jueves, 11 de agosto de 2016

¿Y QUÉ TE GUSTARÍA LLEGAR A SER EN LA VIDA?


Había estado ejerciendo como maestro de Primaria, durante casi cuatro décadas. Ahora, a escasos meses de alcanzar la esperada jubilación, solía echar con frecuencia la vista atrás, reflexionando acerca de lo que había sido una vida entregada a formar a todas esas generaciones que habían ido pasado cada año por sus aulas. Precisamente aquella mañana, Raimundo Pescara, a cuatro meses de cumplir los sesenta, no se encontraba bien. Un problema de mala digestión. Nada grave. Los nervios, ante los cambios que pronto iban a influir en su nueva vida, estaban alterando algunas constantes orgánicas, influyendo en la inestabilidad del descanso nocturno y también en el funcionamiento del aparato digestivo.

Este año, la media de edad de los alumnos de su curso se hallaba en los ocho años. Sin encontrarse bien, antes de acudir a la obligación de su clase, temía la brega diaria con la vitalidad de esos casi treinta críos, durante las cinco horas de trabajo. Persona voluntariosa y vocacional, hoy con las fuerzas anímicas y físicas muy justas, pensó en alguna lúdica y formativa actividad que mantuviera bien ocupado a esos inquietos  escolares, dándoles una alegría en esas tempranas horas del día.

“Para hoy vamos a cambiar nuestra hora de matemáticas. En vez de realizar actividades de cálculo, os propongo hacer una interesante redacción. El contenido argumental habrá de ser una temática sobre la que ya habréis escrito, en más de alguna ocasión. Pero hoy va a tener el jugoso incentivo de un premio, que posteriormente os explicaré. En vuestro cuaderno de lenguaje vais a escribir sobre el siguiente tema: “¿Qué me gustaría ser de mayor?”

Pero ¡cuidado!, no basta con elegir una profesión. Sino que además tendréis que explicar varias cosas sobre esa actividad, como por ejemplo, las ventajas y los inconvenientes que pensáis tiene trabajar en ese oficio, si hay algún familiar, vecino o amigo que desempeñe ese oficio y, sobre todo, los motivos que os mueven para elegir ese camino en la vida. Después leeréis en voz alta vuestros escritos y todos votaremos para elegir las tres mejores redacciones. Cada uno de los ganadores, en esta interesante y formativa competición, recibirá una invitación para asistir gratis a la proyección de una película infantil que están proyectando en los Multicines. La semana pasada hablé con el encargado de estos cines y, tras explicarle el objeto del ejercicio, me facilitó el regalo de estas tres entradas dobles, a fin de que podáis ir acompañados”.

Ya por la tarde en casa, Raimundo reflexionaba acerca de cómo se había desarrollado esa actividad con sus jóvenes alumnos. Los niños y las niñas habían recibido muy bien su propuesta de trabajo y se habían entregado con interés a su realización, en un tiempo que había ocupado casi media mañana. En eso estaba, cuando se le ocurrió escribir en el buscador Google de su ordenador, la frase objeto de la actividad escolar, aunque un poco modificada. “La ilusionada profesión, en la que me habría gustado trabajar”. Ese versátil y rápido buscador le ofreció, en cuestión de segundos, un largo listado de entradas para contrastadas páginas relativas a la temática requerida.

Para su sorpresa, aparecían algunas empresas, en ese largo listado informático, que ofrecían unos peculiares servicios a fin de atender los deseos profesionales no realizados por las personas, a lo largo de sus vidas.  La posibilidad de los “multiservicios para esas asignaturas u objetivos pendientes” le estuvo rondando en la cabeza al veterano profesor durante algunos días. Una tarde se sintió motivado y llamó a uno de los teléfonos que tenía anotados tras la oferta publicitaria conocida en Internet. Concertó una cita y, tres días más tarde, se dirigió a la peculiar oficina donde iba a mantener una primera entrevista  con un cualificado  psicólogo.

“He de confesarle que, desde pequeño, he sentido una especial atracción hacia el mundo del transporte ferroviario. Las circunstancias personales que nos sobrevienen, en mi caso, hicieron que me preparara académicamente para el ejercicio de la docencia. En esta actividad he trabajado durante casi cuarenta años, creo que de una forma satisfactoria. Pero cuando viajo en un tren o estoy en contacto con algo relacionado con ese medio de transporte, mantengo la frustración de no haber protagonizado la experiencia de conducir una máquina con sus vagones hacia un destino geográfico. Es curioso, porque en mi familia, que yo conozca, nadie ha ejercido la honrada actividad de maquinista. Debe ser una cosa adquirida en la infancia o en el cine, no lo sé … pero ahí permanece ese anhelo constante de no poder haber manejado una maquinaria que arrastra vagones sobre unos raíles de hierro”.

Tras unos cincuenta minutos de entrevista, en el que hubo no pocas preguntas por parte del especialista y diversas pruebas con fotografías e incluso con algunos vídeos, Raimundo pasó al departamento de gestión, donde le informaron que uno de los equipos especializados estudiaría su expediente y que recibiría, en el plazo de una semana, a más tardar, una respuesta satisfactoria para sus deseos ocultos o frustrados. Tras abonar 165 euros, coste tarifado por la apertura del expediente, la intervención psicológica y la dinámica de gestión, el ilusionado maestro de niños y niñas se encaminó hacia su domicilio, profundamente esperanzado de que, al fin, podría ver realizado esos deseos que permanecían bloqueados en lo más íntimo de su ser.

Nueve días más tarde, recibió en casa el presupuesto para la primera fase de la experiencia. Básicamente, el desglose de gastos era el siguiente: elaboración de un programa informático ad hoc, 350 €; uniformes legales, atrezzo y materiales, 400 €; cuatro sesiones para ejercicios simulados, de sesenta minutos de duración, 150 €, cada una; dos experiencias reales, con monitorización especializada, concertadas a través de una organización ferroviaria, 300 € cada una; entrevistas y evaluación del  proyecto, 250 €. El gravoso presupuesto ascendía a una suma total de 1900 € a los que habría que añadir el correspondiente 21 % de IVA.

Sorprendido ante la magnitud económica a la que habría de hacer frente, si persistía en sus intenciones de vivir la experiencia de un maquinista de tren, decidió aplicar una respuesta de sensatez a todo ese “montaje” que se le venía encima. Solicitó tener una entrevista, con uno de los encargados de la empresa simuladora de experiencias. Dos día más tarde, se desplazó a la sede empresarial a fin de exponer sus criterios acerca del exagerado presupuesto que había recibido. Tras escucharle pacientemente, el responsable del departamentos de acciones externas, Mr. Brenan, le explicó las razones de la tan elevada minuta.

“Ha de entender, Sr. Pescara, que un equipo de psicólogos, informáticos, monitores profesionales e incluso actores, van a estar centrados en ofrecerle vivir una experiencia real, a fin de compensar una frustración histórica que su persona padece. Se tiene que diseñar un  programa informático adaptado o personalizado a sus necesidades psicofísicas, ese uniforme a medida y ese material que Vd. va a vestir y utilizar para su deseo es obviamente costoso. Concertar unas prácticas reales, con un organismo ferroviario, conlleva negociaciones, acuerdos, seguridad y responsabilidades, que han de estar blindadas a fin de evitar cometer errores de imprevisibles consecuencias. No olvide que Vd. podrá llevar, de una manera absolutamente real, el control de un tren con pasajeros hasta su destino. Le puedo asegurar que van a ser muchas las personas, obviamente cualificadas en el ejercicio de su adiestramiento,  que dedicarán muchas horas de su tiempo para ofrecerle un producto de calidad y de eficacia contrastada”.

Raimundo solicitó a su persuasivo interlocutor unos días de reflexión, antes de tomar una decisión en firme y firmar el contrato correspondiente, con las obligaciones económicas a las que habría de hacer frente. Después comentó el asunto con su mujer Margara quien, con la brusquedad que le caracterizaba, le dijo una escueta pero definitoria frase: “Tú has perdido la cabeza. Te veo “chocheando”. Vete a tomar una cerveza con los amigos y no dejes que te tomen el pelo de una forma tan ridícula”.

Pasaron las semanas. Y también los meses. Este veterano maestro de niños había accedido ya al estado administrativo de pensionista. Aunque tuvo la necesaria racionalidad para no embarcarse en un “teatralizado” barco, donde el timo era más que evidente, seguía manteniendo, en lo más íntimo de su ser, ese deseo, tal vez un tanto infantil, de conducir una máquina de tren por esos raíles que conducen a los más alejados, románticos o desconocidos destinos.

Cierto día, paseando por las calles de su ciudad, tal y como hacen centenares de trabajadores jubilados, sean en las mañanas o en las tardes, se vio próximo a la “Estación de ferrocarriles Málaga. María Zambrano” popularmente conocida también como “Vialia”. Tomó una imaginativa y valiente decisión. Solicitó poder hablar con el Jefe de la Estación malacitana. Tras unos minutos de espera, fue atendido por el responsable principal de todo el complejo ferroviario. Paciente y explicativamente, expuso a éste sus sentimientos y razones acerca de su relación personal con los trenes. Tras escucharle, por espacio de unos cuarenta minutos, este comprensivo y atento funcionario le pidió un cierto tiempo para estudiar el curioso planteamiento que le hacía una persona “enamorada” de este imperecedero medio de transporte.
Una semana después de esta agradable entrevista, Raimundo atendió la llamada del portero electrónico desde su vivienda. Era el servicio de mensajería urgente, que le traía un envío. Tras abrir el paquete, en su interior había un uniforme de maquinista de tren, junto a su gorra reglamentaria correspondiente. Y una carta, remitida por el servicio de relaciones públicas de ADIF.

El contenido de la misiva decía, a groso modo, que, una vez estudiada las circunstancias específicas de la petición, explicada personalmente por el destinatario en las oficinas de la compañía en Málaga, se le invitaba a un viaje de ida y vuelta, en el tren AVE, con destino hasta las tierras gallegas. Durante el trayecto, acompañaría al maquinista titular en la cabina de mando, donde recibiría una detallada explicación a todas las preguntas técnicas que tuviera a bien plantear. Los gastos de una noche en un hotel de Santiago, también correrían a cuenta de ADIF. En cuanto al uniforme, que debía llevar puesto durante el trayecto, podría cambiarlo por otro que respondiera a su talla, en los almacenes establecidos al efecto en los almacenes de la estación malagueña.

El rostro y el ánimo de Raimundo reflejaba una intensa alegría, ante la magnitud del regalo que estaba recibiendo.

¡Que gran enseñanza, para mentalidades inteligentes! Las ilusiones hay que intentar buscarlas, pues la constancia tiene, en no pocas ocasiones, el anhelado premio de  la realidad.-

José L. Casado Toro (viernes, 12 de Agosto 2016)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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