jueves, 2 de julio de 2015

SENTIMIENTOS PARA NOCTÁMBULOS, EN EL CORAZÓN DE LA MADRUGADA.


Faltan apenas unos minutos, para que el reloj digital del locutorio nº 1 marque las dos primeras horas de un nuevo día. Con puntualidad castrense, entra en ese momento por antena el programa diario que dirige Silvia Láinez. Desde hace ya dos temporadas, todas las semanas entre lunes y viernes, esta prestigiosa periodista, que acaba de cumplir su medio siglo de vida, se ha hecho con un buen share o cuota nocturna de audiencia en las ondas. Al frente de su programa “Sentimientos para noctámbulos, en la madrugada” se esfuerza en liderar esas dos horas centrales del sueño popular, programando un diálogo en directo, especialmente dirigido hacia aquéllos que soportan el lastre del insomnio para su cotidiano descanso. También, entre sus numerosos oyentes y participantes, se halla esa parte de la ciudadanía cuyo trabajo y servicio público ha de realizarse en un sacrificado horario en el que la noche abre el camino a un nuevo día.

La mecánica del programa es bien sencilla y en numerosas oportunidades ensayada en la radio, aunque todo gira, como novedoso, en torno a la más o menos acertada improvisación. El oyente entra en directo a las ondas radiofónicas, exponiendo ese problema, esa angustia o ese deseo que está condicionando, de manera severa, su equilibrio vital. El primer objetivo de este espacio es posibilitar el diálogo con el radioyente, que no encuentra otro interlocutor más apropiado para compartir la desazón que le afecta. Pero aquí no hay un equipo de psicólogos o profesionales de la psiquiatría o sociología que atiendan la turbación de quien llama al programa. Es ella, sólo Silvia, quien con maestría acrisolada por largos años de ejercicio en la radiodifusión, dialoga, pregunta, sugiere y aconseja, abriendo luces, caminos y esperanzas que ayuden a ese ser solitario que reclama o suplica unos minutos de atención y algo de consuelo al desafecto que, según él, cruelmente le embarga.

Amén de la experiencia, Silvia Láinez no es una cualquiera en las ondas. Llegó a la principal cadena de radiodifusión en España, tras un curtido aprendizaje por diversas empresas mediáticas, desarrollado en esa preciosa y nostálgica región del Noroeste que la vio nacer. Licenciada en periodismo, con un currículum bien repleto de masters y reconocimientos, recaló en esta poderosa cadena que hoy  lidera la radio, la televisión y, por supuesto, la prensa escrita. Ha cumplido ya tres lustros de brillante trabajos, en esas tres atrayentes opciones de la comunicación, aunque este apasionado desvelo nocturno le ha hecho ser considerada “la reina de la luna y las estrellas”. En su vida privada, acaba de cumplir sus bodas de plata con Nando, un paciente compañero familiar, oscuro funcionario de la Administración de Justicia, que trabaja en la Comunidad madrileña. No han tenido descendencia en su ya largo matrimonio. Tal vez las leyes de la genética no han sido generosas con esta pareja aunque, en realidad, las ambiciones  y el estrés laboral de Silvia no casaban bien con las obligaciones propias de una hermosa y sosegada maternidad.

Normalmente, son cinco o seis los oyentes participantes en cada una de los programas. Este escaso número de intervinientes es debido a que su directora profundiza, más y más, en las situaciones que aquéllos plantean, enlazándose preguntas, respuestas y sugerencias que sirven para enriquecer los máximos ángulos y posibilidades de cada nueva historia.  Dada la hora de emisión, aquí no existe apenas publicidad. Los puntos vacíos que se van generando son cubiertos con una cuidada selección musical, en la que priva sobre todo la acústica de los sonidos (melodiosos, románticos, sensibles) sobre cualquier otra estrofa que traslade las palabras.

Dos y veintitrés de esa noche. Tras una primera participante, entra en antena un hombre  que evita decir su nombre al principio de la intervención. Su voz parece algo extraña, en la modulación que ofrece ante el micrófono del teléfono. La veteranía de Silvia le hace darse cuenta que esta persona trata de disimular su verdadero tono expresivo.

“Buenas noches, Silvia. He acudido a tu programa para compartir este pesar que me domina en el día a día. Aunque sería largo de contar, debo resumir. Básicamente, me siento sólo y vacío ante la realidad de mi pareja. Ella es la importante. Lo suyo es lo que verdaderamente importa. Lo mío es todo secundario, ante la magnitud de su poderío en el contexto social en que se mueve. Realmente pienso que sólo le interesa ella, su ego, su fama, su prestigio, su éxito. Mi mujer es una egocéntrica de cuidado que, día tras día, me ha ido desplazando y borrando ante el ímpetu personalista que la embarga. Sé que no soy nada para ella. Sólo una frágil silueta en su vida, para que la siga adorando y escuchando cuando vuelve a casa. Me siento anulado, confundido y eclipsado por el fulgor que irradia su figura, social y personal. ¿Que hago yo al lado de una persona sociológicamente en la cumbre de su prestigio, cuando ella lo ha organizado todo para que mi autoestima esté pisoteada por los suelos. Me siento harto, cansado y triste por mantener una convivencia ficticia con alguien que sólo se preocupa de sí misma y de sus éxitos profesionales. ¿Qué puedo, qué debo hacer, para sentirme algo, para sentirme ……. persona?”

La locutora, con una señal al técnico de sonido, hizo entrar en antena una dulce melodía, netamente acústica, para darse un respiro ante la respuesta que iba a ofrecer al atribulado oyente.

“¿Hace mucho tiempo en que esta situación se halla tal y como tu lo planteas (permíteme el tuteo, si no te molesta)? En caso afirmativo, no sé cómo has podido aguantar una convivencia de esa naturaleza, en la que no representas gran cosa, para el deslumbrante poderío social que parece tener la que es tu cónyuge. ¿Qué haces ahí entonces? ¡Huye de ese mundo! abandona una situación en la que te sientes anulado, perdido, en el marasmo del fulgor de una compañera que se alimenta de un contexto al que tu no perteneces y en el que, probablemente, sólo te utiliza para sus egos personalistas”.

Nueva fase de silencio, endulzado con otro corte melódico, aunque con un mayor ritmo que el anterior.
“Bueno, la situación no es tan fácil como parece. El mismo hecho de acudir a tu programa lo he estado meditando una y mil noches. Pero mi realidad es tan ingrata que al final no te lo puedes seguir guardando todo y consideras que debes compartirlo con otras personas, con otros oyentes y, sobre todo, contigo, ya que eres una gran experta en estas situaciones de parejas, como te vengo escuchando casi todos los días de programa. No, no lo he hablado con ella. Es tan poderosa, tan perfecta en sus planteamientos, que ni me atrevo. Acabaría por humillarme y hundirme más y más en mi capacidad para la controversia. Pero…. pero tienes razón. Que hago yo “malviviendo”, al lado de un ser de esta naturaleza?

“Lo que te decía, amigo oyente. Ten el valor de romper con ella y dile adiós. Adiós, porque tu quieres, tu necesitas vivir. Y sentir la ilusión que ella te ha arrebatado, dejando un erial de vacío en tu significación existencial. Sé valiente. Dile, con la fuerza de tu razón, adiós. Ahí te quedas, con tu prestigio, con tu fama y con tu poderío. Ese mundo no es el mío. Ya me he cansado de soportarte. Y ahora quiero escuchar, todos los demás oyentes quieren escuchar de tu boca, unas valientes palabras que, al fin, van a poner fin a una situación que es injusta y desconsiderada para tu persona. Y ¡dime, por favor, tu nombre, para que todos podamos admirar a una persona con nombre!

“¡Tienes razón, Silvia. Me has convencido. Me voy a quitar un gran peso de encima. Soy ….. soy Nando. Ahora no tengo que disimular más mi voz. Tu marido. Y quiero decirte ante las ondas, ese adiós que con tanto ímpetu me has aconsejado. Adiós, Silvia. Te he aguantado demasiado. Y esto ya se ha acabado. No sólo te vas a enterar tu, sino también todos esos oyentes que tanto te adoran cada noche. Tu marido no puede aguantarte más. Adiós, Silvia! ¡Que te vaya bien!”.

El impacto mediático fue sobrecogedor y espectacular. Los teléfonos con llamadas al programa no dejaron de sonar, dejando colapsada la centralita de la emisora. La afamada locutora trató de recomponer la situación, dando entrada a otros oyentes con nuevas historias. Pero, en el fondo, todos deseaban conocer y participar en la turbación indisimulada que ofrecía esa comunicadora que había quedado desnudada ante las miradas inquisitivas de sus fieles seguidores. Al día siguiente, casi todas las portadas de los noticiarios y medios de prensa escrita y radiofónica se hacían eco de este episodio en directo, desarrollado a esas horas lunáticas de las tres en la madrugada. Al menos, para la avergonzada y prestigiosa locutora hubo un suculento incentivo. Los shares de audiencia en su programa se multiplicaron hasta por tres. La propia dirección de la emisora se frotaba las manos, ante las peticiones de publicidad, en horas tan insospechadas, que le fueron solicitadas. Había sido todo un verdadero y espectacular “bombazo”.

Como en la mejor foto o instantánea, para tener un buen posicionamiento ante esta historia, hay que buscar el lugar adecuado para la más enriquecedora comprensión e interpretación de la imagen. Nos falta conocer qué ocurrió aquella noche en casa de Nando y Silvia, cuando ésta volvió desde la emisora.

“Lo has hecho maravillosamente bien, querido Nando ¡Las barbaridades que hay que inventar para que no quiten tu programa de la emisión! En los dos últimos meses, el programa estaba bajo mínimos en las cuotas de audiencia. El pasado lunes, como te dije, el jefe de programación me lo dijo muy claramente en su despacho. Si el share no iniciaba una subida, el programa desaparecía. Y me daban dos semanas como máximo. Me estaban pidiendo que hiciera algo espectacular para salvar un segmento horario en el que debe entrar algo de publicidad, aunque sea para noctámbulos. Creo que lo hemos conseguido, gracias a tu gran interpretación. Ahora tendremos que escenificar la ruptura, buscándome una aventura con una nueva pareja. Venderemos las fotos, las vacaciones  y otras escenitas, mas o menos comprometidas e interesantes. Así funciona esto. Mal huele pero….. ¿nos dejan otra alternativa?”.-


José L. Casado Toro (viernes, 3 Julio 2015)
Profesor

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