En la memoria de las personas siempre permanecen, aun con el paso inexorable del tiempo, determinadas personas, vivencias, elementos materiales o relaciones sociales, que han sembrado honda huella en nuestros mejores recuerdos. Esas imágenes que toman vida en nuestra añoranza resurgen de tiempo en vez, nos gratifican y al tiempo desalientan, pues el pasado es pretérito y vivimos en un presente que se hace inexistente al paso hacia el futuro de los minutos y sus latidos de vida.
CLAUDIO Alhama es uno de esos centenares de miles de personas jubiladas, que “llenan” su amplio tiempo libre poblando las plazas, los jardines y los espacios culturales de nuestras densificadas ciudades, pueblos y localidades residenciales. Casado con AURELIA Arenas, tuvieron una descendencia de dos hijas, Mariblanca (vive con su familia agricultora en tierras bajo el plástico en Almería) y Mariflor, que reside con su pareja, actor, en la capital de España. Ha ejercido como mecánico de profesión, en un taller privado para la reparación de vehículos. Hace unos tres años accedió al “grado” de jubilación anticipada o pensionista, debido a una lesión que le provocaba continuos problemas de espalda, derivados de su trabajo con los vehículos que a diario reparaba. Ahora, con 63, se gana diariamente la vida con sus paseos, su asistencia a los cines y a los conciertos, “pegando la hebra” donde puede y encuentra acomodo. Sociológicamente pertenece a una clase media/baja, en la modestia de sus disponibilidades económicas, pudiendo vivir con dignidad, pero sin embarcarse en grandes gastos.
Esta historia se nuclea temporalmente en esos “festivos” días de diciembre y enero, tensionados por el fenómeno sociológico que nos determina e ilusiona, como es la NAVIDAD. La alegre y larga celebración suponía para él (como para otros muchos) un plus para la distracción, ya que le permitía gozar de los lúdicos incentivos de la cromática iluminación callejera, de los cantos que conformaban las corales musicales y otros conciertos de mayor envergadura, que tenían lugar en los templos y lugares de su Málaga natal. Por encima de turrones, mazapanes y panderetas, le hacía especial, ilusión rememorar aquellos lejanos y felices años de su infancia e incluso adolescencia, cuando el proyecto navideño suponía vacaciones, juegos, dulces y ese color que iluminaba las calles, edificios e incluso los pisos de la vecindad y el suyo propio. Pero, por encima de todos estos eventos lúdicos para la festividad, sobresalía la llegada mágica y majestuosa de SS.MM los REYES MAGOS de Oriente, en esa inolvidable noche del 5 de enero, tras la ruidosa y alegre cabalgata, emoción que se acrecentaba en el amanecer del 6º día del enero, con el milagro de los juguetes (no todos los que había escrito, con la firme fe de un niño creyente en sus deseos) en el que siempre había algún regalo especialmente significativo para jugar y disfrutar.
Muchos de esos juguetes, que con más o menos esfuerzo económico llegaban a las zapatillas deportivas que el niño Claudio ponía junto al árbol adornado para la Navidad, tenían relación con su proverbial capacidad para los mecanismos, la construcción de objetos y variados artilugios, por complicados que fuesen. El niño Claudio era lo que hoy se denomina “un manitas” para el montaje y el desmontaje de todos los aparatos lúdicos que caían en su “dominio”, basándose en la buena memoria que poseía para el control de sus diversas piezas componentes. Ahora, ya de muy mayor, recordaba las arquitecturas de madera pintadas de vistosos colores, los puzles que iban incrementando su dificultad en el número y las formas de las piezas geométricas. También le encantaban los cochecitos de autopropulsión, con las correspondientes cuerdas que, de tanto tensarlas, solían atascarse. Sólo con manos habilidosas como las suyas lograba desatascar esa cinta metálica o “cuerda continua” que se enrrollaba y desenrollaba, permitiendo la ingenua o sencilla fuerza motriz para que las ruedas delanteras moviesen el pequeño vehículo. Ya se daba cuenta de que los cochecitos de lata pintada, asemejando taxis, ambulancias, coches de bomberos o bólidos de carrera, podían tener también propulsión delantera o trasera. Cuando llegó el “milagro” de las pilas, la llave de cuerda perdió su protagonismo motriz. Se abrió el camino de la electricidad, para generar la energía necesaria a fin de mover coches y trenes (para los padres que pudieran afrontar el costo de esa compra).
Otros juegos también motivaban su ilusión infantil, como la de todos los niños de la época: las pelotas de goma, los balones de reglamento, los patines, las patinetas, las siempre añoradas bicicletas, los juegos reunidos, los trenes eléctricos o movidos por la fuerza de sus manos. Sin embargo, había un juego muy instructivo que, a pesar del paso de los muchos años, nunca había olvidado entre su principal preferencia. Lo tenía en el mejor de los recuerdos, ya que era el juguete que mejor le permitía desarrollar sus habilidades, empleado tiempo, ingenio y paciencia, cuando jugaba solo en casa. Claudio era hijo único de unos tenderos de ultramarinos, en una tiendecita ubicada en el antiguo y ya casi desaparecido barrio del Perchel malacitano.
Ese gran juguete que SS.MM, en un afortunado enero (había cumplido los nueve años), tuvieron a bien regalarle (lo había visto en el gran escaparate de los Juguetes Carrión, Pasaje de los Mártires hacia la calle Compañía) era el denominado MECCANO. Dadas las características del instructivo juguete, era vendido en cajas de cartón con diferentes niveles de complejidad y piezas. Estos elementos constructivos se podían ampliar, comprándolos aparte, aunque era preferible (si los Reyes tenían medios económicos para hacerlo) adquirir la caja correspondiente al siguiente nivel. Esas piezas de distintos tamaños y formas geométricas eran todas ellas de metal pintado, generalmente de color verde oscuro, y todas ellas estaban agujereadas, a fin de permitir el ensamblaje, unas con otras, mediante los correspondientes tornillos y tuercas. Cada caja del instructivo juguete traía en su interior un pequeño destornillador de cabezal plano y una llave inglesa, para mejor manejar y fijar los tornillos y tuercas. Obviamente, a más nivel en las cajas (su primere Mecano tenía el nivel 0) se incrementaba el número de piezas y las formas geométricas de las mismas. También, por supuesto, la dificultad.
Sus amiguitos más pudientes podían ir teniendo (en esa Meca de los juguetes, como era el gran Almacén Carrión, proveedor exclusivo de SS MM) cajas avanzadas, para formar figuras más complejas y vistosas. ¿Dónde estaban las dos claves del interés que motivaba este instructivo juguete en los niños?
Cada caja aportaba en su interior un cuaderno o librito de instrucciones en el que se enseñaba, para su fácil construcción, como formar casitas, molinos de viento, coches, carritos, mesas, sillas, grúas, barcos, escaleras etc. todo ello con una muy fácil explicación y con un aporte fotográfico que hacía más fácil el ensamblaje de las piezas alargadas, cortas, en triángulo, esféricas, cuadrangulares… Era un librito fundamental para facilitar el mejor camino para la formación de esas habilidosas figuras, a través de dibujos, fotos, con sus números correspondientes para la más correcta identificación.
Había otra lúcida posibilidad para el juego constructivo, basada en el ingenio imaginativo, que a esas edades infantiles, ayudados por la experiencia de papá y mamá, tanto desarrollan los niños, consiguiendo, para el asombro de familiares y amigos, conformar piezas verdaderamente admirables. Lógicamente el propio juego tenía su propio dinamismo: si se deseaba incrementar la complejidad de las piezas elaboradas, los papás tenían que negociar con SSMM, a fin de avanzar en una caja de superior numeración y contenido.
Hay que matizar que en la década de los 50 y los 60, el Mecano era un juguete esencialmente masculino, sin descartar que alguna hermana o prima también les apeteciera participar con su ingenio imaginativo en la conformación de piezas. Otra cualidad que tenía este juguete es que sus elementos eran prácticamente irrompibles, pues el metal tiene la suficiente dureza de la que carece las formas plásticas.
Efectivamente, con el paso del tiempo, el mundo del juguete se vio invadido por la versatilidad de los materiales plástico. Pero un Mecano de plástico no “soportaba” demasiadas presiones de tornillos y tuercas (que también eran de plástico). Si se forzaba la presión, las piezas se fracturaban. El plástico abarató el producto, e incluso amplió las formas de los elementos constructivos, a cambio de perder el encanto de las antiguas piezas de metal. Por supuesto, la aplicación de la electrónica amplió las posibilidades, pero redujo el misterio y eficacia de la creatividad.
El mecánico jubilado Claudio se sintió animado para buscar para estos Reyes de 2025 un Mecano de aquéllos que tanto “iluminaron” su ya muy lejana infancia. Era todo un capricho, más que infantil, un sentimental intento de recuperar esos años que ya no pueden volver. Pero su intento de localizar un juego de una época tan pretérita era una tarea complicada y, como después fue comprobando en su búsqueda, casi imposible o muy difícil de conseguir. Las materias plásticas, los aportes electrónicos e incluso los chips informáticos, hoy aplicados a la juguetería, hacen que aquellos juguetes de los cincuenta y sesenta hoy ya no tengan razón de ser ni de fabricar. Pero era un lindo capricho, por ese afán de recuperar referentes de su infancia. En consecuencia, las dificultades derivadas del lógico avance de los tiempos no le desalentaron.
Fue recorriendo las tiendas tradicionales dedicadas a la venta de juguetes. Carrión, Lego, los departamentos de juguetería de los centros comerciales, encontrando un repetido razonamiento en todos estos comercios: era un juguete específico que se dejó de fabricar hacía muchas décadas. Consultaban en los catálogos de los más conocidos fabricantes, y en ninguno de ellos aparecía lo que Claudio tenía fijado en sus recuerdos. “Podemos sugerirle que acuda a una tienda de antigüedades, en donde suelen disponer de juegos de “otras épocas”. Aunque es bueno que sepa que también los juguetes antiguos adquieren un elevado coste en estas tiendas especializadas en objetos de años muy pretéritos. También puede consultar a través de Internet, pues siempre hay personas que conservan objetos de sus familiares fallecidos y al paso de los años tratan de sacar rédito económico a los interesados (generalmente coleccionistas) en su adquisición. Muchos son los que buscan aquellas entrañables muñecas de trapo, trompos de madera, trenes eléctricos, cines NiK, con películas de papel encerado, etc. no dudando en pagar cantidades ciertamente notables, por estos juguetes del siglo pasado”
Tras estos certeros consejos, que le facilitó un comercial de una juguetería, Claudio dedicó algunas noches de insomnio a “navegar” por Internet, preguntando en los buscadores de manera específica por los viejos mecanos. Efectivamente, fue comprobando que era un juguete totalmente descatalogado, entre los fabricantes del sector. Sin embargo, también entró en páginas de especializados coleccionistas que tenían cajas de este producto que, con tanto afán, él estaba buscando. Algunas de esas cajas estaban incompletas con respecto a las piezas constituyentes, en otros casos faltaba el librito explicativo, etc. Pero lo más significativo eran los elevados precios que estas personas solicitaban por vender esas “piezas de museo” como ellos las denominaban. Otro gravamen que había que afrontar por estos juguetes usados, era el coste de los envíos, a través de empresas de paquetería urgente. Era una bonita ilusión, pero las dificultades eran importantes, por lo que fue asumiendo que SS MM no le iban a dejar el juguete deseado junto al árbol navideño que cada año se encargaba de montar su mujer Aurelia. Se tendría que conformar con esa corbata, que cada vez menos se ponía al cuello, pues con el paso de los años le molestaba soportar ese “colgajo” como él las denominaba o esa camisa de franela gris que, en su opinión, envejecía su ya bastante arrugada epidermis facial. Su ilusión por un juguete llamado Mecano sólo la magia de “los Magos” podría solucionar.
Un sábado tarde, inminente a la celebración de la Navidad, Claudio decidió dar un paseo por el Parque, con tres incentivos que ofrecía este espacio de Málaga ganado al mar. Había una Feria de productos malagueños, SABOR A MÁLAGA. Unos sesenta puestos en los que se vendían productos típicos de los 103 municipios de la provincia de Málaga, generalmente chacinas, dulces, panadería “cateta”, vinos, mermeladas, frutas, aceites y muchos tipos de quesos. Verdaderamente, todo muy apetitoso, con degustaciones gratuitas. Las casetas con esos productos se ubicaban en el lateral sur del parque malacitano. En el lateral norte, estaban instalados los tradicionales puestecillos con el mercadillo de productos artesanales de toda naturaleza: objetos de metal, cristal, cuero, madera, prendas de vestir, bisutería, discos antiguos, libros de ocasión, juguetes (especialmente muñecas de trapo) objetos de regalo, muy bien elaborados y a precios interesantes para el bolsillo no muy pudiente. Sobre todo, lo más importante, es que estos productos estaban elaborados fuera de los circuitos industriales, por manos artesanales y expertas en el trabajo de la piel, la madera o los metales. Y en tercer lugar tampoco faltaban los típicos puestos con miles de figuritas de cerámica, con motivos propios para adornar los belenes, las panderetas y zambombas, junto a la tradicional caseta con los artículos de bromas (bombas fétidas, caretas, imitaciones de excrementos, polvos picapica, pelucas y las simpáticas cajas de la suerte) para celebrar con la mayor alegría la gran y ruidosa Nochevieja de fin de año.
Caminaba lentamente entre una gran densidad de visitantes a este espacio ciudadano, lujosamente vestido con los colores y luces de la Navidad. Se detenía algunos minutos en algunos puestos que ofrecían suculentas o curiosas y bien elaboradas artesanías. Le hizo especial ilusión uno de los puestos que estaba completamente lleno de lindas y sonrientes muñecas de trapo. Esa oferta de juguetes le recordaba los juguetes de su infancia, cuando no existía la informática y se utilizaban mayoritariamente materiales como las telas de algodón, la madera, la goma … para hacer esos juguetes que tanto ilusionaban a los pequeños y a los mayores. Pero la sorpresa fue “mayúscula” cuando en uno de los estantes traseros de ese puesto, en una esquina del pequeño espacio, junto a las muñecas sonrientes, había una “maravillosa” figura construida con las piezas de los antiguos mecanos: era un sorprendente tractor, habilidosamente ensamblado en sus componentes metálicos, con sus ruedas y todos los detalles correspondientes de un vehículo fundamental para el trabajo agrario. No pudo por menos que preguntar al vendedor de ese puesto si ese objeto, verdaderamente de museo para exposición, estaba a la venta. Entonces su interlocutor, CARMELO, un veterano comerciante, mirando con un triste semblante esa bien construida figura, se mostró dispuesto a contarle el porqué de su ubicación en un puesto dedicado totalmente a la venta de preciosas muñecas de trapo.
El feriante de las artesanías tenía un hijo, llamado ALONSO, que por “una mala gripe” se le fue, cuando sólo tenía 15 años. Recordaba con inmenso cariño y dolor a ese hijo que pensaba estaría construyendo habilidosas figuras de mecano en los reinos celestiales. “Desde que unos Reyes Magos le trajeron una caja de Mecano, numero 0, fue avanzando en su ingenio y paciencia, y cada vez hacía figuras mejor construidas, que causaban la sorpresa entre aquellos que aplaudían el increíble ingenio de un niño con 10 primaveras en su vida. Cada Navidad o cumpleaños, incrementaba su colección de piezas metálicas, con una caja de superior nivel. Esta figura del tractor (somos gente de campo) la conservo como una preciada joya, llevándola conmigo, pues es como si estuviera conmigo ese hijo que tan joven se me fue”.
Lo más sorprendente en esta sencilla y enriquecedora amistad fue cuando, en la mañana del lunes 6 de enero, bien temprano, Claudio se levantó de la cama y como hacia cada año se dirigió con presteza, junto a su mujer Aurelia, al árbol de Navidad. Ambos con esa ilusión infantil que nunca se ha de perder, a fin de comprobar si SS MM Los Magos de Oriente habían dejado regalos junto al bien decorado símbolo navideño. El antiguo mecánico encontró una caja grande, envuelta en colorido papel de regalo, junto a unos zapatos que había dejado la noche anterior. Abrió el paquete y la emoción le impidió pronunciar palabra alguna. Se le saltaron las lágrimas cuando vio su contenido. ¡Era un juego de Mecano, del número 2! Una nota adjunta decía. Querido y muy apreciado amigo Claudio. He conservado este juego, de mi añorado hijo Alonso, durante muchos años. Pero desde el Cielo él me ha dicho que debo regalártelo, pues te hará muy feliz y que te guiará en tu imaginación y destreza, para que hagas figuras muy bonitas, al igual que cuando eras un niño y jugabas y disfrutabas montando las piezas de la ilusión. La vida en no pocas ocasiones ofrece saludables y buenas respuestas para las mejores voluntades. -
UN JUGUETE
INOLVIDABLE
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 27 diciembre 2024
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario