jueves, 24 de marzo de 2016

DOS ENTRADAS, PARA UN ATRACTIVO ESPECTÁCULO MUSICAL.

Una tarde, mientras volvía de mis clases en la UMA, vi el cartel anunciador de un importante espectáculo musical en la fachada del Teatro Cervantes. Dado el interés que sin duda iba a suscitar esa actuación en Málaga, me acerqué a la taquilla para comprar un par de entradas, a pesar de que la fecha del espectáculo estaba fijada para un mes y medio más tarde. Anticiparse en la adquisición de localidades siempre es positivo, pues así te aseguras una buena butaca, en la ubicación o zona que hayas elegido, permitiéndote mejorar la visión del escenario. Además hay determinadas localidades con precios especiales para colectivos, como son los jóvenes o las personas mayores, que pronto quedan agotadas en su oferta desde que son puestas a la venta. Aquel día guardé las entradas en la billetera, aunque casi siempre lo suelo hacer en otra cartera donde tengo las tarjetas bancarias, y otros documentos de plástico, como son los bono buses, DNI, carnet de conducir, etc.



Normalmente, al llegar a casa, pongo las localidades anticipadas en una carpeta archivadora, no sin antes anotar en la agenda la fecha y hora de ese concreto espectáculo. Sin embargo, en esta ocasión, no lo hice así. Efectivamente escribí los datos de la atractiva actuación en la agenda pero, por alguna razón que no recuerdo, dejé las dos entradas en la aludida billetera. Y allí permanecieron al paso de las horas. 

Unos días más tarde, fuimos a ver una película en el único cine que queda en el centro antiguo de la ciudad. Asistimos a la sesión de las 20:30 y a la salida de la sala decidimos tomar algo de cena en un restaurante italiano cercano. Ya era tarde para esperar a un autobús pues, a esas horas de la noche, la frecuencia de paso en los mismos se hace mucho más dilatada. Por ello tomamos un taxi para la vuelta a casa. Tras pagarle al conductor su servicio, subimos a nuestro domicilio. Al abrir la puerta, reparé en que la billetera no estaba en el bolsillo trasero de mi jeans. Lo más probable es que, tras guardar la vuelta monetaria entregada por el taxista, se me hubiese caído al asiento o al suelo del vehículo utilizado. Y fue precisamente en aquel momento cuando recordé que, además de una cantidad de dinero (no especialmente elevada) también había dejado guardadas en la billetera aquellas entradas adquiridas unos días antes.

Tras el natural nerviosismo de incomodidad y enfado, ante el error en la pérdida, había que poner en marcha los medios adecuados a fin de poder recuperar mi pertenencia. Al margen de la cantidad monetaria que hubiera en la cartera, lamentaba las buenas localidades para el teatro que, en ese momento, ya no se encontraban en mi poder. Realicé sendas llamadas telefónicas a las dos empresas más importantes de los radio-taxis, desde donde difundieron los datos que les aporté por toda la cadena de vehículos conectados a las dos dinámicas centrales para la movilidad de la ciudadanía. Me indicaron que si en las próximas horas no recibía alguna llamada por parte de los taxistas, lo más conveniente sería acudir al Servicio de Objetos Perdidos, dependiente el Ayuntamiento malacitano. Después de dejar pasar un tiempo prudencial, me fui a la cama dejando el móvil encima de la mesita, junto al despertador. Pero el teléfono no sonó en toda la noche.

Dejé pasar unos días y entonces decidí desplazarme a la Oficina Municipal de Objetos Perdidos. Allí fui atendido con amabilidad. Me mostraron unas cajas con carteras y billeteras, pero ninguna era la mía. El funcionario municipal me explicó que la recuperación de objetos solía ser bastante lenta. Que había personas que al encontrarse alguna cartera o documentos solían echarlos en los buzones de correos. Otros, sin embargo, los entregaban a algún efectivo de la policía local o nacional. Ciertamente también había ciudadanos que llevaban directamente ese valor encontrado a la propia oficina, donde en aquel momento me hallaba. Y, por supuesto, los más incívicos, se quedaban con el valor encontrado o echaban al contenedor de residuos aquello que nos les interesaba. Pero lo más sensato era esperar. No sin antes aconsejarme que siempre era conveniente adjuntar algunos datos en el interior de las carteras o billeteras, confiando en la mejor voluntad de aquellos quiénes las encontrasen, para su mejor recuperación.

Las hojas del calendario continuaron su inexorable viaje por las sendas inesperadas del tiempo. Aun sin mucha fe en mi búsqueda, pregunté en las taquillas del teatro si alguien había devuelto esas entradas. Obviamente era una ilusión un tanto infantil, pero quise explorar todas las posibilidades. Una vez allí, ante la previsible respuesta por parte de la Srta. que atendía el servicio de venta, opté por comprar un par de nuevas localidades, pues no quería perderme la asistencia a ese gran espectáculo. Tuve que optar por dos asientos que se hallaban cinco filas más atrás y ya no junto al pasillo central. Me preguntaba si el día de la representación esas dos estupendas localidades perdidas estarían ocupadas. No lo sabría hasta tres semanas más tarde, fecha en la que todos los asistentes disfrutaríamos de la calidad del concierto.

He de aclarar que volví a pasarme, en un par de ocasiones, por la oficina municipal de objetos  perdidos, sin resultado alguno para mi búsqueda. Francamente, las posibilidades de la recuperación ya las asumía como muy remotas. Por cierto, me impresionó comprobar la cantidad de llaveros de viviendas y vehículos, teléfonos móviles, gafas, relojes, paraguas y monederos que allí aguardaban, debidamente clasificados en unas grandes bandejas de plástico. También había algunas máquinas informáticas, como tabletas e iPods. Son muchos los objetos que dejamos olvidados en los autobuses, centros comerciales, cines, parques y otros lugares de la más variada naturaleza. Lo más curioso es que sus propietarios no se esfuerzan en acudir a este centro de atención a la ciudadanía, servicio que es naturalmente gratuito para aquel que solicita la atención correspondiente.

