viernes, 23 de junio de 2017

EL "MILAGRO" DE LAS SEGUNDAS OPORTUNIDADES EN LA VIDA, A TRAVÉS DEL CINE.

El sentido del título que preside este artículo hace referencia a esa persistente aspiración que la Humanidad tiene como imposible, como no sea admitiendo la reencarnación en nuestros vidas, hecho tan difícil de creer y aplicar. De manera coloquial, durante las conversaciones cotidianas, solemos pronunciar ese banal e inaccesible comentario acerca de “si volviera a nacer otra vez, haría o cambiaría ésto o aquéllo”, con ese trasfondo o anhelo ilusionado de así poder evitar muchos de los numerosos y humanos errores en nuestro proyecto de vida. Es obvio que estas rectificaciones sólo serían posibles siempre que el destino nos deparara una segunda oportunidad para la existencia. Ciertamente esta posibilidad de una segunda vez para el protagonismo de nuestras acciones, por efecto de la suerte, el azar o derivado del esfuerzo que hayamos aplicado a determinados hechos, puede puntualmente llegar a presentarse. Pero, las más de las veces, los errores en que persistimos, las decisiones inadecuadas y las frustraciones subsiguientes van quedando ahí bien grabados, en las páginas de nuestras conciencia, sin posibilidad alguna de poder dotar a las mismas esas terapéuticas “amnistías” que las hagan desaparecer, sustituyéndolas por otras soluciones y respuestas más acertadas o eficaces.

Sin embargo ese “milagro” de revivir una nueva oportunidad, cuya consecución consideramos tan difícil o incluso imposible que nos llegue a afectar, puede hacerse presente a través de la pantalla cinematográfica. Ello sucede de manera especial para todos esos buenos aficionado al cine que saben y aplican el sentido de la empatía con respecto al argumento que protagonizan los actores en la escena. Se puede ver la película una y otra vez, sentirnos inmersos de nuevo en la magia narrativa de esa experiencia, entender mejor su trama argumental e incluso imaginar para su contenido otros desarrollos y desenlaces, tanto en el guión, en la dirección y en el ejercicio interpretativo de la puesta en escena. E incluso resulta también factible la posibilidad de repetir el rodaje de la misma historia, con esos cambios y modificaciones que alivien los infortunados errores cometidos, opción repetitiva que la vida real no nos permite.

Hoy nos “movemos” demasiado deprisa, con una absurda e ilógica aceleración, sin dejarnos apenas tiempo para poder consumir todas esas ofertas y reclamos culturales que recibimos a través de los numerosos y diversificados canales mediáticos, puestos a nuestro alcance por la sociedad de la comunicación. Por este motivo es poco frecuente que decidamos, en el terreno fílmico, visionar por segunda o tercera vez una misma película, a no ser que ésta posea determinados y excepcionales valores argumentales que nos inciten a repetir tan agradable experiencia. A pesar de este condicionante temporal en  nuestros hábitos, volver a ver una película ofrece una serie de ventajas que resultan escasamente inteligentes desaprovechar. ¿Cuáles serían estos beneficios para los afortunados “cinéfilos”? Citemos algunas de estas positivas consecuencias:

Poder entender mejor la trama argumental, analizar técnicamente todos esos detalles y elementos que con frecuencia pasan inadvertidos en un primer visionado: la riqueza y adecuación del vestuario, la perfección en los decorados, el lenguaje de gestos y mímicas faciales, el contenido de los diálogos y argumentación dialéctica, el más o menos sugerente fondo musical y, sobre todo, un elemento que resulta fundamental en la actuación de los actores: la “credibilidad” que nos aportan esos mismos personajes. En este sentido, es conveniente fijarse no sólo en las “estrellas” del reparto, sino también en todos los actores secundarios que complementan y permiten una lectura más adecuada y explicativa de la estructura fílmica.

Estos atractivos beneficios pueden alcanzarse con la emisión repetitiva que la televisión tantas veces hace posible o cuando la filmoteca (donde exista) coloca a nuestro alcance una segunda o tercera oportunidad para deleitarnos y comprender más adecuadamente los valores y mensajes transmitidos por el director, por los actores y, también por supuesto, por el guionista argumental de la trama.

Recordemos como antiguamente existían unas salas dedicadas preferentemente al estreno público de las películas. De forma paralela existían otras salas de exhibición donde, pasados unos meses, volvía a pasarse la misma cinta. Eran aquellos míticos cines de barrio que hacían posible repetir o recuperar una determinada película para nuestro deseo pagando un precio en taquilla sensiblemente inferior al de las salas de estreno. Ello nos permitía pronunciar, tanto a la salida de estos reestrenos, o tras un nuevo pase de la cinta por televisión, esa confortable frase de “cada vez me gusta más este film, porque lo he entendido y comprendido mejor”. Y es que el espectador goza así de una nueva oportunidad a fin de “reconstruir” el argumento, sin descartar ese atrevido e imaginativo  juego de buscar finales alternativos a la historia, con respecto al que su director ha elegido como más adecuado para llevar a su término la trama narrativa proyectada en pantalla.

Hace unos días emitieron por televisión una película que, hace ya más de un año, había tenido la oportunidad de visionar en un complejo cinematográfico. En aquella ocasión fue proyectada en versión original subtitulada, mientras que este pase televisivo lo ha sido en castellano, afortunadamente sin cortes publicitarios. Me interesó, de manera especial, volver a revivir una historia que básicamente recordaba por dos justificados motivos: en primer lugar, había determinados aspectos del argumento e interpretaciones de los actores que consideraba interesante volver a experimentar. Pero también, sobre todo, porque el núcleo focal del mensaje, planteado por la historia exhibida, era ese deseo ferviente o incluso “visceral” de volver a “revivir o repetir” un tiempo ya superado en dos vidas ya muy maduras en su recorrido vital.

A MODO DE UNA PEQUEÑA FICHA TÉCNICA.

El título de la cinta es LE WEEK-END, 2013, Reino Unido, 89 minutos, dirigida por ROGER MITCHEL (Pretoria, Sudáfrica, 1956) y protagonizada en sus principales papeles por JIM BROADBENT (R. Unido 1949), LINDSAY DUNCAN (Edimburgo, 1950) y JEFF GOLDBLUM (Pensilvania EE.UU, 1952). En el género cinematográfico de su metraje percibimos un fondo dramático indudable, aliviado por algunos retazos que mueven a  las sonrisas. Son apenas tres días de un fin de semana, sobre el que sobrevuela un anhelo desesperado de recuperación romántica en la pareja protagonista, condicionado por la severa realidad innegociable que impone la llegada a esas dos vidas de la 3ª edad, un eufemismo ciertamente amable para denominar el cruel tiempo la vejez. 

¿NOS APETECE CONOCER ASPECTOS INTERESANTES DE LA TRAMA ARGUMENTAL?

Nick y Meg Burrows forman un veterano matrimonio, residentes en Birminghan, que deciden viajar a París a fin de pasar unos días de vacaciones en esta atractiva, por su romanticismo, mítica ciudad. El motivo fundamental que les anima a realizar este lúdico desplazamiento es celebrar el 30 aniversario de su matrimonio, visitando los lugares en donde, muy enamorados, pasaron su ya lejano –“honeymoon” o luna de miel. En realidad su vínculo matrimonial hace bastante tiempo que soporta el distanciamiento aburrido de la rutina y la fuga afectiva de una juventud que para ambos se encuentra irremediablemente perdida. Nick es profesor de filosofía en la Universidad, mientras que Meg también trabaja enseñando biología a jóvenes adolescentes en un centro de Secundaria.

Ambos profesores pretenden con este viaje poder recuperar aquellos sentimientos y vínculos sensuales que los unió en su juventud. Por este motivo eligen hospedarse y visitar los mismos lugares donde latió intensamente su amor, en un tiempo lejano de tres décadas en la distancia. Una vez llegados a la capital de Francia, comprueban que ese mismo pequeño hotel, su ferviente nido de amor que les albergó durante unos días en su juventud, se halla hoy profundamente transformado. Ese afectivo habitáculo que recordaban en su memoria ya no es hoy el que era o en todo caso buscan inútilmente en ese espacio una llama romántica que se ha mutado para sus sentimientos en incomodidades y falta absoluta de alicientes para su temporal residencia. Optan entonces por la comodidad y glamour de un gran hotal, sin reparar en que los costos que la suite que ocupan (fue ocupada por el Presidente Obama) superan los cálculos económicos que habían realizado, agudizados por la situación de sus dos hijos, recién casados, que necesitan con urgencia el apoyo material y constante de sus padres.
Van recorriendo emblemáticos puntos monumentales de la maravillosa ciudad gala, pero esos mismos lugares en donde “ayer” sustentaron la emoción del amor, “hoy” no les ofrecen esa motivación necesaria que les ayude a paliar su drástica pérdida de proximidad afectiva. A pesar de todo ello, impulsados por el espíritu animoso de Meg, llevan a cabo una serie de travesuras y divertidas peripecias impropias de dos seres ya anclados en el camino sin retorno de la avanzada madurez cronológica. En distintos momentos y oportunidades, intercambian reproches y aceradas críticas e incluso insultos al contrario, poniendo de manifiesto el profundo deterioro relacional al que han llegado tras años de vacía y estéril convivencia.

Esa primera noche, mientras deambulan por las calles parisinas, tras haberse escapado sin pagar del lujoso restaurante donde han cenado, se encuentran con Morgan, un antiguo alumno de Nick, que se dedica profesionalmente al noble oficio de escribir. El cálido aprecio del discípulo hacia su antiguo maestro es manifiesto, por lo que después de intercambiar saludos y recuerdos, les invita a la presentación de su último libro, que tendrá lugar en la tarde del dia siguiente. Allí conocerán a Eve, la nueva compañera de Morgan y a Michael, el hijo que tuvo con su primera mujer, un joven introvertido que mantiene difíciles relaciones con su padre, mientras que por el contrario trata de buscar el diálogo y la amistad con Nick, en el que admira su veteranía y experiencia en la vida.

La escena más crispada, en la relación que mantiene la pareja de profesores, tiene lugar precisamente en ese acto sociocultural al que han sido invitados, en el que Morgan presenta el libro recién publicado acompañado por su nueva y bellísima compañera. Después de la ceremonia los dos matrimonios, junto a varios amigos, cenan en un restaurante cercano. La intervención de Nick resulta sorprendente y desalentadora, pues informa a sus asombrados interlocutores sobre la difícil situacion profesional por la que atraviesa. El rector de la Universidad donde imparte sus clases le ha “sugerido” la jubilación o la renuncia al puesto docente, debido a la firme denuncia interpuesta por una de sus alumnas, que se ha sentido agraviada ante los comentarios despectivos e insultantes realizados por él. Añade, elevando el tono depresivo de sus palabras, que esa misma tarde su mujer le ha comunicacdo su intención de mantener alguna relación amorosa con un cliente del hotel donde ambos se hospedan. Termina su desconcertante intervención haciendo alusión hacia los problemas anímicos (también económicos) que ha de afrontar en esta fase avanzada de su vida. La sorpresa del resto de comensales aún se hace mayor cuando escuchan los comentarios acusatorios que realiza Meg como respuesta,  denunciando la persistente infidelidad que mantiene su esposo, allá en Inglaterra. La atmósfera se torna crítica y ambos coónyuges deciden abandonar la reunión. El rostro “descompuesto” del escritor Morgan, oscila entre el respeto y afecto debido a su maestro y la vergüenza por esa patética escena en la presentación literaria de su nueva publicación.

Ya en el hotel, Nick y Meg encuentran al personal del mismo desalojando, por mandato de la dirección, la habitación que ambos comparten. El motivo de esta drástica decisión obedece a la carencia de fondos en la cuenta económica que sostiene la tarjeta bancaria de Nick. La factura del hotel alcanza ya un elevado montante pues en una de sus discusiones, “enriquecidas” por la ingesta de alcohol, la veterana pareja ha provocado importantes daños materiales en los enseres y mobiliarios de la suite. Tras conocer la insolvente situación económica que les afecta, la veterana pareja de profesores sale “huyendo” del hotel, perseguidos por miembros de la seguridad, que mantienen a buen recaudo la tarjeta de crédito y los pasaportes de ambos e irresponsables clientes. Apenas les queda unas monedas para tomar una infusión en la primera cafetería que encuentran, a donde con prontitud acude el bondadoso y paciente Morgan (al que Nick ha recurrido) que promete ayudarles, en estos momentos críticos por el que ambos atraviesan. Los tres amigos terminan bailando unas piezas musicales que suenan desde una vieja gramola de bar. THE END. 

UN FINAL ALTERNATIVO,  AL QUE NOS OFRECE EL DIRECTOR DE LA HISTORIA.

Recientemente jubilado, Nick mantiene una vida bastante apacible en Birmingham. Sus largos años dedicados a la función docente le permiten disfrutar de una pensión, modesta para sus ambiciones pero suficiente para subsistir holgadamente en una pequeña residencia ubicada en la campiña rural, a unos treinta y cinco kms. de la capital. Allí pasa su tiempo dedicado a la lectura y a esos largos paseos senderistas por los verdes parajes en la naturaleza de los Midlands. De mutuo acuerdo, él y Meg han puesto fin “administrativamente” a su vinculo matrimonial (ya estaba profundamente disuelto “por agotamiento” en el aspecto sentimental).

Pasados los meses, un día Nick recibe la visita de Norman. Comparten una comida y a los postres su antiguo alumno le plantea una confidencia, insólitamente inesperada para su conocimiento. El hoy afamado escritor mantiene una relación afectiva con su ex, Meg (unos años mayor que él). “En ella encuentro estabilidad, madurez, inspiración, equilibrio y unas ganas intensas de aprovechar cada minuto de nuestra relativamente breve existencia”. Por su parte Nick, tras escuchar en silencio esta información, le transmite a su amigo Morgan otra confidencia que provoca en éste sorpresa, sonrisas e incredulidad.

“Cuando rompiste con Eve, ella se esforzó en localizarme, pues necesitaba reencontrar su equilibrio emocional y sentimental. Le había impresionado mi planteamiento sobre la vida, aquella escénica noche en que presentabas tu última novela. Quería aliviarse con una persona que le aportara el sosiego de la experiencia. A pesar de los veinticinco años que nos separan, nos vemos cada semana y complementamos  nuestras respectivas necesidades. Ha encontrado un trabajo (gracias a su titulación de traductora e intérprete social) en una empresa de intercambios turísticos/culturales, entre Europa y Asia) con sede en Londres. Allí quiere que yo me traslade”. La sorpresa de ambos es manifiesta, debido al intercambio personal que han realizado sobre la actualidad de sus vidas.

Finaliza ahora el relato f buscanontinuan buscancotravieso destino.sus vidas.cambio gos rata de buscar el disu primera mujer, ílmico con un último plano escénico en el que los espectadores contemplan el cálido abrazo que realizan dos personas, generacionalmente separadas, pero vinculados por un travieso y divertido destino. Ambos continuan buscando difíciles respuestas para sus patentes frustraciones vitales, en el atardecer esperanzado de una pequeña y modesta estación ferroviaria rural.
  
REFLEXIONES FINALES ACERCA DE LE WEEK-END.

Hay un elemento o aspecto que nuclea todo el metraje de este revelador relato cinematográfico, al que no debemos perder de vista en nuestra consideración analítica: es aquél que representa ese condicionante temporal u horario vital, para poder subirnos a los trenes imprevistos de nuestra oportunidad. Recuperar vivencias de hace tres o más décadas supone un voluntarismo, plausible y abnegado, pero que camina certeramente hacia la frustración. Básicamente, porque ahora el tiempo ya no es el que era y nuestros cuerpos están sufridamente soportando ese trillado cruel del deterioro material. Y al igual que nuestros cuerpos y las circunstancias ambientales, hay que sumar ese ánimo que también, de alguna forma, palidece y envejece.
Una segunda oportunidad ya no era posible para Nick y Meg pues ambos, a su manera, habían dejado estéril la tierra desvitalizada de su vínculo. Por supuesto. París. Este singular espacio, con su magia y misterio de extraordinario romaticismo estético, seguía siendo el “milagro” pero faltaba una juventud y unos valores que un par de veteranos profesores, a estas alturas de sus vidas y en un esforzado fin de semana no podían, no sabían, no imaginaban crear y representar.

En este final alternativo que sugerimos para la la historia, ambos protagonistas parecen hallar y labrar nuevos caminos, a modo de una lucha desesperada por enfrentarse a la realidad de sus vidas y a ese calendario que avanza insolidario ante la ansiedad de los que ya perdieron su tren. Este milagro de las postreras oportunidades sólo aparece realmente en la magia del cine. El buen aficionado al denominado “séptimo arte” puede integrar psicológicamente, a modo de imaginativa empatía, esa dulce y generosa experiencia.-

José L. Casado Toro (viernes, 23 de Junio 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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