viernes, 27 de septiembre de 2019

COMPAÑEROS Y AMIGOS, EN UN GRATO CIRCUITO VACACIONAL.


Dos niñas pequeñas, que apenas superarían los cinco o seis años de edad, jugaban alegremente en las aguas bien cloradas de una pequeña piscina, ubicada en la terraza ático de un hotel de nueve plantas, establecimiento en el que junto a sus familias se alojaban. Su sencilla amistad se había forjado en esos espacios comunes de la magna instalación hotelera (comedor, salón de juegos y televisión y, por supuesto, en esa reducida piscina, espacio que refrescaba las tardes de una ciudad intensamente calurosa durante los meses vacacionales de julio y agosto. Mientras nadaban en la pequeña pero versátil cubeta, las dos niñas mantenían una sencilla conversación, con frases entrecortadas por el gratificante chapoteo en el agua que realizaban con sus infantiles brazos. Una de ellas, de manera espontánea e inesperada, le confió a su amiga que a la mañana siguiente tendría que abandonar la instalación hotelera junto a sus padres, pues después de casi una semana de estancia volvían a la ciudad donde residían, poniendo fin a los gratos días vacacionales que tan bien habían disfrutado. Esa misma niña al salir del agua se despidió de su amiguita de juegos, con una curiosa y significativa frase, expresada en voz alta. Unas palabras que, a los pocos usuarios que allí tratábamos de nadar en tan reducido espacio, nos hizo reflexionar. “Bueno, me voy. Qué pena. Así que a partir de mañana ya no nos volveremos a ver más”. Su compañera de juegos le sonreía. Continuando el chapoteo entre las refrescantes aguas, respondió con un saludo breve, espontáneo, limpio e infantil a la que había sido su compañera de juegos durante esos pocos días para el turismo vacacional. “Bueno, pues adiós”. A buen seguro también ella pensaría que, probablemente, ya no se encontrarían más para jugar.

Esta sencilla vivencia suele suceder también entre las personas adultas, aunque con elementos diferentes en el contenido. Es cierto que cuando realizamos un viaje turístico durante los meses veraniegos, nos vinculamos necesariamente a un grupo numerosos que en ocasiones puede superar las 40 o más personas. Normalmente se trata de un colectivo heterogéneo, pues en el mismo habrá viajeros procedentes de distintas ciudades, aunque habrá una sensible mayoría que residan en la ciudad origen para el circuito. Muchos de ellos, aunque vivan en la misma ciudad desde donde parta el avión o el tren para realizar el tour, probablemente no habrán tenido relación previa hasta esos días de julio o agosto. A partir de esta experiencia lúdica común, muchas de esas parejas o personas individuales harán amistad con determinados viajeros, más que con otros. Las posibilidades de relación son abundantes en esos 8 días o más que comprende la duración del circuito. Las horas que habrán de pasar juntos en el autocar, así como en las instalaciones hoteleras y en las visitas a los lugares emblemáticos para contemplar los monumentos, serán momentos oportunos para establecer afinidades, charlas, comentarios, bromas o simples chascarrillos. Todo ello les permitirá conocer detalles acerca de los nombres, las actividades, los caracteres o costumbres de algunos o muchos compañeros del tour. En este terreno relacional, la labor de aproximación que realice el/la guía turístico será sumamente importante, a fin de crear un clima cordial y abierto que permita y posibilite esas nuevas y más o menos intensas y divertidas amistades, que se van a ir generando durante el periplo viajero.

Cuando llega el último día de estar juntos, incluso en ese viaje de sentimientos contrastados para la vuelta al punto de partida, muchos de los integrantes del grupo tendrán la convicción de que a la mayoría o a la totalidad de esos compañeros, amigos o conocidos, será más que improbable que vuelvan a verlos o a charlar con ellos. Sus nombres y rostros se irán desvaneciendo de los recuerdos, a no ser por esos repasos o recorridos visuales que a veces se realizan por los archivos fotográficos que a todos gusta conservar en los discos duros del ordenador o en los periféricos externos para la oportunidad. Esta certeza, teñida de un cierto rictus de tristeza o íntima nostalgia (para aquellas personas con las que mejor nos hayamos llevado o intimado) te hace aceptar la realidad de que has participado en una densa acción grupal, cuyos protagonistas muy difícilmente volverán a coincidir o a reiniciar esa breve amistad, que tan sólo ha durado una semana o poco más.

