Faltan
apenas unos minutos, para que el reloj digital del locutorio
nº 1 marque las dos primeras horas de un nuevo día. Con puntualidad
castrense, entra en ese momento por antena el programa diario que dirige Silvia Láinez. Desde hace ya dos temporadas, todas
las semanas entre lunes y viernes, esta prestigiosa periodista, que acaba de
cumplir su medio siglo de vida, se ha hecho con un buen share o cuota nocturna
de audiencia en las ondas. Al frente de su programa “Sentimientos
para noctámbulos, en la madrugada” se esfuerza en liderar esas dos horas
centrales del sueño popular, programando un diálogo en directo, especialmente
dirigido hacia aquéllos que soportan el lastre del insomnio para su cotidiano
descanso. También, entre sus numerosos oyentes y participantes, se halla esa
parte de la ciudadanía cuyo trabajo y servicio público ha de realizarse en un
sacrificado horario en el que la noche abre el camino a un nuevo día.
La mecánica del programa es bien sencilla y en
numerosas oportunidades ensayada en la radio, aunque todo gira, como novedoso,
en torno a la más o menos acertada improvisación. El oyente entra en directo a
las ondas radiofónicas, exponiendo ese problema, esa angustia o ese deseo que
está condicionando, de manera severa, su equilibrio vital. El primer objetivo
de este espacio es posibilitar el diálogo con el radioyente, que no encuentra
otro interlocutor más apropiado para compartir la desazón que le afecta. Pero
aquí no hay un equipo de psicólogos o profesionales de la psiquiatría o
sociología que atiendan la turbación de quien llama al programa. Es ella, sólo
Silvia, quien con maestría acrisolada por largos años de ejercicio en la
radiodifusión, dialoga, pregunta, sugiere y aconseja, abriendo luces, caminos y
esperanzas que ayuden a ese ser solitario que reclama o suplica unos minutos de
atención y algo de consuelo al desafecto que, según él, cruelmente le embarga.
Amén
de la experiencia, Silvia Láinez no es una cualquiera en las ondas. Llegó a la
principal cadena de radiodifusión en España, tras un curtido aprendizaje por
diversas empresas mediáticas, desarrollado en esa preciosa y nostálgica región
del Noroeste que la vio nacer. Licenciada en periodismo, con un currículum bien
repleto de masters y reconocimientos, recaló en esta poderosa cadena que hoy lidera la radio, la televisión y, por
supuesto, la prensa escrita. Ha cumplido ya tres lustros de brillante trabajos,
en esas tres atrayentes opciones de la comunicación, aunque este apasionado
desvelo nocturno le ha hecho ser considerada “la reina
de la luna y las estrellas”. En su vida privada, acaba de cumplir sus
bodas de plata con Nando, un paciente compañero
familiar, oscuro funcionario de la Administración de Justicia, que trabaja en
la Comunidad madrileña. No han tenido descendencia en su ya largo matrimonio.
Tal vez las leyes de la genética no han sido generosas con esta pareja aunque,
en realidad, las ambiciones y el estrés
laboral de Silvia no casaban bien con las obligaciones propias de una hermosa y
sosegada maternidad.
Normalmente,
son cinco o seis los oyentes participantes en cada
una de los programas. Este escaso número de intervinientes es debido a que su
directora profundiza, más y más, en las situaciones que aquéllos plantean,
enlazándose preguntas, respuestas y sugerencias que sirven para enriquecer los
máximos ángulos y posibilidades de cada nueva historia. Dada la hora de emisión, aquí no existe apenas publicidad. Los puntos vacíos
que se van generando son cubiertos con una cuidada
selección musical, en la que priva sobre todo la acústica de los sonidos
(melodiosos, románticos, sensibles) sobre cualquier otra estrofa que traslade
las palabras.
Dos
y veintitrés de esa noche. Tras una primera participante, entra en antena un
hombre que evita decir su nombre al
principio de la intervención. Su voz parece algo extraña, en la modulación que
ofrece ante el micrófono del teléfono. La veteranía de Silvia le hace darse
cuenta que esta persona trata de disimular su verdadero tono expresivo.
“Buenas noches, Silvia. He acudido a tu programa para
compartir este pesar que me domina en el día a día. Aunque sería largo de
contar, debo resumir. Básicamente, me siento sólo y vacío ante la realidad de
mi pareja. Ella es la importante. Lo suyo es lo que verdaderamente importa. Lo
mío es todo secundario, ante la magnitud de su poderío en el contexto social en
que se mueve. Realmente pienso que sólo le interesa ella, su ego, su fama, su
prestigio, su éxito. Mi mujer es una egocéntrica de cuidado que, día tras día,
me ha ido desplazando y borrando ante el ímpetu personalista que la embarga. Sé
que no soy nada para ella. Sólo una frágil silueta en su vida, para que la siga
adorando y escuchando cuando vuelve a casa. Me siento anulado, confundido y
eclipsado por el fulgor que irradia su figura, social y personal. ¿Que hago yo
al lado de una persona sociológicamente en la cumbre de su prestigio, cuando
ella lo ha organizado todo para que mi autoestima esté pisoteada por los suelos.
Me siento harto, cansado y triste por mantener una convivencia ficticia con
alguien que sólo se preocupa de sí misma y de sus éxitos profesionales. ¿Qué
puedo, qué debo hacer, para sentirme algo, para sentirme ……. persona?”