Y un viernes de Enero, llegó el día fijado para la celebración del anhelado concierto. Como era más que previsible, el teatro se hallaba como en sus mejores galas. El recinto estaba completamente atestado de espectadores, pertenecientes a todas las edades aunque con una preeminencia del público juvenil. Una media hora antes del inicio, ocupamos nuestros asientos. Yo sabía perfectamente los números de mis dos primeros asientos, cinco filas más adelante que la que estaba ocupando en ese momento. Transcurrían los minutos y no eran ocupados por nadie. Poco antes de que sonaran los tres avisos para el comienzo del espectáculo, un chico y una chica, de veintipocos años ambos, se acomodaron en esas dos butacas objeto de mi control. Su desenfadada forma de vestir y su look aparencial me hacía identificarlos como dos jóvenes, posiblemente universitarios, amantes de ese tipo de música que los asistentes íbamos a disfrutar.

Dejé transcurrir la primera parte del concierto (aproximadamente unos cincuenta minutos) y al llegar el tiempo del descanso, me aproximé con presteza a ambas personas, las cuales se estaban levantando de sus asientos en ese preciso momento.

“Perdonad que os moleste. Pero os quería hacer una pregunta, si me concedéis unos minutos”. Ambos jóvenes mostraron su extrañeza, pero con una sonrisa en sus rostros me respondieron que no tenían inconveniente alguno. Los tres salimos juntos a la antesala del teatro. 

“Veréis, yo había comprado las dos localidades que estáis ocupando, hace ya casi un mes y medio. Esas dos entradas, las guardé en una billetera que perdí, una semana después. Además en la cartera iba una pequeña cantidad de dinero. Pero lo que me interesa, en este momento, son las entradas. Evidentemente, esas localidades que estáis ocupando no las habéis adquirido en taquilla. Entonces me gustaría conocer, si no os importa y por supuesto sin acritud por mi parte, cómo han llegado estas dos entradas a vuestro poder…”

Pablo (después conocí su nombre) de contextura delgada, con gafas y corte de pelo prácticamente al cero, dada su evidente alopecia, desde el primer momento se mostró dispuesto a colaborar en la explicación. Sin embargo Ana, con unos apliques en sus orejas y un cabello teñido de intenso color morado, calzando ambos las típicas zapatillas Converse blancas, me observaba con una indisimulable extrañeza en el rostro, junto a una expresión de profunda incomodidad ante mi presencia. Fue él, un tanto “nervioso” quien me respondió.

“Bueno, le explico la realidad. Y le pido que no se moleste, por lo que le voy a decir. Yo he comprado las dos entradas por Internet. Además de las páginas web especializadas, que todos conocemos, hay otros “portales” de compra venta para todo tipo de cosas, en las que puedes encontrar los objetos más raros o diversos que busques, siempre a unos precios verdaderamente agresivos por su competitividad. En este caso cada una de las entradas, cuyo coste en taquilla es de 62 euros, me han salido sólo por veinticinco. Tras el pago correspondiente, las he recibido por correo. Le puedo asegurar que no sé quien me las ha vendido. Tampoco es fácil averiguarlo, pues los datos de la página son muy escasos y están bien encriptados. Estas cosas funcionan así. Evidentemente las entradas no llevan la propiedad de nadie, sólo los datos del numero de asiento y fila. Si es verdad todo lo que me cuenta, y no tengo por qué dudarlo, sólo me queda pedirle disculpas. Pero le repito que, en este mundo de lo digital, existe otro comercio  y con una potencialidad que aumenta día tras día”.

Ya estaban sonando los timbres avisando que en pocos minutos comenzaría de la segunda parte del concierto. Comprendí básicamente la situación y evité prolongar una conversación que nos era ciertamente incómoda. Eso sí, antes de separarnos, le hice un breve comentario sobre mi punto de vista de este desafortunado asunto.

“Entiendo perfectamente cómo “funciona” este mercado. Pero os tenéis que poner en mi lugar, también. En esa billetera pudo haber, aparte del dinero y las entradas, alguna tarjeta o documento verdaderamente importante. Y cuando una persona se encuentra con algún objeto que pertenece a otra, debe dar una muestra de honradez y tratar, en lo posible, de hallar a su propietario. Hay una oficina municipal de objetos perdidos… La honradez siempre debe ser un valor por el que debemos luchar. Vosotros que sois muy jóvenes lo iréis comprobando en el día a día de vuestras vidas. Bueno, vamos a volver a este concierto que para mi ya siempre tendrá un significado muy especial”.

Observé que la pareja abandonaba sus asientos, unos minutos antes de finalizar la representación musical. Deduje que deseaban evitar encontrarse de nuevo conmigo. Tras los aplausos y vítores subsiguientes, todos los espectadores abandonando los asientos. La fuerte acústica de la noche, muy bien interpretada, me había hecho vibrar emocionalmente Salí muy satisfecho de haber presenciado una actuación memorable.

Y ya el martes, cuando salía de mi clase en la UMA, observé que alguien se dirigía hacía mi. Reconocí de inmediato a la joven Ana, que venía sola sin su pareja Pablo. Con un escueto “hola” me entregó un sobre blanco en la mano. “Hemos estado pensando en lo que nos dijo y por eso le traigo este sobre. Decirle que sentimos, una vez más, lo que ha pasado”. Tras lo dicho, dio media vuelta y se confundió entre las personas que se dirigían hacia la zona de Ciencias Económicas. Abrí de inmediato el sobre y en su interior estaba mi billetera. Además del dinero, en uno de sus departamentos se hallaba la tarjeta universitaria, con mis datos personales y fotografía.-


José L. Casado Toro (viernes, 25 Marzo 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 18 de marzo de 2016

LUCES Y SOMBRAS, EN LA CRÍTICA ESPECIALIZADA DE CINE.

Para el buen aficionado al cine, la celebración en su lugar de residencia de algún festival cinematográfico, supone no sólo una excelente oportunidad en el visionado de nuevas creaciones fílmicas, sino también para disfrutar todo el grato entorno que rodea y conforma ese mágico arte que nos vitaliza y distrae. Es cierto que durante esos diez días, en que se  desarrollan las diversas sesiones del evento, existe la posibilidad de conocer decenas de nuevas películas, así como de revisar los trabajos de antiguos actores y actrices, a través de ciclos específicos bien seleccionados al efecto. También se organizan actividades paralelas al festival, vinculadas a la música, a la bibliografía, al vestuario, a la gastronomía, a las escuelas de interpretación, a la cartelería, etc, todas ellas vinculadas, lógicamente, con ese mundo de la gran pantalla que se sustenta en la vieja técnica del celuloide o en el soporte digital actual.

