viernes, 5 de septiembre de 2025

REENCUENTRO EN LA MEMORIA

 


La ley física del tiempo impide recuperar, volver al pasado. Hay elementos puntuales de esa fase pretérita de nuestras vidas que pueden ser explicados, modificados, disculpados, “recuperados”, pero es imposible utilizar “la moviola” para volver a un calendario que ya no existe. Sólo, de alguna manera, podemos confiar en la capacidad de nuestra memoria para resituarnos en aquellas decisiones amargas o afortunadas de las que fuimos protagonistas. En este contexto se sitúa el argumento de nuestra historia. 

Se habían citado, precisamente, en el lugar donde conocieron a la persona que iba a trastornar su fuerte y antigua amistad.  DARIO, 69, conductor de los autobuses municipales del Málaga, EMT, y LUISMA (Luis Manuel), 68, perito de un consorcio de seguros, ambos ya jubilados, no habían vuelto a cruzar las palabras, desde hacía más de cuatro décadas. Fueron amigos escolares (ESO, y bachillerato) y formaban parte de aquellos grupos o pandas juveniles, para la distracción, el baile dominguero, la merienda y la búsqueda de pareja, actividades propias de la edad. 

En una muy cálida tarde de julio, años 90, el grupo se había citado en la puerta del Jardín Botánico Municipal La Concepción, con la sana intención de recorrer sus bellísimos jardines y paseos, también para merendar y disfrutar de la protección solar gracias al elevado y denso arbolado de que goza esa maravilla de la naturaleza a distintos niveles estructurales, todo un vergel para el ensueño, junto al embalse del Limonero. Era una magnifica decisión para combatir el viento seco de terral que azotaba sobre la capital malacitana. Como en todo grupo juvenil, se iban integrando nuevos miembros que, posteriormente y por diversas razones, abandonaban las periódicas reuniones. Ese día dos chicas nuevas fueron presentadas por alguna compañera que las conocían de clase. LINA y EVA.

La mayoría del grupo de jóvenes se había desplazado a la sede del recinto botánico utilizando la línea 2 de la EMT, con destino final en la barriada de Ciudad jardín. Otros utilizaron sus motocicletas e incluso uno de los amigos tuvo la capacidad de utilizar su propia bicicleta para realizar el trayecto. Ese grupo, autonombrado con la simpática expresión de Los Caminantes, había tomado la “sabia” decisión de cambiar las bebidas alcohólicas por refrescos y agua fresca. Dieron sus buenos paseos, entre bromas y comentarios acerca de la ingente cantidad de atrayente vegetación y flora que albergaba el apasionante, romántico y buen cuidado vergel. Las dos nuevas amigas fueron, lógicamente, el centro de atención de estos chicos jóvenes, en la edad apropiada de “ligar” y “ennoviar”. Las nuevas amigas ofrecían la atracción de su natural simpatía y ese tesoro, nunca lo suficientemente valorado, como es la juventud, tanto en lo físico como en el estado anímico de la persona. 

Aquella cálida tarde de verano, Darío “se acercó” a Lina, mientras que Luisma intimó con Eva. Pasaron las semanas y los meses y las dos parejas fortalecían su relación afectiva. Pero, las cuestiones del sexo, tiene abundantes e incógnitos recovecos. Aunque Luisma seguía con Eva, de manera paralela se iba acercando “secretamente” a la novia de su gran amigo Darío. Estaba convencido que la mujer de su vida era Lina. Ambos jóvenes cayeron en la recíproca atracción sexual. Estos dos amigos habían iniciado el camino de la formación profesional (Darío, automoción y Luisma administración y gestión). Pero casi todo en la vida se descubre. Darío conoció y sufrió íntimamente la traición de que estaba siendo objeto. Hubo entre ellos una gran trifulca. Pero Darío había perdido definitivamente a su pareja Lina, quien ya optaba abiertamente por la verborrea y otras lindezas del hábil Luisma Fonseca. La fuerte amistad entre los dos amigos se había roto dolorosamente. Nunca más en lo sucesivo volvieron a cruzar palabra alguna.  

Los meses fueron pasando como las hojas del almanaque. Lina había iniciado los estudios de Biología en la UMA, mientras que Eva optó por los de Ciencias de la Salud. Lina y Luisma eran novios “formales”. Dario buscó nueva pareja con una comercial de El Corte Inglés, CARINA, con la que sigue conviviendo. Pero esta unión tuvo mucho de opacidad y sentimientos rutinarios, porque Dario nunca olvidó los meses que tuvo de relación afectiva con Lina. También Luisma y Lina contrajeron matrimonio, unión que se fue desvitalizando por la recíproca infidelidad de ambos, muy abiertos a las nuevas aventuras. Mantenían el vínculo, pero él buscaba nuevas “flores” en donde libar, mientras que ella estaba prendada con un vigoroso compañero de Instituto, profesor de Educación Física. 

Mucho tiempo después, la vida de estos protagonistas había evolucionado hacia la madurez y la jubilación.  Cierta noche de intenso desvelo, Luisma estaba navegando por la red, buscando esa distracción que le compensara del incómodo insomnio. Sin saber el por qué, le vino a la mente el nombre de Darío Herrera, el amigo al que había traicionado, cosas de juventud, hacía unas cuatro décadas. Comenzó a buscarlo por las redes sociales, Google, Facebook, Instagram, hasta localizar su nombre e incluso su correo electrónico. Tenía curiosidad por saber de él y dado su carácter y el tiempo libre de que disponía pensó que sería interesante conocer qué había sido de su íntimo “amigo” de juventud Darío. Se armó de valor (virtud de la que siempre había hecho gala) y le envió un correcto y educado email. 

“Soy Luisma. A pesar de que el destino y la inexperiencia propia de la edad forzó nuestra separación y ruptura en la amistad durante décadas, pienso que sería importante, ahora que ambos somos sexagenarios, muy mayores, que nos viéramos una tarde para tratar de recuperar, en lo posible, aquella cordialidad perdida, todo por mi necedad y capricho, hace ya más de cuarenta años. Tendríamos muchas, muchísimas cosas que contarnos. Si no obtengo respuesta a este ofrecimiento, no dudes que tendrás mi absoluto respeto y total comprensión. Un cordial saludo.” 

Cuando Darío leyó el inesperado correo se quedó “de piedra”. Con la velocidad de la luz vinieron a su mente aquellas escenas y tiempos de su juventud que para él no fueron especialmente afortunadas. Durante todo un día estuvo dándole vueltas al ofrecimiento de aquel amigo desleal. Habló con Carina, explicándole la situación. Ella, dulcemente, le dijo ¿y por qué no?

Fijaron un miércoles de julio, a una hora “muy taurina”, precisamente en la puerta del Jardín Botánico Municipal La Concepción, como aquella nostálgica tarde tan lejana, cuando estaban recorriendo las etapas de su gozosa juventud. 

Al encontrarse en la entrada del Botánico, aquellos dos antiguos amigos de Los Caminantes estuvieron unos segundos observándose. Comprobaban, con una nostálgica sonrisa, como sus cuerpos estaban “cambiados”. Sobrepeso, pérdida de cabello, arrugas, “papada”, diámetro ventral, inclinación de la verticalidad, etc. El tiempo se había cobrado la fugacidad juvenil. Tal vez Darío se conservaba algo mejor. Fue precisamente Luisma quien se adelantó en el abrazo a Darío, quien con gran cortesía aceptó esa muestra fraterna y educada.  De inmediato intercambiaron esas frases de cortesía para las habilidades sociales. Una vez dentro del maravilloso recinto vegetal, comenzaron a caminar pausadamente, recordando algunas anécdotas de su juventud. Camino del gran Mirador, pararon para tomar asiento en el pequeño recinto de madera, abierto a la naturaleza, de los Amigos de Castilla y León.

“A pesar de los años transcurridos, entiendo tu pesar, ya que me comporté deslealmente con respecto a tu ilusión por la bella Lina. Mi ansiedad, inmadurez y avaricia me impulsó a ese lamentable comportamiento. No supe poner freno a mis sentimientos. Te aseguro que ella tampoco supo o pudo parar mi ímpetu. Pero nuestro matrimonio pronto se fue al garete, especialmente por mis repetidas infidelidades. Tuvimos dos hijos, que hoy “hacen la vida por su cuenta”. Ya son cuarentones avanzados. 

He de serte sincero, pues creo que no lo sabes. Hace cinco años que Lina se nos fue. Fue cosa rápida, de mujer. (En ese instante, Darío cerró los ojos e inclinó su cabeza. Al abrir sus ojos, estaban llenos de lágrimas). Se había unido a otra persona para rehacer su vida. Nos veíamos de muy tarde en tarde, por razón de nuestros hijos. Por supuesto que estuve en las exequias, fundamentalmente por nuestros hijos. Mario, también profesor de Instituto, su amante y compañero de vida, se mostró muy correcto y educado hacia mi persona. Desde entonces nos solemos ver de vez en cuando. Tengo que agradecerle lo bien que supo cuidar a unos hijos que no eran de su procedencia genética”. 

Dario escuchaba con gran atención lo que le estaba transmitiendo ese antiguo amigo “traidor” que ahora se sinceraba y disculpaba ante su persona. 

