Mostrando entradas con la etiqueta INTRODUCCIÓN. RELATO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta INTRODUCCIÓN. RELATO. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de abril de 2021

POLIVALENTES SERVICIOS CONTRA LA SOLEDAD.


Hay tardes en las que pasamos un buen rato recorriendo las incentivadas ofertas que realiza algún gran centro comercial. También dedicamos muchas horas de la semana a ponernos delante del ordenador, visitando y consultando numerosas páginas web, siempre contando con la valiosa ayuda del buscador Google. Los medios de comunicación también reclaman nuestra atención diaria, ya sea la radio, la televisión o la prensa escrita. Obviamente, las ofertas culturales motivan y enriquecen nuestra necesidad, animándonos a acudir a los cines, a los teatros, a los museos y a los auditorios musicales. Cuando entramos en cualquier comercio, observamos con atención y curiosidad todo aquello que ofrecen en sus escaparates y expositores. En todas éstas y más oportunidades, hay casi siempre un elemento común que trabaja con hábil psicología nuestra expectativas y deseos: la dinamización publicitaria. A través de la plétora de anuncios que inundan o “bombardean” nuestra existencia y de la propia experiencia que vamos acumulando, a estas alturas de la Historia tenemos que reconocer que todo, o casi todo parece está ya inventado. La imaginación e iniciativa empresarial facilita que la menor necesidad, ilusión o servicio que anide en nuestra mente se pueda comprar, siempre y cuando se posean medios económicos para hacerlo y la propia ciencia investigativa lo haya hecho posible. Pero ¿de verdad está ya todo inventado? se preguntaban una tarde Herma y Darío. Veamos un poco más detenidamente este muy común interrogante.

Herminia Rogado y Darío Villareda eran dos jóvenes postgraduados que trataban de abrirse paso en la vida, ejerciendo aquello para lo que habían sido formados, aplicando a este fin un continuado sacrificio y tesón. Pero la suerte o la oportunidad les estaba siendo esquiva, en tiempos castigados por la contracción económica.

Se conocieron e intimaron desde el primer año universitario en Psicología, facultad en la que ambos estudiaban. Decidieron, de mutuo acuerdo y apoyándose en sus modestas familias, afrontar la experiencia de ponerse a convivir en pareja, ya desde el tercer curso de carrera. Durante esa etapa final de la universidad y en los primeros años posteriores a su graduación, intentaron trabajar en este ámbito de la psicología, visitando y enviando por doquier sus bien conformados currículos académicos. Fueron múltiples las puertas a las llamaron con entusiasmo y convicción, pero sin encontrar receptividad en los destinos elegidos. La ayuda de sus respectivas familias no era suficiente para sostener sus necesidades básicas, por lo que tuvieron que aceptar trabajos, todos eventuales o temporales, en las más diversas e ingeniosas actividades. El objetivo era seguir subsistiendo, hasta hallar una actividad, más o menos estable, que estuviera vinculada a su preparación académica.

Tanto por su tesón, como por los designios de la suerte y la oportunidad, fueron encontrando algunos “balones de oxígeno” que les proporcionaban esos euros tan necesarios para su mantenimiento en el día a día. Afrontaron sin escrúpulos trabajos de “canguros” ocasionales, jornadas de sustitución sirviendo pizzas en las mesas o llevando pedidos a los correspondientes y “hambrientos” domicilios, también reponiendo mercancías en las estanterías y expositores de los supermercados o repartiendo publicidad variada, por esos buzones “aburridos” que no abandonan la esperanza de recibir, alguna vez, una carta amable y afectiva.

