viernes, 25 de enero de 2019

MENSAJES ERRÓNEOS, PARA UNA HISTORIA DE INTRIGA.

La práctica del etiquetaje o la titulación de “casi todo” resulta bastante común entre las personas. Nos gusta, y necesitamos al tiempo, identificar los objetos, las vivencias, las circunstancias, también por supuesto a las personas, con esos rótulos o reclamos que hacen más fácil su reconocimiento, su clasificación y su más útil o mejor interpretación. Ya sean realidades próximas o distanciadas en el espacio. Pequeñas o inmensas en su magnitud. Similares o heterogéneas en su naturaleza. Todos esos elementos de la vida son organizados y simplificados para su reconocimiento con una palabra, frase o símbolo que a veces resulta especialmente afortunado, mientras que en otras oportunidades la elección puede ser discutible y controvertida, entre consideraciones u opciones opuestas.

Si miramos hacia nuestro pasado, existe una común aceptación en la clasificación de las grandes fases de la Historia, atendiendo y priorizando el factor básico de la temporalización. Si partimos de la Prehistoria, como una gran etapa de la vida de la que no conservamos textos escritos, la humanidad ha identificado otras importantes fases que la continúan, con la simple pero importante nomenclatura de Historia Antigua, Media, Moderna, Contemporánea y Actual. Este esquema temporal o cronológico puede ser bastante útil, pero hay o existen otras significativas clasificaciones que atienden a diferentes factores que no están tan constreñidos por el factor tiempo, sino por destacadas realidades humanas y tecnológicas que engloban a toda una época. Así aplicamos nuevos y clarificadores elementos para la clasificación, más enriquecidos por comportamientos y mentalidades que identifican y diferencian las grandes era de la Historia. Citemos algunos de ellos como ejemplos: la era de las catedrales, con la simbología que ese elemento constructivo representa para la humanidad. Los imperialismos. El Renacimiento. La Ilustración y las Luces. Las Guerras Mundiales. Los descubrimientos geográficos. La Revolución Industrial. Las dictaduras. El cine. Los decisivos avances en la investigación médica. La esclavitud. El cambio climático. La liberación de la mujer y así un largo etc. Estas innovadoras e inteligentes clasificaciones actúan como importantes referentes identificativos, que sirven para estructurar lo que no es sino el avance continuo, con sus desacertados retrocesos (no temporales) que va “dibujando” la evolución de la Humanidad.

Y cómo definiríamos la época que en la actualidad estamos protagonizando? Realmente somos partícipes de una época muy especial y contrastada, que podría ser denominada con muy diversos e imaginativos identificadores. Algunos pondrían su punto de mira en la profunda crisis de los valores tradicionales. Otros lo harían en los indiscutibles avances de la ciencia, para casi todas las disciplinas que la integran. Pero existe una evidencia que en modo alguno podemos obviar. Para estas últimas décadas, tenemos la importancia y versatilidad de la comunicación digital, a través de ese “mágico” fenómeno que tendrá un escalafón de privilegio en los libros de Historia, como es Internet. Este milagro de la microelectrónica ha generado un mundo más globalizado y próximo, para la mayoría de nuestras necesidades, anhelos, objetivos y frustraciones. Cualquier rama de la ciencia no puede, en esta fase histórica, ser ajena a esas cada vez más perfectas herramientas informáticas que sustentan y posibilitan el latido de la vida, el continuo progreso y el cambio instantáneo, plenamente liberado de la magnitud temporal.

En la actual etapa de la Revolución Electrónica, con la tecnología en constante proceso de modernización y avance infinito, el fenómeno whatsapp se ha incardinado decisivamente en nuestras vidas, facilitando y “abaratando nuestra insaciable exigencia de comunicar con otras personas, próximas o lejanas en el marco espacial y afectivo. En realidad las distancias físicas han ido paulatinamente desapareciendo, aunque  no haya sido tan fácil eliminar otras modalidades de distanciamiento que se refieren más al plano de las mentalidades, las culturas o los valores. Esta simple, pero grandiosa y versátil, aplicación de telefonía informática, denominada Whatsapp, va a tener un especial protagonismo en el relato que a continuación vamos a conocer.

A nadie debe extrañar que aparezca en la pantalla de nuestro móvil un mensaje whatsapp equivocado, texto que en su origen iba dirigido hacia otro destino. Como las prisas están en el orden del día y los relojes continúan condicionando y alterando nuestro sosiego, es más que frecuente cometer esos humanos errores de teclado que resultan incluso divertidos o inadvertidos para sus atareados o despistados autores. La explicación no tiene la mayor complejidad: estás enviando mensajes a un contacto y dejas el teléfono, sin salir de la aplicación. En otro momento vas a enviar un mensaje a otra persona, pero sigue activo el contacto anterior, quien es que recibe un texto que lógicamente no va para él. En la mayoría de las ocasiones, los textos erróneos carecen de la mayor importancia. Sin embargo aquella noche después de la cena, cuando escuché el sonido característico de la entrada de un nuevo mensaje, en modo alguno suponía la real notoriedad que esas confundidas líneas podrían llegar a “transportar”.

El texto venía firmado por una persona llamada Yaiza. Ese nombre no figuraba en mi listado de contactos. Tampoco mi memoria recordaba conocer a alguien (debía tratarse obviamente de una mujer) con este nombre de origen canario (según investigué en Google, es de origen guanche –una lengua que utilizaban los indios que habitaban las islas Canarias, nombre que significa “rayo de luz” y también “bella como la flor”. Añadía la “creativa” información de que suelen ser personas pacientes, sosegadas, muy nobles, sensibles…). Como es usual en los contenidos de esta aplicación de mensajería, el número de palabras que constituían el texto no era en demasía extenso. Su autora se esforzaba en justificarse, a causa de un importante error o falta que había cometido esa misma tarde con una persona muy próxima en el afecto, a quien llamaba Elián. Pedía, con manifiesta humildad, que se le diese una nueva oportunidad, por parte del “afortunado” o parece que muy dolido destinatario. En realidad envió dos mensajes, que llegaron con un intervalo de escasos segundos, reiterando básicamente la misma petición de perdón también en la segunda ocasión. Tras la lecturas de todas esas líneas y dado lo avanzada de la hora, tomé la decisión de no darle más importancia a este divertido asunto, seguro que originado por un humano error en el remitente. Con la intención de olvidarme de estos privativos mensajes, me entregué al descanso, en una noche de cielo limpio en pleno invierno.

Mi razonable o sensata intención al respecto quedó bruscamente interrumpida cuando, a eso de las dos y pico de la madrugada, de nuevo el sonido del móvil me despierta. Había entrado otro whatsapp en el móvil, ciertamente a una hora puntualmente inapropiada. Procedía, una vez más, de la tal Yaiza. Con los ojos un tanto vidriosos, dada la brusca interrupción de ese primer sueño que resulta tan eficaz para nuestros organismos, leí su contenido. Estaba escrito por una persona que, sin duda alguna, lo estaba pasando bastante mal. Con un trasfondo de desesperación en sus palabras y ante la falta de respuesta de sus dos primeros mensajes, la atribulada mujer insistía en su arrepentimiento, por la acción que había cometido “haciendo sufrir de manera tan cruel a quien tanto me ha amado”. En esta ocasión, añadía una larga frase que podía ofrecer una pista fehaciente acerca del “error” que la joven había cometido: “… estoy decidida a romper con este “infantil” engaño, producto de la inconsciencia de mi juventud y largos tiempos de soledad. Pero esta tarde adelantaste la vuelta y tuviste que enfrentarte a una imagen extremadamente dolorosa y cruel para la nobleza de tus sentimientos.”

A esa hora de las estrellas (o de “las brujas”, según otros criterios) teniendo ya el sueño perdido y el cuerpo descompensado, debido a la ola de frío y humedad que soportábamos en este primer mes del nuevo año, me debatía entre la incomodidad propia de estar en el centro conflictivo entre dos personas, como “espectador” involuntario de una trama de claro engaño conyugal y la respuesta más adecuada que debía adoptar ante esta sucesiva cadena de mensajes. Era indudable que esta mujer estaba jugando “con dos barajas” al mismo tiempo y su marido, pareja o compañero la había pillado infraganti en sus escarceos amorosos con un tercero al que en nada se aludía. De inmediato pensé (la imaginación no descansa, ni en esas horas inapropiadas de la noche) en ese marido que tiene que viajar con frecuencia, por motivos de su actividad profesional, lo que provoca que su pareja esté demasiado tiempo sola y ésta se “encariñe” con alguien que ha despertado la intensidad de sus sentimientos libidinosos, sintiendo el calor o atractivo de su proximidad. Fuera la relación “ilícita” más o menos larga, en su tiempo y afectividad, los ciclos viajeros del cónyuge podrían haberse alterado y éste, en su vuelta a casa, se encuentra con el desagradable espectáculo de ver a la pareja en actitud muy hiriente para sus sentimientos y fidelidad.

Podía deducir, a este nivel, que el tal Elian se había ido de casa, probablemente hundido en su ánimo, mientras que Yaiza trataba de recomponer una situación que había estallado en mil pedazos. Pedía o rogaba “infantilmente” perdón por lo infiel de su comportamiento, solicitando con la mayor inconsciencia una nueva oportunidad, a fin de “enderezar” o recomponer una relación que ella había roto, tal vez por su inmadurez, egoísmo o atracción sexual incontenible. Y en todo el jugoso sainete, allí me encontraba yo, sin conocer en lo más mínimo al trio protagonista, pero como observador involuntario de tan “teatral” y humano espectáculo.

Dudaba entre la mejor decisión que debía adoptar: podría enviarle a Yaiza un whatsapp aclaratorio, acerca del error que estaba cometiendo con los envíos, apagar el móvil o quitarle el sonido, olvidarme de toda esta historia… Traté finalmente de recuperar el sueño perdido, con el sonido del teléfono ya apagado, dejando para la mañana siguiente la opción más adecuada como respuesta.

Cuando ya había amanecido, de manera instintiva quise comprobar si se mostraba algo nuevo en la pantalla. Para mi sorpresa, me había llegado un tercer mensaje, a eso de las cuatro y media de la madrugada. En esta oportunidad el contenido del mismo era incluso más imperativo y doloroso, por parte de la aturdida joven. Se quejaba amargamente de que Elian no respondiera a sus requerimientos, utilizaba palabras como “desesperación” y “angustia” e incluso amenazaba con “hacer algo  muy drástico” si no recibía una respuesta comprensiva que la sosegara en sus culpas.

Dado el calibre de la extraña situación, en esta ocasión no tardé demasiados minutos en escribir unas líneas como respuesta, a fin de aclarar la muy incómoda situación. Aunque sus mensajes venían con un número telefónico como autoría, creí más aconsejable no mantener el contacto directo con una persona que mostraba un ánimo tan  profundamente descompensado. Era mejor redactar unas breves líneas y acabar con toda aquella escenografía con sabor a telefilm o a representación teatral.

“Srta. Yaiza. Durante las últimas horas me han estado llegando, seguro que por error, tres mensajes desde su autoría. Son frecuentes estas confusiones en los intercambios telefónicos de whatsapp. Debe revisar el listado de direcciones que tiene en su móvil, a fin de que los envíos correspondientes  lleguen a la persona idónea”. Obviamente, no añadí nombre alguno a este escueto pero concluyente texto.

Suponía que con esta respuesta ponía fin a una rocambolesca anécdota, de la que había sido espectador involuntario, acerca de las desventuras entre dos personas afectivamente muy doloridas. Tenía ante mí toda una mañana esperanzada para disfrutar del ocio, pues hoy ya era sábado y tenía el día libre. Tras un reparador desayuno, pensé realizar un relajante paseo en bicicleta (a pesar de que la temperatura ambiente era algo baja, para lo que era usual en estas tierras templadas del sur peninsular, junto al Mediterráneo) por ese largo carril bici marítimo que comunica la zona ferroviaria local hasta la desembocadura del Guadalhorce. Desde luego, dada la noche jalonada de acontecimientos, era la solución más reparadora e inteligente.

Para mi sorpresa, cuando marchaba pedaleando y gozando de una húmeda brisa tempranera, escuché desde mi mochila los típicos sonidos entrantes de whatsapp. De inmediato pensé (no sin cierto temor) en Yaiza, pues ella habría tenido ya oportunidad de conocer el contenido aclaratorio de mi respuesta. Para mi infortunio, no me equivocaba. De nuevo vi, en la pantalla del móvil, su número telefónico, antecediendo a unas líneas que, en esta cuarta ocasión, venían dirigidas a mi persona. Aún pedaleé  unas decenas de metros, deteniéndome en una zona próxima a la gran chimenea de la Málaga industrial del XIX,  popularmente conocida como “Mónica” (nombre debido a una bella historia de amor, entre dos jóvenes adolescentes). Tomé asiento en uno de los bancos que contemplan la playa, frente a la inmensa “torre”, para después conocer el siguiente largo contenido, texto que me sumió en un profundo desconcierto:

“Buenos días. Quien quiera que seas, debo aclararte que mis correos no han sido producto de error alguno. He elegido un número telefónico al azar, buscando a alguien con quien hablar y comunicar. Sobre todo esperaba conocer la clase de reacción que iba a tener la persona que los iba a recibir. En esos contenidos, que has tenido que leer, hay una parte (muy importante) de verdad. Traicioné, cruelmente, a una persona que quiso y supo entregarme fielmente su confianza y amor. Tras hacerle aquella injusta “jugada” todo se rompió entre nosotros. En los momentos actuales sé que Elián ha logrado rehacer su vida con una nueva compañera y que, por supuesto, nada quiere saber de mi persona. Ahora “navego” en la más profunda soledad y desconcierto. Esa parte también es verdadera, en el seno de los correos que has recibido.

Mi necesidad de comunicación en estos momentos es psicológicamente perentoria. Y te he elegido a ti. He de ser sincera, por una vez. No ha sido de manera casual, sino perfectamente intencionada. Aunque no lo sospeches, poseo interesantes datos sobre tu vida. Incluso también el número de tu móvil. Me atrevo a proponerte un encuentro, cuando y donde quieras, a fin de aclararte estos y otros muchos interrogantes que habrán sembrado dudas en tu conciencia, tras la lectura de este último y más extenso mensaje de whatsapp. Espero tu pronta respuesta, con mucho interés y necesidad”.

Tres hombres y una mujer, todos ellos inmersos en la juventud cronológica, se hallan reunidos en torno a una amplia mesa de trabajo, repleta de papeles, notas y carpetas, en la terraza de un céntrico ático sito en la zona antigua de la capital malacitana. Alguno de los cuatro compañeros de grupo ha apurado ya su segunda taza de té. Otro de los presentes, Elián Trapiello, tras leer en voz alta y de manera pausada unas cuartillas mecanografiadas, pregunta a sus amigos interlocutores: 

“Acabáis de conocer el planteamiento inicial de mi escrito. Os aseguro que esta historia está basada en esa realidad y experiencia que tanto nos vincula. Pienso que su contenido puede servir para redactar el argumento de nuestro próximo corto cinematográfico. En función de lo que digáis y también de los medios materiales de que dispongamos, este esquema de intriga y relaciones humanas, podría avanzar por unos u otros derroteros. Tengo ya algunas ideas acerca de un posible y sorprendente desenlace, entre otros finales posibles o alternativos. Pero no quiero adelantar acontecimientos. Lo primero y fundamental que necesito es escuchar vuestra analítica y sincera opinión, sobre este boceto de una trama argumental que puede derivar en vías de mayor complejidad. Poseo en mi conciencia y experiencia … abundantes elementos para enriquecerlo. Aunque en principio es un corto cinematográfico, mirándolo bien podría dar pie a un guión para la gran pantalla”.-


MENSAJES ERRÓNEOS, PARA UNA BREVE HISTORIA DE INTRIGA


José L. Casado Toro  (viernes, 25 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


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