Es un día de sensaciones muy contrastadas, según las personas y las zonas geográficas. Hay lugares y familias que sólo celebran los cumpleaños, mientras que en otras el santoral tiene una mayor significación. Cumplir años supone una gran alegría para los pequeños de la casa. Pero a medida que los años van sumándose en el calendario, esa alegría ya no es tan manifiesta. Incluso vemos ese hábito infantil, pueril o divertido, por el que van “cambiando” la fecha de su nacimiento. “Me he quitado dos años” o “yo cumplo años para atrás”. En ocasiones, la edad es un obsesivo secreto, cada vez más complicado de descubrir. Sin embargo, hay resquicios informáticos o de otra categoría, para que podamos conocer los datos exactos del nacimiento de aquel que se esfuerza en ocultarlo. Es evidente que a medida que las décadas se van acumulando, se aplican todos los esfuerzos posibles para ocultar la fecha en que vinimos al mundo.
Y después de todo ¿qué es la edad? una cifra o factor numérico. Cada 365 +1/4 días, hemos sumado un año más. El niño quiere ser mayos. El joven quiere alcanzar la mayoría de edad. El adulto muestra cierta preocupación, porque esa “gozosa” fecha le recuerda que su oportunidad vital estadísticamente se va reduciendo. Y el anciano, en los momentos de lucidez, se siente feliz y agradecido, por haber acumulado todos esos años de vida. La preocupación sobreviene poque la fecha de nuestra caducidad se va aproximando. La racionalidad, para los muy mayores, es vivir al máximo cada amanecer, en su periplo vital. Esta significativa fecha anual es el contexto argumental de nuestro relato para esta semana.
Don BRÍGIDO Armiño Froilán había alcanzado, con el natural gozo, su medio siglo de vida. Cincuenta años muy bien llevados, si no fuera por esas indisimulables entradas en sus sienes, camino inexorable de la calvicie acelerada, por esas canas que con habilidad artesanal se las disimulaba su servicial peluquero Roberto, con establecimiento en el barrio de Teatinos donde Brígido residía, por esa “papada” que al mover el cuello se balanceaba, cual badajo campanero en cualquier iglesia o ermita monacal, por esas “traviesas” vértebras cervicales, dorsales y lumbares, que le recordaban la servidumbre del almanaque. A pesar de los adelantos en la elaboración de fajas para “barrigones” el diámetro de la barriga del celebrante exigía una talla 54-56, a fin de ajustarse los pantalones. Sus piernas arqueadas eran producto de la genética y sus pasos en los desplazamientos mimetizaba el caminar de los patos cuando salen del estanque.
Este ciudadano era diplomado en Ciencias Empresariales, habiendo llegado a ser jefe de negociado en la delegación provincial de Obras Públicas, en el Ayuntamiento de Málaga, aunque había nacido en el pueblo de Villanueva del Trabuco. Estaba casado desde los 26, con BERNARDA Matosas, que ejercía de agente de seguros. Este matrimonio había traído a la vida a dos hijos y una hija, MARCO, 23, RAMIRO, 22 y DIANA,15, la joya de la familia por su vitalidad y alegría.
Ese viernes, en que se celebraba su “cincuentenario”, Brígido se lo había tomado libre, como día de asuntos propios. En el almuerzo familiar, además de los cinco miembros familiares, iban a estar presentes los cuatro abuelos de la bien avenida familia: Don Julián y doña Elvira, por parte del padre y don Trinidad y doña Amelia, por parte de la madre. También estaban invitados la hermana de Bernarda, Candelaria, con su marido el tío Leopoldo, en total once comensales.
Bernarda había encargado el almuerzo en el CATERING LA FORTALEZA, empresa de reconocido prestigio para todo tipo de eventos. Toda la familia estaba citada a las 14 horas, con la intención de iniciar la comida del cumpleaños media hora más tarde. Había que ultimas los últimos detalles, recibir a los familiares, con los efusivos saludos de besos, abrazos, sonrisas y entrega de los regalos, con el acuerdo tácito que se abrirían en el momento de los cafés y demás infusiones. Se había contratado, sugerencia de Brígido, a la sobrina del portero del bloque, llamada ESMERALDA, una joven de 20 años, verdaderamente atractiva en su físico, para que ayudara en el servicio de mesa. A medida que fueron llegando los familiares, se escuchaban, entre besos y abrazos, frases verdaderamente ingeniosas, para ver quién podía quedar más bien con los “barrocos” y exagerados elogios.
