato, con sus indiferencias, las banalidades y las prisas, impidió mantener aquellos prometedores y positivos vínculos, hoy sumidos en el mar del olvido, la superficialidad y la desmemoria.

Parece ser que la ocurrente y feliz idea del reencuentro partió del voluntarismo de Álvaro. Por su profesión de policía local tuvo fácil acceso para la localización de sus dos grandes amigos de universidad, proponiéndoles una positiva y feliz cita a fin de recuperar unos vínculos totalmente aletargados por el paso del tiempo. ¿Por qué no reunirse en la tarde del día 31 para, además de brindar con esa ritual y numérica transición de anualidades, que iba a dar paso al emblemático año 2000, hablar acerca de la evolución de sus vidas durante los veinticinco años transcurridos desde 1974, cuando finalizó su andadura universitaria? Evaristo y Jeremías, en un principio sorprendidos por la propuesta de su antiguo amigo, aceptaron la simpática invitación, no sin expresar un cierto recelo o duda inicial. Todos y cada uno de ellos comprendían que esa merienda de las 12 campanadas pondría sobre la mesa, espacio siempre abierto de las palabras, el agridulce contraste entre las ilusiones y proyectos de la juventud, con esa realidad actual en la que habría mezcla de luces y sombras, logros y fracasos.



El punto de encuentro quedó fijado, para las cinco y media de tarde, en una tradicional cafetería-tetería, ubicada a medio camino entre la monumentalidad renacentista y barroca de la Catedral y la entrada principal del Museo Picasso, en plena centralidad antigua de la planimetría malagueña. Los tres antiguos amigos extremaron su puntualidad, ante un reencuentro que prometía ser cálidamente jugoso con el travieso juego de los recuerdos. Durante unos “crispados” y brevísimos segundos, unos y otros se analizaron físicamente, asumiendo, con las nerviosas sonrisas, el avance hostil del tiempo sobre las epidermis y las estructuras anatómicas que les sustentaban. ¿Qué imágenes ofrecían? La pérdida de cabello o sus encanecidas tonalidades, las más o menos disimuladas arrugas faciales, la gruesa y descolgada “papada” del cuello, la acumulación sebácea en la cintura, el drama del sobrepeso a lo largo del perímetro corporal, la curvatura de esa columna vertebral antes tan esbelta … Todo ello ponía de relieve el avance implacable e inmisericorde de las hojas del calendario, sobre unos cuerpos otra hora esbeltos. Tras pedir las consumiciones y hacer esos necesarios y educados comentarios amables, para personas que llevaban dos décadas y media si verse de manera directa, cada uno de los amigos comenzó a reflejar con palabras diversos aspectos de su trayectoria. El primero que tomó el protagonismo de la sinceridad fue EVARISTO, al que sus dos compañeros llamaban cariñosamente Eva, recordando los divertidos años granadinos.

“Por supuesto que aún no se me ha quitado la emoción de este feliz reencuentro con mis dos grandes amigos. Muchas veces he pensado en vosotros pero, la verdad, es que somos muy “dejaos”.  Siempre “atados” a las prisas y a las obligaciones. Así vamos dejando para mañana lo que sería fácil poder hacer hoy.

Siempre me gustaron los libros y las antigüedades, de ahí mis estudios de Historia. Pero cuando llegó el momento profesional, vi que lo mío no era la enseñanza. Ni de críos grandes o pequeños. En cuanto a las oposiciones para bibliotecas y archivos, el asunto siempre se me planteaba muy difque hubiera una plaza librenvocatorias muy espaciadasa bibliotecas y archivos, demos hacer hoy. ad, es que somos muy "ícil. Escasísimas plazas y convocatorias muy espaciadas. Pasaban años sin que hubiera una plaza de archivos o bibliotecas libre. Se me ocurrió hacer un curso de administración y gracias a él (bueno, también tuve alguna “ayudita”) pude entrar a trabajar en el aeropuerto, donde aún sigo. ¿Y qué es lo que hago durante los cinco días de la semana? Pues controlar los listados de viajeros a través de los programas de ordenador, pegar las etiquetas en los equipajes, diligenciar las tarjetas de embarque, atender las posibles reclamaciones y consultas…. Hay momentos en que el trabajo es especialmente intenso, como sucede durante los meses vacacionales del verano, semana santa y por supuesto la Navidad, épocas en que los viajes se multiplican.  Pensad en la aglomeración de un 31 de julio o un primero de agosto. Es un trabajo en general cómodo, pero intensamente repetitivo. Como tantos otros, por supuesto.

No me casé, no era lo mío. Tuve algunas experiencias sentimentales, tanto con mujeres … como con hombres. No me importa confesarlo. Desde que se “fue” mi madre, vivo solo, organizándome relativamente bien. Todo es cuestión de acomodarse a los que la vida te ofrece. Mucha lectura, cine, compras, museos, exposiciones, viajes (cuando puedo) y esas tareas de la casa, que tiene que llevar a buen término un hombre solitario. Ahora que hemos entrado en nuestra década de los cincuenta, vemos la vida con una mayor lentitud y sosiego o ¡tal vez con excesiva rapidez! Caminamos hacia la plena madurez y a esa dura etapa que todos tememos de la vejez. Todo un poco gris, pero tranquilo. Cuando estás en la juventud parece que te vas a comer el mundo, pero después tienes que tener cuidado en que ese mundo, material, falaz y egoísta, no te coma a ti”.

Los compañeros de Eva pusieron buen cuidado en no interrumpir un muy largo monólogo, compuesto de frases cortas y sorbos de una taza de té (con feliz nombre cinematográfico, de aquellas inolvidables películas rodadas en el desierto) que, de manera paulatina, iba completando con la generosa infusión que contenía la plateada y brillante tetera. Este primer protagonista de la reunión había puesto especial cuidado en su forma de vestir. Alva y Jeromo recordaron con simpatía la sempiterna trenka azul que incluso en primavera se colocaba el bueno de Eva. Para dar más emoción al reencuentro, vestía también esa tarde de Noche Vieja con una prenda de igual color y forma, como la que lucía en aquellos inolvidables años 70. 

JEREMÍAS pidió un segundo chocolate caliente. Esta repetición daba muestra de su actual tendencia golosa hacia la ingesta de alimentos, actitud que le había provocado un sobrepeso a todas luces evidente. Su actual obesa figura contrastaba con la extrema delgadez que mostraba en sus años universitarios.

“Bueno, me toca “ir al confesionario”. Recordaréis que estudié Derecho. Lo hice, en realidad, por mi padre. Él sí fue un buen abogado. Estuvo ejerciendo hasta pocos meses antes de dejarnos. Tampoco era lo mío, aunque a duras penas pude al fin acabar la carrera. Yo fui un ejemplo de esos hijos que miran en demasía la cara de sus padres, incluso eligiendo una titulación que, en los momentos de sinceridad, sabes que no vas a ejercer. Entré a trabajar en ese centro comercial o grandes almacenes que existe en cada ciudad, con un contrato de seis meses. En la actualidad sigo en la misma empresa y ya van para los veinticuatro años. Soy de los más veteranos de la plantilla. Sin duda, he tenido que desempeñar bien mi labor, recorriendo las más variadas secciones (juguetes, ropa juvenil, oportunidades, deportes…) incluso el verano pasado eché una mano en el supermercado, pues tenían diversas bajas del personal. Me casé, tras un noviazgo de muchos años, pero la vida en común, durante las veinticuatro horas del día y de la semana acabó por aburrirnos. Cada uno tiró por su lado. Tenemos dos hijos ya adultos, que viven con su madre. Llevo emparejado varios años con una chica del departamento de cosmética, diez años menos que un servidor. Es paciente y agradable y me sabe tratar bastante bien. Físicamente tiene un perfil aguileño que muchos exigentes de la estética criticarían. Pero, lo importante para nosotros es que sabemos sobrellevarnos, manteniendo algunas respectivas parcelas de privacidad. No gozamos de unos sueldos elevados, pero las comisiones nos permiten completar una liquidez mensual ciertamente suficiente. Lo que peor llevamos es tener que estar tantas horas de pie. Aun llevando plantillas, tengo varices en las piernas y la planta de los pies planos me producen dolores, con problemas de huesos. Esta es, a grandes rasgos, mi normalidad, que acepto sin mayores protestas u oposición”.

“Mi situación no es muy diferente a la vuestra (ahora Interviene ÁLVARO). Quedan ya lejos aquellas ambiciones y valentías juveniles, con las que creíamos que íbamos a poder cambiar el mundo. Me recordaréis como el rebelde de la clase, el trotskista y el dinamizador y mantenedor de las asambleas revolucionarias para la “tercera vía”. Estudiante de Filología Hispánica y una mentalidad marxista que ahora… me ve ejerciendo de policía local o municipal (como se decía antes). Tengo tres vástagos que ahora viven su vida en la universidad. Mi compa y yo apenas nos soportamos. Ella trabaja de administrativa en una notaría. (Guardó unos minutos de silencio). Sé a ciencia cierta que me engaña. Pero, yo también lo hago. Así que nada de reproches. Nos soportamos por los chicos que, en realidad, viven totalmente a su aire. Cuando el servicio me lo permite, soy un “fanático “de las caminatas senderistas. También, aquéllas que hago montado en el sillín de la bici. En el medio natural “puedo respirar” y sentirme persona y libre. En cuanto al trabajo, pues bien, aunque no faltan las situaciones de riesgo. Una vez estuve a punto de no contarlo, pues tuvimos que hacer una operación junto a la policía nacional, a fin de liberar un edificio lleno de okupas.  Uno de ellos, con sustancias y brebajes en su cuerpo, se me abalanzó y no pude evitar el pinchazo en el costado. Estuve casi dos meses de baja, pero “bicho malo nunca muere”.

Algunas veces hago escapaditas a Granada, para recorrer aquellos rincones entrañables y plenos de encanto que sustentaron los años de nuestra juventud. El entorno de Puentezuelas, Gracia, Mesones, Alhóndiga, el Carril del Picón, la plaza de la Trinidad, las Tablas… y por supuesto el inolvidable Palacio de las Columnas o Palacio de los Condes de Luque. Fue mi Facultad de Filosofía y Letras y ahora está habilitado para los estudios de traducción. ¡Cuántas reuniones clandestinas mantuvimos en el lóbrego salón sótano de estudio, denominado por todos nosotros como “la ligoteca”! Por cierto, no me he olvidado de aquel señor del bar que nos servía un delicioso café tinta (por muy pocas pesetas) con el que “toreábamos” el sueño. Era una “pócima milagrosa” que con diestra habilidad el “brujo” (como cariñosamente le llamábamos) preparaba. También recuerdo aquél pequeño montacargas, donde poníamos el carné y la ficha rellena, para que en pocos minutos nos mandaran el libro que necesitábamos. Siempre dije que ese críptico montacargas bajaba hasta los “infiernos” donde se “cocía” la cultura más exotérica. Nuestro Colegio Mayor universitario, San Bartolomé y Santiago sigue prestando excelentes servicios, junto a otros centros, en el seno de la comunidad universitaria”. 

Los tres antiguos amigos llevaban ya casi dos horas de reunión, entre miradas, suspiros y sonrisas, recordando un tiempo pasado que ya no iba a volver. De inmediato, aplicando uno de esos gestos imprevisibles, a los que siempre solía recurrir, Alva se levantó y fue a decirle algo al camarero. El profesional del servicio entendió lo que le estaba pidiendo, esbozando una amplia risa de difícil contención. A los pocos minutos volvió a la mesa mesa, donde colocó en las manos de los tres peculiares clientes sendas bolsitas conteniendo las doce uvas de la suerte. Unos segundos después volvió de nuevo a la mesa, portando en sus manos una botella vacía de anís del Mono. Con una cuchara sopera se dispuso a tocar mediante golpes en el cristal las doce campanadas, algo anticipadas (eran las siete y media de la tarde) pero que los tres compañeros aprovecharon para ir tomando las doce uvas, que ellos llamaron de la “imborrable amistad”. Todos brindaron, fraternal y cariñosamente, por el Nuevo Año.

La despedida fue emocionalmente intensa. Se abrazaron, con el sentimiento evidente que les embargaba. Ya no eran aquellos atrevidos y espontáneos jóvenes universitarios, que sabían dibujar cada día con las ocurrencias más insospechadas y con la firme convicción de que se iban a “comer el mundo”. O, por supuesto, transformarlo. Ahora mostraban el perfil de acomodados y veteranos ciudadanos, con todas esas marcas que la inmisericordia del tiempo va dejando sobre nuestros vapuleados cuerpos. Aquella significativa tarde, en el crepúsculo de la anualidad, había servido para recuperarles una vieja amistad, exageradamente aletargada. Todo ello en un contexto subliminal donde la dialéctica entre las ilusiones y los proyectos de juventud, contrastaba ante una patente realidad que no había dejado de estar presente en la mentalidad de todos y cada uno de los tres amigos. Sabían que, a pesar de sus sanos propósitos de nuevos encuentros, estarían de nuevo un largo tiempo sin volverse a ver. “Cuídate Álvaro. También tú, Jeromo ¡tienes que hacer algo de deporte!. Ha sido un verdadero placer volver a recuperarte, amigo Eva….”

