domingo, 20 de junio de 2010

UN ANÁLISIS TEÓRICO DE LOS AGRUPAMIENTOS FLEXIBLES
EN LA EDUCACIÓN SECUNDARIA





En el penúltimo Claustro de Profesores, correspondiente al presente Curso Escolar 2009-2010, ha tenido especial significación el tratamiento analítico de los agrupamientos flexibles. Con relación a los días y semanas precedentes, la meteorología se ha visto teñida hoy de un cielo nublado, mucho más fresco en los grados revelados por el termómetro, hermanado a un viento algo desapacible. Incluso hemos tenido que hacer uso del paraguas, en la profundidad de la tarde. Más de dos horas y media de reunión. Miércoles 9 de junio. Tras haber despedido, con una agradable Fiesta de Graduación, a los alumnos de 2º de bachillerato, se acercan las evaluaciones finales para el resto de los grupos de nuestra Comunidad Escolar, IES Ntra. Sra. de la Victoria. Y hay que planificar, es necesario organizar, muchas de las estructuras del Curso próximo, que se encuentra ya “a la vuelta de la esquina”. Y el tema “grande” o especial, de la desabrida tarde atmosférica, ha sido el que encabeza el título de este comentario. He atendido las numerosas argumentaciones de muchos de mis compañeros asistentes al debate. No he intervenido en la discusión. Me he limitado a ejercer mi derecho al voto sobre la posibilidad de establecer esta modalidad organizativa en nuestro Instituto. 15 votos afirmativos. 11 abstenciones. 8 votos contrarios a esta opción (entre los que se encontraba el mío). Hay que matizar que un número importante de compañeros, durante el Curso próximo, no trabajaremos ya en esta Comunidad Escolar. Por otra parte, creo recordar que el número total de Profesores en nuestro Centro se acerca al medio centenar.

No es la primera vez que se plantea esta polémica cuestión a debate en nuestro Instituto. De hecho, hace unos años, se llevó a la práctica esta práctica organizativa con los alumnos de 1º de la E.S.O. Según comentaron sus directos participantes, en el área de Matemáticas los resultados no fueron tan positivos como en la parcela disciplinaria de Lengua. Para el Curso 2010-2011 el proyecto es llevarlo a efecto con los escolares de 2º de la ESO. ¿Y por qué no también con los de 1º ESO? Y no sólo en Matemáticas o Lengua Española. Por el contrario, quedaría abierta la posibilidad que se sumaran más departamentos didácticos a la experiencia. He creído entender que los ciento cincuenta alumnos de este Curso de la enseñanza obligatoria, durante las horas en que se impartieran las disciplinas vinculadas, se agruparían en cinco niveles por los que irían rotando en función de su preparación, rendimiento y actitud ante el trabajo de la enseñanza y el aprendizaje. Los niveles de los grupos A y B serían obviamente mejores en cualificación y profundidad que los desarrollados en los grupos C, D y E. Un determinado alumno pasarían de un nivel a otro (con arreglo a los criterios expuestos) para esa hora de clase, cada mes o trimestre o en un momento puntual. Es evidente también que la Lengua española o la Historia, por ejemplo, todos los alumnos de 2º de la ESO habrían de trabajarla a la misma hora, durante los días en que se hubiera de explicar dicha materia. He creído entender, por otra parte, que la adscripción de un Profesor un determinado nivel (o grupo) no es “flexible”. Es decir, al profesional que le tocara impartir en el grupo A, desarrollaría su trabajo con alumnos de probada excelencia. ¿Y el compañero que tuviera que afrontar la dura carga de estar, entre septiembre a junio, en un grupo, como el E, en el que los niveles se van a ver condicionados por un profundo rechazo a la enseñanza ofertada? En este momento tenemos en todos los grupos un determinado porcentaje de escolares que rechaza visceralmente su permanencia en el Centro y los contenidos de aprendizaje. ¿Cinco, siete, más o menos, por agrupación? Ahora estarían todos juntos en esos grupos D o E para la calibrar la paciencia y resistencia del compañero encargado de atenderlos. También podría ocurrir que el grupo de la “excelencia”, el A, por ejemplo, solo fueran ocupado por unos quince alumnos. Y en B, por 20, siguiendo por los supuestos estadísticos. Los veinticinco alumnos restantes (de ambos colectivos) ¿se los sumamos al C, D o E? ¿Disponemos de espacio físico, hay paciencia y vigor profesional, para atender un grupo que pudiera alcanzar los cuarenta o más alumnos….. en 2º de la ESO? Además, a la hora de evaluar, a la hora de elaborar listas de alumnos, un Profesor siempre tendría que asumir que su lista es más que abierta. Nunca sabría quienes son exactamente sus alumnos. Yo que imparto en el C, he tenido en mi lista a un alumno, supuestamente, durante dos meses. El resto del tiempo, dicho alumno irá “viajando” o “agrupándose flexiblemente por otras letras del abecedario. El día de la evaluación de dicho alumno, ¿tendrían que estar presentes todos los compañeros profesores que le han dado clase en distintos períodos del Curso?. El trasiego en el pasillo de los segundos, durante el cambio de clase, serían más que vibrante, por el movimiento de personas, libros y material (yo en Matemáticas, estoy en el D y en Lenguaje en el B. ¡Ah, y en Sociales, me tengo que ir al E……) Verdaderamente, la escenografía cinética de campo, durante los cambios de hora, puede ser más que espectacular. Digna de las superproducciones de Hollywood. De todas formas, sigo pensando, con intensa preocupación solidaria, en el compañero al que le “toque” trabajar durante los nueve meses en el grupo E, en el que la marginalidad académica será más que manifiesta. Debe ser una persona de recios principios, generosa voluntad y una salud a prueba de retos y dificultades. Antes tenía en su aula 6 u 8 alumnos de esta categoría mas que “precaria” para su tarea o labor docente. Ahora tendrá treinta o treinta y cinco alumnos inmersos en esta peculiar cualificación ante la formación obligatoria. Más que envidiarle por su patente heroísmo… habría que compadecerle ante su deficitaria suerte.

Se nos ha llenado la voluntad expresiva del concepto integrador. Es el principio “sagrado” de la integración. Recordemos que en nuestro Centro no hemos tenido integración de alumnos con graves deficiencias físicas o psíquicas. Siguiendo con esta filosofía pedagógica, a los “buenos” los integramos y agrupamos en el A. Y, los menos buenos (por ser generoso con la las palabras explícitas) en el E. ¿El “gueto” de los marginales?. Agrupamientos flexibles… ¡y tan flexibles! Dígale Vd a un padre o madre que su hijo, por no querer estudiar, en base a su expediente; por su historial disciplinario o por otros datos calificadores, iniciará el Curso en el E. ¿Y Vd va a “meter” allí a mi niña? ¡Ni se le ocurra! Y es que todos sabemos, los de la tiza a las 8,15 de la mañana, día tras día, mes tras mes, quiénes ocuparían mesa en dicha descualificada agrupación escolar. Por supuesto…. flexible. Por cierto ¿quién, con qué criterios y en qué momento se decide por la promoción o degradación de los alumnos por las letras de las agrupaciones de segundo de la Obligatoria? Los equipos educativos, los departamentos didácticos y el de Orientación, habrán de arbitrar horas más que generosas para estudiar, analizar, fundamentar y decidir estos desplazamientos y vinculaciones de los alumnos con respecto a las áreas disciplinarias. La coordinación entre los Profesores habrá de ser más que puntual y continua. Un alumno, en el mes de junio cuando se le evalúe, puede haber trabajado con tres o cinco Profesores diferentes de esa materia. Tendrá que haber cinco Profesores diferentes que impartan Lengua Española o Ciencias de la Naturaleza a la misma hora. Por otra parte, si un Profesor que tiene a su cargo alguno de los grupos “flexibilizados” ha de declararse en baja médica, de media o larga duración, dada la política habitual de sustituciones que lleva a cabo la Administración educativa (a partir de la tercera semana) provocaría un grave bloqueo, no sólo en el aprendizaje de los alumnos vinculados a dicha agrupación, con la gravedad que ello conlleva, sino en la estructura de este sistema de movimiento intergrupal de los escolares en segundo de la ESO, en este caso concreto.

Debo manifestar que este análisis crítico no puedo sustentarlo en una experiencia personal directa. No he tenido la oportunidad de participar como Profesor implicado en la docencia de agrupamientos flexibles. Y ya para el Curso próximo pasaré a lo que yo denomino, utilizando una terminología castrense, “reserva activa” laboral. Dejaré mi puesto profesional a otros compañeros que, con una menor edad, tienen pleno derecho a ejercer una maravillosa vocación para la enseñanza y el aprendizaje de las generaciones que empiezan la etapa juvenil en sus vidas. Seguro que estos compañeros lo van a hacer muy bien. Con preparación, voluntad y eficacia. Sin embargo, el que ya no ejerza como funcionario docente el próximo Curso académico no es obstáculo para que aporte mi punto de vista acerca de esta cuestión que encierra, de forma indudable, una gran dosis de complejidad. De hecho, nuestro Claustro votó afirmativamente para que la Junta directiva continuara recabando información y materiales que sustentaran la posible aplicación de este sistema organizativo a partir del próximo septiembre. Y ahora, habiendo argumentado mi posicionamiento no favorable (por las consecuencias que implicaría) a su establecimiento debo, de manera responsable, aportar alternativas o soluciones que mejoraran los resultados académico de nuestro trabajo profesional. En realidad se piensa en este sistema flexibilizador como una opción más para modificar las estadísticas, escasamente positivas en resultados, de las calificaciones escolares que obtienen los alumnos en la actualidad.

Durante muchas de las páginas en estos escritos, lo he repetido en más de una ocasión. El rendimiento global, e individual, de los alumnos se ve hoy día gravemente determinado por la falta de motivación o determinantes para vincularse, con voluntad y esfuerzo, al aprendizaje en las aulas docentes y fuera de ellas. Carecen de condicionantes, internos y externos, que les impulsen a centrarse en su amor ante el estudio. Este interés ante la ciencia y la cultura en general lo derivan a otros incentivos alternativos, mediáticos, sociales o lúdicos. Si no estudian o trabajan sus obligaciones de formación, “no pasa nada”. Todo lo contrario, el propio sistema educativo se afana por degradar niveles de exigencia, favoreciendo cada día, cada hora, la ya escasa o nula motivación de partida. La “ingeniería” administrativa es bien conocida. Promoción en los cursos (incluso con todas las materias suspensas) por imperativo legal; adaptaciones curriculares “a la carta”, significativas o no; diversificaciones curriculares, en la que una mayoría de los alumnos participantes no podrían estar, dado sus antecedentes escolares; programas gratuitos de enseñanza vespertinos donde, en teoría, los alumnos van a estudiar los contenidos que no han querido estudiar en horario matutino; concesión del titulo de graduado en Secundaria a muchos alumnos con materias no aprobadas en cuarto de la ESO; recuperaciones encadenadas en las que a veces se aprueba ya por la inercia de agotamiento del Profesor que califica los ejercicios. Si esto ocurre a nivel de la organización escolar, en el ámbito de la política de exigencia familiar los determinantes son más que precarios. Mayoritariamente, inexistentes. Desde que son pequeños el control educativo de los padres en estos tiempos que vivimos ha sido más que limitado. Dicha atención en responsabilidad se ha ido reduciendo a medida que esos niños avanzan en su edad hacia la juventud. Trate Vd de arreglar su relajación ante las obligaciones que como padres y madres han asumido cuando su hijo alcanza ya doce o más años. Las posibilidades de éxito a estas alturas cronológicas, cuando no se ha actuado con eficacia en las edades de la primera o segunda infancia, es más que reducida.

Los Profesores nos encontramos hoy (siempre ha ocurrido), en todos los grupos escolares, con cinco, siete o más alumnos que carecen de incentivos para cumplir con sus obligaciones de esfuerzo ante el estudio. Son los “opositores activos” a la dinámica del aprendizaje ofertado. Habrá que conseguir que este “ rebelde grupo opositor” no te impida trabajar con los alumnos de nivel medio normalizado o esa minoría interesada activamente en su dedicación para el aprendizaje. Como habrás de aceptarlos, día tras día, tendrás que ubicarlos en una zonificación estratégica del aula. Conseguir que “hagan algo” que no perjudique el trabajo del resto de sus compañeros. Organizar algunas actividades paralelas de tipo pre-profesional, en la línea de los módulos formativos o cursillos básicos para la integración laboral. Utilizar vínculos de amistad, en función de sus caracteres, circunstancias familiares y ambientales, e intereses concretos para conseguir, a través de ese acercamiento, parcelas de comunicación, diálogo y aceptación de las “reglas del juego” en el contexto del ámbito convivencial. Pero no es lo mismo “negociar” con cinco o más que con treinta y tantos, todos unidos para la tarea más que difícil, imposible, por el riesgo que implica en el equilibrio físico y psíquico del docente que haya de afrontar el proceso de enseñanza y aprendizaje con tan complicado colectivo vinculado a la agrupación E en la etapa de 2º Secundaria Obligatoria.

En todo caso, las supuestas ventajas de esta organización académica (homogeneización de los colectivos grupales; incentivación para los alumnos de promocionar al grupo de “los buenos”; adaptaciones del currículo oculto para las agrupaciones “más degradadas” en su rendimiento y comportamiento; unificación profunda de criterios para los profesionales implicados en el proyecto, con el fomento subsiguiente del trabajo cooperativo,,,,, ) difícilmente compensan los riesgos que la aplicación de tal medida conllevaría (desintegración artificial de las uniones naturales grupales; caracterización de los grupos como “los buenos” y como “los malos”; complicación a la hora de evaluar a los alumnos que se hayan visto implicados en este trasiego de un grupo a otro; tener que atender a grupos “imposibles” en su totalización, como son aquellos que ostenten las letras D y E; dificultad para elaboración de los horarios, por las implicaciones que determinadas materias hayan de trabajarse de manera necesaria a la misma hora; protestas de los tutores familiares cuando a sus hijos se envíe a colectivo que sufran de una evidente marginalidad; aulas que difícilmente están preparadas para atender más treinta alumnos, número que se puede incrementar y que va a poner en jaque la fortaleza anímica, física de voluntarista del Profesor; exigencia de que haya cinco profesionales en cada uno de los Departamentos implicados para “dar clase” a la misma hora (o en su lugar una habilidad informática más que exagerada a fin de conformar un puzzle en el cuadrante horario especialmente difícil)….. etc.

Resulta perfectamente legítimo que se trate de experimentar esta opción organizativa en nuestro u otro Instituto. Igual, tras su desarrollo puntual, comprobamos que las consecuencias en lo positivo permiten compensar con largueza aquellas otros inconvenientes que a buen seguro también aparecerán. Mi posicionamiento en este largo artículo no es favorable a la aplicación de los agrupamientos flexibles, tal y como son previsibles de establecer. Durante la celebración del Claustro guardé silencio, atendiendo a las argumentaciones de aquellos compañeros que consideraron conveniente su intervención. Me limité a expresar el voto en el momento correspondiente para hacerlo. Con este escrito explico ampliamente, por escrito, mi fundamentación personal acerca de esta controvertida posibilidad en el campo formativo de la docencia.-



José L. Casado Toro (viernes 18 junio 2010)
IES Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Historia



Una vez completada la redacción de este artículo, he mantenido conversaciones con diversos compañeros acerca del tema. En algún caso, su planteamiento interpretativo sobre los agrupamientos es diferente al mío. Todo ello explica la complejidad que puede encerrar esta flexible estructura organizativa y de trabajo en el campo de la docencia y el aprendizaje.

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