“Luisma, yo también rehíce mi vida con otra mujer, buena persona, pero tengo que reconocer que a Lina no la pude olvidar. Mi vida ha sido un tanto rutinaria. Ya sabe, más de treinta años conduciendo buses municipales por la capital malagueña. El laberinto urbano de Málaga me lo sé de memoria, ya que he pasado por muchas líneas. Mi rencor hacia tu persona era obvio. Me habían arrebatado lo que más quería. Y nunca podía imaginar que fuera mi mejor amigo quien me hiciera esta mala acción. Estoy de acuerdo contigo en que la sexualidad distorsiona nuestra racionalidad. Cuando leí tu correo electrónico, pensé de inmediato echarlo en la papelera. Pero después comprendí que esas posturas viscerales nos empobrecen aún más. Incluso tu gesto de localizarme, lo entiendo como positivo.

En mi caso convivo con una buena mujer, CARINA, que ha trabajado durante años en una guardería o escuela infantil. Era una forma de compensar nuestra dificultad para tener hijos. Pasamos por muchas pruebas y los resultados eran complicados e incluso contradictorios. Así que decidimos “dejar de buscar al culpable”. Hoy día, con la ingeniería genética todo es más fácil. Nos ayudó la suerte de que ella tenía sobrinos. Tú y yo somos casi coetáneos. También estoy jubilado. Pero Cari y yo nos movemos, en lo posible, viajando con el IMSERSO, donde pasamos semanas de tranquilidad. También hacemos viajes cortos, programados por una agencia cercana a nuestra casa. Todo lo que sea para distraer el tiempo que nos quede. 

Lamento mucho que Lina se nos haya ido. Nunca quise buscarla por Internet ni por otras plataformas. Sin embargo, si localicé a Eva, tu expareja. Por la información que he recabado y la experiencia propia, ha ejercido como una gran enfermera. Y coincidimos. Me tuvieron que operar de una hernia inguinal en el Hospital Marítimo de Torremolinos. Ella estaba de guardia la noche que pasé en el centro y me reconoció. De esto hace unos seis años. La vi algo cambiada, pero manteniendo esa serenidad de la que Lina carecía. Su amiga Lina era todo fuerza, espontaneidad, dinamismo… Lo que a mí me faltaba. Allí en el hospital tuvo una gran deferencia conmigo. Me despedí de ella con afecto y agradecimiento.

Ya no somos veinteañero, Luisma. Valoro mucho la tranquilidad, la distracción y por supuesto los mejores recuerdos. Las averías orgánicas van apareciendo cuando menos lo esperas. Tenemos que visitar mucho las farmacias. La juventud de aquellos inolvidables años ha quedado solamente en nuestra memoria. Nuestra etapa pasó”.

Ambos amigos siguieron caminando en silencio hacia el Mirador del Botánico. A veces, cruzaban sus miradas y sonreían. Por sus mentes circulaba ese tiempo que ya era imposible de recuperar. 


Luisma. “Pienso que nos llevábamos tan bien porque nuestros caracteres eran diferentes y por consiguiente complementarios. Ahora, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de lo muchos que teníamos por hacer y nos hemos dejado en el camino”. 

Darío. “Tienes razón, Luis. Ahora te percibo mucho más centrado. Esa es la ley de las etapas en la vida. ¡Ay si pudiéramos darle al review, a la moviola, e intentáramos protagonizar nuevas oportunidades! Pero el tiempo no nos permite caminar hacia atrás. 

“Valoro tu grandeza en superar el gran daño que te hice. Siempre consideré que eras mejor persona que yo. Pero la naturaleza nos hace así y nuestra voluntad no responde como quisiéramos”.

“Aquí, con el estanque a nuestras espaldas y en medio de esta atalaya tan bella para ver una parte de la ciudad, fue cuando me sentí más feliz con Lina. Sus ojos celestes, su mirada serena y bondadosa, aquella forma de sonreír … He de confesarte que he venido a este mismo lugar en diversas ocasiones, porque me “vitalizaba” recordar aquella época de juventud. Al menos conservamos la memoria para rememorar una fase inolvidable de nuestra vida. Éramos jóvenes. Lo teníamos casi “todo”.

Después de un par de horas, habían dado un buen paseo por el complejo botánico. Un vergel para el ensueño. Acordaron cenar juntos, un sábado de cada mes. En la senectud, aún tendrían muchas cosas que decirse y compartir. Pero como tantas veces ocurre, esas ilusionadas promesas de reuniones cíclicas se las lleva la fuerza eólica de un viento que debilita voluntades, modificando nuestros instintos sin que sepamos el porqué. 

Darío sigue visitando, en su amplio tiempo libre, ese entorno vegetal de La Concepción. Allí conoció a su primer amor, el que difícilmente se borra de nuestros corazones románticos. Le gusta disfrutar de los atardeceres, cuando el astro solar se viste con suropaje anaranjado, ocultándose tras la montaña, en un ciclo iniciático que siempre subyuga. El hábil conductor de autobuses saborea, a su manera, esas pequeñas cotas de felicidad que el calendario aún le permite, a expensas de lo que el destino decida. – 

 

 

REENCUENTRO

EN LA MEMORIA

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 05 septiembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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