Trataban puerilmente de disimularlo, pero a los tres amigos les brillaban intensamente los ojos. La noche malagueña del 31 soportaba un frío e incómodo manto de humedad. La mayoría de los establecimientos habían cerrado ya sus puertas. Todos apresurábamos los pasos a fin de buscar el cobijo de ese cálido hogar, en donde pensamos olvidar o transformar la realidad, gracias el ruido pautado de un escénico jolgorio que nos hace creer, con mentalidad infantil, en lo imposible. Las cromáticas y aburridas bombillas de led trataban de poner algo de luz y “calor” a esa oscuridad majestuosa, bajo la que dormitaba una noche un tanto huérfana de estrellas.-

“¿Qué os ha perecido? Aquí tenéis el proyecto del nuevo guión. Con los arreglos propios del caso. He tratado de recoger muchas de vuestras sugerencias y aportaciones. La idea es comenzar a ensayar dentro de un par de semanas. Os tenéis que poner el “delantal” del trabajo. Ante todo, naturalidad y sentimiento. Lo que no se siente, difícilmente se transmite. Os comento que Nicolás tiene ya casi asegurada la financiación para la puesta en escena. Él sabe siempre moverse con habilidad, a fin de conseguir un atractivo espacio escénico. Es un mago, para estas cosas organizativas. Parece ser que le van a ceder el coqueto Teatro de la Comedia, desde marzo hasta julio. Yo aún no me lo creo, pero cuando él se propone un objetivo, mueve Roma con Santiago para conseguirlo. De todas formas, pienso que sería bueno iniciar, en su momento, una pequeña gira por algunas provincias españolas, a modo de preparación y ajustes, antes de presentarnos en el “tribunal” de Madrid, en ese momento emblemático de la Primavera”.


José L. Casado Toro (viernes, 29 Diciembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga








viernes, 22 de diciembre de 2017

SORPRENDENTE E INESPERADO INVITADO, EN LA MAÑANA DEL DÍA DE NAVIDAD.

Para el año que termina, la gran cena familiar del 24 de Diciembre se acordó celebrarla en el domicilio de Raquel y Braulio. No forman una familia de extensas ramificaciones, por lo que los asistentes a la mesa fraternal fueron, además de estos anfitriones, sus hijos Nina y Pancho, las dos abuelas Gracia y Luisa, la única hermana de Braulio, Idoa, con su marido Teo y su hijita Lila, grupo al que se sumaba Clara, una tía abuela de los dos hermanos, soltera y hermana de Luisa. Este conjunto familiar fue también incrementado por las dos cuidadoras respectivas de las señoras Gracia y Luisa, llamadas respectivamente Melva y Salaima, de nacionalidad rumana y marroquí, respectivamente. En total 12 personas, cifra o número mágico que ninguno de los asistentes quisieron discutir o incrementar. Aunque parece un listado algo complicado, el lector, con la ayuda de un folio y el correspondiente bolígrafo, comprenderá sin dificultad la estructura genealógico de los presentes en tan grata y sentimental velada de Nochebuena.

¿Cómo transcurrió la típica reunión familiar de esta entrañable Nochebuena, previa al día de Navidad? Siguiendo los consejos de Raquel, fue su marido quien preparó el pavo trufado tradicional que, después de los entremeses ibéricos y una tacita de caldo con aromática hierbabuena, hizo las delicias de todos los comensales, los cuales dieron merecidos parabienes a tan “experto” cocinero. Lógicamente, estos manjares fueron regados con bebida abundante y de calidad, tanto en marcas como en grados alcohólicos (no faltaron tampoco las típicas latas de zumos para los niños). Para los postres, mucho alegró a los comensales la gran bandeja con dulces de Navidad puesta en la amplia mesa y los exquisitos cuencos de fruta fresca caramelizada, inmersa en un baño helado de crema de leche, obra “confitera” de Raquel. Se cantaron los tradicionales villancicos ante el belén, que fueron acompañados por la simpática e infantil escenificación del Misterio realizada por Nina y Pancho, junto a su primita Lila, ante las sonrisas y besos de sus emocionados familiares. También ritual emocionado esas lágrima en el latido de la abuela Gracia, recordando a su difunto Simón con suspiros entrecortados por su falta. Todo resultó fraternalmente feliz, aunque los dos cuñados acabaron discutiendo, animados por el exceso de copas tomadas, sobre el “importante asunto” del futuro derbi Madrid-Barcelona. Ya sobre la una de la madrugada se dio por finalizada la grata velada. Braulio y Teo llevaron en sus vehículos, a sus respectivos domicilios, a las dos abuelas y a sus cuidadoras, además de a la tía Clara.

Había amanecido un soleado pero frío 25 de Diciembre. Todos abandonaron tarde la cama, excepto los niños, con esas ganas incontenibles por jugar y disfrutar de sus vacaciones navideñas. Raquel y Braulio estaban invitados para el almuerzo en casa de sus hermanos pero, tras el desayuno, decidieron excusarse. Se encontraban cansados con la larga cena de Nochebuena y, además, el propio Braulio había agudizado su fuerte constipado con esas gotas de “aguanieve” que le habían caído encima, tras olvidar el paraguas, cuando llevó a la abuela Gracia a su casa.  Pensaron en pasar una mañana tranquila, sin mayores expectativas. Nina y Pancho siguieron con sus juegos, mientras que Raquel preparó otra sopa de cocido con verduras. A este caldo suculento para el almuerzo del día de Navidad, pensaba añadir algunos de los numerosos restos de comida que habían quedado sin consumir en la copiosa cena familiar de la noche anterior. 

Sobre las 12:45 del mediodía, sonó el timbre del piso. Nina salió corriendo para abrir, pues pensaba que sería su amiguita Sofía, del 4º A, que venía a casa para echar un ratito de juego. Cuando la puerta se abrió, la pequeña salió corriendo hacia la cocina “¡Mamá, mamá, hay un hombre grande en la puerta. Trae una maleta con ruedas!” Braulio también se levantó de su mesa de trabajo, donde estaba consultando unos archivos en el ordenador. Quería comprobar quién había llamado. Los cuatro miembros de la familia vieron a un hombre de mediana edad (probablemente andaría por sus cuarenta avanzados) que sonreía al ver la cara de asombro que mostraban los habitantes  de la vivienda. De inmediato, comenzó su necesaria presentación.

“Tengan un buen día de Navidad. Por favor, no quiero que se inquieten. Mi nombre es Lucio y estoy completamente seguro de que en nada me conocen. Por el contrario, yo sé bien sus nombres. Tú (si me permites el tuteo) debes ser Braulio, el marido de Raquel. Y estos dos apuestos pequeñines, se llaman… ¡Vaya , mi memoria cada día es más frágil! Perdonad que me presente así en vuestra casa, en un día tan emblemático como hoy, el 25 de Diciembre. Pero pensé que era la mejor fecha para darme a conocer. Si me permitís que me explique, en pocos minutos os pongo al corriente de la situación”.

Aunque Raquel mostraba un elevado grado de desconfianza, Braulio le dijo al desconocido que pasara y que les aclarara, de manera razonable y convincente, su presencia en el domicilio. Ya sentado en el salón estar y sin quitarse su ajada y bien usada gabardina gris, comenzó a desgranar con frases entrecortadas (se le notaba un patente estado emocional) una sucinta, sorprendente, pero muy necesaria (por aclaratoria) biografía.

“Yo soy hijo natural de un padre, al que nunca conocí. Mi madre tampoco quiso darme datos al respecto, por motivos que evitó razonarme. Parece ser que ese padre genético, de manera muy intermitente, pasó algunas cantidades a mi madre que (no voy a negarlo) tuvo otros contactos afectivos. He de confesar que fueron … numerosos. Entre los documentos y notas guardadas por mi difunta madre, hace meses encontré algún dato que, tras “navegar” por las redes sociales e incluso pedir ayuda a una agencia de detectives, me fueron acercando a la persona que pudiera ser mi padre. Hay una página en Internet que se encarga también de localizar informaciones acerca de personas concretas. Bueno, para abreviar, la agencia me ha facilitado (hace aproximadamente un mes) el nombre de esta persona, con una probabilidad porcentual bastante elevada de exactitud. Y ahora les pido comprensión y serenidad ante lo que les voy a transmitir”.

Tomó un nuevo sorbo de agua, del vaso que Braulio se había prestado a traerle desde la cocina, ante el estado emocional que presentaba a medida que avanzaba en su explicación.

“Con toda probabilidad (faltaría,  para mayor certeza, la prueba del ADN) el nombre de mi padre era Simón. Esta persona formaba matrimonio legal con tu madre Gracia. Tuvo la veleidad de una aventura afectiva con mi difunta madre, que quedó embarazada. Evitó romper su matrimonio y se desvinculó de su responsabilidad paterna. Por las razones que fuesen, mi madre (se llamaba Cándida) no quiso llevar su descendencia genética a los juzgados. Ya os digo, sólo recibió algunas pequeñas y muy ocasionales compensaciones económicas de quien era el padre de su hijo. Te parecerá extraño o inverosímil Raquel, pero tú y yo somos hermanos del mismo padre. Probablemente tu padre, bueno, nuestro padre, ocultó a tu madre esa aventura, de la que nunca habrás tenido conocimiento. Es fuerte lo que acabas de escuchar, pero responde a la realidad”.

Este muy imprevisto “regalo” de Navidad dejó anonadado a Raquel y a su marido. La única hija de la abuela Gracia no sabía qué decir, ni qué creer. En sus 43 años de vida había pensado siempre, sin el menor atisbo de duda, ser hija única del matrimonio formado por sus padres Gracia y Simón. ¿Una aventura de su padre …? ¿Cómo creer a esta persona, con un físico muy diferente al suyo, pero que se mostraba tan convincente en su explicación? ¿Por qué había esperado hasta ahora, en el día de Navidad, para dar tan gran aldabonazo anímico en la estabilidad de su familia? Aquello resultaba en sumo confuso para aplicar una mínima credibilidad. Pero, era evidente que la persona que tenía sentado enfrente y que decía ser su hermano de sangre tendría “papeles” y documentación, que avalaría aquello que con tanta firmeza estaba exponiendo ante ella y su marido. Todo parecía increíble y a la vez verosímil. Estaba tentada de “enseñarle la puerta “ al misterioso visitante cuando Braulio, tratando de racionalizar la situación, entendió que era necesario conocer más del supuesto “hermano” desconocido hasta ahora de su mujer. Por ello le pidió que continuase hablando, con el ánimo que les contase quién era, cómo era su vida… Lucio no desaprovechó la oportunidad y resumió alguna información más acerca de su existencia.

“Bueno, la vida no ha sido generosa conmigo. También reconozco que yo no he colaborado en demasía, pues poco me afané en los estudios. He trabajado en muchas actividades, pero sin la necesaria estabilidad. En los últimos años me he centrado en algo que no me desagrada: el cuidado de jardines. Llevaba la jardinería de varios chalets de la Sierra madrileña. Ciertamente, cometí un grave error con una familia, por el que tuve que pagar con la justicia. Dos años y medio, de los que cumplí casi dos. En la actualidad, me contratan para días o épocas concretas, en algunos servicios de mensajería. Pero, poco más. Pienso estar en vuestra ciudad unos días, pero después volveré a Madrid, donde tengo el pisito de mi madre y esos "trabajillos" que me permiten ir tirando. He venido directamente desde la estación de autobuses y ahora buscaré alguna pensión, para estos cuatro o cinco días que estaré aquí. Lo más importante  (y para eso he venido) era conocer a esa hermana de sangre, con la que nunca he hablado. Hacerlo el día 25, la fecha central de la Navidad, era la mejor decisión, el más hermoso paso adelante, por supuesto, que podía tomar”.

Raquel, un poco más calmada del estrés nervioso en que se había visto sumida, pidió a ese “nuevo hermano” que, en modo alguno, llegara a oídos de su madre esta desequilibrante historia. Esta señora se encontraba muy delicada del corazón y con muchos años sobre su cuerpo. Siempre se había mostrado muy fervorosa de Simón, su difunto esposo, por lo que no quería intranquilizarla ni defraudarla con estos hechos protagonizado por su padre, hacía ya muchísimos años. En cuanto a Braulio, siempre comedido, creyó oportuno invitar a su nuevo “cuñado” al almuerzo que en pocos minutos iban a realizar.

“El piso, como ves, es pequeño. Era poco más que un apartamento y ahora, con los niños, pues nos encontramos a tope. Estamos pensando en cambiar de piso, necesitamos más metros, pero es que nos gusta mucho la zona donde vivimos. Aquí no tenemos espacio adecuado para que te puedas quedar. Sin embargo, dos manzanas más arriba, hay un hostal que está bastante bien. Incluso conozco al dueño, una persona muy responsable en su oficio. Después de comer pasamos por allí y contratamos las noches en que te vayas a quedar en Málaga. No te preocupes por el coste de la estancia, pues yo me encargo de todo. Eres nuestro invitado. Por supuesto, para las comidas, te vienes a casa. Ahora tengo unos días de vacaciones en mi trabajo y te puedo dedicar el tiempo que te agrade, a fin de visitar algunas cosas interesantes, aunque no sé si has estado mucho por esta ciudad”.

Aquella noche, Braulio no tuvo un buen descanso. Tampoco su mujer pudo gozar de muchas horas de sueño El insomnio fue intenso, a pesar de que incluso hubo de tomarse algún calmante a causa del estado emocional que estaba atravesando desde la imprevista visita. Que a los 43 años de vida le apareciera un hermano de sangre, no era una experiencia fácil de sobrellevar. Pero a Braulio, le gustaba hacer bien las cosas. Quería cerciorarse de que esta nueva y desestabilizante experiencia en el seno de su propia familia, estuviera comprobada y sin puntos oscuros. A la mañana siguiente, no dudó en llamar a Serafín, un íntimo amigo al que conoció en los tiempos universitarios. Se seguían viendo pero de tarde en tarde y algunos fines de semana incluso iban a jugar al tenis. Ese amigo trabajaba como inspector de policía. Necesitaba consultarle a fin de que le aconsejara acerca de estos hechos tan imprevistos y de tanto calado para la estabilidad familiar. Aquella misma mañana facilitó los datos básicos necesarios (Lucio estaba muy bien informado acerca de su nueva familia, incluso mostró algunas fotos clarificadoras)  a su amigo, quién trató de tranquilizarle:

“No te preocupes, Braulio. Voy a “mover” un poco la escasa información de que disponemos. Cuando tenga algo en concreto te llamo de inmediato. En principio me parece todo lo que me cuentas algo extraño, pero a veces la vida nos hace llegar sorpresas de este calado. Cosas así pueden suceder, qué duda cabe, aunque también es necesario comprobar, en lo posible, toda su verdad”.

Los días previos a fin de Año fueron gozosos para esta familia, ahora “mágicamente” ampliada. Lucio se mostró receptivo y muy amable con su hermana, cuñado y sobrinos, con los que jugaba y entretenía, para satisfacción de los niños y sus padres. El nuevo pariente fue presentado a Idoa y Teo, en cuyo domicilio fue también acogido con el mayor afecto, sentimiento y hospitalidad. Llevaron a Lucio de visita por los principales monumentos de la ciudad e incluso hicieron alguna excusión a localidades cercanas y emblemáticas de la provincia. Poco a poco, la normalidad fue acrecentándose con el tratamiento de un integrante familiar inexistente hasta hacía muy escasos días. Incluso en algún momento, el nuevo “hermano” de Raquel  manifestó su intención de buscar trabajo en esta ciudad, a donde le haría una especial ilusión trasladarse. Quería estar más próximo a esas raíces genéticas que tanto y tan bien nos sustentan. Obviamente, todos extremaron su prudencia, con el fin de que Doña Gracia en modo alguno conociera la presencia en casa de Raquel de esta persona, hijo natural de su amado y difunto Simón.

Se acercaba la fiesta de Noche Vieja y esas doce tradicionales campanadas que anuncian la llegada de una nueva anualidad. Decidieron pasarla en el domicilio de Teo e Idoa, con los mismos asistentes a la fiesta del 24, pero, además con la asistencia de Lucio. Entre Clara, Idoa y Raquel, tomaron la decisión de presentarlo a las abuelas como un íntimo amigo de la infancia de Braulio, al que no querían dejarlo solo, en esos momentos complicados que suceden a la terrible experiencia de la viudedad. En esos preparativos estaban (el matrimonio precisamente elaboraba en la cocina unas pastas caseras de manteca para los postres, receta de la abuela Luisa,) cuando a eso de las tres de la tarde, víspera del día de Nochevieja, sonó en el bolsillo de Braulio el móvil. Era el inspector Serafín que rogaba a Braulio se desplazara con la mayor presteza a la Comisaría Central, pues tenía que darle una importante información acerca del asunto que tenía entre manos desde hacía cuatro  días.

“La policía se mueve con rapidez, amigo Braulio. Podía haber hablado contigo mucho antes, pero necesitaba atar unos “flecos” importantes sobre tu nuevo “cuñado”. Tenemos ya una cierta evidencia de que este “familiar” pertenece a una banda muy bien organizada, que envía a alguno de sus miembros más cualificados para introducirse en determinadas familias, con el objetivo de aprovechar estos vínculos para sus objetivos financieros y extorsionistas con los grandes capitales. El tema lleva meses en estudio, pero es que la trama está montada con maestría y habilidad. No son unos aficionados, ni mucho menos. Parece ser que tienen sedes en distintos países y desde luego actúan con las espaldas siempre bien cubiertas.

Estamos en pleno estudio de vuestro caso. Por lo que a ti respecta, tu profesión de economista te ha llevado a trabajar en la asesoría inversora de importantes personajes, en su mayoría vinculados al mundo del espectáculo, la cultura, el deporte. Apellidos ilustres a los que esta poderosa organización mafiosa se quiere acercar y actuar para sus intereses ilícitos. Por parte de Raquel, tu mujer, tenemos que ella trabaja como relaciones públicas en una importante cadena de cosméticos, con filiales repartidas por todo el espacio nacional y ahora con nuevas sedes en Francia, Holanda y el Reino Unido. A este personaje le interesa utilizar estos vínculos profesionales para sus objetivos criminales. Pero no queremos dar pasos en falso. Si recibo la orden de mis superiores jerárquicos, procederemos a la detención inmediata de este “individuo” que ha llegado “de manera milagrosa” a vuestras vidas. Me dices que ha prolongado su estancia en Málaga unos días más y que está pensando en trasladarse de manera definitiva a esta ciudad, para fijar su residencia cerca de su “única hermana” y demás familia. Seguiremos con cautela todos sus pasos. Tenéis que seguir actuando con la mayor naturalidad, a fin de que no sospeche nada de que estamos al acecho. Pero no queremos precipitarnos y echar por tierra todo un trabajo de meses”.

En la mañana del día 31, Braulio había quedado con Lucio en su hostal. Necesitaba viajar con urgencia a una importante localidad del norte provincial, donde le esperaba Mr. Jordan. El motivo de tan acelerado desplazamiento era recabar, de este adinerado británico, unas firmas personales para una compleja operación urbanística en la costa occidental y esa gestión no podía esperar, pues la documentación habría de estar plenamente operativa para el dos de enero. Pensaba que era una buena oportunidad para que su cuñado conociera algún monumento o paraje natural en tan emblemática localidad. Almorzarían allí y volverían a la capital con tiempo suficiente para prepararse para la cena de la despedida del Año. Cuando faltaban escasos minutos para las nueve, hora a la que ambos habían quedado, Braulio pidió al recepcionista del hostal que avisara, por favor, de su presencia al residente de la habitación número 26.

El Sr. D. Lucio del Parral ha dejado su habitación durante esta madrugada. Creo que tenía que viajar urgentemente por motivos familiares. Nos ha indicado que su cuñado vendría esta mañana y que le avisáramos de este imprevisto. Ya hemos cargado, en la tarjeta que Vd. nos presentó el día 25, los gastos de estos seis días por la habitación, algunas comidas realizadas por el residente y el consumo normal del minibar. ¿Necesita, por supuesto, una factura?”

Nunca más llegaron a tener noticias de este advenedizo “familiar” que se presentó en sus vidas, durante la soleada mañana del día de Navidad. Serafín recibió la noticia de la “huida o desaparición” de Lucio, con profesionalidad, pero con una evidente frustración y enfado. Reconoció que tenía que haber habido algún “cortocircuito” o chivatazo, que hizo al delincuente “poner tierra de por medio”. Raquel, volvía a ser la hija única de Gracia y Simón. Toda la familia se esforzó  para que la normalidad volviera a sus vidas, tratando de olvidar este enojoso, sentimental y falaz asunto del “hermano” recuperado a los cuarenta. Nadie volvió a hablar del tema. Sólo Braulio guardaba, en la intimidad secreta de su conciencia, la razón última de la discutible decisión que adoptó, tras la esclarecedora entrevista que tuvo con su amigo, el inspector de policía Serafín Trallada, en la tarde del día 30 de diciembre.-


José L. Casado Toro (viernes, 22 Diciembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 15 de diciembre de 2017

CAMBIOS INESPERADOS EN LA SENDA CONVIVENCIAL DE UN HOMBRE EGOISTA.


Las personas pueden cambiar, qué duda cabe. Lo podemos apreciar tanto en su carácter, en su mecanismo de vida, en sus gestos y reacciones, como también, por supuesto, en su diaria apariencia externa. Son muchos los aspectos que pueden gozar o sufrir de esas modificaciones con las que deseamos mostrar una nueva identificación ante los demás, “luciendo” otros rasgos, externos o internos, tanto los de naturaleza física como también, es obvio, esa “silueta psicológica” que nos hace ser de una forma o de otra. Aceptando, en mayor o menos medida, estas afirmaciones, no podemos de igual manera negar, con la evidencia que nos ofrece la experiencia (inmersa en la realidad) de que ese cambio personal no resulta desde luego fácil. Primero, porque esa capacidad o habilidad de “transformación” no es un don que atesoren todas las personas y segundo porque, a medida que los seres humanos vamos acumulando años en nuestro calendario íntimo, esos cambios se tornan casi imposibles ya que tenemos muy definida y marcada nuestra peculiar manera de ser y de actuar. Sin embargo, en la historia que a continuación vamos a relatar, estas últimas premisas no van a resultar tan firmes y permanentes.

Santos Tallar Ley vive sin compañía en un tercero C, no muy amplio en metros cuadrados pero suficiente para sus actuales necesidades de hábitat. Su vivienda se halla inserta en un viejo bloque de cinco plantas, ubicado en la centralidad antigua y algo degradada de la ciudad. Heredó este piso, en el que siempre ha residido, de sus padres, ambos hoy ya en el ingrávido reino de la memoria. Aunque su padre falleció siendo él muy joven, la convivencia con su madre, doña Modesta, se ha prolongado durante largos años, aunque desde hace ocho, este hombre, de carácter huraño, misántropo y profundamente egoísta, perdió el apoyo de un ser que siempre tuvo miradas complacientes y plenas de cariño para el hijo único de sus entrañas.

A sus 48 años de edad, Santos permanece ostentando esa soltería que tiene plenamente asumida. Sus relaciones con la vecindad siempre han estado bajo mínimos, siendo considerado por la mayoría de los habitantes del bloque como una persona rara, que rehúye el trato cotidiano y centrada en una cerrada privacidad muy poco dada a intercambiar palabra alguna con los demás. Se gana la vida, trabajando durante las mañanas, con el reparto domiciliario de publicidad (su libro escolar quedó interrumpido, tras repetidos fracasos con ruidosos enfados paternos, en el 2º de B.U.P). Suma a esos euros ganados por el buzoneo mensual, el trabajo ocasional que le dan en una subcontrata encargada de repartir las pesadas compras que la clientela realiza en un céntrico hipermercado, actividad que sólo lleva a cabo por las tardes. Lo hace viajando en una veterana furgoneta, repleta de voluminosa o más reducida paquetería. Completa estos modestos ingresos con los intereses bancarios de unos depósitos o ahorros puestos a plazo fijo, que su madre se esforzó en reunir con gran tenacidad y sacrificio, especialmente desde que se convirtió en modesta pensionista al quedar viuda de su marido D. Fulgencio, sargento del ejército de tierra. Completando el perfil de este extraño personaje hay que añadir que, también desde hace años, padece grandes fases de insomnio, desequilibrio que trata de combatir sentado ante un anticuado televisor, en el que ve todo tipo de programas, situación que se prolonga, noche tras noche, hasta la profundidad horaria de la madrugada. Con su insociable carácter, carece de amigos, “disfrutando” en soledad el ocio de sus horas libres, con la realización de largos y repetidos paseos a través del laberinto urbano y también con la actividad senderista, aplicada necesariamente durante los fines de semana.

Aquella tarde de un frío y seco diciembre, al volver de uno de sus paseos por la “telaraña” urbana, abrió el buzón de su piso hallando en su interior, entre la numerosa publicidad comercial acumulada, un aviso pendiente de entrega. Tendría que recogerlo, por la no presencia domiciliaria del destinatario, en la estafeta de correos que le corresponde, oficina situada en la zona intermodal de transporte, junto a la estación central de ferrocarriles. Allí se dirigió, en la mañana siguiente, encontrándose con una carta certificada y con acuse de recibo. A pesar de la intriga (procedía de un bufete de abogados, con sede en Madrid, según el membrete del sobre) la guardó en su cartera, a fin de leerla con más tranquilidad cuando volviera a casa para tomar el almuerzo, a eso de las dos y media de la tarde.

“Estimado Sr. Tallar Ley.

Tengo a bien comunicarle que, mediante riguroso sorteo notarial, ha sido Vd. elegido por la suerte (junto a otras dos personas con residencia permanente en territorio español) para recibir una generosa entrega que nuestro representado desea donar, tras su reciente fallecimiento. El nombre del benefactor habrá de permanecer en el anonimato, por deseo expreso del mismo. En contenido y características de la muy importante donación habrán de someterse a las premisas que a continuación le detallo.

Vd. Sr. Santos, habrá de decidir, en un plazo máximo de tres semanas, a partir del recibo de esta misiva, cuál será la naturaleza del regalo que mi representado desea entregar para la ciudad donde resida el beneficiario que haya sido correspondido o designado por la suerte. Es decir, está en sus manos concretar el tipo de donación o regalo con el que la ciudad donde vive va a sentirse agraciada. Le aconsejamos que elija hasta tres opciones, de diferentes cuantías, a fin de que un equipo técnico, cualificado al efecto, decida cuál es la más adecuada, en función del montante económico disponible para esta donación.

