sábado, 18 de julio de 2020

EL PROTAGONISMO MÁGICO DE LOS ÁRBOLES.


A través de las páginas de la literatura o en los tiempos oníricos para el sueño o la imaginación, nos hemos preguntado en repetidas ocasiones acerca del tipo o clase de vida que tienen aquellos seres de la naturaleza que no poseen el don de la humanidad. Los árboles o los animales ¿pueden hablar entre sí o establecen algún tipo de comunicación, por citar dos importantes ejemplos de esos elementos de la naturaleza que comparten nuestras vidas? Muchos piensan que, efectivamente, cuando ladran los perros, maúllan los gatos, rebuznan los burros, relinchan los caballos, pían o trinan los pájaros, croan las ranas, gruñen los cerdos, aúllan los lobos, silban las serpientes, balan las ovejas, mugen los toros y vacas, cantan los gallos y gallinas, rugen los leones y panteras y así otros muchos ejemplos, están comunicando con otros seres del entorno o manifestando su estado de alegría, tristeza, petición o necesidad. Igual podría ocurrir con las ramas y las hojas de los árboles, con los arbustos del campo o con las flores, aquéllas que espontáneamente nacen en la tierra o son plantadas por los humanos, ya sea en los jardines urbanos o en las terrazas de nuestras viviendas.

En el caso de los árboles, observamos el lento crecimiento de sus ramas, el acercamiento o separación de las mismas, el balanceo de ramas y hojas cuando a veces el fluir del viento o la brisa es imperceptible, su fortaleza o declive vegetativo, su generosidad o precariedad en el fruto o incluso esas “lagrimas” que nos muestran en sus epidermis a modo de savia o sangre que vitaliza todo el conjunto arbóreo. ¿Hablarán entre ellos? ¿Nos transmitirán algunos mensajes? ¿Sentirán la sed, la falta de alimento o esos sentimientos tan normales en los seres humanos, como el dolor, la alegría, la impaciencia, el rubor  o la placidez de la templanza?

Y podemos plantearnos variadas y curiosas preguntas. ¿Qué pensarán los árboles con respecto a esos enamorados que se besan junto a ellos, sentados en la base del fuste arbóreo o en algún banco jardinero próximo? ¿O de esos mendigos que se resguardan por las noches bajo su espejo ramaje para recuperar su necesario descanso?¿O de ese ser que se les acerca sigilosamente para arrebatarles el fruto que tan esforzada y pacientemente han ido criando? ¿O de esos niños traviesos que se agarran a las ramas bajas para cortarlas, como instrumental de juegos y pasatiempos? ¿O de esos operarios que van a realizarles drásticos trabajos de “peluquería” o “cirugía” provocando unas podas “salvajes” que los dejan tan esqueléticos? ¿O de esos fanáticos del fuego que gozan en su maldad viéndolos arder, llamas que probablemente acabarán con la placidez y realidad de su existencia? ¿O de esos otros compañeros gigantes y egoístas, que no les importa en su ambición arrebatarles ese trocito de sol y luz que necesitan, para generar el alimento y savia que circula vitalizando ramas, hojas y frutos? ¿O de aquellos jóvenes enamorados que “hieren” su epidermis y cortezas, grabando en las mismas nombres, fechas, palabras y corazones, grietas que difícilmente pueden sanar, huellas que permanecerán allí, aunque su autores ya no se quieran o amen? ¿O de esos bichos e insectos que parasitan sin pedir permiso entre sus hojas y frutos, infectándoles y provocándoles enfermedades que pueden resultar fatales para su permanencia en el medio natural? ¿O de esas máquinas manejadas por los humanos, que los arrancan de cuajo separándolos del suelo, en cuya tierra encuentran el alimento, imprescindible para continuar su existencia? ¿O de esos obreros que necesitan de sus cuerpos , fustes y ramas engrosados durante años y que se convertirán en sillas, mesas, puertas, baldas y ventanas, para el servicio de los humanos? Etc. Hay que repetirlo ¿sentirán el dolor, el goce o placer de la utilidad, el incivismo de la incultura o maldad, la necesidad vital de la comunicación?

Pensemos, de una forma “imaginativa”, que sería mucho lo que tendrían que decir y comentar estos elementos o seres de la naturaleza terrenal. Desde luego, otros seres que pueblan el planeta, pero de naturaleza humana, tienen mucho que agradecer a los árboles porque, si analizamos su significación y utilidad, sólo nos reportan beneficios, exigiendo únicamente un poco de agua para subsistir y un suelo térreo en donde poder encontrar el necesario alimento. Por supuesto, respetando su crecimiento, desarrollo y modesto mantenimiento. Resumiendo ese cúmulo de beneficios que nos ofrecen, estableceremos una relación de los mismos sin orden de prioridad  o primacía:

·      Oxigenan nuestras contaminadas ciudades o áreas más urbanizadas.
·      Alimentan naturalmente nuestras necesidades de sustento o ingesta.
·      Facilitan esa madera que es necesaria para nuestros muebles, construcción y equipamientos.
·      La navegación, hasta descubrir otros materiales, usaba la madera para las vascas y navíos.
·      Para esos materiales de uso ciudadano, no olvidemos los juguetes para los niños.
·      Ofrecen esa sombra y cobijo tan necesario en las horas de sol o nocturnas.
·      Alegran y embellecen la percepción visual de nuestros campos y ciudades.
·      Inspiran la imaginación y sensibilidad literaria de los escritores.
·      Protegen contra la erosión de las escorrentías y tempestades hídricas.
·      Su follaje y ramaje permite cobijar a las aves que pueblan la naturaleza.
·      De su savia puede obtenerse esa goma tan necesaria para objetos de uso cotidiano.
·      El corcho de su epidermis es un importante material de uso diversificado.