Fotos y recuerdos. No es mucho bagaje, ciertamente, para recordar a esas personas que se alejarán de tu vida en la nebulosa del tiempo. Es frecuente que los mayores, más que los pequeños de la familia, en algunos casos se Los viajeros intercambian los números de los móviles telefónicos, así como sus direcciones del siempre seguro y socorrido correo electrónico. Pero la experiencia nos hace ver que esos prometidos e-mails pocas veces llegan a generarse, quedando los datos olvidados en las agendas, residuos sentimentales de aquellos gratos vínculos compartidos durante el ciclo semanal del viaje. Tal vez durante el primer año puede haber algún contacto en fechas señaladas, como la Navidad  o incluso la educada felicitación en onomásticas de nombres muy conocidos dentro del santoral. Pero lo más probable es que esos whatsapps o e-mails vayan languideciendo en nuestras memorias, orgánicas y digitales. Apenas nunca serán utilizados a fin de ponernos en comunicación con aquellos nuevos amigos que hicimos en la semana vacacional.

El tour viajero por los PAISAJES DE IRLANDA suponía un bien aprovechado circuito que, por sus indudables atractivos, pronto se fue completando de viajeros en las distintas salidas programadas para los meses de julio y agosto. Los puntos geográficos de partida estaban centralizados en Madrid y en otras importantes capitales de la península y las islas. Las fechas más solicitadas para el circuito irlandés era la que se iniciaba entre el 15 de julio y el 15 de agosto, aunque la visita a estos bellos parajes también podría realizarse durante los meses de junio y septiembre, ciertamente con menos demanda aunque con mejor precio para los clientes. En ese mediados de julio, un nutrido grupo de 46 personas iniciaron el circuito de 8 días, con 7 noches de estancia hotelera. Eran 21 matrimonios heterogéneos por sus edades, aunque prevalecían los de edad media y avanzada. Además de estas parejas, viajaban tres amigas jóvenes y un militar ya retirado y enviudado. En el grupo no había integrante infantil alguno, pues la mayoría de las personas superaban los veintitantos años de edad  (algunos de ellos con notoria amplitud).

El origen geográfico de estos ilusionados turistas veraniegos era variado aunque, al estar programada la salida desde la capital de la Costa del Sol, predominaban las parejas con residencia en la ciudad malacitana. También había otros matrimonios que procedían de provincias cercanas, como Granada, Córdoba y Jaén. Curiosamente el militar retirado, Raimundo Castellón tenía su domicilio en Madrid pero, al estar residiendo su única descendiente en Marbella, había querido aprovechar este lúdico viaje para disfrutar con sus nietos unos días previos al circuito, en el domicilio familiar de su hija.

Los primeros contactos del grupo de viajeros tuvieron lugar en el aeropuerto de Málaga, para la acomodación del vuelo y, tras la llegada a Dublín, durante el reparto de las habitaciones y llaves, en el primero de los seis hoteles que habrían de utilizar. Estos iniciales contactos sirvieron para el recíproco conocimientos de los compañeros de viaje. Pronto hubo parejas que por afinidades varias o por alguna simple casualidad tuvieron más frecuentes conversaciones y posibilidades de acercamiento, siempre con comentarios amables, banales o anecdóticos. Tras la realización de la primera cena, el joven guía Silvio del Paz estuvo durante breves minutos dándoles las primeras orientaciones acerca del programa a realizar en la jornada siguiente, como también lo iría haciendo en los sucesivos días desde el propio autocar que iba a ser utilizado para el recorrido irlandés.

Entre los integrantes del grupo pronto comenzó a destacar el matrimonio Cercedilla Cantoral, integrado por Feliciano y Piadosa, originarios de Madrid, aunque llevaban años con residencia en Málaga, debido a los negocios inmobiliarios que mantenía el dicharachero constructor. Era evidente que este personaje trataba de potenciar su protagonismo social con el mayor afán y habilidad, estableciendo de manera continua conversaciones insulsas y bien teatralizadas con  persistentes sonrisas “profiden” dirigidas a los pacientes compañeros del circuito. Aprovechaba para ello las horas del desayuno, el almuerzo o la cena. También rentabilizaba las oportunidades de dialogo en el autocar, las visitas guiadas por los diferentes monumentos artísticos y naturales de la sugestiva isla atlántica y en los encuentros inesperados por los lugares comunes de los hoteles. No dejaba de usar su cámara compacta para la toma de fotos, ofreciéndose gentilmente a otras parejas para fotografiarlos juntos. El protagonismo social de Feliciano era notorio ante las miradas complacientes o desigualmente sufridas de sus compañeros, que iban estableciendo de manera paulatina distancia con tan agobiante y cansina efusividad. Solía utilizar para ello el recurso siempre útil de las bromas o el chascarrillo inicial, a fin de ir rompiendo el hielo conversacional, aunque fuera en horas tempranas de mañana y sus educados interlocutores apetecieran un poco de silencio e intimidad. Por todos los medios trataba de sentarse, durante las horas de restauración, en mesas de no menos de cuatro comensales, aunque sus preferidas eran las rectangulares compartidas por muchas más personas, la mayoría de las cuales notoriamente hambrientas y cansadas a causa de los intensos trasiegos viajeros.

¿Y cuál era el tema de argumentación básica en tan insigne comunicador castellano? Obviamente, sus negocios y proyectos inmobiliarios, ofertando una amplia gama diferencial de “oportunidades” a sus interlocutores, para la compra de chalets individuales o adosados, también pisos en zonas urbanas o en un entorno más ruralizado, sin que faltasen los apartamentos y estudios en los más variados espacios, precios y calidades, siempre con la posibilidad de ventas a precios especiales o incluso con la atractiva posibilidad de establecer alquileres. Las bien “adornadas” ofertas a esas personas amigas que sufridamente le escuchaban, aparecían en cualquier momento y oportunidad y de la forma más sibilina, siempre aplicando  “palabrería” convincente. Muchos de los viajeros, percibiendo con nitidez la situación, arbitraban las más imaginativas excusas para tratar de zafarse del tan efusivo empresario del cemento y el ladrillo.

Con quien parecía desarrollar mayor querencia o amistad sobrevenida era con un veterano matrimonio residentes en un pueblo con encanto de la Axarquía malacitana, La pareja hecho algún capital con su negocio familiar de panadería y confitería, actividad desarrollada a lo largo de varias décadas de trabajo honrado y sacrificado. Eran gente de pueblo, llana, castiza y humilde, que en la madurez de su existencia tenían a los hijos bien situados y con un apreciable dinero ahorrado que pensaban disfrutar en esta etapa postrera de sus vidas. Era evidente que estos confiteros no habían viajado ni relacionado mucho, fuera de su pequeño núcleo comercial en la confitería/panadería del pueblo. Se sentían halagados por las continuas deferencias que recibían tanto de Feliciano Cerdedilla como de su complaciente y sufrida cónyuge Piadosa (Pita, para las amigas). Fructuoso y Mª del Agua, los deslumbrados pasteleros, observaban con entusiasmo y agrado cómo los Sres de Cerdedilla se sentaban con ellos en la mesa que ocupaban y les pagaban las bebidas consumidas durante el condumio.

“Os aseguro, queridos amigos, que tengo para vosotros, gente de bien y con sobrada inteligencia, unas ofertas irresistibles que no vais a dejar pasar, porque veo en vuestros ojos y gestos que sois gente con visión de futuro para las buenas inversiones. Tener hoy día un buen apartamento en una zona playera de alto nivel, como Marbella, Manilva o Estepona, es signo de clase, solvencia y prueba de que estáis en la edad óptima para disfrutar de la vida. Vuestra salud y presencia son envidiables, amigos míos. Tengo una oportunidad inmejorable que había reservado para un familiar cercano, pero este cuñado, muy devoto y exageradamente beato, ha decidido profesar en religión a pesar de sus años. Se trata de un idílico apartamento de lujo que no vais a dejarlo pasar, pues son regalos que hace el destino a la gente de bien. Tanto tú Fructuoso, como tu bella esposa María del Agua, sois esas personas de las que todos debemos aprender: honradas, sacrificadas, responsables, educadas. Pero amigos tenéis que disfrutar de la vida.

No le deis más vueltas. Tener una propiedad en ese entorno llamado EL PARAÍSO, os va a proporcionar la vecindad de ilustres figuras de Hollywood, de esas que tanto salen en las revistas como el Hola o el Pronto. Por ser vosotros, personas entrañables, os propongo una entrada de 50.000 euros. Para ti Fructuoso, esa modesta cantidad solo será el inicio de una apetecible etapa de futura felicidad. Vosotros, no lo neguéis, podéis pagarla sin la menos dificultad. Después firmamos una hipoteca a 10 años, con unos plazos muy digeribles y con un interés especial, pues tengo un director bancario, con esa amistad de uña y carne, que os va a poner unos costes por debajo de la media en el mercado financiero, Sólo con unas firmas vais a ser propietarios de un apartamento de lujo residencial en la mejor línea de playa de la Costa del Sol. Hoy día es una inversión de futuro. Pagar por esta joya  (os dejo para vuestra complacencia esta carpeta con las fotos del complejo y la propiedad, a fin de que os vayáis haciendo una idea del tesoro que os estoy ofreciendo) 225.000 euros es una verdadera ganga. Nada más que por codearse con los actores y actrices de cine … esa sensación y glamour te llega una sola vez en la vida. Incluso si en un futuro os cansáis por cualquier razón, podréis sacar de rentabilidad 100.000 € o más, por ese “regalo” que os hace el destino y del que yo, desde luego, nunca osaría desprenderme”.

Así había caído una importante “presa”, en las artimañas mercantiles del sagaz negociante de la construcción. Desde luego no fue el único intento ni el única contrato realizado por el Sr. Cercedilla. Hubo otros compañeros de circuito que volvieron a sus domicilios con abundante y tentador material publicitario para estudiar determinadas ofertas, aunque también algunos como Fructuoso ya lo hicieron con sus precontratos firmados. Gran dinamismo y eficacia existente en el bagaje del dicharachero constructor, pues en sólo 8 días había conseguido una excelente renta para sus intereses comerciales.
 
Fue un último desayuno, pleno de emociones y de las mejores palabras, el realizado antes de subir al autocar que los conduciría hasta el aeropuerto de Dublín. Tras dos horas y cincuenta minutos de vuelo, desde la capital de Irlanda hasta la terminal aérea de Málaga, desembarcaron con diligencia de la aeronave y los abrazos, algunos besos y estrecheces de manos se multiplicaron por entre los 46 viajeros, hermanados en la aventura irlandesa. Promesas y deseos de reencuentros, whatsapps y direcciones electrónicas bien anotados en agendas y memorias digitales, nuevas modalidades faciales en las teatralizadas “sonrisas Profiden” y ya la diáspora nerviosa para localizar esa maleta que “siempre” tarda en salir por la cinta de recogida. En pocos minutos cada uno de los hermanados viajeros se había ido por su lado, camino del tren de cercanías, el bus municipal o el coche aparcado en un parking privado durante los 8 días.

No había pasado una semana, desde la fecha de vuelta, cuando a la sede empresarial “LA HORMIGONERA FELIZ”, ubicada en la localidad de Estepona, llegó un paquete, trasladado por una empresa privada de correo urgente, a la atención de los “Sres. de Cercedilla Cantoral”. Era un envío de cierto volumen que Feliciano llevó pesadamente a su domicilio y que abrió delante de Piadosa, su mujer. Lo primero que encontraron fue una tarjeta personal, firmada por Fructuoso y Mª del Agua, con el siguiente texto:

“Queridos amigos nuestros. Queremos agradeceros de corazón los tan buenos momentos que hemos compartido en el viaje a tierras irlandesas. Os enviamos esta caja de “aceitados” que son unas estupendas tortitas, el producto más apreciado y consolidado que se elabora en nuestro obrador desde hace décadas. Cuando desayunéis cada mañana, con un plato de tortitas, nos recordaréis con cariño, como nosotros hacemos con vuestras excelentes personas. Un fuerte abrazo (con la firma de ambos remitentes).

El comentario inicial que hizo Cercedilla, cuando vio las cuatro cajas de cartón con las tortitas aceitadas “EL LAUREL”, no tiene desperdicio: “Se muestran bien agradecidos estos paletos confiteros de la Axarquía. Veremos la reacción que tendrán  cuando vean el apartamento que les he “colocado” a un precio de locura. Lo mejor es poner silencio de por medio, vayan estos “nuevos ricos” a tener la desafortunada ocurrencia de presentarse un día por aquí”.

Efectivamente el buenazo de Fructuoso trató de contactar en repetidas ocasiones con el avieso constructor, quien les había vendido un apartamento ubicado en la planta 12 de un bloque colmena, cuya superficie útil era 39 metros cuadrados, a un precio que se acercaba a los 245.000 €. Las fotos que les había entregado estaban hábilmente trucadas, pues no era una urbanización de lujo, sino una mole de hormigón ubicada en una loma muy alejada del centro de la localidad y edificada en la época álgida de la burbuja del ladrillo. Las numerosas llamadas telefónicas efectuadas por Fructuoso fueron desatendidas una y otra vez, con la repetida justificación en boca de una “robotizada” secretaria: El Sr. Cercedilla está de viaje”. “El Sr. Cercedilla se encuentra en una reunión de trabajo. Se le pasará su comunicación” “Se le pone en lista de espera, Sr. Fructuoso Hormigal”. La reparación de los desperfectos en el apartamento que habían comprado, en una “alocada” acción de tiempos viajeros, supuso a la familia de pasteleros una minuta de 3.100 €. Para ir a la playa durante el verano, tenían que desplazarse en coche desde el bloque colmena, a fin de recorrer unos 5,5 km. de distancia que los separaba de las aguas cristalinas del Mediterráneo.

Feliciano y Piadosa nunca quisieron ponerse al teléfono, a fin de atender las insistentes llamadas del “rudo pastelero veleño” en palabras del sagaz, “trilero” y manipulador empresario del ladrillo. Las promesas vacacionales de firme e inquebrantable amistad se habían diluido, con la instantánea y similar rapidez de un terrón de azúcar diluido en el bravío oleaje del mar.-


COMPAÑEROS Y AMIGOS, EN UN GRATO CIRCUITO VACACIONAL

José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
27 Septiembre 2019

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