viernes, 27 de febrero de 2015

MESA COMPARTIDA, EN UN SÁBADO NOCHE PARA LA MEMORIA.


Era sábado noche y se celebraba la festividad del Día de los Enamorados. No iba a resultar fácil encontrar un buen acomodo para cenar por el centro antiguo de Málaga. Los 14 de febrero, con su connotación comercial evidente, suelen ser propicios para que centenares y miles de parejas compartan bellas palabras, gestos intensamente afectivos, la agudeza en el mutuo intercambio de regalos y, por supuesto, una suculenta cena, en ese restaurante con encanto que todos tenemos bien anotado en la mejor agenda de la memoria. Sin embargo  me animé a probar suerte en un entrañable restaurante de comida italiana, al que suelo acudir con frecuencia, situado en plena Plaza de la Merced. Pero mis temores estaban bien fundamentados. La excelente temperatura nocturna había llenado las principales calles y establecimientos de un público variado, a fin de disfrutar de ese lúdico “finde” vinculado al día de San Valentín. 

La pizzería se hallaba abarrotada con gente de todas las edades. Me dirigí entonces al encargado del local para hacerle la consabida pregunta cuya respuesta era más que previsible. Con una amplia sonrisa, Mario hizo un gesto mímico evidente. Todas las mesas estaban ocupadas y aún había parejas en la barra esperando con manifiesta impaciencia su turno.  Sin embargo, sus palabras me hicieron concebir alguna posibilidad. “Espera, no te marches, que puede haber una solución”. Me entretuve mirando algunas de las fotos y murales que adornaban el coqueto recinto cuando, a los pocos minutos, volvió este buen profesional con un mensaje especialmente divertido. “En aquel ángulo del salón, junto a la cocina, hay una mesa que acaba de ser ocupada por una sola persona, que previamente había reservado. Es una chica más o menos de tu edad. Como la mesa es suficientemente amplia, me he atrevido a preguntarle si no le importaba compartir el espacio con un buen cliente de la casa. Para mi sorpresa, la joven me ha respondido que no tiene inconveniente. En el extranjero es bastante usual compartir las mesas, en las horas punta para las comidas. Si me acompañas, hemos resuelto el problema”. Desde luego, tratar con personas de esta categoría humana es poseer la gran suerte de tener una buena amistad. Sentía que iba a vivir una curiosa experiencia y allá me encaminé hacia la aventura, precedido por un confiado y satisfecho profesional de la hostelería.

“Buenas noches. Ante todo, darte las gracias por la generosidad que has demostrado. Soy asiduo cliente de este restaurante y el buen Mario ha tratado de echarme un capote, en un día tan complicado para cenar fuera de casa. Es que he salido del cine un poco tarde y al ver las calles tan animadas me dije, ´voy a intentar tomar algo´ aunque en una noche de celebración es muy difícil encontrar hueco en cualquier lugar”.

La chica, atendía mis palabras con una actitud entre sonriente y divertida. Mis nervios eran más que evidentes. Rápidamente comentó que no había problema alguno. A ella también alguna vez le había ocurrido algo parecido. Ambos pedimos sendas pizzas, una botella de agua, en su caso y un rioja para mí. Le sugerí que compartiéramos una de las ensaladas que mejor preparan en el establecimiento y así, poco a poco, comenzó a fluir un prolongado diálogo que resultó ameno desde el primer momento. Sin embargo, tras las primeras sonrisas, su rostro se vio también adornado por una mirada un tanto melancólica.  

“Bueno, yo sigo con mi trabajo, ya de varios años, en una perfumería muy conocida. Ahora me han enviado a la nueva tienda que hemos abierto en el puerto. Es una de las sucursales mejor montadas de la cadena. Y, su establecimiento, en ese lindo lugar, ha tenido muy buena aceptación. Y esta noche, tan significada por la celebración, me apetecía estar rodeada de mucha gente, aunque fuesen desconocidas. Así vas viendo los comportamientos de las familias y las parejas, percibiendo detalles muy simpáticos y curiosos. Te sientes como acompañada en medio de una gran familia de la que no sabes nombres o apellidos …..”

Elena, este era su nombre, por las razones que fuesen, necesitaba hablar y comunicar. En definitiva, abrir puertas a los silencios. Entonces me atreví a plantearle una pregunta, pecando tal vez de impertinencia aunque, para mi sorpresa, fue bien recibida y con sencillez respondida.

“No, continúo sin tener pareja estable. Lógicamente, están las amigas y he salido con chicos. Pero, después de una dura experiencia, no especialmente grata en mi vida, estos contactos, al principio esperanzadores, acaban por aburrirme y cansarme. Cuando te preguntas acerca de qué haces tú al lado de este u otro jovencito ……. Pues cierras ese camino al que no le ves futuro, de la mejor forma posible. Llegas a la convicción de que esa pareja no te motiva, porque no genera en ti esa fuerza imprescindible para la ilusión. Vuelvo a repetirte lo que antes te comenté. Los archivos de la memoria me hacen ser especialmente prudente en las exigencias. Ya viví una injusta realidad. Y eso acaba marcándote. Sin embargo hay que ser positiva. Es lo mejor. Aquello ya pasó.  Por cierto, a ti, ¿cómo te va ……. Gonzalo?”

