Durante
la estación veraniega el panorama que ofrece
este bello paraje, que reina en la alta montaña, es muy diferente de aquel que
los visitantes pueden gozar en los meses del frío. Apenas hay ahora deportistas
que se aventuren a caminar por esas escarpadas laderas en las que la nieve sólo
aguanta “recostada” en unos pequeños y pétreos neveros. Éstos son mudos
referentes del inmenso manto blanco que, desde el otoño, va cubriendo toda una
ciudad helada para la aventura y el disfrute. En la
temporada de nieve, los deportistas o aficionados gustan deslizarse por
sus vertientes, pistas y recodos con la rapidez del viento y la valiente
destreza de aquellos que saben mantener el equilibrio sobre la sugerentes
pistas heladas. Pero ahora, en agosto, el albergue sólo recibe ocasionales
senderistas que utilizan el servicio de restauración y bar, siempre presto para
atender sus peticiones de información, alimento o el necesario descanso en la
ruta.
Este
vetusto pero entrañable albergue universitario,
situado a unos 2500 metros sobre el
nivel de las aguas mediterráneas, no puede ofrecer muchas habitaciones al
visitante, ya que las dimensiones del edificio son más bien pequeñas. En este
momento, sólo una de sus habitaciones se halla ocupada por un cliente que,
como todos los años, continúa viniendo a la residencia para refugiarse en la
tranquilidad y en sus recuerdos. Suele contratar un mes de estancia aunque en
ocasiones su permanencia es más reducida. Alejo
es castellonense y en la década de los ochenta se desplazó desde su ciudad de
origen a Granada, a fin de estudiar la especialidad de farmacia. En la ciudad
que le vio nacer no podía hacerlo dado que, en aquellos años, la provincia
carecía de universidad. Los atractivos de la ciudad de la Alhambra, junto a su
prestigio universitario, le llevaron a elegir este destino, con la comprensión
y esfuerzo familiar para sostener el coste económico que dicho traslado
suponía. Como casi todos los veranos, vuelve a este
mágico entorno residiendo en las alturas de la sierra, donde encuentra
naturaleza, paz y sosiego, permitiéndole al tiempo revivir una experiencia que
ha marcado de manera decisiva su vida.
Suele
levantarse temprano, pues le gusta recibir los primeros rayo de sol caminando
por los senderos próximos al albergue, antes de tomar el suculento desayuno que
le prepara Dora, la encargada de la cocina,
madre de dos jóvenes hermanos, Mara y Derio, que regentan con eficiencia el negocio.
Completa la mañana trabajando unas horas con su ordenador, ya que ha de atender
en la distancia los asuntos relativos a la farmacia de su propiedad, instalada
en el centro de la capital levantina. También le agrada realizar algunos paseos
por los tranquilos parajes del entorno. Le agrada subir, a menudo, hasta el
monumento dedicado a la Virgen de las Nieves.
Algunos días conduce su vehículo hasta la capital granadina, para recorrer sus
calles, hacer algunas compras y, en ocasiones, asistir a esos espectáculos
musicales que se programan tanto en el precioso barrio del Albaycín, como en el Corral
del Carbón y, por supuesto, en el marco único de los jardines del Generalife.
A pesar
de esas tres décadas transcurridas, no ha olvidado a quien fue el verdadero y
único amor en su vida. Una atractiva compañera de curso, Julia, a la que conoció en el ambiente alegre y
desenfadado de la facultad, durante aquellos maravillosos años de los ochenta.
Intimaron y su proximidad física y afectiva fue señalada por todos los amigos
como la de una pareja ideal. Siempre juntos, tanto en los asientos de la
antigua y prestigiosa institución académica, sita en la calle San Jerónimo,
como en la experiencia lúdica y recreativa de tantas tardes y fines de semana,
por el ambiente juvenil de la ciudad. La afinidad de sus caracteres, así como
la identidad de sus proyectos para el futuro, les hacía sentirse esperanzados
en un noviazgo que cada día imaginaban y realizaban con el desenfado animoso de
la juventud. El mejor resumen de su relación era el que no podían estar el uno sin el otro.
Un
domingo, primaveral del 85, el último año de “carrera” Delia le pidió que
subieran a la Sierra a fin de pasar juntos el día. Quería comentarle algo muy
importante que le estaba afectando desde hacia unos meses y al fin se decidió
hacerlo estando ambos alejados del bullicio ciudadano. Precisamente cuando
llegaron ante el monumento triangular de la Virgen, la chica, con un semblante
serio y dolorido, le desveló el contenido de su realidad.
“Ale, he de confiarte algo que nos va a ser muy doloroso sobrellevar
a los dos. Especialmente a ti, pero también para mi persona. Llevas algunas
semanas diciéndome que me ves rara, seria y preocupada. Yo te lo he ido
negando, pero la verdad es que no he sido lo suficientemente sincera contigo.
Por fin hoy he decidido dar este paso que desvela toda la verdad. Es muy duro,
lo sé, pero he de afrontarlo. No puedo …….. seguir contigo. Estás en tu derecho
de enfadarte y de hacerme todas las preguntas posibles. Pero yo te pediría algo
que para mi es extremadamente importante. No me preguntes ahora el porqué de
esta difícil decisión. Es un tema que me está afectando y que ahora quiero
llevarlo en la intimidad. Tal vez no te sirva de mucho, pero te debo decir algo
que tal vez pueda tranquilizarte. No hay …… créeme, otro chico de por medio.
Por favor, no me preguntes más. Lamento en el alma hacerte esto. Pero es una
decisión que vengo reflexionando desde hace ya meses. Créelo, es mejor dejarlo.
Para ti y para mí. No podemos engañar ni condicionar a nuestro destino.”
Fue
un verdadero mazazo para la estabilidad anímica de Alejo. En realidad venía
percibiendo respuestas y actitudes extrañas e inusuales en el comportamiento
habitual de su compañera, pero nunca podía pensar en la contundencia de las
palabras que ella pronunció al pie de la Virgen. Todo ello en medio de un panorama
todavía adornado por un suelo cubierto por la nieve. Aunque intentó llegar al
fondo del problema, nada pudo conseguir de una persona que priorizó su
intimidad antes de compartir la explicación. A duras penas consiguió terminar
el curso, llegando de inmediato las vacaciones y la vuelta a casa de sus
padres. Evitó volver a Granada hasta pasados ya unos años, una vez que su
situación profesional se fue estabilizando, tras una sacrificado proceso
económico para tener la propiedad de una farmacia.
Julia
era natural de Jaén, hija única de padres labradores. Tras la finalización de
los estudios, de ella poco más supo. Conociendo su dirección familiar, le
escribió varias cartas durante algún tiempo, que sólo merecieron muy breves
respuestas. Ese intercambio epistolar se fue temporalmente espaciando, quedando
sólo en cumplidas felicitaciones navideñas. De ella supo que entró a trabajar
en unos laboratorios de análisis e investigaciones, vinculados al sector
oleícola. Lo cierto es que ninguno de los dos llegó a formar una familia. Él
nunca consiguió superar esa ruptura, centrándose en su trabajo y en su afición
por los viajes. No ha podido olvidar a la dulce y vitalista persona con la que
compartió unos años decisivos, enmarcados en la etapa de preparación académica.
Ciertamente ha tenido diversas relaciones, pero sin la profundidad y
estabilidad necesaria para dibujar un proyecto de vida junto a la mujer
deseada. Volver a Granada, aunque sólo sean unos días del verano, supone para
este acomodado farmacéutico el revivir una ilusionada etapa de esa juventud ya
alejada en el discurrir de su vida. Pero resulta muy complicado y difícil
olvidar a ese primer amor, cuando no encuentras la compensación personal necesaria.
Pero
después de tantos veranos y anualidades sumidas en el erial infructuoso del
silencio, Alejo ha decidido enviar una breve carta, on
line, a la última dirección electrónica conocida de Julia, con ánimo de
encontrar respuestas que serenen el vacío que siente, a pesar de tantos
calendarios recorridos por los hitos de su memoria.
“Querida Julia. Han pasado ya casi tres décadas de aquel
nublado día en que, al pie de la Virgen, en la Sierra, cerraste la puerta de mi
ilusión ante tu persona. Mi vida transcurre razonablemente bien, en lo material y profesional, aunque
con esa carencia afectiva de no compartirla con la persona amada. Confío que a
ti también te haya ido bien en la vida. Pero en este verano de 2014, aquí en
pleno territorio de la naturaleza, ahora sin nieve, me haría mucho bien conocer,
al fin, el motivo básico por el que no quisiste continuar con nuestra relación,
que yo estimaba casi perfecta. Este ruego o pregunta lo puedes considerar un
tanto infantil u obsesivo, tras el paso tan largo en el tiempo. Pero la verdad
es que nunca llegué a comprender ese cambio imprevisto que se produjo en tu
carácter con respecto a mi persona. Evitaste explicármelo en su momento pero
ahora, una vez más, te lo quiero preguntar. Sé que tienes una respuesta. Y no
me importa que llegue con la fuerza y contundencia de la sinceridad. Confío que
esta vez seas generosa en la atención a este e-mail. Y, por supuesto que te
encuentres bien, tanto en la salud como en el desarrollo de tu profesión.
Siempre tu amigo, con el afecto de Alejo”.
Había
bajado a Granada, pues quería comprar unas deportivas nuevas para el senderismo
que realizaba a diario por la sierra y, al tiempo, dar una vuelta por el centro
de la ciudad. Plaza Nueva, Reyes Católicos, Plaza de Bib Rambla, Mesones, Plaza
de la Trinidad, Gran Capitán, San Jerónimo …. Lugares que le recordaban vivencias
y avatares de otros años insertos en su etapa estudiantil universitaria. Ya cuando atardecía condujo su automóvil por
la carretera, hoy muy reformada, que conduce hasta la inmensidad de la Sierra.
Tras la cena, esta vez compartiendo mesa con la simpática compañía de Mara y
Derio, encendió su portátil en la sala de estar, cerca de la gran chimenea
ahora apagada en verano. ¿Tal vez un milagro? Sí, allí en el escritorio del Mac
estaba la respuesta que tanto ansiaba recibir. Un tanto tembloroso por la
emoción, abrió el correo, haciendo click en el mensaje que le enviaba una
mujer, para él, inolvidable.
“Mi querido Ale. ¡Cuánto tiempo ha pasado desde entonces,
desde que éramos tan jóvenes! Casi tres
décadas ya ….. Es admirable tu constancia y fidelidad hacia mi persona. Creo
que fui un tanto egoísta, al no aclararte las razones profundas por las que
quise poner fin a nuestra relación afectiva. Te aseguro que hubo una importante
y decisiva motivación. Mucho, mucho antes de aquel triste día junto a la Virgen
de las Nieves, precisamente el lugar donde me declaraste tu amor, comencé a
sentir dentro de mi unas sensaciones que me hacían dudar de mi estabilidad y
seguridad sexual. Esa ambivalencia extraña, que esporádicamente sentía, se fue
paulatinamente agudizando hasta llegar a tener que consultarla con personas y
profesionales cualificados. Sí, he llegado a tener compañeras muy cercanas en
todos estos años, pero desde hace también algún tiempo he optado por vivir en
la soledad de mi propia intimidad. Vivo bien con mi trabajo, sintiendo el apoyo
fraterno de familiares y algunas amigas y amigos. Me daba miedo embarcarte en
un viaje hacia la unión familiar y después traicionar tu confianza y tu
estabilidad ante las reacciones imprevisibles de mis complicados sentimientos.
Te aseguro que no te he olvidado. Y, a mi manera, nunca he dejado de quererte.
Pero la vida posee sus propios esquemas y acaban condicionando nuestro caminar
por la misma. Te deseo, de todo corazón, lo mejor. Escríbeme siempre que lo
desees. Ya nunca te faltará mi respuesta. Con mucho cariño, Julia”.
José L. Casado Toro (viernes, 15 agosto,
2014)
Profesor
jlcasadot@yahoo.es
jlcasadot@yahoo.es
Buenas tardes profesor. Mi nombre es Miguel Heredia Herrera y fui alumno suyo de «Geografía» de segundo de B.U.P. en «Martiricos» durante el curso 89-90. Sólo quería saludarlo y decirle que lo recuerdo muy gratamente, correcto, metódico... le agradezco su trabajo y el tiempo que nos dedicó.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Miguel, por tan cariñosas y amables palabras. Confío que tanto en lo humano, como en lo profesional, la vida te esté deparando muchos motivos para sonreír. Localizaré tu ficha, a fin de recordarte mejor. Tienes mi correo en cada artículo, para cuando te sea necesaria su utilización. Te deseo lo mejor. Un abrazo. J Luis.
ResponderEliminar