viernes, 6 de noviembre de 2015

CIVILIZADOS.

La imagen nos traslada hoy a los gratos aledaños de un gran parque público municipal. La meteorología en el día ha estado presidida por la mezcla de contrastes, en el tiempo atmosférico. Durante la mañana, y gran parte de la tarde, el calor ha vuelto a ser muy intenso, precisamente hoy cuando el calendario marca el comienzo de la estación otoñal. Sin embargo, a eso de la caída de la tarde, esa batalla incruenta que mantienen los vientos de poniente y de levante, soplando desde la montaña o desde el mar, respectivamente, ha sido ganada, para el goce de la ciudadanía, por el frescor marítimo que alivia los sofocos padecidos durante un día de insoportable terral. Incluso los paseantes por la zona ajardinada no ocultan, comentando con amigos y familiares, lo beneficioso del cambio térmico, aunque incluso, en algunos momentos, perciben algo de fresco por la ligereza de ropa que llevan en su atuendo. La tarde se ha tornado muy saludable y aquí comienza la escenificación de la historia.

Dos pequeños corren presurosos hacia un hombre, avanzado en su treintena, que acaba de aparcar su vehículo en las inmediaciones de la gran zona ajardinada. Beli, seis años y Carlitos, con tres recién cumplidos, dan muestras inequívocas de la alegría que sienten ante la proximidad de su padre. Unos metros más atrás, Mercedes observa ante este encuentro sin duda concertado de antemano. Los cuatro confían en dibujar un agradable final de la tarde. Los niños se encaraman, literalmente sobre Alberto, que los abraza y besa, con ese placer afectivo ante aquellos que prolongan tu existencia generacional. Todos ellos pasan de inmediato al interior de la arboleda mezclada con grandes setos de flores y hojas, camino de unos artilugios para el juego infantil que, con acierto, han sido instalados por los servicios de parques y jardines de nuestro Ayuntamiento. Otras muchas familias están sentadas por los bancos que pueblan la zona, mientras los más jóvenes se lo pasan en grande caminando por pasarelas de madera voladiza, deslizándose por toboganes de intensos colores o escalando esas casitas que sólo salen en los cuentos para el deleite de los corazones y mentes abiertas a la imaginación ilusionada. Los niños juegan y gritan con esa destreza vital que tanto ilusiona a sus progenitores. Los adultos observan sonrientes, mientras intercambian las palabras con los comentarios de la más variada naturaleza.

“Pues …. ya puedes suponer. No te puedo comentar otra cosa que repetir eso de “más de lo mismo”. Vas de un lado para otro, llamando en muchas puertas. Y es que no tienen acomodo para el perfil que tu les ofreces. Te responden con que sus plantillas están híper recortadas y sabes  que tienen personal haciendo horas que son para regalo de los beneficios empresariales. Al menos te admiten los papeles que les llevas. En realidad sería muy cruel no hacerlo. Y escuchas, una y otra vez, esa frase amable del “ya nos pondremos en contacto contigo” cuando tu sabes ….. que en la mayoría de los casos no van a hacerlo. Tienen el cajón de solicitudes bien repleto.

Hay una cosa buena que debo contarte. Dentro de dos semanas un antiguo compañero, de la empresa en que trabajaba, va a estar un mes de baja, aproximadamente. Tiene un problema de hernia, nada grave. Ha tenido buen corazón y ha hablado con uno de los encargados para que yo le sustituya. Vuelvo a la profesión que nos daba de comer. Guarda nocturno de seguridad. Trabajaré con ilusión ese mes, a ver si se animan y me dejan en plantilla, aunque sea en la categoría de eventual. Mi horario será de 8 de la tarde a 8 de la mañana. Es un balón de oxígeno que siempre ayuda a respirar. Y a ti ¿como te ha ido hoy, Mercedes?”

En este momento se les acerca Carlitos, siempre con el apetito bien dispuesto, reclamando algo de merienda. A los pocos minutos, vuelve de la mano de Alberto, con una palmera de chocolate en la mano, de la que ya ha consumido una tercera parte. Su padre ha comprado también, en una tiendecilla estratégicamente situada, un par de batidos y otro pastel para Beli que, junto a una amiguita ocasional, corren entre los árboles de pinos y eucaliptos que, durante las horas de sol, ayudan a sombrear las zonas ajardinadas. 

“Bueno, hoy se han portado bien. Parece que con la vuelta al colegio, los nervios se les han atemperado. Han vuelto a la tarea con sus amiguitos de siempre y eso reconforta y tranquiliza. No sólo a ellos, también a mi. Me cuenta Beli que su seño es una maestra que tiene su primer puesto de trabajo y que viene con muchas ganas de hacer cosas. Fíjate, que se ha traído de su casa algo de material y los ha puesto, durante un ratito de la tarde, a coser botones de colores en unos trocitos de tela ¡A los niños y a las niñas! Me gusta esa actitud, especialmente porque procede de una joven profesional que tal vez haya conocido esas buenas prácticas en su familia. Parece ser que todos están muy entusiasmados aprendiendo estas habilidades, aunque algún pinchacillo han tenido que soportar con la experiencia. Pero estas viejas prácticas, hoy inusuales, son después muy útiles para la vida. En cuanto a la clase de Carlitos, andan de manualidades. Su profe, una señora ya con edad pero muy entregada a su trabajo, les ha pedido llevar a clase revistas y folletos de publicidad. Están recortando y construyendo collages. Es curioso, pero cuando lo recojo veo que tiene las manos limpias y es que la seño les enseña a usar el jabón y las toallitas, para cuidar el aseo de sus manitas. Ambos han tenido suerte, pues les han correspondido dos profesoras muy apañadas”.

En ese momento de la conversación, un hombre joven, que viste con normalidad, va recorriendo los bancos de las diversas familias que aguardan y vigilan el juego de sus retoños. Repite una y otra vez, de manera bien aprendida, una petición que se esfuerza en teatralizar con algo de sobreactuación.

“Perdonen, soy de Antequera. Me he quedado aquí cerca, sin gasolina en el coche. Y he olvidado el monedero. ¿No tendrían un euro o dos, para dejarme, y poder volver a casa? Por dios ¡que vergüenza! esto nunca me había pasado. Un euro o lo que tengan …..”

La petición del joven es desatendida por los que, allí sentados, controlan el comportamiento de sus hijos. Una de estas personas, un hombre mayor que ha llevado a sus nietos al parque, responde a la persona del coche sin combustible, con especial cuidado en la voz y en las formas, que hace un par de días le pidió esos euros para el mismo fin de la vuelta a Antequera. Entonces el joven, visiblemente nervioso le responde que lo hace para dar de comer a su hijo, alejándose rápidamente del lugar, entre las miradas indefinibles de unos y otros que han podido escuchar ese corto diálogo.

Por encima de las siete y media de la tarde, el sol prácticamente ha desaparecido entre ese horizonte quebrado, marcado por la silueta poligonal de los edificios más elevados de la zona. La numerosa chiquillería va abandonando los diversos habitáculos del parque infantil y las zonas aledañas de césped y arbolado. Algunos de los pequeños se resisten, con el griterío propio de caso, en el abandono del lúdico espacio, ante los requerimientos de sus padres o cuidadores. Mercedes también ha llamado a Beli y a Carlos, que sí acuden con obediencia al mandato de su madre, mientras Alberto efectúa unas llamadas a través de su móvil.

