viernes, 31 de mayo de 2019

SONIDOS E INQUIETUDES, EN LA INTIMIDAD DE LA MADRUGADA.


El catálogo de muestras contaminantes, que tenemos que sufrir y soportar hoy en día, es bastante heterogéneo y desigualmente lesivo para la salud de nuestro organismo. Esta situación deriva de los signos del tiempo que nos ha correspondido vivir. Por supuesto que cada cual trata de protegerse, como mejor sabe y puede, de todos esos impactos que agreden sin contemplaciones a nuestra epidermis, a los órganos internos del cuerpo y a esa estructura anímica o psicológica que también se ve afectada por una “contaminación” cada vez más aguerrida e insolidaria. Citemos algunos ejemplos de las formas más comunes en que nos afectan y condicionan estas pandemias, provocadas generalmente por los propios humanos.

Hay “suciedad” (con todo lo negativo que puede encerrar este concepto) en el mar, en el aire que respiramos, en el agua que muchas veces bebemos, en los suelos de nuestros pueblos y ciudades, en los asientos y barras de los autobuses, en los aseos públicos, en la grifería que tocamos, en los cuerpos que no lavamos, en los teclados de los ordenadores, en las mascotas que no controlamos o aseamos, en los expositores de dulces y alimentos de los comercios y cafeterías, en los vasos y cubiertos de los restaurantes (que no están bien lavados), en las manos y uñas que manipulan los alimentos, en la ropa que no se limpia con la frecuencia debida … y así una larga muestra de suciedades que obviamente contaminan nuestra existencia. También resulta evidente, como ya se ha indicado, que somos precisamente nosotros, los seres humanos, los principales agentes provocadores de esta perjudicial “dejadez” en la limpieza.

En otra oportunidad se comentará otra curiosa realidad como es el exceso de luz, elemento físico que también puede originar otra peculiar forma de agente molesto o negativo (por su intensidad) para los órganos visuales. Hoy debemos centrarnos, por la temática puntual del relato, en otro elemento contaminador contra el que cada vez más se trata de luchar, aunque con desigual éxito: el ruido. Es tal la necesidad de que nuestra convivencia se vea liberada de sonidos estridentes, que desde diversas instancias se preconiza y defiende la importancia que para el sosiego de nuestra vida posee su elemento opuesto: el silencio, unos de los valores que cada día más va resultando apreciado, necesario, imprescindible, en nuestro contexto exterior y también en lo más íntimo o personal. Una sociedad que sabe generar los silencios, será un colectivo adulto que frena esa letal contaminación acústica que tanto nos estresa, aturde y desalienta.   

Una persona se despierta, presa de la inquietud, durante la madrugada. No es la primera vez que sufre esta situación de intranquilidad nerviosa, pues los hechos que soporta se han venido repitiendo, de una forma aleatoria, en las dos últimas semanas mientras se esforzaba en descansar por la noche. Se trata de unos ruidos, de origen inconcreto, que le hacen despertarse súbitamente y le impiden volver a conciliar el sueño. En ocasiones cree reconocer en los mismos como una forma de fuertes crujidos. En otros momentos parece como si estuvieran arrastrando (cree escuchar unas pisadas) algo pesado sobre el suelo. La acústica de esos sonidos, en el silencio mágico y cívico de la noche, es a veces aguda, aunque también aparecen tonos más graves. Y ese despertar súbitamente intranquilo aparece en cualquier día de la semana, aunque preferentemente se intensifica entre el viernes y el domingo.

Este “doliente” vecino, que habita un veterano y céntrico bloque de viviendas, se llama UTELIO Castellar Sinaí. Tiene alquilado, desde que contrajo matrimonio hace 18 años, una vivienda en la planta 7º del inmueble. Esta planta es la más elevada del bloque, por lo que encima de su inmueble no hay otra construcción. Esos sonidos, que parece vienen del techo, consecuentemente no pueden estar generados por algún descuidado convecino que los provoque desde una vivienda superior. Por encima de su inmueble solo existe una gran terraza practicable, que es utilizada por algunas vecinas para subir durante la mañana o en la tarde a fin de tender la ropa que previamente han limpiado en la lavadora. 

Utelio, que regenta un pequeño puesto de especias, frutos secos y encurtidos en el mercado municipal de la ciudad, es en la actualidad el único habitante de ese piso en la planta séptima. Sinforosa, su ex mujer, hace ya año y medio que se unió a un minorista de pescado que tenía un puesto en el mismo mercado y con el que mantenía relaciones secretas desde hacía tiempo. Tras descubrirse los hechos la pareja, que estaba ardorosamente enamorada, abandonó la ciudad (una vez efectuado el traspaso inmediato de la plaza comercial en el mercado de pescadería). Desde entonces residen en la localidad gallega de Vigo, lugar de nacimiento de Onofre, el apuesto tratante de mariscos. El marido traicionado, persona muy primaria en su carácter y reacciones, trató de compensar su humillante frustración entregándose a esa afición que le acompaña desde su juventud: la embriagadora toma de vinos y licores.

Ahora, con 52 años de vida, el frustrado comerciante, sin miembros descendientes en su infértil matrimonio, emplea el tiempo matinal a las tarea comerciales en el mercado (se esfuerza en disimular, aunque sabe que es conocido como “el cornudo” por sus compañeros de trabajo).  Al medio día, tras finalizar su jornada,  suele almorzar en la cantina de la organización portuaria, por la necesidad y costumbre de tomar un plato caliente. Durante las tardes rellena su tiempo (sin perdonar ese casi par de horas de siesta diaria) en pasar buenos ratos de conversación en el quitapenas “La Alegría”, junto a su fiel amigo Palmiro Tresveces, quien se gana la vida como mozo carguero en el almacén central de abastos. Cuando se despide de su amigo (normalmente presa de un agradable aturdimiento etílico, que sabe controlar con perfección) vuelve a su piso, donde consume el buen bocadillo que casi a diario le prepara su vecino Nicasio, tendero propietario de un colmado muy bien surtido y con el que pasa también algunos buenos ratos comentando insulsos o banales temas de charla (deportes, el tiempo, anécdotas del mercado etc). Antes de irse a la cama (no más tarde de las doce, pues ha de abrir el puesto a las 8 de la mañana) se sienta durante un buen rato delante del televisor, mientras dormita el visionado de esos programas, no menos embriagadores. emitidos por las vociferantes y planas cadenas mediáticas generalistas.

Algunas tardes aburridas y, de manera especial durante los fines de semana, suele acudir a una peña social de amigos, llamada “La Cantimplora”, donde se entretiene jugando al dominó, al parchís y a las cartas, tomando su reconfortante café y donde también ojea la prensa deportiva del día. Aunque no con mucha frecuencia, presta su incorporación a los domingueros paseos excursionistas que organiza la peña, recorridos de bajo nivel senderista por algunas localidades cercanas, pues el objetivo más apetecible de esas caminatas lo encuentran (además del ejercicio físico) en la comida compartida que suelen celebran en algún chiringuito playero o en alguna cortijada rural. Allí disfrutan consumiendo la típica paella, las raciones de “pescaito” o esos buenos “platos de los montes”, todo ello bien regado con el imprescindible y embriagador néctar divino,  ya sea tinto, blanco o rosado, bebida que hidrata la sequía orgánica y sosiega los necesitados sentimientos  del ánimo.  

Esta anónima y rutinaria agenda, en un humilde y modesto miembro de la ciudadanía urbana, está siendo inoportunamente alterada por esos inconcretos e inquietantes sonidos nocturnos que desestabilizan el necesario descanso de Utelio. Inoportuna acústica que le impide dormir y le mantiene durante la mañana siguiente en un estado de incómoda somnolencia detrás de su mostrador, bien surtido de sustancias aromáticas y muy gratas para sazonar. Este buen comerciante ha ideado la solución de ponerse unos tapones de cera en los oídos pero, tras un par de noches de prueba, ha desistido pues le embarga el temor de que los acústicos sónicos puedan ser producidos por algún fantasma o espíritu diabólico, verdaderamente travieso, de aquellos que ya no están junto a nosotros (en su bloque recientemente se han producido varios fallecimientos de convecinos, todos ellos de avanzada edad). Prefiere estar bien despierto para enfrentarse, en caso necesario, a tan malignas realidades fantasmagóricas.

Esas noches de duermevela forzada están afectando severamente la modesta y tranquila vida de Utelio. Cuando madruga cada mañana, para estar al frente de su negocio en el mercado, se siente cansado, aturdido, a consecuencia de no haber dormido lo suficiente, desequilibrio orgánico que está agriando su carácter. El propio Palmiro, cuando se reúnen un rato en el quitapenas, se lo dice una y otra vez. 

“Ute, tienes que ir al galeno para que te vea y te recete algo, a fin de que puedas pasar mejor las noches. Estás envuelto en una obsesión que te hace ver fantasmas, cuando lo más probable es que sólo existan en tu imaginación. Si se lo dices al médico del seguro, te va a recetar algún potingue y va a pasar rápido al enfermo siguiente. Te tienes que “rascar” el bolsillo e ir a un buen profesional que esté todo el tiempo necesario atendiendo a tu cabeza desordenada, para intentar ponerla bien. Mi Carmelilla limpia cada día en la consulta de un médico de esos que arreglan las mentes. Es un chico joven, que ha estado preparándose varios años fuera de aquí, en el extranjero. Tiene que estar muy bien preparado, pues la Carmela me dice que tiene la consulta llena. Ella le puede hablar, para que te haga un hueco”.

Al fin las sensatas palabras del buen Palmiro, entre copa y copa de blanco, surtieron el efecto necesario en la “dura mollera” del especiero. Ocho días más tarde, ya se encontraba Utelio sentado en la sala de espera de una moderna consulta, esperando la llamada correspondiente para ser atendido por el joven y prestigioso facultativo Dr. don Efrén Verdeagua. En unos veintipocos minutos de consulta, el psiquiatra le estuvo explicando su punto de vista profesional: posiblemente esos ruidos nocturnos pudieran ser a consecuencia del algún roedor o animal vagabundo que anduviera perdido por los tejados y terrazas. Las contracciones térmicas en los edificios también suelen  provocar crujidos por las noches, sin descartar los reasentamientos de los pilares y anclajes de los bloques de viviendas, en ocasiones originados por los mantos freáticos subterráneos y las descompresiones de las propias tuberías del agua y los sanitarios de las aguas residuales …

“De todas formas, Utelio, afirmo que tienes que estabilizar tu mente y esa imaginación que se ve alterada y desasosegada por el ávido consumo de ese vino al que eres un tanto dependiente. Se está desarrollando una experimental e innovadora técnica para controlar mejor los ciclos del sueño, basada en unos sencillos ejercicios respiratorios de inspiración y expulsión del aire que brevemente te voy a explicar, aunque después la enfermera te facilitará un folleto donde se detalla lo que ha de hacerse antes de irse a la cama y una vez que ya están tendido sobre el lecho. Conciliarás mejor el sueño, especialmente cuando comiences a tomar unos comprimidos, también en sumo innovadores, basados en una sustancia de origen oriental extraída de la pulpa del cocotero macerada en orines y guano de aves salvajes.”

Cuando Utelio fue a recibir las hojas explicativas del “eficaz” tratamiento, la amable enfermera de ojos color esmeralda le confió en voz baja “… por deferencia del Dr. Efrén y la fiel amistad con Carmela, le vamos a cobrar por esta primera consulta sólo ciento cincuenta euros. Y no olvide realizar los ejercicios respiratorios: tres series antes de ponerse a dormir y una serie cada vez que interrumpa los ciclos del sueño”. Antes de volver a su domicilio, un tanto sofocado por la “muy módica” minuta que había tenido que abonar, pasó por La Alegría, para llevarse a casa un cuartillo de clarete, muy agradable mercancía que nunca le defraudaba. Se repetía a sí mismo “entre respiro y respiro, me zampo un lingote de clarete, que eso bien ayudará. Sobre todo después de haberme tragado uno de estos pestosos comprimidos oscuros que, ya dentro del envase, huelen a “madreviejas” y por los que he tenido que pagar veintiocho euros”.

Esa misma tarde, de cielo azul primaveral, había tenido lugar una importante conversación de trabajo, en un establecimiento inmobiliario ubicado a no muchos metros de la propia clínica del sueño, dirigida por el Dr. Verdeagua. Sentados en torno a una bien poblada mesa cubierta de carpetas y dosieres, dialogan Félix Andián y Leo  Bágima. Este último es el propietario del piso que tiene alquilado Utelio desde que contrajo matrimonio hace 18 años, mientras el primero es el director de acción exterior en la inmobiliaria.

“En estos casos, Sr. Bágima, los resultados son bastante lentos y hay que actuar con una especial cautela porque, en caso contrario, nos podemos meter en un buen lío. Recordará que hace años, su padre hizo un contrato de alquiler basado básicamente en un apretón de manos, con una botella de vino de por medio. Pero este testarudo comerciante, especiero en el mercado, aunque parece rudo y sin estudios, consultó en una gestoría y allí le prepararon un contrato administrativo por el que Utelio solo se ve obligado a pagar 400 euros de renta, de manera vitalicia. Ya me ha explicado que en varias ocasiones Vd. ha intentado renegociar esa contratación basada en una antigua ley del franquismo, extremadamente beneficiosa para el arrendatario. Lógicamente la respuesta que ha recibido del tozudo y egoísta comerciante es que él no cambia o paga un céntimo más que lo estipulado “vitaliciamente” en el contrato. Precisamente ahora, Sr. Bágima, se encuentra con una oferta de un inglés, Mr. Valley, un curioso escritor hispanista que anhela vivir en esa vivienda, por la magnífica vista que posee a la parte antigua de la ciudad y por la que está dispuesto a pagar hasta casi cuatro veces esa renta mensual. Analizando la situación, bastante enquistada y pensando siempre en el interés de nuestro cliente, como entidad gestora estamos llevando a cabo un hábil “proceso disuasorio” o “intimidatorio”, a fin de que un vecino “cabezón” se aburra o asuste y se avenga a firmar un abandono de la misma, mediante alguna módica compensación. Por supuesto se le ha ofrecido a cambio algún interesante alquiler, a un precio muy razonable, pero que una y otra vez nos ha dado el no por respuesta.

