viernes, 30 de diciembre de 2011

HAPPY NEW YEAR. REFLEXION PARA LA RENOVACIÓN.

Aquella mañana el sol inundaba generosamente ese lugar de trabajo que denominamos aula de clase, en un abril primaveral por estas tierras del Sur. Faltaban escasos minutos para que sonara el timbre que anuncia el cambio de materia, cuando una de mis alumnas, generalmente algo tímida en su trato diario, se me acerca y con una sonrisa, similar a la que deben lucir los ángeles, me plantea una pregunta. “Profe (en realidad me llamó por mi nombre, gesto que agradezco) hoy cumplo dieciocho. ¿Cómo va eso de la mayoría de edad?” Tras hacerle explícita mi alegría y felicitación con un beso, le comenté “¿Y tú, cómo te sientes?” “La verdad, José Luis, pues igual que ayer”. “Pues ya ves, anoche, un minuto después de las doce, pasaste a una situación jurídica diferente de la que poseías antes de sonar las doce campanadas, en la transición a un nuevo día. Aunque para ti todo siga igual o casi igual, como lo fue ayer”.

Traigo a colación este breve, pero grato, recuerdo, porque, a poco de unas horas, finaliza un año y comienza otro, con un dígito diferente en el calendario para su cronología. La escenografía del evento es suficientemente conocida. Campanadas cantadas en la Primera u otra cadena mediática. También, suenan los doce avisos en las plazas principales de todas las ciudades, grandes y pequeñas, en el jolgorio purificador y ritual de la fiesta hotelera o en ese lecho doliente, donde se cuida a un cuerpo con problemas varios. Vítores, confetis, uvas o cava, entremezclados con esos petardos y trompetas desde los balcones y terrazas, todo ello con sabor a fiesta regada con los besos, parabienes y abrazos para la ilusión. Nuevo Año, con el firme compromiso de cambios para la mejoría o el mantenimiento de nuestro equilibrio personal. Nobles propósitos que casi todos nos hacemos, con un listado que siempre mantiene un inteligente perfil, aunque cada anualidad goza o cambia con alguna nueva incorporación. Ese deporte, saludable para nuestro organismo, con la firmeza de un ritmo cíclico que nos prometemos no abandonar. Modificaciones en la alimentación, a fin de potenciar la racionalidad, sobre otros incentivos, golosos, apetecibles y sustitutivos para los sentidos y el ánimo. ¡Cómo no, el bilingüismo! Con ese liderazgo, incuestionable y globalizador, del study or learn English, hegemónico en el intercambio comunicativo para casi todos los aspectos de nuestra convivencia. ¡Si don Miguel levantase su prodigiosa cabeza (en su faceta intelectiva, lógicamente) jugoso sería escuchar la opinión que nos transmitiría al respecto! Aclaro al personaje. Don Miguel de Cervantes Saavedra, por supuesto. No faltan tampoco las reformas pendientes en el hogar o vivienda que entrañablemente nos acoge. Obras de albañilería, tantas veces proyectadas y otras muchas pospuestas, por motivaciones varias. “Y de este año no pasa! Haremos un crucero por el mar Mediterráneo o por las ciudades nórdicas del frío y la nieve, como tantas veces nos ha comentado en su experiencia la vecina del tercero C o el compañero Ignacio, de la gestoría donde trabajo”. Sí, la lista es larga, repetitiva e incumplida en muchos de sus apartados, anualidad tras anualidad, por todos esos motivos que justifican la inacción sobre la decisión de la operatividad, en nuestras conciencias y voluntades.

¿Qué diferencia real existe entre un 31 de diciembre y el primer día de enero, para el discurrir de nuestras vidas? Básicamente, el evento del cambio de Año sólo supone la continuidad de los ciclos temporales con el comienzo de una nueva anualidad. Es la convención tradicional de la estructura del tiempo, siguiendo la rotación y traslación de nuestro Planeta alrededor del Sol. ¿Somos diferentes entre una y otra fecha? Obviamente, no. Sin embargo, esta estación fronteriza, en los 365,25 días de cada ciclo, nos ofrece la oportunidad de una reflexiva parada, observando y resumiendo el ayer, programando y proyectando cambios, necesarios e ilusionantes, para el mañana.

Tal vez, en algún momento de la inflexión de ese jolgorio escénico, en la madrugada del 31, echamos una ojeada sobre los últimos doce meses en que la vida nos ha concedido participar. Y se hace presente, en nuestro recuerdo, aquel listado de personas, familiares, amigos y conocidos, con desigual significación y vinculación, que hoy ya no nos acompañan. Adquirieron un billete de ida, cuyo destino sólo ellos conocen. El paso del tiempo puede acomodar los sentimientos, aunque difícilmente borra la memoria del perfil que les identifica. Traemos también a la memoria esas otras personas que comparten con nosotros el dulce y complicado néctar de la amistad. ¡Madre mía, a cualquier relación se la concede ese preciado título que significa, realmente, pensar en el otro por encima, incluso, de ti mismo! Ocurre algo parecido al de otro gran valor para lo humano, como es el de la libertad. Conceptos degradados y tergiversados, hasta el plano cósmico (he estado tentado a escribir la palabra cómico) de la irrealidad. En las alforjas vivenciales, siempre hay amistades que enriquecen nuestro patrimonio y otras que abandonan ese cortijo, masía o caserío de nuestras querencias. Pasan igualmente por la retina el órdago críptico y degradado de los políticos y los economistas, aquellos que nos gobiernan, en esta aldea global para sus intereses espurios y egoístas. Percibimos la ansiada esperanza en la naturaleza, ese paraíso terrenal atacado desde uno y mil frentes, por la impericia, el descontrol y la carencia de racionalidad en las respuestas de una gran mayoría de sus pobladores. Nos tranquiliza y admira el honesto proceder de todos aquéllos que aman y cumplen cívicamente con el positivo trabajo que desempeñan, aportado día tras día al colectivo social. A todos, pero de manera especial, aquéllos que hemos estado, o permanecen activamente, vinculados al entorno de la educación, nos preocupa la formación de las nuevas generaciones que habrán de tomar el relevo en todos los mandos del organigrama social. Frente a esa preocupación, por la desorientación de tantas familias en la educación de sus hijos, alienta la esperanza y convicción de que en ellos está la alegría y confianza para las sucesivas hojas de ese almanaque impasible, en su necesidad, de caminar siempre hacia adelante. Y así, una larga sucesión de imágenes, hechos y acontecimientos de los que somos protagonistas u observadores pasivos por su influencia, heterogénea y desigual, en nuestras vidas.

Tras beber un nuevo sorbo de sidra o cava, admirar esos simpáticos y alegres antifaces bajo gorros fucsias, azules o cromados, en medio de una acústica ensordecedora de trompetillas, matasuegras y danzas oscilantes de brazos, cinturas y generosos y orondos traseros. Tras mostrar acomodada y teatralizada atención a esa historia por enésimas vez narrada, entre suspiros, de la abuela por su Manolo, en aquél Fin de Año inolvidable para su memoria. Cuando el colapso de la telefonía, a las doce y un minuto, va dejando paso a la intercomunicación (móviles, ordenadores y tabletas) de parabienes, deseos y frases ingeniosas, miramos, si el ruido nos lo permite, hacia ese listado de propósitos y cambios que con firmeza, ayudada por los grados permisibles de la copa, nos proponemos emprender en nuestra trayectoria, a partir de mañana. Día Nuevo tras la Noche Vieja.

Comentaba, al inicio de esta reflexión, que, en ese listado para la renovación, aparecía la práctica regular del ejercicio físico, el aprendizaje ¡esta vez ya en serio! de ese idioma necesario para la profesión, ocio u otra necesidad, el cuidado de la dieta, a fin de controlar esos gramos que se transforman en kilos para el riesgo corporal, algunas reformas pendientes en un hogar que se ha ido llenando de achaques, por el uso continuo y descuidado de sus dependencias. Ser más agradable con los demás…… Y de pronto, cuando la “fiesta” comienza ya a decaer, próximas ya las manecillas a las dos de la madrugada, te “asalta esa vena altruista y generosa que todos llevamos bien guardada en ese ático a cien escalones de nuestro corazón. ¿Y si le llamo y limamos asperezas? Por cuatro tonterías de niños pequeños, rompimos ese puente relacional que, sin duda, él y yo hemos lamentado, en más de una ocasión. Él por mí y yo por él, ambos egos nos han mantenido alejados en la oscuridad necia de los silencios.

Mientras tanto, continúa la tele emitiendo esas canciones enlatadas de artistas famosos, todo muy bien escenificado y grabado a finales de Noviembre. O aquel otro personaje que, en el cotillón contratado a instancias de la señora, anhela con disimulo que toda aquella falsa parafernalia llegue a su término, pues esa tercera copa de cava le ha roto los equilibrios orgánicos, por una cena demencial para sus moderados hábitos alimentarios. Y no es cosa de levantarse para ir al servicio de nuevo, por el qué dirán los restantes matrimonios de mesa, compañeros de salida los viernes en la noche. Y la orquesta sigue reclamando participación en la pista de baile, interpretando una de Bisbal, dos treinta y cinco de la madrugada, tras un recio y castizo pasodoble que animó a muchos de los presentes incluso a entonar.

¿Renovación? ¿Continuidad? Creo, sinceramente, que la grandeza en la opción se halla en el punto medio del equilibrio. Ese día 1 en poco se tiene que diferenciar de su vecino, el 31. Y es positivo, nadie lo debe dudar, el plantear o programar proyectos. Pero habrá que hacerlo bajo el férreo protagonismo de la voluntad. Buscar razones y argumentos para el hacer y el cambiar. No de una forma alocada y de huída hacia delante. Sino aplicando y compensando la valentía de la aventura con la prudencia templada de lo racional.

Camino ya de casa, mientras conduce el Skoda, Sebas le dice a su joven esposa una frase (son las tres y quince del Nuevo Día) bajo un cielo limpio donde lucen, coquetas y brillantes, algunas estrellas. Margot, algo somnolienta y aún sudorosa, asiente con un gesto afirmativo ante la orfandad de las palabras. “Tenemos que hablar..... más. Entre nosotros reina, cada vez más, el paisaje de los silencios”. Son palabras sinceras en su crudeza, valientes, frente a la incomunicación de tantas oportunidades perdidas. Los semáforos guiñan en naranja. El tráfico está fluido, pues aún no se ha producido la vuelta a casa, por parte de la mayoría social. Hace frío y es intensa la humedad en el ambiente. Ya es un Nuevo Año. Sepamos aprovechar esta nueva oportunidad.-

José L. Casado Toro (viernes 30 diciembre 2011)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

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