jueves, 14 de junio de 2018

SONIDOS, SILENCIOS Y REALIDADES, EN LOS FUNDAMENTOS DE ALICIA.

Las tres acústicas palabras que presiden el relato se vinculan perfectamente, con explicativa claridad, en la joven vida de nuestra protagonista. Y es que en todos seres los humanos aparecen imágenes y gestos que “hablan” por encima de las palabras. Su utilidad es manifiesta cuando aplicamos a nuestro diálogo esa mímica gesticular que tanto dice, oculta o transmite en los espacios comunicativos. Citemos algunas muestras tomadas al azar: una mirada, una sonrisa, unos ojos que no pestañean, un asentimiento con nuestra cabeza, un cerrar de ojos, un movimiento brusco o parsimonioso, ese monosílabo inaudible, unos lentos y repetitivos pasos, ese nervioso dibujar figuras inconcretas o la críptica cadencia de una leve percusión realizada con el lápiz o la cucharilla. En esta sutil comunicación no hay apenas palabras, pero sí mensajes que nuestra mente, rápida o más pausadamente, se aviene a descodificar. Muchas de estos recursos expresivos vamos a verlos como gestos cotidianos en la vida de Alicia.

Esta activa mujer es conocida, familiar y laboralmente, como por Licia. Ejerce la profesión de audióloga en un muy conocido centro auditivo, vinculado como franquicia a una importante marca extranjera que, además de  atender los problemas del oído, también se ocupa de las deficiencias visuales. Su horario de trabajo comienza a las 10 de la mañana y finaliza sobre las seis de la tarde, aunque puede disponer de una hora (entre las dos y las tres) para atender a su almuerzo, el cual suele realizarlo en unos de los restaurantes del propio centro comercial, aunque también hay días en que se trae de casa algún alimento que calienta y consume en una sala interior de su propia empresa. Su pareja Marco, con el que convive desde hace unos seis meses, tiene la titulación de óptico diplomado, trabajando como contactólogo en otra empresa de la competencia. La cena familiar casi siempre pueden realizarla juntos, en el domicilio que tienen alquilado  a unos 11 kms desde el centro de la capital malacitana. Ambos son muy jóvenes, pues se encuentran iniciando su tercera década vital (Licia supera en dos años la edad de Marco). Sus respectivas familias (algo conservadoras) les mostraron un cierto recelo al firme proyecto que manifestaron de la convivencia, sin pasar por la clerecía, aunque el aceptar hacerlo por el Registro Civil calmó un poco la inquietud e la incomprensión familiar.

Una noche de marzo Licia atendió un mensaje de whatsapp, cuyo remitente era su madre Belia. Cuando vivían juntas, la comunicación y confianza entre ambas era de lo más fluida. Aunque generacionalmente diferentes, una y otra mantenían una connivencia muy fructífera, que se esforzaban en conservar después de que su padre abandonase el hogar familiar. Con su padre Gerardo la relación era mucho más “fría” y distanciada, de  manera especial, desde hace unos cinco años, en que las rencillas y continuos conflictos familiares conllevó a que este agente inmobiliario abandonase el domicilio en el que había vivido desde su matrimonio. Desde entonces, este hombre mujeriego mantiene grabado en su antebrazo un tatuaje muy significativo que dice: El día más feliz. Debajo de esas cuatro palabras, la fecha resumida en que salió por la puerta, con la firme intención de no volver.

La versatilidad del whatsapp hace posible ahora que madre e hija mantengan esas breves comunicaciones en las que “viajan” de manera felizmente rutinaria los asuntos más dispares, aunque centrados generalmente en temas amables, banales o superficiales, que casi siempre finalizan con esa repetida frase de “a ver si tenemos un hueco para vernos”, “no dejes de llamarme”, añadiendo los muy afectivos y cariñosos besos de rigor. Sin embargo ese miércoles primaveral, su madre finalizaba el tecleado de palabras y letras con una pregunta que conllevaba subliminalmente una cierta urgencia: “¿Te parece que quedemos mañana por la tarde, cuando salgas del trabajo? Tenemos que hablar acerca de un importante asunto que ya te explicaré con las palabras adecuadas. Confírmame si puedes o no”.
 
La propuesta de Belia dejó un tanto preocupada a Licia, sobre todo porque su madre no era mujer especialmente dada a fomentar inquietudes o a utilizar frases rebuscadas. Mientras pensaba sobre el asunto y repasaba mentalmente la agenda del día siguiente, se vio pronto “atrapada” por ese largo lapicero que con frecuencia usaba para las notas. Cuando se sentía nerviosa practicaba leves percusiones sobre la superficie acristalada de un centro vacío de flores, que descansaba sobre una pequeña mesa que nucleaba los tres mlos ﷽﷽﷽﷽﷽﷽a los juegos de palabrdulos de sofes perciusiones sobre ra las notas,. hacienbdo las intrigas y a los juegos de palabródulos de sofás ubicados en el saloncito estar del piso/apartamento que ella y Marco tenían alquilado. Esa fina acústica, provocada por el lapicero sobre el cristal, le ayudaba a relajarse en muchas situaciones abiertas a la ansiedad o la preocupación. Pronto respondió al mensaje, sustituyendo el lapicero por los dedos sobre el abecedario virtual de su móvil. “De acuerdo Ma. Nos vemos a las 6:15 en la Cafetería Caribe. Te coge cerca de la parada del bus. Me han recomendado el buen chocolate de la abuela que prepararan. Marco volverá tarde a casa mañana. Tiene la partida de pádel de los jueves, con sus antiguos amigos de la facultad.”

Al día siguiente, puntual como era habitual en esa familia donde los detalles son siempre importantes, madre e hija intercambiaban besos de saludo. Una y otra pronunciaron esas frases amables sobre la hermosura de sus trajes respectivos y subieron a la planta entresuelo de la cafetería. Tuvieron la suerte de ocupar una mesa recién vacía, que estaba situada junto al gran ventanal desde donde se divisaba la belleza del nuevo puerto malacitano, alegremente llenos de paseantes, bares, comercios y esas embarcaciones amarradas junto al muelle 1, que se balancean rítmicamente sobre las plácidas aguas azules del Mediterráneo. Verdaderamente, la tarde de ese jueves mostraba todas las excelencias resplandecientes y aromáticas de la mejor Primavera. La temperatura reinante, a esa hora del ocaso solar, era cálidamente agradable  y sensualmente hipnótica. Dos vasos de agua se hermanaban con dos chocolates tibios que llenaban de sabor y color sus respectivas tazas de cerámica blanca. Moviendo con la cucharilla el chocolate espeso de su taza, tras mirar fijamente a su madre, se aprestó a la apertura del misterioso tema sugerido por su un tanto nerviosa interlocutora en el mensaje telefónico.

“Ayer me dejaste intrigada, con esas palabras finales del whatsapp. Ocurre algo malo que me quieras contar”

“Todo lo contrario, querida Licia. Simplemente un hecho novedoso en nuestras vidas que debes lógicamente conocer, ya que eres la principal protagonista del mismo. Bien sabes que llegaste felizmente a nuestro matrimonio, cuando apenas tenías dos semanas desde tu nacimiento. Nunca supimos la identidad de tus padres genéticos. Sólo que tu madre natural no podía afrontar esa bella experiencia de la maternidad. Para nosotros fuiste ese regalo inmenso que el destino, la suerte y la naturaleza te concede muy de tarde en tarde. Te cuidamos y criamos con el mayor mimo y amor, ya que eras y eres esa anhelada hija que mi organismo no podía tener. Lo repito, eras y eres “nuestra querida hija”, el don divino que nunca pensé o sospeché poder alcanzar.

Tu padre ¡que Dios perdone a ese mal bicho! lo único bueno que me ha dado en la vida fue una sólida posición económica, bien pagada desde luego pues, durante los años en que convivimos, sólo fui para él su “esclava” sumisa y complaciente, a fin de evitar males mayores. Con mi silencio e infinita paciencia, ante sus humillantes aventuras con la primera que encontraba para sus caprichos, me fue posible ofrecerte el gozo de una infancia sana y alegre, además de una educación que hoy te permite disfrutar de una razonable y cómoda posición social y laboral.

Te vuelvo a reiterar que nada supimos de tu progenitor o madre genética. Pues bien, hace un par de días se recibió en casa una carta notarial. Aquí te la he traído, a fin de que puedas serenamente conocer su contenido”.

Era un texto no demasiado extenso, pero bien explícito. Una persona que deseaba mantener el anonimato legaba notarialmente el apartamento de su propiedad donde residía a una hija, ser al que nunca llegó a conocer, por las estrictas normas administrativas que permitían su cesión a otra familia para ser adoptada. Alguien puso en contacto a la persona donante con este despacho notarial, que se encargó de investigar la localización de la persona afortunada con esta cesión patrimonial, que llegaba tras el fallecimiento de la propietaria. “Esa persona agraciada eres tú, mi amada Licia, pues un departamento especializado te ha localizado a partir de unos datos básicos. Han enviado la carta a casa, con esa documentación adjunta que tienes en el sobre, buscando en primer lugar a los padres adoptivos. Supongo que el truhán de tu padre está al tanto de estos hechos, aunque como mi trato es nulo con él no te lo podría asegurar. Por cierto, ¿cuándo fue la última vez que hablaste con él?”

La intervención de un antiguo compañero de facultad fue una gran ayuda para Marco, a fin de esclarecer todos los detalles de esta inesperada y generosa donación que su compañera  Licia recibía. Ese amigo de su pareja, Trinidad, es el propietario de una gestoría y precisamente su única hija acude al gabinete de audición que dirige la propia Licia, en el centro auditivo donde trabaja. El despacho notarial remitente tiene su sede en la ciudad hermana de Granada, a donde la pareja y la propia Belia se trasladaron en el siguiente fin de semana. La propiedad consistía es un pequeño apartamento de construcción antigua, situado en una calle paralela a la muy conocida Plaza de Bib-Rambla, en el corazón antiguo de la muy bella ciudad nazarí. La ubicación de la propiedad resultaba especialmente interesante, pues se hallaba cercana al entorno de Catedral, la Capilla Real y a otras arterias viarias céntricas céntricas (como Gran Vía, Reyes Católicos, Puerta Real y la Plaza Isabel la Católica). Acompañados por un administrativo de la notaría, pudieron acceder al interior de esa vivienda, que se hallaba vacía de muebles y otros enseres, sin datos o elementos informativos acerca de la persona quien allí había residido.
   
Cuando salieron a la calle, a la pensativa y silenciosa Licia (ante los acontecimientos que estaba viviendo) se le ocurrió una idea. Vio a un señor mayor, sentado en una pequeña silla de madera con asiento de anea junto a la puerta de una vieja casa, el cual cubría su cabeza con una ajada boina de color negro, mientras fumaba de una pipa que mantenía en sus labios. Con extrema delicadeza le preguntó si había conocido a la persona que vivía en el apartamento del balcón con las macetas pintadas de colores.

“Señorita, ahí en ese piso sólo he conocido a dos personas, y ya tengo muchos años en el cuerpo. Ahora voy por los ochenta. La última de ellas se trataba de una señora también mayor, como de mi edad, creo que la llamaban Nata. Siempre la veía sola. Dicen algunos que se ganaba la vida vendiendo chucherías y caramelos en un puestecillo ambulante que colocaba en el Paseo del Violón. Y que este piso lo heredó de una tía que ya falleció y que tenía muchos cuartos. No estaba muy bien de dinero o Dios sabe en que se lo gastaba. Parece ser que iba con frecuencia a la parroquia, a pedir comida. Allí Cáritas tiene una oficina, donde sé que entregan cosas de comer y vestir a los más necesitados”.

“No hay de qué, jovencica, no tiene por qué darme las gracias. Mi nombre es Pascual, pero todos me conocen por el Avilés y he sido zapatero remendón toda la vida. Si necesita algo más, pues pregunte, que para eso estamos. A la “pa” de Dios”.

De vuelta a Málaga, hablaron mucho de la nueva situación, decidiendo dejar reposar los acontecimientos para ver si merecía la pena mantener esa propiedad o venderla. Realmente era un pisito muy céntrico, en una cercana y gran ciudad como es Granada y no tenía cargas económicas de importancia, pues el pequeño caserón, de tres plantas y sin ascensor, carecía de gastos, salvo los impuestos municipales. No había comunidad de propietarios, con las recibos mensuales subsiguientes por los servicios comunes. En cuanto a Nata, Marco le dijo a Licia que no se “calentara” la cabeza, que él se encargaría, con la habilidad de Trinidad, de investigar más sobre su identidad.

Unas semanas más tarde, Trinidad llamó a su amigo Marco. Quedaron para hacer una merienda /cena juntos, pues por lo que tenía que contarle, prefería que Licia no estuviera presente en esa reunión.

“Hemos estado investigando acerca del apartamento granadino. Un prestigioso despacho de detectives colabora con nosotros, cuando tenemos que afrontar casos complicados. No es un secreto que el padre adoptivo de tu pareja es un “cabeza loca”. Parece ser que, hace muchos años, una de sus amigas íntimas era una cupletista, llamada Dafne, que trabajaba en salas de “alterne”. Se quedó embarazada del preclaro don Gerardo. Esta joven, no quería saber nada de maternidad. Esa niña que nació de su gestación es … Licia. No nos cabe duda. Este despacho de detectives es extremadamente meticuloso con su trabajo. El mujeriego Gerardo, movió papeles e influencias, para recibir en adopción ¡la que era su propia hija de sangre! Por su posición social, no quería ni siquiera entrar en terrenos de divorcios, ni escándalos, que le hubieran perjudicado para sus negocios y amistades. Su nido de amor en la ciudad de los Cármenes era el apartamento que hemos visitado hace tres semanas. Fue vendido en más de una ocasión y la última propietaria efectivamente fue la señora Nata (Natividad) que como dijo ese vecino, llamado el Avilés, la humilde mujer lo había recibido en herencia de una tía soltera, de la que era su única heredera. Por las razones que sean, don Gerardo ha tenido un buen gesto: comprar finalmente ese aposento, para entregarlo como patrimonio a su hija de sangre y también adoptiva Licia. Y ha montar una historia de una madre que lo cede a su hija. De Dafne poco es lo que se ha logrado conocer. Hace unos años parece ser que estaba por tierras del Caribe, ya mayor, regentando una “respetada” y conocida sociedad de “frondosas y bellas mujeres de compañía”, contratadas por personas de alto y cualificado standing. Una “casa de trato” o un “p… de lujo” para gente de doble cara y mucho dinero. Dejo en tu mano y responsabilidad la dosificación de toda esta información, para el conocimiento de su nuclear y principal protagonista, tu querida pareja Alicia”.

Aquella misma noche, Licia estuvo esperando la llegada de Marco, sentada en silencio ante una televisión apagada y percutiendo su gastado lapicero sobre la bandeja de cristal, mientras traba de concentrarse en la lectura de una novela, recomendada por una compañera de trabajo. Cuando Marco llegó a la casa su compañera conyugal, mirándole fijamente a los ojos y tras unos segundos de silencio, le dijo en voz baja “Lo estoy viendo en tus ojos. Tienes algo que contarme ¿verdad, Marco?”


José L. Casado Toro (viernes, 15 Junio 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
jlcasadot@yahoo.es



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