viernes, 2 de diciembre de 2011

EN UN LLUVIOSO DÍA, PARA LA OBLIGACIÓN CÍVICA

Fue mi imagen, aquella escena grabada en una larga y dura jornada para la responsabilidad. Fueron más de catorce horas, las que estuve formando parte de una mesa electoral, como primer vocal titular, por decisión del sorteo llevado a cabo en la Junta Electoral. Lo entendí como una ineludible obligación cívica en un día de meteorología adversa, como la que nos deparó ese domingo 20 de noviembre. Elecciones Generales, 2011, para renovar el Congreso de Diputados y el Senado del Estado español, en orden a la formación de un nuevo equipo gubernamental. Vayamos pues a esa y a otras imágenes retenidas en la memorias, para reflexionar, posteriormente, acerca de los resultados electorales que han salido de estos importantes comicios (en realidad, lo son todos) por la especial situación en que vive España y el resto del Mundo.

Apenas falta una hora para el cierre de mi mesa electoral, ubicada en un Colegio público muy cercano a mi domicilio. La afluencia de votantes es ya reducida, a esa hora en que la tarde cede su protagonismo horario a las brumas nocturnas. Reina una temperatura desapacible en esta vetusta institución educativa, con antigüedad de finales de los cincuenta, en la pasada centuria. Imaginaba, en su ausencia, la alegría de los cientos de críos y crías, correteando cada mañana, por sus pasillos y dependencias, inundándolas de una sana y vital energía. En ese preciso momento, se acerca una mujer a nuestra mesa (había otras cuatro en esta sede) con la intención de emitir su voto. Cabello corto, andar pausado e importante volumen en su masa corporal. No viene especialmente abrigada a fin de combatir lo gélido del día, tras una persistente e intensa lluvia que ha enfriado la noche. Observo sus ojos. Son más azulados que grises, tras una gafas poco favorecedoras para la estética facial. Viene sola, sin la compañía de otra persona, algo inusual en la mayoría de los votantes. Entrega su documento de identidad a la Presidenta de nuestra mesa, sin mediar palabra alguna como saludo. Espero la comprobación que realiza mi compañero, en las listas del Censo, antes de anotar su nombre en el listado de votantes. Se le indica que no es ésta la mesa donde que le corresponde emitir su voto. Tras unos segundos, de tenso silencio, rompe a llorar amargamente, sin dar explicación alguna ante su sentimental e inestable respuesta. Los tres miembros titulares de la mesa, junto a los dos interventores que nos acompañan, cruzamos nuestras miradas con el asombro lcada de su vida. a mujer que se halla en la tercera dntores que nos acompañaban, cruzamos nuestras miradas con el asombro lsa enógico ante la actitud de esta mujer que se halla en la tercera década de su vida. Le rogamos si puede mostrarnos el documento de notificación electoral. No lo lleva consigo. Suspiros y lágrimas silenciosas, son su única respuesta. Unos de los interventores actúa con eficaz rapidez. “Venga, Sra. acompáñeme que vamos a comprobar las restantes listas del Censo, en las otras mesas del Colegio”. Pudo emitir su voto en una de ellas. Apenas restaban quince minutos para las ocho de la tarde. La humedad y el frío se habían hecho dueños de este domingo, en Noviembre. Lágrimas en una mujer…….. que quedaron sin explicar.

