sábado, 8 de septiembre de 2012

EL USO DE LA PALABRA, COMO VITAL RECURSO EDUCATIVO.


Siguiendo el tradicional calendario escolar, el contenido del primer articulo, en este nuevo ciclo (ya será el quinto, consecutivo) iniciado en la primera semana de Septiembre, resulta habitual que esté dedicado a temas relacionados con el trascendente ámbito de la educación. El motivo de este proceder resulta perfectamente comprensible, dada la profesión que gozosamente he ejercido durante el periplo completo de mi vida laboral. El significado de este noveno mes, en la anualidad, siempre estará identificado con ese sabor a renovación, a cambio, a esperanza, a pesar de las muy duras y desesperanzadas expectativas que la Administración gubernamental nos anuncia e impone, para este último trimestre del año. Sin embargo, la vida en los colegios, institutos y universidades, comienza a bullir, con latidos para la cultura, los valores, el estudio, la formación, el aprendizaje y, por supuesto, la amistad. Baberos y uniformes, lápices y gomas, libros y calculadoras, mochilas y archivadores, tizas y ordenadores, atlas y diccionarios, normativas y horarios, conceptos y experiencias, clases y recreos, letras y números, palabras  y, naturalmente, ilusiones.

Sí, todo ello, que tan bien nos seduce, habla de que ha llegado este romántico mes, Septiembre, a caballo entre un verano que languidece y un otoño que nos acoge con una nueva indumentaria, sugiriendo cambios importantes en el estado del tiempo para el frescor y el vital maná de la pluviometría. Y como ayer, hoy y, siempre también, mañana, la dulce, alegre y apasionada socialización de unas aulas repletas de alumnos, organizadas con la generosidad profesional, técnica y vocacional de todos aquellos que sienten la necesidad solidaria de enseñar y aprender, al tiempo, durante esos días que conforman la estructura, temporal y conceptual, de cada semana.

Son numerosos, en cantidad y variedad, los recursos educativos de que disponen  Maestros y Profesores, para esa admirable y trascendente dedicación de enseñar, de aprender, de motivar. Todos, todos esos recursos, son importantes, útiles y necesarios. Ninguno ha de sobrar. Pero habrá que elegir bien su momento y su dinamizadora oportunidad. Recordemos algunos, de los más conocidos, para la mejor eficiencia didáctica. El uso de la pizarra, o encerado, con el novedoso libro electrónico. Los tradicionales apuntes y la practicidad de las experiencias y destrezas. La exposición “magistral” con el complementario aprendizaje autónomo. La versatilidad de la prensa y el cine. Los “tesoros” descubiertos en los archivos y las bibliotecas. Los intuitivos y mediáticos power-points y la mágica tecnología de los cañones de vídeo.  El rentable análisis del entorno y la solidaridad imprescindible del trabajo en equipo. Las lúdicas visitas educativas y de estudio y la iniciación investigadora en los laboratorios. Los eficaces talleres instrumentales y la enriquecedora simulación empática. La lectura y la práctica teatral y los juegos espectaculares para el descubrimiento. Y un largo etc, sólo determinado por los límites aplicados en la imaginación, la ilusión y la responsabilidad profesional, a pesar de los frecuentes desaciertos normativos por parte de la Administración y sus gestores.
   
Y entre todos estos recursos, que el Profesor aplica en su trabajo, sigue brillando con luz propia la fuerza intemporal de la palabra. A través de la misma, nos comunicamos con nuestros alumnos, durante esas fases explicativas tan necesarias e imprescindibles para ese proceso de enseñanza y aprendizaje, dentro y fuera del aula.  Obviamente, el docente ha de cuidar sus órganos fónicos. Ante un mal uso de los mismos, su deterioro se va a ir acrecentando con el paso de los años. Las visitas a los especialistas en otorrinolanringología son más que probables entre las personas que se dedican a la enseñanza. Las recomendaciones de estos doctores en medicina, básicamente, suelen ser las siguientes:

a) Hidratar bien las cuerdas vocales. Llevar y utilizar el contenido de una pequeña botella de agua a clase puede ser muy conveniente.

b) Evitar, en lo posible, los gritos y el alza en la voz. Aparte del daño que pueden producir en nuestra garganta, nos desestabiliza y, también, desestabilizamos en lo psicológico. Existen otros medios para controlar mejor situaciones de desatención o desorden más que elevando el tono de la voz. De igual forma, los alumnos se habituarán a esa acústica elevada y rechazarán o desatenderán cualquier otra modalidad que no posea esos niveles de sobreesfuerzo. El docente tendrás que elevar, cada vez más, más la voz para hacerse atender por parte de sus interlocutores. Esos gritos traicionan la credibilidad que los demás prestan a tu capacidad y nivel de autoridad.

c) Los centros educativos deben estar dotados de un sistema adecuado de megafonía en las aulas, que será utilizada en aquellas oportunidades que así lo aconsejen. Especialmente, en estos tiempos en que se trata de incrementar el número de alumnos que integran cada uno de los grupos en las clases. Para los centros de titularidad pública, la Administración facilita altavoces individuales a los Profesores que así lo necesiten, previa prescripción facultativa. Pero en tiempos de ahorro, es más que probable que aquéllos tengan que adquirir el preciado instrumental con sus propios fondos económicos. Parece injusto pero, lamentablemente, esto es lo que, la mayoría de las veces, sucede.

Tanto en el uso de la botella de agua, como el ayudarme del altavoz en las explicaciones, fueron hábitos que tuve que adoptar en una fase importante de mi trabajo educativo. Los propios alumnos también mimetizaron el hábito de tener su propia botella de agua en la mesa, con la autorización previa que recibieron de sus Profesores. En cuanto al uso del altavoz, recuerdo algunas bromas en los primeros días de su aplicación pero, con el  paso del tiempo, los propios escolares valoraban en positivo la eficacia de esta simple, pero tan eficaz, tecnología.

d) Una importante cuestión, cuando estamos explicando alguna temática, es el ritmo que debemos imprimir a nuestras palabras. Parece lógico que  el alumno se debe enterar de lo que estamos diciendo. Y determinadas “velocidades” no facilitan este objetivo. Podemos llevar prisa por acabar un determinado capítulo o temática. Pero el hablar rápido puede conllevar que tengamos que volver al principio, pues habrá un porcentaje de oyentes que no nos sigan por esa aceleración que hemos aplicado. No es que tratemos de “dormir” al auditorio, pero el hablar despacio, modulando las sílabas y el final de las palabras, facilita la comprensión del mensaje. Sugerencia, es evidente, para todas las disciplinas y áreas temáticas. Pero, de manera especial, en los Profesores de idiomas. Éstos deben comprender que las velocidades expresivas son desaconsejables, especialmente en los primeros meses, si pretenden que sus alumnos, todos, se enteren y les sigan.

e) Nadie discute que la rica y versátil lengua castellana es pronunciada de forma diferente, según el ámbito espacial desde donde se aplique. La pronunciación se va a ver “lastrada o potenciada” por el uso realizado de esta lengua en las diferentes Comunidades Autónomas. Y dentro de esos espacios regionales, también habrá diferencias en la peculiar forma de hablar. Es decir, entre Castilla y León y Andalucía notaremos importantes diferencias, que serán igualmente matizadas por el habla usual de un sevillano, un granadino o un malagueño. Pretender que una persona que siempre ha vivido en Málaga aplique la pronunciación de un vallisoletano es un planteamiento absurdo y sin sentido. Sobre todo cuando desde Córdoba o Jaén se intenta, ridículamente,  imitar la forma de hablar de un ciudadano de Castilla-la Mancha. En todo caso, desde Andalucía tendremos que hacer un sobreesfuerzo a fin de terminar bien las sílabas que componen la estructura de las palabras. De igual modo, habremos de cuidar el uso de frecuentes modismos en la exposición de nuestras ideas que no favorecen la comprensión básica del mensaje que tratamos de transmitir.

Es muy probable que, en más de una ocasión, hayamos escuchado y pronunciado frases como las que, a continuación, se transcriben.

Me sentí cautivado …….. por la belleza que reflejaban sus ojos ….. por la bondad de su carácter…… por su respetuoso saber escuchar ……. por la alegría que sabía transmitir ….. por la suavidad y tonalidad de su piel …… por esa inocencia que traslucía en sus gestos y respuestas …… por esa sonrisa que florecía permanentemente en su rostro ….. por su admirable capacidad para generar serenidad ….. por la delgadez y fragilidad de su cuerpo ….. por la forma sugerente de vestir y calzar ….. por la capacidad espontánea e imaginativa  de sus proyectos ....... por la mágica atracción que poseía en sus manos (o en otro órgano corporal) ….. por la firmeza y virilidad de su carácter….. por su inteligente y permanente simplificación de los problemas …. por el manantial incalculable de su cultura…..  desde que conocí cuál era su nombre…... y un largo y fructífero etc. Pero también, y éste es el caso, por la tonalidad y dulzura de sus palabras.

La voz de una persona puede provocar, por sí sola, atracción o rechazo. Esa tonalidad, esa dicción, puede transmitir veracidad o falsedad, intuición o confusión, ilusión o pereza. Por ello es tan importante cuidar, modular y dulcificar/vigorizar nuestra voz. Para un actor, para un locutor, para un narrador, esa capacidad fónica será un instrumental de valor incalculable para el ejercicio de su actividad. Y, nadie debe dudarlo, también para el Profesor, el Maestro, el docente y el educador.

Entre todo el conjunto de recursos didácticos, que el profesional de la educación tiene a su disposición, el uso de la palabra debe ser ese medio insustituible que ayude o provoque la motivación y el interés, facilitando, la atención y el dinamismo discente en el proceso dual de la enseñanza y el aprendizaje. Junto a la imaginación y la responsabilidad autoformativa, poseemos el gran valor, la fuerza dinamizadora, verdaderamente incuestionable, de la palabra. El buen Profesor tiene conciencia de ello. Sus alumnos….. también. Sepamos, técnica, instrumental y psicológicamente, aprovecharla.-


José L. Casado Toro (viernes 7 septiembre, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/

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