Siempre hay historias interesantes que narrar, relacionadas con la naturaleza y, de manera específica, con ese importante don que ésta nos ofrece en forma de árboles.

Eran dos parejas que vivían unidas, respectivamente, en el trauma del desamor. Situemos básicamente la situación de una y otra, además de la forma en que resultaron vinculadas. Harmonio Reales, treinta y cinco años de edad, ejercía la profesión de carpintero. No había destacado en sus estudios, infantiles y juveniles, pero si demostró por el contrario, ya en plena adolescencia, su patente capacidad y entrega para ser un excelente profesional en el trabajo y artesanía de la madera. Hace unos cinco años, asistió a la boda con posterior celebración de un compañero de trabajo, experiencia que le permitió entablar conocimiento y amistad con otros muchos participantes en el festivo evento. Aquellos esponsales, que finalizaron bien avanzada la madrugada de un sábado/domingo de Agosto, posibilitaron el consumo de mucha comida y, sobre todo, muy abundante bebida. La fiesta no acabó precisamente en ese afamado Cortijo “Los lebreros” especializado en este tipo de eventos, sino que a la finalización del convite se formaron parejas y grupos de conocidos y recién conocidos, a fin de continuar la celebración en una noche intensamente alocada, desmadrada y orgiástica. Harmonio, como otros y otras, se vieron sumidos en esa emoción desenfrenada del sexo y el alcohol que puso a prueba muchas resistencias y voluntades.

Unas cuantas semanas más tarde, Cuando Harmonio salía de su trabajo, una empresa o nave de carpintería denominada Maderomar y ubicada en un polígono industrial de la capital malacitana, le estaba esperando en la puerta la joven Eulalia, veintiocho años de edad y auxiliar administrativa de profesión en una gestoría. Era precisamente la compañera que tuvo aquella noche de juerga y desenfreno colectivo, en la fiesta de los esponsales a la que tantos asistieron. La chica, visiblemente nerviosa y con los ojos enrojecidos, quería hablar con él, a fin de exponerle la grave situación en la que se encontraba. Un embarazo no deseado del que señalaba, con documentos acreditativos y fotos “intencionadas” (le habían asesorado convenientemente) como coautor al interlocutor que tenía ante ella, con un rostro de evidente pesar y desconcierto.

Aquella inesperada situación, con muchas idas y venidas para la negociación (intervino una empresa de detectives, contratada por la familia de la joven) llevó a la infortunada pareja a una boda ante el Registro Civil, a la que asistieron muy escasos invitados. Cuatro meses después, a consecuencia de esa gestación, vino al mundo una niña a la que sus padres decidieron registrar con el nombre de Malenia.

Lo forzado del enlace matrimonial hacía prever que los vínculos afectivos, bien artificiosos, entre ambos contrayentes, carecían de un sólido fundamente para una gozosa y feliz convivencia. Y así penosamente resultó. Mientras que el carpintero era una persona normalmente apacible, sosegada y entregada a su creativo trabajo, Eulalia era una joven un tanto inmadura, excesivamente caprichosa, pues la educación que había recibido hasta el momento, en una familia profundamente desestructurada, no era la más adecuada para esa madurez siempre necesaria en el quehacer diario. Habituada a participar en las fiestas y a cultivar el trato frecuente con las amigas, su labor como madre y esposa provocaba la preocupación en su marido, quien mezclaba la paciencia con momentos de enfado y discusiones no especialmente agradables. 

Por encargo de Omar, un argelino con muchos años y dinero, propietario de la empresa de carpintería en la que Harmonio trabajaba, tuvo que desplazarse una mañana al domicilio de su jefe, a fin de hacer unas reparaciones en las puertas de los dormitorios y renovar la instalación de nuevos muebles de la cocina,  adecuando además una biblioteca en un ángulo del salón. Allí conoció a Rania la joven y dulce esposa de un jefe de carácter autoritario, gritón e ineducado tanto en sus expresiones como en el trato diario. Se trataba de una mujer de suma belleza, con una voz melodiosa y unos ojos de color azabache, que hermanaban con la longitud y color de su cabello (en casa no lo llevaba recogido bajo el típico pañuelo largo). Pudo confirmar la dulzura y amabilidad que recibía por parte de esa afanosa ama de casa, ya que tuvo que repetir las visitas a la casa del jefe, para completar las numerosas reparaciones a efectuar en los muebles. Rania mostraba ser una persona bien educada, cariñosa y complaciente, compensando con generosidad un defecto que sufría en una pierna en la que mostraba una evidente cojera (según pudo conocer más adelante, dicho defecto derivaba de un accidente que la chica tuvo en su Marruecos natal, dejándole esa molesta secuela en su aparato locomotor). Cada tarde, cuando llegaba el trabajador enviado por su marido, tenía preparada esa taza de té con dulces morunos que tanto le agradaban, teniendo ambos el tiempo necesario para intercambiar las palabras y expresar algunos de sus sentimientos. El misterio de la atracción física y anímica entre Rania y Harmonio comenzó a generarse, incrementándose a lo largo de las repetidas visitas que éste tuvo que realizar al chalet del patrón.

Parecía que el destino había querido unir a dos seres profundamente infelices con sus respectivas parejas conyugales. Rania se sinceró, expresándole su profundo dolor acerca del trato  que recibía  del que oficialmente era su marido, con un comportamiento de violencia, mental y física, muy frecuente en el fornido y caprichoso Omar. Más que una pareja conyugal era la relación de amo y esclava. También Harmonio le narró su trauma: dos seres que habían llegado al matrimonio casi sin conocerse y por supuesto sin amarse. Trabajador y ama de casa decidieron compartir, con sinceridad y necesidad sus respectivas realidades.

Cuando ya los trabajos carpinteros habían llegado a su final, los dos nuevos enamorados acordaron un arriesgado pero inteligente plan para continuar viéndose. La urbanización en donde estaba el gran chalet de Omar estaba construida en una zona del Puerto de la Torre, en la Málaga norte, rodeada de una gran masa vegetal en la que no faltaba un denso arbolado. En pleno núcleo forestal había un par de grandes encinas que acumulaban muchos años en el grosor de su fuste arbóreo. Aprovechando las idas y venidas empresariales de Omar, Rania y Harmonio se veían, bajo el cobijo privativo de su ramaje, e incluso se dejaban mensajes escritos en una gran hendidura que uno de los árboles tenía en su tronco.

Aunque uno y otro amante tenían en mente la posibilidad de huir juntos a fin de poner distancia a sus respectivas y desgraciadas vivenciales conyugales, los acontecimientos se precipitaron cuando una nueva acción violenta de Omar dejó a Rania en un mar de lágrimas y llena de moratones. Aprovechando un desplazamiento que el empresario tenía que realizar a la ciudad de Murcia, Harmonio y Rania, acordaron, dejando sus respectivos mensajes en la hendidura del viejo nogal, iniciar juntos la huida hacia Algeciras, en donde tomarían uno de los ferrys que les llevarían hasta Ceuta y desde allí cruzarían la frontera marroquí, viajando después hasta Nouaceur, provincia vinculada a la Gran Casablanca, en donde residían los familiares de Rania. Allí estarían a salvo de las acciones persecutorias que pudiera perpetrar el violento Omar.

Un año después de estos acontecimientos, la situación ha evolucionado de la siguiente forma: Rania y Harmonio siguen conviviendo en pareja, esperando la situación administrativa de divorcio con respecto a Eulalia que Harmonio ha encargado a un prestigioso bufete de abogados. La familia de Rania se ha movido con fraternal eficacia, estableciendo un gran taller de carpintería en una zona industrial de Casablanca, establecimiento dirigido por Harmonio. Eulalia sigue residiendo en el piso que le ha cedido con todos sus derechos su ex, criando a la pequeña Malenia que ya tiene cuatro años. Tiene una nueva convivencia marital con un compañero de trabajo, recibiendo una pensión mensual de su ex marido para el cuidado y necesidades de la pequeña. En cuanto a Omar, a pesar de sentirse burlado por su “esposa” y subordinado, poco a podido hacer pues entre él y Rania sólo existía una mera convivencia. Ni estaban casados ni existían documentos que ataran a la chica con su persona. Ha jurado vengarse de Harmonio pero sabe que si pasa por Casablanca, los familiares de Rania no se van a quedar con los brazos cruzados.

¿Nos hemos olvidado de los dos nogales? En absoluto. Por supuesto que valoramos su protagonismo en la intensidad de esta romántica historia. Imaginemos que siguen hablando y comentando entre ellos acerca de esa simpática y, al tiempo dramática aventura de dos seres que se amaban y necesitaban, a fin de superar la infelicidad que hallaban en sus respectivas e inadecuadas parejas. Les enorgullece haber sido rígidos protectores, sagaces y comprensivos observadores, fieles guardianes de los mensajes escritos e intercambiados y comprensivos espectadores de las caricias, besos y palabras hermosas que los dos enamorados se regalaban. Todo ello bajo el acústico silencio de unas hojas y ramas que percutían y vibraban,  formando parte de esa sublime orquesta mágica que cada día actúa en la naturaleza.-


EL PROTAGONISMO MÁGICO DE
LOS ÁRBOLES  



José Luis Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
17 Julio 2020
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es           



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