viernes, 18 de septiembre de 2015

UN E-MAIL INESPERADO, PARA LA REFLEXIÓN Y EL CONSUELO.


Como sueles hacer, en cada uno de los amaneceres, una de las primeras ventanas que abres a la vida es aquella por la que te asomas al escritorio de tu ordenador. Con este gesto, das un repaso ágil al estado informativo de la prensa, por aquella motivación básica de estar medianamente informado acerca de cómo marchan las cosas, tanto en lo más cercano como en la lejanía de los meridianos. Pero, antes de esa mirada al plano de lo mediático, entras en el listado de tu correo ya que, aparte de la copiosa y aburrida oferta comercial, puede haber alguna comunicación de tipo personal a la que debes priorizar tu atención y respuesta.

Es el caso de lo que ha sucedido esta mañana, cuando aún apenas clareaba. Ves un nombre y apellidos, como autor del envío, cuyos datos te recuerdan o dicen algo en la memoria. De inmediato abres el mensaje y ese comienzo de “querido profesor” ya te pone en situación del origen de la misiva. Rebeca es la autora de un largo y denso correo. Tras una expectante lectura, voy a redactar con mis palabras lo esencial de su contenido, aunque hay párrafos que son literales.

“Querido profesor. No sé si podrá acordarse de mi. Fui alumna suya en tercero de la E.S.O y también en segundo de bachillerato. Repasando unas carpetas de apuntes, he encontrado su dirección electrónica. Me he dicho ¿conservará aún esa dirección de e-mail que nos facilitó el primer día de clase? Sé que ya ha dejado las aulas y, por supuesto, deseo que todo le vaya muy bien. Le comento brevemente como me ha ido a mi. Siempre me gustó el trato con los niños pequeños. Por ser hija única, no pude gozar la experiencia de jugar y tratar con hermanos.

Decidí, tras aprobar (con cierta dificultad) la Selectividad, matricularme en Ciencias de la Educación, a fin de poder dar clases y educar a niños pequeños. Ya titulada, con muy buen expediente, me embarqué en esa aventura de buscar trabajo y, al tiempo, preparar oposiciones para maestra de primaria. Seis años ya que llevo esperando y esperando, sin haber logrado todavía estar al frente de un grupo de niños y niñas. Seguro que conoces (nos decías que agradecías el tuteo) la dificultad a la que ha de enfrentarse el opositor a funcionario. Muy escasas convocatorias, en estos tiempos para el ahorro. Oferta de muy pocas plazas (apenas sustituyen a los profes jubilados) y un gran esfuerzo, de tiempo y coste económico, sin apenas expectativas para conseguir el objetivo que aspiras. En los centros de titularidad privada no hay huecos laborales, salvo que tengas un padrino muy especial. Y en las listas de sustituciones, en los centros públicos, cada año voy detrás de varios centenares de compañeros que aspiran a lo mismo. Ocasionalmente, he tenido algunas horas de trabajo, en el sector de la restauración. Mal pagadas, pues te retribuyen como cinco las 8 o 10 horas reales que entregas al propietario del negocio. 

Bueno, que le voy a contar que no sepa. Lo cierto es que cada día me encuentro más desanimada, triste y con los nervios a flor de piel.  Por eso hoy me he decidido a escribirte. Bueno, a desahogarme un poquito ….. y pedirte algunas palabras o sugerencias que me puedan ayudar. Cuando eras mi tutor, allá en la adolescencia, casi siempre lograbas hacernos sonreír y ver las cosas con optimismo.

Vivo aún con mis padres. Aunque él ahora no tiene trabajo fijo, nos vamos manteniendo de los trabajillos y encargos que le hacen, ya que siempre ha sido un buen electricista. Pero veo que me acerco a la treintena y esta dependencia, sin destino claro, me tiene como aplanada. Quiero tener motivos o razones para la ilusión, pero veo pasar el tiempo y los nubarrones están siempre ahí. La depre aparece de vez en cuando y es muy complicada de sobrellevar y superar. Cuando puedas, me gustaría recibir algunas palabras tuyas, que seguro me serán útiles y llenas de consuelo”.

Y qué le puedes decir a una joven, que ve pasar los años de su juventud, sin poder ejercer aquello para lo que se ha estado preparando, tras largos años de esfuerzo. Que sólo encuentra trabajo “basura” y que un día tras otro espera que la situación realmente cambie, para que todo pueda comenzar a cambiar. Empiezas a mirar lo que dicen unos y otros y lo que decides es cerrar el periódico o la información procedente de aquellos que nos gobiernan. Es un decir. Llegas a la conclusión que sólo las entidades financieras son las que gozan de buena salud, por sí mismas o con la ayuda indisimulada de esos mismos administradores y gobernantes de la cosa pública. De una forma u otra, ellos (los del capital) nunca pierden.

Pero los correos personales han de tener respuesta. Aunque esa respuesta no sea fácil de generar, analizando fríamente la realidad actual. Cuidando expresamente mis palabras, comencé a teclear las siguientes líneas.

“Querida Rebeca. Aunque he trabajado con muchas generaciones de alumnos, me acuerdo de ti, por supuesto. Incluso he repasado tus respuestas al cuestionario que os daba al comienzo de cada curso, y que me servía de ficha personal.

Efectivamente, nos ha correspondido vivir una época un tanto complicada y difícil. Básicamente, en lo profesional o laboral. A unos les afecta más y para otros la situación es más llevadera pero, globalmente, muy pocos pueden estar satisfechos. En todo caso, se trata de esa minoría para quienes la crisis no ha supuesto problema alguno. La inmensa mayoría de ciudadanos, especialmente los más jóvenes, sufren una situación de la que estas personas no son responsables. Todo ello envuelto en una nube de falacias y manipulaciones, que nos hacen sonrojar. 

Pero dicho todo esto, hay que reaccionar. Con valentía y paciencia, al tiempo. Me voy a centrar, de forma específica, en tu persona. Eres joven, tienes salud, puedes vivir con tus padres y gozas de un currículum admirable. Tienes que aplicar diversas estrategias, dentro del plano vivencial en que te hallas. Aunque sean ofertas de trabajo “basura”, al menos tienes una horas de actividad y una compensación económica. Injusta, sin duda, pero que te permite un poquito de oxígeno. Supongo que has tanteado o probado ya el campo de las clases particulares. No sé como te habrá ido. Pero en esa línea de tu preparación, el cuidado de niños pequeños, o de niños “muy mayores” puede ser una interesante posibilidad. En este terreno, la edad media de la población va aumentando, año tras año. La demanda de cuidadores/as de personas, me refiero a personas ancianas, es una ineludible realidad.

Otros jóvenes hacen su “petate” y se lanzan a la aventura por otras tierras, más allá de nuestras fronteras. Claro que es duro, pero vuestra capacidad y juventud puede hacer más llevadera la búsqueda de ese acomodo laboral por  esos otros países donde, además, se puede aprender o mejorar el idioma, destreza hoy tan estimable y necesaria. El inglés se ha convertido en el rey de la comunicación lingüística. Hay que reconocerlo, a pesar de que vivamos en el país donde nació Miguel de Cervantes.

Por cierto ¿has tanteado, en conversación con otros compañeros maestros, la posibilidad de organizar una “guardería” o escuela infantil, donde atender, durante unas horas, a los hijos de padres y madres trabajadoras?

En modo alguno debes descuidar la preparación de esas oposiciones que, más tarde o temprano, los que rigen la Administración se verán obligados a convocar. 

Sé que todo esto que te estoy escribiendo no son acciones fáciles de realizar. Sin embargo, a pesar de su dificultad, siempre es mejor que el lamento, el desánimo o la inacción. Poco más es lo que puedo añadir a este ya largo correo. Sólo ofrecerte la amistad, el diálogo, incluso el consejo, de un antiguo profe, que se ha sentido feliz de recibir el recuerdo generoso de tu memoria.

Seguiremos comunicando. Sigue en la lucha. Mañana podrá…. ha de ser mejor. Un beso”.
 
Han pasado las semanas y los días, pero sin respuesta a estas palabras. Reconozco que al encender cada mañana el escritorio de mi ordenador, tengo la ilusión de hallar un e-mail esperanzado, firmado por Rebeca. Pero ese correo electrónico se muestra tozudo en llegar a mi domicilio. Es más el deseo, que la materialización real del escrito. Sí, reconozco que volví a escribir a mi antigua alumna, preguntándole si las cosas le iban siendo algo mejor, para sus necesidades y anhelos. Pero ese correo llegará, seguro que lo hará, en el momento más inesperado y agradable, tal y como ocurrió en su primera comunicación.

Mientras tanto, camino entre naturalezas desorientadas, los latidos desacomodados de las horas y esas facciones forzadas para las sonrisas. Me agrada gozar con la limpia y fresca brisa que sosiega mi epidermis. Suelo cobijarme bajo ese sol que tonifica y vitaliza, combatiendo la desidia del aburrimiento. Sonrío compartiendo las pequeñas y grandes ilusiones con que teatralizamos la rutina de tantas páginas conocidas. Y pienso, de manera solidaria, en tantos y tantos jóvenes que no quieren dejar de serlo, sin haber tenido un mejor protagonismo en ese gran escenario, en el que todos somos actores y espectadores al tiempo.-  

José L. Casado Toro (viernes, 18 septiembre 2015)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

1 comentario:

  1. Estimado Jose Luis:
    Al leer tu relato, me he sentido bastante identificado con Rebeca, y a medida que iba leyendo, no hacía más que dar movimientos de arriba abajo con la cabeza, puesto que era como si Rebeca fuese yo. Nos tocó vivir tiempos difíciles y convulsos, pero a pesar de todo, hay que seguir adelante. Un afectuoso abrazo de un antiguo alumno suyo.

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