viernes, 10 de octubre de 2014

AQUELLA MALETA PERDIDA, EN EL TRASIEGO VIAJERO DE AGOSTO.


Los finales de este mes vacacional suelen siempre vivirse con una elevada intensidad viajera, tanto en los aeropuertos y estaciones de ferrocarriles, como en las carreteras. En esas todavía cálidas fechas de agosto, completan sus vacaciones millones de personas que han cambiado (por unos días) la evidencia de su rutina, a fin de enriquecerla en otros espacios para la aventura, con el conocimiento y, por supuesto, el ocio recuperador. Fieles compañeros de estos movimientos viajeros son sus equipajes. Mochilas, trolleys, carteras de todo tipo y condición, maletines…. Estos elementos nos prestan un inestimable servicio, bien repletos de ropa, regalos y utensilios o, en otros casos, con elementos más o menos necesarios o prescindibles. Mientras en el tren viajan muy próximos a nosotros, en los aviones lo hacen bajo nuestros asientos, en esas gigantescas bodegas que reposan por el aire.

Siempre llama nuestra atención esa única maleta que da vueltas y vueltas, en la soledad de la cinta transportadora, mientras que sus compañeras de vuelo han sido retiradas ya por los respectivos propietarios. Observaba que ya no quedaba nadie alrededor del mecanismo rotario mientras que, una y otra vez, esa única valija, color gris azulado, entraba y salía del almacén, buscando a un dueño extraviado que, sin duda, lo estaría pasando mal, ante la ausencia de las preciadas pertenencias contenidas en su equipaje. Nadie se ocupaba de ella ni la recogía, dentro ni fuera de ese departamento o almacén. Y pasaban los minutos, que se convierten en horas, pero persistía la soledad que embargaba a su periplo viajero.

A eso ya de las 8:40, en la tarde, al fin un operario se decide a retirarla de la cinta, llevándola sin muchos miramientos a una densificada nave, donde aguardan otras decenas de valijas, de todos los colores, formas y calidades. Para su pesar, en el trasiego del transporte la maleta ha perdido los volantes identificativos. Y para colmo de desafueros, aquel que la rellenó (se nota que su contenido es bastante pesado) se olvidó de ponerle (o tal vez ha sido arrancada) la etiqueta correspondiente con el nombre y la dirección postal del propietario. Su anonimato y orfandad es más que manifiesta.

A muchos kms del Pablo Ruiz Picasso, donde reposa el objeto perdido, Alba, una joven estudiante de derecho, espera y espera, sin encontrar su ansiado equipaje, que debía aparecer en la cinta correspondiente al vuelo procedente de Madrid-Barajas. Hace ya una hora que su avión aterrizó en  el Aeropuerto Internacional de Linate o Enrico Forlanini (Milán), ciudad a la que ha acudido para quedarse en casa de una amiga y participar en un seminario sobre jurisprudencia ambiental, en la primera semana de septiembre. Natural de León, estudia en la facultad salmantina tercer curso del grado de derecho. Durante los veranos, es una apasionada de los viajes, utilizando el transporte aéreo por su rapidez, aunque ella prefiere, siempre que la situación lo permite, desplazarse en tren, medio de transporte en el que se siente más cómoda y segura. Ya ha puesto la reclamación subsiguiente en la ventanilla de equipajes extraviados. Su amiga Crista le tranquiliza, asegurándole que no ha de preocuparse por la ropa y los enseres básicos. Ambas son delgadas y de estatura más o menos similar. Habrá que esperar a la localización de ese maleta gris azulada, que ahora vaga por los almacenes del aeropuerto malacitano, sin que nadie sepa la causa de este cambio inesperado en la trayectoria de su destino. Al menos, el equipaje de mano, con la documentación, ordenador portátil y el móvil, se halla junto a su propietaria que, con la mejor voluntad trata de poner buen rostro a  esa contrariedad imprevista.

Carlos Alberto, veinticinco años. trabaja en el aeropuerto malagueño desde el 2010. Es de nacionalidad argentina y se trasladó, junto a su familia, a esta ciudad mediterránea, buscando todos ellos mejorar su precaria situación económica. Se ocupa, junto a otros compañeros, de trasladar equipajes desde los aviones a los puntos de recogida. La sección a la que pertenece ha de organizar todo el trasiego de  maletas y otros objetos perdidos, en la terminal malagueña. Su capacidad laboriosa y constante ante las obligaciones es reconocida por sus jefes y compañeros. En este viernes, 31 de agosto, le extrañó la llegada al almacén de esa maleta, color gris azulado, que carecía de etiquetas u otros elementos identificativos. Era demasiada casualidad que el equipaje careciera de cualquier dato externo para su necesaria ubicación.

La admirable tenacidad de este joven operario le llevó a manipular las ruedecitas del cierre de seguridad. Era realmente difícil que pudiera tener la oportunidad de llegar a la clave liberadora. Pero la suerte estuvo a su lado pues, por alguna intuición de esas que muchas veces nos ayudan, puso los cuatro sietes, en un segundo intento. De forma automática saltó el cierre de seguridad, haciendo posible (siempre que esa fuera nuestra intención) el desbloqueo y la fácil apertura de la maleta. Se lo comentó a su jefe y ambos decidieron abrir y comprobar el contenido del equipaje. Aparte de la ropa, zapatos y un neceser, para el aseo y la estética, solo encontraron una carpeta con fotocopias de lo que podía ser una comunicación o trabajo elaborado, dentro del ámbito jurídico. Entre esos folios, se encontraba una tarjeta personal, en cuyo anverso aparecían los datos de una persona, los cuales correspondían a una dirección de Salamanca. En el reverso de dicha tarjeta de visita, había escrita una corta frase que decía “le dices a mi hermana Victoria que vas de mi parte. Tiene el despacho, en la Avenida de los Cazadores, 3 izquierda”
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Con estos reducidos elementos, iniciaron la tarea indagatoria correspondiente. Llamaron a la dirección de la tarjeta, pero nadie cogía el teléfono. Quiso la fortuna que en aquélla, apareciera el e-mail informático de esa persona, llamada Jerónimo. Pusieron un correo electrónico al mismo, el cual fue respondido con presteza. Este profesor de Derecho, reconoció de inmediato a quien había facilitado su tarjeta, una de sus mejores alumnas. De esta forma concretó el número de su móvil, que aparecía en la ficha de clase. Con lo que, en pocos minutos, pudieron comunicar con Alba, a la que le explicaron que su maleta había llegado, por error, al aeropuerto de Málaga. La alegría y nerviosismo de la joven fue muy efusivo, preguntando insistentemente cuando podría disponer de sus pertenencias personales. Le aseguraron que en menos de veinticuatro horas llegaría su maleta al aeropuerto de Milán. Y que le sería entregada personalmente, en el domicilio o dirección que ella deseara. Le explicaron básicamente el camino que habían seguido para conocer al propietario de la maleta, datos que ella agradeció, valorando la capacidad y tenacidad que, jefe y operario, habían mostrado en la gestión de su pérdida.

“Estimado Carlos Alberto. Me encuentro eternamente agradecida de la excelente gestión que hiciste de mi pertenencia. No es usual encontrarse con personas tan eficientes en su trabajo. Precisamente, aparte de la incomodidad que me producía la pérdida de la ropa que llevaba, lo más importante era esa comunicación que tenía que presentar en un congreso al que iba a asistir, relacionado con mis estudios de derecho. Como soy un poco cabeza loca, no había tenido la previsión de copiar en el pen drive el contenido del texto. De manera afortunada, tuve la inmensa suerte de disponer de ese material, cuya improvisación siempre es complicada y dificultosa. Me ha llegado todo perfectamente. Te adjunto mi dirección, tanto en Salamanca como en León, donde tengo la residencia familiar. Si en algún momento necesitas de mi ayuda, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Con afecto y reconocimiento. Alba.”

Carlos evitó comentar con nadie lo que, sólo él, había descubierto en el doble fondo de la maleta. Estaba repleto de billetes de 500 euros, bien prensados y envueltos en unas fundas de aluminio y platino tratado. No quiso meterse en líos, dada la naturaleza de su carácter y nacionalidad extranjera con permiso de residencia. Su jefe no se dio cuenta y él tampoco le reveló la existencia de ese doble fondo que estaba muy bien construido. En la carta de agradecimiento, tampoco Alba hacía la menor alusión a esta realidad, pensando que nadie habría notado la existencia de ese doble fondo de su equipaje. Incluso, ni el sagaz operario del aeropuerto.

Alba, Jerónimo, Victoria… incluso Crista…. ¿Qué había detrás de toda esta trama de trasiego ilegal de capitales que, por el más fortuito azar, sólo fue conocida por un tímido joven, que trataba de evitar cualquier problema, dado los tiempos que corren? Carlos Alberto no respondió a ese correo que Alba, junto a otras personas, esperaban a fin de actuar en consecuencia. Carlos prefirió olvidar todo este maloliente asunto. Para su seguridad, resultaría una de las decisiones más acertadas que supo adoptar en el transcurso de su vida.-


José L. Casado Toro (viernes, 10 octubre, 2014)
Profesor

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