viernes, 11 de diciembre de 2020

BOOKS AND FLOWERS. LIBROS Y FLORES.


Con la evolución de la práctica comercial, las diferencias entre el “ayer” y el “hoy” son cada vez más notorias, tanto para el comprador como también para el vendedor. Hace décadas no existían los supermercados, ni los grandes áreas de centros comerciales. Los clientes que deseaban comprar artículos para sus necesidades se desplazaban a las tiendas, en las que eran atendidos (o tenían que esperar su turno) por un dependiente, que se encontraba normalmente situado detrás de un mostrador. Si se trataba de un colmado de ultramarinos, había que ir indicando, uno a uno, los diferentes artículos que se necesitaban, concretando al tiempo la cantidad o peso que se deseaba adquirir. La conversación con el tendero humanizaba y socializaba el acto de “ir a la compra”. En muchas de las tiendas del barrio, el cliente era bien conocido, incluso por su propio nombre. Los consejos y comentarios de ese dependiente o propietario resultaban de suma utilidad, pues el comprador tenía la certeza que aquello que se le sugería era lo mejor en cuanto a marcas de productos, además que se le aconsejaba como había que manejar o elaborar aquello que había comprado. En muchas de estas tiendas del barrio, el propietario disponía de una amplia banqueta a fin de que los clientes pudieran esperar, cómodamente sentados, el turno correspondiente.

Pero llegaron los súper, los hipermercados, las grandes áreas o almacenes comerciales, en donde la clientela encuentra los artículos ya pesados, envasados, colocados y valorados.  De esta manera, el comprador se limite a coger y a echar o poner en ese carrito que se le facilita, (el cual “naturalmente” tiene una gran capacidad) las mercancías que desea adquirir. En los artículos de alimentación, el cambio tiene la gran ventaja de la rapidez o la agilización del acto de compra, con el inconveniente añadido de la falta de comunicación con el encargado de vender el producto. En el caso de los artículos electrónicos esas carencias se agudizan, cuando es necesario consultar características o aspectos concretos de ese material. Cada vez hay menos personas disponibles para atender de manera directa al cliente, en ocasiones prácticamente ninguna. En estos casos hay que desplazarse punto de información (siempre de que exista) a fin de solicitar un vendedor o el encargado de la zona. No siempre ese gestor comercial estará disponible, pues puede estar atendiendo a otro o más clientes, con la excesiva dilación en el tiempo, por lo que, en ocasiones, decides desistir acerca de la consulta o aclaración que pretendías solicitar.

Cuando al fin aparece un dependiente para atenderte y le planteas tu problema o duda, encontrarás varios tipos de respuestas. “Perdone, pero es que no soy de este departamento” “Lo mejor es que entre Vd. en la página web de la marca, en donde hay un buzón para la atención del público o un listado de las preguntas frecuentes” “Vamos a ver si leyendo el manual de instrucciones podemos resolver el problema”. De una u otra forma caes en la cuenta que el aturdido vendedor carece de la suficiente experiencia o conocimiento para ayudarte de una manera eficaz. No es infrecuente que el dependiente que te atiende en librería se encontraba ayer o la semana pasada prestando servicio en la sección de ropa infantil y la semana próxima tal vez puede estar en la sección deportiva del gran almacén. Las falta de profesionalidad, en todos estos casos, es evidente, por muy buena voluntad o amabilidad que aporte tu interlocutor (si has conseguido llegar hasta él). También es cierto que a veces tienes suerte y te encuentras con un comercial muy cualificado

Cada día son más importantes y numerosas las compras on-line, utilizando el recurso de Internet. En estos casos informáticos, es complicado tener una persona con la que contactar de manera directa, para que te ayude en la confusión o aclaración de las dudas. El problema de la incomunicación se incrementa. Ahí se encuentra el origen de todos estos problemas.

En el supuesto de que el dependiente, encargado o gestor comercial esté disponible para atender al cliente, aquél puede resultar una persona agradable, imaginativa, servicial, didáctica, respetuosa, amante de su trabajo, experimentada. O por el contrario el comprador se encuentra con el infortunio de tener que negociar con una persona brusca, desagradable, inflexible, altanera, ineducada, con prisas y preocupado por el reloj, que no desconecte de sus problemas personales, sin la preparación, rodaje o veteranía necesaria, etc. Todo es cuestión de suerte u oportunidad. Vayamos ya pues a una historia concreta, entre un cliente y el comercial que le va a atender en su petición o necesidad.

Una nueva tienda de regalos “con encanto”, ha abierto sus puertas entre los comercios malagueños. La propietaria es una señora de nacionalidad británica, llamada Jennifer O´Neill, quien tras haber ejercido largos años como profesional de la odontología, se encuentra en la actualidad jubilada. Con un cierto capital económico, esta emprendedora comercial tenía la ilusión de montar una pequeña tienda de libros y flores para regalos, en una ciudad marítima, con buen clima y espíritu abierto, como es Málaga, ciudad en la que había pasado algunas fases vacacionales muy gratas para su activo carácter. Precisamente era la localidad en donde había decidido fijar su residencia. La propietaria ha mantenido el nombre inglés como rótulo del coqueto y bien organizado comercio: BOOKS AND FLOWERS, en alusión a los dos productos básicos que se ofertan en el mismo: el placer de los libros (muchos de ellos en inglés) y el aroma y cromatismo  de las flores. El comercio está situado en calle Molina Larios, en esa arteria que comunica en entorno monumental de la Catedral, con el pulmón vegetal del Parque y la cercanía marítima de la zona portuaria.

Aunque Jennifer suele pasar muchas horas en su tienda, ha encontrado una eficaz colaboradora en la persona de Gema Deliada, dependienta con treinta y ocho años de edad, que tenía una cierta experiencia por haber trabajo en un almacén editorial durante bastantes años y que en ese momento oportuno se encontraba en paro, debido a un cambio en el negocio de la empresa con la reestructuración del personal laboral. Gema es persona que combate su arraigada timidez, con una proverbial amabilidad y delicadeza, actitud que aplica a todos aquellos con quienes se relaciona. Su dulzura en el trato, su imaginación y sensibilidad de carácter, además del profundo amor a la naturaleza que siempre ha demostrado, fueron factores decisivos para que fuera ella la elegida, entre otros solicitantes, a fin de dirigir (con eficacia manifiesta) el “exquisito” comercio organizado en un malacitano entorno de la Málaga tradicional. En su privacidad, la muy activa dependienta convive con su madre, doña Mariana, una señora de avanzada edad que en un lejano momento de su vida se quedó embarazada de una pareja que no quiso ser fiel en absoluto a su responsabilidad paternal. Costurera de profesión, crió con mimo y ternura a su hija, cuidando que nada le faltase. Hace unos años, los problemas de visión y otros achaques derivados del calendario vital, hicieron que dejara la aguja y el hilo, encontrando sin falta ese calor humano y el trabajo diario de Gema, complementos necesarios para una madre que se ha había hecho demasiado mayor. Gema ha tenido algunos pretendientes pero, por una u otras razones, no ha encontrado a ese compañero ideal para su gusto y estilo de vida.  Se encuentra feliz cuidando a su madre y atendiendo con esmero y delicadeza un trabajo que le vitaliza: la relación diaria con los libros y las flores marcan una hermosa hoja de ruta, impresa en todos esos amaneceres y atardeceres que conforman su existencia.

Era un viernes primaveral por la tarde cuando un hombre de mediana edad entró en el establecimiento, en ese momento vacío de otra clientela. El posible cliente estuvo durante unos largos minutos observando los estantes repletos de libros, desplazándose a continuación a la zona donde estaba instalado el bello y vegetativo conjunto de macetones y jarros de aluminio, conteniendo las más espectaculares especies de flores procedentes de la naturaleza. El visitante miraba pacientemente la bella mercancía expuesta, mientras Gema le observaba con discreción y expectativa para cubrir o atender cualquier necesidad o pregunta que se le planteara. Entendió llegado el momento del “romper el hielo” ofreciendo sus servicios al nuevo cliente a quien en nada conocía.

“Buenas tardes. Encantada de saludarle. Estoy a su completa disposición, por si le puedo ayudar a tomar la mejor y acertada elección para su necesidad.” El hombre agradeció con una sonrisa el ofrecimiento, aunque le hizo entender que prefería seguir mirando la sutil mercancía de la que se veía rodeado. Por momentos el semblante del cliente parecía cada vez más apesadumbrado, marcando una profunda tristeza en las líneas faciales. Incluso difícilmente podía disimular unos ojos brillantes que indicaban unas lágrimas que estaban a punto de brotar. A pesar de la discreción con que solía hacer gala la dependiente, no se le ocultaba el estado emocional que embargaba a ese indeciso cliente que seguía paseando lentamente entre toda la mercancía ofertada. Esas lagrimas al fin brotaron, creando un clímax tenso y novedoso para la experiencia de Gema.

“Discúlpeme. Me temo que tal vez no se encuentre Vd. demasiado bien. Le puedo ofrecer alguna infusión tranquilizante, pues en la trastienda dispongo de lo indispensable para algún desayuno o merienda que muchos días me he de preparar. Tal vez le siente bien una manzanilla con anís o incluso tila. Esta infusión le puede tranquilizar. Tome cómodamente asiento y ya más calmado con la bebida caliente podrá elegir aquello que más le convenga. Seguro que hará feliz a la persona que tenga la suerte de recibir el precioso presente”.

Ya más sereno, ese extraño cliente, se mostró agradecido por el calor humano que recibía de la solícita dependienta. Creyó oportuno sincerarme, aplicando sencillez, naturalidad y humildad, con esa buena persona que no se limitaba a querer vender un determinado producto, sino que se preocupaba del estado emocional que afectaba a su interlocutor.

“Señorita. Agradezco profundamente su humanidad  y le ruego me perdone, por el mal rato que sin duda le estoy haciendo pasar. Pero la conciencia tiene estas insólitas respuestas que entiendo no son fáciles de entender. Debo presentarme, pues lo contrario sería una descortesía. Mi nombre es Bibiano. Estoy divorciado, desde hace ya un tiempo. Trabajo como técnico en una empresa de eventos culturales y fiestas. Le confieso que no he sido ese hijo modélico que anhelan todas las madres. Todo lo contrario. He privado de ofrecerle, a esa madre que me dio la vida, el natural cariño que merecen todas las madres. En vez de afecto y ayuda, para corresponder a su bondad, mis respuestas han sido egoístas y desconsideradas. Me he entregado al placer de las mujeres, descuidando gravemente el deber fundamental de amor filial. Fue muy buena conmigo, como todas las madres con sus hijos. Sin embargo, para lo único que me preocupé realmente, con respecto a ella, fue para gestionarle el ingreso en una residencia para la tercera edad, institución a la que no he ido ni una sola vez para visitarla. Me remuerde acremente la conciencia.  

Mi madre se llama Florencia y en la actualidad es muy mayor. Camina ya para los 83 años. Hacía casi un año que no sabía nada de ella, entregado con desafortunado egoísmo a mis asuntos. Pero hace unos días, un casual encuentro y diálogo con una vecina, que se preocupa generosamente de ella, me hizo ver lo inhumanos que somos las personas, cuando nos despeñamos por el abismo de lo insensible. Avergonzado y arrepentido de mi proceder, mañana sábado me he propuesto ir a esa Residencia para visitarla, institución dependiente de la Junta de Andalucía y ubicada en la ciudad de Ronda. Le confieso que no sabía qué llevarle. Por este motivo, cuando pasé por delante de esta bonita tienda, cuya existencia desconocía, me he decidido a entrar para elegir algo que la pudiera hacer mínimamente  feliz”.

Tras esta larga y sincera exposición, Gema, muy agradecida, le transmitió animo y sosiego, explicándole que “siempre hay un buen momento para la rectificación”. “Los errores sólo los cometen los seres humanos y el humilde gesto de reconocerlos, es una inteligente forma de pedir ese perdón, que ennoblece y realza esa nuestra débil humanidad”. Siguió comentándole  que un libro, tal vez no sería la mejor forma de mostrar el cariño y el afecto debido, a una persona con tan elevada edad y que tal vez estuviera sumida en problemas visuales. En cambio, le sugería un centro de flores, incluso una maceta de hortensias para que, en la medida de sus fuerzas, se entretuviera cuidándola y se acordara de es hijo que había sabido rectificar. En este sentido, mostró a Bibiano dos macetas con hortensias. Una de ella, con flores de color rosa y otra con flores violetas. Su ya más calmado interlocutor dudaba entre una y otra, pues consideraba plenas de belleza las flores de ambos tiestos de barro. Se llevó, con expresión de felicidad, los dos artículos. “A buen seguro, le gustarán”. Dio repetidamente las gracias, a la bondadosa comercial, diciéndole unas bellas palabras: “Me ha hecho mucho bien. Gema. Es Vd. un verdadero ángel”.  

El sábado por la mañana, a esa hora mágica del mediodía, Bibiano se presentó de nuevo en la tienda. Gema no estaba sola, en ese preciso momento, pues le acompañaba la propietaria de Books and Flowers, la señora Jennifer. El cliente llevaba en sus manos una caja de bombones, que ofreció con una tierna sonrisa a la sorprendida comercial. Le rogaba, por favor, si podría acompañarle esa tarde, en su visita a la Residencia donde se encontraba su madre. Seguía necesitando su ayuda. Se ofrecía a recogerla con su coche donde le indicase, a eso de las cinco de la tarde. Pensaba que era una hora estupenda, para que pudiera descansar después del almuerzo y como estaban en los días más largos del año, tendrían tiempo suficiente para la vuelta a casa, gozando de esa bella y sentimental luminosidad primaveral, previa al verano. Gema miró, un tanto confusa a la señora Jennifer, quien le dio su opinión afirmativa con una pícara sonrisa. Gema entendió el ruego del atribulado cliente, aceptando esa petición del “hijo recuperado para una madre solitaria”. La dueña del negocio, complacida con la respuesta de su eficaz colaboradora, le indicó que por ese día ya había terminado su trabajo. Que podía marcharse a casa, a fin de para prepararse con tranquilidad para ese afectivo paseo de por la tarde con el Sr. Bibiano.

Todo salió perfectamente, para satisfacción y gozo de los dos ilusionados protagonistas. A pocos minutos de las 18 horas, Bibiano, portando las dos macetas de hortensias, acompañado de una bella mujer llamada Gema, hacía su entrada en la Residencia de Mayores “El Rocío”, identificándose en conserjería y explicando el motivo de su visita. Tras unos minutos de espera, una asistente los acompañó a una amplia zona ajardinada, en la que descansaban  bajo la sombra del bien cuidado arbolado muchos ancianos residentes en la institución. De inmediato, Florencia y Bibiano estaban frente a frente. El hijo, fortalecido por la compañía de una gentil amiga, se sintió animoso para transmitirle unas palabras cariñosas a su madre, después de besarla con respetuoso, afectivo y expresivo cariño. Gema también transmitió unas dulces palabras, a la desorientada señora que miraba, de un lugar a otro, en una bien dibujada escena en la que ella era la principal protagonista. La enfermera intervino con acierto y dulzura “Señora Florencia: aquí tiene Vd. a su hijo. Ha venido a verla y a traerle un bonito regalo. Seguro que le van a agradar estas preciosas flores en sus también lindos maceteros”. La buena señora sonreía, con las dos preciosas hortensias que habían posado a sus pies (notoriamente hinchados). De inmediato, unos celadores trajeron dos sillas plegables de madera, para que Gema y Bibiano pudiera sentarse junto a Florencia, que continuaba sin pronunciar palabra alguna, con una mirada teñida de intenso desconcierto.  

Fue un tibio reencuentro, marcado por intensos sentimientos y escasas palabras. El buen tacto y delicadeza de Gema ayudó sobremanera en una situación en la que un hijo, cada vez más confundido, apenas sabía qué decir y una madre, que mantenía la pupila de los ojos perdida en las tinieblas de la memoria. Sobre las siete y media, los visitantes consideraron que era el momento oportuno de la despedida, teniendo en cuenta que la cena a los residentes era servida a las veinte horas, ya que habitualmente los internos se iban pronto a la cama para descansar. Tras los besos y palabras cariñosas, expresadas por la pareja, abandonaron el lugar acompañados por una joven celadora, mientras Florencia continuaba con la mirada desorientada, en su plácido letargo de la ancianidad. En alguna ocasión llegó a preguntar ¿Pero quién es este señor? A las nueve y quince la pareja había vuelto a Málaga, utilizando la autovía de peaje de la Costa del Sol. Bibiano preguntó a Gema si le apetecía compartir la cena esa noche, pues se encontraba un tanto nervioso del reencuentro afectivo con una madre que apenas nada había dado muestras de reconocerle. Gozaron de un romántico y agradable ágape, servido en el restaurante del Parador de Gibralfaro. El lugar era en sumo atractivo: un espléndido marco que goza de unas idílicas y espectaculares vistas de Málaga, donde brillaban en aquellas horas luces multicolores de las embarcaciones fondeadas en la bahía portuaria, además de ese cromatismo urbano en una ciudad vitalista, que latía vibraciones emocionales en la intensidad primaveral de la noche.

Al paso de los meses, Gema y Bibiano continúan “saliendo” juntos. Los fines de semana son especialmente felices para estos dos seres, que se esfuerzan en no perder ese caprichoso “tren” del amor, nuevo para ella, segunda oportunidad para él, en sus necesitadas vidas afectivas. Y hay una tercera protagonista en esta historia, que ha sabido manejar, con suma habilidad e ingenio, los hilos de las oportunidades y los bien calculados encuentros. Es Jennifer, quien se siente a ratos satisfecha y a ratos divertida, por haber sido capaz de tejer una escenografía que tiene un saludable y generoso objetivo: la felicidad de su fiel y eficaz colaboradora en la tienda de Libros y Flores. La negociación con la empresa especializada en los encuentros afectivos fue laboriosa, pues deseaba e impuso a una persona de “garantía” al lado de su apreciada y querida Gema. Pero más difícil aún fue la gestión con la institución residencial, comprometiéndose en compensación para apoyar económicamente a una señora absolutamente sin medios, quien por una tarde se iba a convertir, sin saberlo, en la madre de un hombre que luchaba por el amor de una joven mujer. Gema, más pronto que tarde, llegará a conocer el trasfondo de una compleja “arquitectura afectiva” organizada para ayudar en su futura felicidad. La respuesta a ese conocimiento será todo una incógnita, aunque Jennifer y Bibiano confían en la innata bondad y comprensión de esta bella e inteligente mujer.-

 

BOOKS AND FLOWERS.

LIBROS Y FLORES.

 

 


José Luis Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

11 DICIEMBRE 2020

 

Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/



 

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