viernes, 30 de noviembre de 2012

PROTOTIPOS HUMANOS, EN LA REALIDAD DEL VACÍO.


Son personajes dignos de estudio, ciertamente admirables. Podrían ostentar, entre los galones invisibles de sus uniformes, un distintivo cromado que marcara la habilidad y prestigio a que se han hecho acreedores. Siempre, por su rentable y artística, envidiada y temida al tiempo, versatilidad. Pero ¿a qué prototipo, entre los numerosos roles humanos, nos estamos refiriendo? Pues a uno que sabe medrar, con suculentos beneficios (no siempre de naturaleza material) en el marco variopinto de la “selva” social.

Seguro que te has cruzado, en más de muchas ocasiones, con él. Probablemente lo has padecido, detestado, sufrido, aguantado y compadecido, en tu microcosmos social, laboral o familiar. Ya, ya es momento de ir concretando, quitándole algunos de los ropajes que envuelven teatralmente su imagen, a estos personajes que pueblan la farándula existencial. Su artística creatividad cotidiana consiste en saber y querer decir, en cada momento y a cada uno de nosotros, esto o aquello de lo que necesitamos y queremos escuchar. Es decir, sonrisas para unos. Chascarrillos, para otros. La palabra justa para aquél. El gesto, más que oportuno, para éste. Y si hay que hablar de fútbol, tecnología, filosofía o religión, allá estará él para mantener, y preciadamente habilitar, ese diálogo. Aunque sus fundamentos conceptuales sean más que precarios o estén primorosamente bordados entre alfileres y tramoyas vacías. Hoy aparento seguir a la izquierda. Y, mañana, me identificarán con la derecha, ultra o light. Simplemente es…. la conveniencia o posibilismo del interés. Y tienen su público. Necesitan de su público ¡cómo no! Sí, casi siempre recibimos de su protagonismo aquello que, entre la rutina y el sopor,  se percibe como un goce para sosegar nuestros oídos. Su palabrería, verdadera ingeniería gramatical,  adquiere una categoría deslumbrante, sin necesidad de estar avalada por certificación claustral o académica alguna. Nos embriagan con una metodología acomodaticia, camino del reino de la convicción. La habilidad de que suelen hacer gala es bien sencilla. Ofrecer a cada uno, un poco de su necesidad. La incredulidad que acaban, finalmente, generando hacia ellos mismos (todo es cuestión de tiempo) saben hábilmente compensarla con otros réditos, prebendas y honores que bien, muy bien, saben aprovechar. Actúansociales an aa justa para aquocutores para la convivencia. atismo a la opoprtunidad  para otros. La palabra justa para aqu como esos camaleones de la naturaleza que adaptan su cromatismo periférico a la oportunidad de cada uno de los tiempos, la geografía y demás circunstancias, vinculadas a sus inmediatos interlocutores sociales para la convivencia.

Un día de jornada cualquiera, en la actividad laboral de la empresa. La planta segunda, del macrocentro, está dedicada para la ropa juvenil e infantil, más una sección habilitada a las actividades deportivas y el tiempo libre. Este amplio espacio mercantil se halla bajo la responsabilidad directiva de Cleo (Cleofás, en la pila bautismal, por responsabilidad de padre y madre). Dieciocho años de antigüedad en la empresa en la que entró, siendo muy joven, con titulación de empresariales y el aval decisivo de una convincente carta de presentación. Ha ido, paso a paso, avanzando en la estructura organizativa del Centro Comercial, con una hoja de servicios intachable y modélica. Bien es verdad que, a su formalidad laboral, ha sabido añadir unas dotes comunicativas perfectamente adaptables a la oportunidad y conveniencia de cada momento y persona. Cuando estaba en los “escalafones inferiores”, aplicaba su estrategia abriendo caminos, entre sonrisas y servilismos, con sus jefes inmediatos. Y ahora ya, en los grados superiores de la jefatura, sabiendo tratar la heterogeneidad de los que fueron compañeros de nivel y que, en este momento, se encuentran bajo su autoridad directiva. 