“Pero si cada día estás más joven, querido Brígido, pareces un chiquillo”. “Y los dos “dandis” de la casa ¿tienen ya mocita a la que merecer?” “doña Elvira y doña Amelia, cada vez que nos vemos me reafirmo que son Vds. Las más guapas de la familia”. “Bernarda, me tienes que recomendar el salón de belleza al que acudes, porque la juventud la mantienes en el cuerpo, como si fueras, que lo eres, una quinceañera de merecer”. “Trinidad, me dijo Bernarda que se había quitado del tabaco, te veo más esbelto y saludable, igual te animas con el siguiente maratón”. “Cuñado, tengo un pariente muy recomendado, no te olvides de avisarme si encuentras algún hueco en el negociado, para poderlo colocar”. “Mi nieta guapa ¿cuántos has cumplido ya? querida Diana, la alegría de toda la familia”. “Ya me has visto Amelia, la ciática me está dando mucho que hacer” “Si, Elvira, incluso parece que cojeo un poco, Julián me ha recomendado que use bastón, incluso se ha ofrecido a dejarme uno de cuando tuvo el problema con el tobillo” “El culo y las pantorrillas se me han mejorado, Candelaria, desde que voy a clase de pilates, que lleva una polaca de muy buen ver y bastante experta en esa técnica”. “Vienen unos olores de la cocina que alimentan, habéis tenido que echar la casa por la ventana. Los 50 se cumplen una sola vez”. “Qué maravilla de tarta, la he visto en la cocina, una obra de arte elaborada por La Fortaleza. ¡Me he emocionado cuando he visto sólo cinco velitas para apagar! Desde luego que sería un error poner 5º velitas encendidas".
El almuerzo, servido por un representante de La Fortaleza y Esmeralda transcurrió con toda perfección y diligencia. El MENÚ estaba compuesto por los siguientes platos:
Copa de champagne, en la entrada. Caldo de pato a la holandesa, con picatostes y pastas de estrellas salteada. Solomillo asado de ternera relleno con guarnición de espárragos trigueros a l licor. Tarta del medio siglo, con dos pisos, con nevaditos y colinas de chocolate (tenía un tesoro escondido especial. Rioja, Cervezas, refrescos y agua de Fuente Bibiana. Café, té y chocolate a la taza, con pastas.
Se cantó, a coro de viva voz, el CUMPLEAÑOS FELIZ, con la emoción propia de don Brígido que fue besando y abrazando a todos los miembros de la familia y, de manera especial, a su Bernarda, que le había acompañado en gran parte de su vida.
El ama de la casa, Bernardita para muchos, mandó que todos pasasen al salón estar, para abrir LOS REGALOS, mientras que esmeralda servía en una gran bandeja las infusiones, acompañadas de pastas elaboradas por las hermanas Clarisas de un venerado convento de Antequera.
Brígido, visiblemente emocionado y nervioso, fue abriendo los diversos presentes que en fecha tan especial iba a recibir. Un juego de corbatas, azul, roja y mezclilla. Una pluma de oro Mont Blanc con una dedicatoria grabada. Unos palos de golf, una afición tardía del celebrante, deporte que apenas practicaba. Una preciosa bufanda de seda y lana gris, importada de la India. Una muy vendida biografía de Manuel Gutiérrez Aragón, Maravillas, con dedicatoria al celebrante manuscrita en la primera página. Una cartera de ejecutivo hecha en piel de becerro, encargada en una industria sita en Antequera.
“Gracias, gracias, gracias, todos sois muy generosos. Poseo la mejor familia del mundo. Yo no sería nada, sin todo el cariño que recibo de una familia tan unida y feliz”. Todo el mensaje envuelto en lágrimas, pues don Brígido era por naturaleza muy llorón.
Esmeralda tomó la foto grupal, como recuerdo de esta sin par efemérides. Y llegó la hora de la despedida. Más abrazos, besos, sollozos de emoción de las abuelas especialmente, carantoñas, y promesas de repetir el gratísimo evento cuando llegaran los 51.
Al entrar en el piso, las suelas de goma de las botas deportivas Converse que calzaba no hacían ruido al caminar. Para su sorpresa tuvo una muy desagradable visión, que le impactó. Observó desde fuera de la cocina a dos personas que se estaban abrazando y besándose tiernamente. No podía creer lo que sus ojos veían, pero eran ellos. De espaldas a la puerta, estaba su padre besando ardorosamente a la sobrina del portero, Esmeralda, que se dejaba querer. La pareja de amantes, 30 años de diferencia, no se estaban dando cuenta de que estaban siendo observados.
Diana tuvo la suficiente sangre fría para dirigirse a su habitación, sin hacer ruido alguno, se puso los auriculares del iPad y se concentró en la música de Spotify que escuchaba. Se dijo para sus adentros:
“Son cosas de mayores. Mejor dejarlo como está y no romper o estropear el ceremonial de una jornada familiar inolvidable. El tiempo decidirá”.
Jornada del cincuentenario, en la ejemplar familia Armiño-Matosas. –
EL GRAN REGALO
DEL CUMPLEAÑOS
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 09 mayo 2025
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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