viernes, 10 de noviembre de 2023

DOS AMIGOS

En nuestro discurrir existencial suelen darse situaciones de difícil comprensión, derivadas de la peculiar naturaleza que afecta a los seres humanos. La vinculación entre dos amigos puede llegar a ser tan fraternalmente intensa, que su relación se asemeja a la que mantienen dos hermanos de sangre e incluso la supera en determinados casos y momentos. Con ese amigo íntimo se comparten todas las complicidades, se le pide cualquier tipo de consejo, antes de hacerlo incluso con los progenitores o familiares de diferente nivel o proximidad. Sin embargo, también suele ocurrir que esa profunda amistad “de toda la vida” se resquebraje, se rompa por causas muy diversas o incluso difíciles de entender. En este caso resulta extremadamente difícil arreglar o reparar esa muy dolorosa fractura, entre dos seres que hasta ese momento era como “uña y carne”. En este contexto se inserta el argumento de nuestra historia semanal.

La entrañable amistad entre SERGIO Celaya y MARCO Román se generó en los años de estudios universitarios. Generacionalmente ambos jóvenes eran coetáneos. Habían nacido en el año 1980, por lo que iniciaron el primer curso del grado de derecho en 1998, centenario de importantes hechos históricos y literarios para la nación española. En los primeros días de las clases, se sentaron juntos en las aulas que les correspondían, intercambiaron diversos comentarios propios de jóvenes que llegan a la universidad y fueron cimentando y sellando una hermosa amistad que los dos estudiantes pronto iban a considerar “indestructible”.

Sergio era hijo de un honrado dependiente de panadería y confitería, que con admirable esfuerzo (y la ayuda de una beca de la administración educativa) había logrado dar “buenos estudios” a sus dos hijos (varón y hembra). Don Simón, el panadero, se sentía el hombre más orgulloso del mundo al ver a su primogénito matriculado en la facultad de derecho, en el campus de Teatinos malacitano. Por su parte Marco era hijo del cuerpo de la Guardia Civil. Su padre estaba destinado a los servicios de vigilancia del puerto de Málaga. Este joven siempre había sentido “atracción” o vocación por el mundo jurídico, tal vez influido por su abuelo materno, que había llegado a ser notario en la importante localidad malagueña de Antequera. No tenía hermanos en su unidad familiar. En resumen, uno y otro amigo pertenecían, sociológicamente a dos familias de clase media, que residían en barrios señeros de la capital malagueña: Sergio vivía en la barriada de Ciudad Jardín, en la salida norte de la ciudad, mientras que Marco lo hacía en una barriada muy próxima a la de su amigo, el también popular barrio de Martiricos, los dos muy cerca del cauce del Guadalmedina, el “rio de la ciudad”.   

Los dos íntimos compañeros de clase estudiaban y preparaban sus ejercicios en los domicilios de uno u otro. Intercambiaban cordialmente los apuntes y era frecuente que merendasen y cenasen en el domicilio del respectivo amigo. También compartían el tiempo de ocio, realizando atractivos recorridos senderistas y asistiendo a sesiones de cine o a conciertos de música clásica, a la que ambos eran aficionados. Precisamente el destino quiso que se vincularan a dos jóvenes universitarias: MAYA, estudiaba magisterio, en la rama de educación especial, mientras que EUSEBIA, cursaba el grado de turismo. Ambos noviazgos se iniciaron durante la celebración de una fiesta de fin de curso, en junio del 2000 a la que asistieron los cuatro jóvenes. A partir de estas dos vinculaciones afectivas, las dos parejas compartían igualmente tanto el estudio como las actividades de ocio para la distracción. Salían al campo con cierta frecuencia durante los fines de semana. En la época del buen tiempo también disfrutaban desplazándose a las playas malacitana, Su gran afición a la gran pantalla les hacía pasar gozosas tardes de merienda y cine, mientras sus respectivas familias veían con natural comprensión la buena relación que unía a las dos parejas. 

Algunos compañeros de clase, con ganas de guasa y el propio “cachondeo” de los cuerpos juveniles, les habían adjudicado el “mote cariñoso” del “cuarteto de la música feliz”. A pesar de todo ello, las dos parejas trataban de evitar la separación con los demás compañeros de sus clase o vecindad, pues consideraban negativo encerrarse entre ellos cuatro, lo que perjudicaría la imprescindible y saludable socialización.

Sergio y Marco finalizaron sus estudios de grado en el año 2002. Uno y otro tenían un “estupendo” expediente académico, con calificaciones brillantes, para satisfacción de ellos mismos y sus respectivas familias. Podían presentar un buen “currículo” escolar a cualquier empresa que necesitaran licenciados o graduados en derecho. Ambos necesitaban y apetecían ponerse a trabajar lo antes posible.  Hicieron varios intentos para este fin, siempre de manera “mancomunada” y los dos amigos fueron pronto captados por una importante empresa de seguros multirriesgo, que detectaron con buen ojo esa fuerza y entusiasmo de una joven generación que podía ser muy útil a la entidad, SEGUROS UNIVERSAL, que operaba no sólo en Andalucía sino en las provincias más importantes del territorio español. La sede central se encontraba en la capital de Cataluña.  Sergio y Marco fueron destinados a la nueva filial inaugurada en Estepona, localidad de la costa occidental provincial, que en aquel momento permitía controlar toda la “milla de oro”, trabajando con gran entusiasmo y colaboración, obteniendo muy buenos resultados de importante clientela.

Con una diferencia de medio año, los dos amigos se unieron matrimonialmente con sus novias de “siempre”, Maya y Eusebia. Tomaron residencia, en régimen de alquiler, en dos urbanizaciones cercanas de la localidad esteponera. En realidad, las dos parejas semejaban como ser familiares. Cada sábado noche, preparaban una bien organizada cena, alternando en los domicilios respectivos. Tras los suculentos platos preparados, disfrutaban de alguna película bien seleccionada descargada de las plataformas cinematográficas a las que se habían asociado. También se entretenían practicando tradicionales juegos de mesa (parchís, la Oca, monopoly etc.). Cuando llegaban las vacaciones de Navidad, Semana Santa o veraniegas, los proyectos de viajes eran “negociados” de manera hermanada, para compartir las experiencias, ya fuese en espacio nevados, o emblemáticos por su belleza, como Galicia, San Sebastián o Cantabria, aunque también elegían ciudades tan significadas por su romanticismo, riqueza monumental e historia, como París, Roma, Atenas o Estambul. 

En el aspecto laboral, tanto Sergio como Marco eran diestros y aguerridos profesionales, para la captación de “carteras” suculentas que beneficiaban lógicamente a la entidad aseguradora. Cuando firmaban contratos muy “sustanciosos, eran compensados con interesantes incentivos, comisiones que iban sustentando esos ahorros que les permitían disfrutar gozosamente de la vida. Al ser matrimonios jóvenes, tanto Maya como Eusebia consideraron oportuno, acordando con sus respectivos maridos, postergar la llegada de los embarazos. Entendían que no era perentoria la maternidad en esa época tan sugerente y vitalista para el disfrute de sus prometedoras existencias.

La competitividad de los dos íntimos amigos era manifiesta y saludable, aunque ambos consideraban prioritario que la empresa estuviese satisfecha de los resultados al final de cada mensualidad. Precisamente la entidad estaba a punto de abrir una nueva sede en el corazón de la “milla aúrea”, la bella ciudad marbellí. Tanto Marco como Sergio percibían que, entre otros candidatos, los dos estaban en la lista de “propuestos” para optar al apetitoso y reconocido puesto de director de la oficina central de Marbella.

Sus caracteres personales no eran idénticos. Quizá por eso la complementación entre ambos había acrisolado tan intensa amistad. Sergio era de temperamento más sosegado y sereno para las respuestas en el día a día, mientras que Marco, por el contrario, era más nervioso e incluso “impetuoso”. En ocasiones tenía que dejarse aconsejar y “frenar” ante las convicciones y racionamientos de ese “hermano” amigo que el destino le había deparado. Por primera vez, en su admirable vinculación, el asunto de la dirección en Marbella puso a prueba su extraordinaria “complicidad”. Los superiores decidieron, tras analizarlo muy detenidamente, que Marco fuera el elegido para dirigir la nueva y muy importante sede marbellí.

Tras el lógico “impacto inicial, Sergio supo reaccionar con admirable entereza. Aceptó sin problema y grandeza personal la decisión de los jefes, que habían decidido en favor de su amigo. Incluso se prestó, a nivel laboral, a organizar la cena homenaje para su siempre amigo “del alma”, a la que asistieron prácticamente el resto de los compañeros de la zona. La grata velada tuvo lugar en una “elitista” y afamada sala de fiestas” en el entorno de Puerto Banús. Sin embargo, también tenía momentos reflexivos y de auto análisis, para ver en que había “fallado” para no ganar el codiciado puesto. Tenía la percepción de que su “gran hermano” se había sabido mover mejor entre las bambalinas del tejido empresarial. Por primera vez, sospechaba que la coordinación que ambos siempre habían mantenido no había funcionado en este episodio de competitividad laboral. Sospechaba, en las brumas de su intimidad, que tal vez no conocía bastante bien a esa persona tan vinculada a su vida.

Estas dudas y lógicas tribulaciones se incrementaron cuando una tarde fue a tomar el café de la merienda con un veterano compañero, Salomón, persona íntegra, valorada y apreciada por todos los trabajadores de la empresa. Entre sorbo y sorbo, este apacible compañero, curtido en mil y una batallas y ya cercano a su muy merecida jubilación, se le quedó mirando a sus ojos y le confió de forma escénicamente plena de sinceridad, algo sorprendente que en modo alguno podía imaginar:

“Compañero Sergio, siempre he admirado tu juventud y tu buen hacer. No he olvidado, nunca lo haré, tu generoso y admirable comportamiento en el duro mes, cuando operaron a mi mujer. Te prestaste a hacer horas extraordinarias, para compensar mis ausencias del trabajo ya que tenía que estar en el hospital. Y nunca me pediste nada cambio por esa generosa ayuda. En realidad, fuiste el único que sin pedírtelo me echaste esa mano que lo recordaré mientras viva. Te debo decir algo que sólo por mi veteranía (ya voy por los 63) y por el trato subsiguiente con toda clase de personas, puedo trasmitirte. Y no creo que me esté equivocando. Ten cuidado, mucho cuidado, con tu amigo íntimo Marco. Quizá tenga méritos suficientes para ese puesto de director en Marbella. Pero, con toda honradez, afirmo que no te supera en currículum y capacidad. Sólo pretendo que este consejo te sea útil y que no te hagan sufrir la “ruindades de la vida”. No lo mereces. Seguro que estarás pensando en qué datos me baso. En los datos de una larga vida de luchas, zancadillas y malas artes por esos egos que nos degradan y envilecen”.

Las serenas palabras del compañero Salomón, una buena persona, en todos los órdenes, lastimosamente “baqueteado” por la enfermedad de su mujer, le dejaron muy pensativo. Sólo acertó a responder con una cariñosa frase: “Gracias amigo. Sé que me aprecias”.

Con el nuevo y espectacular puesto de Marco, los dos amigos/hermanos, como ellos proclamaban, se esforzaron en que no perjudicara su tradicional relación, con 15 años ya de ejemplar “antigüedad” Pero su relación se fue “enfriando” y su comunicación fue entrando en fase de declive. Desde luego que las cenas de fines de semana continuaron, aunque bastante más espaciadas. Por primera vez, las vacaciones no fueron ya planificadas entre los cuatro, aduciendo uno y otro amigo nimias justificaciones. Desde luego que, de cara a la galería, aclaraban acerca de ese supuesto distanciamiento: “es todo consecuencia de la tensión del trabajo”.

Y así fueron pasando los meses y los días.

Una tarde otoñal, Sergio llamó a su mujer Maya, para comentarle que esa noche llegaría tarde a casa. “No me esperes para la cena”. Se le habían presentado unos clientes suecos que deseaban asegurar unas propiedades en el litoral de Manilva, zona de Las Gaviotas. También deseaban consejo acerca de unas inversiones a realizar en los Altos de Cabo Pino/Elviria. Por lo tanto, se vería obligado ir a cenar con esos acaudalados inversores.  La noche prometía ser “larga”. Pero sobre las 20 h, los suecos se excusaron, por imprevistos que afectaban a los dos más importantes capitalistas. Aplazaron, de común acuerdo, cuatro días la reunión/cena que deseaban mantener. Era un frio viernes, en noviembre. Tras una semana muy ajetreada, Sergio se sintió feliz de poder cenar tranquilamente con su mujer, como gustaba hacer cada noche. Pero no le comunicó el cambio de planes. Prefería darle una simpática sorpresa. Cuando dejó las oficinas, pasó por la Confitería/panadería La Canasta, comprando unos hojaldres rellenos de cabello de ángel, pasteles que gustaban mucho a Maya.

Al llegar a su urbanización, aparcó el coche. Le extrañó un tanto ver el vehículo de Marco, también aparcado en las inmediaciones. Subió a casa y al entrar encontró a su mujer y a su amigo que ya estaban cenando. La súbita presencia de Sergio provocó en los dos comensales una situación harto nerviosa, por lo inesperado de la “aparición”. Maya trató de controlar la incómoda situación indicando que Eusebia había ido a visitar a su madre, que residía en Fuengirola, por lo que había decidido invitar al “amigo” Marco a cenar, para que no estuviera solo en casa, al igual que ella por el asunto de los suecos. Sergio los miraba, un tanto aturdido y presa de un patente desconcierto, aunque trataba de no “perder” los papeles. En su aturdimiento, apenas escuchaba las palabras de Marco que no cesaba de repetir “Amigo Sergio, no es lo que puedes estar pensando. No ha pasado nada. Únete a nosotros y compartamos la cena con fraternal hermandad”.

Viendo como la tensión ambiental se incrementaba, el director de la sucursal marbellí decidió abandonar la vivienda. “Es lo mejor. Mañana estarás más tranquilo y podremos hablar como siempre lo hemos hecho”. Aquella noche, serían las doce, más o menos, Sergio, inusualmente presa de los nervios, marcó el número de su amigo y compañero: “Desde hoy no quiero saber nada de ti. Nuestra relación se limitará a campos estrictamente profesionales”. La respuesta de Marco tampoco arregló en mucho la patente ruptura entre ambos. “Me estás ofendiendo y equivocando gravemente. Pero acepto tu drástica decisión. Consideraba que eras mucho más reflexivo que yo. Pensaba que nos conocíamos mejor”.

Desde aquel infausto día de noviembre, la ruptura entre los dos inseparables amigos, desde hacía casi dos décadas, fue definitiva. Y las hojas del almanaque fueron avanzando, a ritmo matemático. Marco pidió destino en Madrid, tras su separación con Eusebia. Sergio y Maya supieron, con inteligencia y buena voluntad, reconducir su relación, tratando de olvidar aquel “confuso” episodio. Desde luego la preciosa historia, de los dos amigos unidos en la intimidad, había finalizado de una forma brusca, absurda y con falta absoluta de intercambio de razones y palabras.

CASI TRES AÑOS DESPUÉS, también en esos meses violáceos del otoño estacional, Sergio recibió un mensaje, precisamente de la persona que menos esperaba. El remitente era Marco.

“Buenas noches, Sergio. Entiendo que este correo pueda provocar tu extrañeza e incluso tu incomodidad. Han transcurrido muchos meses, desde que nuestra vital amistad quedó rota, situación que al menos yo no he superado. Quiero, necesito, hablar contigo. Debo explicarte, aportante datos que no conoces y que te harían cambiar con respecto a la intransigencia que sigues manteniendo. Estaré en Málaga este viernes próximo. Te estaré esperando, en el hall del hotel Málaga Palacio, sobre las 21 h. Si decides asistir serás participe de una información que quizá te haga replantear nuestra desafortunada relación actual. No faltes”.

Sergio no pudo apenas conciliar el sueño aquella noche de lunes. Pensaba que Marco había desaparecido de su vida y ahora de nuevo aparecía. Precisamente en un grato momento en que su relación con Maya iba “viento en popa”, sobre todo después que ella le confirmara de que estaba embarazada. Sin embargo y tras mucho pensarlo, decidió acudir a esa extraña propuesta de cita que Marco le había hecho. Sin embargo, para su sorpresa, su antiguo amigo no apareció. Tampoco dio señales durante el fin de semana.

El lunes, cuando acudió a su oficina, se encontró con un cierto “alboroto”. Los compañeros hablaban entre sí, con un patente estado de excitación. “¿Qué ocurre, Salomón?”. Entonces el veterano    compañero le puso la mano sobre el hombro, manteniendo un gesto muy serio. “Un terrible accidente de coche. Marco conducía desde Madrid y a la altura de Puertollano un tráiler perdió los frenos, invadió la calzada contraria y se llevó por delante el coche y la vida del compañero”.  

Sergio Celaya ya no podría conocer aquello tan importante que su antiguo amigo quería transmitirle. Cuando le dio la triste noticia a su mujer, Maya bajó la mirada diciendo “lo mejor, cariño, es olvidar ese tiempo pasado. Vivamos felices a la espera de esa hija que viene a nuestras vidas”.

En la privacidad de su pensamiento, Maya era consciente de su principal y desleal protagonismo, en la “infiel” relación que había mantenido, durante unos meses, con Marco. Todo había ocurrido en una mala época, de inseguridad en sus propias necesitades. Fue su propio ego y descontrol sexual quien la condujo a esas acciones que acabaron rompiendo con brusquedad una amistad entre dos amigos, vinculación acrisolada en años. Pero ese su secreto lo iba a mantener en lo más privado de su conciencia. Sergio nunca llegaría a conocer el verdadero iceberg de aquella desagradable noche, en la que los suecos cambiaron la fecha de la reunión que con él pensaban mantener. –

 

 

DOS AMIGOS

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 10 NOVIEMBRE 2023

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