viernes, 14 de junio de 2024

AMORES ENTRE GENTE BIEN

La potencialidad económica del sector inmobiliario es un hecho que a diario conocemos, a través del mundo mediático y de nuestra propia experiencia. Se trata de alquileres de piso completo o pequeñas habitaciones, traspasos de locales de todo signo y condición, ventas de pisos (incluso solares) a precios “asombrosos” ya sean de segundo o tercer uso, todo ello a un coste in crescendo, con límites difíciles de calcular. Comprar o alquilar una vivienda se ha convertido en una aventura, que sólo la suerte, la oportunidad o la pericia puede ayudar a resolver en lo posible. Esta situación determina que muchas parejas jóvenes, u otras personas necesitadas de vivienda, tengan que optar por “habitáculos pequeños, en zonas alejadas de la centralidad urbana, pero que al menos estén intercomunicadas por los medios de transporte públicos. La gran solución para muchos es abordar la compra de viviendas usadas, teniendo estas que ser rehabilitadas, dado su elevado deterioro en muchos de los casos. En ocasiones, algunos de sus antiguos propietarios suelen dejar muebles y enseres para que los futuros propietarios los utilicen o los entreguen, tanto a instituciones benéficas o al servicio municipal de recogida de muebles. En este contexto se inserta nuestra interesante historia de este viernes.

Uno de los protagonistas de este relato es ELISIO Cremades, 37, graduado en Ciencias de la Comunicación, con diversos másteres en Historia de la Literatura e Historia. En la actualidad trabaja como corresponsal de algunas cadenas mediáticas (prensa, radio y televisión), además de seguir ejerciendo la actividad que más le conforta, cual es la composición escrita, siendo un asiduo colaborador de relatos cortos para la prensa local. Tiene comenzadas dos novelas, que siguen ese proceso lento de su composición y desarrollo.

Este activo profesional de la comunicación y la creatividad literaria vive en pareja con LINDA Aliaga, 33, también periodista, estando adscrita en la actualidad a la plantilla de Canal Sur Radiotelevisión. Desde que unieron sus afectos, residen en un 2º piso alquilado, en la zona del barrio de la Cruz de Humilladero malacitana. La acústica y el continuo trasiego de esta barriada, en ocasiones ensordecedora, provocaba que ambos profesionales aspirasen a tener su “nido conyugal” en una zona más sosegada y tranquila, buscando a ser posible un entorno no alejado del centro urbano, pero más en contacto con la masa forestal. Pero los precios con las oportunidades que contactaban, para alquiler o incluso compra, eran verdaderamente desorbitados para una economía media, como era la que ellos detentaban.

Esa búsqueda de un mejor acomodo residencial, que no fuera el cinturón dormitorio de la capital (Cártama, Rincón de la Victoria, Casabermeja, Puerto de la Torre…) se intensificó cuando una tía de Elisio, SARA, señora de avanzada edad, que había permanecido soltera durante toda su vida, tomó la lúcida decisión de repartir su herencia entre sus tres sobrinos. Esta buena y muy religiosa mujer deseaba vivir el final de su existencia en el convento de las carmelitas descalzas, del que era muy devota, junto a la Iglesia de la Merced, en la romántica y bella localidad de Ronda. Ese dinero que llegó a la casa de ambos periodistas vino como “agua de mayo” a fin de mejor sustentar esa búsqueda de un nuevo hogar, de acuerdo con sus necesidades y preferencias. Por supuesto, buscaban un inmueble que no estuviese alejado de la centralidad urbana malagueña. En consecuencia, comenzaron un paciente recorrido por diversas inmobiliarias, tratando de hallar esa buena oportunidad que a veces suele llegar para nuestros deseos.

