viernes, 22 de diciembre de 2017

SORPRENDENTE E INESPERADO INVITADO, EN LA MAÑANA DEL DÍA DE NAVIDAD.

Para el año que termina, la gran cena familiar del 24 de Diciembre se acordó celebrarla en el domicilio de Raquel y Braulio. No forman una familia de extensas ramificaciones, por lo que los asistentes a la mesa fraternal fueron, además de estos anfitriones, sus hijos Nina y Pancho, las dos abuelas Gracia y Luisa, la única hermana de Braulio, Idoa, con su marido Teo y su hijita Lila, grupo al que se sumaba Clara, una tía abuela de los dos hermanos, soltera y hermana de Luisa. Este conjunto familiar fue también incrementado por las dos cuidadoras respectivas de las señoras Gracia y Luisa, llamadas respectivamente Melva y Salaima, de nacionalidad rumana y marroquí, respectivamente. En total 12 personas, cifra o número mágico que ninguno de los asistentes quisieron discutir o incrementar. Aunque parece un listado algo complicado, el lector, con la ayuda de un folio y el correspondiente bolígrafo, comprenderá sin dificultad la estructura genealógico de los presentes en tan grata y sentimental velada de Nochebuena.

¿Cómo transcurrió la típica reunión familiar de esta entrañable Nochebuena, previa al día de Navidad? Siguiendo los consejos de Raquel, fue su marido quien preparó el pavo trufado tradicional que, después de los entremeses ibéricos y una tacita de caldo con aromática hierbabuena, hizo las delicias de todos los comensales, los cuales dieron merecidos parabienes a tan “experto” cocinero. Lógicamente, estos manjares fueron regados con bebida abundante y de calidad, tanto en marcas como en grados alcohólicos (no faltaron tampoco las típicas latas de zumos para los niños). Para los postres, mucho alegró a los comensales la gran bandeja con dulces de Navidad puesta en la amplia mesa y los exquisitos cuencos de fruta fresca caramelizada, inmersa en un baño helado de crema de leche, obra “confitera” de Raquel. Se cantaron los tradicionales villancicos ante el belén, que fueron acompañados por la simpática e infantil escenificación del Misterio realizada por Nina y Pancho, junto a su primita Lila, ante las sonrisas y besos de sus emocionados familiares. También ritual emocionado esas lágrima en el latido de la abuela Gracia, recordando a su difunto Simón con suspiros entrecortados por su falta. Todo resultó fraternalmente feliz, aunque los dos cuñados acabaron discutiendo, animados por el exceso de copas tomadas, sobre el “importante asunto” del futuro derbi Madrid-Barcelona. Ya sobre la una de la madrugada se dio por finalizada la grata velada. Braulio y Teo llevaron en sus vehículos, a sus respectivos domicilios, a las dos abuelas y a sus cuidadoras, además de a la tía Clara.

Había amanecido un soleado pero frío 25 de Diciembre. Todos abandonaron tarde la cama, excepto los niños, con esas ganas incontenibles por jugar y disfrutar de sus vacaciones navideñas. Raquel y Braulio estaban invitados para el almuerzo en casa de sus hermanos pero, tras el desayuno, decidieron excusarse. Se encontraban cansados con la larga cena de Nochebuena y, además, el propio Braulio había agudizado su fuerte constipado con esas gotas de “aguanieve” que le habían caído encima, tras olvidar el paraguas, cuando llevó a la abuela Gracia a su casa.  Pensaron en pasar una mañana tranquila, sin mayores expectativas. Nina y Pancho siguieron con sus juegos, mientras que Raquel preparó otra sopa de cocido con verduras. A este caldo suculento para el almuerzo del día de Navidad, pensaba añadir algunos de los numerosos restos de comida que habían quedado sin consumir en la copiosa cena familiar de la noche anterior. 

Sobre las 12:45 del mediodía, sonó el timbre del piso. Nina salió corriendo para abrir, pues pensaba que sería su amiguita Sofía, del 4º A, que venía a casa para echar un ratito de juego. Cuando la puerta se abrió, la pequeña salió corriendo hacia la cocina “¡Mamá, mamá, hay un hombre grande en la puerta. Trae una maleta con ruedas!” Braulio también se levantó de su mesa de trabajo, donde estaba consultando unos archivos en el ordenador. Quería comprobar quién había llamado. Los cuatro miembros de la familia vieron a un hombre de mediana edad (probablemente andaría por sus cuarenta avanzados) que sonreía al ver la cara de asombro que mostraban los habitantes  de la vivienda. De inmediato, comenzó su necesaria presentación.

“Tengan un buen día de Navidad. Por favor, no quiero que se inquieten. Mi nombre es Lucio y estoy completamente seguro de que en nada me conocen. Por el contrario, yo sé bien sus nombres. Tú (si me permites el tuteo) debes ser Braulio, el marido de Raquel. Y estos dos apuestos pequeñines, se llaman… ¡Vaya , mi memoria cada día es más frágil! Perdonad que me presente así en vuestra casa, en un día tan emblemático como hoy, el 25 de Diciembre. Pero pensé que era la mejor fecha para darme a conocer. Si me permitís que me explique, en pocos minutos os pongo al corriente de la situación”.

Aunque Raquel mostraba un elevado grado de desconfianza, Braulio le dijo al desconocido que pasara y que les aclarara, de manera razonable y convincente, su presencia en el domicilio. Ya sentado en el salón estar y sin quitarse su ajada y bien usada gabardina gris, comenzó a desgranar con frases entrecortadas (se le notaba un patente estado emocional) una sucinta, sorprendente, pero muy necesaria (por aclaratoria) biografía.

“Yo soy hijo natural de un padre, al que nunca conocí. Mi madre tampoco quiso darme datos al respecto, por motivos que evitó razonarme. Parece ser que ese padre genético, de manera muy intermitente, pasó algunas cantidades a mi madre que (no voy a negarlo) tuvo otros contactos afectivos. He de confesar que fueron … numerosos. Entre los documentos y notas guardadas por mi difunta madre, hace meses encontré algún dato que, tras “navegar” por las redes sociales e incluso pedir ayuda a una agencia de detectives, me fueron acercando a la persona que pudiera ser mi padre. Hay una página en Internet que se encarga también de localizar informaciones acerca de personas concretas. Bueno, para abreviar, la agencia me ha facilitado (hace aproximadamente un mes) el nombre de esta persona, con una probabilidad porcentual bastante elevada de exactitud. Y ahora les pido comprensión y serenidad ante lo que les voy a transmitir”.

Tomó un nuevo sorbo de agua, del vaso que Braulio se había prestado a traerle desde la cocina, ante el estado emocional que presentaba a medida que avanzaba en su explicación.

“Con toda probabilidad (faltaría,  para mayor certeza, la prueba del ADN) el nombre de mi padre era Simón. Esta persona formaba matrimonio legal con tu madre Gracia. Tuvo la veleidad de una aventura afectiva con mi difunta madre, que quedó embarazada. Evitó romper su matrimonio y se desvinculó de su responsabilidad paterna. Por las razones que fuesen, mi madre (se llamaba Cándida) no quiso llevar su descendencia genética a los juzgados. Ya os digo, sólo recibió algunas pequeñas y muy ocasionales compensaciones económicas de quien era el padre de su hijo. Te parecerá extraño o inverosímil Raquel, pero tú y yo somos hermanos del mismo padre. Probablemente tu padre, bueno, nuestro padre, ocultó a tu madre esa aventura, de la que nunca habrás tenido conocimiento. Es fuerte lo que acabas de escuchar, pero responde a la realidad”.

Este muy imprevisto “regalo” de Navidad dejó anonadado a Raquel y a su marido. La única hija de la abuela Gracia no sabía qué decir, ni qué creer. En sus 43 años de vida había pensado siempre, sin el menor atisbo de duda, ser hija única del matrimonio formado por sus padres Gracia y Simón. ¿Una aventura de su padre …? ¿Cómo creer a esta persona, con un físico muy diferente al suyo, pero que se mostraba tan convincente en su explicación? ¿Por qué había esperado hasta ahora, en el día de Navidad, para dar tan gran aldabonazo anímico en la estabilidad de su familia? Aquello resultaba en sumo confuso para aplicar una mínima credibilidad. Pero, era evidente que la persona que tenía sentado enfrente y que decía ser su hermano de sangre tendría “papeles” y documentación, que avalaría aquello que con tanta firmeza estaba exponiendo ante ella y su marido. Todo parecía increíble y a la vez verosímil. Estaba tentada de “enseñarle la puerta “ al misterioso visitante cuando Braulio, tratando de racionalizar la situación, entendió que era necesario conocer más del supuesto “hermano” desconocido hasta ahora de su mujer. Por ello le pidió que continuase hablando, con el ánimo que les contase quién era, cómo era su vida… Lucio no desaprovechó la oportunidad y resumió alguna información más acerca de su existencia.

“Bueno, la vida no ha sido generosa conmigo. También reconozco que yo no he colaborado en demasía, pues poco me afané en los estudios. He trabajado en muchas actividades, pero sin la necesaria estabilidad. En los últimos años me he centrado en algo que no me desagrada: el cuidado de jardines. Llevaba la jardinería de varios chalets de la Sierra madrileña. Ciertamente, cometí un grave error con una familia, por el que tuve que pagar con la justicia. Dos años y medio, de los que cumplí casi dos. En la actualidad, me contratan para días o épocas concretas, en algunos servicios de mensajería. Pero, poco más. Pienso estar en vuestra ciudad unos días, pero después volveré a Madrid, donde tengo el pisito de mi madre y esos "trabajillos" que me permiten ir tirando. He venido directamente desde la estación de autobuses y ahora buscaré alguna pensión, para estos cuatro o cinco días que estaré aquí. Lo más importante  (y para eso he venido) era conocer a esa hermana de sangre, con la que nunca he hablado. Hacerlo el día 25, la fecha central de la Navidad, era la mejor decisión, el más hermoso paso adelante, por supuesto, que podía tomar”.

Raquel, un poco más calmada del estrés nervioso en que se había visto sumida, pidió a ese “nuevo hermano” que, en modo alguno, llegara a oídos de su madre esta desequilibrante historia. Esta señora se encontraba muy delicada del corazón y con muchos años sobre su cuerpo. Siempre se había mostrado muy fervorosa de Simón, su difunto esposo, por lo que no quería intranquilizarla ni defraudarla con estos hechos protagonizado por su padre, hacía ya muchísimos años. En cuanto a Braulio, siempre comedido, creyó oportuno invitar a su nuevo “cuñado” al almuerzo que en pocos minutos iban a realizar.

“El piso, como ves, es pequeño. Era poco más que un apartamento y ahora, con los niños, pues nos encontramos a tope. Estamos pensando en cambiar de piso, necesitamos más metros, pero es que nos gusta mucho la zona donde vivimos. Aquí no tenemos espacio adecuado para que te puedas quedar. Sin embargo, dos manzanas más arriba, hay un hostal que está bastante bien. Incluso conozco al dueño, una persona muy responsable en su oficio. Después de comer pasamos por allí y contratamos las noches en que te vayas a quedar en Málaga. No te preocupes por el coste de la estancia, pues yo me encargo de todo. Eres nuestro invitado. Por supuesto, para las comidas, te vienes a casa. Ahora tengo unos días de vacaciones en mi trabajo y te puedo dedicar el tiempo que te agrade, a fin de visitar algunas cosas interesantes, aunque no sé si has estado mucho por esta ciudad”.

Aquella noche, Braulio no tuvo un buen descanso. Tampoco su mujer pudo gozar de muchas horas de sueño El insomnio fue intenso, a pesar de que incluso hubo de tomarse algún calmante a causa del estado emocional que estaba atravesando desde la imprevista visita. Que a los 43 años de vida le apareciera un hermano de sangre, no era una experiencia fácil de sobrellevar. Pero a Braulio, le gustaba hacer bien las cosas. Quería cerciorarse de que esta nueva y desestabilizante experiencia en el seno de su propia familia, estuviera comprobada y sin puntos oscuros. A la mañana siguiente, no dudó en llamar a Serafín, un íntimo amigo al que conoció en los tiempos universitarios. Se seguían viendo pero de tarde en tarde y algunos fines de semana incluso iban a jugar al tenis. Ese amigo trabajaba como inspector de policía. Necesitaba consultarle a fin de que le aconsejara acerca de estos hechos tan imprevistos y de tanto calado para la estabilidad familiar. Aquella misma mañana facilitó los datos básicos necesarios (Lucio estaba muy bien informado acerca de su nueva familia, incluso mostró algunas fotos clarificadoras)  a su amigo, quién trató de tranquilizarle:

“No te preocupes, Braulio. Voy a “mover” un poco la escasa información de que disponemos. Cuando tenga algo en concreto te llamo de inmediato. En principio me parece todo lo que me cuentas algo extraño, pero a veces la vida nos hace llegar sorpresas de este calado. Cosas así pueden suceder, qué duda cabe, aunque también es necesario comprobar, en lo posible, toda su verdad”.

Los días previos a fin de Año fueron gozosos para esta familia, ahora “mágicamente” ampliada. Lucio se mostró receptivo y muy amable con su hermana, cuñado y sobrinos, con los que jugaba y entretenía, para satisfacción de los niños y sus padres. El nuevo pariente fue presentado a Idoa y Teo, en cuyo domicilio fue también acogido con el mayor afecto, sentimiento y hospitalidad. Llevaron a Lucio de visita por los principales monumentos de la ciudad e incluso hicieron alguna excusión a localidades cercanas y emblemáticas de la provincia. Poco a poco, la normalidad fue acrecentándose con el tratamiento de un integrante familiar inexistente hasta hacía muy escasos días. Incluso en algún momento, el nuevo “hermano” de Raquel  manifestó su intención de buscar trabajo en esta ciudad, a donde le haría una especial ilusión trasladarse. Quería estar más próximo a esas raíces genéticas que tanto y tan bien nos sustentan. Obviamente, todos extremaron su prudencia, con el fin de que Doña Gracia en modo alguno conociera la presencia en casa de Raquel de esta persona, hijo natural de su amado y difunto Simón.

Se acercaba la fiesta de Noche Vieja y esas doce tradicionales campanadas que anuncian la llegada de una nueva anualidad. Decidieron pasarla en el domicilio de Teo e Idoa, con los mismos asistentes a la fiesta del 24, pero, además con la asistencia de Lucio. Entre Clara, Idoa y Raquel, tomaron la decisión de presentarlo a las abuelas como un íntimo amigo de la infancia de Braulio, al que no querían dejarlo solo, en esos momentos complicados que suceden a la terrible experiencia de la viudedad. En esos preparativos estaban (el matrimonio precisamente elaboraba en la cocina unas pastas caseras de manteca para los postres, receta de la abuela Luisa,) cuando a eso de las tres de la tarde, víspera del día de Nochevieja, sonó en el bolsillo de Braulio el móvil. Era el inspector Serafín que rogaba a Braulio se desplazara con la mayor presteza a la Comisaría Central, pues tenía que darle una importante información acerca del asunto que tenía entre manos desde hacía cuatro  días.

“La policía se mueve con rapidez, amigo Braulio. Podía haber hablado contigo mucho antes, pero necesitaba atar unos “flecos” importantes sobre tu nuevo “cuñado”. Tenemos ya una cierta evidencia de que este “familiar” pertenece a una banda muy bien organizada, que envía a alguno de sus miembros más cualificados para introducirse en determinadas familias, con el objetivo de aprovechar estos vínculos para sus objetivos financieros y extorsionistas con los grandes capitales. El tema lleva meses en estudio, pero es que la trama está montada con maestría y habilidad. No son unos aficionados, ni mucho menos. Parece ser que tienen sedes en distintos países y desde luego actúan con las espaldas siempre bien cubiertas.

Estamos en pleno estudio de vuestro caso. Por lo que a ti respecta, tu profesión de economista te ha llevado a trabajar en la asesoría inversora de importantes personajes, en su mayoría vinculados al mundo del espectáculo, la cultura, el deporte. Apellidos ilustres a los que esta poderosa organización mafiosa se quiere acercar y actuar para sus intereses ilícitos. Por parte de Raquel, tu mujer, tenemos que ella trabaja como relaciones públicas en una importante cadena de cosméticos, con filiales repartidas por todo el espacio nacional y ahora con nuevas sedes en Francia, Holanda y el Reino Unido. A este personaje le interesa utilizar estos vínculos profesionales para sus objetivos criminales. Pero no queremos dar pasos en falso. Si recibo la orden de mis superiores jerárquicos, procederemos a la detención inmediata de este “individuo” que ha llegado “de manera milagrosa” a vuestras vidas. Me dices que ha prolongado su estancia en Málaga unos días más y que está pensando en trasladarse de manera definitiva a esta ciudad, para fijar su residencia cerca de su “única hermana” y demás familia. Seguiremos con cautela todos sus pasos. Tenéis que seguir actuando con la mayor naturalidad, a fin de que no sospeche nada de que estamos al acecho. Pero no queremos precipitarnos y echar por tierra todo un trabajo de meses”.

En la mañana del día 31, Braulio había quedado con Lucio en su hostal. Necesitaba viajar con urgencia a una importante localidad del norte provincial, donde le esperaba Mr. Jordan. El motivo de tan acelerado desplazamiento era recabar, de este adinerado británico, unas firmas personales para una compleja operación urbanística en la costa occidental y esa gestión no podía esperar, pues la documentación habría de estar plenamente operativa para el dos de enero. Pensaba que era una buena oportunidad para que su cuñado conociera algún monumento o paraje natural en tan emblemática localidad. Almorzarían allí y volverían a la capital con tiempo suficiente para prepararse para la cena de la despedida del Año. Cuando faltaban escasos minutos para las nueve, hora a la que ambos habían quedado, Braulio pidió al recepcionista del hostal que avisara, por favor, de su presencia al residente de la habitación número 26.

El Sr. D. Lucio del Parral ha dejado su habitación durante esta madrugada. Creo que tenía que viajar urgentemente por motivos familiares. Nos ha indicado que su cuñado vendría esta mañana y que le avisáramos de este imprevisto. Ya hemos cargado, en la tarjeta que Vd. nos presentó el día 25, los gastos de estos seis días por la habitación, algunas comidas realizadas por el residente y el consumo normal del minibar. ¿Necesita, por supuesto, una factura?”

Nunca más llegaron a tener noticias de este advenedizo “familiar” que se presentó en sus vidas, durante la soleada mañana del día de Navidad. Serafín recibió la noticia de la “huida o desaparición” de Lucio, con profesionalidad, pero con una evidente frustración y enfado. Reconoció que tenía que haber habido algún “cortocircuito” o chivatazo, que hizo al delincuente “poner tierra de por medio”. Raquel, volvía a ser la hija única de Gracia y Simón. Toda la familia se esforzó  para que la normalidad volviera a sus vidas, tratando de olvidar este enojoso, sentimental y falaz asunto del “hermano” recuperado a los cuarenta. Nadie volvió a hablar del tema. Sólo Braulio guardaba, en la intimidad secreta de su conciencia, la razón última de la discutible decisión que adoptó, tras la esclarecedora entrevista que tuvo con su amigo, el inspector de policía Serafín Trallada, en la tarde del día 30 de diciembre.-


José L. Casado Toro (viernes, 22 Diciembre 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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