La
locutora, con una señal al técnico de sonido, hizo entrar en antena una dulce
melodía, netamente acústica, para darse un respiro ante la respuesta que iba a
ofrecer al atribulado oyente.
“¿Hace
mucho tiempo en que esta situación se halla tal y como tu lo planteas
(permíteme el tuteo, si no te molesta)? En caso afirmativo, no sé cómo has
podido aguantar una convivencia de esa naturaleza, en la que no representas
gran cosa, para el deslumbrante poderío social que parece tener la que es tu
cónyuge. ¿Qué haces ahí entonces? ¡Huye de ese mundo! abandona una situación en
la que te sientes anulado, perdido, en el marasmo del fulgor de una compañera
que se alimenta de un contexto al que tu no perteneces y en el que,
probablemente, sólo te utiliza para sus egos personalistas”.
Nueva
fase de silencio, endulzado con otro corte melódico, aunque con un mayor ritmo
que el anterior.
“Bueno, la situación no es tan fácil como parece. El
mismo hecho de acudir a tu programa lo he estado meditando una y mil noches.
Pero mi realidad es tan ingrata que al final no te lo puedes seguir guardando
todo y consideras que debes compartirlo con otras personas, con otros oyentes
y, sobre todo, contigo, ya que eres una gran experta en estas situaciones de
parejas, como te vengo escuchando casi todos los días de programa. No, no lo he
hablado con ella. Es tan poderosa, tan perfecta en sus planteamientos, que ni
me atrevo. Acabaría por humillarme y hundirme más y más en mi capacidad para la
controversia. Pero…. pero tienes razón. Que hago yo “malviviendo”, al lado de
un ser de esta naturaleza?
“Lo
que te decía, amigo oyente. Ten el valor de romper con ella y dile adiós.
Adiós, porque tu quieres, tu necesitas vivir. Y sentir la ilusión que ella te
ha arrebatado, dejando un erial de vacío en tu significación existencial. Sé
valiente. Dile, con la fuerza de tu razón, adiós. Ahí te quedas, con tu
prestigio, con tu fama y con tu poderío. Ese mundo no es el mío. Ya me he
cansado de soportarte. Y ahora quiero escuchar, todos los demás oyentes quieren
escuchar de tu boca, unas valientes palabras que, al fin, van a poner fin a una
situación que es injusta y desconsiderada para tu persona. Y ¡dime, por favor,
tu nombre, para que todos podamos admirar a una persona con nombre!
“¡Tienes razón, Silvia. Me has convencido. Me voy a
quitar un gran peso de encima. Soy ….. soy Nando. Ahora no tengo que disimular
más mi voz. Tu marido. Y quiero decirte ante las ondas, ese adiós que con tanto
ímpetu me has aconsejado. Adiós, Silvia. Te he aguantado demasiado. Y esto ya
se ha acabado. No sólo te vas a enterar tu, sino también todos esos oyentes que
tanto te adoran cada noche. Tu marido no puede aguantarte más. Adiós, Silvia!
¡Que te vaya bien!”.
El impacto mediático fue sobrecogedor y espectacular.
Los teléfonos con llamadas al programa no dejaron de sonar, dejando colapsada
la centralita de la emisora. La afamada locutora trató de recomponer la
situación, dando entrada a otros oyentes con nuevas historias. Pero, en el
fondo, todos deseaban conocer y participar en la turbación indisimulada que
ofrecía esa comunicadora que había quedado desnudada ante las miradas
inquisitivas de sus fieles seguidores. Al día siguiente, casi todas las
portadas de los noticiarios y medios de prensa escrita y radiofónica se hacían
eco de este episodio en directo, desarrollado a esas horas lunáticas de las
tres en la madrugada. Al menos, para la avergonzada y prestigiosa locutora hubo
un suculento incentivo. Los shares de audiencia en su programa se multiplicaron
hasta por tres. La propia dirección de la emisora se frotaba las manos, ante
las peticiones de publicidad, en horas tan insospechadas, que le fueron
solicitadas. Había sido todo un verdadero y espectacular “bombazo”.
Como
en la mejor foto o instantánea, para tener un buen posicionamiento ante esta
historia, hay que buscar el lugar adecuado para la más enriquecedora
comprensión e interpretación de la imagen. Nos falta conocer qué ocurrió aquella noche en casa de Nando y Silvia,
cuando ésta volvió desde la emisora.
“Lo
has hecho maravillosamente bien, querido Nando ¡Las barbaridades que hay que inventar
para que no quiten tu programa de la emisión! En los dos últimos meses, el
programa estaba bajo mínimos en las cuotas de audiencia. El pasado lunes, como
te dije, el jefe de programación me lo dijo muy claramente en su despacho. Si
el share no iniciaba una subida, el programa desaparecía. Y me daban dos
semanas como máximo. Me estaban pidiendo que hiciera algo espectacular para
salvar un segmento horario en el que debe entrar algo de publicidad, aunque sea
para noctámbulos. Creo que lo hemos conseguido, gracias a tu gran
interpretación. Ahora tendremos que escenificar la ruptura, buscándome una
aventura con una nueva pareja. Venderemos las fotos, las vacaciones y otras escenitas, mas o menos comprometidas
e interesantes. Así funciona esto. Mal huele pero….. ¿nos dejan otra
alternativa?”.-
José L. Casado Toro (viernes, 3 Julio 2015)
Profesor
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