La “suerte” no se hizo esperar. En Unicasa les ofrecieron una verdadera “ganga”, acorde con sus pretensiones: ubicación en un entorno forestal y maravillosas vistas al mar. Se trataba de un cuarto piso, en un antiguo y deteriorado palacete reconvertido en cuatro viviendas. Elevado precio de venta, pero asumible, siempre que los dos cónyuges se ayudaran de alguna interesante hipoteca. Pero ¿dónde se ubicaba este piso a reformar? ¿Quiénes eran sus antiguos propietarios?

El inmueble que se ofertaba para su venta estaba situado en un lugar verdaderamente privilegiado de Málaga: la zona forestal del Camino Nuevo, que comunica la zona playera con las estribaciones o colinas penibéticas, en donde se erigió el Castillo musulmán y el Parador Nacional de Gibralfaro. En un antiguo palacete habían vivido sus propietarios, con título de conde de Alcuzaya, don PONCIO Alcuzaya Estébanez, que estaba casado con TEODORA Marsala Bienhermosa, quien también ostentaba la titulación nobiliaria de marquesa de Quinto. Eran genealogías harto decadentes y cada vez más arruinadas. Eso sí, vivían con grandes ínfulas y apariencias, “subsistiendo” con los réditos que les proporcionaban unas tierras dedicadas al cultivo de cítricos, en los términos municipales de Álora y Pizarra, propiedad de la marquesa Teodora. El inmueble que se vendía era un viejo palacete, que hacía unos años se había reconvertido en una propiedad con cuatro espaciosas viviendas, la más alta de la cuales era la habitada por la familia Alcuzaya-Marsala y que ahora se ponía a la venta.

El matrimonio del conde y la marquesa había generado un único hijo, llamado RAMIRO, quien desde su juventud demostró fehacientemente que era un “cabeza loca” prácticamente sin oficio, aunque el díscolo joven se autoproclamaba, con falaz arrogancia, “agricultor”, tal vez porque una vez al año iba a visitar al gestor agrario de las tierras familiares, para “recibir” algún dinero con el que sus padres y él pudieran subsistir. Ramiro malgastaba todo lo que podía, en base a su vida desordenada, entregado a juergas, adicciones, juegos de naipes, sexo, etc. Una vez que ya no podía “exprimir” más los cítricos patrimoniales, sus padres decidieron reconvertir el vetusto palacete en las cuatro viviendas a las que se ha aludido, quedándose la familia con el cuarto piso, que ahora se ponía a la venta, tras los fallecimientos (en un breve intervalo) de don Poncio y doña Teodora.

Ramiro, en la actualidad convivía (malvivía) con una señora de clase, doña CLOTILDE Dorronsoro, que sacaba a su “gigolo” acompañante la friolera de tres lustros de diferencia en la edad. Este “joven para todo” actuaba de faldero acompañante de una señora con 65 años, que poseías cierto dinero de “oscuro origen. Al faltar sus progenitores, Ramiro pensó que era el momento oportuno para sacar un buen dinero de este piso familiar, con espléndidas vistas a la bahía malagueña y muy cerca del núcleo monumental   formado por el Castillo, Parador de Gibralfaro, Zona de la Victoria, Plaza de la Merced, la Alcazaba y el teatro romano, con los museos Picasso y Málaga, además de la monumental y gran Catedral de estilo renacentista/barroco.

Con el dinero heredado de la tía Sara, con el préstamo hipotecario bancario, Elisio y Linda pudieron adquirir ese preciado gran piso (cuatro dormitorios, cuarto de baño y aseo, cocina, salón estar y, sobre todo, el alegre y estético incentivo de una gran terraza que miraba a las aguas cálidas y serenas de la bahía malacitana) cuyo precio inicial de 350.000 euros consiguieron en algo rebajar, dadas las “angustias económicas” del irresponsable Ramiro Alcuzaya.

Cuando Elisio y Linda tomaron propiedad del inmueble, tras la firma de la compraventa bajo la notaría correspondiente, se encontraron que gran parte del viejo mobiliario del conde y la marquesa de Quinto no había sido retirado por su hijo y heredero, tal vez debido a lo deteriorado y apolillado en que se hallaba. Llamaron de inmediato a una empresa de ayuda a los drogodependientes, en donde le garantizaron que en no más de 48 horas retirarían (por una módica cantidad) todo el material que no desearan conservar.

La tarde anterior a esa retirada, Elisio estuvo revisando detenidamente todos los armatostes envejecidos, descuidados en su limpieza y con carcomas o polillas en muchas de sus maderas, desbarnizadas. El sagaz escritor y periodista observó que en una zona esquinera descansaba, sobre el suelo, un viejo “secreter” de caoba marrón oscuro. Estuvo revisando sus cajones y sólo encontró papeles amarillentos de facturas y de apremios de pago, para las deudas contraídas por el díscolo descendiente de los nobles propietarios, pobre contenido con mucho polvo y con olor a pergamino antiguo. También había barajas de naipes, recortes de prensa y tres grandes manojos de llaves con diversos y curiosos formatos. Tal vez a don Poncio le gustaba mantener tan intrigante colección. Después de revisar el secreter, tomo la decisión de cederlo también a la institución benéfica de adictos.

Pero he aquí que cuando lo iba a bajar, de la gran mesa en donde lo había revisado, para ponerlo en el suelo, el mueble se le resbaló de las manos, los cajones se salieron de sus huecos correspondientes, comprobando entonces que el vetusto mueble tenía una doble espaldera. Un pequeño mecanismo, en su base, le permitió abrir la tapa que permitía acceder a un “aposento” espacioso, en cuyo interior había dos voluminosos paquetes con muchas cartas, ambos enlazados con una cuerda de nylon rojo. Los sobres de esa densa correspondencia iban todos dirigidos a don Poncio. Carecían de remite, aunque todos los sobres, de intensa tonalidad amarillenta por el paso del tiempo, habían sido abiertos y probablemente leídos. Se mostró interesado en leer la cuartilla del primer sobre. Estaba fechado en el año 82, mientras la última carta llegaba en su fecha al año 1998.

El contenido de esa primera carta era una bella, cariñosa, hermosa y ardiente declaración de amor. Estaba firmada por HORTENSIA. No se explicitaba apellido alguno. Dirigida a Poncio, como respuesta a otra misiva por él enviada a esa mujer, que tan bien escribía y con tanto amor se expresaba. Tomó los dos fajos de tan ardiente correspondencia y los guardó en su mochila de trabajo. Pensó de inmediato que si el resto de la correspondencia era del mismo carácter, manteniendo esos elevados niveles de cariño y necesidad, entre los dos amantes, había descubierto un verdadero “tesoro” para sus temas narrativos. Podría “reconstruir una bellísima y aparentemente ilícita historia de amor. Desde luego, íntima, secreta, ardorosa, sensual y seguro que “imposible”. Una verdadera joya argumental.

Durante los siguientes días, en los huecos que podía sacer de sus obligaciones laborales, fue repasando con lentitud el resto de la muy cariñosa explicita sensualmente correspondencia, aunque él sólo disponía de “la mitad” de la muy intensa intercomunicación. El orden cronológico estaba bien marcado. Entre los dos bloques de cartas, sumaban 72 misivas. Una vez y otra se preguntaba ¿quién sería la tal Hortensia? ¿Sería notable la hermosura de esta ardorosa mujer? ¿Cuál era realmente la relación de don Poncio, con su esposa, la marquesa de Quinto?

En VILLA JAZMÍN (así se llamaba el conjunto de la antigua mansión o palacete), 4º piso continuaba la tarea reparadora y restauradora de los albañiles y pintores. Cuando el piso quedó reformado, Elisio y Linda se trasladaron al mismo, muy felices de disfrutar con su nueva vivienda, amplia, cómoda, con excelentes vistas al mar e inserta en una colina no muy pronunciada, rodeada de una gran densidad de pinos, algunos eucaliptos y abundante vegetación de tomillo, hinojos y esa “embriagadora” por el aroma, maleza mediterránea.   

Ya en la primavera, Elisio se dedicó más de lleno a trabajar sobre ese “valioso” material epistolar que había encontrado de la forma más inesperada. La intermitencia de los envíos era variable, lógicamente, pero no pasaban un mes sin que Hortensia escribiera una nueva misiva. Era fácil deducir que paralelamente a los envíos y respuestas. Poncio mantenía con esta mujer una intensa relación amorosa, secreta, ilícita y desde luego de alto nivel sexual. Se reunirían en algún lugar con encanto, bajo el cielo de las estrellas, con ese ambiente de penumbras que atrae y fortalece los deseos. Ardor amoroso cuando allá afuera los susurros acústicos del viento percutían en unos cristales tintados de un vaho sexual de intensa y ardorosa proximidad.

El primer objetivo era meridianamente diáfano: conocía ya bastantes datos acerca de la familia, propietaria del inmueble, que le había sido vendido. Pero ¿quién era la dulce y ardiente amante de don Poncio? ¿En dónde podría encontrar las cartas enviadas del conde de Alcuzaya, cuyas respuestas tenía en su poder y que don Poncio había bien ocultado?

Hortensia, en ocasiones, mencionaba en sus textos algunos datos urbanos: su nidito de amor se hallaba en algún lugar de la zona de Pedregalejos. También aludía a esos románticos paseos junto a su amado, bajo el encanto anaranjado del atardecer. Esta delicada e imaginativa amante, ciertamente, estaba casada. En algunas de sus cartas, hacía alusión a un tal PELAYO “que no se entera de nada o hace como no se entera. Sigue con sus navegaciones cortas en su barco, de aquí para allá, como si fuera un viejo lobo de mar, con esa gorrilla que tan poco bien le sienta, pero que él la considera como un signo indeleble de su deportiva y recia personalidad. Y “liándose” con cualquiera de las que se encuentra” El sagaz periodista consideraba que ambos nombres no eran muy comunes por estas latitudes, Pero sin conocer los apellidos la tarea era ingente.

Esa tarde tuvo una lúcida e imaginativa idea. Eliseo pensó en Ramiro, el hijo de Poncio y Teodora. Tal vez a través de este raro o especial personaje podía avanzar algún dato que lo llevara a la amante secreta de su propio padre. El ínclito Ramiro aceptó compartir un almuerzo con el comprador de la vivienda. Obviamente, la minuta de la comida, celebrada en la terraza del Hotel Málaga Palacio fue pagada por Elisio, quien puso encima de la mesa, con exquisita habilidad y delicadeza, el nombre de Hortensia. Le preguntó a su “goloso” interlocutor (a tenor de todo lo que había pedido de la carta, especialmente del listado de la vinoteca) si ese nombre pertenecía a algún miembro o persona cercana a la familia de sus padres.

Ramiro, un tanto sorprendido y tras pensarlo durante unos “interminables” segundos que resultaron un tanto tensos y crispados para Elisio, al fin se decidió a comentar y explicar una curiosa, sorprendente y entrañable historia, siendo consciente de los deseos del escritor por conocerla.

“Le voy a explicar esta historia, que tanto motiva su interés. Desgraciadamente, casi ninguno de sus protagonistas puede ya estar con nosotros. Seguro que conoce que mis padres eran muy rectos en catolicidad. Y de cara a lo social, mantenían un extremado cuidado en no mancillar la grandeza de la genealogía Alcuzaya-Quinto. La realidad era que detrás de estos grandes “apellidos” o títulos, solo había mucha “pompa y vanagloria”, pero muy escasas pesetas o euros. Los cítricos ya no daban para mantener nuestra imagen social. Reconozco que yo, su único descendiente, me pasaba de la raya, debido a mi inmadura juventud. En esta familia había que aparentar, disimular, porque nos daba verdadero miedo eso “del qué dirán”, frase que estaba con frecuencia en las bocas de papá y mamá.

Mi madre tuvo muy importantes dificultades orgánicas, en el momento de traerme a la vida. Juró no quedarse nunca más embarazada. Como bien sabrá carezco de hermanos. La verdadera realidad es que los médicos indicaron a mis padres que no podrían tener más hijos. Teodora comenzó a tenerle un gran rechazo, posiblemente psicológico, a todo lo sexual. Pero Poncio, mi señor padre, era un hombre con la vitalidad bien fresca de su media edad. Y sufría, qué duda cabe, la ausencia de relaciones para la saciedad de su ego viril. Entonces a mi madre se le ocurrió, con la habilidad de una gran señora, buscarle una amante. Sorprendente ¿verdad?

Hortensia Villoslada, era una señora de familia “bien”, socialmente hablando, que no se llevaba con un marido, don Pelayo, que la engañaba con cualquiera que se cruzaba en el camino.  Primero como venganza y después posiblemente por amor, aceptó conocer a Poncio, ya que tenía desde la infancia una gran amistad con mi madre.

Lo que en un principio eran encuentros sexuales periódicos, pasó a convertirse en una relación intensa, fraterna y amorosa entre dos seres solitarios, Mi padre no sabía que había sido su propia mujer quien había puesto a Hortensia en su vida. Teodora hacía tiempo que “pasaba” de mi padre. Aunque tuvo ese detalle de buscarle una compañía para el sexo, siempre en secreto, como tantas cosas se hacían en mi familia. Ella se dedicaba a su beaterío, a sus ínfulas, a esos cafés de media tarde para la merienda con algunas amigas. Repito, había que mantener el secreto para no dar el escándalo social. En mi caso y por mi carácter, yo también pasaba de todo ello, tratando de disfrutar de la vida y mis necesidades. Hortensia falleció antes que mis padres, por un mal virus que no le pudieron controlar. Pelayo aún vive, ya muy mayor. Al no poder ya navegar, dedica casi todo su tiempo a los Legionarios de Cristo.

Y ahora yo te pregunto, ¿cómo has conocido el nombre de Hortensia, por la que me has preguntado?”

Entonces Eliseo le comentó el tema de las cartas. Le extrañó que su interlocutor no mostrara interés por conocer el contenido de las mismas. “Creo, sinceramente, Ramiro, que la relación entre tu padre y Hortensia generó un admirable amor, que deduzco era recíproco. Pero yo no tengo la otra parte de la correspondencia que intercambiaban. Me gustaría escribir sobre esta bella historia, asegurándote que los nombre y los datos estarán hábilmente cambiados y que, en modo alguno, nadie podrá relacionar este escrito con tu familia. La respuesta de Ramiro a este propósito del escritor fue una más que inexplicable silencio.

Muchos meses después de este encuentro, Eliseo Cremades ha publicado una novela de “ficción” sobre los amores ilícitos e imposibles, entre dos personas condicionadas por su “elevada” posición social. El libro lleva por título: AMORES EN LA HUMEDAD DE LA NOCHE. Por supuesto, ha enriquecido notablemente la estructura temática argumental, aunque el espíritu de Hortensia y Poncio subyace en muchos de los párrafos de esta novela, cuya aceptación popular ha sorprendido a la editorial que la ha publicado y a las librerías en donde se puede adquirir.

Eliseo envió un ejemplar dedicado a Ramiro, pero no ha recibido acuse de recibo o agradecimiento por parte del destinatario de este gesto. Probablemente, el hijo de Poncio y Teodora, que ahora disfruta de una importante renta producto de la venta del buen piso en Villa Jazmín, habrá leído el contenido de la publicación. Pero lo que este hombre más anhela, en el continuo desorden de su vida pasada, es alcanzar la terapia del olvido. En la actualidad, el heredero de los Alcuzaya-Quinto es propietario de un bar de copas (él mismo está detrás de la barra) actividad con la que llena de colores y ensueños la soledad de muchas vidas, en el húmedo relax de las noches malagueñas. -

 

 

 AMORES

ENTRE GENTE BIEN

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 14 junio 2024

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