Quiero hacer también mención a un par de aspectos, sobre el recuento de las papeletas, en una mesa en la que votó más del 70 % de los 750 electores inscritos. Diecinueve de ellos lo hicieron por correo. Mientras que los sobres para el Congreso de Diputados no ofrecieron más dificultad que la de su elevado número, en los del Senado las anécdotas fueron más que numerosas. Los textos caligráficos, que muchos electores habían escrito encima de la hoja anaranjada, no dejaban margen a la duda. El rechazo a esta Soberana Institución se plasmaba en palabras de una cierta dureza con respecto a su inutilidad. Algunas personas también habían introducido en el sobre algunas significativas imágenes, en fotocopias, cuyo contenido iba en esa misma tendencia. Si se repara en los resultados provisionales de todo el Estado, observamos que 2.167.765 han sido votos en blanco o nulos, para el Senado de España. Exactamente, un 9,05 % de aquellos que les correspondía votar. A ello le sumamos la abstención que, para esta Cámara, ha sido casi del 30 %. Es obvio que uno de esos recortes, con los que diariamente se nos amenaza, por parte de los gobernantes, debería ser el ahorro de esta Cámara cuyo rentabilidad no justifica el coste económico que conlleva para nuestros impuestos o tributos. Creo que son unos 55 millones de euros anuales, para una gestión que probablemente sólo los nacionalistas y los 266 políticos agraciados valoran. Resultó igualmente laboriosa la contabilidad de los votos correspondientes a los candidatos al Senado. En la era de las Nuevas Tecnologías, sólo disponíamos de papel, bolígrafos, unos complicados estadillos o plantillas, más los sobres correspondientes. Contabilizar grupos de votos, con los “palotes” a la vieja usanza escolar, siendo más allá de las 22 horas, resultaba paradójico y trasnochado, estando en el año 2011. Y el clímax final llegó cuando se nos inundó de impresos, sobres, actas y papeletas, todo un conjunto de burocracia que había de ser firmado por todos los miembros de la mesa e interventores. Hasta los sobres de los votos nulos debían llevar estampadas nuestras cinco firmas. Los grupos de comunicación ya concretaban resultados, escaños y porcentajes. Sus medios técnicos tendrían una mayor modernidad para el milagro informativo, sobre los folios, bolígrafos, rotuladores y reglas, además de los ejemplares del Censo, puestos a nuestra disposición. Yo no vi ordenador disponible alguno en todo el Colegio Electoral. Precisamente una Sede donde habían funcionado nuestras cinco mesas, para el ejercicio democrático del voto. La baja temperatura, acompañada de la intensa humedad ambiental, sólo podía ser combatida con un buen abrigo. Eso sí, se nos entregó un sobre, con 62 euros, para cada uno de los tres miembros de la mesa, por nuestra obligatoria dedicación de casi quince horas. ¿Por qué no ofertar esta responsabilidad cívica a ciudadanos que sufren la lacra del paro laboral? Hubiera sido una modesta ayuda económica para, al menos….. un día de trabajo.

Comentaristas u analistas mediáticos han inundado las páginas, físicas y on-line, de sesudas, objetivas e interesadas interpretaciones, sobre los resultados del 20 N. El mapa español se cubre mayoritariamente de azul celeste. Congreso, Senado, Ayuntamientos, Diputaciones, organismos y sociedades, se ven teñidas y dibujadas por el monocolor azul del poder. Es lo que la ciudadanía española desea y todos, absolutamente todos los demócratas, debemos respetar. Ciertamente, la opción conservadora vive y viaja unida, ya desde hace tiempo. Casi once millones de votos. Mientras, las opciones progresistas se ven fragmentadas, divididas y enfrentadas. Casi siete millones de votos el PSOE. 1,6 millones, Izquierda Unida. 1,1 millones la UP y D. Otro millón más para CIU (aunque esta formación prioriza sus objetivos e ideales nacionalistas, sobre otras consideraciones y obligaciones ideológicas). Y otro millón más de votos para otros partidos nacionalistas o regionalistas, de distinto signo y carácter. Ese es un primer factor a tener en cuenta para el análisis. La unidad de la derecha ideológica, aglutinada en el victorioso Partido Popular. La Ley D´Hondt potencia el voto de las mayorías, sobre la estricta proporcionalidad de votos: 186 diputados, el PP. 110, el PSOE. 16, CIU. 11, Izquierda Unida, etc.

En un primer análisis, tenemos la cruda derrota del, hasta ahora, partido gobernante, cómodamente desnaturalizado en su ideología, sometido a los dictados interesados e inmisericordes del mercado financiero, profundamente ineficaz para dinamizar el sector laboral y atacado, de manera intensa y continua, desde todos los frentes posibles e imposibles. Entre sus más notorios errores ha estado la no convocatoria de elecciones anticipadas, como mínimo, a comienzo del año en curso. Esperar tanto, hasta finales de noviembre, ha incrementado y multiplicado los desafectos, incluso entre sus propios votantes progresistas. Ha sido un lamentable, y decisivo, error. Hace muchos meses, defendí argumentalmente, en las líneas de estos artículos semanales, la necesidad urgente de adoptar esa democrática decisión. No se hizo, esperando vanamente al cambio de ciclo. Y aquí están los resultados. Centro focalizador de todos los males, reales o ficticios, tendrá que realizar, a partir de este momento, una profunda catarsis renovadora. Deberá volver a sus verdadera señas de identidad ideológicas. El sentido progresista de trabajar por los sectores sociales más desfavorecidos, para una socialización posible de los bienes y recursos. Justa y equitativa. No ha sabido, no ha podido, enfrentarse con fortaleza a los tentáculos inmensos del capital. Ha tenido que tomar medidas tardías, al dictado de Europa y los mercados, alejando, en la incredulidad, a la parte social que naturalmente le apoya. La “travesía del desierto” ya debería haber comenzado. Al menos, cuenta en su haber con la confianza generosa de siete millones de votantes, en esta muy difícil coyuntura de los ciclos alternantes que nos impone el capitalismo. Siete millones de “idiotas”, en las muy desafortunadas, pobres e hirientes palabras de ese cualificado dirigente del Partido Popular.

La totalización, efectiva, del poder. Ese va a ser el gran riesgo del partido victorioso en las urnas. Bueno, queda aún la batalla, ya ganada de antemano, por Andalucía. Con todos los frentes a su favor, la cota del gobierno andaluz no ofrecerá mayor dificultad para sus huestes enardecidas. Salvo que en los cuatro meses que restan, para el último “parte de guerra” el haber tenido que lidiar con esos crueles mercados financieros, adoptando decisiones profundamente “impopulares” para el bienestar de la ciudadanía, dificulte la consecución gubernamental de esta mimada tierra, más acá de Despeñaperros. Con tan totalizador poder entre sus manos ¿contra quien van a dirigir ahora sus dardos monocordes, e insolidarios, en ese ejercicio opositor que tan bien saben teatralizar? Cuando también el Palacio de San Telmo esté en su patrimonio simbólico ¿qué argumentos les va a quedar a todos los alcaldes y concejales, a las diputaciones, a los parlamentarios y senadores, del partido de la gaviota, para sustentar decisiones y justificaciones, en el quehacer diario de su gestión? Va a resultar patético, o divertido si cabe, las respuestas y actitudes de todos estos dirigentes populares, especialmente si consultamos la gran verdad que atesora la fiel y reveladora hemeroteca de la memoria. Once millones de votos, y otros muchos que nos les han votado, que desean, sinceramente, ejerciten la eficaz voluntad, el acierto y la inteligencia de sobrellevar, de la mejor forma posible, esta crisis globalizada que padece el Mundo, perpetrada por la espúrea ambición financiera del capital. Anuncian, para los próximos meses, recortes y sacrificios. Demandan lealtades y colaboración para el consenso. Exactamente, todo lo contrario de lo que ellos han ofrecido desde la oposición. Pero no se les debe pagar, con la misma contaminada moneda. Esta Nación debe estar muy por encima de sus ambiciones, cinismos y oportunismos. Habrá que creer, y practicar, en el consenso y en la lealtad. Igual toman conciencia (nunca hay que perder el valor de la fe) de lo que debe ser una limpia y noble oposición. La situación de nuestro país está, democráticamente, en sus manos gestoras.

La valoración que hace hoy la ciudadanía, sobre la clase política en España, no es especialmente positiva. Más bien, todo lo contrario. Las encuestas y estudios sociológicos destacan esa tendencia, muy crítica, sobre el comportamiento de aquéllos que se dedican a ejercer la función política. Por supuesto, al igual que en todas las profesiones, no se debe generalizar de forma indiscriminada. Pero la percepción que se tiene sobre la gestión de aquéllos resulta, globalmente, muy desfavorable. De ahí que no extrañe la eclosión de movimientos ciudadanos de repulsa, como el denominado “Indignados” o ecologistas. Movimientos que no sólo focalizan su descontento sobre los políticos. También las egolátricas organizaciones financieras son objeto de una profundo análisis crítico, a raíz de la intensa crisis económica que actualmente padece la mayor parte de los países. En el 20 de Noviembre español, ese 71,69 % de participación en el voto indica un clamor y una esperanza, para que esta situación de descrédito comience a cambiar. El ciudadano contribuyente exige honradez en la conducta, pide eficacia en la gestión y anhela colaboración, respeto y buena voluntad, para afrontar las dicultades del día a día, por parte de los políticos. Ellos, y sólo ellos, son los que pueden recuperar la confianza de una ciudadanía profundamente desilusionada y escéptica. En sus manos está cambiar esta entristecida e incrédula percepción social.-

José L. Casado Toro (viernes 2 diciembre 2011)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

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