sábado, 19 de enero de 2019

LOS INSOSPECHADOS INCENTIVOS DE UNA EXCURSIÓN PROMOCIONAL.

Después de la encadenada vorágine festiva navideña, sentimental, culinaria y comercial, llega una fase a nuestras vidas plenamente invernal, más o menos condicionada por las ofertas de rebajas y el período carnavalesco (para aquellas personas que gustan de esta lúdica manifestación cultural). Una gran mayoría ciudadana aplaude y “necesita” esta vuelta a la “bendita” rutina o normalidad, impuesta por el calendario, que abre las puertas a un nuevo ciclo anual, siempre iniciado con esos propósitos de cambio, más o menos profundos, creíbles o realizables, en la intimidad de nuestras vidas. El invierno, a pesar del supuesto frío meteorológico (con permiso de la inquietante alteración del “cambio climático”) estimula a las personas para retomar el contacto con la naturaleza. También ayuda a no rechazar cualquier posibilidad viajera o novedosa que pueda enriquecer el letargo rutinario, pero pleno de sosiego, que preside nuestros quehaceres, sembrado de objetivos estimulantes para la ilusión. Como dicen los “sabios”, hay que buscar motivos para el “hacer” y olvidarse de las banales excusas que promueven la poco saludable inactividad. 

Algo así es lo que le ocurrió a Leandro (Leo, para sus amigos y conocidos) Ángel Cordobán, un técnico informático de 32 años, que trabaja en una conocida cadena de reparación de periféricos digitales y todo tipo de telefonía móvil. Esta joven empresa publicita la eficacia de su trabajo con el motivador lema “Su móvil reparado en 40 minutos. La salud de su teléfono o tableta nos importa, de verdad”. Tras los estudios de la E.S.O. el joven profesional inició un ciclo formativo de Grado Medio en tecnología informática, estudios que completó con otros cursos, similares o de especialización, organizados por las concejalías de cultura y empleo de la corporación municipal donde se halla empadronado, la bella ciudad mediterránea donde nació y siempre ha residido.

Antes de trabajar en el sector de las NN.TT. (Nuevas Tecnologías) Leo ha probado suerte en otros sectores laborales, de naturaleza muy desigual y contrastada. Ejerció como repartidor de publicidad durante algunos meses, practicando el “buzoneo” en decenas de edificios. Especialmente en temporada veraniega, también ha trabajado en el sector de la hostelería como camarero. Quiso de igual forma sopesar su capacidad como comercial de seguros, en una compañía de decesos vinculada al sector de las funerarias, sin importantes éxitos en sus esfuerzos para la contratación. Como aficionado a la práctica deportiva, ha estado contratado como auxiliar de gimnasia en un centro de rehabilitación fisioterapeuta.

La variabilidad laboral de este hombre resulta paralela a sus vivencias afectivas pues, como abeja viajera y caprichosa, ha estado libando de flor en flor, sin la menor muestra de estabilidad o arraigo en sus numerosas relaciones sentimentales. En los momentos actuales permanece en estado de soltería, bien llevada, residiendo en un pequeño apartamento/ático alquilado en una zona antigua del urbanismo malagueño, en el barrio de la Victoria/lLagunillas. Hace años salió del domicilio familiar, buscando una independencia vivencial, con la discrepancia afectiva de su padre, un honrado y eficaz trabajador de la albañilería, mientras que su madre dedica todavía algunas horas de sus labores diarias para ayudar en algunas “casas bien” las cotidianas tareas del hogar.  

Una fría mañana de Febrero, mientras Leo desayunaba en una cafetería próxima al centro comercial en donde se halla instalada la tienda /taller de su empresa, un joven vestido con un chándal azul se iba acercando a cada una de las mesas ocupadas y a todos aquellos clientes que estaban consumiendo sus preferencias en la barra del establecimiento. A todos ellos les iba repartiendo un bien editado folleto publicitario, que el técnico informático ojeó mientras daba buena cuenta de su tostada con aceite que hacía escasos minutos le habían servido junto a una aromática taza de café solo acompañada con un par de galletas, obsequio de la casa.

El contenido de la oferta publicitaria era harto conocido. Por una módica cantidad, 25 €, se podía participar en una excursión a la atractiva ciudad de Ronda, en donde se visitarían diversos monumentos emblemáticos de la localidad. Los viajeros también disfrutarían de un almuerzo gratuito, excepto el coste de las bebidas que consumieran. Tras la comida, el grupo asistiría a la presentación de un producto novedoso –no especificado- en el mercado, el cual podría adquirirse (ese mismo día o durante los quince siguientes) en unas condiciones económicas sumamente interesantes para los clientes. Se adquiriese o no tan “tentadora oferta”, todos los asistentes a la presentación recibirían un regalo a elegir entre tres posibilidades:  Una mini-plancha de viaje. Un set de pequeñas herramientas para el hogar. O bien un transistor de bolsillo. 

Aunque los regalos no alcanzaban una excesiva motivación para el interés de Leandro, había dos elementos añadidos que podían incentivarle a su participación en el viaje, a efectuar en el sábado de la siguiente semana: en primer lugar, disfrutar de un agradable día en la preciosa localidad rondeña, por 25 euros, era una oferta difícil de rechazar (el folleto añadía que una guía local explicaría elementos de la riqueza artística, urbanística y natural de la ciudad). Por otra lado, una vez finalizada la presentación del novedoso producto se sortearía un fin de semana, para dos personas, en un hotel de la localidad almeriense de Roquetas de Mar, a disfrutar durante los meses de marzo o abril. Esta estancia implicaría tener que efectuar una comida (almuerzo o cena) en el hotel, coste a cargo del cliente. Aunque el desplazamiento al hotel correría a cargo del viajero, el desayuno en la mañana del domingo y la noche de estancia serán gratuitas.

Estuvo sopesando durante toda la mañana los datos del folleto, pues no era persona que tuviera mucha fe en estas ofertas y regalos tan generosamente planteados. Al fin, después del almuerzo, se animó a marcar el teclado del teléfono en donde debería inscribirse, un número 902 que le mantuvo, con diversos motivos, varios minutos a la espera para ser atendido, pues parece ser que la línea estaba colapsada de llamadas. Al otro lado de la línea estaba la Sra. o Srta. Maribel de Quinto, quien anotó sus datos básico identificativos. La locuaz interlocutora le indicó el lugar y la hora exacta (8:30 de la mañana) en donde estaría dispuesto el autocar, para ese sábado de febrero que, según el Aemet, amenazaba con posibilidades de lluvia.  Se le recomendaba llevar un calzado adecuado, para estar más cómodo durante la visita a la ciudad. En cuanto a la cuota a pagar por el viaje, los 25 euros del coste, serían entregados al conductor del autocar, en el momento de subirse al mismo.

Leandro acudió a la cita excursionista del sábado invernal bastante ilusionado, pues buscaba esa distracción y novedad que compensara la rutinaria tarea de toda una semana laboral, sumido entre máquinas y periféricos electrónicos. Creyó contar la suma de hasta 32 personas, además del conductor del vehículo, entre aquéllos que iban a participar en la breve pero intensa experiencia excursionista. Llamó su atención el que no estuviese presente en ese momento un guía o representante de la empresa organizadora, denominada PREMIUM PROMOCIONES. Entre los participantes al viaje destacaban, con notorio porcentaje, las personas de mediana o avanzada edad, la mayoría matrimonios de apariencia social modesta. Sin duda, Leo era el más joven integrante de todo el grupo viajero.

Una vez llegados al punto de destino, Ronda, la muy bella y romántica ciudad del Tajo, bajaron en la estación de autobuses, en el que una Srta. que se identificó como Geno, sería la guía turística encargada por Premium para efectuar la visita peatonal a los principales monumentos de la localidad. El recorrido transcurrió con la previsible normalidad del programa entre las 11:15 y las 14:30, en un día en sumo nublado que, durante algunos puntuales momentos, dejó caer finas y traviesas gotas de lluvia. Con fortuna, encontraron un establecimiento regentado por comerciantes orientales, en donde algunos viajeros compraron pequeños paraguas de cinco euros, ya que el día amenazaba con descargar precipitaciones más intensas como al final así sucedióhabitado poprrtesano de la palabra escrita. Viernes 11 Enero 2019.

En un sugerente e instructivo recorrido visitaron el templo de San Cristóbal y la Iglesia y Convento de la Merced, habitado por las madres Carmelitas Descalzas, donde contemplaron el brazo incorrupto de la Santa de Ávila, fundadora de la orden. Fue muy grato el trayecto por los jardines “levantados” sobre la plataforma rondeña del Paseo de los Ingleses, hasta llegar al gran corte pétreo sobre el extenso valle recorrido por un “tímido” río Guadalevín. Allí disfrutaron con la modélica “postal” llena de vida geológica del gran Tajo rondeño, bajo el Puente Nuevo y también conocieron el Puente Viejo, entre las escarpadas masas pétreas de la gran plataforma rocosa donde se asienta la ciudad. A partir de la famosa y veterana Plaza de Toros, subieron por la Vía Espinel, jalonada por numerosos comercios turísticos y locales para una suculenta y deliciosa restauración, llegando al rito inexcusable de la emblemática confitería las Campanas, en la céntrica Plaza del Socorro. Allí pudieron adquirir las famosas Yemas del Tajo, manjar para el deleite de los siempre golosos y hambrientos paladares. Cerca ya de las 13 horas, los grisáceos nubarrones comenzaron en firme su descarga de agua, precipitaciones de tan manifiesta intensidad que obligó a los integrantes del grupo a apresurar el paso, a fin de dirigirse con presteza a la Venta/Restaurante El Bandolero, donde se resguardaron de la lluvia y esperaron la hora para comenzar a degustar el almuerzo menú, recogido en el itinerario del programa.

Ese menú estaba compuesto por un caliente plato de pisto con huevo frito en su contenido y un segundo plato de albóndigas de choto con patatas guisadas en salsa menestra. De postre, cada comensal pudo saborear un plato de láminas de naranja natural, regadas con una “ventolera” de canela, azúcar y unas gotas de vino dulce, que servían para alegrar el sabroso y saludable manjar. Aunque en las mesas había jarras de agua a disposición de los clientes, muchos comensales pidieron vino o cerveza, siendo el pago de estas bebidas a su coste. Obviamente, el café u otra infusión de sobremesa, que la mayoría solicitó, tuvo el mismo carácter en el pago. La dirección del local tuvo el buen gesto de que el almuerzo estuviese acompañado con los acordes de un hábil guitarrista quien, desde un tablao adjunto al comedor, estuvo tocando un amplio repertorio de piezas andaluzas, muy a tono con la escenografía del local, bien repleto en su abigarrada decoración de arcabuces, escopetas e indumentaria identificativa de estos legendarios, valerosos y generosos bandoleros que, siglos atrás, se echaron al monte para perpetrar sus románticas aventuras y “fechorías” caritativas.  
  
Serían sobre las 16 horas cuando el grupo fue conducido a un gran salón del establecimiento restaurador, habilitado para celebraciones y, en este caso, una comercial presentación promocional. Presidía este espacio una gran mesa presidencial, a cuya espalda había una gran pantalla para la previsible proyección, elementos que miraban a una amplia sillería, a disposición de los espectadores que acudiesen a participar en el evento. Una vez que todos los asistentes ocuparan sus asientos, entraron desde una habitación adjunta dos personas. Una mujer de mediana edad, que se presentó como Maribel de Quinto (la misma que se había ocupado de recoger las llamadas, días atrás) además de un joven, que tendría una edad similar a la de Leo, llamado Isaac Calahorra. Eran los representantes de la firma Premium Promociones.

Desde un primer momento, la imagen de Isaac despertó alguna silueta o imagen borrosa en la memoria de Leo. Algo le decía que conocía esa cara, aunque la barba corta sobre su rostro le dificultaba la concreción del recuerdo. Casi de inmediato comenzó un audiovisual relativo a los tres productos que iban a ser presentados. Se aclaró que después de la video-proyección, los dos comerciales ampliarían y aclararían las dudas al respecto que los asistentes plantearan. ¿Cuáles eran las ofertas que iban a ser publicitadas?  

Se promovía un SEGURO INTEGRAL MULTIRRIESGO, denominado LAS TRES V: Vida, vivienda y vehículos, en unas condiciones económicas sumamente ventajosas. El más curioso de los incentivos consistían en que la carencia mensual de siniestros iría reduciendo un 2 % el precio total de la prima anual a pagar, mientras que cada “parte” entregado a la compañía encarecería un 4 % el precio de la prima base a pagar que, en su partida, suponía sólo un 60 % del precio medio establecido por la competencia en el mercado de seguros.

Llegaron pronto la exposición de los productos “milagrosos”. Primero fue un revolucionario COLCHÓN MULTIELÁSTICO,  que protegía “mágicamente” el descanso nocturno y ayudaba a compensar las normales dolencias y desviaciones en la columna vertebral. En el vídeo promocional, intervenían varios traumatólogos colegiados, tanto nacionales como extranjeros , los cuales ensalzaban las virtudes del producto. Muchos asistentes probaron este atractivo colchón, tendiéndose en el que estaba allí presente, a disposición de todos aquéllos quienes deseasen analizarlo para sus castigadas anatomías. Se mostró publicidad impresa en las revistas y medios de comunicación, en la que se contrastaba el precio de venta al publico por correspondencia: 4.500 euros. Si se adquiría durante esa tarde, se pagaría sólo 2.100 euros. Por supuesto, podría pagarse en tres cómodos plazos, con un interés testimonial de sólo un 3%, siempre y cuando la compra se hiciese efectiva en esa misma jornada. Leo quiso también probar el mágico soporte para el sueño, como experiencia simpática. Arrojó su cuerpo con entusiasmo a la bondad del lecho y al hacerlo sintió como un aguijón se le clavaba en el ecuador derecho de su trasero. Probablemente uno de los alambres orgánicos de la masa plástica se le clavó con toda su intensidad en su “asiento carnoso”, lo que le hizo saltar de dolor y generó una pequeña hemorragia que, aunque pronto cortada, estuvo a punto de acabar con la sesión . Tantas prácticas, de personas algo obesas, habían acabado con desequilibrar el misterio milagroso  de la multielasticidad. La Sra. de Quinto, parece ser que muy experta en la materia, extrajo con enérgica destreza el anárquico alambre orgánico de las posaderas de un azorado Leo, que quitó dramatismo al asunto con una circunstancial carcajada. Una señora mayor comentaba con una amiga de expedición, a espaldas de su celoso cónyuge, “desde luego, la frescura de los cachetes del joven, me ha hecho recordar escenas inolvidables de mi juventud, cuando mi Pancracio me mostraba sus partes y yo vibraba de emoción”. La tersura de las blancas posaderas de Leo fue motivo de muy “jugosos” y divertidos comentarios.  

Finalmente, la tercera oferta consistía en un lote o pack de dos aparatos electrónicos, diseñados para “crear” una micro-atmósfera que beneficiara las necesidades medias de nuestra salud. El primer mecanismo consistía en un DESIONIZADOR ATMOSFÉRICO que eliminaba esos iones negativos que no beneficiaban en absoluto el equilibrio orgánico. 1200 €. era su precio, aunque se ofertaba en el día al 50% del coste en catálogo. El segundo aparato consistía en un GENERADOR DE OZONO, muy ventajoso en su pureza para el aire que respiramos en nuestras habitaciones. 750 €. aunque lo “daban” a 400 en oferta. Si se adquiría el lote completo, el precio se reducía a 800 €. Un señor, de generosa edad y humanidad, presionado por su también obesa compañera, preguntó a Fermín, el hábil y dicharachero presentador, con un estilo castizo y desenfadado y entre las risas del colectivo, que dónde estaban los “siones” y el “ofono”, pues él y su señora no los veían, cuando el aparato funcionaba. La anécdota simpática de esta fase de la presentación sucedió cuando funcionaban los dos mecanismos electrónicos al unísono. Por algún fallo técnico, provocaron un corto circuito en la instalación eléctrica del establecimiento, que dejó a todo el grupo en la más completa oscuridad durante unos largos siete u ocho minutos, hasta que trajeron unas velas y linternas al efecto. Como el hecho sucedió cuando muchos estaban de pie, comprobando las características del colchón y los electrónicos, se escucharon voces nerviosas y compungidas de señoras y señores, que reclamaban la ubicación exacta de sus parejas “Romualdo, donde estás metido que no te veo, Virgencita del buen suspiro, ¡Pero dónde esta mi Romualdo“Petra, no te muevas de donde estés, que eres muy torpe y te vas a caer“Ay, Ay, menudo costalazo me acabo de dar, Federica, donde “leches” estás… que no se ve nada, la que han  organizado estos “gorriones” …” Para ilustrar la escenográfica acústica ambiental, el tronar de la tormenta que caía en el exterior llegaba con preclara nitidez a una sala presa de nervios, oscuridad y desconcierto.

La escenografía de la sala mostraba al fin su lado más divertido. Tras la recuperación del fluido eléctrico, la pareja de comerciales repartió de inmediato unos impresos comerciales entre todos los presentes, material que debían rellenar todos aquéllos que estuviesen interesados en alguna adquisición o consulta. A Leo le correspondió entrevistarse precisamente con Isaac Calahorra, ese joven empleado de la empresa Premium en cuyo rostro adivinaba algún recuerdo pero de difícil concreción, tanto en lo temporal como en lo espacial. Le explicó que en principio estudiaría el tema del seguro integral, pero que necesitaba más tiempo para adoptar una decisión al respecto. Captó que su interlocutor fijaba de manera intensa la mirada en su persona. Después de una pequeña sonrisa, el comercial le habló con definida franqueza.

“Permíteme que te tutee, porque realmente nos conocemos. Hemos sido compañeros de clase, en las aulas de la Secundaria. Hace ya, lógicamente, unos “pocos” de años. Tú debes andar por los 36 o 37, que es la edad que yo tengo. Los compañeros te llamábamos Leo y siempre me resultó curioso que tuvieras un apellido que no era tu nombre. Ese primer apellido creo que era Ángel ¡perdona, pero si lo tengo aquí delante en el impreso que me has dejado! En aquél tiempo se formaban grupos de clase muy numerosos en alumnos. En 3º de BUP creo que éramos hasta 43. Entre tanta gente, mi barba y que hayan pasado veintitantos años, todo eso hace que no te acuerdes muy bien. Ya conoces mi nombre. En clase me llamabas  Calo, por el apellido. No he sido buen estudiante y he dado muchos tumbos por la vida. Aquí llevo un par de años, “vendiendo” todo lo que me echen. Me pagan una miseria pero, si hago contratos de venta, puedo sacar unos porcentajes que oxigenan un poco mi anémico sueldo. Veo que has puesto una crucecita en el regalo de la radio. Hoy no vamos a entregar esos regalos. Los llevaremos personalmente al domicilio del interesado, con el animo o interés de conseguir alguna venta, insistiendo en éstos u otros productos de un extenso catálogo. De todas formas, yo te voy a entregar el pequeño transistor en una bolsa cerrada, ahora cuando termine las entrevistas con los asistentes. Lo que sí te pido es que si vas a hacer el seguro o necesitas algún producto concreto… veo que trabajas en informática…. te pongas en contacto conmigo, pues te haría un precio espacial y además yo ganaría algún porcentaje en la venta, que buena falta me hace. Me he casado hace poco (en segundas nupcias) y ya sabes lo que se gasta en una casa. Te dejo en esta tarjeta mi teléfono particular. Me llamas sin problema, que yo voy a ser muy honesto contigo. A pesar de que tuve que soportar algún bullying por tu grupo de amigos. Pero eso ya está superado y olvidado”.

Cuando Leo volvía en el autocar a su lugar de origen, dedicaba tiempo para la reflexión acerca de la densidad de hechos que había podido protagonizar y compartir, gracias a su afortunada decisión de participar en esa excusión promocional. Aunque el regalo del fin de semana en Roquetas de Mar le había correspondido al matrimonio formado por un cabrero de Algeciras y a su rechoncha mujer, durante las casi 10 horas en que había estado vinculado al grupo viajero, tuvo la oportunidad de visitar una bella ciudad que siempre ofrece sus encantos monumentales, a pesar de la inestabilidad meteorológica que provocó un día bastante frío y con lluvia. Indudablemente la mecánica de todos los incentivos recibidos estaba basada en la promoción de productos, ofertas adornadas con precios en realidad elevados aunque bien presentados y aparentemente “muy rebajados”. Las divertidas vivencias protagonizadas en la venta/restaurante El Bandolero iban a permanecer en su memoria, de manera especial su reencuentro con un antiguo compañero de la adolescencia al que apenas recordaba, pero el que, además de su generosidad, le ofreció una estupenda lección acerca de cómo hay que saber superar los errores y el sufrimiento infringido neciamente a los demás. Albergaba en su voluntad el firme propósito de tener en cuenta la tarjeta y datos personales que Isaac Calahorra le había entregado, a fin de recuperar una amistad inesperada en la fase adulta de sus vidas. La anécdota del colchón, aunque físicamente aún le molestaba, fue una más, en realidad divertida, entre los numerosos y lúdicos “fotogramas” de ese bien aprovechado día en el fin de semana.-   

LOS INSOSPECHADOS INCENTIVOS DE UNA EXCURSIÓN PROMOCIONAL


José L. Casado Toro  (viernes, 18 ENERO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



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