viernes, 12 de septiembre de 2025

UN PASTELERO TENAZ

 


VÍCTOR Calella era una de las miles de personas jubiladas que pueblan el espacio de la gran ciudad. Su historia laboral había sido muy amplia en el tiempo. Casi cuatro décadas y siempre ejerciendo la misma y “suculenta” profesión. Tras la realización de un módulo o curso de formación profesional, sustentado en la “innata” afición que tenía desde su adolescencia para elaborar dulces, entró como aprendiz en una cadena de confiterías. Sus progresos en el gran obrador de la central pastelera, fue observado y valorado por la dirección de este negocio. Pronto le ofrecieron un contrato laboral indefinido, que llenó de felicidad al proverbial confitero.

Lo que más hacía disfrutar a Víctor era poder aplicar la creatividad e imaginación en la elaboración de pasteles y tartas. En el barrio malagueño de El Perchel, en donde residía con su mujer ASUN, era conocido por la vecindad como Víctor “el pastelero”. Este matrimonio tuvo dos hijos, que iban creciendo con el incentivo de tener un padre que elaboraba dulces, en un obrador que preparaba diariamente bandejas de pasteles atractivos para el paladar. Y qué decir de las grandes tartas por encargo, que servían de base en la celebración de bautizos, bodas, santorales y cumpleaños. La imaginación y la originalidad eran las señas de identidad de un afamado obrador y confiterías: DULCELANDIA, en la que Víctor era uno de los grandes protagonistas.

¿Y cómo eran esas afamadas grandes tartas? Se caracterizaban por tener un elevado tamaño. Abundante merengue, para las montañas nevadas, con abundante hielo que simbolizaban los trocitos de coco rallados. El chocolate también estaba presente en grandes cantidades y colores, para representar las colinas orográficas. Las peladillas eran ideales para simular los terrenos pedregosos. Los rellenos de cabello de ángel y sidra eran como lavas solidificadas que encontramos en las cuevas y grutas. Las naranjas y limones endulzados llenaban de colorido los paisajes aventureros, para los amantes del senderismo. El dulce de leche servía para representar los caminos embarrados, después de una lluvia de estrellas y luceros. Por supuesto no faltaba el hojaldre, para esos estratos resquebrajados, por los que manaba una crema deliciosa para el paladar. Las guindas, cerezas y fresas eran como corazones endulzados que simbolizaban el amor y cariño añadido en tan perfecta y cuidada elaboración. 

La vida de Víctor transcurría plácidamente con la grata rutina del trabajo que tanto le gustaba hacer. Los hijos fueron creciendo y en su momento formaron sus propias familias, mientras su padre confitaba y Asun cuidaba de las tareas del hogar perchelero. Pero los años acumulados en el cuerpo suelen in trayendo los achaques propios del largo calendario. Las vértebras de este ejemplar confitero se fueron desgastando, desvitalizando, al estar tantas horas de pie o inclinado ante las mesas del gran obrador. Su espalda se fue curvando, teniendo que soportar esos incómodos dolores y molestias, que al ir incrementándose le hicieron tener que sopesar la necesidad de una jubilación anticipada. Los médicos le indicaron que una intervención quirúrgica, con los clavos y engarces correspondientes, suponían para su gastado cuerpo unos riesgos que perfectamente podían evitarse presentándose ante el tribunal médico examinador para acceder a la jubilación. 

El tribunal médico entendió su situación médica por incapacidad de la columna vertebral del solicitante. Accedió a la jubilación anticipada a los 59 años. Llevaba trabajando desde los 21. Era un cambio duro y trascendente en su vida. Por una parte, se sentía feliz de poder dedicarse a otras tareas “recreativas” para el sosiego y la distracción. Pero como contrapartida, echaba de menos su grata dedicación a los dulces que lo había acompañado durante gran parte de su existencia. Ayudaba en casa, pero su mujer deseaba mantener “el control de su espacio”. Como igual ocurre a tantas personas que han trabajado durante décadas, Víctor no era diestro en asumir el amplio tiempo libre que su nueva situación le ofrecía. La verdad es que Asun no quería tenerlo en casa, mientras limpiaba, iba a la compra o guisaba. El carácter de su mujer se había agriado con el paso de los años. Cuando su marido volvía de los paseos, matinales y vespertinos, echaba muchas horas sentado delante del monitor de televisión. Su carácter se iba resintiendo, con nervios y horas de insomnio.

Este deterioro anímico llegó a los oídos de Nicolás, su gran amigo y compañero del obrador, mucho más joven y que permanecía trabajando para Dulcelandia. Una tarde de sábado se citaron para tomar café y charlar un buen rato. 

“Víctor, yo también tuve una etapa mala en el ánimo y la visita a un psicólogo recomendado me hizo mucho bien. Te voy a dar su dirección. Le pides hora y verás como bien te echa una mano. La primera visita siempre la considera gratis. A los jubilados les cobra la mitad de la hora tarifada: de 70 tendrás que pagarle sólo 35 euros. Le cuentas lo que te pasa y verás como te va a dar las soluciones que te pueden animar”.  

Una semana después, a las 18 h, ya se encontraba el antiguo confitero en la consulta. Ante él, estaba don INOCENCIO Pidal quien le hizo un amplio listado de preguntas, a fin de conocerlo lo mejor posible. Le indicó que entregara a su médico de cabecera una receta de un antidepresivo, quedando en volver a verlo cada semana, a fin de ir analizando su evolución. A partir de la tercera sesión, el especialista impuso a su paciente una serie de cambios, muy necesarios, para combatir el estrés, la angustia y la insatisfacción que tanto lo abrumaba. 

“Tras conocer fehacientemente tu modo de vida, lo primero que vas a hacer es apagar la televisión con más frecuencia. Nada de información política. Amigo Víctor, tu problema es que empatizas en demasía con los problemas y circunstancias de los personajes públicos que aparecen en pantalla. Es el gran mal de la simulación política. Utiliza la radio para programas musicales y la televisión para ver algunas películas. Continúa con los paseos todos los días, al menos, dos horas diarias. Echas en demasía de menos tu antigua y gozosa profesión. 

En este sentido, se me ocurre una interesante idea, que puede ser muy eficaz, si es bien aplicada. Vas a localizar un convento de clausura de los muchos que tenemos en la provincia, o en localidades cercanas. Te puedo dar un par de direcciones, por los contactos profesionales que he tenido con algunas religiosas. Entonces te ofreces para dedicar algunas horas de trabajo durante la semana en sus obradores de dulces. Lo harías de una forma gratuita como colaborador generoso. Esas monjas se ayudan en su mantenimiento vital vendiendo, por el torno conventual, los dulces que elaboran. Así te sentirías útil, realizado y entretenido”. 

Desde esta inteligente sugerencia del especialista, han pasado algunas semanas. En la actualidad, Víctor es una persona mucho más tranquila y feliz. Asiste con asiduidad a un centro deportivo de titularidad municipal, para mantener en forma su cuerpo y, de manera especial, su espalda. Cada lunes se desplaza bien temprano en el autobús Alsa a Vélez Málaga, para dedicar toda la jornada ayudando y enseñando en la elaboración de galletas, magdalenas, bizcochos, rosquillas, tortas de aceite, roscos de anís, rosquillas de Santa Clara, delicias de almendra, alfajores, etc. en el pequeño obrador que poseen las Hermanas Clarisas. Son muchas las personas, tanto del entorno veleño como turistas que pasan por la zona, que se acercan al convento de las Hermanas, para adquirir a través del torno esos apetitosos dulces. Con ello no sólo disfrutan de la exquisita pastelería, sino que colaboran en el mantenimiento de la orden y sobre todo en la labor social que estas hermanas realizan entre los más necesitados. 

Víctor ha cambiado, positivamente, su carácter. Esa vuelta postrera a un obrador de confitería le ha vitalizado para dinamizar esa pasividad rutinaria que hasta el momento le abrumaba y aturdía. Una idea suya ha tenido un gran éxito entre la fiel clientela de las Hermanas. Se trata de elaborar las tortitas del santo consejo. Esta novedad consiste en unos dulces, pastas con la típica manteca de cerdo, bañadas en chocolate y con el interior relleno de dulce de leche, que en la base del envoltorio llevan una pequeña tarjeta de papel cartón, en la que el cliente recibe un buen o santo consejo. Resulta obvio que la ayuda del veterano confitero ha resultado providencial para ptomocionar a este convento cuya economía languidecía y sus religiosas tenían que pedir ayuda en ocasiones para incluso poder alimentarse. 

La encargada de la cocina y del horno para los dulces era la hermana CANDELARIA, religiosa que hizo los votos conventuales muy joven y que llevaba varias décadas sirviendo a sus compañeras en la fe desde el fogón y la lumbre, para elaborar el alimento de cada día. Realmente era la religiosa con la que más trataba Víctor, para la elaboración e innovación de los dulces que se vendían a través del torno de la privacidad. Pero una mañana, antes de iniciar el rezo comunitario de los maitines, la Hermana superiora echó en falta a la Hermana Candelaria. Sus compañeras la buscaron por tordo el convento, temiendo que pudiese haber sufrido algún daño en su salud. Al fin hallaron una nota, en el perol de los potajes, con unas líneas manuscritas que escuetamente decían: “Busco mi camino en esta vida. Dios todopoderoso sabrá perdonarme”. Esa misma mañana, en casa de Víctor Calella, su mujer Asun encontró en su cuarto (dormían separados por las numerosas desavenencias que mantenían) otra escueta nota, escrita por el ex confitero: “Te he soportado con infinita paciencia, Asunción, durante más de treinta años. Justo es que ahora busque mi alegría e ilusionada libertad”.

De la Hermana Candelaria, 55, cocinera del convento de las Clarisas, y del antiguo repostero jubilado Víctor, 62, nunca más se supo. Según la policía, ambas notas estaban escritas con la misma mano. Deducían con toda la lógica que la pareja “caminaban” juntos, buscando esas carencias que habían tenido en sus respectivas realidades. Candelaria necesitaría ese amor terrenal que había encontrado en el confitero, mientras que éste ansiaba la paz que había perdido cuando volvía a casa desde el obrador de Dulcilandia. 

Los consejos del especialista en psicología habían provocado, sin buscarlo exprofeso, trascendentes cambios en la vida de dos veteranas personas que anhelaban y encontraron el cambio en sus vidas. Las hojas del almanaque seguían cayendo, al igual que sobrevuelan las hojas vegetales durante la estación otoñal. “Los caminos del Señor son inescrutables”. -  

 

 

UN PASTELERO

TENAZ

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 12 septiembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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  Jose Luis Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

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