En realidad no le incomoda que le llamen Cleo. Todo lo contrario. Esa familiaridad la considera  como un recurso más en su llaneza comunicativa. Sólo los recién llegados, junto a los más jóvenes (él alcanza las cuatro décadas y media en su cronología) utilizan el Vd e, incluso, Don Cleofás, Para los demás empleados, de venta y servicios, fomenta ese tuteo asequible a la proximidad. Desde muy temprano cada día, ejerce sus funciones con escrupulosa puntualidad y firmeza en las ideas. Los que, más o menos justificadamente, se pudieran retrasar algún minuto en su horario de entrada, reciben la reprimenda correspondiente, light e inundada de sonrisas, con algún que otro punzante sarcasmo que el destinatario sabe leer y captar entre líneas. Al final de la suavizada filípica, la palmadita en la espalda, interesándose por ese crío que acaba de nacer o esa madre que sufre los achaques de la edad. Su fichero cerebral es de privilegio. Conoce y conserva datos múltiples, de los que son sus compañeros de trabajo, información que sabe utilizar y rentabilizar en el lugar y tiempo adecuado. Un verdadero artista en ese equilibrio funambulista  que ejerce  entre la jefatura, la dependencia y la familiaridad.

También es un apasionado de las aventuras. Además de la propia, Merche, maestra de primaria en su colegio de monjas de toda la vida, con la que tiene un par de críos que cursan la secundaria obligatoria, va acumulando en el fuselaje de su conciencia diversas experiencias afectivas, a fin de saciar su dinámica y potente vitalidad. Especialmente las jovencitas de buen ver, casi siempre vinculadas a la amplia nómina que puebla la empresa. Suele intercambiar favores de ubicación y dedicación, a cambio de traviesas experiencias que sosiegan su ego y virilidad. Y aquí aparece Flora, todo dinamismo y juventud, con unos ojos preciosos color ámbar, cabello castaño, liso y muy bien cuidado, con un cuerpo en el que no sobra medio gramo de esa grasa que incomoda. Universitaria, en económicas, luce y embriaga con una sonrisa que impresiona y atrae por lo enigmático de su trasfondo. Nadie sabe mucho de su origen aunque su ubicación en la sección librería viene avalada por alguien de ”los de arriba” en la jerarquía piramidal correspondiente.

Cleo pone sus ojos y deseos en esta “suculenta” y atrayente posibilidad para su historial de conquistas. Estudia, diseña y emprende un plan de acercamiento que le permita conocer, intimar, cercar y vincular a esta nueva pieza de su colección para el ego. Y ella se deja adular y querer. Merche, que bien conoce el carácter y temperamento de su marido, no se incomoda ya por esas horas tardías, de su llegada en la noche, en las que siempre aparece el comentario o excusa acerca de la reunión u obligaciones para la empresa. A su amiga Esmeralda le suele confiar su postura de mujer engañada. “Es como es y así hay que aceptarlo. Yo también vivo mi vida…. Y además están los hijos. Cuando sean algo más mayores, previsiblemente cada uno de nosotros irá por su lado. Sé que no me entiendes pero yo, en este momento, no estoy con la mente preparada para montar un número de ruptura, abogados, separaciones de bienes y empezar de nuevo. Tal vez más adelante. Además, nuestros padres respectivos son gente muy conservadora y tradicional. Por supuesto que las familias también condicionan. Él tiene su aventura y, cuando aquello se aburre, vuelve muy necesitado a mí. Cleo es, en realidad, un niño caprichoso y mal criado,  quien, detrás de su continua y avasalladora teatralización, encierra una personalidad insegura y necesitada ¡Cómo no voy yo a conocerle!”

Flora sabe rentabilizar bien la aventura, con el jefe de la sección dos. Regalos, y de marca, muy bien elegidos para el coste de la tarjeta. Atenciones y privilegios profesionales (en pocas semanas consigue un contrato laboral indefinido, condicionado por tantos compañeros que viven en la provisionalidad, ventajas de las  que casi todos saben el porqué, promesas de un idílico futuro juntos, tras el incómodo y complicado paso de una ruptura familiar, etc. Mientras, Cleo se siente poderoso y victorioso, una vez más, aunque piensa que esta puede ser la ocasión definitiva. Está locamente enamorado de esta joven, por la que siente una pasión irrefrenable. Su cuenta corriente, era previsible, se va debilitando, pues gusta hacer a su amante regalos de impacto que alimenten su poderío y fuerza ante la aventura. Pero todo sea por bien gastado por la compensación de un goce para él incontrolable. Se siente rejuvenecido y con proyectos múltiples para su ambición.

Pasaron algunas semanas, desde que inició su apasionada aventura con la nueva chica de la librería. Pero aquella semana de octubre nunca la va a poder olvidar. Flora deja de asistir a su puesto de trabajo. Nadie sabe el porqué. Trata de contactar con ella, pero el número de móvil ha debido de cambiar. No sabe con quién contactar, pues nada conoce de su familia. Sólo que vivía sola, en un apartamento del cinturón dormitorio que rodea a la capital. Se siente confuso y desbordado por unos acontecimientos que están fuera de su control. Cuatro días más tarde, recibe en su ordenador personal un correo de Flora. Con una gélida frialdad, la chica le confiesa su firme decisión de poner fin a la relación que han mantenido, unión que apenas ha durado tres semanas en sus vidas. No hay más explicación, en esas dos líneas que siembran la desesperación en su destinatario. Deprimido y descontrolado al tiempo, le envía e-mails en cadena, con preguntas, ruegos, lisonjas y servidumbres. Se siente como un pelele ante las dudas, el desconocimiento y el primer gran fracaso en la soberbia de su persona. Ninguno de ellos encuentran respuestas. Desbordado y vacío, ante su pobre realidad, ha de entregarse a la química psiquiátrica, especialmente cuando su mujer, al fin, da ese paso de sinceridad personal consigo misma, tantas veces postergado.

Cleo, el director general le llama a su despacho. Que haga el favor de subir. Parece que es urgente”.
¿Quería hablar conmigo, Sr. Jurado?

Sí, siéntese, tenga la bondad. Sé que está atravesando un momento muy duro en su vida privada que, inevitablemente, está repercutiendo en sus responsabilidades y obligaciones profesionales. Entenderá que esta importante empresa no puede soportar, de manera indefinida, que un anclaje de su maquinaria comience a fallar. Pues ese mecanismo puede repercutir, peligrosamente, en el deterioro de otras estructuras que, en modo alguno, pueden ni deben debilitarse. Voy a ser muy franco con Vd. porque lleva ya años en la empresa y su expediente ha sido positivo y eficaz para los objetivos de nuestro grupo. Si no sabe o puede superar la crisis que tan profundamente le está afectando, nuestra marca no va soportar por más tiempo los riesgos de su desequilibrio. Y le aseguro que yo firmaré, sin que me tiemble la mano, la dureza de esta decisión que puede ser, se lo aseguro, inmediata. Por consideración personal, y por los méritos contraídos, le concedo una semana de plazo para que ponga un poco de orden en su vida. Si no hay respuesta, positiva, por su parte, el lunes próximo firmaré el despido. Y antes de que vuelva a su puesto de trabajo, debo añadirle algo más.

Segundos interminables, en los que el director general guarda silencio, centrando sus ojos en los de su subordinado.

“Mire, Cleo, Flora, mi actual compañera, ha querido pedirme que le transmita su pesar. Pero quiere que la olvide. Definitivamente. Vd. ya no está en su vida. En la que es…. nuestra vida. Así son las cosas. Tiene que aceptarlo y superarlo”.


José L. Casado Toro (viernes 30 Noviembre, 2012)
Profesor


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