viernes, 9 de agosto de 2019

THE GOAL OF ILLUSION.

Es certero suponer que la mayoría de las personas mantenemos permanentemente, entre nuestros proyectos no realizados, un íntimo objetivo, una experiencia pendiente, una vivencia muy especial que, pese al paso de los años, nunca es desechada ni por supuesto borrada de la memoria. Probablemente el deseo de realizar o “cursar” esta “asignatura no superada” se agudiza al paso de los años, cuando la esperanza de vida va reduciendo sus parámetros y cada vez nos queda menos tiempo para emprender ese objetivo, más o menos caprichoso o argumentado, que pondría un rayo de alegría y satisfacción, por la meta al fin lograda en nuestras existencias terrenales.



Hay que matizar que esa ilusión insatisfecha, en singular o en plural, puede tener un carácter trascendente o por el contrario ser un simple capricho, perfectamente legítimo, que alguna vez pensamos puede llegar a ser realidad, aunque las más de las veces sólo alcanza su desarrollo en la escena ficticia de la imaginación o en la magia onírica de los sueños.  
El relato que sirve de base a estas premisas introductorias tiene como protagonista a Celia Mayo Espiral, quien a sus 27 años de edad trabaja en una empresa de mensajería y reparto de correo comercial. En la adolescencia realizó sus estudios de secundaria, sin obtener mayor relevancia en los niveles escolares alcanzados por lo que, tras probar suerte en distintos empleos, al fin ha encontrado cierta estabilidad temporal en esta dinámica función de reparto, actividad que le hace desplazarse de manera continua por toda la geografía urbana hacia los domicilios particulares y oficinas administrativas. Vive unida en pareja con Livio Santillana del Puerto, recepcionista de taller (aunque también realiza sus “pinitos” en el departamento de ventas) en una conocida marca de automóviles. La unión de sus respectivos sueldos (siempre que Celia no esté pasando etapas de temporalidad en el desempleo) les permite ir afrontando, con imaginativas estrecheces, la hipoteca de una vivienda de segunda mano, que compraron y rehabilitaron en el momento en que decidieron irse a vivir juntos, decisión que adoptaron con ilusión hace poco más de dos años.

Sin embargo, esta pareja “atípica” concertó de mutuo acuerdo un especial vínculo relacional: cada uno de ellos tendría sus privativas parcelas de libertad para relacionarse con unas u otras personas, sin obligarse a explicar al otro la naturaleza y demás detalles de estos peculiares vínculos. Este insólito pero inteligente acuerdo les facilita unas buenas relaciones y ese oxígeno que las jóvenes personas suelen echar en falta cuando extreman la unión con una determinada pareja.  En el caso de Livio, el infrecuente acuerdo hace posible que este apuesto recepcionista, que viste durante las horas de trabajo el “respetable” uniforme de la empresa y cumple estrictamente al minuto el protocolo de habilidades sociales para la atención clientelar, en función de su vitalista juventud también lo podamos ver durante algunas noches y en algunos fines de semana desarrollando unos comportamientos extremadamente bohemios de “noches locas”, transformado en su apariencia y respuestas con muy alegres y “contraculturales” actitudes, que contrastan curiosamente con la habitual vestimenta diurna, basada de unos rígidos  parámetros laborales normatizados y exigidos por su empresa.

Una mañana de junio, en esa hora intermedia en la que varios compañeros de la empresa de mensajería van a desayunar (según convenio del sector) previa a la segunda fase de reparto, el comentario del día estaba centrado (con la lógica estacional) en los proyectos a realizar durante las vacaciones que unos y otros irían tomando en función de sus legítimos derechos laborales.  “Celia ¿que plan tienes para este verano? ¿tenéis previsto viajar a alguna parte?

Quien hacía esta pregunta era una buena compañera de nuestra protagonista, llamada Isolda, hija de madre griega  y casada con un dicharachero ciudadano andaluz, el cual echó los tejos a la joven helénica mientras realizaban un pequeño crucero por el Mediterráneo.

“Pues la verdad que no sé qué decirte, Iso. Me gustaría coordinar mis dos semanas de descanso con las fechas en que las podrá tomar Livio, aunque el año pasado cada uno hizo las vacaciones por su cuenta, según tú ya conoces sobre nuestro trato relacional. El tema es que tenemos el peso de la hipoteca y no podemos permitirnos muchos gastos. Además he de confesarte que alguna vez desearía hacer algo diferente a lo que realizan en “manadas” millones de personas: viaje para aquí, viaje para allá. No están mal los proyectos viajeros, pero me gustaría experimentar algo diferente… algo que nunca hayas vivido y piensas que sería interesante disfrutarlo.”

Al instante recibió de su amiga Isolda alguna inconcreta información, conocida a través de las páginas de Internet, acerca de una empresa que preparaba unas vacaciones “a la medida” u otras experiencias atípicas, para aquellas personas que así lo solicitaran. Anotó en su agenda de notas el nombre de la página web, en donde podría ampliar esos someros datos que en principio “sonaban” muy bien para sus intereses de ocio.  Aquella misma noche, tras la cena ecológica (que realizó sola en casa, pues Livio estaba inmerso en alguna de sus “andanzas”) se sentó delante de la pantalla amiga, para abrir ventanas a la información sobre esa posibilidad vacacional que motivara sus expectativas para el inminente verano. Con cierta facilidad encontró dicha página, cuyo título era THE GOAL OF ILLUSION (algo así como La meta de la ilusión). Aunque dicha web estaba es inglés, ella “chapurreaba” algo del idioma británico por su trabajo de cartería y por haber estudiado ese idioma en sus cursos de primaria y secundaria.  Además esta empresa tenía un alias in Spanish, para ser usada por todos los hispanohablantes. Esa noche y en la siguiente aprovechó esos minutos que siempre dedicaba antes de irse a la cama, para documentarse bien acerca de las características y condiciones de ese sugerente servicio.

Esta internacional corporación lúdica estaba financiada por un veterano industrial canadiense, de origen húngaro, llamado Lazlo Hitchcock (curioso apellido, por sus raíces cinematográficas del más acrisolado suspense) que había acumulado un ingente capital financiero con negocios realizados en la frontera de la licitud (ventas en el mercado de armas, transacciones petrolíferas, comercio alternativo de fármacos…) Ya en su avanzada madurez, sin tener una línea de descendencia directa, “sobrándole” el dinero y un tanto aburrido por tanta opulencia, había organizado un curioso patronato benéfico, bajo su advocación, denominado con el mismo título que exhibía la página web que Celia consultaba. Entre sus objetivos básicos, esta “benefactora” corporación se mostraba dispuesta a prestar apoyo para los proyectos personales que los particulares le presentaran, financiándolos a fondo perdido hasta en un 80% de su costo. De igual manera, para ayudar a la consecución de todos esos objetivos fallidos que las personas mantienen en lo más  recóndito de sí, a pesar de la frustración que asumen por su difícil o casi imposible consecución.  En consecuencia Celia se repetía, leyendo toda esta información, una serie de palabras que resumía el sentido de esta organización y su benéfico fundador: “… un personaje que tiene mucho dinero y que se aburre por no saber qué hacer ya con él. Además debe tener problemas de conciencia, por la forma que ha podido utilizar para hacerse con tan grandioso capital dinerario”. 

A continuación, la propia web ofrecía una serie de ejemplos, a modo de sugerencias, sobre actividades financiadas por la organización a lo largo del año y medio en el que ya había desarrollado su benéfico e inteligente apoyo. De una u otra forma, todos esos proyectos poseían un “mágico” encanto. Veamos algunos.

Establecer un nuevo negocio, para jóvenes emprendedores, actividad que se caracterizara por su originalidad educativa para las nuevas generaciones; personas que durante un breve periodo de tiempo quisieran tener la experiencia de vivir otra actividad, con respecto a la que desde siempre hubiesen estado desarrollando profesionalmente; participar en una competición automovilista de alto nivel, conduciendo un vehículo de Fórmula 1; convivir durante cuarenta y ocho horas junto a un líder de la geopolítica mundial; ejercer durante una semana como locutor/presentador en una empresa importante, en el ámbito mediático de los grupos de comunicación; compartir las vivencias espirituales, de trabajo, estudio y oración, en un monasterio de clausura enclavado en plena naturaleza; montar una granja totalmente ecológica, dedicada a la producción láctea y sus derivados alimenticios; ejercer como misionero en una zona  socioeconómicamente deprimida, perteneciente al Tercer Mundo; conducir un taxi u otro vehículo de transporte. en cinco de las capitales más densificadas del mundo avanzado; vivir la experiencia de una semana residiendo en alguna localización del Polo Norte geográfico. Y así, un largo y apasionante listado de experiencias vitalistas.
De inmediato Celia se percató de tres condiciones básicas al respecto. Con relación a la primera, el solicitante debía remitir a la oficina filial en su país (si la hubiere) un proyecto justificado lo más detallado posible, con respecto a los objetivos que se pretendieran, añadiendo los datos personales certificados, así como una serie de material fotográfico de su realidad personal en la actualidad (imagen física, residencia, trabajo, familia, formación…) La segunda condición era que la persona solicitante adjuntaría (mediante transferencia bancaria) una cantidad establecida en 70 dólares, para la iniciación de expediente y para el estudio de la documentación aportada. El tercer requisito era la firma de un compromiso de que el solicitante afrontaría el 50 % de las cargas fiscales establecidas por la normativa administrativa del país donde se residiese.

Durante los siguientes días, Celia se dedicó a ir trazando un plan de participación en el proyecto, para el que dedicó muchas horas de sueño y descanso nocturno. Entendía, con esta actitud, que habría de aplicar el sacrificio necesario si quería conseguir vivir alguna de las experiencias, más o menos “imposibles” o realizables, que estaban aparcadas en el armario de su voluntad e imaginación. Cuando su pareja Livio se enteró de todo lo que estaba preparando su compañera, se limitó a comentar “Esta mujer no está muy bien de la cabeza. Menudo montaje estás organizando. De todas formas quiero que me reveles de una vez a qué aspiras, para esa ilusión “fallida” en tu existencia, a pesar de tener tan sólo 27 años de vida.”

Sabiendo la intensa afición que su compañera tenía por el mundo del cine desde que era una niña, no era especialmente difícil averiguar por dónde iría preferencia no realizada en las expectativas de tan imaginativa y valiente mujer. Efectivamente, Celia planteó de una forma directa y sin ambages que ella anhelaba participar, durante al menos una semana de sus vacaciones, en el proceso de rodaje de un film que dirigiera un director famoso, para lo cual indicó un listado de profesionales, que comenzaba con Woody Allen (Nueva York, Brooklyn, 1935) y terminaba con Clint Eastwood (San Francisco, 1930), curiosamente un octogenario y un casi nonagenario, figuras míticas de la historia del cine, aún con vida y ejerciendo magistralmente su “espectacular” oficio de interpretación y dirección.

Inusualmente el expediente remitido por la imaginativa mensajera alcanzó positivo y rápido   eco en las esferas selectivas de la benefactora corporación. Después de intercambiar diversas comunicaciones on-line, dada las características de la petición, se le ofertaba incorporarse durante un mes a un rodaje cinematográfico que comenzaría en septiembre y que tendría lugar en España, básicamente en Madrid y en varias poblaciones del entorno castellano de la capital del Estado. La dirección de la película, aún sin título definitivo, estaría a cargo de un joven y prometedor escritor, periodista, guionista, actor y director cinematográfico, llamado D. Trueba (Madrid, 1949). Durante ese mes de rodaje, Celia se incorporó al mismo, colaborando (tras el adecuado asesoramiento) en las diversas fases y funciones de todo el complejo proceso cinematográfico. Paralelamente, se había negociado con la dirección de la empresa de mensajería donde ella prestaba sus servicios, a fin de que se adecuara su mes vacacional para que concordara con el período de rodaje de la cinta. Por cierto, en el aspecto argumental la historia trataba de varias vivencias cruzadas, en la que tres jóvenes parejas se esforzaban en encauzar esas primeras crisis relacionales, dificultades que normalmente comienzan a generarse tras los primeros meses de convivencia y obligaciones matrimoniales. 
Las hojas del almanaque han ido renovándose, desde la fructífera e inolvidable experiencia vivida por Celia lejos de su ciudad. Una noche, su íntima amiga Isolda encontró, en el abigarrado pero a la vez controlado escritorio de su laptop, un largo e-mail cuyo remite y contenido le produjo una especial y gran alegría.

“Mi querida y buena amiga Isolda. Hace ya muchos meses que no mantenemos contacto, pero es que los acontecimientos han ido muy rápidos y apenas me han dejado tiempo para ese sosiego tan necesario a la hora de escribirte.

Recordarás que en septiembre del año pasado me desplacé a Madrid para aprovechar la invitación que se me hacía para participar en el rodaje de una película. En un principio yo era una simple espectadora que se limitaba a mirar todos esos entresijos (muchos más de los que yo imaginaba) que conlleva dirigir e interpretar una historia para la gran pantalla. Yo me limitaba a mirar, a observar todos esos detalles que tanto me apasionan dentro del mundo del cine. Pero, inesperadamente, un día se me acercó David, el director (una persona excepcional) y me comentó que se había enterado que yo trabajaba como mensajera y repartidora de correo comercial. Por ello quería hacerme unas pruebas, pues había un pequeño sketch en la historia en la que intervenía uno de estos mensajeros y además admitía que mi look y desparpajo era bastante agradable como para poder interpretarlo.

No me lo podía ni imaginar. Algo “milagroso”. Así de fácil comenzó mi participación directa, verdaderamente insospechada, en el mundo del cine. Una empresa de videos publicitarios, asociada a la productora, también contó conmigo para pequeños papeles en sus grabaciones. Por suerte para mi destino, todo se ha ido generando de tal manera y con tan inaudita rapidez que ahora estoy definitivamente ubicada en este Madrid del estrés y las ilusiones continuas, haciendo mil y una cosas, todas ellas relacionadas con el mundo del cine, la televisión y la publicidad. Por lo visto, en mis genes “dormitaba” esta factor interpretativo, que ahora me está dando que comer y produciéndome emociones y satisfacciones a fin de encontrar mi verdadera razón y recorrido en la vida.

He de confesarte que no todo ha sido un camino de rosas. Ni mucho menos. Ha habido momentos duros, en los que he tenido que dormir en el sofá de algún amigo o amiga, para evitar tener que hacerlo en las bancadas callejeras, muy ocupadas por los indigentes. Pero ahora (ha pasado ya casi un año) me voy defendiendo mejor, tengo algún ahorrillo y una nueva pareja para el afecto y los sentimientos diarios. Se llama Eneas y trabaja como actor y guionista en una compañía de teatro experimental, todo lo vanguardista y “provocador” que te puedas imaginar. Mi relación con Livio pasó ya a la historia. Sé que ahora se gana los cuartos conduciendo el "cochazo" (y otros servicios … para la necesidad de lo humano) perteneciente a una enjoyada y maquillada señora que le dobla la edad. Es de origen ruso y, por la información que me ha llegado, muy adinerada a consecuencia de oscuros negocios con fármacos, en el mercado negro internacional. De película ¿verdad?

Si vienes algún día por los “madriles” no dejes de avisarme. Pasaremos un estupendo rato juntas, recordando los viejos y buenos tiempos. Escríbeme cuando puedas y cuéntame acerca de cómo te va en la vida. Nunca olvidaré, para agradecértelo en el alma, que fuiste tú la persona que me habló por vez primera del Goal Illusion, experiencia “milagrosa” que ha transformado mi gris y rutinaria existencia. Cuídate mucho. No te olvides de mi, que yo siempre te llevo en un lugar privilegiado de la amistad. Sinceros besos. Celia.”


THE GOAL OF ILLUSION

José L. Casado Toro  (viernes, 09 AGOSTO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga 

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