viernes, 19 de diciembre de 2025

COMPORTAMIENTOS INSÓLITOS O SURREALISTAS.

 


En nuestro recorrido vital vamos “atesorando” imágenes, vivencias y curiosas experiencias que, siendo gratas o desagradables, resultan prioritariamente sorpresivas, insólitas o incluso “enemistadas” con la lógica racional. Como es natural, algunas de esas escenas las hemos vivido “en directo”, personalmente, otras nos han sido narradas por personas allegadas para nuestro asombro y conocimiento. Nos pueden extrañar, indignar, reírnos por su comicidad, pero todo es consecuencia de la complejidad de nuestras mentes y de las respuestas, tantas veces absurdas de nuestras voluntades. Las tres vivencias que hemos elegido, aparte de sorpresivas y henchidas de rarezas, sustentan una inusual discordancia con los hábitos de la racionalidad. Sus autores no se comportan “según los cánones establecidos” tal vez porque hacen lo que no espirábamos que hicieran, según las circunstancias del entorno. Comentemos los tres casos, de entre otros muchos.

 

Años 60 de la pasada centuria, en un pueblo modesto, pesquero y agrario, que en la época estival incrementaba su reducida población con la llegada de un turismo básicamente nacional que buscaba acomodo en casas alquiladas a buen precio. Durante las demás estaciones del año, su imagen urbana quedaba bastante vacía, gozando de esa tranquilidad que siempre le caracterizaba con los lugareños residentes en sus tareas laborales y cotidianas. Como cada mañana, a las 9 en punto, el sacerdote de la localidad, persona culta y bastante seria, DON JUAN el cura, decía misa a la escasa feligresía que asistía a la celebración. Era una misa “breve”, en la que no había predicación de la homilía. Sólo las partes básicas de la ceremonia, para que las señoras beatas, de madura edad, confesaran, comulgaran y retornaran a sus domicilios en la paz del Señor. Aquella fría mañana de febrero, la iglesia había sido abierta por la madre del cura, que actuaba como eficaz sacristana, labor que realizaba casi a diario. Su hijo, el sacerdote, no era muy madrugador, Llegaba al templo medio adormilado desde la casa parroquial, a pocos minutos de las 9, pues era persona que le gustaba dormir con amplitud. Ya se encontraban en el interior del recinto sacro unas ocho feligresas, todas ellas vestidas de severo color negro y, entre ellas, doña Ana, la madre del sacerdote. Comenzó la celebración de la misa sin monaguillo, pues el chico que ejercía de tal estaba preparándose para asistir a la escuela, mientras que, en la misa de la tarde, a las siete después del rezo del rosario, Salvi ayudaba al padre cura. La misa transcurría, con la monótona rutina de todas las mañanas, roto el silencio por el rezo de las oraciones del celebrante, plegarias que eran respondidas por las escasas beatas asistentes. En el momento previo a la consagración del pan y el vino, don Juan, ante la sorpresa y el desconcierto de los escasos fieles presentes, comenzó a cantar con gran potencia de voz las oraciones en latín y con entonación gregoriana. Las ocho feligresas se miraban unas a otras, ante una situación tan inesperada e insólita, que nunca habían presenciado. Don Juan seguía cantando ante la mirada descompuesta de doña Ana, que guardaba las formas, preguntándose a qué venía esa “salida monacal” de su hijo el sacerdote. El cura continuó cantando en el resto de la ceremonia, incluso cuando repartió la hostia sagrada de la comunión. Las beatas no se explicaban el comportamiento del cura, pues incluso desde la sacristía llegaban los salmos gregorianos al acabar el sacrificio de la misa. Se decían unas a otras “un hombre, tan serio y formal, que le ha dado esta mañana por el canto. No me lo podía esperar de don Juan. Y la pobre doña Ana, el sofoco que habrá pasado” Este insólito episodio fue la comidilla del pueblo durante muchos días. El cura párroco, a preguntas de su madre, bastante enfadada, se justificaba diciendo “es que me salió así, no lo pude evitar. Tal vez permanecía algo adormilado”

 