Una de las actividades que más enriquecen, a todos aquellos que ostentan con satisfacción el apelativo de cinéfilos, son las mesas redondas y conferencias, protagonizadas por directores, actores, técnicos y analistas del cine. Aprovechando esta última posibilidad, decidí asistir a la conferencia, y posterior debate, protagonizado por Jordí Barnés, un prestigioso crítico cinematográfico que publica semanalmente sus trabajos en un periódico de tirada nacional. También sus crónicas aparecen, con puntual regularidad mensual, en la más afamada y especializada revista del género editada en nuestro país.

En una sala bien repleta por parte de un público heterogéneo, sin duda motivado por la cualificación de un gran especialista en los géneros cinematográficos, el conferenciante inició su exposición planteando una serie de pautas básicas para la realización del adecuado análisis fílmico. Posteriormente se abrió un jugoso turno de preguntas y respuestas que prolongaron la sesión hasta casi la hora y media de duración. A su finalización, cerca ya de las siete y media de la tarde, me desplacé a una cafetería cercana con el objeto de saborear una buena taza de té. Quiso la suerte de que, a los pocos minutos de estar sentado en una de las mesas que habilitan el local, apareciera en el establecimiento el afamado conferenciante, al que minutos antes había estado escuchando en esa actividad de mesa redonda. Venía sólo, con una grueso dossier bajo el brazo. Ocupó una mesita no lejos de la mía y, junto a una taza de café, le fue servida una gran copa, posiblemente bien acomodada de una bebida estimulante. Por uno de esos impulsos, que a veces resultan acertados, me acerqué al lugar que ocupaba este famoso personaje mediático y, tras el correspondiente saludo, me identifiqué como uno de los asistentes a la reciente conferencia que él había, con eficaz maestría, protagonizado.

Para mi sorpresa, este profesional de cuerpo delgado, mirada inquisitiva, sonrisa enigmática y gestos con tendencia a la teatralización, probablemente bien avanzado ya en su cincuentena, me recibió con amabilidad y sencillez, sugiriéndome que trajese mi taza a su mesa, a fin de compartir unos minutos de conversación. Vestía una atractiva camiseta, de tonalidad turquesa clara, con un texto impreso de letras rojas en inglés que decía “If you don´t like this or that, you must dream and live” (frase que, básicamente, puede ser traducida como: Si no te gusta esto o aquello, debes soñar y vivir).

Tras hacerme algunas preguntas, a fin de conocer algo del interlocutor que tenía ante sí, comenzó a desgranar largos monólogos acerca de su profesión de crítico cinematográfico. De forma intercalada, iba yo sugiriéndole algunos aspectos de esta labor en la que, sin duda, él era un experto y consolidado analista. Lo hacía con el ánimo de que profundizara o matizara en cuestiones que me interesaban y que, tal vez, no habían quedado suficientemente desarrolladas en la exposición y debate recién finalizado.

“Efectivamente la documentación previa es imprescindible, cuando te vas a enfrentar ante el visionado de una nueva película. En este sentido, tienes que conocer, de manera prioritaria, quién es la persona que la ha dirigido. Y no me refiero sólo a su currículo profesional, sino que también resulta positivo adentrarse en la personalidad y la biografía humana de aquél que nos va a contar, con imágenes y sonidos, una historia, un relato, un trozo de vida. Y, aunque no sea tan perentorio, igual has de aplicar el mismo método con respecto a los principales intérpretes que intervienen en la cinta. Esta tarea, llamémosla de investigación, te puede aportar claves y datos, a fin de poder comprender muchos de los giros y detalles que aparecen en la trama argumental. Por supuesto que esta labor conlleva un importante esfuerzo temporal, en la construcción de una buena base de datos y demás documentación paralela. En otras palabras, amigo mío, has de conocer muy bien a quién dirige y a quién actúa en el film”.

“No te he de negar que, antes de hacer la correspondiente valoración crítica, he tenido que repetir el visionado de muchas películas. En ocasiones, hasta tres veces o, al menos, partes importantes de la trama. Las empresas distribuidoras, antes de ponerlas en pantalla, suelen enviarnos alguna copia original, a fin de que tengamos oportunidad de analizarlas con más detenimiento, previamente a su estreno. Esto nos permite fijarnos en muchos detalles y aspectos que con un sólo visionado pudiesen pasar inadvertidos. Yo creo que también los buenos aficionados al cine, siempre que ello les fuese posible, debían ver algunas películas en más de una ocasión, para tener una concepción más exacta de las mismas. No es fácil, por supuesto, realizar esta practica repetitiva con las películas de estreno. Al margen de que puedas conseguir alguna película no estrenada, en Internet, las productoras esperan unos dos o tres meses antes de sacar a la venta estas cintas, en formato DVD. Pero, volviendo al principio, ver varias veces determinados films resulta objetivamente enriquecedor, por lo que estas repeticiones y revisiones nos pueden enseñar”.

“¿Y cómo plantear la exposición de la trama argumental? Esta es una cuestión acerca de la que existe bastante controversia. Hay quienes opinan que sólo deben aportarse unas líneas básicas acerca de la historia que el director nos ofrece. Por el contrario hay otros quienes mantienen que el espectador, si lo cree necesario, debe acceder a una completa información sobre el contenido argumental del film que se dispone a visionar. En mi opinión, el critico de cine debe ofrecer una completa narrativa  al espectador aunque sin descubrir, lógicamente, el final o desenlace de la historia. Algunos datos y detalles, fundamentales para el conocimiento argumental, deben estar advertidos mediante los necesarios “spoilers” es decir, que el lector debe conocer a través de esa palabra que, a continuación, va a aparecer en la crítica una información detallada y explícita  que puede impedir la novedad o la sorpresa de quien esté viendo la cinta en cuestión por vez primera”.

Me encontraba entusiasmado, viendo la fluidez expresiva y el afán didáctico de un gran especialista en el análisis crítico de aquellas historias que se proyectan en las pantallas de los cines o en nuestros avanzados aparatos electrónicos, como son las televisiones, los ordenadores, las tabletas digitales o, incluso, en los móviles telefónicos de la última generación. Aunque me avisó de que, en unos diez minutos, tendría que marcharse a fin de asistir a la premier de una comedia, con trasfondo político, que iba a estrenarse en esta edición del festival, pidió al camarero que le llenara de nuevo su copa y entró de lleno en uno de los temas más incómodos que se me había ocurrido plantearle.
  
“Qué quieres que te diga. Desde luego yo siempre me he sentido libre e independiente para hablar y escribir sobre todo aquello que pensaba debía decir. Aunque no te voy a ocultar que esta libertad e independencia del crítico ha podido ser tentada y condicionada en más de alguna ocasión. Pero quienes así lo han intentado se han topado con el muro de la honradez y la valentía, a fin de superar esas más o menos explícitas presiones, en las líneas de lo que escribo y expreso con mis palabras.

Ya sabes, la industria cinematográfica mueve muchos millones e intereses. Cuando tienes un nombre en las páginas de la prensa o en los programas mediáticos, una crítica muy lacerada puede hacer “pupa” en los santuarios inmaculados del interés crematístico. Dicho con otras palabras, puedes reducir o incrementar la asistencia a las salas de proyección, a tenor del sentido con que valores una determinada película. De ahí que tengas que “jugar “ y equilibrar en los terrenos de lo objetivo, lo subjetivo y, por supuesto, en ese criterio de profesionalidad que debe dar sentido a tu trayectoria e imagen. Hay “figuras” que, cuando dices en tus crónicas que su actuación ha dejado mucho que desear, se sienten muy heridas y esperan una próxima oportunidad para “devolvértela”. Pero eso no te debe importar cuando te sientes delante del ordenador o del micrófono. Ir por otro camino sería como engañarte a ti mismo, por encima de tu conciencia. Con respecto a lo que dices de los regalos y otras lisonjas, he decirte que efectivamente existen. Pero el buen crítico debe estar por encima de todo eso”.

Eran ya más de las siete y media, cuando ambos nos levantamos de nuestras sillas. Agradecí su deferencia y, de manera especial, el sentido didáctico con que había revestido sus cualificadas opiniones. Pero antes de que nos separáramos, no pude evitar hacerle otra pregunta.

“La claridad expositiva, que has tenido con respecto a mis interrogantes, la echo en falta cuando leo muchas crónicas de películas, firmadas por prestigiosos analistas en la materia. ¿Por qué utilizáis un lenguaje complicado, barroco, académico, sólo apto para diplomados y especialistas, cuando esos escritos van dirigidos, de manera lógica, a la gran masa del público aficionado?

“Sí, entiendo que en muchas ocasiones nos alejamos de la claridad expositiva y damos la impresión de que estamos hablando a personas de un determinado perfil intelectual. Nuestras crónicas y comentarios han de ser entendidos por la inmensa mayoría de aquéllos que opten por acceder a los mismos. Y, en esta mayoría, hay especialistas en cine y otros muchos que sólo quieren tener una idea de la película que van a elegir, para disfrutarla, o simplemente para contrastar su opinión, tras el visionado. Tal vez pequemos, en más de alguna oportunidad, de arrogancia y engreimiento expresivo. Esta actitud navega en contra de nuestro interés, cual es la de acercarnos a una gran cantidad de lectores y oyentes. Es bueno reflexionar con humildad y, obviamente, rectificar”.

Tras un cordial apretón de manos, buscó en su dossier y me entregó una nueva revista de cine, de periodicidad bimensual, en la que él colabora con una sección dedicada a los nuevos valores del cine español. Lo vi alejarse entre la marea humana que inundaba esa monumental zona de la ciudad, donde se respiraba el grato aroma del azahar mezclado con las vibraciones y latidos del cine.

En aquel instante, percibí la acústica de un gran alboroto. Muchas chicas y jóvenes adolescentes corrían entre gritos enfervorizados hacia un determinado lugar. Me acerqué hacia esa zona para contemplar el espectáculo de éxtasis popular protagonizado por un joven de vaqueros deshilachados y barba de un par de días quien, regalando sonrisas, trataba de abrirse paso por entre el entusiasmo popular de los más jóvenes. A una jovencita de vaqueros short, puntualmente rotos camiseta blanca y linda melena corta, le pregunté acerca de quién se trataba. Me respondió, en medio del griterío y presa de una evidente excitación nerviosa, con una mirada de patente incredulidad. “Pero hombre ¿en qué mundo vives? ¿de verdad no conoces a … ?” Otra vez he vuelto a olvidar el nombre del afamado y bien parecido actor.-  

José L. Casado Toro (viernes, 18 Marzo 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


viernes, 11 de marzo de 2016

PERCEPCIÓN DE CARACTERES, EN UNA FRÍA MAÑANA DE SÁBADO.

En la leyenda o argot popular existe una expresión que suele aparecer con distintas modalidades, según quien la comente o la situación a quien se aplica. Me estoy refiriendo a ese dicho coloquial de que a una persona empieza a conocérsele por su forma de vestir; o por el lenguaje que utiliza para comunicarse con los demás; o por la tonalidad y sensibilidad de su voz; o por la forma como se comporta al conducir su vehículo; o por la sutileza y encanto que refleje su mirada. Y así, un largo etc. que nos ayuda a aproximarnos, en nuestro criterio o mentalidad, a ese familiar, compañero, amigo, vecino, conocido o viandante, sobre el que presumimos tener una visión más o menos certera o inicial acerca de cómo dibujamos su personalidad.

Desde luego, los parámetros que se utilizan para esa concreción identificadora son de lo más variados y sugerentes. Y es en este momento cuando deseo añadir otro criterio que también puede enriquecer ese curioso hábito interpretativo. ¿Cuál es esta nueva modalidad? Pienso que también se puede conocer a una persona, analizando la forma acerca de cómo utiliza el teclado de su ordenador, tableta o móvil telefónico.

Hay algunos que parecen reafirmar su personalidad golpeando sin misericordia esas teclas, reales o virtuales, que lucen sus aparatos electrónicos. Lo hacen provocando una acústica verdaderamente explosiva o “atronadora”, cual si estuvieran tocando algún instrumento de percusión orquestal. Por el contrario hay otros casos en los que vemos cómo son acariciadas, con suavidad y respeto, los elementos de ese abecedario electrónico, que hace surgir en pantalla, de manera casi milagrosa, las mismas letras y signos, que generaba el percutir de los que con más fuerza aplicaban sus dedos. Vayamos, pues, a una historia cercana que, de alguna forma, sustenta este último criterio.

Continuaba el tiempo desapacible, aquel sábado matinal. Aunque en principio no caía la lluvia, la atmósfera se mostraba muy fría y el cielo completamente nublado. Por este motivo, cambié mi primera opción de hacer unas horas de senderismo por la naturaleza y decidí irme a la sala de estudio universitaria que suelo visitar con frecuencia. Allí me concentro mejor en mis lecturas y trabajos. Además evito caer en la tentación de juguetear navegando por las páginas inmensas de Internet.

Al entrar en el amplio salón académico, observé que las luces estaban apagadas. A través de los amplios ventanales, que dan al exterior del edificio, entraba esa modesta luz invernal que, al menos, permitía la lectura. Para mi sorpresa, las numerosas mesas y sillas habilitadas en este recinto estaban desocupadas. Sólo, junto a uno de los ventanales, había una persona, trabajando en su portátil. Era una joven morena de ojos castaños quien, a través de sus rasgos físicos, supuse que era de origen marroquí.

Al ser ella y yo los dos únicos usuarios del amplísimo salón para el estudio, le di los buenos días, saludo al que la chica respondió con una tímida sonrisa. Hice un breve comentario acerca de lo inusual de ver aquel gran espacio tan vacío de estudiantes y también me referí al tiempo exterior tan incómodo y desagradable con el que se nos había presentado el fin de semana. Me respondió unas palabras de acústica baja,  comentando la imagen tan fantasmagórica que ofrecía la facultad aquella mañana de febrero. Después continuó trabajando en su pequeño portátil y yo alegré mi amplia mesa rellenándola con libros, fotocopias, cuadernos y el iPod con los audios.

Dado el intenso frío que soportábamos en aquel desangelado espacio, sin otras personas que templaran el ambiente, los dos únicos usuarios nos cobijamos en nuestra ropa de invierno. En su caso, un abrigo de color azul oscuro y un pañuelo blanco anudado al cuello. Por mi parte, mantuve el aparatoso anorak que traía desde la calle e incluso tuve la tentación de ponerme el gorro de lana con el que salí de casa aquella mañana.

Pasaron “con lentitud” los minutos y, de manera intermitente, avistaba a mi compañera de estudio quien escribía laboriosamente en su ordenador, sentada a dos mesas de distancia. Me llamó la atención la suavidad con que tocaba las teclas de su portátil. En el silencio de aquel amplio espacio, no provocaba ruido alguno su pulsación de las letras. Supuse que estaría elaborando algún trabajo, encargado por su profesor. A veces detenía su escritura informática y tomaba unas notas con su bolígrafo cristalino, en un pequeño cuaderno que tenía junto a sí. Era extremadamente cuidadosa en no provocar molestia alguna, en este caso, al único compañero que tenía en la sala. Si hubiese estado sentado de espaldas a la chica, no hubiera tenido conciencia de que alguien me acompañaba en aquel fantasmagórico espacio para el estudio. Allí, al no ser una biblioteca, está permitido a los usuarios que puedan hablar entre ellos, aunque un cartel en la pared ruega que no se eleve el tono de voz. Otro simpático y significativo cartel indica la prohibición de “jugar a las cartas”.

En un instante concreto, la joven se acercó cuidadosamente a mi cuidadosamente a mi mesa, rogven se acerc usuarios de ese lugar que puedan hablar entre ellos, aunque un cartel en la par mesa. Calzaba unas zapatillas blancas Converse que ella cuidaba no hiciesen ruido al pisar. Me preguntó, con un tono de voz muy delicado, si me sobraba algún bolígrafo rojo que le pudiera prestar, pues tenía que hacer unas correcciones en ese color.

“Por supuesto. Como ves, yo también trabajo con muchos bolígrafos y marcadores de diferente color. Me ayudan a identificar y a clasificar las  ideas y conceptos. Posteriormente, agilizo bastante los repasos y la localización de las cuestiones más importantes, entre todas las páginas y folios manuscritos o impresos.

Por cierto, parece que nadie se anima a venir a este lugar de estudio, siempre tan concurrido, en esta mañana de sábado,. Me resulta curioso verlo tan vacío de estudiantes. Observo que se ha puesto a chispear ahí fuera. Dado el intenso nublado, con el que se había levantado el día, era más que previsible que al final las nubes se decidieran a concedernos un buen regado. Nada, que tenemos un día típicamente invernal”. 

Me respondió afirmativamente, asintiendo varias veces con la cabeza. Hizo algún breve comentario con respecto a mis palabras y volvió a su mesa. Allí continuó “acariciando” las teclas de su pequeño iBook.

Era ya cerca de la media mañana y me apetecía tomar alguna cosa, Pero ya había comprobado, cuando llegué al edificio, que el bar de la facultad se encontraba cerrado. Los sábados son días de escasa concurrencia y entonces a las personas que regentan el servicio no les es interesante mantenerlo abierto. Por este motivo, se había habilitado, en nuestra misma sala de estudio, una máquina automática donde poder comprar botellines de agua y refrescos, además de bolsitas de patatas, chocolatinas, almendras o similares. Aparte del agua, lo más importante es que allí hay otra máquina que sirve vasitos con varias modalidades de cafés. Antes de echar las monedas, me pareció educado ofrecer a mi compañera de sala si le apetecía alguna infusión u otro producto del expositor. Para mi sorpresa, la chica aceptó y agradeció un café solo.

Mientras tomábamos nuestras calientes infusiones, mi interlocutora se mostró algo más locuaz. Pronunciaba perfectamente el castellano, pues eran ya siete los años que sumaban los de su residencia en España. Me preguntó qué estaba estudiando.  Y ya, en ese momento, pude conocer su nombre. Celeste (curioso y bello nombre, para una mujer natural de Marruecos). Esta joven realizaba un curso de postgrado en la actualidad, tras haber finalizado su graduación en Ciencias Económicas.

“Comparto piso con otras tres compañeras, no lejos de esta facultad. Siempre que puedo, me gusta venirme a este activo lugar para estudiar, pues en casa me entretengo en mil cosas y no aprovecho bien el tiempo. A veces suelo irme a la biblioteca, pero me agrada más este espacio porque tanto silencio acaba aturdiéndome. La verdad que aqu lleno de compañeros, el ruid castellano, pues era ya siete años los que llevaba en España.venirme para estudiar a este lugar, pí, cuando está lleno de compañeros, el ruido resulta algo molesto. Pero, desde luego, prefiero el murmullo a un silencio que suele acabar dejándome casi dormida”.

Entre otros temas, comentó que sus padres le apoyaba económicamente, durante su estancia de España.

“Sin embargo, tengo algunas familias en las que ejerzo de cuidadora de niños. Eso también me ayuda para atender a los pequeños gastos. Me gusta mucho el trato con los pequeños. En realidad, estuve a punto de hacer el grado de maestra o pedagoga, pero al final mis padres me convencieron para la Economía. Ellos poseen varios negocios allí en Rabat. Pero a mi me gustaba e ilusionaba estudiar en España y, al final, ellos acabaron aceptando. Llevo casi siete años ya viviendo en este buen y acogedor país”.

Volvimos a nuestras mesas de trabajo. A los pocos minutos, entraron en la sala tres estudiantes, una chica y dos varones, que obviamente conocían a Celeste. Parece ser que habían quedado citados para una reunión del grupo de trabajo que todos ellos formaban. Uno de estos chicos se dirigió a Celeste con palabras recriminatorias, incluso soeces, por algún asunto ocurrido en la tarde del viernes. Ella, de manera prudente, no respondió y comenzó a guardar sus bártulos de trabajo. Por algunas de las duras palabras que él seguía pronunciado (más bien, habría que decir “gritando”), era evidente que este joven era la pareja de Celeste. Vi que la joven, ante la actitud imperativa, descortés e incluso insultante de su compañero, se mostraba avergonzada y humillada, por esa actitud indecorosa que estaba recibiendo delante de todos los presentes El rubor había aflorado a su rostro. “Ya está bien, hombre” fueron las palabras que me atreví a decirle a este chico. Hizo como que no se enteró. A los pocos minutos, los cuatro juntos abandonaron el salón. Antes de marcharse, ella me miró entristecida, de manera fugaz. 

Durante algún tiempo no pude olvidar los hechos de los que fui partícipe y espectador aquella fría mañana invernal. La imagen de la desconsideración verbal que aquella chica había recibido por parte de su pareja, delante de sus compañeros, generaba en mí un profundo rechazo. Me preguntaba cómo una joven agradable, dulce y educada podía aguantar el comportamiento arrogante de un impresentable, que en poco la respetaba. Si esa actitud la mostraba públicamente, que no haría en la privacidad de su relación afectiva. ¡Qué dos caracteres más contrastados los de ambos jóvenes!

No volví a ver a esta chica durante unos meses. Igual no coincidíamos en los horarios o habría vuelto a su país de origen. Pero una tarde de junio, mientras me aproximaba a la facultad para dedicar unas horas al estudio, caminaba por los jardines exteriores al recinto universitario. Entonces escuché detrás de mí una voz que decía “Señor, por favor”. Me volví y ante mi se encontraba Celeste, con el cabello más corto, algo más delgada  y con la misma expresión de inocencia y dulzura. Me saludó, añadiendo unas cortas palabras.

“Lamento mucho lo que tuvo que presenciar aquel día de febrero. Quiero decirle con respecto a ese muchacho que ya no es mi pareja. Ambos rompimos y desde entonces me siento más feliz. Aunque mis padres quieren que vuelva con ellos, he encontrado trabajo en la administración de una empresa, aquí en un Polígono Industrial. El contrato es por tres meses, con posibilidad de renovación. Me siento muy esperanzada, pues ya estoy trabajando en mi especialidad. Quiero agradecerle lo bien que me trató aquella mañana”.

Le deseé toda la suerte del mundo. Me sonrió y la vi alejarse entre setos de flores y árboles que nos protegían con la generosidad de su sombra.-

José L. Casado Toro (viernes, 11 Marzo 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

viernes, 4 de marzo de 2016

EDUCAR PARA EL CIVISMO, EN EL SENO DE UNA SOCIEDAD CONFUSA.

Es una mañana de Primavera, en un centro de formación secundaria al que asisten más de seiscientos adolescentes. En unos minutos intermedios, para el intercambio de aula, dos profesores conversan, mientras preparan unos bloques de exámenes ya corregidos para llevar a sus respectivos grupos de alumnos. Marcos comenta con pesar que, para esa última clase del día, le corresponde la hora de tutoría semanal. Se trata de un joven profesional, titulado en Matemáticas, que superó las oposiciones para docente hace apenas dos cursos. Le confiesa a su compañero de claustro, Braulio, un veterano profesional licenciado en Filosofía, que no tiene nada preparado para esa última clase del día. “Es que han sido muchas horas de clase. Tanto los alumnos como nosotros nos sentimos ya un tanto cansados. Y, para colmo, una hora de tutoría. Veremos cómo la pasamos. Tendría que haberla organizado, pero ahora no me queda más remedio que improvisar”

Mientras ambos caminan por los pasillos del centro, una vez que ha sonado el segundo timbre para el comienzo de la última clase, Braulio sugiere a su compañero que realice alguna actividad útil y formativa, durante esos minutos de acción tutorial, al margen de los contenidos programados en las distintas disciplinas o materias. Y, antes de entrar en sus respectivas aulas, acaba proponiéndole que ambos se reúnan alguna tarde a fin de poder explicarle, con una mayor tranquilidad,  el plan de acción tutorial que él ha ido consolidando a lo largo de sus años de ejercicio en la docencia. Su joven compañero valora y agradece el gesto, quedando ambos para verse en la tarde del viernes de esa misma semana.

Marcos piensa que la veteranía en cualquier profesión siempre es importante aunque, en el caso de la educación para adolescentes, este valor se potencia, dada la complejidad de factores que influyen y condicionan la difícil edad que tienen esos estudiantes. Pensando en su inexperiencia docente, considera que la generosa información que le transmitirá su compañero habrá de serle sumamente útil a fin de mejorar la profesionalidad en su trabajo.

A la hora previamente acordada, en el inicio de ese “finde” primaveral, ambos comparten y disfrutan unas tazas de té en una céntrico establecimiento próximo a la catedral malacitana. El protagonismo inicial de la conversación recae en Braulio, aunque lógicamente se mostrará receptivo a las preguntas que Marcos plantee con respecto a la importante temática de la acción tutorial. Es un campo de actividad en el que este veterano profesor de filosofía ha trabajado en profundidad, durante su ya larga trayectoria en los claustros de la enseñanza.

“No, no me importa que fumes, Marcos, pero entonces nos tendremos que sentar junto a una de las mesitas de la calle. Hoy hace un día esplque realizarasida. Dos personas, de suconsidera que la generosa informaciéndido. De todas formas, estás en una edad maravillosa para abandonar la dependencia de los cigarrillos y favorecer tu salud. Ya sabes  que ese humo, que ensucia tu organismo, te va a pasar factura. No lo dudes. Sé fuerte y aplica la inteligencia. Todo es cuestión de voluntad y buscarle al tabaco un buen sustitutivo” 

La tarde comenzaba de manera distendida. Dos personas notablemente contrastadas, en su edad y experiencia, trataban de hallar un punto de proximidad, con dos objetivos coincidentes. En un caso, compartir para siempre aprender. En el otro protagonista, aprender para también compartir.

“Yo creo que la acción tutorial supone una de las funciones más importantes que todo profesor puede disfrutar, además de explicar y motivar para el aprendizaje de la materia en la que se halle especializado. Y en esta trascendental tarea, la de ayudar en la formación integral de la persona, junto a las entrevistas individuales, la imprescindible relación y coordinación con la familia, además del trabajo en equipo con el resto de los profesores, está por supuesto esa hora semanal de acción colectiva. Curiosamente muchos educadores no saben rentabilizar la valiosa utilidad de esos sesenta minutos semanales, que la estructura horaria pone entre nuestras manos. En este campo, sería interesante que realizaras unas encuestas a tus alumnos acerca de cuáles son aquellos temas que más les interesan, a fin de plantear su comentario en un vivo debate. A buen seguro que los escolares te van a indicar muchas pistas y rutas para que nunca más tiendas a preguntarte ¿y qué hago en esta hora, ya en el final de la mañana?

En mi opinión, compañero Marcos, yo creo que, cada día más, nuestros adolescentes padecen una falta o carencia de formación cívica. En primer lugar, porque el ejemplo que reciben en la sociedad, en los medios de difusión (prensa, radio, televisión, Internet…) y, sobre todo, entre las familias donde están integrados, deja mucho que desear.  En los tiempos que nos ha correspondido vivir, nuestras vidas están  exageradamente aceleradas y no valoramos bien de que los jóvenes de hoy serán las personas adultas en los próximos años. Y ellos van a ser también elementos transmisores de aquello que han recibido de su entorno social, familiar y educativo. La verdad es que, cuando salimos a la calle o en nuestros propios barrios y domicilios, vemos y sufrimos esa carencia de adecuados comportamientos cívicos, no sólo en la gente joven, por supuesto, sino también en muchas personas mayores que deberían extremar el buen ejemplo en sus actos cotidianos”.

“Si, por supuesto, entiendo y comprendo lo que dices, Braulio. Pero a esa hora mágica, de la una y media, después de que por las clases han pasado las Matemáticas, la Historia, los idiomas, la Educación Física, la Biología, el Lenguaje y la Literatura, la Tecnología, la Filosofía… y todas las demás materias, llegas tú, bastante cansado también, a dinamizar la acción tutorial, cuando todos estamos ya deseando la vuelta a casa ¿Qué temas o actividades vas a hacer o vas a poder “vender”, a esa hora de la mañana? Me hablas de la formación cívica… ¿No es así?”

“Efectivamente, te he traído un par de cuartillas, con ideas orientadoras para hablar y comentar en el aula durante esa valiosa hora semanal. Estas sugerencias están centradas, básicamente, en los comportamientos cívicos que, de manera penosa, vamos descuidando y relegando en nuestros actos, frente a otros incentivos más atrayentes y sugestivos. Y el incumplimiento positivo de los mismos degrada y entorpece nuestra convivencia. Te paso esta relación que, obviamente, es incompleta. Planteo un campo abierto de simples ideas para enriquecer, completar y, necesariamente, comentar. Están redactadas de manera esquemática para que, posteriormente, puedan ser desarrolladas. Veamos qué opinión te merecen”.

1.             Es necesario utilizar las papeleras ubicadas en las calles, plazas, jardines y playas.
2.             Las bolsas de residuos deben estar bien cerradas, antes de llevarlas por la noche a sus respectivos contenedores.
3.             Hay que evitar arrojar al suelo papeles, envoltorios, colillas de cigarros y restos de alimentos.
4.             Diferenciemos los residuos en los contenedores de distintos colores.
5.             Evitemos echar residuos líquidos dentro de las bolsas de la basura.
6.             ¿Tiene algún sentido realizar pintadas y grafitis en las paredes, muros y persianas de los edificios?
7.             Es penosa la imagen que ofrecemos al escupir en la vía pública.
8.             Es obligatorio recoger y limpiar los excrementos de nuestras mascotas.
9.             ¿Por qué no barrer y limpiar la puerta de mi piso o establecimiento?
10.          Escupir, pintar, ensuciar y fumar en el ascensor, o en el portal del edificio, perjudica a todos los vecinos y usuarios del inmueble.
11.          Balcones y terrazas lucen más cuando se les adorna con macetas y setos de flores.
12.          Cuidar y embellecer los jardines tiene muchos beneficios para la ciudadanía
13.          Maltratar a los animales es cruel  y envilece a la persona que lo hace.
14.          Guarda tus residuos (latas, envases, papeles, alimentos) en una bolsa cuando salgas a la naturaleza.
15.          Sacudir alfombras desde las terrazas y balcones perjudica a los vecinos que viven debajo o a las personas que pasean por las aceras.
16.          Tender la ropa lavada hacia la vía pública ofrece una imagen estética  poco agradable de ciudad.
17.          En los autobuses, trenes y espectáculos, no deben ponerse los pies encima de los asientos.
18.          Se debe ceder el asiento, tanto en el transporte como en los jardines públicos, a las personas mayores o impedidas.
19.          Hay que ayudar, en sus necesidades de movimiento o traslado, a las personas disminuidas en su autonomía.  
20.          Las bicicletas deben circular por los carriles bici y los peatones evitarán invadirlos.
21.          Circular por los carriles dedicados a los autobuses y taxis ralentiza y entorpece la fluidez del tráfico.
22.          Cuando conduzcas tienes que ceder, con rapidez e inteligencia, el paso a las ambulancias y vehículos de la policía.
23.          Aparcar o detener el coche en doble fila perjudica al tráfico viario y a los vehículos estacionados correctamente.
24.          En modo alguno utilices el móvil cuando estés conduciendo. Hacerlo supone un grave riesgo para tu vida y la seguridad de los demás.
25.          Los peatones ponen en riesgo su vida y el tráfico viario al cruzar y caminar por lugares no señalizados.
26.          En las carreteras, se debe caminar por tu carril izquierdo en los arcenes.
27.          Es necesario extremar el silencio cuando se asiste a los cines, teatros, conciertos, conferencias y bibliotecas.
28.          Hay que enmudecer o apagar el móvil en cines, teatros, conciertos, conferencias y bibliotecas. 
29.          Evita acudir a espectáculos en recintos cerrados, cuando padezcas un fuerte resfriado. No es bueno difundir tus microbios.
30.          No hay que estornudar encima de las demás personas.
31.          Respeta el orden de cola en las paradas de buses, comercios y entradas a los espectáculos. Pregunta quién ocupa el último lugar.
32.          El aseo personal es sumamente importante. Los demás no tienen por qué soportar tu mal olor.
33.          No malgastes el agua de los grifos y baños.
34.          Utiliza el transporte público y, siempre que puedas, practica el saludable e inteligente ejercicio de caminar.
35.          Hacer ruidos con la boca, al consumir alimentos, ofrece una muy penosa imagen.
36.          El sonido elevado de tu equipo de música, televisión o radio puede impedir la tranquilidad y el necesario descanso de tus vecinos.
37.          Cuando entras en un lugar (autobús, biblioteca, tienda, aula de clase, etc.) es siempre conveniente saludar a la persona encargada.
38.          ¿Sueles responder con rapidez, a las cartas y correos que recibes?
39.          No tiene sentido “colgar” imágenes, fotos o textos inapropiados en Internet. Puede ser incluso delictivo.
40.          Cuando tomes fotos, no debes molestar a las personas situadas en el foco de tu objetivo.
41.          ¿Te alegras del éxito de tus compañeros, amigos, vecinos o familiares?
42.          ¿Qué haces cuando encuentras algún objeto de valor perdido en la calle?
43.          Cuando entres en un lugar con el paraguas goteando, busca un paragüero o solicita una bolsa de plástico para guardarlo.
44.          Escucha, con respeto, cuando otro interlocutor esté en el uso de la palabra.
45.          ¿Eres tolerante con las ideas, con la forma de vestir y de comportarse en los demás?
46.          Te sientes bien cuando alguien te presta ayuda  ¿Lo haces tú también con aquellas personas próximas en tu vida?  
47.          ¿Sabes practicar el valor solidario de compartir? Te sentirás mejor si así lo haces.
48.          Respeta a tus mayores y aprende de los niños.
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“Verdaderamente, Braulio, este material me va a resultar muy útil. Su contenido es aprovechable y sugerente. Entiendo que puede faltar alguna que otra aportación. Pero no creo que nada de lo que sugieres en estas cuartillas este sobrando o no pueda ser rentable para su aplicación en el aula.

Estoy también de acuerdo en lo que comentabas al principio. El contexto y la mentalidad social en que nos movemos influye en muchos de los hábitos educativos de los críos. Pero, sobre todo, la influencia y la responsabilidad familiar es más que incuestionable y decisiva, en las respuestas cívicas de los más jóvenes. Habría que someter este cuestionario a muchos padres y a muchas madres. Si desde la infancia los hijos reciben un desacertado ejemplo por parte de sus progenitores, esos penosos hábitos influirán en su carácter y comportamiento social.

Puede ser exagerado creer en los milagros generados desde la escuela, pero desde luego no nos vamos a quedar con los brazos cruzados. No quiero decir con esto que pretendamos crear conflictos de valores familiares, pero desde luego sí debemos razonar y convencer a nuestros alumnos que otro camino es posible a muchos de sus inadecuados o desacertados hábitos cívicos. A través del diálogo no vamos a imponer, sino a convencer”.

Los dos compañeros de claustro continuaron conversando una hora más, en su amistosa y provechosa merienda. Aunque ambos pertenecen a diferentes departamentos didácticos, en su centro de secundaria, las Matemáticas y la Filosofía no son materias tan alejadas o contrastadas para el acercamiento y la proximidad conceptual. En realidad, cualquier materia disciplinaria utiliza una metodología, para la investigación y la enseñanza, que se halla enmarcada en unos parámetros uniformes dentro de la necesaria estructura científica.

La madurez y experiencia consolidada de Braulio sincronizaba perfectamente con la juvenil e ilusionada fortaleza de Marcos. La tarde había sido fructífera para dos profesionales preocupados por mejorar la calidad de su importante trabajo: la formación de todos aquéllos que algún día habrán de regir el protagonismo social.-


José L. Casado Toro (viernes, 4 Marzo 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga