domingo, 19 de agosto de 2018

SORPRESA INESPERADA, EN LA NOCHE DEL SIGUIENTE DÍA.

Uno de los valores más preciados, a proteger con especial esmero en nuestro entrañable patrimonio personal, es seguir compartiendo la amistad con ese compañero al que conocimos en las ya lejanas aulas escolares. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, hemos sabido y podido conservar este hermoso vínculo, superando los vaivenes y circunstancias que hayan poblado nuestras heterogéneas existencias. Consideramos ese bien como una espléndida realidad. A todos se nos “llena la boca” de afecto y bien desenfadado orgullo, cuando nos referimos a “fulano o mengano” señalándolos con gratitud como “mi buen amigo de toda la vida”.

Esta persona tan especial para nosotros, sea hombre o mujer, tiene y merece nuestra confianza absoluta, a fin de compartir con ella esas privacidades que sólo se mantienen y avalan con los familiares más allegados. Le hacemos participe de nuestros problemas, necesitamos y valoramos su equilibrado consejo, nos producen sana alegría todos sus éxitos, de igual modo que nos entristecen y tratamos de sobrellevar de la mejor forma sus dificultades y problemas. Entre nosotros existe limpia generosidad, mucha comprensión y positiva aceptación con respecto a nuestras respectivas formas de ser, con todas esas cualidades y defectos que nos caracterizan. Juntos celebramos cumpleaños, onomásticas, bautizos, bodas y demás celebraciones, como uno más de nuestras respectivas familias. Acordamos ir a ver una determinada película u otro espectáculo, disfrutar de una agradable cena e incluso durante muchos fines de semana, como también ocurre en las vacaciones, planificamos y coordinamos la temporalidad de estas vivencias, pues al hacerlas juntos nos sentimos mejor y se nos hacen más fructíferas y enriquecedoras. En caso de nimios o más graves problemas, no dudamos en que esa unión nos aportará  el estar más arropados y protegidos, el uno por el otro y viceversa.

Nadie ha de dudar de que en el seno de esa íntima amistad pueden surgir algunos “nublados” pues somos humanos, con nuestras “luces y sombras”. Sin embargo, tras la inoportuna o inesperada discusión o desencuentro, siempre suele llegar la oportunidad de la reconfortante reconciliación y el nuevo entendimiento. Las nimias rencillas o los roces del ego son situaciones que pronto se superan y olvidan, con la mejor voluntad aportada por ambas partes. La unión o proximidad se recupera con más fuerza e ilusión de la que teníamos previa al desencuentro. Consideramos que esa etapa liviana en el entendimiento nos ha servido para conocernos mejor  y para hacer más fuerte y duradero el vínculo de la muy apreciada amistad. 
  
Los protagonistas de esta nueva historia eran muy jóvenes, cuando se conocieron en las muy vitales aulas de un conocido y prestigioso Instituto de Educación Secundaria ubicado en la capital malagueña. Pronto congeniaron en su adolescencia inicial, siendo buenos compañeros de estudios, juegos y otros divertimentos, proximidad a la que también favoreció el hecho de que sus respectivas familias residían en el mismo barrio, a una distancia de tres calles entre las dos viviendas. Más adelante, tras superar las pruebas de acceso universitarias, LEIRO se matriculó en la Facultad de Turismo, mientras que su íntimo amigo THIAGO (muy aficionado a la NN.TT. Nuevas tecnologías) optó por hacer un grado en Telecomunicación. A pesar de acudir a dos facultades universitarias diferentes, ambos jóvenes continuaron su vinculación de profunda amistad, durante esos trascendentales años en que estuvieron “escolarizados” por el Campus superior del barrio de Teatinos.

La naturaleza puso vibración en sus corazones, por lo que estos dos atléticos jóvenes centraron sus ojos en dos agradables compañeras de clase, NOAH y ERIKA, respectivamente. Las dos parejas comenzaron a compartir los avatares del estudio, las salidas en los fines de semana, las excursiones y otras prácticas deportivas, muchas actividades de participación cultural y esos tiempos para las fiestas que sosiegan los nervios y dibujan sonrisas de vida. Todo se desarrollaba maravillosamente normal: la buena armonía de cuatro amigos, dos parejas sentimentales y una vinculación afectiva que sembraba brotes de optimismo para ese mañana que a buen seguro tendría que llegar. 

Aunque esta narración pudiera parecer la escenificación de un cuento de hadas, hay que matizar que la vida trajo, con la lógica de nuestras capacidades y limitaciones, momentos puntuales de “enfriamiento” entre estos cuatro amigos. Roces generados sobre todo por desencuentros o rencillas propias en el seno de ambos noviazgos que repercutían en su actividad relacional. De manera afortunada, esas fases de desacomodación duraban poco tiempo y pronto se recomponía el “fuego” fructífero de la amistad entre sus jóvenes corazones.

Al paso del tiempo es necesario aclarar un hecho que más de un lector habrá tenido en su mente: ¡no se casaron el mismo día! aunque es bien cierto de que esta simpática posibilidad fue sopesada por las dos parejas. Un inoportuno accidente de bicicleta tuvo a Lerio bastante tiempo ocupado en las consultas médicas, una intervención quirúrgica ineludible y no pocas sesiones de rehabilitación, que recompusieron sin problemas un castigado aparato locomotor.

En el aspecto laboral, Thiago encontró un buen trabajo con su ingreso en una empresa de informática, con sede regional en el Parque tecnológico de Andalucía en Málaga, cuyo capital financiero procedía del mercado industrial japonés. Como programador informático, desarrolla un importante puesto en el organigrama del personal laboral,  responsabilidad que le obliga a viajar con bastante frecuencia a destinos geográficos muy diversos en el ámbito de la tecnología mundial de vanguardia para ordenadores. En el caso de Leiro, persona por naturaleza muy emprendedora para los negocios de cualquier naturaleza, se entregó de lleno a la actividad de la inversión inmobiliaria, trabajando en la costa occidental del litoral malagueño, moviendo “suculentos capitales especialmente de origen inglés y alemán. Estepona, Manilva, Marbella y Fuengirola, son las zonas donde centra su esfuerzo negociador, tarea que le reporta excelentes réditos económicos y sociales.

Hasta el momento, Leiro y Noah tienen una niña, Alma, que ya disfruta sus dos primeros añitos de vida. En cuanto a Thiago y Erika, esperan con paciencia la “llegada de la cigüeña”. El programador informático no es muy dado a visitar a los galenos de la urología, a pesar de los requerimiento de Erika, a la que su ginecóloga le ha asegurado que carece de impedimentos objetivos para quedarse embarazada. Como las dos parejas mantienen la saludable costumbre de “salir juntos” los viernes tarde, a fin de ver una película, cenar y acabar la noche con un poco de música y copas, Noah resuelve la dificultad con la ayuda de Clara, una estudiante de educación especial, vecina en el bloque de sus padres, a la que abona 10 euros la hora para que ejerza de “canguro” las noches de ese primer día del fin de semana. La chica se queda en la casa al cuidado de la pequeña, hasta que ellos vuelven a su domicilio tras haber compartido una muy grata unión con sus íntimos amigos.

MIERCOLES, 16 de agosto, 19:00 horas. Thiago recibe un mensaje de Whatsapp. El contenido del texto, remitido por Leiro, le dejó un tanto intrigado y dubitativo.

“Thiago ¿podríamos vernos, mañana jueves, a la salida del trabajo. Tengo que hablar contigo de un asunto personal. Si te parece, cenamos. Prefiero que estemos los dos solos”.

¿Qué podría ocurrir? En las últimas semanas, no había detectado un problema especial en el comportamiento de su amigo de siempre. Tal vez, algunos momentos o gestos de reacciones nerviosas, que achacaba a dificultades o problemas que inevitablemente surgen en todos los negocios y más en un sector tan enloquecido y competitivo como es el mercado inmobiliario. Sí era cierto que lo veía abusando mucho más de ese “veneno” denominación que adjudicaba al consumo del tabaco. Pero no percibía una mayor anormalidad en el comportamiento de su amigo. De lo que sí estaba seguro es que, dada la gran confianza y afecto que los unía, en el caso de que Leiro tuviera algún problema, él haría todo lo humanamente posible por ayudarle. Puso la excusa a Erika, acerca de una imprevista reunión con unos técnicos informáticos canadienses, para llegar tarde a casa. Y para esa tarde/ noche del JUEVES quedaron citados a las 8:30 en el Mesón El Navegante, ubicado en las tranquilas estribaciones de la colina de Gibralfaro.

Cuando se encontró con su amigo, observó que su rostro mostraba un semblante en exceso serio, pensativo o con un estado de atribulación difícil de disimular. Tras las primeras copas, más que narrarle un problema concreto, Leiro comenzó a recordar vivencias que ambos habían compartido en  aquellos lejanos tiempos de la adolescencia. “¿Recuerdas como conseguimos un buen kilo de cerezas del huerto que tenía el tío Colás, detrás de su casa? ¿Y aquella vez en que te dejaron el rostro amoratado, por intentar defenderme del ataque alocado de la pandilla del bizco? Tampoco he olvidado la noche que pasamos juntos, después de declararte a Erika. Compramos un par de botellas, para celebrar el sí que conseguiste, y acabamos con una "cogorza" de espanto, pues la marca de ginebra parecía que era de garrafa y sabía a matarratas…”

Y así iba desgranando aventura tras aventura, ante la mirada asombrada pero comprensiva de su amigo Thiago. Al fin éste no pudo más y le habló directamente. “¿Pero que te ocurre, “hermano” Leiro? ¿Qué es exactamente lo que te pasa? Siempre has tenido confianza conmigo ¿porqué le estás dando tantas vueltas a ese asunto que parece intranquilizarte?” Al fin detectó que su interlocutor se mostraba más abierto en el contenido de su expresividad.

“No, Thiago, simplemente quería pasar esta noche contigo, sentirme hermanado por el buen y mejor amigo que siempre he tenido. Te voy a dar una clave para que puedas entender algo de mi comportamiento y la incomodidad y desasosiego en que me hallo. Entre Noah y yo las cosas no marchan como quisiéramos. Seguimos disimulando … pero la realidad pugna por salir a la luz. Tengo que darle una drástica reorientación a mi vida y aunque la decisión es en exceso complicada, sé que tu acabarás por entenderme y asumir el caos interior que me desestabiliza”.

La reacción de Thiago fue rápida y resolutiva. “Pero hombre si lo que me estás planteando, con tanta ceremonia e intriga, ocurre en las mejores familias… No le des más vueltas. Te aseguro que esa fase desafortunada pronto pasará y todo volveréis a verlo de color de rosa. De aquí a nada lo superaréis. Son cosas del trabajo, del estrés y de la rutina que nos agota. Hay que sacar fuerzas de flaqueza. Y aquí estoy yo para ayudarte, eso nunca lo pongas en duda”.

Llegó un momento en que Leiro dejó de pronunciar palabras. En realidad apenas había probado bocado en toda la noche, sólo bebía una copa de Rioja tras otra, miraba a su amigo con los ojos entristecidos, trataba de sonreír, permaneciendo una vez más en críptico silencio.
Las manecillas del reloj superaban ya las 10:30, por lo que pidieron un último café. Thiago hablaba y hablaba, mientras que Leiro escuchaba como ensimismado o ausente, moviendo una vez y otra la cucharilla plateada sobre la aromática y oscurecida  infusión. “Todo va a salir bien, todo se va a arreglar. Os conozco bien y sé que seréis capaces. Aplicad esperanza y buena voluntad.”

En el momento de la despedida, a pocos minutos para las once, se sumieron en un entrañable y cálido abrazo. Thiago volvió a casa caminando por entre las adormecidas callejuelas y plazas, con la lógica preocupación acerca del estado que soportaba su amigo. Pensó que lo mejor era no decirle nada a Erika, de momento. No tenía sentido preocuparla, aunque no se le ocultaba que más pronto que tarde llegaría a su conocimiento la situación que atravesaba la relación afectiva de sus amigos. Por su parte, Leiro caminaba pensativo, con los ojos muy brillantes  y un tanto mareado por la resaca de la bebida ingerida y el poco alimento que había aceptado tomar. En realidad consideraba que no había tenido el suficiente valor para decirle a su amigo toda la verdad de lo que estaba ocurriendo en su vida.  
VIERNES. Entre los dos amigos solo hubo un cruce de breves mensajes de Whatsapp. En el primero, Leiro se disculpaba educadamente por no poder salir esa noche del fin de semana juntos, como era usual casi todas las semanas. La respuesta de Thiago no tardó en llegar. Aceptaba sin problemas la disculpa, añadiendo que se lo comentaría a Erika mediante otro mensaje. Ese día no podría comer en casa, pues estaban trabajando intensamente en la preparación de un nuevo proyecto a desarrollar para el ya cercano otoño. Almorzaría en una cafetería del Parque tecnológico, El Mensajero, donde ofrecían platos de comida casera.

Ya por la noche, el bien ocupado informático llegó a casa pasadas las nueve de la noche. Al entrar en su domicilio, reparó en que Erika no estaba en casa. Se dispuso a esperarla, a fin de compartir la cena juntos. Con todas las ocupaciones del día, cayó en la cuenta de que apenas había tenido hueco para hacerle alguna llamada o cruzar algún mensaje telefónico. Pero los minutos pasaban y Erika no daba señal alguna acerca de dónde se encontraba. Faltando quince minutos para las diez, decidió enviarle “un Whatsapp” cuyo breve texto de dos palabras decía: “dónde estás? Tras unos minutos de nerviosa espera, al fin llegó la ansiada y “tranquilizadora” respuesta, algo más amplia en palabras, pero con un contenido pleno de intriga. “Por favor, sube al dormitorio y mira en tu mesita de noche. Encontrarás una nota, que debes leer”. No había más aclaración.

Se apresuró a subir al dormitorio, en donde efectivamente encontró un sobre de color verde pálido, en cuyo interior había una cuartilla manuscrita y firmada por su mujer Erika. No muy extensa en palabras, pero bien intensa y a la vez fría en su contenido.

“Thiago. Desde hace unos siete meses, mantengo una muy difícil dualidad afectiva. Hay otra persona en mi vida, quien realmente tiene todo mi amor. Ha sido una situación muy difícil y complicada de mantener, para evitar que tu llegaras a darte cuenta. Pero desde hace semanas él y yo hemos decidido dar el paso decisivo, uniendo nuestras vidas. Quiero pedirte sinceramente perdón, por el daño que estas líneas te van a provocar, pero ya no puedo seguir manteniendo una ficción imposible. No quiero nada de la casa, ni de nuestros bienes gananciales. Debes olvidar y rehacer tu vida. El tiempo te ayudará. Adiós. Erika”.

Tal fue el imprevisto “mazazo” psicológico que estuvo a punto de hacerle caer al suelo. No entendía lo que estaba ocurriendo o se resistía a aceptar el derrumbe afectivo y existencial que había llegado a su vida, de la forma más cruel y descarnada. Tratando de mantener inútilmente la calma, comenzó a enviarle mensajes telefónicos, pero ya la línea de whatsapp en Erika había sido anulada. En cuanto al número de teléfono, tampoco tenía conectividad. Los sonidos de las llamadas se hacían “sordos” e interminables, sin que la destinataria prestara atención a los mismos con alguna mínima respuesta.

“Roto” y derrumbado, física y anímicamente, a eso de las 11 recibió una extraña llamada de Noah.

“Estoy muy preocupada y nerviosa, Thiago. Desde esta mañana, cuando desayunamos, no sé nada de Leiro. Llamo a su móvil, pero el número no responde. Está desconectado. Cuando he encendido mi portátil, para tratar de ponerle un correo, me he encontrado con un email que hace una hora me ha enviado. El texto es muy breve y enigmático. Sólo dice:Perdóname Noah. En la vida ocurren estas situaciones. No he podido ni sabido evitar el cambio en mis sentimientos. Siempre me ocuparé de las necesidades de Alma. El tiempo nos ayudará a superar los cambios y a olvidar. Es mejor así, para los dos. Leiro”.

Aquella fue una noche extremadamente larga. Cuatro personas se habían enfrentado inevitablemente a una difícil encrucijada en sus vidas. Es cierto de que una más también fue protagonista en este desbarajuste de los afectos. Sólo ellos dos, Thiago y Clara, llegarían a conocer el contenido de una larga conversación que ambos mantuvieron en la inmensidad de la noche, cuando comenzaba a nacer con timidez el alba de un nuevo día.-


José L. Casado Toro (viernes, 17 Agosto 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



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