Viaje grupal de personas jubiladas, para realizar una visita a un bello pueblo de la serranía, con sus blancas casitas de tejas andaluzas, viviendas encastradas las laderas de una compleja orografía. El desplazamiento matinal había sido bastante cansado para las decenas de ilusionados turistas, ante una carretera sinuosa con muchos km de curvas y contracurvas, mostrando el buen conductor del gran autocar una destreza digna del mayor elogio. Tras la llegada a la localidad, los visitantes recorrieron una parte del pueblo hasta llegar a la plaza de la iglesia. Allí se presentó el guía, BIODORO, delgado y muy ágil en los movimientos, con barba en el rostro y mostrando de continuo una gran facilidad de palabra con una grata proverbial simpatía. Hubo que esperar unos minutos para el comienzo de la explicación, pues la inmensa mayoría de viajeros había estado casi dos horas y media sin poder utilizar “servicio” o lavabo alguno, ya que el conductor no hizo parada durante el trayecto. Las ganas de orinar eran manifiestas e imperativas. Una verdadera “carrera” de señoras y señores mayores se organizó hacia el único pequeño bar que había en la Plaza. Cuando el propietario del establecimiento vio la entrada o “invasión” a tropel de tanta gente, para guardar cola ante los dos “excusados” de que disponía el local, quedó como impactado o asustado y rogaba una y otra vez que los usuarios esperasen fuera de la puerta, aunque éstos poco caso hacían del razonable requerimiento, dado el limitado espacio que tenía el interior del bar. La urgencia de la necesidad era indisimulable en tantas personas de avanzada edad. Las tuberías de desagüe despertarían de su letargo, ante tan novedoso, denso y variado aporte orgánico. Y comienza la explicación del sr. guía. Para sorpresa de todos y goce de muchos, él va a ser el protagonista contando su vida. Narró cómo llegó y a qué edad llegó a este lugar, pues procedía de una provincia norteña. Qué motivos le llevaron a viajar al sur. Qué fue lo que le encantó de este paraje natural. Y entonces se detuvo en  su vida matrimonial, con todo lujo de detalles. “las dos mejores cosas que he hecho en mi vida ha sido venirme a vivir aquí y en segundo lugar divorciarme. Mi ex ya ha rehecho su vida. Y en la boda de nuestra hija, yo llevaba en el coche a mi nueva pareja y detrás a la antigua con su actual compañero. En realidad, nos llevamos muy bien”. El auditorio, muy atento, prestaba firme atención a las vicisitudes de este gran navegante por la vida. Lo que contaba era interesante y divertido. También añadió datos curiosos sobre su vivienda, su estructura y lo que pagó por ella. Nadie se acordaba del arte en la iglesia, la población, la historia, las fiestas, la economía y la cultura del lugar. Lo que motivaba era las vivencias del ágil y teatral Biodoro. A tal nivel llegó el caso, que el encargado de la organización del viaje tuvo que recordarle que los turistas habían estado dos horas y media de continuo viaje, por carreteras espectaculares en el peligro, pero no para escuchar su variada biografía. El guía se disculpó, ante el semblante de íntima decepción en una gran mayoría de viajeros, divertidamente interesados en los chascarrillos y aventuras vivenciales de un profesional con muchos km en su memoria. Entonces los turistas comenzaron a subir y bajar la natural orografía urbana de un pueblo de montaña.

 


La acción o suceso tuvo lugar en un centro cultural municipal, en el que muchos días de la semana tienen lugar actividades diversas, relacionadas con el mundo de la cultura. Para un viernes de noviembre, a las siete de la tarde, estaba invitada una figura nacional de prestigio vinculada al mundo de las letras, el cine, la ciencia y la filosofía. Era un escritor consagrado, muy veterano y distinguido con premios diversos por su rica y variada creatividad. Alguna vez había optado para entrar en la Real Academia de la Lengua, pero no tuvo “los padrinos” adecuados para conseguir tan anhelada meta social. Se llamaba ZENÓN Cifuentes de la Aldaba, septuagenario, muy conocido no sólo por la venta de sus numerosas obras, sino también por su frecuente participación en foros radiofónicos y televisivos. Su último best seller tenía un título muy atrayente: EL ARTE DE VIVIR. Era un escritor provinciano, que había renunciado a establecerse en el corazón cultural madrileño. No se había casado. Vivía solo y era bien celoso de su privacidad. Fue a recibirle el concejal municipal de cultura, NICASIO Barroso, pues viajaba en el tren AVE desde Valencia-Madrid-Málaga, acompañándole hasta su alojamiento en el gran Hotel Miramar. A un escritor de esta categoría había que proporcionarle un hospedaje de alto standing, por supuesto con pensión completa para dos noches. A la conferencia prometió asistir el propio alcalde la ciudad, dada la categoría del literato, novelista y ensayista. Tras descansar esa noche, al día siguiente, conferenciante y concejal recorrieron lugares emblemáticos, por su arte y belleza, de la bella ciudad malacitana. Esa tarde fue a recogerlo al hotel a las 18:30. Apareció vestido con extremada elegancia. Traje de chaqueta azul, camisa celeste clara, corbata roja y zapatos de charol negro. Su cabeza entrecana le daba una grata madurez. Usaba lentes con la montura negra, que le proporcionaban apariencia de un gran intelectual. Cuando miraba la hora, dejaba ver un Rolex auténtico, plateado con incrustaciones doradas. Cuando llegaron al centro cultural Maynake, en la zona de Teatinos, la sala estaba abarrotada de un público interesado en escuchar a una figura de las letras españolas. Ya lo esperaban el Sr. alcalde y varios concejales de la corporación municipal. Encima de la mesa lucían tres ejemplares de su última obra El Arte de Vivir. Iba a ser presentado por el también afamado escritor local VENANCIO Briales que también ejercía como cronista oficial de la ciudad. Faltaban unos 15 minutos para el comienzo de la presentación y la exposición del “maestro” Entonces, ante la sorpresa de las autoridades presentes, Bernardo se dirigió al concejal Nicasio: “Barroso, necesito una guitarra y un tambor”. La sorpresa del munícipe era difícil de describir. Pero el munícipe era un joven muy diligente. Llamó por teléfono al Parque de Bomberos, para que un policía municipal motorizado se acercara con rapidez y trajera uno de los tambores utilizado por la banda del Real Cuerpo de Bomberos. En cuanto a la guitarra todo resultó más fácil. Habían visto, al llegar al centro cultural, a un cantautor callejero, que tocaba ante un restaurante de menús económicos y tapas variadas, para pasar después el “platillo”. Le dieron una buena propina para que les prestara su instrumento de trabajo durante una hora. El comienzo del acto se tuvo que retrasar porque el motorista policía local no llegaba, a causa del tráfico callejero. Era un viernes frío de noviembre. La expectación alcanzaba un grado máximo. Al fin, a las 19:30 comenzó el acto. Autoridades organizativas e invitadas y el propio público se preguntaba qué papel iba a desempeñar una guitarra y un tambor, colocados en un taburete entre la mesa baja y el sillón del ponente.  La exposición del gran filósofo, escritor, periodista y figura de prestigio había llenado completamente el local. Después de un fuerte aplauso, tras la entrada majestuosa del ilustre orador, éste agradeció las muestras de afecto que recibía. A continuación, comenzó su exposición, hablando de temas exotéricos, que la mayoría de los presentes apenas entendían. Después de unos 10 minutos, exponiendo contenidos que no tenían nada que ver con “el arte de vivir”, título de la conferencia, el orador se levantó con lentitud parsimoniosa de su asiento, se colocó la cinta del tambor al cuello, tomó los palillos y tras un redoble inicial de atención, comenzó a percutir los palillos sobre la piel de becerro del tambor a ritmo de procesión. Dio dos vueltas tocando el tambor por el pequeño escenario, mientras el respetable alucinaba. Las autoridades sentían un sudor frio, preguntándose a qué venía esa cómica performance. Tras dejar el tambor y los platillos en el taburete, junto a la guitarra, tomó asiento y continuó hablando de nada que tuviera relación con el título de su disertación. Habrían pasado otros diez minutos de la críptica exposición, cuando se levantó de nuevo, en medio del murmullo de la sala, y poniendo el pie en el taburete y tomando en sus manos la guitarra del cantautor, comenzó a tocar las cuerdas, sonando una pieza flamenca con algo de menor pericia que había aplicado al tambor. Unos reían de la forma más disimulada que podían, otros se mofaban del esperpento que estaban contemplando, la mayoría sufrían vergüenza ajena y el sr. alcalde cerraba los ojos pensando en cómo “huir” de aquel sainete surrealista. El bochorno de Nicasio, el concejal de cultura era patente, según el color de su rostro. Cuando Zenón ya había efectuado varias intervenciones, hizo una pausa para aclarar al público que desde pequeño sentía fascinación por los redobles de tambor y el sentimiento andaluz proporcionado por las cuerdas de la guitarra. Entonces la gente, de manera espontánea, comenzó a aplaudir, en parte por nerviosismo y en parte por “choteo”, tal vez también por ese aborregamiento servil que se presta a las personas importantes. El concejal Barroso, por indicación del alcalde, dio por finalizado el acto, indicando que el conferenciante tenía obligaciones perentorias que cumplir. Zenón Cifuentes lo miró con impertinente fijeza, tomó de nuevo el tambor y abandonó la gran sala tocando otros redobles militares. Cuando el concejal llevaba en su vehículo al pensador, camino del hotel, éste le preguntó si le había agradado su exposición. Barroso le respondió de inmediato “por supuesto, maestro. Su inteligencia preclara siempre nos regala fascinantes sorpresas y valores”. 

 

En esta vida, la única que conocemos, siempre hay que estar preparado para cualquier contingencia, por surrealista que pueda parecer. El ser humano es por naturaleza profundamente imprevisible. Psicólogos y psiquiatras no se explican, aunque lo disimulan con esa verborrea científica tras la que se escudan, las causas últimas y convincentes de la complejidad de la mente humana. –

 

 

COMPORTAMIENTOS

INSÓLITOS O SURREALISTAS

 

 

                     José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

      Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 19 diciembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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