Un importante valor, que no todos sabemos aprovechar, es mantener algunas de las amistades generadas en tiempos de la infancia y la adolescencia. Conservar esos vínculos al paso de los años no resulta fácil, pues son las voluntades de dos personas que han de coincidir en ese enriquecedor objetivo. Cuando finaliza el periodo escolar, las vidas de unos y otros van por caminos diferentes y los reencuentros apenas se producen, salvo por el azar o la necesidad puntual de uno u otro antiguo compañero. Pero hay casos en que la vida y nuestra decisión nos regala esa amistad que, por fortuna, nunca desfallece. En este contexto se inserta nuestra historia de esta semana.
VITO y MARIAN, curiosamente hijas únicas de sus respectivas familias, se conocieron en tiempos escolares de la educación primaria y secundaria. La enseñanza no universitaria la desarrollaron en el Colegio Sagrado Corazón de las Esclavas de Cristo, tanto en las instalaciones del Cerrado de Calderón, como en el monumental edificio de la calle Liborio García, bocacalle de Larios, para los estudios de bachillerado.
Ambas compañeras y amigas pertenecían a familias honradamente modestas. El padre de Vito era carpintero, mientras que el de Marian trabajaba como dependiente o comercial en unos grandes almacenes, ubicados en el nuevo centro de la ciudad. Los caracteres de una y otra compañera eran un tanto contrastados. Muy activa y a ratos polémica y “rebelde” (Vito), mientras Marian era de temperamento más sumiso o tranquilo, complaciente y desde luego más racional que su impulsiva amiga. Sin embargo, este contraste o diferencia en sus psicologías, favoreció que se “cayeran” muy bien desde el principio de su conocimiento. Las dos chicas tuvieron el acierto de mantener esa convivencia afectiva en la amistad, durante esos años de infancia y adolescencia.
Ya en la época universitaria, Vito se decidió por la Filología inglesa, pues su primera pareja sentimental tenía antecedentes familiares de origen británico y se expresaba muy bien en este idioma. También justificaba su opción pensando que de esta forma podría llevar mejor a la práctica esa actividad que tanto le gustaba, como era la de poder viajar, para conocer otros ambientes y formas de vida. Por su parte Marian tenía una forma de ser en la que siempre había admirado la profesión de maestra, por lo que se matriculó en la facultad de Ciencias de la Educación, realizando una carrera brillante en su expediente académico.
Al paso del tiempo, como en las mejores amistades, la vida fue separando ese intenso vínculo de amistad que habían mantenido durante largos años. VITO, siempre con ínfulas de grandeza, carácter que fue incrementándose en el discurrir del almanaque, buscó y encontró un “buen partido” en la persona de RENATO, prestigioso arquitecto, que formaba parte de un conocido estudio denominado OASIS. Esta “lucrativa” empresa tenía su ubicación en la “milla de oro” marbellí. Vito disponía de una solvente disponibilidad económica, pero también se aburría en casa, ya que el servicio de que disponía llevaba muy bien sus obligaciones. Por este motivo, su padre político, vinculado a negocios editoriales, le buscó un acomodo laboral dentro de su perfil, buscando sobre todo que se distrajera, en el mundo librero de la ciudad: Librería LUMEN, en la que trabajaba de lunes a jueves, por las tardes, con una compensación económica complementaria para sus “caprichos. Aplicaba su perfecto conocimiento del inglés, para mejor atender a los clientes de esta nacionalidad. Entre sus allegados, comentaba que deseaba publicar una novela, para la que ya tenía título. ANSIEDAD, aunque le faltaba el necesario desarrollo argumental.
Vito y Renato tuvieron un único hijo y dos severos abortos. Este descendiente familiar recibió en la pila bautismal el nombre de LUCAS, recibiendo toda su educación reglada en el Colegio de los Hermanos Maristas. Había sacado “la cabeza loca” de su madre. Su padre intentó que probara suerte en el camino familiar de la arquitectura, fracasando estrepitosamente en el empeño. Por presión familiar lo intentó en la escuela universitaria de Aparejadores, pero sin vocación para el oficio (quería ser piloto) tampoco avanzaba en estos estudios. Por influencia de su madre, le buscaron un hueco como representante editorial. Pero el joven Lucas, donde verdaderamente mostraba su capacidad y originalidad era en las juergas y saraos que organizaba con los “parásitos” amigos a los que se vinculaba, pues éstos veían que casi siempre tenía algo de dinero en sus bolsillos.
Pasando al mundo de MARIAN, había obtenido su grado universitario en Educación Especial, ayudándose de una beca que pudo obtener de una importante institución bancaria a nivel nacional. Pronto consiguió, gracias a su buen expediente académico, plaza de profesora interina en varios centros de Primaria de la Comunidad andaluza, Iba acumulando sustituciones y sumando puntos en su expediente para la baremación. Tras dos intentos fallidos logró sacar plaza en las oposiciones de maestra, que fueron, dado el número de optantes, muy reñidas o competidas.