“Me ha dicho vuestra madre que os estáis portando muy bien. Por eso quiero prometeros un premio que sé os hará mucha ilusión. Este próximo domingo no me va a ser posible, pero en el siguiente, si mamá lo autoriza, os recogeré en casa bien temprano y os llevaré a desayunar un buen tazón de chocolate con churros. Así podréis conocer a vuestra nueva hermanita que, como creo os comenté, se llama Susana. Aún es muy pequeñita, pero está bien que la veáis para que muy pronto sea una buena compañera de juegos para vosotros. Por cierto, tengo en el coche un par de regalos que os quiero dar. Os vendrán muy bien para las manualidades en el cole. Una colección de plastilinas y pinturas para acuarela, con la que quiero que le hagáis a mamá uno preciosos cuadros. Vamos al coche por los dos regalos, se me vayan a olvidar con las prisas y las despedidas”.

Los dos hermanos caminan delante, correteando de un lugar para otro, mientras sus padres les siguen en silencio. En un momento concreto, es Mercedes quien se dirige a su ex.

“No te quiero agobiar, porque sé que tu situación económica tampoco es buena. Pero llevas dos meses de retraso, en la pensión alimenticia, y con lo que me están pagando en la farmacia, apenas llegamos a final de mes. Los niños pequeños tienen muchas necesidades y ahí sólo me pagan por el turno de mañana que hago hasta las dos de la tarde. Mi madre me echa una mano, pero ella vive de una pensión y, aunque se sacrifica al máximo, también tiene sus gastos. En cuanto a lo de los churros, no me importa. Pero yo no quiero saber nada de esa niña y menos de su madre. Lo que hizo Nicole, aquella que yo consideraba mi mejor amiga, no tiene nombre. No quiero que se me ponga por delante porque no sé lo que haría. Ah, y como sé que te vas a enterar, quiero ser yo quien te lo diga: estoy saliendo con una persona que bien conoces. Es un amigo de tu antigua pandilla, que se está portando muy bien con nosotros. Ahora sólo lo hacemos como simples amigos pero, llegado el caso, ya veremos cómo acaba esta relación. Aunque desde hace tiempo ya no lo tratas, te diré que es Isaías. Pero yo, al menos, lo estoy viendo, mucho después que tu echaras este matrimonio al río de los engaños. Y no lo hago como despecho. Es que tengo treinta y dos años, y tengo que pensar en rehacer mi vida”.

La respuesta, de manera pausada y entrecortada, no tarda en llegar.

“Claro que tienes todo el derecho. Nunca he dejado de reconocer tus valores. En cuanto a Isaías…. prefiero guardar silencio. Cada uno de nosotros recorremos nuestro sendero y ya sólo nos une los dos críos que trajimos al mundo. Tú los llevas muy bien y en eso estoy tranquilo. Eres una muy buena madre para ellos. Por cierto, el viernes que viene no podré estar con vosotros. Nicole tiene una celebración familiar en casa de sus padres y lógicamente tengo que estar presente. Si te parece, puedes traerme a Beli y Carlitos el jueves. Les gusta mucho este parque, con esos toboganes y las casitas de juguete, en las que tanto disfrutan. Y te aseguro que a primero de mes, cuando me paguen en la agencia de seguridad, te pongo en el banco 400 euros. Mientras que el asunto del trabajo no mejore para mí, estamos prácticamente viviendo con el sueldo fijo que tiene Nicole en su centro de fisioterapia”. 

Tras los besos y abrazos que los niños dieron a su padre, con la promesa de esos churros con chocolate del próximo domingo, un frío pero educado apretón de manos despidió a dos seres cuyas vidas navegaban en estos momentos por rutas divergentes. La cordialidad en el trato superaba el hálito o el erial del rencor, la incomprensión o la infidelidad. Dos hijos pequeños hacían el milagro, cada semana, de que fluyeran entre ellos la palabra, el respeto y las buenas formas. A estas horas, en que ya comenzaba la noche, se había levantado una húmeda brisa que hacía apetecible, para Mercedes y Alberto, la vuelta a ese hogar que ya no comparten.-  

José L. Casado Toro (viernes, 6 Noviembre 2015)
Antiguo profesor I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

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