Una vez que hayamos recibido y estudiadas sus tres opciones, un representante de este bufete le visitará en su propio domicilio, a fin de que firme personalmente la documentación pertinente. Con ello podrá ponerse en marcha el proceso de donación gratuita a su municipio y la materialización concreta de aquello que haya de ser realizado.

Debo aclararle que nuestro representado ha sido una persona de vida muy azarosa y aventurera. Por sus numerosas actividades ha generado una cuantiosa fortuna. Al no tener herederos directos, por voluntad testamentaria, quiere dejar un legado de generosidad a este país que le ha acogido durante la última década de su existencia. Su ilusión es legar toda su fortuna a tres municipios españoles, a fin de que sean beneficiados con alguna realización que gratifique la convivencia de sus habitantes. En este caso, Vd. (junto a los otros dos beneficiarios de diferentes municipios) tendrá el honor y la responsabilidad de elegir lo mejor que desea, a fin de dotar y mejorar la ciudad en que vive.

Para cualquier otra aclaración, póngase en contacto con alguno de los teléfonos que ponemos a su disposición, al final de esta comunicación. Se le informará cumplidamente al respecto sobre todo aquello que necesite conocer para su mejor compresión y decisión.
Atentamente. Siglo XXI Abogados. Madrid”.

Santos no daba crédito a lo que estaba leyendo, cuando se disponía a dar buena cuenta de un apetitoso plato de lentejas, con chorizo y morcilla, almuerzo que había comprado en un establecimiento de “comidas para llevar” ubicado a pocos minutos de su domicilio. Repasó, una vez más el contenido de la carta y. de forma paulatina, crecía su indignación, entre cucharada y cucharada del alimento que estaba consumiendo. “De modo que me regalan un premio, a mí que nunca me han dado nada, resultando que el premio es finalmente para la ciudad, teniendo yo que decidir precisamente  en qué consiste el “dulce” que va a recibir toda esta gente con la que tan mal me llevo. En realidad no me llevo, porque ellos pasan de mi y yo paso de ellos. Vaya papeleta que me ha tocado. Diría que esto lo ha hecho el Diablo, para reírse de mi pobre persona.” Dicho lo cual, se tomó un par de vasos de tinto clarete, como postre, pues no le gustaban los dulces. En cuanto a la fruta, sólo le apetecía en esta época del año las naranjas y hoy se le había olvidado pasar por ese puestecillo de Abilio para comprarlas. Este paciente frutero, propietario de ese portal tienda las suele vender barata, pues su familia tiene unas tierras de cultivo por la zona de Pizarra o Álora, lo que les permite reducir los precios de venta al público.

Toda la tarde estuvo malhumorado con su suerte, mientras hacía cinco servicios de reparto a otros tantos domicilios repartidos por el plano de la ciudad. Mientras conducía de un lugar a otro, no dejaba de darle vueltas al asunto del regalo.

“El señorito que ha ideado todo esto no debe estar muy bien de la “mollera”” se decía. “Ahora, cuando vuelva a casa, voy a llamar a ese teléfono. A ver si resulta que todo esto es una broma de mal gusto. Aunque no es el Día de los Santos Inocentes, hay por ahí mentes cuadriculadas que se pasan el tiempo en crearnos problemas a los demás. Desde luego, lo que no voy a ser de ninguna manera es un Rey Mago para la gente. Bastante tengo yo con ocuparme de mis cosas.”

A eso de las siete menos cuarto de la tarde, volvió a su piso, no sin antes pasar por el súper para comprarse un par de hamburguesas, de esas que tienen una caducidad inmediata y son ofertadas con hasta un cuarenta por ciento de su precio de coste, para preparar la cena de esa noche. Marcó uno de los números que venían en la enigmática carta y después de pasarle la operadora por dos departamentos del bufete, se puso al teléfono una voz joven que se identificó como Bernardo Ladrillán. Se trataba de un pasante del despacho, que estaba haciendo sus prácticas de abogacía y el que a esas horas del día estaba encargado de realizar una primera atención a los comunicantes. Santos le pidió la confirmación de todo este asunto y que le aclarase realmente quién estaba detrás de toda esta tan generosa donación.

“Por supuesto, Sr. Tallar, que todo el contenido de nuestra carta responde a la más absoluta verosimilitud. Nuestro equipo está integrado por personas de la más seria y reconocida cualificación, profesional y moral. Comprendemos que todo este asunto provoque su desazón y extrañeza, pero debe confiar en nosotros. Ya que muestra tanta insistencia, para ayudar a su sosiego le voy a dar alguna clave explicativa a fin de que entienda el trasfondo de esta muy generosa donación. El benefactor (ya no está entre nosotros) era natural de un país extranjero. Durante su vida parece ser que estuvo implicado en muchos negocios, algunos de los mismos rozando o incurriendo en la ilegalidad. Incluso sufrió detenciones y penas de cárcel. La última fase de su vida la llevó a cabo en nuestro país, donde encontró una grata acogida, respeto de sus habitantes y esa tranquila felicidad que llevaba buscando desde hacía dgrandes res regalosnoblecen precisamente a quien las realiza. De ah, limpiar un tanto su conciencia de algunas operaciones y actécadas. Ya casi en el final de sus días, esta persona se propuso compensar a este país, que con tanto cariño y hospitalidad le acogió, con una parte de todo ese cariño y generosidad afectiva que tanto valoraba y, de paso, limpiar un tanto su conciencia de algunas operaciones y actividades, que no ennoblecen precisamente a quien las realiza. De ahí estos tres grandes regalos que su muy suculenta herencia puede sufragar. Vd. tiene el gran y emblemático honor de ser el intermediario de ese bien que la comunidad donde vive va a recibir. Debería Vd. Sr. Santos sentirse orgulloso de haber sido elegido por la fortuna para tan emocionante y ejemplar intermediación”.

Aquella noche el insomnio se acrecentó en el desequilibrio onírico de Santos. Apenas pudo “pegar ojo”. Se sentía desvalido por el destino. Ahora ya no tenía cerca a su madre, doña Modesta, que con tanta dulzura le aconsejaba y entendía su particular forma de ser. Necesitaba consultar, tal vez desahogarse en conciencia, con un buen amigo o amiga, a fin de que esta persona le ayudara a tomar la decisión más justa y equilibrada. De manera especial, que le hiciera comprender que estaba en su mano hacer un gran bien a esa comunidad de la que se sentía tan separado, aislado e incomprendido. Pero… no tenía amigos. Desde hacía años, sólo vivía para sí mismo, en un marco de egocentrismo enfermizo y falaz. ¿A quién acudir, para hablar, dialogar y solicitar esa ayuda fraternal? ¿Dónde estaría la mano generosa, la voz hermanada, que le ayudara a emprender un profundo cambio en su vida, abierto a la solidaridad con los demás? Tal mal se sentía que al amanecer, telefoneó a Pita, su jefe, para indicarle que tenía que ir al médico. Hoy el buzoneo publicitario habría de esperar.

