viernes, 18 de agosto de 2017

24 FOTOGRAMAS POR SEGUNDO, EN LAS HISTORIAS QUE NARRAN Y AMAN LA VIDA.

Al igual que sucede en otras muchas ciudades españolas, aquellas grandes y acogedoras salas de cine han ido paulatinamente desapareciendo en esta capital de la media Andalucía, reduciendo o modificando el muestrario de nuestras opciones lúdicas y culturales. Esos veteranos y entrañables edificios han sido vendidos, durante las últimas décadas, a la especulación constructora y, por efecto de la piqueta e interés constructivo, sus estructuras arquitectónicas se han transformado en grandes bloques de viviendas, en edificios para albergar numerosos puestos de oficinas o también han surgido en sus extensos solares atractivos y rentables  grandes centros comerciales.

De esta forma, las salas de exhibición cinematográfica han reducido actualmente su capacidad, agrupándose en complejas multisalas que se ubican en zonas alejadas del centro urbano, a las que hay que acudir utilizando el vehículo particular o el transporte público municipal. Sin embargo, en este cambio estructural y de ubicación que ha sufrido la oferta para la asistencia al cine, aún podemos hallar alguna antigua sala en el centro histórico de la ciudad que ha podido resistir este ingrato vendaval transformador para los intereses de empresarios y espectadores. La permanencia de ese único viejo cine, sustentado en el idealismo afectivo de un experimentado promotor o en la inteligente promoción cultural de algunas corporaciones municipales, a modo de  romántico islote en medio de un océano de frívola superficialidad, hace que a los buenos aficionados al séptimo arte aún se nos permita disfrutar con la inmediatez de la gran sala, en cuya pantalla la vida se multiplica con nuevas experiencias, distracciones y empáticas vivencias.

Dacio es uno de estos anónimos  héroes que, en la soledad de su esfuerzo, hace posible el latido de ese viejo cine urbano que, a los buenos aficionados, vitaliza, alegra y conmueve. A sus 46 años de edad, continúa viviendo junto a su querida y anciana madre Ileana, natural de Rumanía. A esta mujer el destino la hizo trasladarse, siendo muy joven, a una ciudad llena de historia, cultura y misterio, en el centro del alma andaluza. Su único hijo, a pesar de haber tenido diversas experiencias relacionales y afectivas, en el transcurso de los años ninguna de ellas le ha hecho pasar por la vicaría o el registro civil de la localidad.

Desde pequeño, su gran y casi única ilusión lúdica era la asistencia al cine. Esta afición fue fomentada gracias a la protección y ejemplo recibido de su tío Andrei, proyeccionista del CINE NOVEDADES. Este gran local, situado en pleno corazón urbano del municipio, ofrecía hasta 500 localidades a todos aquellos que se acercaban a su taquilla, a fin de asistir al gran milagro de visionar una película en la magna pantalla blanca donde toman vida las imágenes en movimiento. Este operador de cabina permitía a su sobrino acompañarle en su trabajo, enseñándole el manejo de los dos grandes proyectores, la unión de las cintas de celuloide en dos únicos grandes rollos que acumulaban kilómetros de cinta perforada y grabada, que iban tomando vida a través de esos 24 fotogramas por segundo de velocidad.  Pero, sobre todo, un buen operador tenía que vigilar la intensidad de la luz, controlando la proximidad de los dos largos carbones conectados a la electricidad, que provocaban el arco voltaico correspondiente para ese haz de luz procedente de la lámpara de Xenón. Si se descuidaba el control de los carbones, la pantalla se oscurecía o por el contrario la cinta del celuloide podía quemarse, originándose esos molestos cortes en la trama que hacían fluir protestas y silbidos entre un público con ganas de bromas en el patio de butacas. Tío y sobrino se esforzaban en controlar esa intensa luz que transformaba los fotogramas en vidas llenas de historias.

Dacio disfrutaba y aprendía en todo este mundo mágico de la gran pantalla. Siendo ya más adulto, había días en que Andrei le dejaba encargado de la cabina, mientras él se desplazaba a resolver algún asunto urgente o imprevisto. El joven proyeccionista demostraba buena destreza y decisión en el oficio, disfrutando con un quehacer que le permitía el regalo añadido de poder visionar decenas y decenas de cintas, pues  cada día se cambiaba una de las dos películas de los programas dobles proyectados. Cuando su tío alcanzó la edad de la jubilación, el propietario de la sala, don Dimas (que también era el empresario de una consolidada cafetería/restaurante en la ciudad)  ofreció a Dacio la opción de quedarse como único operador de cabina.

Pero la asistencia de espectadores a la sala había ido disminuyendo, de forma cada vez más acelerada, con la aparición de los videoclubs y las posibilidades de Internet con sus descargas “libres” de archivos. A causa de ello los proyectores tendrían que funcionar con un único técnico, pues había que reducir costes en un negocio cuyos ingresos disminuían de manera preocupante para los intereses de la propiedad.

Un domingo por las noche, en septiembre, mientras terminaba el tercer pase de la única película que se proyectaba, don Dimas  entró en la cabina. Tenía la intención de mantener una conversación con su responsable empleado.

“Buenas noches, Dacio. Hoy, fin de semana, sólo hemos vendido 46 entradas, sumando las tres sesiones de la tarde/noche. Llevo tiempo preocupado con la situación, pues las cuentas ya no nos salen. Apenas voy a poder este mes afrontar los sueldos del personal. He pensado incluso en el cierre. En realidad somos ya la única sala que permanecemos abierta en el centro de la ciudad. Los multicines de los arrabales trabajan con otros números, pues sus salas son más bien pequeñas y están ubicadas en centros comerciales donde hay decenas de tiendas, algunas de gran tamaño vinculadas a poderosas marcas franquiciadas. Y son estas pequeñas salas las que se llevan a los espectadores. Hay que tomar una decisión, aunque sea dolorosa, para evitar que la “quiebra” económica se haga efectiva. Demi, la taquillera ya ha cumplido los sesenta y tres y Nicolás, el portero, trabaja por las mañanas en su taller de carpintería y también está cerca de los sesenta. Tú llevas conmigo ya veintidós años, realizando  un trabajo muy eficaz y responsable. ¿Ves algún tipo de salida mejor, frente al cierre, a la situación que te estoy comentando?

A la inteligencia de Dacio no le cogió desprevenido todos estos planteamientos de su jefe. Había meditado largamente sobre la viabilidad de un negocio, incardinado en la ilusión de su corazón, cuyos números económicos no equilibraban los gastos correspondientes a su mantenimiento. Su madre Ileana le aconsejaba, una y otra vez, que hiciera lo imposible para que ese único cine, que ella había conocido desde que siendo jovencita llegó a España, no desapareciera. Además era el lugar de trabajo de su hijo, que disfrutaba plenamente con la labor técnica que desarrollaba en cabina. Pero, a todas luces, era necesario un nuevo enfoque  en la gestión a fin de salvar a ese último cine en el centro de la capital que vitalizaba la ilusión de tantos y tantos cinéfilos.

“Efectivamente, don Dimas, prácticamente he “nacido y crecido” en esta querida cabina de cine, primero ayudando y aprendiendo de mi tío y desde hace años controlando todos los mecanismos de proyección. Ver el cierre de ésta, mi segunda casa sería, aparte el trabajo, como perder parte de mi vida. He pensado y repensado sobre la situación y le ofrezco una serie de cambios. Puedo ejercer de empleado polivalente. Se lo explico.

En lo que respecta al personal, si se resuelve a plena satisfacción la relación laboral con Nico y Demi, yo me atrevo a asumir el ejercicio de ambas funciones. Vendo las entradas en taquilla y además me encargo de controlar la puerta para la entrada y salida del público. Se preguntará qué va a pasar entonces con la cabina de proyección. Esta importante cuestión la tengo ya resuelta. Somos uno de los pocos cines en Andalucía que aún siguen proyectado los rollos de celuloide. En la actualidad se ha impuesto el sistema de soporte digital, con todas sus ventajas. El celuloide está prácticamente desaparecido, tanto en las fotografías como en el cine. Las películas vienen ahora en un pequeño ´hard disq´ o disco duro que se conecta a un potente videoproyector. Las calidad de la imagen y el sonido es infinitamente mejor. No hay que estar pendiente de los carbones voltaicos, ni de hacer empalmes de cinta, ni en montar los dos grandes platos para las máquinas. El encuadre en pantalla es automático y una vez que le doy a la tecla del play, el operador puede abandonar la cabina y no volver a ella hasta que haya algún problema en la imagen o en el sonido. La detención de la videoproyección también es automática, cuando el archivo donde está el film ha llegado a su final.  Para que me entienda, si una película la tenemos en casa con un DVD de cuatro gigas, estas películas vienen en los discos duros grabadas en archivos con más de 80 gigas de contenido. De ahí la buena calidad de imagen y sonido. En definitiva, yo me puedo encargar de todo, incluso de la limpieza y las ventas de los botellines y palomitas en nuestro pequeño bar. Estoy dispuesto a ello.

¡Ah, don Dimas una cosa más! Creo que en vez de tres sesiones diarias, sería suficiente con sólo dos. Una a las 6 y otra a la 8 por la tarde. Los sábados  se podrían mantener los tres pases de las películas. Y el lunes lo dedicaríamos al descanso. Con todo lo que le comento, los costes se abaratarían sensiblemente”.

Aunque ya conocía su permanente disponibilidad y responsable buen hacer, el veterano empresario quedó impresionado con la clarividencia de su proyeccionista y la convincente firmeza que mostraba para tratar de salvar el cine Novedades, que dentro de tres años cumpliría sus primeros sesenta años de vida (había sido inaugurado en el ya lejano 1960). Creyó en él, dejándole libertad para que llevara a cabo esos arriesgados proyectos, a pesar de que en los últimos años había recibido diversas ofertas inmobiliarias, para construir en el apetecido solar un nuevo bloque de viviendas. Pero es que don Dimas  también era un enamorado del séptimo arte. Este cine había sido un ilusionado proyecto de su padre y le dolía desprenderse de un edificio que con tanto cariño y esfuerzo había levantado su progenitor, pasando años incluso de necesidad hasta financiar su costosa y ejemplar construcción.

En pocas semanas, Dacio se convirtió en un apasionado TRABAJADOR POLIVALENTE. Cada mañana,  después de una buena sesión de running por las riberas del río, ducha y un reparador desayuno, llegaba temprano a “su cine del alma” ocupándose de realizar en el hall de la entrada, los servicios  y la cabina de proyección,  una limpieza básica. También repasaba el amplio patio de butacas, retirando los envoltorios y botellines dejados en el suelo por los espectadores el día anterior, controlando también visualmente las 500 butacas rojas por si hubiese algún deterioro de urgente reparación. Completaba la mañana trabajando ante el ordenador. Gestionaba por Internet las ofertas de las diferentes distribuidoras, a fin de contratar el alquiler y envío de las películas más atractivas del mercado. En cuanto al género cinematográfico, centró la adquisición de films fundamentalmente en aquellas producciones del cine europeo, aunque también contrataba para su pantalla obras del mercado asiático, africano y sudamericano. La ciudad donde había nacido y vivía destacaba por su tradicional imagen universitaria, por lo que el público juvenil y la intelectualidad local comenzó a ocupar con fidelidad las rojas butacas del cine Novedades. La exhibición del cine de Hollywood y más popular la dejó en manos de los multicines que había en la localidad.

Por la tarde, a eso de las cinco y cuarto volvía a su trabajo. Tenía que abrir la taquilla quince minutos más tarde, a fin de vender las localidades para los espectadores de la primera sesión que comenzaba a las 18 horas. Además de taquillero, ejercía de portero, pues  diez minutos antes habría la puerta de entrada, la cual cerraba sobre las seis, desplazándose rápidamente a la cabina de proyección. Ya tenía (desde la mañana) preparado todo el mecanismo informático. Sólo tenía que accionar el play y las luces de la sala se apagaban (salvo las de seguridad) y también de manera automática comenzaba la videoproyección programada. Ya no estaban las dos grandes máquinas proyectoras, tampoco los rollos de celuloides, la luz provenía de una potentísimas lámparas donde los “carbones” voltaicos eran innecesarios, también había desaparecido la mesa de los empalmes y los tornos para el embobinado de aquellos dos platos que contenían kms. de fotogramas. Volvía de nuevo al pequeño ambigú por si algún espectador necesitaba o apetecía comprar algún botellín de agua, almendras, chocolatinas o esos caramelos balsámicos que tanto alivian la garganta. El mecanismo informático operaba puntualmente sobre el cuadro iluminador de la sala, cuando el archivo fílmico había finalizado su recorrido. Cuando Dacio observaba nuevos espectadores para la sesión de las  20 horas frente a la taquilla, volvía a ésta (situada a tres metros de la puerta del cine) a fin de vender las correspondientes localidades. Ya sobre las diez, cuando el patio de butacas había sido completamente desalojado, apagaba los aparatos electrónicos, hacía una pequeña contabilidad con la recaudación y abandonaba su querido cine camino de casa, donde le esperaba una buena cena preparada por Ileana, interesada por conocer alguna anécdota o ese comentario ameno que le pudiera narrar su hijo.

El tiempo sigue su recorrido por nuestras vidas. Una mañana de Octubre vemos a don Dimas acudir al despacho notarial de su amigo S. Torres M. con cuya secretaria había concertado una cita días antes. Los dos veteranos interlocutores comparten la misma edad, 75 años. Se conocen desde las aventuras adolescentes del Instituto, pues fueron compañeros de clase. Ya en la universidad, Santiago hizo la carrera de derecho, mientras que Dimas no terminó la licenciatura de Matemáticas, centrando su preparación en Empresariales, pues siempre demostró su aptitud e iniciativa para el ámbito mercantil.

“Gracias Santi, por recibirme. Veo con agrado que por ti no pasan los años. Nos vemos de tarde en tarde y siempre me pareces mejor conservado. Tienes que confiarme el secreto para mantenerte tan bien. Ya sabes que profesionalmente sigo manteniendo los dos negocios, las cafetería/restaurante de Puerta Real y el cine Novedades. Con lo que saco de los cafés, los aperitivos y las comidas, tenemos más que suficiente para vivir Cecilia y yo. Y luego está cine, herencia de mi padre. Tuvo su momento de esplendor, entre los sesenta y los noventa, pero el auge del vídeo, Internet y las multisalas, me fueron dejando sin espectadores, La contabilidad nos llevaba a la quiebra. Fueron tiempos muy duros, pues había meses con pérdidas.

Pero he tenido la inmensa suerte de contar con un  empleado que ha estado conmigo desde que era casi un niño. Ahora tiene cuarenta y tantos y es un fenómeno en esto del cine. Gracias a él mantengo abierto el Novedades. Aunque no te lo creas, lo lleva él solo. Hace de portero, taquillero, operador de cabina o proyeccionista, administrador, vigilante e incluso cuida de la limpieza diaria. Después de los gastos imprevistos, los impuestos, su sueldo y el mantenimiento del local, cada mes me hace ganar una pequeña cantidad de dinero y, lo que es más importante, mantiene funcionando el único cine de centro que tenemos en la ciudad, con sus quinientas butacas rojas y una película semanal. Su nombre es Dacio (aquí te traigo todos sus datos) persona muy trabajadora, íntegra y que ama el cine hasta la médula.

Te cuento todo esto porque he tomado la decisión, generosa  pero justa, de incluirlo en mi voluntad testamentaria. Ya sabes que Cecilia y yo no tuvimos descendencia. Hay unos sobrinos… de esos que les cuesta trabajo felicitarte incluso en Navidad. En definitiva, la propiedad del cine quiero que pase en el momento adecuado ¡ya sabes…! a esta buena persona, a la que considero como ese hijo que nunca tuve. Por supuesto que ya lo he hablado con Cecilia, quien también me ha animado a dar este paso. Tú ve preparando las modificaciones en el documento y cuando estén listas me paso por aquí y te las dejo firmadas.

Antes de marcharme, Santi ¿quedamos para subir una noche de luna llena al Albaycín? Podemos recorrer con “devoción” las estaciones y rondas del tapeo, recordando nuestros viejos tiempos de estudiantes. Aquellas imágenes sí que son emocionantes películas en nuestra memoria. Además… nosotros éramos los principales y “apuestos” protagonistas.-


José L. Casado Toro (viernes, 18 de Agosto 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



viernes, 11 de agosto de 2017

EL GRATO VALOR DE LA COMUNICACIÓN PERSONAL, EN AQUELLAS ANTIGUAS TIENDAS DE BARRIO.


Es una obviedad que con el paso del tiempo van cambiando los hábitos y las costumbres, en casi todas las formas que integran nuestro peculiar estilo de vida. Pensemos, por ejemplo, cómo se adquiría hace años todo aquello que necesitábamos para nuestra necesidad. Hoy “disfrutamos” esas otras formas comerciales que la globalización digital ha puesto a nuestro alcance, a través de las prestaciones informáticas en los ordenadores personales y en los muy sofisticados móviles para la comunicación. En esta importante temática, del imprescindible intercambio de productos, no podemos ignorar o minusvalorar los grandes avances que la tecnología ofrece hoy para satisfacer la demanda del consumidor. Sin embargo esta forma intensamente “mecanicista” de comprar ha podido limitar, o incluso hacer desaparecer, aquel viejo encanto relacional que teníamos a nuestro alcance, cuando nos dirigíamos a esas entrañables y cercanas TIENDAS DE BARRIO. Allí sorprendentemente podíamos encontrar mercancías de la más variada naturaleza, a fin de satisfacer nuestras demandas de alimento, vestido, trabajo, ocio y cultura.

Planteada esta breve introducción, vamos a desplazarnos (lo hacemos con cierta frecuencia) a ese GRAN HIPERMERCADO que, muy probablemente, no estará ubicado cerca de casa. Aunque tengamos que echar mano de nuestro vehículo para tal fin, hacer la compra semanal en un gran centro comercial, donde casi todo lo que necesitas se te ofrece, supone un poderoso incentivo para una gran mayoría de la humanidad. Podrás encontrar en estos “macrocentros” numerosos productos en oferta, con precios difícilmente competitivos para el pequeño comercio, que no puede comprar a los mayoristas la cantidad de mercancía que hace posible ofrecer mejores ofertas para el consumidor. La sugerente iluminación, la atractiva y dinámica música que allí nos envuelve, la agradable temperatura de que disfrutamos, esos grandes carritos para llenar con mercancías necesarias o superfluas nuestras carencias, el cómodo aparcamiento gratuito disponible, etc, todo ello, psicológicamente bien estudiado y programado, te hace entrar en un estado de “catarsis” consumista, con el único y primordial objetivo por parte del capital de que compres más y mejor.

Sin embargo no todo resulta, a veces, tan placentero y perfecto en este “idílico paraíso” diseñado para consumidores compulsivos o carenciales. Es innegable que en estos macro centros mercantiles aparecen frecuentes ofertas “anzuelo”, a fin de que te motives con su adquisición. Pero, ya que estás allí, vas añadiendo (casi sin darte cuenta) en la amplia capacidad del carrito otros muchos productos cuyos precios están, más o menos, en los parámetros medios del mercado o incluso superiores. Además, la mayoría de los productos los tienes  envasados y etiquetados, a fin de que limites al máximo el diálogo con el encargado de la sección. Lo más incómodo es que apenas hay personal para atender tus preguntas o aclaraciones, salvo en determinadas y puntuales secciones. En ocasiones tienes que recorrer metros y metros hasta el agotamiento, hasta poder encontrar a un dependiente a quien consultar dudas vinculadas a la naturaleza de un determinado producto.

Lo verdaderamente importante para los propietarios de estos “gigantescos” complejos comerciales es que compres cómodamente, en la mayor cantidad y variedad, aplicando tu dinero y esa ansiedad compulsiva que te envanece. Puedes usar la tarjeta de crédito o la moneda en efectivo para abonar la suma total de tus adquisiciones en las numerosas y ágiles cajas dispuestas al efecto para el cobro. Tienes también la posibilidad de hacer la compra desde tu propio domicilio, usando el ordenador personal o el móvil telefónico. A una hora prefijada, recibirás todos los productos anotados bien empaquetados (y ya pagados) en la puerta de tu vivienda, sin tener que molestarte en sacar el coche o caminar hacia ese moderno sistema de comercio embriagador que hoy tanto nos subyuga.

Este deslumbrante modelo comercial, cada día más generalizado en los objetivos de nuestro comportamiento, podría ser comparado con aquel otro que hemos conocido las personas que sumamos ya muy numerosas hojas del calendario. Suponía otra forma de concebir la existencia, en casi todos los órdenes de nuestros actos. A buen seguro había menos prisas para ir completando “nuestras agendas”. También, por supuesto, para llevar a cabo ese lúdico y necesario acto, realizado casi de forma diaria, que suponía ir a la tienda de… a fin de abastecernos de alimentos y otros utensilios para el hogar. Aún hoy permanecen en nuestras ciudades algunos establecimientos de “ultramarinos”, con su dependiente detrás del mostrador.  Pero, a causa del avance poderoso de los hipermercados en cadena, estas tiendas “familiares” se van viendo reducidas a puntos testimoniales de un comercio “romántico y humanamente entrañable” que, poco a poco y de manera lamentable, va desapareciendo, a no ser en la permanencia de algunos locales regentadas por personas de origen oriental o africano.

En aquellos añorados comercios de barrio se vivía la compra diaria de manera muy diferente a la actual. Veamos algún episodio que reflejan esa proximidad relacional y afectiva que fluía entre los clientes y el propietario del establecimiento. Son poco más de las nueve de la mañana en un conocido colmado, propiedad del Sr. Jacinto. Este veterano comerciante (suele bromear, con la clientela y amigos, acerca de la fecha en que nació, dato que “convenientemente” ya ha olvidado) abre las persianas metálicas de su tienda todos los días desde el amanecer, incluso los domingos, con la admirable puntualidad de las ocho en punto por el reloj. Algunos campesinos que marchan a trabajar en las labores de la tierra, también muchos de los escolares que se dirigen a la escuela, valoran el precio y la calidad de los bocadillos que él ya ha preparado desde dos horas antes. También, previo a la apertura del negocio, ha repasado y ordenado aquella mercancía inservible para la venta (especialmente verduras, frutas y otros productos perecederos), sustituyéndola por aquella otra en mejores condiciones de la que previamente se ha abastecido, contactando con los más responsables proveedores de la comarca.

En la TIENDA DEL TÍO JACINTO, negocio heredado de su padre, hay un poco de casi todo, predominando en las estantes de recia madera los productos para la alimentación. Pero también pueden encontrarse allí herramientas y aperos de labranza, algunas piezas de tela, ropa y zapatos, junto a elementos de mercería, necesarios para arreglar esas prendas “mil veces” usadas, lavadas y recosidas de nuestro ropero. Son los años cincuenta de la posguerra civil española, tiempo en que la economía familiar resultaba muy limitada en sus posibilidades para los habitantes del lugar. Y eso del “usar y tirar” (que dicen hacer los “americanos”) aún no ha llegado a estas olvidadas tierras de la austera y servicial Castilla. Aunque existe farmacia en el pueblo, algunos convecinos incluso llegan a encargarle al probo comerciante preparados artesanales para sus dolencias, que saben pueden comprarse en la capital de la provincia (ubicada a unos sesenta y tantos kilómetros de distancia, teniendo que recorrerse para el desplazamiento vías y carreteras “infernales” en su trazado y pavimentación ).

A esa temprana hora de la mañana, Justa, una madre viuda y con tres hijos pequeños, acude a la tienda para exponer a Jacinto los problemas que le afligen. Básicamente, aquéllos no son otros que sus limitaciones económicas, por lo que ruega entre lágrimas, al siempre comprensivo tendero, que le siga “fiando” a pesar de tener ya acumulada una deuda de ¡casi ochocientas pesetas! La pobre mujer trabaja en todo lo que sale, limpiando, cosiendo y lavando, en algunas casas de cierto acomodo. Pero el accidente que sufrió Efrén, su difunto marido, ha dejado a esta muy humilde familia casi en la indigencia. Y a sus hijos no puede negarles un mínimo alimento y ropa modesta para sus cuerpos.

“No te preocupes más, Justa. Conozco bien tu desgracia y dificultades. Debes comprender que yo también vivo del negocio y no puedo mantener deudas de manera indefinida. Pero sabré esperar a que las cosas te vayan un poco mejor. Sé que haces lo imposible por no descuidar el mantenimiento y educación de tus tres hijos. Tu me vas pagando como puedas y todos iremos “tirando” en esta época tan difícil de carencias que nos ha tocado vivir”.

A lo largo de esa mañana, otros muchos parroquianos van pasando por este conocido y familiar establecimiento, ubicado en una calle adyacente a la principal plaza pública del pueblo, donde también se halla la recoleta Iglesia, dedicada a la Virgen de los Desamparados. Aunque algunos lugareños varones acuden a comprar determinadas mercancías, de manera especial son las mujeres aquéllas con las que tiene mayor contacto este veterano y muy bonachón tendero. Frases como las siguientes fluyen en la comunicación que Jacinto va manteniendo con su clientela, durante las amplias horas de trabajo en las que ha de estar tras el mostrador.

“Te voy a explicar Regla, con muy pocas pero fáciles palabras, la mejor forma de cómo debes preparar un buen bizcocho, con los mejores ingredientes que te estoy ofreciendo. Ya sé que tu marido es muy goloso de los dulces. Seguro que te agradecerá le hagas ese buen pastel. Se pondrá feliz cuando llegue a casa hambriento y cansado del duro trabajo en la tierra”.

“Me he enterado Rómula, a través de Bonifacio el ventero, que tu madre tiene problemas de salud, con sus malas digestiones. Aquí tengo unas infusiones, que me llegaron la semana pasada, que pueden ser muy beneficiosas para esas molestias estomacales que, de manera frecuente, padece Ambrosia. Te voy a regalar un sobrecito para que pruebes su eficacia. Ya me hablarás de los resultados”.

“Este queso, que habitualmente me compras, Salvadora, me parece que no es bueno para tu salud. Va muy cargado de sal y grasas. Recuerdo que hace unos meses me comentaste que tenías la tensión alta y que estabas tomando unos comprimidos para regulártela. Te doy a probar este otro queso, también de muy buena calidad, que te va a perjudicar menos para esa “hipertensión” como la llama don Félix, nuestro buen médico”.

“Sí, se te estás despegando las suelas de estos zapatos que me compraste hace un par de meses. Yo pensaba que eran de mejor calidad, cuando me los trajeron del almacén. Pero no te preocupes. Déjamelos aquí, Saturna, que yo sé como arreglarlos. Desde siempre me ha gustado eso que ahora están llamando el “bricolaje”, lo que ocurre es que no tengo mucho tiempo para practicarlo. Pero este fin de semana me pongo y te arreglo esas suelas.  Y si te siguen dando problemas, me pongo en contacto con mi mayorista proveedor en la ciudad”.

Pascual, que no te líes. No me seas zopenco, hombre. Que esta cerradura es muy fácil de montar. Como ves, tengo la tienda llena de clientes. Vente mejor esta tarde, sobre las cinco más o menos y te explico como tienes que poner los tornillos, tomando bien las medidas. Te prestaré un berbiquí (ya lo usaba mi abuelo), que te pueden ayudar a hacer los agujeros en esa madera tan dura que me dices tienes en la puerta de casa”.

Otras muchas escenas podrían describirse en esta relación humanizada y directa que mantiene nuestro buen tendero, con la mayoría de las personas que acuden a su cercano y muy heterogéneamente abastecido establecimiento. Sin embargo esta añorada escenografía no pertenece, en la generalización de los hechos, a la época actual. Su localización temporal, por el contrario, hay que ubicarla en los recuerdos ya muy lejanos de nuestra infancia.

Hoy en día, consumidores y comerciantes mantienen otras relaciones basadas, de manera fundamental, en el anonimato. Y aunque esos HIPERMERCADOS estén muy animados de luces, colores y sonidos, con un nivel térmico psicológicamente estudiado, el silencio comunicativo es bastante usual en la práctica de la persona que acude a realizar sus compras. Todo parece estar bien expuesto, etiquetado y presentado, para que el consumidor pueda mirarlo y decidir, en fracción de segundos, si lo deposita en su voluminoso carrito de compra o continúa su mecanicista recorrido. En este caso, trazará numerosas líneas, ángulos y curvas, caminando a través de amplias superficies donde la abundancia y variedad de lo que se oferta contrasta con la ausencia de ese tendero que con su bata raída, pero bien limpia, sonreía, aconsejaba, comprendía y compartía el calor humano de la comunicación, para con todos aquéllos que además de clientes eran amigos y  convecinos del lugar.

Se ha ido perdiendo, para nuestro pesar, aquel antiguo, familiar y grato valor de la comunicación comercial. Nos invade cada día más, con un explícito o subliminal ejército de tecnologías para la eficacia, la rapidez y la ambición en la acumulación de capital, un desquiciado e insaciable consumismo sumido en esa atmósfera deshumanizada, acelerada y viciada por la aridez del “silencio” en los intercambios.-


José L. Casado Toro (viernes, 11 de Agosto 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
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domingo, 6 de agosto de 2017

TURNO DE NOCHE, EN EL DIARIO DE UN JOVEN RECEPCIONISTA DE HOTEL.

Existen determinadas profesiones que, por la propia naturaleza de la función que llevan a cabo, permiten a sus trabajadores acumular muchas y diferentes experiencias, a partir del trato diario con las numerosas personas con las que han de relacionarse. Una de estas enriquecedoras (en lo humano) actividades es aquélla que está basada en el comercio turístico. Nadie puede discrepar de la evidencia de que cada día se viaja más, no sólo por las normales obligaciones profesionales, sino también por ese atractivo placer de visitar otros lugares, por muy alejados en la distancia que se encuentren desde nuestro punto actual de residencia.

¿Cuáles son los principales elementos que favorecen este auge masivo de la movilidad turística?

La mayor disponibilidad del tiempo libre, que hoy fluye en nuestros horarios, las “agresivas” ofertas turísticas que tratan de romper y superar la tradicional estacionalidad veraniega y, sobre todo, esa irrefrenable tentación para el cambio, que supone recorrer otros espacios, son los factores determinantes que hacen posible el dinámico fenómeno de la movilidad turística, una de las más sociológicas y económicas características que adornan esta época en que nos ha correspondido vivir. Los incentivos monumentales, culinarios, lúdicos y paisajísticos mueven, superándose anualmente las cifras de resultados, a ingentes masas de viajeros que buscan tanto el sosiego como la aventura, en el mar o en la montaña, pudiendo disfrutar con la gratitud del sol o la nieve pero, sobre todo, aportando algo sumamente importante a nuestra estructura psicológica: poder cambiar la cansina rutina próxima, al menos por unos días, desde ese entorno donde se halla anclada nuestra vida familiar, social y laboral. Obviamente, la revolución y versatilidad actual en los medios de transporte sustentan la comodidad y la rapidez de estos desplazamientos que hacen posible el milagro de alterar la realidad aritmética del tiempo y las distancias.

Su nombre es Eneas Giráldez. Este apuesto y atlético joven, de veintisiete años de edad, va a cumplir su segunda anualidad prestando servicio como recepcionista de hotel, en un importante establecimiento ubicado en una de las transversales de la Gran Vía madrileña. Al finalizar sus estudios en la Enseñanza Secundaria Obligatoria, decidió matricularse en la Escuela Oficial de Turismo. Pero su “bajo” expediente académico y el escaso nivel que alcanzó en las pruebas de selección le impidieron acceder a este centro oficial, por lo que tuvo que optar por realizar un ciclo o módulo de formación profesional, en la especialidad de actividades turísticas, desde casi siempre su primera “vocación” ilusionada para lo laboral.

Ya con la certificación correspondiente en su poder, se movió con presteza por numerosos establecimientos hoteleros en la capital de España. Fue entrevistado en uno de ellos, el cual necesitaba con urgencia una persona titulada que se prestara a atender de inmediato el turno de noche, en ese momento con dos bajas médicas de sus respectivos titulares. Demostró responsabilidad y eficacia en su labor. Durante los dos meses en que estuvo desempeñando este puesto en la modalidad temporal, lo que movió a la dirección empresarial a ofrecerle una contrato indefinida como miembro fijo del personal.

Aunque algunos días  sueltos ha de atender la recepción diurna, la dedicación básica que le fue encomendada desde el principio de su vinculación contractual es el horario nocturno, desde las 22 horas hasta las 8 de la mañana del día siguiente. No le importó esta exigente estructura temporal, a la que ya se había habituado durante su período de pruebas. Cuando sale de su trabajo, a las 8 de la mañana, se dirige directamente a casa de sus padres (con los que aún convive) para el necesario descanso. Tiene las tardes libres para su disponibilidad, aunque ha volver a su puesto en el mostrador de la recepción de clientes a partir de las 10 de la noche.

Se considera feliz con la labor que desarrolla, gestionando las peticiones y necesidades de los viajeros que acceden al hotel, resolviendo las incidencias de los residentes y cualquier otra circunstancia que pueda surgir durante esas horas nocturnas. Objetivamente disfruta de un buen puesto de trabajo, que le permite practicar los idiomas básicos para su profesión, puede leer, escribir e incluso disponer de un aparato de radio para hacer más llevaderas las horas de atención en la noche. Además el hotel le ofrece, como al resto del personal vinculado a los diferentes servicios, la opción de efectuar las comidas a un coste prácticamente testimonial, en una “parcela” horaria señalada al efecto.

Entre todos estos incentivos hay uno que le gusta practicar, siempre que las necesidades del hotel así lo permitan. Desde sus años escolares, siempre había ejercitado con buena destreza ese arte, complicado y difícil, pero creativo y eficaz, de la comunicación escrita. Ahora que tiene muchas horas por delante en la noche, siempre que no surjan especiales incidencias, puede también desarrollar esta muy grata afición. Se ha propuesto elaborar un diario, relatando en sus páginas aquellos hechos o anécdotas más importantes que hayan sucedido durante su función laboral.

Ciertamente hay noches en los que aparentemente nada especial sucede, pero en otras ocasiones apenas puede dar abasto para atender todos esos pequeños problemas, más o menos imprevistos, que se van magnificando a partir de su mera y aritmética acumulación. En estos casos, tiene presente que lo más racional es no perder los nervios y actuar con la destreza necesaria a fin de simplificar y resolver esas dificultades, quejas y problemas planteados por una usualmente exigente clientela.

La vivencia y servicio diario en un hotel hace posible para sus trabajadores el poder conocer a muchas personas, con todos esos caracteres y comportamientos tan diferentes que unos y otros manifiestan mientras residen en estos gigantescos o más reducidos establecimientos turísticos. El aprendizaje sociológico que se puede alcanzar, a partir de los viajeros que pasan por un hotel, es verdaderamente asombroso. Son muchas las personas que conviven temporalmente en estos edificios (su hotel pone a disposición de la clientela hasta 200 habitaciones). Eneas, que es un excelente observador, posee una atalaya privilegiada, la muy bien organizada oficina de recepción, para este fin. Allí confluyen las llamadas telefónicas, las visitas y las atenciones a una clientela en sumo diversa, con todos los matices que este vocablo contiene en su rica y apreciada semántica. Así que cada noche, este joven aficionado a las letras, va escribiendo acerca de lo más significativo o curioso que ha vivido durante la jornada anterior. Hay ocasiones en que son numerosas e interesantes las anécdotas y vivencias que ha presenciado o participado, por lo que ha de dedicar unos minutos previos a fin de elegir, entre todas las opciones posibles, el hecho más especial o interesante que merezca figurar en las páginas de su personal y querido DIARIO “DE NOCHE”.

Conozcamos algunos contenidos de este curioso trabajo, en el que se mezclan numerosos hechos y anécdotas, con aportaciones personales acerca de los mismos a modo de valoración reflexiva. 

MIÉRCOLES: Aún quedan dos días  de estancia congresual para los 80 seguidores del Gurú indio SULEYMAN abd Allah. Dicen pertenecer a la secta RENACER EN LA PUREZA y ocupan una quinta parte de las habitaciones del hotel. Los compañeros del turno de día me comentan que se pasan las horas, en el gran salón Océano, con sus rezos, cánticos y arrodilladas meditaciones. La mayoría de estos jóvenes llevan las cabezas rapadas y su indumentaria y régimen de comidas es muy especial: largas túnicas blancas y sandalias de piel, aún en invierno. Algunos incluso caminan descalzos. Por el intenso aroma que despiden, usan poco del agua. Y todas las noches, exactamente a las cuatro de la mañana en punto, el Maestro Suleyman contrata, en el televisor de su suite, cine XXX de pago. A veces  incluso dos películas, de las “duras”. También suele pedir, a esa curiosa hora de las estrellas, un servicio especial de habitación para dos (carne de cordero asada, casi cruda, tostadas con miel y buena bebida, con muchos grados alcohólicos). Usa una tarjeta Visa Especial. Por cierto, este venerable Maestro, de extensa barba encanecida, cejas teñidas de negro carbón, permanente turbante blanco, túnica celeste con encajes dorados  e impacto dominante en su autoritaria mirada, presenta un DNI en el aparece su verdadero nombre: José Fernández García, natural de Villanueva de la Colina. Buen montaje de imagen se trae este teatral personaje.

SÁBADO: Poco antes de cumplir con mi horario, he diligenciado la entrada de un personaje muy conocido en el ámbito mediático de la política. El famoso POLÍTICO ha llegado solo a esta hora tan especial para evitar fotos de la prensa o el reconocimiento de otros clientes del hotel, con sus correspondientes molestias. Tiene reservadas cinco noches, en régimen de “todo incluido”. Por los medios de comunicación tengo información de que el jueves próximo ha de ingresar en SOTO DEL REAL para cumplir una pena de prisión de tres años y dos meses, por graves delitos financieros en el desempeño de su función como alcalde. Tiene contratadas hasta cuatro excursiones a distintos puntos de la península, costosos desplazamientos que realizará durante cada uno de los días, en un servicio exprés de avionetas privadas, Percibí en su rostro un semblante de nervioso cansancio. Por su DNI comprobé que su edad, 74, supera en dos años la que aparece reflejada en Internet. Después de todo el amplio poder y fama que ha tenido en sus manos, debe resultar muy duro verse en su actual situación penitenciaria a la que, ineludiblemente, ha de hacer frente. Me acordé del título de aquella afamada película titulada “La caída de los dioses”.

VIERNES. Hoy me ha correspondido sustituir a un compañero en el turno de tarde. La tarea ha sido mucho más densa, por el trajín diario de la clientela durante ese marco horario. Con una diferencia de unos veinte minutos ha llegado una pareja de mediana edad, que tiene reservada el fin de semana, para efectuar su salida en la mañana del lunes. El hombre procede de Orense mientras que ella lo hace desde Valencia. Habitación doble a compartir. Han solicitado LA TRES DIECISÉIS, pues según él me explica,  la vienen ocupado desde hace doce anualidades. Estos reencuentros en el hotel (apenas abandonan su habitación) los realizan tres veces en el año. Se les ve muy enamorados. CLAUDIO esperaba ansiosamente la llegada de SILVIA, en el hall de entrada. Cuando la señora apareció por la puerta, el corrió hacia ella, abrazándola con ternura durante unos minutos. El rostro de la mujer mostraba una gran sonrisa de felicidad, mientras resbalaban gruesas lágrimas desde sus lindos ojos azules. Pude escuchar unas palabras que el hombre le decía:”¿Están bien tus hijos? ¡Ha sido tan duro tener que esperar cuatro meses para poder tenerte junto a mi! Pero estos tres días son nuestros ¡Vamos a vivirlos con intensidad!” También entendí en Silvia algo así como “Mario lo sobrelleva. Sabe muy bien disimular…”


DOMINGO: A eso de las siete, cuando aún amanece, los veo bajar “enfundados” en un llamativo atuendo deportivo. Me saludan sonrientes y me preguntan cómo he pasado la noche. Son, desde luego, muy agradables estos educados clientes. Se disponen a sumar sus kilómetros por esas horas tempranas, corriendo a través de las aceras de una ciudad aún somnolienta. Me dicen que hoy quieren llegar hasta La Casa de Campo y allí completar ese “running” que los mantiene perfectamente en forma. Deben rondar por los treinta y tantos y se les ve ansiosos para el disfrute. Y se lo pasan rotundamente bien. Anoche los vi aparecer, más allá de las dos y media. Ante mi comentario simpático, DANIEL (más expresivo que TEO) echando un buen aroma etílico desde su boca, me responde: “Entiéndelo, Eneas. Para cuatro días que vamos a vivir hay darle también placer al cuerpo y a sus necesidades, que después llega el otoño con sus achaques y problemas. La juerga ha sido un poco loca, pero bien. Total, una “canita al aire” siempre reconforta”. Eso sí, nada de perdonar el madrugón. A las siete, ya estaban prestos para hacer su carrera en el alba. El día en que abandonaron su habitación, para iniciar el viaje de vuelta, quisieron descubrirme la profesión que desempeñaban: bajaban con sus maletas trolley muy arreglados en su vestimenta. Se reían ante mi cara de asombro. Sus dos CLERIGMAN sacerdotales les hacían parecer mucho más elegantes. A las 8 partía su tren, desde la antigua estación de Atocha.


JUEVES. Como a lo largo de la noche casi siempre me suele pasar, me había quedado adormilado, apoyado en mis brazos sobre el tablero del mostrador, mientras mi “compa” el transistor “negociaba” sutiles palabras para el consuelo de noctábulos sin sueño. Escucho unos leves gemidos, mientras mis ojos se esfuerzan en focalizar. Es SALMA, una de las dos chicas que ocupan LA CINCO CERO SIETE. Me pide, entre lágrimas, si se puede quedar un buen rato en el salón de estar. Cubre su cuerpo con un alegre pijama rosa, en el que un lindo texto grabado en su frontal dice “SMILE FOR FEELING AND ENJOYING THE LIFE” (sonríe para sentir y disfrutar la vida). Le sugiero que me acompañe y le traigo un descafeinado, que despide buen aroma desde su vasito de cartón encerado.
Necesita desahogarse. Se presta a contarme, entre sollozos, que otra vez ha vuelto a reñir con su pareja sentimental Halima,. Incluso ha recibido alguna violencia en su cuerpo, pero es habitual en los celos de la mujer que comparte su vida. Me explica que ella también siente atracción por algunos chicos, lo que rompe la armonía y el fulgor sexual con su pareja, que es muy posesiva. Pero es que esta noche se ha pasado en su enfado y todo por un chico bien parecido con el que ha intimado en un bar de copas, a donde fueron después de su trabajo en el Lope de Vega, donde están interpretando una obra dramática. Después siempre viene, entre ambas mujeres, la reconciliación. Ya más tranquila, retornó a su habitación. El reloj marcaba las cuatro y veinticinco de la madrugada. Había comenzado a caer una fina lluvia sobre Madrid, según me comentó un cliente que había ido a la farmacia de Callao, que mantiene el turno o apertura de las 24 horas.

Y así transcurren las noches, en el sociológicamente entretenido trabajo de Eneas. Cuando ya empieza a clarear la mañana, este joven recepcionista de hotel camina plácidamente de vuelta a casa, a fin de compensar durante unas horas el necesario descanso para su organismo. Muchos viandantes buscan con presteza las bocanas del metro y en los kioskos de prensa se apìlan los periódicos del día, con ese olor inconfundible a la fresca tinta de las noticias. Algunas terrazas se hallan ya pobladas por cuerpos hambrientos que gustan de la cálida infusión, los churros crujientes y ese mixto de queso y jamón que tanto reconforta. Un nuevo día comienza después de la noche. Un día para llenar de  latidos, historias y silenciosos recuerdos nuestro deambular por la vida.-


José L. Casado Toro (viernes, 4 de Agosto 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga