viernes, 2 de septiembre de 2011

CONSIDERACIONES Y OPCIONES ACERCA DEL APRENDIZAJE ESCOLAR.

¿Por qué el aprendizaje resulta tan desigual en las aulas? ¿Por qué se contrasta, de forma tan notoria, el éxito de algunos con el fracaso de otros, ya sea en los niveles básicos o elevados de conocimientos y competencias? ¿Por qué unos aprenden y otros no? Plantear un interrogante de esta naturaleza puede parecer obvio, “infantil” o banal. Cualquier ciudadano, incluso ajeno al mundo de la docencia, podría aportar numerosas, muy variadas, razones para justificar esta realidad que vemos suceder, de forma regular e inevitable, cada final de curso, en el ámbito de los resultados escolares. También deberíamos preguntarnos, en íntima relación con esta cuestión, cómo se produce y cuál es la mejor técnica para conseguir ese anhelado aprendizaje.

Es indudable el afán de todo Profesor por conseguir el mejor rendimiento entre todos sus alumnos. A este fin, aplicará la mejor metodología para su esforzada y compleja, en su destreza, acción didáctica. No podría ser de otra forma. Entre veinticinco o más jóvenes que componen sus grupos de clase, unos responden con resultados positivos, mientras que en otros la frustración resulta profundamente decepcionante. Y aquí tenemos un primer elemento que es, realmente, importante. Mientras que para unos, el método que aplicas es el adecuado, para otros, esa tecnología docente no es la idónea, resultando ineficaz e improductiva en tus expectativas. El problema adquiere relevancia pues hay grupos de alumnos, en los que su heterogeneidad sociológica es de tal calibre, que exigirían numerosas y variadas metodologías a fin de conseguir una mayor homogeneidad en las respuestas del colectivo discente. “Mire Vd. yo no tengo en clase seis o diez alumnos. Tengo que enseñar y trabajar con treinta. Y no doy una hora de clase al día, sino que a veces he de explicar tres, cuatro o más horas, en esa jornada continua de ocho a dos media, en el día”. El deseo, elogiable a todas luces, de impartir clases verdaderamente individualizadas, se torna, más que difícil, utópico, en las actuales circunstancias administrativas. Se hace lo que se puede, la voluntad es innegociable, pero el profesional es un ser humano. No es un “machine man” o, si se quiere, un supermán.

Los especialistas en psicología, junto a nuestra propia experiencia en el tema, confirman que la mejor forma de implementar el aprendizaje es mediante la vía o anclaje relacional. Es decir, vincular el nuevo conocimiento sobre los fundamentos previos que ya poseemos en nuestra mente. Atar o anidar conceptos, destrezas y valores, competencias personales en su globalidad, sobre esas raíces que ya se poseen, más o menos consolidadas. De ahí que resulte imprescindible detectar, para conocer, el nivel real de conocimiento que se posee de un determinado tema, unidad o experiencia determinada. Partir de lo que ya se conoce, para profundizar y avanzar más en ese cuerpo de conocimiento. No resulta desdeñable comenzar una sesión didáctica preguntando, a nuestros alumnos, acerca de su percepción y dominio conceptual, sobre aquello que pretendemos explicar. Se puede llevar a cabo, este muestreo indicativo, dirigiéndonos aleatoriamente a varios escolares o llevando a cabo una encuesta, por escrito, de forma totalizada al conjunto del aula. En coherencia con este planteamiento, si trabajando en 2º de bachillerato, hay determinadas” lagunas” en contenidos conceptuales, procedimentales o actitudinales que habrían de estar ya consolidadas, desde la Primaria o Secundaria obligatoria ¿no sería más inteligente y práctico retomar este aprendizaje, a fin de “recuperar” estas raíces o ideas previas de conocimiento? Seguir construyendo sobre un edificio carente de buena cimentación es erróneo, resulta ineficaz e, incluso, peligroso por su temeraria imprudencia.

Repetir. Repetir para grabar y enraizar. La “tabla de multiplicar” no se “negociaba”. Se repetía. La provincias que integraban cada una de las regiones o comunidades, se repetían. Hasta acabar aprendiéndolas. Te puedes caer de la bicicleta. Una y tres veces. Síguelo intentando, pues conseguirás ese equilibrio que ahora es fácil y antes muy complicado. El aprendizaje por repetición no es tan desdeñable en su operatividad. En una mayoría de casos, su aplicación se plantea como imprescindible. Grabe las epigrafías necesarias en su mente, con el martillo y cincel repetitivo de la voluntad.

Y “eso” de la memoria. Fue desdeñada por esos santones de las reformas, que tanto daño han provocado en generaciones inocentes e incultas. Debo aclarar que es positivo y saludable reformar. La vida misma es una reforma continua, en progresión. Pero cuando hay intereses espúreos o fanáticos, en esos procesos administrativos, los resultados son los que padecemos. “Brillan” por su nefasta presencia. Es imprescindible comprender y entender. Nadie ha de dudarlo. Pero también hay que memorizar. No todo se puede llevar, con esa irresponsable alegría, al parlamentarismo negociador. Hay, habrá que aprender esa fórmula, por… memoria. Después, tiempo habrá de habilitar racional y “genéticamente” el proceso de su virtualidad.

Nunca los extremismos han sido aconsejables. Aprendizaje por descubrimiento frente a la tradicional clase magistral. Para los no versados en la materia, habrá que aclarar que la primera de estas posibilidades escolares consiste en que el alumno, debidamente asesorado por su Profesor, vaya consiguiendo integrar distintos conocimientos programados, tanto en lo conceptual, actividades prácticas y, también, determinados valores para la persona. Haciendo hincapié en los dos primeros objetivos. Los más jóvenes en el aula se convierten en inquietos investigadores de la cultura, ayudados por diversas fuentes: el manual de la materia, los libros que están a su disposición en la biblioteca, tanto en el centro como en su propia clase, ordenadores bien conectados a la herramienta Internet, la información mediática a través de la prensa oral y escrita e, incluso, con las visitas externas, a bibliotecas , archivos y organismos, de titularidad pública y privada en su localidad de residencia. Se hacen o “investigan” ampliaciones para la unidad didáctica, objeto de estudio, trabajos de iniciación a la investigación, preparación de exposiciones ante sus compañeros de clase, etc. En este caso, o metodología para el conocimiento, el protagonista es, básicamente el propio alumno, con metas a conseguir adaptadas a su edad, nivel y bases conceptuales integradas y consolidadas en su persona.

En el caso de la tradicional clase magistral, el Profesor adquiere la mayor parte del protagonismo en cada una de las sesiones didácticas. Se prioriza el modelo de conocimiento que aquel representa y que los alumnos tratarán de mimetizar. Explica, ayudándose de los recursos necesarios y disponibles, los contenidos programados para cada uno de los días. Da su clase, la de “toda la vida” mientras el alumno va anotando en su cuaderno de trabajo los apuntes que considera necesarios o aquellos en los que con mayor incidencia se detiene el docente. Notas que posteriormente debe estudiar, contrastar y ampliar, en el ámbito de su hogar o biblioteca, durante las horas no lectivas de tarde o fines de semana. Las bases del conocimiento provienen básicamente de esta fuente magistral representado por el profesional que ejerce la enseñanza. No supone, esta posibilidad, que éste se limite a explicar y a explicar, sino que debe, intercalar la participación de sus alumnos, con preguntas, intervenciones, resúmenes y trabajos, individuales y colectivos, actividades que deben enraizar los conocimientos expuestos.

Una y otra técnica para el aprendizaje resultan válidas o, dicho de otra forma, hacen posible que se avance en la asimilación de conocimientos. Tienen sus ventajas y operatividad pero, al tiempo, y llevadas a su aplicación extrema, sus peligros y deficiencias. Lo deseable y razonable es que ese conocimiento no proceda de una única vía. El esfuerzo investigativo de alumnos que están aún lejos de alcanzar la mayoría de edad o el también el esfuerzo monopolizador del docente al “impartir “ diariamente su lección, deben huir de protagonismos exclusivos. Ni el alumno debe actuar durante nueve meses como precoces investigadores, ni el Profesor ha de ejercer el rol académico de conferenciante en el continuo comunitario del curso escolar. Para un adecuado aprendizaje lo ideal sería y es mezclar ambas opciones, evitando, en lo posible e imposible, llevarlas a su planteamiento más radical, unitario e inflexible. El Profesor debe explicar. El alumno debe actuar, con la gradualidad necesaria, en conseguir, bien dirigido, sus propias necesidades de conocimiento. Autónomas o programadas en la planificación docente que la autoridad docente ha debido establecer a comienzos de Curso. Resulta obvio matizar que esta programación debe tener un carácter flexible y adaptable a la evolución de los imprevistos, oportunidades y de los intereses e incentivos diarios que nos vaya proponiendo el entorno social u otras circunstancias.

Existen otras técnicas, fundamentales o colaterales para alcanzar con éxito la plataforma personal del aprendizaje. No quiero finalizar esta aportación al tema que nos ocupa sin dejar de referirme a una estrategia pedagógica que considero de aplicación insoslayable y que nutriría de sentido operativo otras posibilidades ya expuestas. Es aquella que podríamos titular como la dinamización motivadora, colectiva e individualizada. En este fructífero campo, para incentivar la positiva respuesta del niño u joven, tendría mucho que decir y hacer una acción tutorial, bien organizada y aplicada. También, el equipo educativo y/o docente, trabajando, de forma real y generosa, en colaboración grupal. Y, por supuesto, la respuesta y apoyo familiar, para equilibrar autoridad, diálogo, comprensión y estímulo. También, las compensaciones y las exigencias. Tendríamos que ejercer todos de un poco psicólogos, a fin de potenciar porqués, voluntades y razones, en el mapa orgánico de los más jóvenes del aula.

Metodología individualizada o adaptada, el anclaje en los conocimientos previos, la acción repetitiva, mecanicista y comprensiva, la referencia operativa de la memoria, el aprendizaje por descubrimiento, la exposición o clase magistral, la dinamización motivadora para la voluntad en responsabilidad……. Instrumentos y recursos que el profesional de la enseñanza ha de saber valorar aplicar como opciones para su acción educadora. En conocimientos. En destrezas. En valores. No tengo reparo alguno en utilizar, también, el término, hoy día en los “altares” terminológicos de competencias. Al fin y a la postre, nuestra voluntad y esfuerzo estará dirigido a que los alumnos, todos ellos, cumplan sus expectativas de aprendizaje. –

José L. Casado Toro (viernes 2 septiembre 2011)

Profesor

http://www.jlcasadot.blogspot.com/


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