Estuvo sentado toda la mañana detrás del balcón de su domicilio, observando pacientemente  el bullir de la calle y a toda esa anónima vecindad que latía tras los poco aseados cristales de su pequeño salón-estar, sin nadie con quien hablar, reír o soñar. Pensó en su niñez, en su juventud y en todos esos años perdidos de introversión y ambición personalista. De pronto, vino a su mente una lejana imagen. Esa imagen le recordaba a un hombre de espíritu joven, alegre y servicial, con gran don de gentes que vestía túnica conventual. Se trataba del Hermano Florián.

Este vitalista fraile carmelita, siempre le trató con sencillez, confianza, generosidad y cordialidad, sabiéndole escuchar y aconsejar. Lo consideraba como un gran amigo, su mejor amigo, durante aquellos lejanos años de su adolescencia en los que solía pasar muchos ratos en los salones parroquiales del barrio, junto a otros chicos y chicas de su edad. El tiempo “corrió” y aquel grupo se desintegró, dado que muchos de sus miembros se marcharon a estudiar a otras provincias o buscaron otros vínculos personales, grupales o afectivos. Dejó de visitar a este clérigo o hermano carmelita en la Parroquia del Carmen, del que nunca más había vuelto a saber tras su alejamiento de los círculos eclesiales. A pesar de que habían transcurrido más de tres décadas desde entonces ¿por qué no preguntar por el Padre Florián. ¿Seguiría en la comunidad malagueña? ¿Habría sido trasladado a otras diócesis? ¿Se acordaría aún de aquel joven desorientado al que tanto ayudaba con sus bromas, consejos y dinamismo fraternal?

Aquella misma tarde se dirigió a la ahora “remozada” parroquia, yendo directamente a la sacristía a fin de inquirir información acerca de la persona con la que deseaba contactar. Le indicaron, para su alegría, que efectivamente el Padre Florián se encontraba en la Comunidad. Que podía subir a visitarlo pero que no le agotase mucho con la conversación, dado su delicado estado de salud. Minutos después, ante su presencia estaba una venerable persona en silla de ruedas, revestido con la túnica conventual. A sus 65 años, aquel joven fraile de su adolescencia había cambiado notablemente en su físico, afectado por las secuelas del Párkinson. A pesar de este gran problema, su mentalidad actual mostraba un estupendo nivel. El clérigo carmelita aseguró que le reconocía, aunque en verdad también le veía notablemente cambiado. Desde luego se alegraba mucho de que hubiera ido a visitarle, a pesar de las tres décadas pasadas sin el menor contacto entre ellos. “¿Qué te pasa “Santín” (así le llamaba, en aquellos inolvidable años 80). Te veo nervioso y presa de la preocupación. Cuéntame serenamente lo que te ocurre y desasosiega. Seguro que juntos buscamos y encontramos esa luz que te va a guiar con la mejor solución”.

Tras escuchar el largo monólogo de su inestable interlocutor y sin perder nunca la sonrisa, el venerable fraile guardó unos minutos de silencio. a modo de reflexión, antes de expresar con sabias palabras ese mensaje de paz, amor y racionalidad que deseaba aportar a una persona con síntomas evidentes de desequilibrio.

“Querido y buen Santi: la vida te está ofreciendo, generosamente, una nueva oportunidad que no debes, en modo alguno, desaprovechar. Por las razones que sean ¡ahora no importan! te has apartado egoístamente de tus hermanos y Dios junto al destino han puesto en tus manos el poder entregarles un importante bien material, del que a buen seguro disfrutarán.  Pero, por importante que sea esa donación que con humildad y grandeza vas a transmitir, lo más importante y decisivo para tu vida, para la salud de tu alma, es ese cambio profundo y trascendental con el que vas a revitalizar tu equivocado caminar actual. Vas a dejar de comportarte y pensar enfermizamente en ti mismo y en cambio vas a abrirte, con humildad y esperanza, hacia las necesidades de los demás. Este cambio te hará mucho más feliz. Sentirás que una vida sólo tiene sentido cuando la ponemos al servicio de ese amor fraterno y solidario hacia los demás.”

Han transcurrido once meses, desde aquel feliz y paternal reencuentro del Padre Florián con Santos Tallar. La ciudad en la actualidad dispone, felizmente, de un nuevo gran espacio convivencial, de titularidad municipal. Este centro para la cultura y el ocio ha sido denominado SALÓN MÁLAGA PARA LA SONRISA (título acordado entre Santos y su amigo, el fraile carmelita) en el que además de los servicios administrativos y organizativos, se ha construido un espléndido auditorio, con capacidad para hasta 450 espectadores. Cada fin de semana, sea invierno o verano, se representan en el mismo dos espectáculos, abiertos a la gratuidad del público asistente. En la mañana del sábado hay variadas funciones y juegos, especialmente diseñadas para los niños y los jóvenes, mientras que en el domingo tarde las representaciones y actividades están centradas en un público adulto. El nuevo Salón Málaga para la Sonrisa, convivencial y lúdico, se encuentra ubicado en el amplio solar antes ocupado por dos antiguas salas de exhibición cinematográfica (cerradas hace años y hoy muy degradadas en sus edificaciones) convertidas por la generosidad del misterioso donante en un necesario y dinámico centro para difundir la cultura popular. Entre las numerosas actividades que en él se desarrollan merecen citarse las siguientes: marionetas, teatro de mimos,  representaciones de magia, cine, teatro, danza, bailes populares, conciertos, cantautores, grupos musicales, asambleas y celebraciones de las asociaciones de peñas, escuela de teatro, escuela de cine, exposiciones fotográficas, conferencias y un primer esbozo de lo que en un futuro será la imprescindible cinemateca del municipio. La Banda Municipal de Música, así como la Orquesta Filarmónica también utiliza este espacio para determinados conciertos.

La hábil mano del Padre Florián supo mover los hilos necesarios, a fin de que la Concejalía de Cultura del consistorio malagueño reservara en sus presupuestos la dotación económica para un nuevo puesto laboral. Esta función tiene como misión la adquisición y conservación del material necesario para el funcionamiento del Salón Málaga. El aludido puesto de trabajo, de libre designación, ha recaído en la persona que ha intermediado de manera tan eficaz para la consecución de este gran logro para la cultura social del municipio: Santos Tallar, quien desde ahora afronta con alegría la sucesión de los días, mostrando un espíritu abierto a la sociabilidad y a la amistad solidaria. La ciudad también disfruta del nuevo incentivo lúdico-cultural, muy grato regalo recibido desde el sutil anonimato de la buena voluntad. - 



José L. Casado Toro (viernes, 15 Diciembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga