viernes, 4 de septiembre de 2015

COLEGIO Y FAMILIA. ILUSIÓN, MAGIA Y RESPONSABILIDAD EN LA EDUCACIÓN.


De aquí a pocos días, tras el paréntesis lúdico vacacional, retomamos un nuevo ciclo anual en nuestras vidas, siguiendo el calendario escolar abierto para la estación equinoccial del otoño. Este criterio de reiniciación, también se aplica a la construcción o redacción de estos artículos, grata tarea de la que habrá de ser ya su octava temporada. Cada semana, en cada uno de sus viernes, el relato, la reflexión, el comentario, tratará de mantener ese importante valor de la comunicación entre las personas. Por encima de las temáticas, los gustos o las calidades de sus contenidos, siempre debe subyacer en estos escritos el incuestionable e inapreciable tesoro de la amistad, concepto afectivo que da precisamente nombre al blog donde los artículos permanecen archivados.

Y como es también tradición, año tras año, el artículo que focaliza la reflexión de ese primer viernes de septiembre, va a estar dedicado, de manera preferencial, al mundo de la formación educativa. Esta decisión se justifica, tanto por la añorada profesión que gozosamente he ejercido, durante todos los años de actividad laboral, como por la cualificada trascendencia que el servicio educativo ejerce sobre todas aquellas personas que son los más jóvenes de nuestras sociedades para la convivencia.
Vuelta a las aulas de los colegios, los institutos y las facultades universitarias. Cultos espacios dedicados, de manera preferencial, para la enseñanza y el aprendizaje de conceptos de la más variada naturaleza, así como para la aplicación de destrezas y el ejercicio de esas habilidades que la tecnificada vida actual demanda a sus ciudadanos. Sin embargo, muy por encima de todos estos preciados objetivos trabajados en los recintos escolares, se halla la asunción e integración de una amplia gama de valores que permiten dignificar y enriquecer la humanidad de las personas. Todos estos contenidos son necesarios para el desarrollo integran de los escolares.

Desde siempre, padres y madres han dicho a sus hijos algo así como “tienes que ir a la escuela para aprender y donde te educarán para ser una persona de provecho”. Encerrando una gran parte de verdad esta tradicional expresión, resulta en su mensaje meridianamente incompleta. Sobre todo, considerando que, especialmente en la época actual, el contexto extraescolar es también un dinámico  y muy poderoso centro de aprendizaje para la vida. Ya no sólo con la estructura y fuerza mediática que ofrece el mundo de la radio y la televisión, la prensa hablada y escrita, el cine y la literatura, la oferta museística y monumental sustentada en las calles y plazas o en centros específicos para su mejor exposición y conservación, sino también por el asombroso avance de las nuevas tecnologías que la revolución de Internet ha puesto a disposición de toda la ciudadanía. Dicho de una forma coloquial, aprendemos también, de manera continua y casi sin darnos cuenta, fuera del específico ámbito educativo que presiden las aulas escolares.

Ordenadores, tabletas electrónicas o iPads, iPods, smartphones o telefonía con sofisticadas prestaciones multimedia, etc, todos ellos son asombrosas máquinas digitales que ponen a disposición de aquellos que están en la edad de la formación reglada, y también de aquellos otros que ya abandonaron los claustros y recintos escolares, una ilimitada oferta cultural, cuyas redes y mallas se tornan cada vez más inabarcables, para el tiempo real disponible en nuestras vidas. En nuestra lejana infancia mirábamos con reverencial respeto los volúmenes del Espasa, el Sopena, la Larousse e incluso la Enciclopedia Británica, como el súmmum total de la cultura. Hoy, toda la computarización tiene a su disposición el afamado  buscador Google o el multiarchivo Wikipedia a fin de acceder a una diversificada y densa fuente de información y documentación. Vivimos, obviamente, una época que en el futuro será citada y estudiada, en los manuales de Historia, como la asombrosa Era de la Revolución Digital.

Pero, además de todo lo ya expuesto, como versátiles instrumentos para la formación de nuestros alumnos, hay que considerar que éstos nacen, y desarrollan sus dos primeras décadas existenciales, en ese hogar que cada destino ha querido adjudicarles. La familia es el primer y fundamental órgano educacional, para aquéllos que están en la edad más apropiada para el aprendizaje. Especialmente, cuando hablamos de valores éticos, cívicos y espirituales. La familia no puede, alegre e irresponsablemente, declinar sus inalienables derechos y obligaciones, como factor primordial para la educación de los niños y jóvenes. Los padres tienen que asumir que, desde el nacimiento de sus hijos, contraen una responsabilidad irrenunciable para la formación en valores con respecto a los mismos. Eso del “edúqueme Vd. a mis hijos” carece ya de sentido. No es de recibo esa muestra de dejadez, pasotismo y comodidad, que desafortunadamente no pocos padres llevan a cabo, como muestra de un egoísmo deleznable y vergonzante.

Por todo ello, estableciendo una jerarquización de influencias, dentro del marco educacional, tenemos a la acción natural ejercida por la familia, la formación técnicamente reglada en las escuelas, los centros de secundaria y las universidades, la poderosa influencia mediática de la comunicación e Internet y también, por supuesto, la convivencia relacional en el contexto social. Todas estas fuentes y recursos actúan, de una forma interrelacionada, en el camino de la enseñanza y aprendizaje para la vida que los más jóvenes deben recorrer, con la mayor racionalidad y armonía.

Los maestros y los profesores tienen una gran responsabilidad en este reto formativo, en base a la decisión u opción profesional que, con más o menos libertad y acierto, han elegido. El ejercicio docente y educativo es apasionante, notablemente sacrificado y ha de estar dotado de un cierto sentido vocacional. Hay en su hoja de ruta una serie de principios que, en modo alguno deben relajarse en su diaria aplicación escolar. La formación permanente, la adecuada e inteligente preparación diaria de las clases, la utilización de los más variados e imaginativos recursos, la aplicación permanente de la evaluación continua y de la atención a la diversidad, la interrelación armónica de la enseñanza con el aprendizaje, considerar con respeto el valor de la opinión aportada por los alumnos acerca de la metodología aplicada, dentro y fuera del aula, la decisiva e inexcusable aportación psicológica en la acción tutorial, la práctica habitual de los juegos y ejercicios de simulación participativa…… Pero sobre todo, en la escuela de hoy y de siempre, habrá de estar presente la fuerza mimética que ejerce la figura del Profesor, con ese ejemplo modélico que sus alumnos tanto necesitan y aprecian, junto a esa magia con que muchos dotan la atmósfera de sus aulas, haciendo posible convertir lo difícil en fácil, lo árido en interesante y las discrepancias en sonrisas. La autoridad y la libertad deben saber convivir en un tácito o negociado acuerdo para la armonía.

La experiencia de muchos años en el ejercicio de la docencia educacional pone de manifiesto que la raíz última de los conflictos, en que los alumnos y sus profesores se ven implicados, proceden de manera inequívoca del historial familiar. Sería injusto mantener la opinión de que los padres, hoy día, se han relajado totalmente en los deberes que contraen con respecto a la formación de sus hijos. Este tipo de generalizaciones normalmente pueden conducirnos al desafortunado terreno del error. Pero no es menos cierto que los profesores detectan cada vez más, en el seno de la actividad escolar, la evidencia de que muchos tutores familiares aplican graves carencias a la formación de los hijos que, en el ejercicio de su intrínseca libertad, han traído al mundo. El contraste entre el sistema de valores que el niño recibe en la escuela, con aquel que se respira habitualmente en la intimidad del hogar, puede resultar perjudicial para el innegociable equilibrio evolutivo que niño ha de mantener, a fin de sustentar positivamente su vida futura.

La escena nos muestra la entrevista que el profesor mantiene con unos padres, en el tiempo que cada semana está dedicado al ejercicio de la acción tutorial. Puede ocurrir que el motivo de esa reunión esté motivado por alguna incidencia disciplinaria, en la que esté implicado el alumno, o tal vez corresponda a una visita ordinaria, solicitada por la familia o planteada por el profesor tutor. Tras los saludos y las habilidades sociales correspondientes, los interlocutores exponen la información y posicionamientos que estiman convenientes. El tutor lleva consigo un dossier con toda la información necesaria a fin de ser utilizada en el transcurso de la entrevista. En un momento de la misma, explica a los padres la necesidad y utilidad para su trabajo de plantearles algunas preguntas, a fin de conocer mejor la situación que afecta al alumno cuando éste abandona el recinto escolar. El listado de interrogantes es bastante extenso, por lo que el profesional docente va eligiendo aquellos ítems que estima más importantes, para su posterior dinamización tutorial a lo largo del curso. Incluso es frecuente que sobre las preguntas anotadas, surjan otras vinculadas a las respuestas que va recibiendo de unos padres que se pueden mostrar más o menos colaboradores y participativos en la sesión. Citemos algunas de esas preguntas, sobre el alumno y el contexto familiar.

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¿Podrían resumirme cómo Javier suele organizar su tiempo, de lunes a viernes, cuando abandona el Instituto? Y ¿cuáles son sus prioridades, durante los fines de semana y en los períodos vacacionales?

¿Qué clase de obligaciones han encomendado a su hijo, dentro de la vida cotidiana del hogar? ¿Colabora de buen grado en la realización  de esas tareas? ¿Qué asignación económica dispone para sus gastos?

¿Cómo reparte su tiempo de estudio y de ocio, durante el día? ¿Cuáles son las aficiones que más le caracterizan? ¿Establecen, negocian y controlan el tiempo que dedica a la navegación por las redes sociales de Internet y el uso de la televisión?

¿Cuál es el tipo usual de comidas que se realizan en casa? ¿Comen y cenan todos juntos? ¿Cuál es el horario normalizado de esas comidas?  En la mesa ¿usan de los dispositivos móviles, como telefonía, tabletas o iPods?¿Mantienen o no la televisión encendida, durante el almuerzo o en la cena?

Al margen del contenido de las diferentes temáticas ¿qué nivel de diálogo mantienen con su hijo? ¿Negocian los planteamientos o suelen imponer sus criterios? ¿Permiten que su hijo exponga sus propias convicciones y opiniones?

¿Suelen discutir delante de su hijo? En caso afirmativo ¿Cuál es la actitud que éste adopta, antes las discrepancias y conflictos generados entre su padre y su madre?

¿Poseen Vds. un buen conocimiento acerca de las amistades que frecuenta Javier? Suelen venir a casa, para estudiar, preparar los exámenes, ver alguna película o compartir alguna merienda o celebración?

¿Cuáles son los criterios que Vds. adoptan, frente a las buenas acciones o aquellas faltas en que su hijo se ve implicado como protagonista? ¿Podrían narrarme, brevemente, algún caso concreto con respecto a esta cuestión?

¿Se consideran Vds. capaces que manifestar un “sí” o un “no” a las peticiones que les plantea Javi? En todo caso ¿esas peticiones, decisiones o consideraciones, suelen ir acompañadas de algún razonamiento que justifique su exposición?

Por cierto ¿alguno de los miembros de la unidad familiar toma bebidas alcohólicas en casa? En caso afirmativo, ¿con qué frecuencia o nivel? ¿Alguno de Vds. u otros familiares, son dependientes del tabaco u otras sustancias tóxicas?

¿Consideran que sus hijos reciben, en la intimidad del hogar, un buen ejemplo por parte de Vds? ¿Les gustaría haber tenido en su infancia el mismo tipo de educación que hoy proporcionan a sus hijos?

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La cifra de estos once interrogantes podría incrementarse, por supuesto. A buen seguro que el paciente lector encontrará carencias en los contenidos de estas preguntas, pero no es menos cierto que todas ellas, las aquí citadas, están sustentadas en el deseable objetivo de conocer mejor a la persona sobre la que ejercemos la acción tutorial escolar y, sobre todo, profundizar en el contexto ambiental familiar donde aquél crece, evoluciona y madura integralmente.

La acción educativa escolar, con sus conocimientos, habilidades y destrezas y la ética de los valores, es una parte importantísima en la formación del niño o el adolescente. Pero aún lo es más la actitud diaria de unos padres que, en modo alguno, pueden delegar irresponsablemente la educación de sus hijos en la estructura reglada escolar o en el contexto social  en el que se hallen inmersos. Ya es hora de mirar a los ojos de estos y otros padres y hacerles comprender las insoslayables obligaciones que han de asumir con respecto a los hijos que han traído a la vida.

Familia como fundamento, escuela para la vida, sociedad globalizada, gestión de la administración, comunicación mediática, poderío de las redes informáticas…… llega un nuevo septiembre, emprendemos un nuevo reto educativo.-

José L. Casado Toro (viernes, 4 septiembre 2015)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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