Y aquí interviene Clara Pitán, señora que se dedica a la limpieza de los edificios que administramos. Esta señora, que lógicamente posee las llaves del inmueble por el oficio que desempeña “se ha prestado” a provocar unos ruidos en determinadas madrugadas, sobre la vivienda de Utelio. Se le abona un pequeño incremento en su sueldo mensual por “este servicio” que tampoco es muy complicado para ella, pues vive cerca del inmueble. Pensamos que es una “estrategia” que a medio plazo puede dar buen resultado para que el Sr. Utelio se avenga a cambiar de residencia, aceptando ese otro alquiler, que le estamos ofreciendo y que le liberará de estos molestos ruidos que padece durante algunas noches”.

En ese momento, el propietario de la vivienda. Leo Bágima, interrumpió a su interlocutor. Se le veía especialmente molesto y abrumado con lo que acababa de escuchar.

“Mire Félix. Efectivamente le encargué que hiciese un proceso negociador con Utelio para que se aviniera a cambiar de alquiler. Pero en modo alguno me imaginaba que Vd. habría aplicado tales acciones para conseguir esa renuncia, medidas que no me parecen correctas, sino (y perdone la expresión) incluso delictivas. Son las viajas técnicas que popularmente (en este ámbito inmobiliario) se les suele llamar como “los asusta viejas”. No dudo que lo estén haciendo con la mejor voluntad para favorecerme, pero ni mi conciencia, ni mi temor por las consecuencias de  la justicia, me permite aceptarlas. Detenga esta dinámica de los ruidos por las noches. Voy a hacer nuevos intentos con esta persona tan testaruda, pero aplicando la paciencia, el diálogo y la mejor convicción. Una gota de agua puede hacer una hendidura en una piedra. A eso voy a ir. Lo otro, por muy persuasivo, no me  parece en modo alguno correcto o conveniente”.
 
Ha transcurrido dos meses y medio desde estos hechos tan peculiares. Leo y Utelio se han entrevistado ya en cuatro ocasiones. Al final, los argumentos racionales y “generosos” que el ávido pero honesto propietario le ha ido ofreciendo han resultado interesantes para resolver el conflicto. A ello ha ayudado un reciente cambio en la ley de arrendamiento de inmuebles urbanos, por lo que los antiguos alquileres han de someterse a una actualización que, en muchos de los casos, resulta inasumible para los “vitalicios” arrendatarios.

Utelio en la actualidad tiene una nueva residencia, un apartamento rehabilitado por la Oficina Municipal de la Vivienda,  en régimen de alquiler. Está situado en una zona durante años degradada, pero hoy renovada, ubicada en el corazón más antiguo y señero de la ciudad. Por este apartamento sólo abona 350 euros mensuales, con derecho preferente a su adquisición a partir del tercer año de alquiler. Su antigua vivienda, debidamente rehabilitada y amueblada, la está habitando ese acomodado y  jubilado escritor británico que tanto la anhelaba, por la que abona 1050 euros mensuales. Utelio duerme intensamente tranquilo por las noches, sin soportar molestos ruidos que puedan angustiarle en ese tiempo silencioso de la madrugada. Curiosamente la señora de la limpieza Clara Pitán ha sido contratada por el ya más tranquilo inquilino para que le organice y limpie su apartamento un par de veces por semana, dejándole también preparadas algunas comidas en el frigorífico. De esta manera el comerciante de especias puede calentarse estos platos precocinados en el microondas, a fin de procurarse el alimento necesario en muchas de las noches.

Este relato ha permitido acercarnos a personajes de la realidad próxima, seres que interpretan sus roles existenciales humanamente teñidos de  grandezas y miserias.-




SONIDOS E INQUIETUDES EN LA INTIMIDAD
DE LA MADRUGADA

José L. Casado Toro  (viernes, 31 MAYO 2019)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



1 comentario:

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