En este apasionante periplo docente, conoció a su pareja, AUGUSTO, profesor de secundaria en la especialidad de Educación Física. De esta unión matrimonial vino al mundo un hijo, llamado GONZALO, en recuerdo de su abuelo paterno, del mismo nombre. Desde pequeño este niño se caracterizaba por la sensatez, virtud heredada de su madre. Ya en la adolescencia, dio muestras de sus habilidades para trabajar con todo tipo de artilugios, lo cual fue positivo para tener un “manitas” en el hogar. Él mismo se decidió por cursar un módulo de Formación Profesional, grado medio, basado en la carpintería, fontanería y la electricidad. En realidad, era un módulo de pluriservicios. Al que añadió otro de electrónica. En la actualidad se gana la vida trabajando con empresas subcontratadas, que aprecian mucho su habilidad y responsabilidad ante el trabajo. Ello le permite tener una cierta disponibilidad económica y sobre todo, trabajar en lo que verdaderamente le gusta. Sigue viviendo con sus padres y carece de pareja sentimental estable, mostrando de continuo su carácter social y trabajador. Sus amigos aprecian en mucho su natural forma de ser.
El teléfono de Marian sonó un viernes por la tarde. Para intensa sorpresa de la maestra, era su antigua amiga Vito quien realizaba la llamada. Prácticamente, llevaban un par de décadas sin contacto alguno. Por suerte, ninguna de las dos había cambiado su número telefónico. En ese momento ambas antiguas amigas eran “cuarentonas”. El destino, más la voluntad de carácter las había llevado por caminos diferenciados. La inesperada alegría que se llevó Marian hizo que su corazón latiera aceleradamente. En segundos respuesta, se dispuso a atenderla como su carácter bondadoso y solícito demandaba. Vito había sido su gran y mejor amiga, en esos años adolescentes y juveniles tan decisivos para la conformación vital de cualquier persona. Hablaron, un tanto presas de la emoción, durante unos minutos. Tenían tantas cosas que decirse y compartir que decidieron reunirse lo más pronto posible. Se citaron para el día siguiente, sábado de mayo, en una cafetería alejada de la vorágine turística malacitana. Eligieron un lugar tan romántico y sosegado al atardecer como era el puerto de Málaga. Allí estarían más tranquilas para hablar de tantas cosas como tenían que transmitirse.
A la hora acordada, seis de la tarde, las dos amigas fueron extremadamente puntuales para retomar una historia que había quedado detenida casi veinte años atrás. Como era usual en ella, Marian eligió ropa deportiva: camisa blanca, rebeca, vaqueros y zapatillas deportivas. Vito se presentó vestida de “gran señora”, gesto propio de su carácter. El suéter celeste, la falda gris y los zapatos negros de tacón, sin que faltaran un buen acopio de alhajas, generó una traviesa sonrisa en Marian. Tras los besos correspondientes, pidieron sendas tazas de café y leche con canela. Poco a poco se fueron contando sus respectivas vidas de casadas, con las actividades laborales desarrolladas. A continuación, centraron el diálogo en sus hijos.
Vito, por más que intentaba disimular, acabó reconociendo el fracaso vital y profesional en el que se hallaba su único hijo Lucas. De tener grandes posibilidades en el ámbito de la arquitectura, habían criado a un hijo poco responsable, un “cabeza loca”, que no había podido ni acaban la carrera de aparejadores. Era un golpe duro de reconocer, para la forma de ser de una mujer que siempre había buscado la aureola de la ostentación y el poderío. Sin embargo, ante su gran amiga de la infancia tuvo que sincerarse y aplicar ese punto de humildad que todos tenemos, aunque esté demasiado oculto en las entrañas de nuestra privacidad.
“Como matrimonio, bien. Renato tiene a veces sus “salidas” o escapadas, pero te confieso que yo también lo he engañado. Te lo cuento a ti, la única persona a quien no podría mentir, porque me conoces muy bien”.
Marian agradeció la buena y sorprendente franqueza de su “inolvidable” amiga. Cuando ella se centró en Gonzalo, puso sobre la mesa de la sinceridad la humildad de los módulos profesionales que con esfuerzo admirable había superado. Con esta formación, ahora se estaba ganando dignamente la vida. La relación con Augusto, también profesor, pues normal, como casi todos los matrimonios. Siguieron hablando
Casi sin apenas darse cuenta, habían pasado casi dos horas de este sentimental y amistoso reencuentro entre dos antiguas amigas que habían hecho un largo paréntesis de dos décadas en aquella inolvidable complicidad e intimidad.
Se despidieron con un fuerte abrazo de amistad, sonrisa y añoranza, aunque finalmente Marian le dio a su amiga un beso afectivo para la despedida. No había olvidado esa infancia y adolescencia que tanto le había hecho crecer por la fortaleza de carácter de su amiga Vito. Se prometieron, como suele ocurrir en estos casos, buscar huecos de reunión al menos dos veces al mes, para ayudarse y hablar acerca de sus vidas separadas. Ambas reconocían que se necesitaban, en esta etapa ya camino de la madurez en el recorrido de sus existencias.
Hoy Gonzalo, el hijo de Marian, trabajo en el equipo técnico del arquitecto Renato, el marido de Vito. Dirige el mantenimiento de dos hoteles en la milla de oro, vinculados al grupo empresarial en el que trabaja el marido de Vito. Lucas ha hecho amistad con Gonzalo, cambiando en lo positivo mucho de su desordenado carácter, aprendiendo de un honrado y responsable trabajador y mejor persona. Cada dos semanas, Vito y Marian se reúnen. Son como dos hermanas de siempre, que han estado separadas cuatro lustros, pero que en estos tiempos del reencuentro quieren recuperar el tiempo perdido. Ambas mujeres se lo han propuesto y tienen la convicción que lo van a conseguir. -
DOS AMIGAS DE SIEMPRE
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 16 mayo 2025
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