Conseguí unos segundos o minutos de respiro, tomando energía sorbiendo un buen trago de la copa. Ambos estábamos entretenidos con nuestras pizzas mientras que, a nuestro alrededor, un heterogéneo batiburrillo acústico ensordecía la nitidez de las palabras. Cada una de las mujeres presentes lucían, junto a sí, una rosa roja, gesto simpático del establecimiento, aunque algunas de las mismas estaban acompañadas por otras flores o regalos elegantes, entregados por sus respectivas parejas. Me fijé, expresamente, en un matrimonio joven. Ella estaba dando de comer cucharadas de potito a su pequeña hija que, incorporada en el carrito, observaba con atención  todo lo que sucedía a su alrededor, mientras que él, centraba la atención en su plato, “devorando” el generoso contenido de pasta enmadejada con salsa de tomate.

“Bueno, en mi caso, como en el de tantos otros, trato de ir organizando o construyendo el paso de los días, con esa aventura que iniciamos cada una de las mañanas al despertarnos. He cambiado varias veces de trabajo. En ocasiones por iniciativa propia y, en otros casos, por necesidades de la empresa donde estaba. Mi peritaje industrial me permite diversificar y encontrar muchas cosillas en el campo de lo electrónica, especialmente. También he estado haciendo cosas en la construcción e, incluso, en una empresa de correo urgente. Así nos vamos ganando el pan como dicen algunos ….. Si te refieres a lo afectivo, nada serio en ese campo. Uno liba en distintas flores pero, hasta que no encuentras el jardín adecuado, las relaciones son superficiales, teatralizadas y con unos horizontes abocados a lo ocasional y rutinario. Ya ves, en esta noche programada para el amor, en medio de tantas parejas “felices”, aquí estoy  ….. buscando una mesa donde encontrar acomodo y justificación”.

Dos cafés, uno con algunas gotitas de leche, pusieron fin a esa peculiar cena compartida entre dos seres solitarios, en medio del bullicio general. Gonzalo quiso pagar la cuenta pero Elena, aún agradeciéndole el gesto, consideró y rogó que era mejor que dividieran el coste correspondiente. Ante la mirada silenciosa de su interlocutora, Gonzalo quiso poner un buen  fin a esa peculiar situación que ambos habían protagonizado. Antes de abandonar el local, sus sinceras palabras aportaron luz y recuerdo para la memoria.

“Cinco años ya …. ¿verdad Elena? Mario aún no trabajaba en este restaurante. Precisamente fue aquí donde nos conocimos, en unas circunstancias muy parecidas a las que esta noche los dos  hemos querido recuperar. Nuestro flechazo fue también aquel 14 de febrero del 2010. Y han pasado ya cinco largos años. Tu y yo nos íbamos a comer el mundo, con nuestro amor y una confianza recíproca a prueba de todo. Estuvimos tan unidos…. pero yo rompí y masacré tu fe en mí. Esa infidelidad que llevé a cabo, tan alocada, humillante y penosa para ti, fue un desafortunado error por el que hay que pagar. ¡Y a qué precio!. Tu no merecías aquel comportamiento innoble que tuve con tu bondad y confianza. Todo acabó rompiéndose de la manera más infantil e injusta. Por mi irresponsabilidad. Es mi carácter ….. Pero hoy has sido muy generosa aceptando esta teatralización que me ha hecho recordar tiempos inolvidables. Probablemente a ti también te ha debido agradar nuestro reencuentro. Aunque comprendo que ha tenido que resultarte difícil rememorar aquellos momentos en los que parecía que todo iba a irnos muy bien. Bueno, al menos, hemos plantado cara a la soledad. Aunque haya sido en una noche tan romántica para las parejas y el amor. Es complicado recuperar el tiempo perdido. Y los errores dejan huella. No quiero olvidarte. Nunca te olvidaré. Gracias Elena, por haber compartido conmigo este ratito para la memoria”.

“Entiéndelo, Gonzalo. Ya nada sería igual. La amistad permanecerá a poco que nos esforcemos a ello. Yo tampoco te he borrado de mis recuerdos. Pero, este espacio de mi vida no puede ser ocupado por quien en su momento renunció a su oportunidad. La amistad también es un valor muy hermoso si lo sabemos cuidar con delicadeza”.

Tras dos besos de fraternal despedida, Elena y Gonzalo tomaron caminos diferentes a través del poliedro urbano que conforma la ciudad. La noche estaba regalando una intensa humedad. Aunque sin lluvia, los suelos estaban mojados y resbaladizos. Antes de salir del restaurante, Mario se acercó a la pareja y les dijo una significativa frase: “Amigos, espero veros juntos muchas más veces por aquí. Nunca os faltará una buena mesa. Eso corre de mi cuenta”. Tanto él como ella respondieron  al servicial  encargado del establecimiento con una silenciosa y afectiva sonrisa. 

Ya en casa, Gonzalo repasó las fotos que había tomado durante la tarde. Al ver de nuevo a la chica rubia de la guitarra, recordó las breves, pero dulces, palabras que había intercambiado con ella. Una fuerza irrefrenable le impulsaba a volver mañana al mismo lugar. Quizá también ella hiciera lo mismo y podría verla de nuevo. Su voz y su frágil figura tal vez compensarían la rudeza escénica que acababa de representar ante su antiguo amor.  -


José L. Casado Toro (viernes, 27 febrero, 2015)
Profesor

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