Pero ambos jóvenes se sentían cansados y un tanto desanimados por ir “mendigando“ unas horas de trabajo que carecían no sólo de la necesaria continuidad, sino que además no les compensaban para desarrollar esa creatividad profesional que el objetivo de sus voluntades y preparación demandaba. Una tarde, en la que ninguno de ellos tenía trabajo alguno programado, decidieron dar un constructivo paseo. En su transcurso, tomaron asiento en unos jardines, no lejos del puerto malacitano y, tras unos minutos de silencio, entrecruzaron sus miradas, prometiéndose “estrujar” la imaginación para organizar y ofrecer algún un servicio a la ciudadanía que tuviera el motivador plus de la novedad y que de camino ofreciera cierta continuidad a su esfuerzo laboral.  Hablaron largamente sobre varias posibilidades. Tras ir repasando las distintas opciones, se detuvieron en una realidad social y personal que habían detectado con sus innatos hábitos observadores

“Hay personas a quienes no les agrada tener de comer en la soledad de una mesa. Esta necesidad se agudiza en aquellos que han de realizar continuos viajes de negocios, como son los representantes de productos o los ejecutivos empresariales. No olvidemos tampoco a todas aquellas personas que están atravesando un momento difícil en sus vidas, debido a múltiples factores. Tampoco podemos pasar por alto a los hombres y mujeres que no han podido formar una familia estándar ¡Como olvidar a todos aquellos que necesitan hablar y no tienen con quién hacerlo!”

A partir de esta idea nuclear, durante las siguientes horas y días fueron organizando el esquema de un interesante y atractivo servicio, especialmente sugestivo e imaginativo y con un plus de novedad, que podía ser muy bien recogido por aquella parte de la sociedad que soportaba momentos puntuales o prolongados de sufrimiento con el trauma de la soledad. A ese servicio, que en su momento ofertarían a través de las páginas de Internet o en publicidad callejera, lo titularon en principio con la siguiente y motivadora frase:

 

PODEMOS FÁCILMENTE AYUDARLE, PARA QUE NO SE SIENTA SOLO. 

Le acompañamos. Le hablamos. Le escuchamos

Y a continuación explicaban someramente la potencialidad de su innovador y dinámico servicio. Estarían junto a la persona que contratara la prestación, en las más variadas actividades o circunstancias: realizando un viaje; asistiendo a una sesión de cine, teatro o concierto; visitando a un familiar; paseando por la ciudad o llevando a cabo una caminata senderista por el campo; comprando en cualquier establecimiento; asistiendo a una consulta médica; realizando el almuerzo o la cena, tanto en casa como en un establecimiento de restauración elegido al efecto; tomando una copa o similar en un bar o terraza pública; asistiendo a onomásticas, cumpleaños, fiestas de Nochebuena, Navidad, Fin de Año u otros eventos diversos. Y así, ofrecían un largo listado de disponibilidades.

La cuota por la prestación del servicio estaría en función de los minutos aportados por la compañía, con unas escalas variables en los precios. Se partiría de un mínimo fijo de 1 hora, por valor de 7 €. Las dos horas de compañía supondrían 11 € de coste. Las 3 horas alcanzarían los 14 €. No eran precios elevados, pues el acompañante ayudaría en lo posible al cliente, hablándole, animándole, escuchando sus objetivo o propósitos, sus problemas, sus necesidades, sus ilusiones. Las compañías superiores a las tres horas, por deseo o imprevistos ocasionales, ya serían negociadas en cada uno de los casos.

En principio, el cliente solo se comprometía a invitar a la persona que le acompañaba a una consumición de café, té o bebida refrescante, aunque el desarrollo de la actividad ofreció ejemplos muy diversos, desde aquellos que deseaban compartir el almuerzo o la cena, hasta aquellos clientes que pagaban los billetes de avión o tren y por supuesto las entradas en los espectáculos a los que asistían.

Para la difusión de estos servicios, crearon una página web en Internet que pronto fue muy visitada y enriquecida con numerosas preguntas, supuestos y las necesarias aclaraciones. No se limitaron a publicitarse por la gran Red de Redes, sino que también repartieron una buena cantidad de hojas informativas, por los tablones de anuncios de las facultades universitarias, centros comerciales y organismos públicos y privados que autorizasen su difusión gratuita. Obviamente, en todas estas hojas informativas y en la página oficial del servicio se anotaban dos números telefónicos, una dirección de whatsapp y un correo electrónico, en donde poder contactar para aclarar o ampliar la información y, en los casos afirmativos realizar la contratación del servicio, fijando las horas y los lugares correspondientes para los encuentros.

El eco de su cuidada difusión comenzó a generar positivos resultados. Desde las primeras experiencias, fueron tomando conciencia de lo útil que les iban a resultar sus académicos conocimientos en psicología, para saber tratar, de la mejor forma, a estas personas que sufrían, en diversos grados y matices, el ingrato trauma de la soledad. En alguna ocasión, hubo clientes que solicitaban que fuera la pareja de Herma y Darío, pues se sentían mejor con un diálogo a tres sobre dos. También se encontraron con clientes que se mostraron especialmente generosos, no sólo en el plano económico, sino también en el afecto y la amistad que deseaban y necesitaban cultivar. En correspondencia a este innovador servicio, la pareja de psicólogos pronto acumuló unos interesantes ahorros que “oxigenaban” con esperanza y futuro su más que precaria economía.

En un relato de esta naturaleza sería narrativamente imposible abordar el listado de los encargos que fueron recibiendo. Sin embargo, nos vamos a detener en dos casos, seleccionados entre los más significativos y que más impacto y experiencia les produjeron.

Una de sus primeras experiencias fue con Adeodato, un modesto ciudadano que trabajaba como auxiliar administrativo en una empresa consignataria para el transporte naval y agencia de aduanas, ubicada en el puerto malacitano. Cierto aciago día, cuando volvía de celebrar una cena colectiva en honor de un compañero que se jubilaba, conduciendo con algunas, bastantes copas de más, fue protagonista de un desafortunado accidente de tráfico, con resultado fatal para la persona a la atropelló en un paso de cebra. Para colmo, este ciudadano había tenido algunos problemas previos con infracciones de tráfico, lo que conllevó la generación de un procesamiento penal, acusado de un delito de imprudencia temeraria, conducción con un grado elevado de alcohol en el cuerpo, todo ello con resultado de fallecimiento.  

La sentencia de culpabilidad manifiesta conllevó la pena de cuatro años y un día de prisión, además de una fuerte indemnización de la que se tuvo que encargar para el abono penal el seguro de coches que, necesariamente, tenía contratado. Los tres años que hubo de permanecer en prisión no sólo afectó a la pérdida de su puesto de trabajo, sino que a nivel familiar su propia mujer no supo o quiso esperarle, rompiendo el vínculo matrimonial que habían mantenido durante diecisiete años, rehaciendo su vida con otra persona. La única hija que tenía en su matrimonio, tratando de superar el trauma que había afectado a la familia, se trasladó para trabajar a Inglaterra, en donde también formó su propia familia, sin preocuparse en modo alguno de la situación penal y afectiva que tenía que afrontar su progenitor.

Ya en libertad, Adeodato, que en ese momento sumaba los 45 años de vida, tras grandes esfuerzos pudo encontrar hueco como vigilante nocturno en una de las naves filiales de su antigua empresa, degradación profesional que se avino a aceptar, con el fin de disponer de un puesto de trabajo que le permitiera vivir dignamente con lo imprescindible. Su degradado ánimo se vio muy afectado por la soledad, debilidad psicológica que no sabía bien como reconducir y superar.

Fue uno de los primeros clientes que tuvo Herma, para acompañarle en la comida dominical del medio día, que realizaba en un popular y barato restaurante de la zona del Barrio de la Luz, no lejos de la vivienda/apartamento que tenía alquilado por la zona. La dinámica psicóloga supo actuar con diestra profesionalidad y generosidad, en los domingos sucesivos en que acompañó a Adeodato durante su almuerzo del mediodía. El ahora vigilante de muelles aprendió, con esas gratas y profesionales horas de compañía, a recuperar sus fugadas y añoradas sonrisas.

Otro de los servicios más extraños y difíciles, que guarda en su memoria Dario, fue el de Elisardo, un jesuita secularizado, quien a sus cincuenta y dos años se había enamorado. El objetivo de su febril y apasionada atracción era una bella y frágil jovencita de pueblo, llamada Laria.  La conoció tras unos días de acción misional, desarrollada en la localidad donde la chica residía, trabajando como expendedora en una confitería – panadería del lugar. Después del “flechazo” que parece había sido recíproco, la relación sexual entre ambos la mantuvieron en celoso secreto, utilizando todo tipo de hábiles artilugios para el social disimulo. En poco más de unas semanas de afectivos contactos, el jesuita ya tenía decida, con la mayor convicción y firmeza, que abandonaba la nave clerical.

Aunque el superior de la Compañía, conociendo los hechos, intentó enviarlo durante algún tiempo a tierras de Sudamérica, a fin de que recuperara la sensatez, el padre Elisardo se mantuvo en sus trece y aplicó acción acelerada al proceso administrativo de su desvinculación clerical o secularización. Concedida en capítulo urgente la licencia correspondiente, a fin de evitar el escándalo social, el ya antiguo religioso se propuso normalizar la situación, entablando contacto con la familia de la chica, personas de extrema mentalidad conservadora, que sin duda iban a reaccionar de manera visceral cuando tuvieran conocimiento de que su Laria, hija única de 26 años, estaba siendo pretendida por un señor “mayor” para desposarla. Los dos enamorados habían decidido ocultar, por todos los medios, el origen “profesional” de Elisardo, explicando que se ganaba la vida como profesor de latín, impartiendo clase en diversos centros privados. Lo cierto es que el ex - jesuita sólo tenía parientes lejanos, que residían en el norte peninsular. Por ello, cuando habló con Dario y le narró detalladamente la situación, le pidió que le acompañara en el delicado momento de presentarse ante Palmiro y Catalina, los padres de su amada, conocidos cabreros del municipio rural. Tras difícil negociación, al fin Darío aceptó acompañarle en ese difícil e incierto trance. El asunto era que sería presentado como un hijo adoptado de don Elisardo, ante de “enviudar” de su primera mujer y que había venido de tierras argentinas, donde trabajaba vinculado a una ONG, para estar presente en la aludida y complicada “ceremonia” de presentación. Tras la cómica, pero sofocante, escenificación, Dario se prometió que no volvería a ceder en estos ingeniosos artilugios, que fueron bien retribuidos por el “nuevo” profesor de cultura clásica.

La empresa de Herma y Dario continúa funcionando en la actualidad bastante bien, generando constantes ingresos que prudentemente guardan o ahorran la pareja. Entre sus proyectos, a medio plazo, quieren organizar una empresa de asesoramiento y consultas de psicología, aunque por el momento no piensan abandonar sus obligaciones en PODEMOS FÁCILMENTE AYUDARLE, PARA QUE NO SE SIENTA SOLO”.

Lo cierto de esta curiosa historia es que, efectivamente, no todo “está ya inventado”. Siempre quedan resquicios, en el amplio mundo de los servicios, que permiten abrir caminos a las mentes y voluntades emprendedoras, en esta difícil época para la normalidad laboral.

Parece también una evidencia que, hoy en día, hay que pagar por casi todo. Cualquier servicio bancario lo confirma. Hasta por tener una cuenta bancaria te cobran los gastos de mantenimiento. En el ámbito de la medicina privada, el copago está ya bien establecido y asumido. En la información mediática por Internet, la mayoría de las cadenas periodística te exigen la cuota anual o mensual, para que puedas leer, además de los titulares, el desarrollo narrativo de los artículos y noticias que publican. La lista de los tributos y pagos, por los más insospechados servicios, sería para empezar y no acabar. Y el ciudadano va cediendo y asumiendo esas imposiciones, que llenan las arcas de los más poderosos e ingeniosos. Pero resulta significativo y motivo de honda reflexión, que el estar acompañado tenga la contraprestación de unas cuotas, vinculadas a las horas y minutos de nuestras vidas. La pareja formada por Herma y Darío tuvo la imaginación y clarividencia necesaria, para utilizar uno de esos escasos resquicios que todavía van quedando, en el densificado y polivalente mundo de los servicios terciarios, aquéllos que bien dinamizan la estructura económica que articula el funcionamiento de nuestra sociedad. -

 


POLIVALENTES SERVICIOS CONTRA LA SOLEDAD

 

José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

23 ABRIL 2021

Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/

 



 

viernes, 22 de enero de 2021

RECUERDOS INDELEBLES DE LA PRIMERA VEZ.

Es frecuente que magnifiquemos, probablemente con no escasas razones, la significación de “la primera vez” en nuestras experiencias. Ese inicio, en “esto o aquello” suele quedar grabado con firme relevancia en los archivos, más o menos ordenados, de nuestra memoria. Los ejemplos de esta realidad pueden ser numerosos y diferentes, según las personas. Veamos algunos casos escogidos al azar. El viaje de estudio, la primera comunión, el uso del pantalón largo, la habilidad de poder nadar, el montar en bicicleta, el premio en un concurso colegial, el maestro/a inolvidable, el triste fallecimiento de un familiar, el castigo por una travesura, el sufrimiento por ser objeto de acoso o bullying escolar, el primer trabajo remunerado, etc. Y por encima de todos estos actos iniciáticos, la trascendente hermosura de aquél primer amor.

Esa desbordante atracción hacia otra persona, en la natural y paulatina maduración de la sexualidad, aparece normalmente durante la adolescencia, tanto en el hombre como en la mujer. El espacio “escénico” que genera ese primer “flechazo” que acelera el latido cardiaco suele ser también variado: el aula de clase, la plazoleta del barrio, cualquier celebración familiar, una excursión grupal por la naturaleza, la “pandilla de la que forman parte muchos niños o jóvenes del barrio, la presentación de aquella hermana o prima de nuestro amigo, etc. No hay una edad fija  para experimentar esta trascendente vivencia, que altera nuestros rutinarios intereses y equilibrios. Puede ser, según los casos, a los 12, 14, 16 años … vinculada al desarrollo de la pubertad en la adolescencia. Chicos y chicas comienzan a sentir ese algo diferente o especial, en la que se mezcla la atracción física con la intensa afectividad, el bienestar y el divertimento, y en muchos de los casos, también el “dulce” o complejo sufrimiento. Dada la evolución de nuestro organismo, es normal que en estas situaciones se exageren o potencien las virtudes de la persona amada, al tiempo que se justifica o empequeñecen sus naturales defectos. Tanto en el plano físico, como en el carácter y el comportamiento diario.

La reacciones que desarrollas en ese estado emocional de atracción sexual son variadas y, en muchos de los casos, divertidas: nerviosismo, tartamudeo, descontrol,  aceleración del ritmo cardiaco, enrojecimiento del rostro, errores y “payasadas”, regalos inapropiados, respuestas imprevisibles, temblor en las piernas y esos silencios o bloqueos expresivos, muestra de la felicidad que experimentas cuando estás cerca de esa persona, o la tristeza y las bruscas respuestas que sufres  en su ausencia o lejanía.   

Ese primer amor o declaración de los sentimientos difícilmente o nunca llega a olvidarse. Los detalles y las realidades afectivas quedan especialmente grabadas, con moldes imborrables, en las páginas mentales de nuestras modestas o privativas biografías. Conozcamos ya, algo de los personajes nucleares que protagonizan nuestra narrativa.

Son dos estudiantes de la E.S.O que, en su segundo curso de esta etapa escolar obligatoria, se encuentran en plena pre/adolescencia. Acuden diariamente al mismo Instituto público, aunque ella realizó la educación primaria en un centro de titularidad privada, con ideología religiosa. ALEJO es un chico de notable estatura, para su edad, de cabello moreno, ojos castaños, de complexión delgada y bien parecido de cuerpo, con un cierto grado de timidez en esta fase de su desarrollo, tal vez influenciado por los cambios hormonales que le están provocando las típicas erupciones cutáneas en su rostro, reacciones dermatológicas que trata de disimular de la mejor forma posible. Le gusta jugar el baloncesto, aunque como simple aficionado. También practica la natación, en una institución pública municipal, a la que asiste una vez a la semana. No es especialmente amante de la lectura, pero el cine le atrae en muchas de sus horas de ocio, disfrutando con las películas de acción y los argumentos que él denomina de “miedo”. Tiene dos hermanas mayores, que ya estudian en el campus universitario de Teatinos, UMA. Su padre es administrativo en una agencia inmobiliaria, mientras que su madre trabaja como escaparatista, en un estudio de diseño y decoración.

Desde inicios del curso (a finales de los años ochenta) este chico había puesto sus transparentes ojos de adolescente en una compañera de grupo, que había estudiado 1º de la ESO en un grupo diferente al suyo. ARANTZA es muy popular entre todos sus compañeros de clase, dado su carácter alegre, abierto y receptivo para la amistad. De cabello castaño, ojos grises verdosos y cuerpo más bien delgado, suele mantener una sonrisa casi permanente en un rostro de mirada angelical. Participante en todos los “saraos” que fluyen en esas edades tan abiertas al divertimento, no es una estudiante afanosamente estudiosa, pero sabe aprovechar muy bien la retentiva de su memoria y esa claridad mental que le proporciona buenas calificaciones en su apreciable libro escolar. Es hija única de unos padres que trabajan como comerciales o agentes de ventas en unos grandes almacenes de la capital malagueña.

Alejo, hasta este curso, nunca había experimentado esa fijación en las niñas de su edad, como obsesión permanente. Pero a sus trece años, la llegada de Arantza a su grupo escolar, le ha alterado esa indiferencia, despertando un fuerte ardor sexual. En realidad, la simpatía desbordante de esa adolescente no se acomodaba a lo reservado de su carácter y a ese pico de timidez que potenciaba los inicios de la pubertad. Asumía que era casi imposible que esa compañera se fijara en él, por lo que sufría reservadamente su incapacidad hacia esa necesidad que veía como algo inalcanzable. Pensaba, en los recovecos de su intimidad sufriente “¿Y como me acerco a ella, si me siento débil y sin recursos para que esta preciosidad que me tiene “trastornado me tenga en cuenta? La mayoría de mis compas lo tienen mucho más fácil… pero en mi caso es una batalla que tengo bien perdida”. Y así pasaban los días y los meses, disimulando su insatisfacción interior, ante la consecución de un objetivo ante el que pensaba no podía competir.

Y llegó, con el firme avance de amaneceres y atardeceres, ese mes de Marzo, que siempre trae el regalo de la estación Primaveral. Además de las flores, las cálidas temperaturas y el verdor en la naturaleza, se acercaban los eventos religiosos y festivos de la Semana Santa, con ese difícil pretérito de los exámenes del 2º trimestre. Por consejo de sus padres, los profesores y el esfuerzo de su autodisciplina, se dispuso a preparar esas pruebas, cuyo éxito podría depararle unos tranquilos días de vacaciones. Para este noble y responsable fin, acudía cada una de las tardes a la biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas para el estudio y repaso de los apuntes de clase, centro universitario en donde no se le impedía la entrada y que tenía bien cerca de su domicilio, situado en pleno barrio de Capuchinos.  

Ese viernes, 12 de marzo, la biblioteca estaba repleta de usuarios, por lo que Alejo decidió quedarse en una de las mesas del gran salón - estudio anejo. Aquí los asistentes pueden hablar y preparar sus trabajos, comportamiento que no pueden tener en el recinto bibliotecario, en donde está prohibido emitir sonidos que perjudiquen la concentración de los demás estudiantes. Mientras luchaba “enfrascado” con los problemas de matemáticas, cuyo repaso era necesario dado que era uno de los primeros exámenes o pruebas que habría de realizar, escuchó detrás suya una voz que le resultó bastante familiar.

“¡Vaya, qué suerte! También Alejo ha elegido “Económicas” para “disfrutar” la tarde de estudio”.

Se volvió de inmediato y vio que era la compa Arantza, quien después le comentó que vivía por el barrio de la Victoria, no lejos de la zona en donde estaba situada la Facultad. ¡Eran casi vecinos. Y él sin saberlo.

“Ale, estoy más liadita que un trompo, con esas mates que tanto me hacen sufrir. Siempre te he considerado como un chico inteligente. Me pregunto si me podrías echar una mano, con esos problemas que una vez y otra se me atascan. Aunque voy aprobando con las ciencias, ya sabes que soy más bien de las letras ¿Me puedo sentar junto a ti?”

Los latidos del corazón en Alejo se dispararon como si fueran en bólidos de carrera. Parecía un milagro que su “musa inalcanzable, tomara asiento allí junto a él. El destino le había proporcionado un maravilloso regalo, totalmente inesperado, lo que aumentaba su nerviosismo, su mal disimulado tartamudeo, ese no saber qué decir, precisamente cuando el corazón y la mente te empujan y necesitas expresar muchas cosas. Arancha sonreía, con esa divinal mezcolanza de sencillez, desenvoltura, picardía, desparpajo e innata alegría, en el decir y en el actuar. Para mayor ilusión “Ari” (como muchas amigas la llamaban) se adornaba con dos trenzas de su bien peinado y liso cabello, que le cubría hasta los hombros. Vestía con una sudadera rosa clara, que llevaba grabada las palabras “I need your friendship” (Necesito tu amistad) una muy curiosa y oportuna frase, completando su atuendo con unos jeans azules y unas deportivas blancas.

A pesar de sus nervios, algo ya más serenados cuando se fue rehaciendo de la primera sorpresa, se entregó con la mayor amistad e interés en ayudar a esa compañera por la que tanto había suspirado. Le iba explicando, con “docta seriedad” el proceso de algunos problemas, mientras ella le miraba a los ojos, sonreía y después asentía moviendo su cabeza. Transcurrieron los minutos, pero tan concentrado estaba en la explicación que no era consciente del tiempo que avanzaba.

“Compa, lo haces tan bien que me recuerdas a don Efrén. Creo que tienes madera de profe. Me entero perfectamente de todo lo que estás explicando. Te lo agradezco en el alma. No sé si te has dado cuenta, pero son ya las 6:30 y con tantas ecuaciones me está llegando un poquito de hambre. Había traído un sándwich de queso y jamón cocido para merendar ¿Lo compartimos?”

Genial, Ari. Yo también te puedo invitar a alguna chuchería. Vamos a la máquina de los snaks, pues a esta hora cierran el bar. Saco dos chocolatinas con almendras o algo que te guste más”.

Así comenzó ese primer amor, un inolvidable viernes 12 de marzo, que Alejo grabaría con la fuerza de la novedad en los recuerdos imborrables de su mente adolescente. A partir de esa dulce tarde, las hojas del calendario seguirían trayendo, con el capricho del destino y la voluntad de los humanos, cambios, ilusiones renovadas, experiencias, dudas, errores y aciertos, en estas dos jóvenes vidas.

 

Han pasado ya, no una ni dos, sino casi tres décadas, desde aquel viernes primaveral en la sala de estudio de la Facultad de Económicas malacitana, durante el cual Alejo se sintió la persona más feliz del mundo, ya que el misterioso destino quiso proporcionarle ese encuentro personal por el que tanto había suspirado. Hoy, en un lunes de enero y también por la tarde, tras muchos años sin haberla vuelto a ver y sin haber tenido noticia alguna de ella, se han vuelto a encontrar, mientras ambos elegían, separados por unos metros, alguna revista en el kiosko de prensa de la dinámica y bien montada estación de ferrocarriles. Sus cuerpos ya no reflejan los de aquellos adolescentes ilusionados durante la etapa escolar. Lógicamente han sufrido importantes cambios en sus respectivas fisonomías, debido a la inmisericordia oxidante del tiempo. Mientras aguardaban turno para abonar los ejemplares elegidos, han cruzado sus miradas, han dudado ante un posible equívoco, finalmente se han reconocido y con entrañables sonrisas han pronunciado respectivamente los nombres de sus interlocutores.

“Claro que te he reconocido, mi querida Ari ¡Vaya suerte! ¡Pero cuántos años sin vernos! Apenas has cambiado. Te veo maravillosamente bien, tan linda como si fuera ayer… ¿Y cómo te va? Es que voy a tomar el tren de Fuengirola, donde resido. Vengo con frecuencia a Málaga, a resolver asuntos de la notaría donde trabajo. Pues sí, la vida va corriendo y, aunque no me lo creo, ya he cumplido los 43. Formé una familia. Dalia y yo tenemos una hija de siete años. Ya está muy mayorcita. ¿Qué cómo se llama? Bueno… le pusimos el nombre de … Arantza. Ese nombre te suena ¿verdad?”

Y mientras pronunciaba todas esas amables y educadas palabras, ella sonreía, observándole con un indisimulable ternura.

“A pesar del tiempo transcurrido, no te he olvidado, Ale. Estás hecho todo un hombre, pero yo te recuerdo con aquellos rasgos de aquella hermosa adolescencia. También tu fuiste mi primer amor. Después, la vida ha dado muchas vueltas. Yo no tengo hijos, aunque me casé con un médico que practicaba cirugías estéticas. Hemos estado juntos ¡casi doce años! Pero nos unimos demasiado jóvenes, sin conocernos muy bien. Nos equivocamos … como tantos otros. Ahora estoy unida a una persona también divorciada, que tiene dos hijos ya independizados. Es policía nacional, especializado en delitos monetarios. Tiene 51 y yo los mismos años que tú, pues recordarás que somos coetáneos. Irineo es su nombre. Nos llevamos bien, aunque las andanzas de aquellos años 80, cuando prácticamente despertábamos a la vida, no las he podido olvidar. En absoluto…  Suelo venir mucho por aquí, a comprar en el Mercadona. Somos prácticamente vecinos del Vialia, porque nuestro piso está aquí al lado, en el bloque Barceló de Héroe de Sostoa. Tenemos que quedar algún día y tomamos algo los cuatro. Me haría mucha ilusión ¡De verdad!”

El sonido romo de los altavoces, anunciando la inminente llegada de un próximo tren AVE, procedente de la estación madrileña de Atocha, mezclándose con la alegre y potente acústica emitida por toda esa gente que circula por los grandes espacios públicos, fue separando, una vez más, a estos dos seres, “atados” por bellos y dolorosos recuerdos.

Una aún bella mujer que “negocia” cada unos de los días con esa difícil y traicionera mediana edad, mientras arrastraba ese carrito de la compra repleto de rutinas alimenticias, con dirección a una opaca estabilidad, iba repitiendo y recreándose mentalmente en unas palabras que le aturdían y dinamizaban al tiempo.  “¿Quién me podría aventurar, que esta tarde iba a terminar con este inesperado, sublime y feliz reencuentro. Hoy era yo a quien le temblaban las piernas. Fue, sin duda, mi primer amor. ¡Como lo voy a olvidar! Pero… te faltó decisión, constancia y arrojo, para haber seguido en la lucha. Como a tantas personas le sucede, me pregunto ¿cómo habría sido mi vida junto a ti, mi querido Alejo? Es un banal o imposible interrogante que carece de respuesta lógica, Pero la imaginación puede crear ese microcosmos ideal de lo que pudo ser y para mi pesar no lo es”.

Y en ese vagón del suburbano, que rodaba presuroso camino de la próxima estación en sus repetitivos trayectos,  uno de los viajeros, también con una mediana, estabilizada y aburrida edad para la comodidad, cerraba cíclicamente los ojos, y pensaba en aquella “niña” de mirada angelical y ojos azulados, con sus trenzas, sus continuas ocurrencias y esas maravillosas sonrisas que transmitían ganas de vivir, alegría y proximidad.

“Mi añorada Arantza ¿cómo me gustaría que a la llegada a mi destino viajero, fueras tu quien me estuvieras esperando para preguntarme, sin palabras, sólo con la mirada, acerca de cómo me había ido en el día. Lo harías con esa dulzura, fuerza y complicidad que nunca olvidaré. Ciertamente no me puedo quejar. Tengo una vida estable, serena, acomodada. Una pequeña y buena familia que me espera y con la que comparto las luces y los atardeceres de cada día. Pero lo que sentí por ti, en aquellos irrecuperables años de la adolescencia, para mi desdicha, no lo he vuelto a tener. No los he vuelto a gozar”.

Como en tantas realidades de nuestra existencia, esa primera vez queda marcada con firmeza en las brumas temporales de la añoranza. La iniciática atracción de los trece años, puede sin duda estar deformada por la idealización y el deseo. Pero aquellos acústicos latidos del corazón no se han vuelto a repetir, en los sentimientos de Arantza y Alejo, quienes esta tarde “caminan” hacia sus opuestos destinos, imaginando y anhelando una proximidad que impide, todo impasible, la lejanía.-

 

 

  RECUERDOS INDELEBLES DE

LA PRIMERA VEZ

 

 


José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

22 enero 2021

 

 Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           

Blog personal:http://www.jlcasadot.blogspot.com/